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Facultad de Psicología
Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento
Psicológicos
TESIS DOCTORAL
MADRID, 2010
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA
Facultad de Psicología
Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento
Psicológicos
TESIS DOCTORAL
MADRID, 2010
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Temperamento y crianza como moduladores de la
aparición y mantenimiento de las conductas
agresivas proactivas y reactivas en población infantil
de 0 - 6 años
Facultad de Psicología
Autora
Director
Dr. D. Miguel Ángel Carrasco Ortiz
Madrid, 2010
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A los padres y madres por su generosidad
la sociedad que ampara el desarrollo y la estabilidad de nuestros pequeños: Los padres que
han dedicado parte de su escaso tiempo de descanso para cumplimentar los cuestionarios. Las
familias, a pesar de que los pequeños no les dejan tiempo. Las directoras que han sabido
abriéndonos las puertas de las escuelas. La Fundación Inocente, Inocente que ha financiado
esta investigación en su apuesta por una infancia mejor. Y la UNED que ha dado todo el
soporte académico para dotar a esta investigación del reconocimiento de Tesis Doctoral.
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ÍNDICE GENERAL
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Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
9
8.2.3.- Intercorrelaciones entre las variables de agresión...............................................157
8.2.4.- Correlaciones entre características temperamentales y agresión.........................159
8.2.5.- Correlaciones entre pautas de crianza y agresión................................................161
8.2.6.- Correlaciones entre características temperamentales y pautas de crianza...........163
8.3.-Análisis de regresión: carácter predictivo de las variables....................................167
8.3.1.- Predicción de la agresión reactiva y proactiva a partir de las variables
sociodemográficas y estructura familiar.........................................................................168
8.3.2.- Predicción de la agresión reactiva y proactiva a partir de las características
temperamentales.............................................................................................................170
8.3.3.- Predicción de la agresión reactiva y proactiva a partir de las pautas de crianza. 171
8.3.4.- Predicción de la agresión reactiva y proactiva a partir del conjunto de las variables
estudiadas........................................................................................................................172
8.3.5.- Análisis de las interacciones: Predicción de la agresión reactiva y proactiva a
partir del conjunto de variables estudiadas.....................................................................177
8.4.- Predictores que discriminan entre perfiles de agresión: Análisis de
conglomerados y discriminantes......................................................................................185
8.4.1.- Análisis de conglomerados y discriminante en la muestra de 0-12 meses..........186
8.4.1.1.- Análisis de conglomerados...............................................................................186
Análisis de conglomerados considerando conjuntamente la agresión proactiva y reactiva
.........................................................................................................................................186
Análisis de conglomerados en función de la agresión proactiva...................................187
Análisis de conglomerados en función de la agresión reactiva......................................187
8.4.1.2.- Análisis discriminantes.....................................................................................188
8.4.2.- Análisis de conglomerados y discriminante en la muestra de 13-36 meses........189
8.4.2.1. Análisis de conglomerados................................................................................189
Análisis de conglomerados considerando conjuntamente la agresión proactiva y reactiva
.........................................................................................................................................189
Análisis de conglomerados en función de la agresión proactiva...................................190
Análisis de conglomerados en función de la agresión reactiva......................................191
8.4.2.2. Análisis discriminante........................................................................................191
8.4.3.- Análisis de conglomerados y discriminante en la muestra de 3-6 años...............192
8.4.3.1.- Análisis de conglomerados...............................................................................192
Análisis de conglomerados considerando conjuntamente la agresión proactiva y reactiva
.........................................................................................................................................192
Análisis de conglomerados en función de la agresión proactiva...................................193
Análisis de conglomerados en función de la agresión reactiva......................................194
8.4.3.2.- Análisis Discriminante.....................................................................................194
8.5.-Análisis de rutas o path analysis..............................................................................195
8.5.1.- Análisis de rutas en el grupo de 0-12 meses........................................................196
8.5.2.- Análisis de rutas en el grupo de 13-36 meses......................................................197
8.5.3.- Análisis de rutas en el grupo de 3-6 años............................................................198
Capítulo 9.- Discusión y conclusiones.................................................................................200
Variables sociodemográficas y agresión.........................................................................200
Temperamento y agresión reactiva y proactiva..............................................................203
Crianza y agresión reactiva y proactiva.........................................................................213
Temperamento, crianza, variables sociodemográficas y agresión: predicción global y
análisis de interacciones.................................................................................................219
Análisis de perfiles..........................................................................................................227
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Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Modelos explicativos.......................................................................................................231
9.1.- Limitaciones del estudio...........................................................................................232
9.2.- Líneas futuras de trabajo.........................................................................................234
9.3.- Implicaciones educativas, clínicas y de investigación............................................235
9.4.- Orientaciones prácticas para la prevención de la agresión derivadas de los
presentes resultados..........................................................................................................238
Conclusiones..........................................................................................................................242
Referencias bibliográficas.......................................................................................................254
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Capítulo 1.- Introducción
a 6 años que incluye el estudio del temperamento y las pautas de crianza en relación con la
edades comprendidas entre 0 y 6 años conjuntamente con sus padres. Los datos aquí
expuestos son originales y se han obtenido mediante la evaluación de los niños a través de la
El presente trabajo se estructura en nueve capítulos que de forma resumida recogen los
agresión infantil. Los conocimientos hallados serán la base para el desarrollo de acciones
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Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
solución.
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Capítulo 2.- La agresión infantil
definición unánime de este término (Carrasco & González, 2006), se acepta que la agresión es
totalidad de los animales (Huntingford, Turner, & Downie, 1987). Etimológicamente, procede
del latín “agredi”, cuyo significado es “ir contra alguien con la intención de producirle daño”.
La mayoría de las acepciones sobre agresión, coinciden en definirla como una conducta
negativas en uno mismo, en otra persona y/o en el ambiente en el que aparece. Sin embargo,
están presentes (Tremblay, Jaspel, Rerusse, Mcduff, Boivin, Zoccolillo, & Montpaisir, 1999;
las conductas infantiles desde los inicios de la vida (e.g., pellizcar, arañar), el escaso impacto
aversivo que estas conductas tienen sobre los otros o el ambiente, y la limitada variabilidad de
hace que la conducta agresiva infantil deba ser matizada respecto de la acepción más general
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Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
sin embargo, una vez que el lenguaje se instaura y los niños maduran, las conductas agresivas
se diversifican incorporando conductas de carácter verbal que, junto con las primeras, pueden
responder a diversas formas de agresión: directa o abierta (e.g., empujar) versus indirecta o
relacional (e.g., difamar) (Bjorkqvist & Osterman, 1992; Crick & Grotpeter, 1995; Grotpeter
& Crick, 1996); hostil o emocional, como respuesta a la ira versus instrumental, encaminada a
la consecución de una meta (Atkins, Stoff, Osborne, & Brown, 1993; Berkowitz, 1996;
Kassinove & Sukhodolsky, 1995); reactiva, como reacción a un estímulo evocador versus
proactiva, como una acción intencional dirigida a hacer daño (Dollard, Miller, Doob, Mowrer,
& Sears, 1939a; Price & Dodge, 1989). Llegados los años escolares, la agresión infantil
puede, además, expresarse mediante el acoso entre compañeros (Bullying), dentro de una
dinámica de dominio-sumisión entre un acosador y una víctima (Olweus & Hodgins, 1993).
De acuerdo con Tremblay et al. (1999), la agresión en los primeros meses de vida
instrumento al servicio de los impulsos básicos, propiciado por el desarrollo neuromotor del
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2.1.1.- Agresión reactiva y proactiva
conducta agresiva es la establecida por Dodge y Coie (1987), como conducta agresiva
dirigida a hacer daño (Dollard, 1939; Price & Dodge, 1989); y la segunda, agresión reactiva,
término proveniente del modelo de frustración-agresión (Berkowitz & Buck, 1967), conocida
de acciones agresivas resultado de la reacción a un estímulo evocador (Day, Bream & Pal,
1992; Dodge & Coie, 1987; Dodge, Lochman, Harnish, Bates, & Pettit, 1997; Dodge, Pepler,
& Rubin, 1991; Meloy, 1988; Price & Dodge, 1989; Pulkkinen, 1996; Raine, Dodge, Loeber,
Gatzke-Kipp, Lynam, Reynolds, Stouthamer-Loeber, & Liu, 2006; Scarpa & Raine, 1997;
fisiológicamente, por una baja activación (arousal) y baja impulsividad. Desde un punto de
al., 1991; Meloy, 1988; Mirsky, Siegel, Reiss, Miczek, & Roth, 1994). Se trata de un tipo de
reforzamiento (Crick & Dodge, 1996; Dodge, et al., 1991; Joussemet, Barker, Cote, Nagin,
Zoccolillo & Tremblay, 2008; Vitaro, Brendgen, 2005). Por el contrario, la agresión reactiva
la ausencia de inhibición y escaso autocontrol (Atkins, et al., 1993 Brown, 1992; Raine,
Reynolds, Venables, Mednick, & Farrington, 1998). Es una conducta motivada por la
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Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
2008; Meloy, 1988; Volavka, 1995). De acuerdo con esta delimitación, la agresión proactiva,
que ambos tipos de conducta agresiva han mostrado en diferentes estudios: mientras que la
juvenil (Atkins & Stoff, 1993; Vitaro et al., 1998), con abuso de sustancias (Fite, Colder,
Lochman & Wells, 2007; 2008), así como con conducta criminal en la edad adulta (Brendgen,
Vitaro, Tremblay, & Lavoie, 2001; Forth, 1995; Frick, Cornell, Barry, Bodin, & Dane, 2003;
Hare, 1999; Joussemet, et al., 2008; Pulkkinen, 1996); la agresión reactiva se ha asociado, en
mayor medida, con ansiedad social, problemas de victimización (Salmivalli & Helteenvuori,
2007; Scarpa, Raine, & Borod, 2000), déficits de atención, hiperactividad, problemas
negativistas (Camodeca, Goossens, Meerum Terwogt, & Schuengel, 2002; Dodge, et al.,
1997; Olweus, 1978; Raine, et al., 1998), déficit de regulación emocional (Schwartz, Proctor,
& Chien, 2001) y mayor tendencia a realizar atribuciones de hostilidad en los otros (Dodge &
Coie, 1987; Hubbard, Dodge, Cillessen, Coie, & Schwartz, 2001; Scarpa, et al., 2000).
reactiva con el desajuste infantil, Card y Little (2007) encuentran que ambos tipos de
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hiperactividad, déficits de regulación, delincuencia y victimización; y bajas correlaciones con
relacionados con la agresión reactiva que con la proactiva. Esto sugiere, que la agresión
reactiva está más relacionada con el desajuste del niño, en edad escolar, que la agresión
proactiva, ya que la totalidad de los trabajos analizados en esta revisión se realizaron con
muestras de edades superiores a los cinco años. No obstante, en el estudio realizado por
Kimonis, Frick, Boris, Smyke, Cornell Farrell y Zeanah (2006) con niños de 2 a 5 años
encuadran la agresión reactiva, como respuesta real o provocación percibida, dentro del
desarrollo normativo del niño hasta preescolar, mientras que sólo la agresión instrumental, en
De todo lo anterior, cabe concluir que las diferencias en el ajuste psicosocial de niños
con conductas agresivas proactiva o reactivas, sugieren que los mecanismos subyacentes que
explican cada una de estas conductas, así como las estrategias de intervención dirigidas a
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Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
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2.1.2.- Prevalencia
agresión infantil se han llevado a cabo con niños a partir de los seis años. La escasez de estos
trabajos, posiblemente pueda explicarse porque el grado de disrupción o daño que genera la
agresión a estas edades pasa desapercibida, y su control no entraña especial dificultad para los
adultos. Sin embargo, algunos estudios con población americana han informado de resultados
muy llamativos; entre ellos, los trabajos de Tremblay y su equipo (Brame, Nagin, &
Tremblay, 2001; Nagin & Tremblay, 1999; Tremblay, et al., 1999; Tremblay & Schaal, 1996)
han mostrado que la agresión física, comienza al final del primer año de la vida del niño.
Tremblay et al. (1999) hallaron que, alrededor de los 17 meses de edad, las madres ya
informan de altos niveles de prevalencia en diversas conductas agresivas, tales como quitar
cosas a los otros (17,7%-52.7%) o empujarlos (5,9%-40,1%). Conductas como morder, dar
patadas, pelear, amenazar con golpear o atacar físicamente aparecen en uno de cada cuatro o
cinco niños. Al menos el 8,2% de los niños fueron calificados por sus madres como
nacimiento hasta los tres o cuatro años de edad y, posteriormente, experimenta un descenso
progresivo que se extiende desde los 6 a los 15 años (Tremblay, 2008). No obstante, es
preciso matizar que otras formas de agresión (eg., verbal o indirecta) se incrementan a partir
de los dos años hasta la adolescencia; por otra parte, determinados grupos de sujetos pueden
experimentar diferentes trayectorias, entre las que cabe mencionar, aquellas que experimentan
años previos (Brame, et al., 2001; Nagin & Tremblay, 1999; Tremblay & Schaal, 1996). En
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Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Llaberia, Jane, Corbella, Ballespi, Mitjavila & Canals (2008) la estiman en el 2.6%. Como la
conducta agresiva solo comienza a ser molesta o incontrolable a partir de los 6 años, hay
pocos trabajos que se hayan centrado en el estudio de la agresión en este grupo de edad, de 0
españolas.
españoles, diversos trabajos han obtenido cifras que suscitan una gran preocupación. El
estudio del Defensor del Pueblo español del año 2000 recoge que el 40,9% de los niños de
físicos. Del Barrio, Moreno y López (2001) estiman, a partir de una muestra de 579 niños
agresividad. Similares datos son hallados por Muñoz-Rivas, Grana, O´Leary y González
agresión física contra sus parejas (uso de armas, dar palizas, intentos de estrangulación), sin
embargo, el 90% admitía haber agredido verbalmente alguna vez y el 40% haberlo hecho
físicamente.
Datos más recientes sobre el acoso escolar, en el que la agresión (tanto física como
agresor víctima, han barajado cifras del 16,7% en población española de 10 a 12 años (Cerezo
& Ato, 2005). Del conjunto de la muestra española estudiada, el 9,2% manifestaba conductas
agresivas y el 7,5% se reconocía como víctima. El Centro de Reina Sofía para el estudio de la
violencia informa que el 75% de una muestra de 800 adolescentes entre 12 y 16 años ha sido
testigo de agresiones en su escuela (Serrano & Iborra, 2005). Pero los resultados más
contundentes sobre violencia y acoso escolar son los encontrados en el estudio Cisneros X
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(Oñate & Piñuel, 2006). El estudio es realizado con un total de 24.990 sujetos en 14
bachillerato). Entre sus datos, hallan un 4% de sujetos que muestran muy frecuentemente
conductas de agresión física (pegar collejas, puñetazos y patadas) y entre un 3,2 y 13,90% de
conductas de agresión verbal (e.g., poner motes, insultar, ridiculizar, burlarse) o indirectas
(e.g., acusar, rumorear, mentir, esconderle cosas). El total de las agresiones (física o verbal),
oscilaba entre el 9 y el 20,9%. Por tanto, tomando en conjunto los datos consultados, cuando
se trata de agresión física grave los datos apuntan entre el 2 y el 4% de la población infantil y
juvenil, pero cuando se habla de agresión verbal o indirecta los porcentajes ascienden hasta el
desarrollo
momento de mayor incidencia a los 18-24 meses. Dentro de este análisis de normalidad
describimos su evolución para una mejor comprensión del problema, una vez resulte
desadaptativa esta conducta. En la Tabla 2 esbozamos de forma esquemática los rasgos más
característicos.
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Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
4 meses Bate los brazos y piernas Movimiento involuntario centrado en el propio Ira/frustración
cuerpo
Cierra con fuerza sus puños Inicialmente es un movimiento reflejo que Ira/frustración
al entrar en contacto con la puede dañar sin intención. Si se refuerza se
6 meses
nariz u oreja del adulto que vuelve autorreforzante y voluntario
le sostiene
Araña
deben a la ira. La ira es una emoción básica que se corresponde con un estado interno variable
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en intensidad, desde la irritación media o la contrariedad hasta la furia intensa o la cólera, y
(Bridges, 1933; Eisenberg, Way, Taylor, Welch, & Lieberman, 2007; Kuppens, Van Mechelen,
Smits, De Boeck, & Ceulemans, 2007). También en los primeros años de vida, tiene una
función crucial: la supervivencia, ya que regula la comunicación social (del Barrio, 2000;
Lemerise, 2000). La ira como precursora de la agresión infantil, prepara al niño fisiológica y
es una forma de adaptación y supervivencia en las especies (Lorenz, 1966). Pero cuando esta
Para explorar las primeras muestras de ira en los infantes, Stenberg, Campos, Stein,
meses de edad, tumbados boca arriba y les sujetaban del antebrazo. Entre sus resultados,
hallaron que, aun cuando la capacidad para expresar reacciones de ira está presente desde el
primer mes de vida, sólo en el curso de los primeros 4 meses estas reacciones poseen un valor
funcional. Por tanto, desde el inicio de la vida, el niño es capaz de expresar la ira, primero
mediante el llanto y posteriormente, entre los cuatro y ocho meses, a través de movimientos
frustración. A medida que el sujeto crece, la ira se expresa de manera más compleja mediante
numerosas conductas exteriorizadas e interiorizadas (del Barrio, Aluja, & Spielberger, 2004).
