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Introducción

Zacarías está incluido en los cánones tanto de Palestina como de Alejandría; los judíos y todos los
cristianos lo aceptan como inspirado. El libro se encuentra entre los Profetas Menores en todas las
listas canónicas hasta las de Trento y el Vaticano. Los escritos del Nuevo Testamento a menudo se
refieren a las profecías del Libro de Zacarías como cumplidas. Mateo (21,5) dice que en la entrada
triunfal de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos, los detalles sucedieron para que se cumpliera
lo que Zacarías (9,9) había predicho; y Juan (12, 15) lo trae como testigo. Aunque en 27,9 Mateo
menciona sólo a Jeremías---aun así se refiere al cumplimiento de dos profecías, la de Jeremías (32,6-
9) sobre la compra del campo del alfarero y la de Zacarías (11,12-13) sobre las treinta monedas de
plata, el precio puesto al símbolo del Mesías. Juan (19,37) ve en la Crucifixión el cumplimiento de
las palabras de Zacarías "mirarán al que traspasaron" (12,10). Mateo (26,31) cree que el profeta
(13,7) predijo la dispersión de los discípulos del Señor.

Primera Parte (Capítulos 1-8)

Introducción: Propósito del libro, la vuelta del pueblo a Yahveh (1,1-6).

1. Las ocho visiones del profeta, en la noche del vigésimo cuarto día del undécimo mes del segundo
año del reinado de Darío en Babilonia (1,7 - 6,8).

Los jinetes en el bosquecillo de mirtos (1,7-17). Sus monturas son de color castaño, bayo y blanco.
Traen noticias de todas partes; todos los países están en paz, no hay signo alguno de inminente
cataclismo de las naciones como el que debe preceder a la liberación de Israel de la esclavitud. Y
aun así Yahveh confortará a Sión, reconstruirá la ciudad y el Templo.

Los cuatro cuernos y los cuatro herreros (1,18-21). Los primeros son las naciones que han lanzado a
los vientos a Judá e Israel y Jerusalén; los segundos son las potencias que a su vez derribarán a los
enemigos de Yahveh.

El hombre con la cuerda de medir (2,5-13). Se le ordena no medir a Jerusalén. La nueva Jerusalén
no tendrá necesidad de muros, el propio Yahvé será para ella un muro de fuego, morará en ella. La
visión se hace ahora mesiánica, se extiende mucho más allá del futuro inmediato, y representa a
todas las naciones del mundo alrededor de la nueva Jerusalén.

El sumo sacerdote Josué ante el ángel de Yahveh (3,1-10). Vestido con sucias ropas, acusado por
Satanás, el sumo sacerdote aparece avergonzado. Se le quita su vergüenza. Se le ponen vestidos
limpios. Se hace la promesa de la rehabilitación del sumo sacerdote en el templo que va a construir
Zorobabel; y se pronuncia la promesa mesiánica del germen (en hebreo, çémáh), el siervo de Yahveh
(cf. Is. 4,2; Jer. 23,5; 33,15), que será enviado en lugar del sacerdocio levítico.

El candelabro de los siete brazos del templo (4,1-14). Un olivo a cada lado alimenta la lámpara. Las
siete lámparas y sus luces son los siete ojos de Yahveh que van por toda la tierra de un extremo a
otro (v. 10). Los olivos son "los dos hijos del aceite", el ungido sacerdote Josué y el rey Zorobabel.
La imagen es la de la providencia de Yahveh y sus dos agentes en el gobierno teocrático de la
Jerusalén restaurada; esta providencia es un símbolo de la economía de la gracia en el reino
mesiánico. Los versículos 6b-10a parecen estar fuera de lugar y pertenecer más bien al final del
capítulo o ir después de 3,10; esta última es la opinión de Van Hoonacker, "Les douze petits
prophètes" (París, 1908).

El rollo de pergamino volante (5,1-14). En él está la maldición de Yahveh que entra para consumir la
casa de todos los ladrones y perjuros. La escena de la visión profética ha retrocedido varios cientos
de años a los días de las fulminaciones y denuncias de Isaías, Amós y Oseas; desde ese distante
punto de vista se ven los efectos de los pecados de Israel y de las maldiciones de Yahveh---el exilio
a Babilonia.

La mujer en la efá (5,5-11). Es introducida por la fuerza en la medida, se cierra la tapa, enseguida se
le pone un peso de plomo; es llevada a la tierra de Sennaar. La imagen es símbolo de la iniquidad de
Israel transportada por la fuerza a Babilonia.

Los cuatro carros (6,1-8). Portando la ira de Yahveh son conducidos a las cuatro esquinas de la tierra;
y el que va al norte asume la venganza de Yahveh contra las naciones del Norte que han tenido en
cautividad a su pueblo elegido.

Ha de subrayarse que esta serie de ocho visiones empieza y termina con imágenes similares---los
caballos de diversos colores cuyos jinetes traen como resultado que toda la tierra está en paz y
cuyos conductores, de similar manera, son portadores del mensaje de Yahveh.