En cualquier edad, está bien documentada la asociación entre la ira y la conducta agresiva
(Arsenio & Lover, 1997; Berkowitz, 1990; Eisenberg, et al., 2007; Hubbard, Smithmyer,
Ramsden, Parker, Flanagan, Dearing, Relyea & Simons, 2002; Kuppens, et al., 2007;
Spielberger & Diaz-Guerrero, 1983) así como su posterior vinculación con problemas
exteriorizados entre escolares (Zeman, Shipman, & Suveg, 2002) y problemas de delincuencia
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Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
en jóvenes (Cornell, Peterson, & Richards, 1999; Granic, O'Hara, Pepler, & Lewis, 2007;
más precoces, existe otro grupo de emociones, de carácter sociomoral y de aparición más
tardía, que también se asocian con la conducta agresiva. Se trata de emociones tales como la
vergüenza, la envidia, los celos o la culpa (Baumeister, Bushman, Steffgen, & Gollwitzer,
2007; Montada, Steffgen, & Gollwitzer, 2007). Por ejemplo, la vergüenza, evocada por el
agresión (Carrasco, González, & del Barrio, 2004); y los celos, aparecidos por la presencia de
un rival con el que competir por los privilegios o el afecto de un ser querido, también facilitan
la aparición de la agresión (Parker, Low, Walker, & Gamm, 2005). Finalmente, la culpa, a
agresión (Tangney, Wagner, Fletcher, & Gramzow, 1992), seguramente por su alta correlación
agresión infantil se manifiesten mediante expresiones emocionales de ira, pero a los tres o
cuatro primeros meses de vida, hay claras manifestaciones conductuales de agresión. Como
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han mostrado los trabajos de Tremblay y su equipo (Brame, et al., 2001; Nagin & Tremblay,
1999; Tremblay, et al., 1999; Tremblay & Schaal, 1996) las primeras conductas agresivas
(patalear y golpear) tienen lugar a partir de los 3-4 meses de vida, a los 12 meses se produce
frecuencia de estas conductas se manifiesta en mayor medida entre los varones y en aquellos
niños que tienen hermanos. Estos resultados muestran claramente que los niños manifiestan la
agresión física desde muy temprano y de forma espontánea. Lo que convierte a estas edades
intensidad del conflicto, la ira y la agresión a lo largo del 2º año de vida, en todas las especies
vida (Gunnar, Brodersen, Krueger, & Rigatuso, 1996; Keenan, Gunthorpe, & Young, 2002),
haciéndose patentes las diferencias individuales a partir del segundo año (Stifter, Spinrad, &
Braungart-Rieker, 1999). Al final de este primer año, se observan las primeras conductas
agresivas entre iguales, como resultado de sus primeros intercambios comunicativos y del
interés que muestra el niño por la posesión y el control de ciertas actividades. En este periodo,
alrededor de los 12 meses, la agresión está más relacionada con las provocaciones de los
iguales (Caplan, Vespo, Pedersen, & Hay, 1991) y, próximos a los 18 meses, se relacionan, en
mayor medida, con la aparición de los primeros conflictos entre iguales (Holmberg, 1977).
Hay y Ross (1982) encontraron que el 87% de los niños de 21 meses participan en algún tipo
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Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
laboratorio.
A partir de los dos años, la aparición del lenguaje en el niño favorece un decremento
los niños de 2-3 años (Dionne, Tremblay, Boivin, Laplante, & Parrusse, 2003). Sin embargo,
alrededor de los tres años, el lenguaje da paso a otras formas de agresión (e.g. los insultos,
iguales, intolerancia a la frustración) en los niños, según informan sus padres (Crowther,
Bond, & Rolf, 1981; Jenkins, Bax, & Hart, 1980). Posteriormente, a partir de los 3-4 años,
Donnerstein, Huesmann, Johnson, Linz, Malamuth & Wartella 2003; Reiss & Roth, 1993),
principalmente entre niños del mismo sexo. Durante los años escolares, con la adquisición de
la lógica operatoria y los cambios en las relaciones entre iguales, las manifestaciones
entre escolares, agresión manifiesta dentro de una dinámica de agresor-víctima, que adquiere
2006; Douvan & Adelson, 1966; Olweus & Baenninger, 1991). Ver Tabla 2.
manifiesta principalmente mediante reacciones de ira; entre los 3-4 meses y hasta el año y
defensiva o, a veces, por el placer de elicitar una reacción en el entorno; sólo en el caso de que
27
la agresión sea una reacción a una agresión, decimos que tiene carácter adaptativo para los
niños, en esta franja de edad. A partir de los 18 meses, con la aparición de la función
también verbal y adquiere una función más instrumental (Dionne, Tremblay, Hartup, &
llegada a la escuela y el aumento del contacto entre iguales, aproximadamente a los 3-4 años,
del mismo sexo. Avanzada la edad escolar, a partir de los 5-6 años, la agresión física y verbal
casos, delictivas.
Si bien la agresión parece tener su máxima expresión en los dos primeros años de vida,
el curso y evolución de la misma a lo largo de los años no es similar para todos los niños. Aun
existiendo criterios evolutivos que marcan un patrón normativo, al que antes hemos hecho
mención, diferentes trabajos han hallado a lo largo del desarrollo distintos cursos evolutivos.
Tremblay, Nagin, Seguin, Zoccolillo, Zelazo, Boiven, Perusse, y Japel (2004) han estudiado el
curso de la agresión desde los 17 a los 42 meses en 504 niños. Todos los sujetos mostraron
una tendencia creciente, sin embargo, esta tendencia se ajustaba a tres tipos de trayectorias
claramente diferenciadas: una trayectoria con bajos niveles de agresión, compuesta por el
28% de los niños; una trayectoria creciente con niveles de agresión moderados o medios que
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Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
agrupaban el 58% de los sujetos; y finalmente, una trayectoria creciente con elevados niveles
elevados niveles de conducta disruptiva a los cinco años (creciente); el segundo, presenta
muestra niveles moderados de conducta a los dos años y bajos niveles a los 4-5 años
(decreciente); y el cuarto o bajo, presenta bajos niveles de agresión en todas las edades
(estable bajo). Los sujetos con un perfil caracterizado por conductas exteriorizadas de niveles
elevados, a lo largo de todas las edades, constituyó el 8%, respecto de la muestra total.
Con resultados similares a los anteriores, pero con sujetos de más edad y evaluados en
Denham, Workman, Cole, Weissbrod, Kendziora, & Zahn-Waxler, 2000; Moffit, Caspi,
Dickson, Silva, & Stanton, 1996; Nagin, Tremblay, 1999) que han identificado trayectorias
disminuye con el tiempo; 2) un grupo con puntuaciones bajas en agresión que se incrementa
con el tiempo; y 3) un grupo con agresividad alta y estable a lo largo del tiempo. Un
exponente de estos resultados es el trabajo de Nagin y Tremblay (1999) quienes hallan, entre
1037 varones evaluados desde los seis hasta los 15 años, cuatro trayectorias: 1) una
trayectoria con bajas puntuaciones a lo largo del desarrollo; 2) una con niveles moderados que
declina hasta niveles próximos a cero hacia los 15 años; 3) una que comienza con niveles
altos y que declina hasta niveles medios; y 4) una con niveles de agresividad persistente a lo
largo de todo el periodo analizado. Las tres primeras trayectorias incluían al 70% de la
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muestra y, la cuarta, el 4%. El estudio de estas trayectorias (Carrasco & González, 2006), en
seis muestras amplias de diferentes países que abarcan desde los 6 años hasta la adolescencia
(Broidy, et al., 2003) y entre niños de 24 meses a nueve años (Arsenio, 2004; Keenan, Shaw,
Lahey, Moffitt, & Caspi, 2003), se han identificado, por una parte, trayectorias decrecientes
con niveles de agresión de baja intensidad que incorporaban a la mayoría de los sujetos de la
muestra y, por otra, trayectorias de curso creciente y persistente con niveles de agresión de
alta intensidad que representaba entre el 4 y 11% de la muestra de estudio. Por tanto, parece
existir un patrón normativo en el que el curso de la agresión tiende a ser regulado y un patrón
Específicamente desde los cero a los seis años, hay escasos estudios que hayan
estudiado el curso de la agresión. El trabajo pionero de Tremblay ( et al., 1999) muestra que la
agresividad física se incrementa desde el nacimiento hasta los tres años de edad, y
años. Por tanto, la agresión física se manifiesta desde la lactancia y frecuentemente aumenta
hasta los 3 años, posteriormente disminuye hasta la adolescencia (Broidy, et al., 2003; Cote,
Vaillancourt, Barker, Nagin, & Tremblay, 2007; Nagin & Tremblay, 1999; National Institute
of Child Health and Human Development Early Child Care Reserarch Nerwork, 2004;
Tremblay, Nagin, Seguin, Zoccolillo, Zelano & Boivin, 2005; Tremblay et al., 2004). Cuando
diferentes grupos de sujetos que siguen distintas trayectorias a lo largo de los años.
sugieren que: a) la agresión física es una conducta natural y espontánea en las interacciones
durante la primera infancia, siendo sólo la agresión reactiva en los primeros años adaptativa
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Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
(hasta la instauración del lenguaje verbal, expresivo y comprensivo, fluido) como respuesta a
comportamentales más sofisticadas (Paus, 2005; Tremblay, 2003, 2008; Tremblay & Nagin,
2005).
El estudio del curso de la agresión más allá de la infancia, ha sido estudiado por Moffit
(1993) y Eley, Lichtenstein, & Moffitt (2003). De sus resultados, procedentes de estudios
adulta.
los procesos sociales que comienzan en la adolescencia y desisten en la vida adulta, como son
la delincuencia del grupo de iguales, las actitudes inmaduras ante la adolescencia o la edad
De acuerdo con los trabajos de Loeber y sus colaboradores (Loeber & Hay, 1997;
Loeber & Stouthamer-Loeber, 1998; Loeber, Wung, Keenan, & Giroux, 1993) los altos
niveles de agresión física en la infancia o en los primeros años predecían la conducta agresiva
o violenta en los años posteriores. En contra de los trabajos de Moffit, se mostró que no
31
2.2.4.- Estabilidad de la conducta agresiva
los años (Caspi, Elder, & Bem, 1987; Farrington & Huesmann, 1994; Olweus, 1979;
Patterson, Reid, & Dishion, 1992). Desde una perspectiva evolutiva, estos estudios se han
Loeber, Tremblay, Gagnon, & Charlebois, 1989; Olweus, 1979; Patterson, et al., 1992) gran
parte de los resultados han apuntado hacia una considerable estabilidad de estas conductas a
lo largo de los años con correlaciones de .63 (Olweus, 1979) o de .92 (Patterson, et al., 1992).
Sin embargo, el estudio longitudinal del curso de la agresión mediante trayectorias por
autores ya citados, tales como Moffit, Loeber, Tremblay o Arsenio, ha revelado que la
relativa estabilidad, no todos los sujetos persisten en esta conducta a lo largo de los años
(Tremblay, 2008).
32
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
explicativos
al comienzo de nuestra existencia instalada como una reacción innata y orientada al servicio
popularidad (Smith, Cloninger, Harms, & Csernansky, 2008). Smith (2007) agrupa en cuatro
33
ontogenéticos. La agresión en el niño a lo largo de su evolución, le permite desarrollar
habilidades efectivas para relacionarse y aprender sus propias fortalezas y debilidades en las
situaciones de lucha y conflicto. El niño aprenderá como usar eficazmente la agresión, cuándo
parar, cuándo continuar, con quién utilizarla, cómo elegir un lugar seguro o una vía eficaz
para dañar, etc. Pero también, le permitirá el aprendizaje de habilidades más generales tales
una respuesta racional o una alternativa, cuando otras vías no ofrecen soluciones; 4)
(prosociales y coercitivas) tanto entre preescolares (Hawley, 2002, 2003) como entre
adolescentes varones (Long & Pellegrini, 2003); otros resultados han hallado la relación entre
Evans, & Snider, 2003). Las conductas agresivas han mostrado ser una oportunidad para el
los distintos argumentos de la agresión como conducta adaptativa, y para una extensa revisión
34
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Tipo Contenido
35
2.3.2.- Cuando la agresión no es adaptativa: modelos explicativos
Distintos han sido los modelos que se han adentrado en el estudio de la agresión
infantil. La Teoría del Apego (Bowlby, 1969) es una de las teorías que ha explicado la
agresión infantil a partir de las primeras experiencias del niño con los padres (o cuidadores),
en los primeros años de vida. Estas experiencias son interiorizadas como modelos de
representación que se generalizan en forma de expectativas sobre los otros. Si las figuras de
expectativas de agresión y hostilidad sobre las relaciones íntimas (Ver Tabla 4).
36
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Calidez
Atribuciones intencionalidad
Manejo de la frustración
Afecto negativo
Modelo de Coherción Crianza: Interacciones cuidador-niño Refuerzo negativo para los padres
Modelo Olweus (1980) Crianza: negativismo materno Relación directa entre agresión-
(hostilidad/rechazo). Permisividad, temperamento, agresión-permisividad,
coerción, Temperamento infantil temperamento-permisividad-agresión
Modelo de Aprendizaje Social Imitación de un modelo violento Aprendizaje vicario (leyes del
aprendizaje operante)
Bandura (1973) Cogniciones implicadas en
Mecanismos que instigan y mantienen
la imitación
37
Modelos integradores GAM Factores emocionales, cognitivos y Combinación e interacción de factores
situacionales personales y situacionales que interactúan
Anderson y Bushmer (2002)
dando lugar a la conducta agresiva
Modelos basados en factores Factores de riesgo personales y Por asociación, mediación o interacción
de riesgo situacionales y/o mantenimiento de la conducta
agresiva
frustración. Esta hipótesis inicial es posteriormente reformulada por Miller (1941) quien
mantiene que no todas las agresiones se producen por frustraciones, sólo aquellas que
suponen contrariedades arbitrarias e ilegítimas, y/o que anticipan placer; para este autor, el
estado de frustración estará mediado, en su camino a la agresión, por otras variables tales
experimentado.
Para Berkowitz (1990), es el afecto negativo, generado por un suceso aversivo el que
de afecto negativo durante la primera infancia. Todo ello se integra en un Modelo en Red
(NICHD Early Child Care Research Network, 2004), por el cual los vínculos asociativos entre
origina y desarrolla en las interacciones entre el cuidador y el niño cuando los padres usan la
38
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
coerción como el modo primario para controlar a sus hijos. Nuevamente, aparecen las pautas
conducta agresiva del niño interrumpe la coerción de padre/madre, o bien, los padres
mediante la coerción eliminan la conducta agresiva del niño), el reforzamiento positivo (la
madre hacia la agresión (grado de permisividad ante la conducta agresiva del niño); y el uso
agresividad, por una parte, y permisividad y agresión, por otra; y una relación mediada entre
tanto directo como indirecto a través del grado de permisividad de la madre. Ver Tabla 4.
aprendizaje vicario como medio para el aprendizaje de las conductas agresivas. Mediante la
imitación y el modelado de las figuras relevantes, el niño aprende a comportarse en una u otra
dirección. Si los modelos (padres, iguales, personajes televisivos, etc.) a los que el niño tiene
acceso muestran conductas agresivas o violentas, el niño los imitará e incorporará dichas
39
conductas a su repertorio. Basados, en gran medida en el aprendizaje vicario, se proponen
adaptativa a los problemas sociales (Crick & Dodge, 1994; Dodge & Crick, 1990; Huesmann,
1988; Huesmann & Eron, 1989). Desde esta perspectiva, los niveles elevados de agresión se
útiles, evaluación positiva de las respuestas agresivas), las cuales conducen a un incremento
Los Modelos Psicoanalíticos explican la agresividad como una expresión del instinto
40
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
junto con las percepciones de invulnerabilidad. Para Willock (1986), la autoestructura del yo
de los niños agresivos tiene dos aspectos nucleares: la devaluación del yo, reflejada en las
yo, o yo indiferenciado. La conducta agresiva sirve como una defensa contra estas creencias
emocionales (e.g., ira) y cognitivos (e.g., valores, metas, guiones) pero articulados en función
interacción de elementos cognitivos, afectivos y del arousal que, a su vez, lleva a un proceso
de valoración y toma de decisiones que culminará, bien en una acción reflexiva, o bien,
Son ejemplos de ello, las propuestas de diversos autores que han organizado los diferentes
41
factores en causas próximas y distales (Tremblay & Nagin, 2005); en procesos cognitivos,
En la Tabla 5 se detalla una recopilación de factores de riesgo que han sido asociados a
la conducta agresiva (Carrasco & González, 2006; del Barrio & Roa, 2006).
42
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
43
2.3.3.- Interacciones biopsicosociales: temperamento y crianza como
biológicos y contextuales (Connor, Steingard, Cunningham, Anderson, & Melloni, 2004). Los
factores biológicos (e.g., bajo nivel de arousal del Sistema Nervioso Autónomo) pueden
influir sobre la agresión a través de los factores contextuales (implicación en peleas ante
situaciones de conflicto social) y viceversa, es decir, las variables contextuales (e.g., maltrato
físico) pueden afectar a la conducta agresiva a través de las variables biológicas (e.g., lesión
en áreas orbitofrontales que genera problemas de control de impulsos). Aunque cada uno de
sentidos: como una interacción aditiva (la suma de las partes) o una interacción multiplicativa
(una potencia la aparición de la otra). Entre estas interacciones, cabe citar, interacciones entre
variables ambientales y genéticas, interacciones entre variables sociales y bajo arousal del
44
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
edad y sexo
las variables ampliamente investigadas: la edad, el sexo y la clase social. De forma resumida,
respecto de la agresión.
En líneas generales, las clases sociales deprimidas acumulan factores de riesgo que
condiciona el logro escolar, las interacciones verbales entre padres e hijos, las expectativas de
los padres sobre el éxito de sus hijos, el estado de salud, las actitudes de los profesores, las
relaciones afectivas positivas, los eventos estresantes vividos, así como las estrategias de
mayores problemas de salud mental en los padres y menor posibilidad de detección de los
problemas y tratamiento de los mismos (Evans, 2004; McLoyd, 1998; O'Connor, Deater-
Deckard, Fulker, Rutter, & Plomin, 1998; Simons, Johnson, Beaman, & Conger, 1993). De
45
todos estos datos, cabría concluir que, si bien, la clase social baja no es en sí misma una
explicativo de la incidencia de la agresión en esta clase social (Guerra, Huesmann, Tolan, Van
Acker, & Eron, 1995; Harrist, Pettit, Dodge, & Bates, 1994).
2.4.2.- Edad
trayectorias (Brame, et al., 2001). Los trabajos que han estudiado la conducta agresiva en
relación con la edad han mostrado que la agresión en todas sus formas muestra un claro
incremento a medida que los sujetos crecen (Caprara & Pastorelli, 1993; Haapasalo &
Tremblay, 1994; Pastorelli, Barbaranelli, Cermak, Rozsa, & Caprara, 1997; Smith, Cowie,
Olafsson, Liefooghe, Almeida, Araki, del Barrio, Costabile, Dekleva, Houndoumadi, Kim,
Olaffson, Ortega, Pain, Pateraki, Schafer, Singer, Smorti, Toda, Tomasson, & Wenxin, 2002),
destacando dos momentos de especial relevancia a lo largo del desarrollo y sobre los que
debiéramos extremar nuestra atención: alrededor de los 17 meses, edad en la que se produce
sustituirse por formas de agresión más socializada, como la agresión verbal o indirecta. Esto
hace que, especialmente desde los primeros años de vida hasta los años escolares, la agresión
46
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
física disminuya en un primer momento, como consecuencia del control inicial de los adultos,
2.4.3.- Sexo
La mayor parte de los trabajos que han estudiado las diferencias por sexo en agresión
hallan que los varones muestran mayores niveles de agresión que las mujeres, especialmente,
cuando se trata de agresión física (Caprara & Pastorelli, 1993; del Barrio, Moreno, & López,
2001; Mestre, Samper, & Frías, 2002; Pastorelli et al., 1997). Cuando las diferencias por sexo,
se estudian con niños menores de tres años, las manifestaciones en agresión parecen ser muy
cercanas o equiparables entre niños y niñas (Gunnar, Porter, Wolf, & Rigatuso, 1995; Keenan
& Shaw, 1997; Moffitt, Robins, & Caspi, 2001; Prior, Smart, Sanson, & Oberklaid, 1993). Sin
niños varones de 6 meses ante situaciones de frustración frente a niñas de la misma edad
(Gunnar, et al., 1995). En lo que a la agresión física se refiere, algunos trabajos han mostrado
que las diferencias de sexo se inician hacia los 3 años. Crick, Casas y Mosher (1997)
encontraron que los profesores informaban de más agresión en los niños varones de 3 a 6 años
que en las niñas. Datos similares fueron los hallados por Kingston y Prior (1995) quienes
mostraron que las madres informaban de más agresión en los niños varones de 3 y 8 años.
Cuando se han evaluado otras conductas exteriorizadas, próximas a la conducta agresiva, los
niños varones también han presentado mayores problemas que las niñas. Por ejemplo,
Stanger, Anhenbach y Verhulot (1997) informaron que las escalas de delincuencia en el CBC
eran mayores en los niños que en las niñas desde los 4 años hasta los 18. Moffit et al. (2001)
47
usaron datos de Dunedin Study, e identificaron dos grupos de individuos antisociales desde
los 5 hasta los 18 años. Las diferencias de sexo eran especialmente pronunciadas en las
conductas más problemáticas desde los 5 años. Los chicos tenían un nueve por ciento más de
diferencias de sexo en niños y adolescentes (Card, Stucky, Sawalani, & Little, 2008), los
resultados muestran que los varones son más agresivos que las mujeres, fundamentalmente en
agresión directa. Cuando se analiza la agresión indirecta, las diferencias llegan a reducirse
aunque siguen siendo mayores en los varones. No obstante, tanto la agresión directa como
indirecta mostraban altas correlaciones, especialmente entre los varones. Lo que indica que
los varones utilizan las diferentes vías de agresión para infringir daño y las mujeres utilizan
más las vías indirectas. La agresión directa se relacionó con problemas exteriorizados y con
relaciones deficientes entre los compañeros; mientras que la agresión indirecta, con problemas
general, y de agresión, en particular, que las niñas. Aunque estas diferencias tienden a
equipararse entre niños y niñas cuando se trata de manifestaciones agresivas indirectas, los
varones tienden a ser más agresivos en cualquier forma de conducta agresiva. Estas
diferencias parecen manifestarse claramente desde el tercer año de vida hasta la vida adulta.
2.5.- Resumen
48
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
adaptativo que tiene su momento de mayor incidencia hacia el segundo año de vida. El pico
debe fomentar la autorregulación para inhibir estas conductas por otras alternativas. El
análisis de las trayectorias de la agresión en los niños (Tremblay, 2008) muestra que su
implantación sigue tres patrones diferenciados. Todos los niños (17 a 60 meses) muestran una
tendencia creciente, sin embargo, esta tendencia se ajusta a tres tipos de trayectorias
claramente diferenciadas: una trayectoria con bajos niveles de agresión, compuesta por el
32% de los niños; una trayectoria creciente con niveles de agresión moderados o medios que
agrupaban el 50,5% de los sujetos; y finalmente, una trayectoria creciente con elevados
niveles de agresión, que incluía al 17% de los niños. Lo relevante es que los adultos
primaria o en la adolescencia.
atribuciones de hostilidad. A partir de los 5 años, la agresión reactiva está más relacionada
49
La ira es la base emocional sobre la que se manifiestan las primeras agresiones en los
niños, es claramente observable a partir de los 4 meses y está centrada en el propio cuerpo. A
los 12 meses, la agresión se relaciona con la provocación de los iguales; hacia los 18 meses,
con la aparición de los primeros conflictos entre iguales; y, a partir de los dos años, gracias al
uso del lenguaje y la capacidad de imitar, se inicia la agresión verbal, la cual se torna más
compleja entre los 5-6 años, teniendo su momento crítico en la preadolescencia con el acoso o
del 2.6% (Domenech-Llaberia, Jane, Corbella, Ballespi, Mitjavila & Canals, 2008).Cuando se
trata de agresión física grave los datos apuntan entre el 2 y el 4% de la población infantil y
juvenil, pero cuando se habla de agresión verbal o indirecta los porcentajes ascienden hasta el
porcentajes se elevan hasta el 75-90% de los sujetos, como muestran los datos del estudio
Cisneros X (Oñate & Piñuel, 2006) entre alumnos de primaria segundaria y bachillerato de la
población española.
donde hay una mayor incidencia de conductas violentas y agresivas debido a los factores de
riesgo que se acumulan bajo estas circunstancias (e.g., actitudes parentales negligentes,
menor supervisión parental, etc.). Finalmente, las diferencias de sexo en relación con la
agresión física no parecen emerger de manera clara hasta después de los tres primeros años
de vida, edad en la que aumenta la agresión directa e indirecta entre los niños y ésta última
entre las niñas. Aunque en todos los tipos de agresión, las puntuaciones son siempre
50
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
infantil
hipocrática. Siguiendo a del Barrio (2002), este concepto aparece en la cultura griega dentro
del campo de la medicina desde una tesis organicista que mantiene que las diferencias
temperamento, desde esta perspectiva, se inicia con Hipócrates (460-377 a.de C.) quien
explicó los temperamentos a partir de cuatro humores (sangre, linfa, bilis negra y bilis
concepción humoral. Esta idea se conserva en toda la Edad Media, y durante el Renacimiento.
(emoción fuerte sucesión rápida); Melancólico (emoción fuerte, sucesión lenta); Sanguíneo
51
(emoción débil sucesión rápida); y Flemático (emoción débil, sucesión lenta). Con Jung, se
inicia el estudio de las tipologías, más que desde aspectos somáticos, desde las funciones
flexibles). Tres son las dimensiones con las que los pioneros en el estudio del temperamento
corporales. Esta fórmula se consolidó en el mundo americano a través de Sheldon que usaba
combinación de las propiedades del sistema nervioso (fuerza, movilidad y equilibrio): fuerte
impetuoso; fuerte equilibrado; impulsivo y débil (Ruch, 1992). En esta línea, para algunos
autores, sobre todo de tradición alemana, tales como Eysenck, Gray y Zuckerman,
Eysenck, que integra la tradición germánica y la rusa, en primer lugar, busca factores
es el análisis factorial de conductas, pero funda las diferencias en tipos de funcionamiento del
52
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
basales; dichas estructuras están ligadas a los sistemas de activación, tanto positiva BAS
(Behavior Approach System) como negativa BIS (Behavior Inhibition System). Su mal
temperamentales.
En el estudio del temperamento infantil, son pioneros Thomas, Chess y Birch (1968)
Cuando se plantea el tema del temperamento, se puede recurrir a muchas fuentes para
encontrar un cuerpo teórico bien fundamentado que permita encuadrarlo, como hemos visto
amplio de búsqueda. Se podría empezar por el mundo clásico, pero vamos a quedarnos con la
Es ejemplar, y por tanto muy útil, la definición de Allport (1937) que se ha convertido
en una definición germinal para todos los investigadores venideros, puesto que hace hincapié
53
en los dos aspectos fundamentales del temperamento, su heredabilidad y su carácter de
reactividad emocional:
hábitos, la rapidez de sus respuestas, la calidad de su talante, ánimo o afecto (mood) y todas
años después. Toda la investigación posterior sobre el temperamento cabe en esta breve
conducta de los sujeto desde el nacimiento y, eso es, precisamente lo que en este momento
interesa subrayar.
Naturalmente, en la aparición de esos hábitos tiene una especial importancia el entorno social
que rodea a un niño determinado y, por supuesto, su entorno más inmediato: la familia.
en el escolar, tiene una repercusión directa sobre su desarrollo como persona y sobre el
54
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
1998; Buss, 1984; Keenan & Shaw, 2003) subrayan, como ya lo había hecho Allport, que el
variables orgánicas y ambientales. De acuerdo con Rothbart y Derriberry (1981), en los niños,
proceso más complejo que además del temperamento, incluye pensamientos, habilidades,
aún siendo ésta más compleja, el temperamento contiene la disposición previa que condiciona
no pocos de los cauces en los que la personalidad se constituye. Por ejemplo, el temperamento
proporciona el proceso atencional básico (Rothbart, Bates, Eisenberg, Damon, & Lerner,
emocional.
nativitate para reaccionar ante estímulos, pero ello se plasma en diversas dimensiones
55
específicas. Estas dimensiones se configuran en un perfil más concreto y, consecuentemente,
Emocionalidad
Como hemos venido señalando, la emoción es una dimensión del temperamento; por
tanto, se convierte en el elemento básico de éste, en sus dos formas cualitativas: positiva y
negativa.
de afecto negativo. Buss y Plomin (1984) señalan, como distintivo de esta dimensión, cinco
elementos: dos cuantitativos, el umbral estimular necesario para evocar una respuesta y la
intensidad de la misma; y tres cualitativos, malestar (distress), miedo e ira. Thomas et al.,
(1968) son los que incluyen la noción de cualidad del humor como medida integrante del
evaluación del temperamento como de la personalidad (Bates, Kohnstamm & Rothbart, 1989;
Eisenberg, Fabes, Murphy, & Maszk, 1995; Lengua, Wolchik, Sandler, & West, 2000). Por
determinar el temperamento difícil (Strelau, 1983; Thomas & Chess, 1977). En trabajos con
adultos o niños mayores, Larsen y Diener (1987) se han centrado en la intensidad afectiva
considerada como la magnitud del temperamento que correlaciona tanto con afectividad
56
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Rothbart y Reznick (1989) y Thomas y Chess (1977) han considerado la emoción positiva
como las tendencias a expresar júbilo o alegría. Para Thomas, Chess y Birch (1968), la
emocionalidad positiva o cualidad del humor positivo, es entendida como una cualidad del
1981; Thomas & Chess, 1975) el concepto de sociabilidad o acercamiento se solapa con el de
emocionalidad negativa no se consideran como polos opuestos de una misma dimensión, sino
como categorías independientes que pueden complementarse (Kochanska, Coy, Tjebkes, &
emoción sin considerar relevante la valencia de ésta (positiva o negativa) (Eisenberg, Fabes,
Shepard, Guthrie, Jones, Friedman, Poulin, & Maszk, 1997; Larsen & Diener, 1987).
Adaptabilidad
57
Consiste en el grado de aceptación, por parte del sujeto de las situaciones o personas
nuevas que aparezcan en su vida. En el sistema de Thomas y Chess, esta dimensión tiende
agruparse empíricamente con la dimensión de aproximación. Los ítems que la evalúan están
negativa al cambio, así como a la placidez y a la quietud en las respuestas emocionales a una
otro polo, está el niño difícil, que crea problemas para su manejo. Este constructo se ha
Sociabilidad
personas y el intercambio con éstas, tanto en el caso de personas extrañas como de familiares;
es decir, la búsqueda de las relaciones sociales como una forma particular de estimulación
Actividad
58
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
buena consistencia en casi todos los instrumentos de evaluación derivados del modelo de
Thomas y Chess (Thomas & Chess, 1977; Thomas, Chess, Birch, Hertzig, & Korn, 1963) y ha
aparecido como factor independiente, desde el período preescolar hasta la adolescencia. Eaton
y Enns (1986) la definen como el nivel usual de energía gastada por un individuo a través del
movimiento. Buss y Plomin (1984), Rothbart y Derriberry (1981), y Strelau (1983), todos
coinciden en el posible papel que la actividad desempeña en la regulación del arousal, dada su
es principalmente un rasgo estilístico que marca la manera en la cual las respuestas son
emitidas y que, además, están sujetas a un proceso evolutivo ya que la actividad y sus dos
Reactividad
Thomas et al. (1968), la han entendido como un umbral de respuesta. Buss y Plomin
excitabilidad, actividad motora, respuestas autonómicas y endocrinas; todo lo cual, puede ser
evaluado por parámetros de reacción de umbral, latencia, intensidad, o bien, por el tiempo
Strelau (1983), este concepto cobra una especial importancia por sus dos componentes
59
interactivos: intensidad del estímulo e intensidad de respuesta. Strelau ofrece apoyo empírico
tienen alguna conexión significativa con la conducta emanada del temperamento, como
procesos que desempeñan un papel en tres dominios principales (Eisenberg, et al., 1995): la
conducta dirigida emocionalmente. Thomas et al. (1968) incluirán escalas específicas para la
conducta de un niño. Rothbart (1981) se ha referido a este concepto, bien, como distracción,
bien, como ciclo atencional o persistencia de la tarea en niños escolares, o bien, como
movilidad de Paulov, entendida como la facilidad con que uno cambia la conducta en
que el elemento común de todas estas dimensiones es la regulación del arousal de los
individuos a través del ciclo de la atención. Rothbart y Reznick (1989) proponen el concepto
60
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
conjunto de procesos que pueden modular (facilitar o inhibir) la reactividad. Estos procesos
habilidad para activar o inhibir la conducta ( Derryberry & Rothbart, 1988; Windle & Lerner,
1986).
Folkman, 1984), las cuales están interesadas en la emoción focalizada como coping: esfuerzo
para reducir el malestar emocional en contextos que superan los recursos del individuo, tales
en los sistemas de temperamento (Prior, 1992). Block (1980) denominó esta diferencia
esta dimensión, los sujetos son agrupados a lo largo de un continuo como sobre-controlados o
61
inhibir la conducta dirigida emocionalmente con mecanismos, tales como control-inhibición
Ritmicidad
Chess, 1975; Windle & Lerner, 1986). Este componente ha tenido menor aceptación en las
limitado hasta los años preescolares, dado que, como señalan Buss y Plomin (1984), la
infancia.
que, junto con aquellos modelos derivados de su concepción, la han entendido como la
reacción inicial de un sujeto ante personas u objetos extraños, así como la aparición de
ansiedad o de miedo ante los extraños o la tendencia a buscar situaciones nuevas. En el caso
huida. Se ha caracterizado por una alta actividad motora e irritabilidad en los infantes, y en los
62
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
evitación (Turner, Beidel, & Wolff, 1996). Según Rothbart (1981), no aparece hasta la última
mitad del primer año de vida, mientras que la aproximación-retirada puede ser observada
desde el nacimiento.
a las situaciones desconocidas (e.g., objetos, eventos, personas…) (Garcia Coll, Kagan, &
Entre estas situaciones, pueden figurar tanto aquellas relacionadas con un contenido social
de las situaciones sociales más que a la emoción negativa experimentada (Asendorpf, 1989;
1991; Asendorpf y Meier,1993). Como señala Asendorpf (1991), la inhibición responde a una
que muestra cierta evitación a las situaciones sociales, si se trata de una simple preferencia
63
En resumen, se podría mantener que las dimensiones del temperamento más generales,
sugieren la existencia, al final, de dos niveles básicos del temperamento; uno, está asociado
potencialmente positivos, afecto positivo. Evans y Rothbart (2007) identifican estos niveles
tema, tanto desde el punto de vista de la psicología (Strelau & Zawadzki, 1997),
especialmente desde las diferencias individuales en el afecto (Watson & Clark, 1992; Watson
& Walker, 1996; Watson, Wiese, Vaidya, & Tellegen, 1999), como de la neurociencia (Caver
& White, 1994; Davison, 1993; Depue & Collins, 1999; Derryberry & Tucker, 1992; Gray,
1990; Nigg, 2006). Con ello, se armoniza el concepto de temperamento y sus distintas
dimensiones.