2. Secuela de las ocho visiones: Como una secuela a las ocho visiones, especialmente de la cuarta y
la quinta, Yahveh ordena a Zacarías que tome el oro y la plata traído de Babilonia por una delegación
de judíos de la cautividad, y con ello haga una corona; que coloque esa corona sobre la cabeza del
sumo sacerdote Josué, y luego la cuelgue como una ofrenda votiva en el Templo (6,9-15). Los críticos
generalmente insisten en que era Zorobabel y no Josué quien iba a ser coronado. Yerran al ignorar
el simbolismo profético de la acción. Es el sumo sacerdote más que el rey el que es tipo del sacerdote
del reino mesiánico, "el hombre cuyo nombre es Germen" (texto hebreo), el que construirá el
Templo de la Iglesia y en quien se unirán los oficios de sacerdote y rey.

3. La profecía del cuarto día del noveno mes del cuarto año del reinado de Darío en Babilonia (7 y
8): Casi dos años después de las ocho visiones, el pueblo preguntó a los sacerdotes y a los profetas
si era preciso aún mantener los ayunos del exilio. Zacarías da la respuesta que se le ha revelado; el
servicio que Yahveh pide es ayunar del mal, mostrar misericordia, ablandar sus corazones
endurecidos, hacer abstinencia del fraude y no de alimentos. Como motivo para este verdadero
servicio de Dios, les pinta las glorias y las alegrías de la Jerusalén reconstruida (7,1-9). El profeta
termina con una predicción mesiánica de la reunión de las naciones en Jerusalén (8,20-23).

Segunda Parte (Capítulos 9-14)

Muchos años han transcurrido; el templo de Zorobabel está construido y el culto a Yahveh,
restaurado. Zacarías se asoma al futuro remoto y habla del reino mesiánico.
1. Primer oráculo, en Hadrach (9-11):

La venida del rey (9-10): Las naciones de alrededor serán destruidas; las tierras de los sirios, fenicios
y filisteos caerán en manos de los invasores (9,1-7). Israel será protegido en consideración a su rey,
que llegará a ella "humilde y montado en un asno". Aquel al que se llamó el Germen (3,8; 6,12) será
para la nueva Jerusalén tanto sacerdote como rey (3,8; 6,3).

Los pastores de las naciones (c. 11). Los significados, literal y simbólico, de este pasaje son muy
oscuros, e interpretados diversamente por los comentaristas. La ruina del orgullo del Jordán, la
destrucción de la tierra desde los cedros del Líbano a las encinas de Basán, al sur del Mar de Galilea
(v. 1-3) parecen referirse a un acontecimiento pasado hace mucho tiempo---la pérdida de la
independencia del estado judío en 586 a.C.---en la misma forma que lo hace Jeremías 22,6-7. La
alegoría de los tres pastores despedidos en un mes (v. 4-8) es notablemente similar a la de Jer. 22 y
23. Probablemente esos gobernantes inicuos sean: Sallum, que fue deportado a Egipto (Jer. 22,10-
12); Joaquín, hijo de Josías, que fue "enterrado con el entierro de un borrico" (Jer. 22,12-19); y su
hijo Jeconías que fue arrojado a la tierra del extranjero (Jer. 22,24-30). El pastor necio (v. 15-17) es
probablemente Sedecías. En los versículos 9-14 tenemos a Zacarías asumiendo el papel del pastor
de Judá e Israel, intentando ser un buen pastor, siendo arrojado, vendido por treinta monedas de
plata, y en todo esto simbolizando al Buen Pastor del reino mesiánico.

2. Segundo oráculo, la visión apocalíptica de la futura Jerusalén (12-14):

Las naciones se congregarán contra Jerusalén (12,1-3); pero Yahveh les golpeará en su poder, por
medio de la casa de David (v. 4-9); y los habitantes de Jerusalén se lamentarán como uno se lamenta
por su hijo único (v. 10-14). Las plegarias del pueblo de Jerusalén a Yahveh, que dice que "me
mirarán a mí, a quien han traspasado", y su dolor por los males que le han hecho son símbolos del
reino mesiánico. Yahveh es el tipo de Jesús, las plegarias y lamentaciones de Jerusalén son el tipo
de las plegarias y lamentaciones que Jesús inspirará a la Iglesia cuando sus miembros contemplen a
Aquel a quien han traspasado (cf. Jn. 19,37). Como resultado de la victoria de Yahveh sobre las
naciones, la idolatría será extirpada de Judá (13,1-6).

Se retoma el tema de los pastores: El pastor de Yahveh será herido; las ovejas se dispersarán; dos
tercios de ellas perecerán; un tercio será reunido, para ser purificado como la plata y probado como
el oro (13,7-9). La escena profética cambia de repente. Zacarías pinta vívidamente los detalles de la
destrucción de Jerusalén. En la primera parte de su oráculo, había previsto el traspaso de la Ciudad
Santa de los seleúcidas a los ptolomeos y de nuevo la vuelta de los primeros, la helenización y
paganización del judaísmo bajo Antíoco Epífanes (168 a.C.), la profanación del templo por Pompeyo
y su saqueo por Craso (47 a.C.). Ahora, después de arrojar al pastor de Yahveh, la ciudad está de
nuevo en poder del enemigo; pero después "el Señor será rey sobre toda la tierra: en ese día habrá
un solo Señor, y su nombre será único". El castigo al enemigo será terrible (v. 8-19). Todas las cosas
serán sagradas para Yahveh (v. 20-21).

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