Algunas de las dimensiones descritas en los epígrafes anteriores han sido integradas en
estructuras más complejas que han configurado una forma operativa de entender el
64
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
afecto
Uno de los primeros estudios sobre temperamento fue realizado por Thomas, Chess y
Birch (1968) dentro del Estudio Longitudinal de New York (Chess & Thomas, 1978; Maziade,
Boutin, Cote, & Thivierge, 1986) con niños de edad preescolar y escolar. Para estos autores, el
temperamento es un patrón de conducta con el que el niño nace y que tiene una base
biológica que se modifica en las distintas interacciones con el ambiente (Thomas et al., 1968).
Thomas y Chess (1977) distinguen entre temperamento fácil (niños que se adaptan
extrovertidos y amables), difícil (niños con un alto nivel de actividad, pobre adaptabilidad y
baja regulación emocional) y lento (niños retraídos y negativos cuando se enfrentan con
situaciones o gente nuevas; son lentos para adaptarse al cambio, pero con el tiempo logran
una adecuada adaptación). Estos autores proponen el constructo de bondad de ajuste para
niño. Cuando las demandas, expectativas y oportunidades del cuidador se ajusta a las
características temperamentales del niño, la bondad de ajuste será adecuada y por tanto las
consecuencias en la adaptación del niño serán buenas, por el contrario, si los retos y
65
Las dimensiones que identificaron mediante observación, fueron: Nivel de Actividad,
atención, Intensidad de reacción, Umbral de sensibilidad y Cualidad del afecto (Mood). Estas
además, con controles observacionales por parte de los investigadores (Thomas, et al., 1963).
De acuerdo con este modelo, los niños pueden ser clasificados en tres perfiles posibles de
Este modelo ha recibido diferentes críticas; una de ellas, sostiene que las dimensiones
Hersey, & Fisher, 2001). Otros investigadores, que usan instrumentos basados en el modelo
de Thomas, Chess y Birch, sostienen que no se identifican bien sus nueve dimensiones de
Mauro, & Leitenberg, 1990; Sanson, Smart, Prior, Oberklaid, & Pedlow, 1994).
quienes también subrayan la aparición temprana del temperamento. Ellos proponen tres
entienden el temperamento como una subclase de los rasgos de personalidad. Las dimensiones
son entendidas como componentes heredados que se manifiestan a través de la actuación del
66
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
individuo en los primeros años de vida y que persisten a lo largo de ella como pilares básicos
o escape. Los niños miedosos reaccionarán más frecuente e intensamente ante la amenaza y
de dañar a otra persona física o psicológicamente o alguna propiedad de ésta; esta emoción
internamente por un deseo de fastidiar a otro; se mide con los componentes de activación
conducta que en el contenido. Posee dos componentes: tempo (frecuencia de respuesta por
fuertemente asociados pero, a medida que el niño crece y madura, tienden a diferenciarse.
niño altamente activo tenderá a tener más resistencia y a continuar o a mantener una acción
otros; mediante la sociabilidad el sujeto se siente reforzado, alcanzando la cima del arousal
social a través de la responsividad. Los niños altamente sociables poseen mayor nivel de
67
relación con los otros. Son niños que reaccionan entusiastamente a las propuestas de los otros
Rothbart (1981) ofrece una tercera estructura que agrupa las dimensiones
trabajos anteriores (Capaldi & Rothbart, 1992; Derryberry & Rothbart, 1988) y se basa, a su
vez, en la de Fiske (1966, 1971). Este último autor, usa la teoría contemporánea para
temperamento, que reflejan distintos estilos en las características de la respuesta (Buss &
Plomin, 1975; Chess & Thomas, 1977). Posteriormente, las teorías del temperamento, en línea
68
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
primarias en niños (Izard, 1977) y, en los sujetos adultos, permite identificar dimensiones
1984; Watson, et al., 1988). El desarrollo del temperamento en cada individuo, es decir, los
componentes emocionales, aparecen en diferentes edades (Izard, 1977) así como las distintas
Los niños pequeños son principalmente reactivos y la historia de su desarrollo será la suma de
que aparece más tarde, denominado sistema de la atención ejecutiva, parece ser, en gran
medida, el responsable de la autorregulación (Kochanska, Murray, & Coy, 1997; Posner &
revisada por la teoría de Rothbart y sus colegas (Rothbart, kohnstann & Bates, 1981; Rothbart
et al., 2000; Rothbart & Derryberry, 1981) incorporando elementos relativos al control
dimensión básica del temperamento (Posner & Rothbart, 1998; Rothbart, et al., 2000; Ruff &
Rothbart, 1996). El CBQ se ha desarrollado para evaluar el temperamento, definido como las
69
entiende las bases somáticas individuales y relativamente estables, reguladas por la herencia,
(Rothbart & Reznick, 1989). Su modelo, a diferencia de otros (Thomas & Chess, 1977), no
sólo considera los aspectos conductuales, sino además incluye aspectos somáticos,
sentimientos corporales de malestar o placer, por parte del sujeto. Esta postura contrasta con
la de Buss y Plomin (1984), en cuanto que para éstos, la conducta emocional sólo implica
aproximación, retraimiento, inhibición, ataque…); y, por tanto, pueden ser evaluadas, bien
desde niveles específicos (e.g., expresión facial), o bien desde niveles más generales (e.g.,
emocionalidad negativa).
En síntesis, la estructura del temperamento propuesta por este modelo viene dada por
de aquí, en los factores analizados en las escalas del CBQ (Rothbart et al., 2001) para los
Placer Alta Intensidad, Nivel de Actividad, Impulsividad y, con carga negativa, la Timidez.
2.- Afecto Negativo, segundo factor compuesto por: Malestar (distress), Miedo,
70
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
3.- Esfuerzo de Control o Control inhibitorio, factor en el que saturan las dimensiones
Cada una de estas dimensiones será explicada de forma detallada en la descripción del
Muchos autores consideran el temperamento como algo relativamente estable (Buss &
Plomin, 1984; Strelau, 1983; Mufson, Fendrich, & Warner, 1990; Lemery, Goldsmith, Klinert,
& Mrazek, 1999; Mathiesen & Tambs, 1999) aunque admiten la posibilidad de cambio. De
menos susceptible al cambio (Chess & Thomas, 1977; Hagekull, Kohnstamm, Bates, &
(Thomas & Chess, 1977). Hay una influencia genética sobre el temperamento, pero en
ocasiones esto se advierte pasada la infancia temprana (Plomin & Osofsky, 1987). El
temperamento en su manifestación conductual tiende a ser estable pero puede sufrir cambios
moderados. Los procesos de desarrollo y sus cambios son genéticamente potenciados pero no
continuidad y coherencia con la que son expresados (Hinde & Bateson, 1984; Rutter, 1987).
71
que opera en los primeros momentos de la vida sino que está sujeto a la maduración (Lemery
et al., 1999; Oberklaid, Sanson, Pedlow, & Prior, 1993). Oberklaid et al., (1993), dentro del
Rothbart, 1989), estudiaron a 450 niños desde la primera infancia hasta los 8 años y,
siendo ésta mayor en los niños de más edad. Guerin y Gottfried (1994) encontraron
desde los 2 a los 12 años, salvo para la dimensión de ritmicidad. Otros autores, tales como
Lemery et al. (1999) estudiaron la estabilidad del temperamento en 180 niños desde los tres
meses hasta 4 años aproximadamente, a través de seis cuestionarios evaluados por los padres
al., 1979); RITQ (Carey & McDevitt, 1978); TTS (Fullard, McDevitt, & Carey, 1984) y BSQ
nivel de actividad. Los resultados mostraron que podían diferenciarse dos momentos, de 0 a 2
años y de 2 a 4 años. El temperamento se mostraba más estable con el paso del tiempo,
estabilidad no afectaba al humor positivo. Por otra parte, los datos mostraron estabilidad
diferencial para los distintos atributos del temperamento, mientras que la estabilidad a corto
plazo era similar para las dimensiones de malestar-ira, miedo y nivel de actividad; a largo
de un cambio progresivo en los atributos del temperamento y que, a largo plazo, unos llegan a
ser más constantes o estables que otros. También, Mathiesen y Tambs (1999) encuentran alta
estabilidad entre los dos y los cuatro años en las características temperamentales de
72
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Resumiendo todo lo dicho, podríamos concluir en consonancia con Rutter (1987) que:
El temperamento puede tener distintos cursos de desarrollo, aunque hay una alta
El temperamento muestra alto grado de estabilidad a lo largo del tiempo, aunque sus
nacido que para los niños en edad infantil y los adolescentes (Rothbart et al., 1989; Rothbart,
adaptación de las funciones biológicas del niño, tales como comer o dormir (en los primeros
turnos entre el niño y el adulto (4-6 meses); hasta la autoafirmación del niño ante su negativa
73
a las demandas del adulto (14-20 meses). El nivel de emocionalidad y autocontrol del niño
sobre el niño, así como el tipo de conductas temperamentales que se refuercen o castiguen,
permitirán una adecuada o inadecuada adaptación entre el niño y el adulto; así como el
Sullivan-Logan, 1998; Rothbart et al., 1989, Rothbart et al.1991; Thomas & Chess, 1977).
niño y en la percepción de los otros; b) en los procesos de ajuste interactivos del niño con el
adulto, dado que distintos grados de reactividad infantil evocarán diferentes niveles de
estimulación en el adulto, la cual resultará en uno u otro efecto de placer o displacer; y c) por
los procesos de “canalización” del propio temperamento, por el cual éste sigue un curso
general, una moderada estabilidad (Rothbart & Ahadi, 1994; Rothbart et al., 1989):
74
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
relacionadas con la orientación visual focalizada. Los niños regulan sus niveles de malestar
como por el control externo de los cuidadores sobre la conducta de los niños, en respuesta a
las señales emocionales de éstos (Reed, Pien, & Rothbart, 1984). El movimiento, el llanto y la
Al igual que en la etapa anterior, todos los componentes del temperamento observables
durante el período del recién nacido pueden también ser vistos durante este período, pero
además se pueden añadir las reacciones positivas del niño, tales como sonrisa, alegría, y
75
estimulación asociada con señales en el ambiente; así, no sólo reacciona a la estimulación
niños utilizan la mirada fija como su primera estrategia de regulación de la emoción. A los 12,
autodistractoras. Los niños que son descritos por sus madres como más intranquilos ante los
extraños, muestran, en mayor medida, miradas fijas y emplean más tiempo en el contacto con
su madre, que los descritos como tranquilos (Mangelsdorf, Shapiro, & Marzolf, 1995).
en este período. Sin embargo, durante la segunda mitad del primer año, aparece una nueva
control, mediante el cual el niño es capaz de focalizar su interés por una meta, inhibiendo las
esfuerzo de control permite planificar la acción futura del niño y la flexibilidad en la reacción
a las circunstancias cambiantes. A los 18 meses, los niños ya intentan interacciones directas
76
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Durante este periodo, la autorregulación verbal en el niño aparece como otro elemento
de control, que cobra especial importancia. Las instrucciones verbales externas e internas,
aunque no son un elemento de control temperamental, suponen una gran influencia sobre la
expresión del temperamento. El lenguaje adquiere una función mediadora, hasta entonces,
vida del niño, llega a automatizarse, dejando el nivel consciente al lenguaje como herramienta
temperamento infantil (Cyphers, Phillips, Fulker, & Mrazek, 1990; Chess & Thomas, 1984;
Guerin, Gottfried, & Thomas, 1997; Mathiesen & Tambs, 1999; Paterson, Rickerby, Simpson,
& Vickers, 1980; Rothbart, 1986; Rubin, Hastings, Chen, Stewart, & McNichol, 1998;
Schmitz, Saudino, Plomin, Fulker, & DeFries, 1996; Zahn-Waxler, Radke-Yarrow, Wagner, &
Chapman, 1992). No obstante, las diferencias por sexo requieren ser consideradas en relación
con la edad, dado que algunas de éstas sólo aparecen a medida que transcurre el tiempo.
actividad en niños menores de 12 meses, pero los varones son más activos a partir de los años
77
preescolares. Buss y Plomin (1984) no encontraron diferencias en actividad antes de los
cuatro años, pero sí después y consideran que es un efecto de la socialización a causa de los
distintos roles de género asignados. Eaton y Enns (1986) revisan 127 estudios y encuentran
que, en la mayoría de ellos, los hombres son más activos que las mujeres; sin embargo, estas
diferencias son también dependientes de la edad. De sus resultados, se desprende que los
chicos presentan mayores niveles de actividad que las chicas y que estas diferencias aumentan
hasta los años escolares. En línea con estos resultados, Mufson et al., Fendrich (1990)
Temperament Survey) (Lerner, Palermo, Spiro, & Nesselroade, 1982), a lo largo de dos años
de duración. Sus datos señalaron que el nivel de actividad presenta una caída con la edad en
las chicas frente a los chicos; además, tanto en chicos como en chicas, la irritabilidad
declinaba antes en las chicas que en los chicos. Estos datos son confirmados por Kohnstamm,
quien estudia las diferencias entre sexos en intensidad emocional sobre un grupo de 462 niñas
y 479 niños de 3 a 30 meses y, aunque las diferencias fueron pequeñas, los niños reaccionaron
más intensamente, especialmente a partir de los 8-9 meses (Kohnstamm, Bates, & Rothbart,
1989).
(DOTS-R; Windle & Lerner, 1986), en una muestra de 975 adolescentes de 15 años
aproximadamente (517 chicas y 458 chicos), encuentra que los chicos puntúan
78
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
puntuaron más alto en las conductas de aproximación- retraimiento y calidad del humor.
sexo en sus medidas de timidez en ningún periodo de edad de seis meses de duración,
comprendido entre los 2 y los 6 años. Las chicas presentaron puntuaciones más altas en
TABC (Temperament Assessment Battery for Children; Martin, 1989) en una muestra de 2176
niños de 3 a 7 años. Goldsmith, Buss y Lemery (1997) con una muestra de 715 sujetos, con
edades comprendidas entre 1 y 8 años, sin embargo, encontraron que los chicos puntuaron
más alto que las chicas en propensión a la ira y nivel de actividad (medidos por el TBAQ;
Temperament Behavior Assesment Questionnaire; Goldsmith, 1996). Cuando los sujetos eran
evaluados con otro instrumento, tal como el CBQ (Children Behavior Questionnaire;
Rothbart & Ahadi, 1994; Rothbart, Ahadi, & Hershey, 1994), los chicos puntuaron más altos
de control.
En conclusión, esto parece indicar que las diferencias sexuales se incrementan con la
edad, y éstas actúan más claramente en unos factores que en otros, pero que también las
79
3.8.- Temperamento y factores socioculturales
por razón de sexo, el influjo social es un factor relevante, pero no es siempre patente en la
temperamento en una muestra de 133 niños de clase media-baja. Encuentran que entre los
infantes y los niños, las características temperamentales asociadas con el niño difícil
emocionales, humor negativo y baja adaptabilidad) estaban relacionadas con bajos niveles de
empleo de la madre. Los niños con temperamento fácil, solían tener madres con mejor
empleo.
Maziade y sus colaboradores han encontrado una anexión alta entre ritmicidad y clase
social alta, al menos en chicas (Maziade, Boudreault, Cote, & Thivierge, 1986; Maziade,
Cote, Boudreault, Thivierge, & Caperaa, 1984). Sameroff, Seifer y Elias (1982) señalan que
chicos y chicas procedentes de familias con bajo nivel socioeconómico presentaban una
temperamento fácil (Maziade, et al., 1984; Simonds & Simonds, 1981); sin embargo, en estos
social. En el Australian Temperament Proyect (Prior, et al., 1989), con una muestra de 2.443
80
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
niños estudiados a lo largo de tres años (1980-1983) encontraron que, a partir de la edad de 4-
8 meses, las familias que se situaban en los niveles más bajos de estatus socioeconómico eran
más propensas a tener niños con más dificultad temperamental y con mayores niveles de
problemas de ajuste. Tanto los niños de primera y segunda infancia como los preescolares de
estatus socioeconómico más bajo puntuaban más en las escalas de ritmicidad y de dificultad.
Por el contrario, los trabajos de Thomas y Chess en el NYLS y los trabajos de Plomin y
de Rothbart, que han tenido una fuerte orientación biológica, apoyan una conceptualización
controvertida (Fullard, et al., 1989) ya que las dificultades temperamentales en relación con
estudios en los que esta relación es significativa, son las clases sociales más desfavorecidas o
las situaciones socioeconómicas con mayores desventajas las que se asocian a niños con
de conducta (Frick, 2004; Lashey, Van Hulle, Keenan, Rathouz, D’Onofrio, Rodgers &
81
Waldman, 2008; Tackett, 2006) o psicopatológicos (Mervielde, De Clercq, De Fruyt, & Van
Leeuwen, 2005), son líneas actuales de investigación del ajuste infantil, en general, y con los
Los niños que son propensos a expresar emociones negativas, con baja adaptabilidad,
temperamentalmente “difíciles” (Chess, Thomas, Carey, & McDevitt, 1989). A lo largo del
tiempo, los niños con estas características, tienden a desarrollar con mayor probabilidad
problemas de conducta (Bates, 1989; Chess, et al., 1989; Martin, 1989) y, particularmente,
conductas de agresión (Bates, Maslin, & Frankel, 1985). Gran parte de la investigación ha
mostrado que, dimensiones temperamentales, tales como timidez, inhibición social, miedo y
tristeza son rasgos temperamentales más relacionados con problemas interiorizados (Rothbart,
Posner, Cicchetti y Cohen, 2006; Teela, Mullany, Lee, Poh, Paw, Masenior, Maung, Beyrer, &
Lee, 2009); mientras que dimensiones tales como persistencia, esfuerzo de control, ira,
(Chen, Liu, Rubin, Cenn, Gao & Li, 2002; Paw et al., 2009; Rothbart et al. 2006; Shiner,
2000). Por ejemplo, se ha hallado que una alta tendencia de aproximación en el niño cuando
acompaña con altos niveles de frustración y rabia ante la imposibilidad de conseguir las
infantil. Por una parte, las puntuaciones bajas en control de la atención aparecen relacionadas
con problemas de ansiedad y depresión (Lonigan, Vasey, Phillips, & Hazen, 2004; Muris,
82
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Meesters, & Blijlevens, 2007). Como indican los datos, el buen control de la atención puede
ser particularmente importante para ayudar a los niños a modificar el foco negativo de sus
emociones hacia emociones positivas cuando están enfadados, frustrados o excitados (Wilson,
2003). Por otra parte, un nivel de actividad elevado aparece en los niños hiperactivos y
aquellos que muestran una conducta disruptiva (Nigg, 2006). En el estudio de Lahey et al.,
(2008) relacionan los rasgos temperamentales, mostrados antes del año, con las conductas
conflictivas manifestadas a partir de los 4-5 años hasta la adolescencia: el nivel de actividad
en los varones y el miedo en las niñas fueron los mejores predictores de problemas de
conducta.
Por último, Keenan y Shaw (2003) proponen un modelo explicativo sobre la etiología
conducta de sus cuidadores, quienes regulan a través de ésta las emociones en el niño.
emocionalidad difícil, a partir del tercer año, se asocian con la agresión reactiva; mientras que
3.10.- Resumen
constitucional, presentes desde los inicios de la vida y con un curso evolutivo cambiante pero
83
con una alta continuidad y coherencia a lo largo del desarrollo. Este concepto se ha delimitado
a partir de diferentes dimensiones, entre las que cabe destacar, la emocionalidad (positiva y
de socialización del niño (e.g, familia, escuela, compañeros), siendo la plataforma sobre la
aproximaciones. Thomas, Chess y Birch (1968) distinguen entre temperamento fácil, difícil, y
lento. Estos autores proponen el constructo de bondad de ajuste para describir la adecuación o
no del conjunto de interacciones circulares entre los cuidadores y el niño. Para Putnam, Ellis y
vida puede mostrar mayor variabilidad. Durante el primer mes de vida se aprecia la
única expresión; entre los 2 y 12 meses siguientes, aparecen las reacciones positivas; entre los
conductual; por último entre los 3 y los 6 años, toma prioridad la autorregulación verbal.
sexos, se incrementan con la edad, y actúan más claramente en unos factores que en otros. No
84
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
siempre aparecen relacionadas; no obstante, en aquellos estudios en los que esta relación es
significativa, son las clases sociales más desfavorecidas o las situaciones socioeconómicas
con mayores desventajas las que han relacionado con mayor dificultad temperamental en los
niños.
esfuerzo de control constituye el rasgo del temperamento infantil que mejor previene la
agresión, si bien en los niños el nivel de actividad es el mejor predictor y en las niñas el
85
Capítulo 4.- Crianza
desarrolla. En la actualidad, existen numerosos tipos de familia (Rodríguez, del Barrio &
Carrasco, 2010), todas ellas quedan englobadas en lo que Palacios y Rodríguez (1998)
definen como “la unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común
reciprocidad y dependencia”. Será en la familia, donde los padres y madres educan a los hijos
bajo diferentes grados de afecto, exigencias y control que configura un estilo educativo
particular con indudables consecuencias para el ajuste de los hijos (e.g., autoritario,
democrático, sobreprotector, permisivo, negligente) (Arranz & Oliva, 2009; Locke & Prinz,
2002). Sin olvidar, que la familia forma parte de un entorno cultural que mediará la influencia
2007; Bronfenbrenner, 1987; Morris, Silk, Steinberg, Muers & Robinson, 2007; Saarni,
1990).
86
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
El entorno familiar, entendido como un espacio interactivo donde cada miembro tiene
cierta influencia sobre el resto, el comportamiento de los padres y madres adquiere especial
(Arranz, 2004; Roa, 2002; Rodrigo, 1998) para el ajuste psicológico infantil. La función
1998). Es la educación, la que define a la familia como trasmisora de los valores y las normas
básicas de las conductas adecuadas, lo que serán ejes fundamentales para que los niños se
instalen eficazmente en el mundo (Alonso, 2003; del Barrio, 2004) de una manera competente
padres son la fuerza fundamental que primeramente incide sobre el desarrollo social y
conductual de los hijos, sobre todo, en los primeros años de vida (Kurdek & Fine, 2004;
modificándose también su propia dinámica en función de los valores asumidos por la cultura
en la que está inmersa. En las sociedades modernas, existen diversos modelos de familia,
culturales a los que nuestro entorno se ha visto abocado en los últimos años y, entre los que
2006):
87
un descenso de la natalidad, generada por el uso de la planificación familiar.
Esto conlleva que los niños convivan con menos personas en su ambiente
familiar.
la maternidad.
adecuación de los hijos a las exigencias que la sociedad les va a demandar. La conducta del
niño está influida, tanto por aspectos personales (e.g., temperamento, desarrollo
como uno de los más relevantes, habida cuenta de su precocidad. Hoy está bien establecido
que los hábitos de crianza inadecuados de los padres suelen asociarse con problemas de
adaptación en los hijos (Carrasco, del Barrio, & Tello, 2007; Carrasco, Holgado, Rodríguez,
& del Barrio, 2009; Collins, Maccoby, Steinberg, Hetherington, & Bornstein, 2000; del
Barrio, Carrasco, Rodríguez, & Gordillo, 2009; Ge, Best, Conger, & Simons, 1996; Lahey, et
el que se incluyen los valores y metas que los padres y madres pretenden alcanzar mediante la
educación de sus hijos (Darling & Steinberg, 1993). Desde esta perspectiva, el estilo
hábitos de crianza, mientras que éstos, los hábitos de crianza o pautas educativas, se refieren a
específicos. Mientras que los estilos educativos son más globales, e independientes del
contexto inmediato, los hábitos de crianza son los comportamientos a través de los cuales los
89
4.3.- Principales aproximaciones teóricas a la crianza
personalidad y el ajuste de los hijos (Block 1955; Joussement et al., 2008; Lahey et al., 2008;
Laws, 1927; Read, 1945; Sears, Maccoby & Levin,1957; Stogdill, 1936; Roa, 2002) ha sido el
pilar sobre el que han emergido las principales aproximaciones teóricas sobre la crianza. De
manera general, podemos agrupar estas aproximaciones en los tres tipos de modelos
siguientes.
estos modelos cabe citar las propuestas de Baldwin (1949), Sears et al., (1957),
padres posee una influencia directa sobre los hijos, independientemente de las
características de éstos y de sus reacciones (Oliva & Parra, 2004). Algunos de estos
90
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
2) Modelos basados en los efectos del niño sobre sus progenitores. Desde esta
características de los hijos (Bell, 1968; Holden & Miller, 1999), centrándose en las
influencias de éstos sobre los padres. Desde esta perspectiva, se pondrá especial
énfasis en el ajuste de los padres a las características de los hijos, tales como edad,
sexo, apariencia, temperamento o conducta (Holden & Miller, 1999). Conceptos como
efecto del niño (Holden & Winters, 1977; Lerner, et al., 1995); o bondad de ajuste
(Chess & Thomas, 1977; Chess & Thomas, 1984; Goldsmith, Buss, Plomin, &
Holden & Miller, 1999). Este tercer enfoque es la integración de los otros dos y como
entre padres e hijos, en la que intervienen múltiples variables ligadas tanto a sus
protagonistas directos como a los contextos en los que tiene lugar. Holden y Miller
(1999) agrupan este conjunto de variables en tres: a) factores personales de los padres;
A continuación, describimos los principales hábitos de crianza así como los estilos
91
4.4.- Clasificación de hábitos de crianza
las relaciones sobre del hijo (e.g., comunicación, cariño, amor, atención,
hostilidad, etc.)
distintos autores:
92
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Dimensiones propuestas
93
Ya Watson en 1928, desde una aproximación conductista, señala el control como una
dimensión importante en la crianza. Por su parte, Freud (1933), desde una aproximación
psicodinámica, resaltó el afecto, como un rasgo del apego y el germen del proceso de
Entre los autores pioneros en el estudio de la crianza, está Baldwin (1949) quien
por parte del niño. Posteriormente, Sears, Maccoby y Levin (1957), destacan dos dimensiones
control que los padres ejercen sobre sus hijos en la instauración de disciplina.
Otro de los autores que operativiza la crianza en dimensiones concretas fue Schaefer,
1959, 1965; Schaefer & Bell, 1958): amor vs hostilidad y autonomía vs control.
Posteriormente en base a 26 escalas, extrajo tres dimensiones: aceptación versus rechazo, que
el rechazo; la autonomía psicológica versus control psicológico, que oscila desde formas de
ansiedad.; y por último el control firme versus control laxo, que incluye desde las conductas
de implicación y control hasta la autonomía extrema que supone una disciplina inconsistente
y laxa.
aportaciones de los nuevos estudios realizados (Becker, 1964) añade una dimensión más que
94
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
denomina actitud ansiosa vs actitud serena. De esta forma, resultan tres dimensiones (afecto
preocupación y por una alta emotividad. La actitud serena viene definida por conductas de
sosiego y reflexión.
Por su parte Roe y Sielgeman (1963) distinguen tres factores principales: afecto vs
sus trabajos posteriores como el principal constructo que mantiene la influencia sobre los
afecto y el control. Se centra en el control entendido como el intento de los padres para
Por su parte, Hoffman (1970), desde una aproximación teórica de la evolución, realiza
una clasificación de las estrategias disciplinarias de los padres, diferenciando coerción (e.g.,
castigos físicos, amenazas verbales y retirada de privilegios), empatía (e.g., desarrollo moral y
(e.g., enfado de los padres, desaprobación y retirada de atención). Para Hoffman el control se
ejerce estimulando el desarrollo cognitivo, moral y empático del niño mediante la toma de
conciencia de las causas de su conducta, el dolor o daño que produce en la otra persona.
del uso apropiado de técnicas asertivas e inductivas para maximizar los efectos positivos en el
95
Cabe destacar como uno de los autores de referencia en los modelos de crianza a
MacCoby y Martin (1983), quienes siguiendo las propuestas de Baumrind (1971) identifican
calidez). El control lo describe por la presión y el número de demandas que los padres ejercen
sobre sus hijos para que alcancen determinados objetivos y metas; mientras que el afecto está
modelo circumplejo con tres factores básicos,: cohesión (e.g., afectividad y autonomía),
La primera de las dimensiones se refiere a las expresiones de afecto los elogios, el diálogo y
el grado en el que los padres utilizan estrategias de control coercitiva para regular las
estructuras, las cuales han constituido lo que denominamos estilos educativos y que
96
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
diferentes estilos educativos que recogemos en la Figura 1, de acuerdo con las propuestas de
diversos autores (Baldwin, 1949; Baumrind, 1967, 1971; Maccoby & Martin, 1983; Musitu &
García, 2001; Olson, Sprenkle, & Russell, 1979; Schaefer & Bell, 1958), identificamos cuatro
Control
+ +
Autoritario Autorizado
_ +
_ Amor
Negligente Permisivo +
_ _
97
Revisando las aportaciones de los distintos autores en la delimitación de los estilos de
crianza, recogemos en la Tabla 8 todos los estilos definidos: estilo democrático, autoritario,
negligente, permisivo, indulgente y sobreprotector. Así como las dimensiones en las que se
fundamentan.
98
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Aunque el estudio de los estilos de crianza no tiene, en sus orígenes, una línea
definida, éste surge con la búsqueda de los factores más salientes en la educación del núcleo
familiar, Por este motivo, a veces estilos y hábitos cohabitan como factores de una misma
dimensión, pero creemos que es enriquecedor revisar este recorrido para delimitar finalmente
democrático. Junto con, Kalhorn y Breese (1945), identifican tres estilos educativos:
nivel de comunicación entre padres e hijos y el razonamiento como estrategia de control. Los
hijos criados bajo este estilo tienen mayor competencia social y se perciben con mayor
confianza en sus capacidades que los criados en los otros estilos. Posteriormente, Baldwin
(1947) extrae 3 factores, de los cuales sólo el estilo democrático se mantiene, junto con el
restricciones sobre los comportamientos de los hijos cuando éstos sobrepasan lo establecido.
hogares democráticos. El último factor obtenido, nivel general de actividad, lo define como el
grado de interacciones entre padres e hijos en el contexto familiar. Este factor es considerado
como un prerrequisito para la socialización de los hijos. Finalmente, Baldwin (1955) hace un
análisis de las variables parentales y recoge como mejores predictores: una dimensión mayor
denominada calor/frialdad, junto con otras dos dimensiones ortogonales, democrático versus
autocrático y afectividad emocional versus hostilidad (Maccoby & Martin, 1983), ver Tabla
8. Para Baldwin, la diferencia entre el estilo democrático y autoritario reside en el uso del
99
encontramos frente a un estilo autoritario, mientras que si el control lo comparten los padres
amor/hostilidad y autonomía/control (ver Tabla 8). El estilo democrático definido por alta
habitualmente su afecto a los hijos y ejercen un control continuado sobre la conducta del hijo.
El estilo autoritario caracterizado por escaso afecto y elevado control y hostilidad Finalmente
a los hijos.
autonomía/control (ver Tabla 8). Los padres superindulgentes son aquellos que muestran
afecto y respeto a la autonomía de los hijos con a una actitud emocional ansiosa. Los
democráticos son afectuosos y muestran respeto por la autonomía de los hijos con una actitud
de serena y objetiva. Los padres superprotectores manifiestan afecto e intento de control con
una actitud emocional ansiosa. Los organizados son afectuosos e intentan controlar a los hijos
con una actitud de serenidad y objetividad. Los inestables trasmiten hostilidad y respecto por
la autonomía de los hijos con una actitud emocional ansiosa. Los despreocupados son
hostiles y muestran respeto por la autonomía de los hijos con una actitud serena y objetiva.
Los hostiles son hostiles e intentan controlar a los hijos con una actitud emocional ansiosa.
Finalmente los rígidos son hostiles e intentan controlar con una actitud serena y objetiva.
100
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Baumrind (1967) sigue la estela de Lewin y Baldwin y define tres estilos de crianza, el
interpreta el conflicto como parte natural e incluso positiva del sistema familiar para clarificar
normas, roles y tareas, pero esto se resuelve de forma positiva sólo con un estilo autorizado;
el estilo democrático para Baumrind, tal como se conceptualiza en los trabajos sobre la
García, Alonso & Valdemoro, 2003), mientras que los hijos autocontrolados, sociables,
afectuosos y exigentes, potenciado por estilos autorizados. Estos padres respetan las
decisiones del niño, pero mantienen firmes su posición una vez tomadas; son exigentes, pero
aliento con una alta exigencia, pero comunicando claramente, a su vez, las razones de las
normas. Los padres de los hijos más maduros educan bajo un firme control sobre sus
refuerzan la dependencia; asimismo, tienen normas familiares claras y las hacen cumplir.
Estos hijos están satisfechos con las interacciones proporcionadas por sus padres (ver Tabla
8). En resumen, los padres de hijos maduros son menos autoritarios, aunque firmes y
afectuosos (Baumrind & Black, 1967). La clave del rol de los padres, para Baumrind, está en
ejercer las necesarias demandas de los otros sobre el niño y, a la vez, conservar su sentido de
disciplina que los padres utilizan con sus hijos: afirmación de poder (autoritario), retirada del
101
amenazas verbales y retiradas de privilegios, entre otras técnicas coercitivas. Este estilo se
inducción abarca explicaciones de las normas, principios y valores a través de las cuales se
razona e “induce” una motivación intrínseca en el niño. Este último se asemeja al estilo
democrático de Baumrind, excepto que no utiliza un control-guía para establecer las normas y
indirecto que estimula el desarrollo cognitivo y moral mediante la toma de conciencia del
niño de las causas de su propia conducta, atendiendo al dolor o daño producido en la otra
persona, y fomentando de esta manera una respuesta de empatía (ver Tabla 8). La afirmación
de poder y la retirada del afecto son directas y extrínsecas, es decir, cumplen una función
motivadora directa, porque dirigen la atención del niño sobre sí mismo; y extrínseca porque el
control es externo (e.g., tengo que merendar porque si no, no me dejan ir al parque) (Hoffman,
1970). Posteriormente, Hoffman (1983) defendió un modelo que denominó disciplinario. Este
modelo está basado en la incorporación del uso apropiado de técnicas de afirmación de poder
padres muestran una autoridad firme, consistente, razonada y exigen el cumplimento de las
independencia y autonomía de los hijos; y dejan participar a los hijos en las decisiones. En el
estilo autoritario, los padres se muestran muy exigentes y tienen poca sensibilidad ante las
demandas de los hijos a quienes no les dejan participar ni mostrar su opinión; utilizan la
102
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
postura de superioridad para imponer su criterio y castigan con dureza las faltas. En el estilo
indulgente, hay poca exigencia por parte de los progenitores pero mucha sensibilidad a las
hijos; en ningún caso utilizan el castigo y son muy tolerantes con los impulsos infantiles. Los
padres con estilo negligente muestran una baja exigencia y baja sensibilidad; invierten poco
tiempo y esfuerzo en las interacciones con los hijos (ver Tabla 8).
El Modelo Circumplejo de Olson, Sprenkle y Russell (1979) parte del afecto mostrado
en la cohesión familiar y la adaptación al control parental, para presentar tres tipos de estilos
(democráticas). Las familias extremas, donde los padres ejercen un control rígido o caótico
con afecto desligado o intrincado; las familias inestables, donde los padres funcionan con un
Musitu y García (2001), en línea con Maccoby y Martin (1983), establecen cuatro
por tener una alta implicación y coerción/imposición con el hijo; los padres muestran afecto,
fomentan el diálogo y se comunican bien con sus hijos. Ante conductas no deseadas de éstos,
utilizan el diálogo y el razonamiento, además de la coerción física y verbal; controlan bien los
desacuerdos, pero con una actitud dialogante. El estilo parental indulgente viene representado
por padres con una alta implicación y una baja coerción en la educación de los hijos;
comparten el talante dialogante y razonado del estilo autoritativo, pero ante conductas
103
razonamiento, como estrategias para establecer el control; actúan como si sus hijos fuesen
adultos capaces de autoregular sus conductas; bajo este ambiente educativo, se permite al hijo
regular sus propias actividades, ayudándole con explicaciones y razonamientos, pero evitando
la imposición o coerción. El estilo autoritario, se caracteriza por una escasa implicación con
el hijo y por emplear muchas estrategias coercitivas; suelen ser padres muy exigentes con sus
hijos, poco atentos y poco receptivos a sus necesidades y deseos; no son comunicativos y su
modifican sus posiciones ante las argumentaciones de sus hijos; valoran la obediencia y no
refuerzan las conductas adecuadas de sus hijos (Cava & Musitu, 2001). El estilo negligente, lo
representan padres muy poco implicados y muy poco coercitivos; normalmente, este estilo
las dos dimensiones independientes de mayor influencia en la crianza de los hijos -el control y
Por una parte, el afecto es la dimensión que adquiere especial relevancia desde los
orígenes de la relación padres-hijos, por ser la base del establecimiento del apego. Se gesta a
lo largo de un largo proceso que culmina a en los dos primeros años de la vida y cuya calidad
104
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
las necesidades de los hijos. A partir de estos primeros momentos el afecto seguirá siendo una
de las piezas claves de una crianza adecuada. Si analizamos esta dimensión en función de la
edad del hijo, se observa un cambio en las formas en las que el afecto se manifiesta. En los
primeros años de vida, las expresiones de cariño tienen un mayor soporte físico, tales como
besos, abrazos, arrumacos, etc.; sin embargo, a medida que los hijos crecen, los padres
sustituyen, en gran medida, las expresiones físicas de cariño por la comunicación verbal
compresiva y empática, como medio de transmisión del afecto. Por tanto, a lo largo de los
cambio cualitativo en la manera de manifestarse (Paulson & Sputa, 1996; Shek, 2000; Spera,
2005; Steinberg & Silverberg, 1987). En línea con estos estudios, un reciente trabajo de
Rodríguez, del Barrio y Carrasco (2009) muestra que a medida que los hijos crecen informan
Por otra parte, el control que los padres ejercen sobre sus hijos con la finalidad de
establecer normas y reglas que les permitan de manera autónoma y socialmente adaptada
también experimenta cambios con la edad. Como hemos señalado, el control se manifiesta en
supervisión. Si bien cuando los niños son pequeños, las rutinas y el establecimiento de normas
más directivas son la forma inicial de ejercer este control, conforme el hijo crece y va
adquiriendo madurez y autonomía, los padres modifican estas estrategias de control más
(Cava & Musitu, 2001; Furman & Buhrmester, 1992; McNally, Eisenberg, & Harris, 1991;
105
4.7.- Crianza y ajuste en el niño
socialización infantil, han puesto consistentemente de manifiesto que una de las influencias
tipo de crianza que reciben (Klaas, Hannay, Caroselli, & Fletcher, 1999). Por tanto, el
contexto familiar para los hijos, puede significar, en unas circunstancias, un factor de
2000; del Barrio, 1997; del Barrio, Frías, & Mestre, 1994; Maccoby & Martin, 1983).
Dependiendo del tipo de hábitos de crianza que utilizan los padres para educar a los hijos, el
desarrollo de éstos puede ir en una u otra dirección (Rapee, 1997; Resnick, Bearman, Blum,
Bauman, Harris, Jones, Tabor, Beuhring, Sieving, Shew, Ireland, Bearinger & Udry, 1997).
Los hábitos de crianza relacionados con el cariño, el apoyo o el seguimiento de los hijos
y armonía; otros, como la hostilidad, la ira, la crítica o el control psicológico se relacionan con
atendiendo a los hábitos de crianza, más que a los estilos educativos, la firmeza, el afecto, el
106
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
fomento de la autonomía, la supervisión y el apoyo, son aquellos que se han vinculado con
mejores indicadores de ajuste (Gray & Steinberg, 1999). Si además, estos hábitos de crianza
son consistentes en el tiempo y entre los del padre y los de la madre, sus efectos sobre el
ajuste es aún más palpable (Rodríguez, et al., 2009). A pesar de estas relaciones claramente
establecidas, conviene recordar que no siempre las relaciones entre crianza y ajuste infantil
han sido directas. Tal y como muestran algunos autores, existen relaciones mediadas, entre
otras, por el temperamento del niño (Jarosewich, Pfeiffer, & Morris, 2002), el sexo (Pettit,
Clawson, Dodge, & Bates, 1996), la edad (Gershoff, 2002), el estrés (Leaper & Bornstein,
2002), o el apoyo que reciben los padres (Rubin, Burgess, & Hastings, 2002).
Las conductas parentales son uno, entre otros de los numerosos predictores de la
agresión en la infancia. Tanto por la repercusión directa que tienen las interacciones de los
padres con los hijos, como por las relaciones mediadas o indirectas, que tienen los estresores a
los que están sometidos los padres (e.g., ausencia de recursos económicos, divorcios,
conflictos de pareja) y que median también con el desajuste y la agresión (Joussement, et al.,
2008).
carencia de afecto hacia los hijos, y las prácticas rudas y punitivas, predicen la agresividad de
los niños (Bierman & Smoot, 1991; Carrasco, Holgado, Rodríguez, & del Barrio, 2009;
Cerezo, 1997; Dodge, Pettit, Bates, & Valente, 1995; Downey & Walker, 1989; Forgatch,
Bullock, Patterson, & Steiner, 2004; Holden & Ritchie, 1991; Mondell & Tyler, 1981; Parke
107
& Asher, 1983; Patterson, 1986; Shaw & Bell, 1993). Dodge Bates & Petit (1990) encontraron
que el maltrato físico de los hijos por parte de los padres modela estrategias de violencia que
los hijos adquieren como formas de solucionar problemas y como medio para la consecución
de logros. Como ha mostrado Dadds, Barrett, Rapee y Ryan (1996) las estrategias agresivas
de los hijos en la solución de los problemas pueden favorecerse y potenciarse desde el entorno
familiar.
Desde muy temprano, la conducta de los padres puede incidir sobre la conducta
agresiva de los hijos. Por ejemplo, la escasa estimulación cognitiva y las estrategias punitivas
durante el primer año de vida están asociadas con la presencia de conductas agresivas (Lahey
et al., 2008). La tendencia de los padres a interpretar las situaciones como hostiles y su
nivel de agresión de sus hijos a la edad de 3-6 años (Bickett, Milich, & Brown, 1996; Pettit,
Dodge, & Brown, 1988). Por el contrario, el cariño y el apoyo percibido de la madre o el
padre correlaciona negativamente con la ira y la hostilidad entre niños en edad preescolar.
agresividad en niños de preescolar, mientras que los hábitos punitivos o coercitivos (“power
assertions”) del padre se relacionan positivamente. En alguno de estos casos, se aprecia que la
afectividad materna correlaciona negativamente con niños “fáciles o receptivos”, por lo que
concluyen que estos resultados pueden estar influidos por las características de los hijos. Por
otra parte, los hábitos de crianza positivos de los padres (inducción, afecto y sensibilidad)
Las actividades lúdicas entre padres e hijos, y el tipo de juegos desarrollados tienen
también un importante papel en los años preescolares. Concretamente, el juego físico entre los
108
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
padres y los hijos se ha asociado con la competencia social entre compañeros (Carson &
Parke, 1996; Lindsey, Mize, & Pettit, 1997; Lindsey y Mize, 2000) y la regulación emocional
(Barth & Parke, 1993). Flanders, Simard, Paquette, Parent, Vitaro, Pihl y Seguin (2010) han
estudiado la relación entre el juego físico entre padres e hijos, y la agresión física en los niños.
mantenían una posición dominante durante el juego físico (e.g. tumbarse, golpearse, saltar,
luchar) se asociaba con menores niveles de agresión física en el niño; y lo más relevante, este
tipo de actividad lúdica (juego físico dominado por el padre) predecía una reducción de la
Entre las prácticas parentales que más se han visto vinculadas al comportamiento
hostilidad y el control autoritario de los hijos (Carrasco, Holgado, Rodríguez, & del Barrio,
2009; Conger , Neppl, Kim, & Scaramella, 2003; Deater-Deckard & Dodge, 1997; Dodge,
incremento de la aparición de sentimientos de frustración entre sus miembros que hacen más
probables los intercambios conflictivos y violentos (Cowan & Cowan, 2002; Dollard, et al.,
1939a,b) facilitación de un modelo de estilo interpersonal hostil y agresivo que los hijos
aprenden (Weiss, Dodge, Bates, & Pettit, 1992); c) instauración de un modelo interno de
trabajo que representa al propio individuo como ineficaz y al mundo como frío y hostil.
Dada la relación entre crianza y ajuste en los hijos, es necesario resaltar las
109
crianza o estilos autoritarios, hostiles o inconsistentes de interacción familiar (Cowan &
Cowan, 2002).
las alteraciones conductuales (Bor, Sanders, & Markie-Dadds, 2002; Webster-Stratton, 1992).
4.9.- Resumen
entre dos niveles de análisis: los estilos educativos y los hábitos de crianza. Los primeros son
los de mayor nivel de abstracción y se refieren al clima familiar general que resulta de la
combinación de dos grandes dimensiones en las que se agrupan los diferentes hábitos de
mayores niveles de ajuste y adaptación en el niño. Coherentemente con este estilo, los hábitos
positivo, son los que se han vinculado con menores problemas psicológicos en los hijos;
mientras que la hostilidad, la crítica o el control autoritario se ha relacionado, entre otras, con
agresivas, o depresión. Por tanto, la crianza de los hijos, es decir, el estilo educativo de los
padres y los hábitos de crianza que de éste se derivan así como sus interacciones lúdicas,
éstos.
111
Capítulo 5.- Transacciones entre temperamento y
variables temperamentales, enraizadas biológicamente en el propio del niño, con las variables
procedentes de los contextos de socialización, la familia, la escuela o los iguales, parece estar
del Temperamento, que se han analizado en los apartados precedentes (Kohnstamm, et al.,
1989), han realizado interesantes hipótesis explicativas sobre el origen de los problemas
(Chess, et al., 1989), regulación emocional (Bates, 1990; Eisenberget al., 1998; Keenan y
Shaw, 2003; Paterson & Sanson, 1999; Windle, 1992), autorregulación (Rothbart &
Derryberry, 1981) o esfuerzo de control (Goldsmith et al., 1997), entre otros, han aportado
interacciones familiares.
de los niños, también lo hace de forma conjunta o interactiva con diversos agentes de
experiencias de socialización claves, tales como las relaciones padre-niño y los eventos vitales
112
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
exacerbar o amortiguar los efectos de otros factores de riesgo o puede representar una diátesis
condiciones (e.g., estrés, pobre ajuste entre temperamento del niño y los padres). Algunos
autores (Garmezy & Rutter, 1983) han sugerido que el temperamento, junto con el apoyo
familiar y el apoyo externo, es una de las tres variables que más correlaciona con la salud y el
TEMPERAMENTO CRIANZA
AGRESIÓN
Bates et. al., (1989) describieron diferentes mecanismos por los que el temperamento
del niño en relación con sus contextos de socialización, pueden llegar a predecir problemas
113
La necesidad del niño de altos niveles de estimulación hace que demande atención
generando un patrón coercitivo, tal como describió Patterson (1982). Esta petición de
demanda del niño, a través de conductas disruptivas, provoca en los padres o cuidadores una
respuesta coercitiva que hace que el niño responda de forma más problemática, hasta
una de las bases en el modelo de Patterson que constituye el origen de los desórdenes de
bien por una predisposición heredada (Buss & Plomin, 1984; Strelau, 1983), o bien, por una
disposición adquirida, mediante alteraciones del sueño que perturban determinados procesos
psicofisiológicos y que hacen que el niño demande mayores niveles de atención (Weissbluth,
forma que cuando un sujeto está en un estado de arousal alto o ansioso, puede reaccionar con
3) Bondad de ajuste
Chess, et al. (1989) explican la aparición de los problemas de conducta entre los niños
(Eisenberg, Fabes, Shepard, Guthrie, Murphy & Reiser, 1999; Talwar, Nitz, & Lerner, 1990)
como de campo (Hastings & Rubin, 1999; Lengua, et al., 2000; Paterson & Sanson, 1999).
Como consecuencia de las características individuales, tanto físicas como psicológicas, los
114
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
niños reaccionan diferencialmente ante las personas significativas, generando en éstas una u
existe un buen ajuste entre las actitudes de los padres, sus prácticas y las características
temperamentales del niño para manejar sus demandas, se desarrollará la base adecuada para
excesivo estrés que suponen las demandas del entorno, se instaurará la base para el desarrollo
una parte altamente importante del proceso a través de sus atributos temperamentales,
influyendo en las actitudes y prácticas de los padres, como agente activo de su propio
desarrollo.
Crnic (1997) proponen la hipótesis de la susceptibilidad diferencial, por la cual las influencias
temperamentales. De acuerdo con esta hipótesis, los niños con un temperamento difícil son
más influenciables por la crianza. Diversos estudios han examinado las influencias del
temperamento infantil sobre las relaciones entre el comportamiento parental y las conductas
115
exteriorizadas de los hijos y han hallado que determinadas dimensiones temperamentales
Los trabajos que aportan evidencias a estas interacciones entre el temperamento del
niño y sus contextos de socialización son numerosos. En niños de edad escolar, Colder,
Lochman y Wells (1997), encuentran que la disciplina punitiva predice altos niveles de
agresión cuando los niños son altamente miedosos. Eisenberg et al. (1999) hallaron que el
comportamiento de los padres ante las reacciones emocionales negativas de los niños afecta a
entre padre e hijo. Las reacciones punitivas de los padres ante las emociones negativas de sus
hijos, a los 8-10 años de edad, predecían emociones exteriorizadas desajustadas en los niños, a
los 10-12 años; sin embargo los padres que reaccionaban con malestar generaban mayores
metas de los padres, las cuales afectaban a sus estrategias de socialización. Las madres
autoritarias de hijos agresivos informaban que ejercían un mayor control control con ira sobre
cambio, las madres protectoras, declaraban que actuaban con mayor amabilidad y cálidez ante
el retraimiento de sus hijos. Lo mismo mostraron los datos de otros estudios como el de
niños de 5 a 6 años y muestra como la bondad de ajuste en la casa era un fuerte predictor de la
conducta y de las habilidades del niño; la rigidez temperamental del niño en interacción con
las prácticas punitivas de los padres predecía sus conductas exteriorizadas. El segundo trabajo
citado (Lengua, et al., 2000), analiza 231 niños de 9 a 12 años y encuentra que las
116
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Otros trabajos como el de Leve, Kim y Pears (2005) predijeron un incremento en las
conductas exteriorizadas, cuando se trata de niñas muy impulsivas y poco miedosas. Veenstra,
Lindenberg, Oldehinkel, Winter, Lindenberg & Ormel (2006) destacan que los niños con
poco control y alta frustración ven reducida su conducta antisocial, en mayor medida que el
resto de compañeros, cuando sus padres son emocionalmente afectuosos; por otra parte, la
baja frustración en los niños amortigua los efectos del rechazo y la sobreprotección de los
Como destacan otros autores, el efecto de los factores de riesgo de los padres (e.g.,
abuso de sustancias, control punitivo) sobre las conductas exteriorizadas de los hijos decrece
emocionalidad positiva (Stice & Gonzales, 1998), elevado autocontrol (Wills & Dishion,
2004; Wills, Sandy, Yaeger, & Shinar, 2001 ) o un perfil combinado de características
Entre niños menores de seis años, Gillion y Shaw (2004) encuentran que los niños con
una elevada emocionalidad negativa y temerosos, cuando sus madres ejercen un control
negativo, manifiestan una trayectoria creciente de conductas exteriorizadas entre los dos y los
seis años. Paterson y Sanson (1999) informaron que una interacción entre la inflexibilidad del
con edades similares, Van Zeijl, Mesman, Stolk, Alink, Van Ljzendoorn, Bakermans-
117
(1997), muestran que los niños con un temperamento difícil (e.g., alta emocionalidad
negativa, poco adaptables), en comparación con los niños de temperamento fácil, eran más
trataba de niños temperamentalmente difíciles. Spinrad et al. (2007) estudian las relaciones
entre el apoyo paternal y el esfuerzo de control de niños entre dos y tres años en relación con
su ajuste y competencia social. Encontraron entre sus resultados que, además de los efectos
directos del apoyo materno y el esfuerzo de control con la conducta agresiva, aparecían
efectos indirectos o mediados por el esfuerzo de control entre el apoyo materno y la agresión
en los niños. Es preciso señalar, que este efecto indirecto hallado, no resultó significativo con
conducta de control materno (facilitadoras de la propia actividad del niño versus directivas,
estrictas o punitivas). Los niños que mostraban un curso creciente de conductas disruptivas de
alta intensidad desde los 2 a los 5 años resultaron ser, bien niños altamente reactivos con
madres muy controladoras, o bien niños con baja regulación y madres con bajo control.
Claramente, la interacción entre la regulación y reactividad del niño con el control materno se
118
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Considerando las aportaciones de los trabajos que han mostrado evidencias sobre las
transacciones entre temperamento y crianza, Keenan y Shaw 2003 realizan una interesante
propuesta para explicar la conducta agresiva. De acuerdo con ellos, dos son los elementos
autorregulación (Keenan, 2000; Rothbart & Ahadi, 1994). Posteriormente, más allá del primer
año, otras variables se relacionan con la conducta adaptada del niño como la habilidad de
las conductas instrumentales desarrolladas para reponerse a las situaciones aversivas (Calkins
& Johnson, 1998; Kopp, 1989). Dos serán las principales variables que afectarán a la
(Coy, Speltz, DeKlyen, & Jones, 2001; Stansbury & Zimmermann, 1999) y, la empatía o
habilidad para adoptar la perspectiva y la emoción del otro (Zahn-Waxler et al., 1992). Los
cuidadores o su habilidad para responder e implicarse en las necesidades evolutivas del niño
con la calidad requerida (contingente y sensiblemente) (Gable & Isabella, 1992; Shaw,
119
control y disciplina sobre la conducta del niño (Campbell, Pierce, Moore, & Marakovitz,
1996; Pettit & Bates, 1989; Shaw, Winslow, Owens, Vondra, Colin & Bell, 1998).
diferentes para explicar cada una de las conductas agresivas propuestas por Dodge y Coie
(llanto intenso, alta latencia para permanecer quieto y dificultad para auto tranquilizarse) y
con cuidadores poco diestros en la lectura de señales procedentes del niño, tendentes a la
resultará en una conducta agresiva reactiva (Olson, Bates, Sandy, & Lanthier, 2000; Stifter, et
al., 1999) y que actúa evolutivamente con distintas posibilidades (ver figura 3).
120
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
- La segunda vía propuesta, mantiene que los niños con bajo nivel de arousal (poco
castigo y buscadores de sensaciones), educados por cuidadores con dificultades para leer las
señales del niño, poco estimulantes e implicados y además con estrategias de disciplina
inconsistentes, desarrollarán una conducta agresiva proactiva (Colder, Mott, & Berman, 2002;
Figura 4. Trayectoria del Desarrollo de la Agresión Proactiva según Keenan y Shaw (2003)
de la agresión infantil que cada una de variables consideradas aisladamente. Así ocurre en la
121
predicción de la conducta antisocial infantil. Sanson, Hemphill y Smart (2004) encuentran que
control punitivo de los padres tienen mayor valor predictivo que los efectos independientes
respectivos.
Por todo ello, el estudio de las relaciones entre temperamento y crianza, así como sus
122
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
creciente que muestran la mayoría de los más recientes trabajos de prevalencia sobre esta
conducta (Cerezo & Ato, 2005; del Barrio, 2002; del Barrio, Moreno, & López, 2001;
Kumpulainen, Räsänen, & Henttonen, 1999; Muñoz-Rivas, Graña, O´Leary, & González,
2007; Oñate & Piñuel, 2006; Serrano & Iborra, 2005). Además, el impacto social que genera
psicopatológicos (Lahey, Loeber, Quay & Frick, 1992; Lipsey, Derzon, Loeber & Farrington,
1998; Loeber, Green, Lahey & Kalb, 2000; Serrano, 1997) hacen de su estudio una importante
prioridad.
El interés de este trabajo es analizar las relaciones entre el temperamento infantil, las
pautas de crianza parentales y la conducta agresiva reactiva y proactiva en los niños y niñas
de cero a seis años. Aunque en la literatura previa estas relaciones se han estudiado, aún
existen pocos trabajos que hayan investigado conjuntamente estas relaciones e indagado sobre
el papel específico que cada grupo de variables (temperamentales o de crianza) tiene cuando
se controlan las variables correspondientes al otro grupo (Keenan & Shaw, 2003; Stright,
123
Gallagher, & Kelley, 2008). Es de indudable interés y relevancia, conocer desde el inicio de la
vida qué características individuales, es decir, qué aspectos temperamentales, pueden estar
conducta agresiva en los niños (Tremblay, et al., 1999) y el valor predictivo que ésta tiene
sobre el posterior desarrollo de conductas disruptivas y violentas más graves (Ayala, Pedroza,
Morales, Chaparro, & Barragan, 2002; Brame, et al., 2001; Dubow, Huesmann, & Eron, 1987;
Huesmann, Eron, & Dubow, 2002; Martinez-Ayala, Villanueva, Torres, & Garcia-Lara, 1999;
Pagani, Tremblay, Nagin, Zoccolillo, Vitaro & Mcduff, 2004). Como ya hemos visto, el
conocimiento de estas relaciones en los primeros años de vida, tiene un importante valor para
agresivas es más fácil entre los niños de menor edad y, consecuentemente, el coste de
esfuerzos y recursos, tanto humanos como materiales, será mucho menor. El presente trabajo
agresión proactiva. Ambas conductas están presentes desde los primeros años de vida y su
posterior del desajuste infantil (Card & Little, 2007b). Estudios previos han investigado
escasamente sobre estas conductas de forma diferenciada; por tanto, conocer el patrón
conocer los riesgos vinculados a cada una de ellas para el posible control de las mismas.
Por todo ello, el conocimiento de las relaciones entre temperamento, pautas de crianza
escolares, familiares y sociales que pueden generar. Además, si tenemos en cuenta los escasos
124
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
trabajos que se han realizado en la población española en el tramo de edad que este estudio
Por todo ello, el objetivo general de esta investigación es estudiar las relaciones entre
temperamento, crianza y agresión; y el valor predictivo de las dos primeras sobre la agresión
125
6.2.- Objetivos específicos
1. Analizar las relaciones entre las características temperamentales de los niños y las
padres que facilitan e inhiben la agresión proactiva y reactiva en los diferentes grupos
de edad.
4. Indagar sobre la predicción aislada y conjunta de ambos grupos de variables,
infantil.
6. Estudiar los perfiles resultantes de la combinación de las variables estudiadas que
discriminan entre sujetos con bajos y altos niveles en cada uno de los tipos de agresión
(proactiva y reactiva).
7. Perfilar a nivel exploratorio modelos explicativos que permitan predecir la agresión
proactiva y reactiva a partir de las variables más relevantes procedentes de los análisis
previos.
8. Proponer estrategias de intervención y prevención para el control y la disminución de
126
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
6.3.- Hipótesis
negativa, por otra, se asocien más con la agresión reactiva que con la
proactiva.
proactivo de la agresión.
de la agresión proactiva.
127
2.2.- Esperamos que las características temperamentales que denoten baja
proactiva.
la proactiva”
c) Hipótesis sobre las transacciones entre el temperamento y la crianza sobre las conductas
agresivas:
5.- Las características temperamentales serán moduladas por las pautas de crianza en
6.- Los resultados finales mostrarán que el modelo que mejor se ajuste a los datos será
128
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
7.1.- Esperamos que en los primeros años las variables relacionadas con la
7.2.- Esperamos que las variables de crianza adquieran mayor valor predictivo
129
Capítulo 7.-Metodología
7.1.-Muestra
realizado por el Instituto Nacional de Estadística de 2007 1. Para ello, se calculó el porcentaje
de sujetos cuyas edades oscilaban entre los tramos de edad que componen este estudio, o sea,
por la comunidad de Madrid. Este dato acerca de la proporción de sujetos que presentan la
característica deseada (pertenecer a uno de los tres grupos de edad) lo vamos a utilizar para
estimar el número de sujetos que permita inferir adecuadamente los resultados obtenidos a
través de la muestra a la que hemos tenido acceso para el estudio de la agresión proactiva y
reactiva. Por tanto, teniendo en cuenta el parámetro poblacional edad, a través de los
porcentajes por cada grupo de edad de la población madrileña (p), estimamos el tamaño
1
www.ine.es
130
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
son 15 los sujetos necesarios, para la muestra de 13 a 24 meses fueron 33 los sujetos
asumiendo un error predeterminado del 5% (d) y un nivel de confianza del 95%. El número
final de sujetos incluidos en esta investigación por grupo de edad fueron los siguientes: 79
sujetos para la muestra de 0 a 12 meses; 482 para la muestra de 13 a 36 meses; y 422 sujetos
para la muestra de 3 a 6 años, cifras que superan en mucho a la estimada, con lo que
aseguramos la validez de conclusión estadística de los resultados y reducimos el error tipo II,
conglomerados, tomando como unidad muestral el centro escolar. Bajo este procedimiento se
comunidad de Madrid. Las escuelas contaban con primer y segundo ciclo. Del primer ciclo
131
(4-36 meses) participaron 561 niños/as con sus respectivos padres; y del segundo ciclo (4-6
El total de la muestra estudiada está constituida por 983 sujetos. Por criterios
varones; 36,7% mujeres) con una media de edad de 8,09 meses y una desviación típica de
2,53; 482 sujetos de 13 a 36 meses (52,3 % varones; 47,7 % mujeres), con una media de edad
de 26,70 meses y una desviación típica de 7,29; y 422 sujetos de 3 a 6 años (42,42 % varones;
57,58 % mujeres), con una media de edad de 51,32 meses y una desviación típica de 11,29
132
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
gráfica 2) Atendiendo a cada una de las submuestras, entre los sujetos de 0-12 meses, 13-36
meses y 3-6 años, respectivamente, los niveles medios de la clase social de los padres
representaron el 76,3%, 69,2% y 71,7%; y en el caso de las madres el 75,8%, 75,8% y 69,1%.
133
Gráfica 2. Porcentaje de Padres y Madres según su Clase Social
7.2.-Diseño y Variables
proactiva y reactiva de los niños (variables dependientes) en relación con los hábitos de
La selección de los sujetos a partir de las variables edad y sexo, intrínsecas a los
134
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
obtenidos por análisis factorial de los diferentes ítems que constituyen los respectivos
Sexo -- Cualitativa
Cuantitativ
Edad --
a
Clase Social Materna -- Cualitativa
Clase Social Paterna -- Cualitativa
Estructura Familiar -- Cualitativa
Variables de Agresión criterio 0-12 13-36 3-6 Tipo
Cuantitativ
Agresión Reactiva 0,95 0,92 0,92
a
Agresión Proactiva 0,92 0,91 0,91 Cuantitativ
a
Variables de Crianza predictivas /control 0-12 13-36 3-6 Tipo
Cuantitativ
Nivel de actividad 0,60
a
Cuantitativ
Ira/Malestar 0,72
a
Cuantitativ
Duración de la orientación 0,73
a
Cuantitativ
Miedo 0,89
a
Cuantitativ
Risa y sonrisa 0,78
a
Cuantitativ
Facilidad para tranquilizarse 0,86
a
Cuantitativ
Placer alta intensidad 0,75
a
Cuantitativ
Placer baja intensidad 0,82
a
Cuantitativ
Autotranquilización 0,52
a
135
Cuantitativ
Mimosidad 0,59
a
Cuantitativ
Sensibilidad perceptiva 0,85
a
Cuantitativ
Tristeza 0,82
a
Cuantitativ
Aproximación 0,82
a
Cuantitativ
Reactividad vocal 0,83
a
Cuantitativ
a
Cuantitativ
0,88
Sensibilidad Perceptiva / Sociabilidad a
0,90
Frustración / Afecto Negativo Cuantitativ
0,85
Retraimiento / Timidez a
0,76
Actividad Motora Cuantitativ
0,76
Impulsividad a
0,78
Mimoso Cuantitativ
a
Cuantitativ
a
Características Temperamentales de 3 a 6 años predictivas /control Tipo
Cuantitativ
a
Cuantitativ
Control Inhibitorio 0,91
a
Afecto Negativo / Frustración 0,89
Cuantitativ
Timidez 0,92
a
Placer Alta Intensidad 0,81
Cuantitativ
Sensibilidad Perceptiva / Sonrisa 0,81
a
Baja Reactividad 0,80
Cuantitativ
a
Cuantitativ
a
7.3.-Instrumentos de evaluación
sociodemográficas
136
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
hoc)
entre los que figuraban, edad del niño, personas con las que vivía, profesión del padre y de la
madre, y nivel de estudios de cada uno de los padres (ver cuestionario en el Anexo, pág.26). A
partir de estos datos, se halla el Índice de Hollingshead (Hollingshead, 1975) mediante el que
se calcula la clase social de la madre y del padre de la siguiente manera. Para la obtención de
la clase social del padre, por ejemplo, la puntuación obtenida en la profesión se multiplica por
la posición social (ejemplo 37 = posición social 3). Las clases de niveles superiores incluyen a
los padres y madres con niveles profesionales correspondientes a ejecutivos o directivos con
licenciatura universitaria; las clases de niveles medios incluyen profesiones, tales como
temperamentales
137
El temperamento infantil fue evaluado por tres instrumentos diferentes, cada uno de
ellos diseñado específicamente para el grupo de edad al que respectivamente se dirige (0-12
meses, 13-36 meses y 3-6 años). A continuación, se describen brevemente cada uno de los
de cada factor.
utilizó la versión IBQ de Rothbart (1978). Este cuestionario consta de 191 ítems referidos a la
conducta del niño en numerosas situaciones cotidianas. Los padres han de responder
respuesta tipo Likert que evalúa la frecuencia con un rango de siete opciones comprendidas
entre 1 = “nunca” y 7 = “siempre” (ver cuestionario en el anexo, pág. 28). De las respuestas
frecuencia como a la amplitud del movimiento. Consta de 15 ítems, como por ejemplo,
138
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Ira/Malestar: evalúa la ira y el malestar ante las limitaciones presentes en la vida del
niño. Se puede considerar el afecto negativo ante la interrupción de tareas en marcha o ante el
bloqueo de metas; se identifica como una emoción primaria. Consta de 16 ítems; e.g.,
sobre objetos y sucesos del ambiente. Tiene 12 ítems; e.g., “¿cuántas veces su bebé jugó con
Miedo: escala que evalúa la emoción primaria de miedo, entendido como afecto
negativo relacionado con una amenaza potencial. Consta de 16 ítems; e.g., “en presencia de
primaria de goce o disfrute. Compuesto por 10 ítems; e.g., “cuando lo metió en el agua para
139
Placer baja intensidad: es el grado de placer o disfrute relacionado con estímulos de
baja intensidad, frecuencia, novedad e incongruencia. Tiene 13 ítems; e.g., “¿Cuántas veces
excitación, o activación general; se relaciona con la facilidad para quedarse dormido. Consta
de 13 ítems; e.g., “Cuándo iba a dormir por la noche ¿Cuántas veces el bebé se quedó
dormido en 10 minutos?”.
cuerpo cuando es sostenido o abrazado por un cuidador. Está compuesto por 17 ítems; e.g.,
intensidad procedentes del ambiente externo. Tiene 12 ítems; e.g., “Durante la comida
Tristeza: mide el humor general bajo; se define por la disminución del humor y
pérdida de un objeto y/o la incapacidad para realizar una actividad deseada. Consta de 14
ítems; e.g., “Cuando fue el momento de irse a la cama o echar una siesta y su bebé no quería
“Cuando su bebé vio un juguete que quería ¿Cuántas veces se animó porque lo iba a coger?”.
140
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
actividades diarias. Consta de 12 ítems; e.g., “¿Cuántas veces vocalizó su bebé esperando en
La consistencia interna para cada una de las escalas del IBQ mediante el coeficiente
alfa de Cronbach, oscila entre .70 a .90, lo cual refleja una buena fiabilidad.
Esta versión del instrumento de evaluación del temperamento está diseñada para
sobre la conducta de los niños ante situaciones cotidianas de juego y cuidados. Posee una
escala de respuesta tipo Likert con siete opciones que evalúan la frecuencia durante la semana
De los 201 ítems del instrumento original, se eliminaron 40 ítems como resultado de
realizar un análisis factorial exploratorio con la muestra del actual estudio, del que finalmente
141
ambiente externo, tendencia al acercamiento y la orientación rápida, además, de la tendencia a
mantener la atención sobre objetos y sucesos del ambiente. Consta de 43 ítems; e.g., “Cuando
un niño conocido llega a su casa, ¿con qué frecuencia el niño/a comienza a hacer alguna
negativas ante las limitaciones, tristeza, alta actividad y escasa inhibición. Tiene 39 ítems;
e.g., “Cuando le pregunta algo y usted le dice “no”, ¿con qué frecuencia el niño/a? protesta
malestar. Está compuesto por 23 ítems; e.g., “Durante las actividades diarias, ¿con qué
Actividad Motora: mide la expresión motora y los movimientos corporales del niño.
Consta de 20 ítems; e.g., “Durante las actividades diarias, ¿con qué frecuencia el niño/a
muestra movimientos repetitivos? como por ejemplo: con sus ojos, sube y baja sus hombros o
gesticula”.
Impulsividad: mide la tendencia del niño a responder con una alta velocidad en la
emisión de respuestas o en la iniciación de una conducta. Tiene 19 ítems; e.g., “Cuando juega
al aire libre con otros niños, ¿con qué frecuencia el niño/a se sienta tranquilamente y mira?”.
Mimosidad: es la capacidad del niño para disfrutar de los mimos y caricias, así como
de 17 ítems; e.g., “Mientras le mantiene en su regazo, ¿con qué frecuencia el niño/a parece
disfrutar?”.
La consistencia interna para cada una de las escalas mediante el coeficiente alfa de
Cronbach, oscila entre .71 a .90, lo cual refleja una buena fiabilidad.
142
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
La versión del CBQ está diseñada para sujetos de edades entre 3 y 8 años (ver el
próximo a las versiones anteriores, es decir, están referidos a las conductas de los niños ante
versiones anteriores. Se trata de una escala tipo Likert con siete opciones de respuesta que
hasta 7 = “siempre”).
análisis factorial exploratorio compuesto por 155 ítems. Para el análisis factorial, se ha
ortogonal varimax”. A continuación, se recoge una breve descripción de cada uno de los
factores obtenidos:
Está compuesto por 39 ítems; e.g., “Cambia de una tarea a otra sin terminar ninguna de ellas”.
Afecto negativo/frustración: mide la tendencia del niño a expresar ira y malestar ante
las limitaciones, incluye también la tendencia del niño a experimentar emociones negativas de
143
miedo y tristeza. Consta de 41 ítems; e.g., “Se enfada cuando no encuentra algo con lo que
quiere jugar”.
que implican novedad o incertidumbre. Tiene 18 ítems; e.g., “Se une a otros con rapidez,
Placer alta intensidad: se define como el grado de placer o disfrute relacionado con
estímulos de alta intensidad o actividades que entrañan un riesgo elevado para su edad. Consta
de 15 ítems; e.g., “Le gusta deslizarse por lugares altos o realizar otras actividades
arriesgadas”.
externo, así como, el afecto positivo de goce y disfrute en respuesta a los cambios. Tiene 22
afecto positivo, baja sensibilidad y capacidad de disfrute o placer a los estímulos de baja
intensidad. Está compuesto por 20 ítems; e.g., “Le gustan las historias divertidas; pero
La consistencia interna para cada una de las escalas mediante el coeficiente alfa de
144
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Para la medida de las pautas de crianza, se han utilizado dos escalas: la Escala de
La escala EAP está compuesta por 46 ítems cuyo contenido está referido a los
sentimientos y actuaciones que tienen los progenitores sobre sus hijos (ver el cuestionario en
el Anexo, pág.68). Cada uno de los ítems se acompaña de una escala Likert con seis opciones
nuestro estudio hemos utilizado dos dimensiones compuestas por 23 ítems correspondientes a
describen:
Control autoritario: mide la gestión de las normas e importancia que los padres
conceden a las mismas dentro de las rutinas diarias de sus hijos. Consta de 5 ítems; e.g., “Mi
145
Satisfacción con la crianza: evalúa el grado de disfrute y satisfacción de los padres
con la crianza de sus hijos, así como con la maternidad/paternidad. Está compuesta por 18
La consistencia interna para cada una de las escalas de EAP mediante el coeficiente
alfa de Cronbach muestra una adecuada consistencia interna que oscila entre .61 en el control
Esta escala está constituida por 78 ítems y valora las actitudes de la madre hacia la
crianza y hacia los propios hijos (ver el cuestionario en el Anexo, pág.71). Cada uno de los
ítems se acompaña de una escala Likert con cinco opciones de respuesta (desde 0 = “no
aplicable”; 1 = “muy de acuerdo”, hasta 4 = “en total desacuerdo”). Para nuestro estudio
hemos utilizados tres escalas que comprenden 28 ítems correspondientes a apoyo parental,
una de ellas:
Apoyo parental: mide el nivel de apoyo social y emocional que la madre percibe de su
entorno. Consta de 9 ítems; e.g., “Cuando toca criar a mi hijo/a me siento sola”.
comunicación con su hijo/a. Está compuesto por 9 ítems; e.g., “Cuando mi hijo/a está molesto
146
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
padres deben proteger a sus hijo/as de aquellas cosas que pueden hacerles infelices”.
mediante el alfa de Cronbach, es de .53 para el apoyo, .65 para comunicación y .48 para la
autonomía.
Esta escala evalúa las conductas de agresión que los niños de 0 a 6 años emplean en su
vida diaria, bien para la consecución instrumental de una meta u objetivo (agresión
proactiva), o bien, como reacción o defensa a una estimulación exterior (agresión reactiva)
(ver el cuestionario en el Anexo, pág.76). La escala está compuesta por 32 ítems que los
padres puntúan en una escala Likert de frecuencia con cinco niveles (desde 1 = “nunca” hasta
agresión proactiva como reactiva. A continuación, se realiza una breve descripción de las
subescalas evaluadas:
Agresión reactiva: este tipo de agresión se caracteriza por conductas dirigidas a causar
daño físico o psicológico hacia otros sujetos ante una estimulación externa con la finalidad de
147
defenderse. Consta de 32 ítems que describen 32 conductas agresivas (e.g., “da patadas,
muerde…”) que se puntúan en respuesta a la pregunta “¿Con qué frecuencia ha observado que
Agresión proactiva: en este tipo de agresión las conductas están dirigidas a infringir
daño contra otros sujetos para obtener algún beneficio o meta. Para medir esta agresión se han
tenido en cuenta 32 conductas agresivas (e.g, “intimida o acosa a otros niños”) que se puntúan
7.4.- Procedimiento
se pidió la aprobación a los Consejos Escolares de cada uno de los colegios seleccionados.
Para ello, una vez que el Centro Escolar recibió la autorización de la Consejería, se concertó
una entrevista con la Directora de cada uno de los centros autorizados para exponerle los
148
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
se solicitó un consentimiento informado a los padres para que autorizaran el estudio (ver
cuestionarios que cumplimentaron los padres de cada niño, estos fueron distribuidos y
Las familias que accedieron a participar rellenaron un cuadernillo que incluía los
prácticas parentales, las características temperamentales del niño y las escalas de agresión
reactiva y proactiva del niño. De todos los instrumentos administrados, salvo el PCRI-M que
lo rellenaba exclusivamente la madre, el resto podía ser cumplimentado por cualquiera de los
padres. La consigna era que lo hiciera aquél (padre o madre) que pasaba más tiempo con el
niño. Los instrumentos eran distribuidos a los padres a través de las tutoras de los alumnos, se
familias a través de un informe en el que se hacía constar las puntuaciones de las medidas
facilitaba la significación de las mismas respecto de la media grupal y una breve descripción
conferencia sobre las características de la agresión infantil en este tramo de edad, 0-6 años.
149
7.5.-Análisis estadístico
análisis se tomaron como variable criterio la agresión reactiva y proactiva de los niños, y
como variables predictivas las pautas de crianza de los padres y las características
como variables predictivas pero cuando se analizaron conjuntamente con el resto de variables
funcionaron siempre como variables control. Este conjunto de análisis han sido realizados con
el paquete estadístico SPSS versión 16.00 para Windows. c) un tercer grupo de análisis
estadístico para diseñar un path analysis que orientará sobre las posibles relaciones “causales”
último caso se usó el programa LISREL 8.7 (Jöreskog & Sörbom, 2004). Con ello se intentó
150
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Capítulo 8.-Resultados
En este epígrafe, se recoge una síntesis de los resultados más relevantes de los análisis
descriptivos para cada una de las muestras de estudio (0-12 meses, 13-36 meses y 3-6 años) en
los que se indicarán el número de participantes en los diferentes grupos analizados, así como,
la media y la desviación típica de cada variable o dimensión de los tres constructos objeto de
nos permite la posibilidad de hallar las medias poblacionales generales que puedan ser
análisis de varianza “ANOVA”, para estudiar las diferencias entre dos o más grupos de una
diferencias en agresión entre grupos de sexo, edad o clase social, entre otros; b) análisis de
correlaciones, mediante los que se analizarán las asociaciones significativas entre variables
cuantitativas; c) análisis de regresión múltiple que indicará el valor predictivo de las variables
y permitirá estimar el valor en la variable criterio (agresión reactiva y proactiva) a partir del
151
crianza); d) análisis de conglomerado o clúster mediante los que se extraerán perfiles de
sujetos a partir de las variables de agresión; y e) análisis discriminantes con los que
exploraremos las variables que diferencian los grupos correspondientes a los perfiles
obtenidos en los análisis anteriores, es decir, las variables de temperamento y crianza que
permitan diferenciar mejor los grupos de niños que muestran elevados niveles de agresión
proactiva y reactiva frente a los que no la muestran. Asimismo, este análisis permite predecir
Los análisis descriptivos indican el número de sujetos que comprenden cada muestra,
tanto globalmente como por grupos de sexo y edad 2 (tablas 1, 2 y 3 del anexo), mostrando
gris) aquellas variables que hay entre varones y mujeres por cada submuestra de edad.
2
En la gráfica 1 (pág., 100), se puede observar la distribución por sexo de cada muestra, así como el número de
sujetos que la componen.
152
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
La comparación de medias entre grupos por sexo y edad, estudiados mediante análisis
diferencias entre grupos desde edades muy tempranas. Centrándonos en los resultados
encontrados en cada muestra de edad, observamos que en la muestra de 0-12 meses, la única
variable que resultó significativamente diferente por grupos de sexo fue la variable de
temperamento facilidad para tranquilizarse. Según informan los padres, las niñas son más
diferencias entre sexos. En este caso, los niños obtienen medias significativamente más altas
significativamente por encima de las niñas en placer alta intensidad y baja reactividad,
Sexo
153
Los datos indicaron que entre los sujetos más pequeños (0-12 meses) no hubo
diferencias en ningún tipo de agresión entre varones y mujeres. Diferencias que sí surgieron
en las muestras de 13-36 meses y de 3-6 años, respecto de la agresión proactiva, en la que los
varones presentaron significativamente un mayor nivel de este tipo de agresión, aunque según
el tamaño del efecto propuesto por Cohen, éste sería pequeño en ambas submuestras (d = 0,24
sexos en todas las muestras de edad (ver gráfica 3 y tablas 4, 5 y 6 del anexo, pág. 4).
* **
** P < 0,01
* P < 0,05
Edad
meses. Los niños que se encuentran entre los 25 y los 36 meses, muestran niveles
significativamente más altos, que aquellos que se encuentra entre los 13 y los 24 meses, tanto
154
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
en agresión proactiva como reactiva, aunque el tamaño del efecto entre dichas diferencias (d
= 0,33 y d = 0,35, respectivamente) es pequeño (ver gráfica 4 y tablas 7 y 8 del anexo pág. 5).
** P < 0,01
** * P < 0,05
**
Clase social
ninguna de las muestras, aunque se puede apreciar cierta tendencia al alza entre los padres de
clases sociales más desfavorecidas, los cuales tienen hijos con más agresión reactiva que los
padres de clases sociales más favorecidas (ver tablas 9, 10 y 11 del anexo, pág. 6).
muestra de 13-36 meses. Los niños que muestran más agresión reactiva son aquellos que
pertenecen al rango social medio-alto de la madre respecto a los otros dos rangos sociales
muestran una diferencia significativa, pero con un tamaño del efecto pequeño (d = 0,38),
respecto a aquellos niños de madres con clase social media (ver tablas 12, 13 y 14 del anexo,
pág. 7).
155
Presencia de Padres en el Hogar
residual (p = 0,05). Los niños criados en familias monoparentales, tienden a mostrar mayores
niveles de agresión reactiva en el primer año de vida (ver tablas 15, 16 y 17 del anexo, pág.
8).
entre los sujetos de menor edad, indicando una menor independencia entre las diferentes
temperamento. Entre los sujetos de mayor edad, la intercorrelación entre los factores de
temperamento fue menor, concretamente: en los sujetos de 13-36 meses, destacaron las
156
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
correlaciones entre sensibilidad perceptiva y mimoso; así como la de frustración con las
por una parte, la dimensión de control inhibitorio estaba negativamente correlacionada con las
variables de afecto negativo y placer de alta intensidad; y por otra, de forma positiva, la de
afecto negativo con timidez (ver tablas 18, 19 y 20 del anexo, págs., 9 y 10).
12 meses, lo que indica la importancia de la implicación del entorno cercano de la madre para
que ésta sienta la crianza como satisfactoria. Igualmente, en esta muestra, otra relación
significativa se dio entre la comunicación con los hijos y la promoción de la autonomía pero
todas las demás variables de crianza, lo que indica la colinealidad de ésta variable con las
restantes y sugiere la transversalidad de esta característica parental respecto de las demás. Por
último, en la muestra de 3-6 años, se repite el mismo patrón descrito en la muestra de 13-36
meses. Dato que confirma la transversalidad del apoyo en las diferentes dimensiones de la
157
8.2.3.- Intercorrelaciones entre las variables de agresión
Los tipos de agresión reactiva y proactiva correlacionaron altamente entre sí, con
niveles de 0,92; 0,80 y 0,74 en las tres muestras, respectivamente. El progresivo descenso de
estas correlaciones muestra que la discriminación entre ambos tipos de agresión se hace
mayor a medida que los niños crecen (ver gráfica 5 y tabla 24 del anexo, pág. 11).
r = 0,.92
r = 0,80
r = 0,74
Agresión
Agresión
Reactiva
Proactiva
Gráfica 5. Secuencia de Correlaciones entre la Agresión Reactiva y Proactiva de los 0 a los 6 años.
158
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
agresión
La característica temperamental de los niños entre 0-12 meses que presentó una
correlación más elevada en valor absoluto, fue mimosidad, tanto para la agresión reactiva
como proactiva. En menor medida, destacaron las correlaciones entre malestar ante las
limitaciones y miedo con ambos tipos de agresión; el nivel de actividad motora para la
agresión proactiva; y la aproximación para la agresión reactiva (ver gráfica 6 y tabla 25 del
** P < 0,01
0,29*
0,32* * P < 0,05
0,33*
0,26*
0.32*
0.32*
Entre los sujetos de 13 a 36 meses, las correlaciones entre las dimensiones de
-0.49**
temperamento y agresividad muestran que la dimensión temperamental frustración / afecto
-0.49** negativo tiene las correlaciones más elevadas, tanto con la agresión proactiva como reactiva.
0.33*
0.33*
159
Otras dimensiones que también correlacionan con los dos tipos de agresividad, aunque en
menor medida que la frustración son el retraimiento / timidez y la actividad motora. Por otra
afecto negativo, como características temperamentales de los hijos, son las variables que más
correlacionan con la conducta agresiva de los niños, ya sea de tipo proactiva o reactiva (ver
** P < 0,01
* P < 0,05
0,42** 0,41**
0,21** 0,22**
las correlaciones más elevadas con la agresión, especialmente la agresión proactiva, aunque
en sentido negativo. Otras características temperamentales del niño que presentan una
correlación significativa con la agresión, tanto proactiva como reactiva, son el placer de alta
intensidad y el afecto negativo/frustración, aunque esta vez de forma positiva y con menor
potencia. Por último, los datos indican como la característica temperamental baja reactividad
aparece únicamente asociada con la agresión reactiva en sentido negativo (ver gráfica 8 y
160
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
** P < 0,01
* P < 0,05
0,14* 0,15*
-0,14* -0,34**
Los datos analizados en la muestra de 0-12 meses, indican que no existe una relación
sugiere que, en este rango de edad, las características temperamentales sean posiblemente más
relevantes que la crianza en la manifestación de las respuestas agresivas de los niños y niñas
En la muestra de 13-36 meses, sin embargo, se puede observar cómo todas las
obtienen los mismos resultados para la agresión reactiva a la que también se le suma la
161
dimensión de crianza restante, la promoción de la autonomía se relaciona de forma positiva
con ambos tipo de agresión (ver gráfica 9 y tabla 29 del anexo, pág., 14).
** P < 0,01
* P < 0,05
-0,21** -0,24**
0,18**
0,16** -0,12*
-0,22**
-0,18** -0,21**
-0,19**
que el observado en la muestra de 13-36 meses, con la diferencia de que el control autoritario
no correlaciona con la agresión reactiva, y por lo tanto, pierde su asociación con este tipo de
agresión. Igualmente, otra dimensión que también pierde fuerza en su relación con la agresión
162
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
** P < 0,01
* P < 0,05
-0,20**
-0,17**
-0,18**
0,13*
-0,24** -0,20**
-0,22**
Gráfica 10. Correlaciones Significativas entre Agresión y Pautas de Crianza en la Muestra de 3 a 6 años
de crianza
hijos y las pautas de crianza, la satisfacción con la crianza es la variable que más correlaciona
con las de miedo y tristeza. Otra variable de crianza que correlaciona con bastantes
actividad, miedo, risa/sonrisa y tristeza, mientras que correlaciona de forma positiva con
163
correlaciona positivamente con autotranquilización y negativamente con el miedo y la
tristeza. Por último, tanto el control autoritario como la comunicación con los hijos,
correlacionaron con una característica temperamental cada una, como fueron la reactividad
15).
Cuando seentre
Gráfica 11. Correlaciones analizan
Pautas las correlaciones
de Crianza en los enniños
y Temperamento de 13dea0 36
la Muestra a 12meses,
meses. la satisfacción
** P < 0,01
* P < 0,05
con la crianza sigue siendo la variable que correlaciona con un mayor número de dimensiones
164
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
con todas las características temperamentales antes citadas (menos con la sensibilidad
con la frustración y la actividad motora. Por último, la comunicación con los hijos se
** P < 0,01
* P < 0,05
165
En los niños de 3 a 6 años, la pauta de crianza que más correlaciona con el
temperamento es la comunicación de los padres, de una forma positiva con control inhibitorio
y sensibilidad perceptiva/sonrisa, y de forma negativa con afecto negativo/frustración,
timidez y baja reactividad. En cuanto a la satisfacción con la crianza y el apoyo parental,
siguen un paralelismo con la anterior muestra de edad, aunque en esta muestra en particular,
la satisfacción con la crianza pierde fuerza en su asociación con el temperamento, ya que sólo
correlaciona con tres dimensiones, a saber, control inhibitorio, sensibilidad
perceptiva/sonrisa y baja reactividad, de forma positiva con las dos primeras y de forma
negativa con la última.
** P < 0,01
* P < 0,05
166
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
una característica importante, tanto por su correlación positiva con control inhibitorio, como
por su correlación negativa con la frustración y afecto negativo (ver gráfica 13 y tabla 33 del
variables
regresión. En primer lugar, se recogen los análisis realizados por grupos de variables, es decir
tomando en cada análisis como predictores las variables referidas a un mismo grupo de
conjunto con el total de las variables. El análisis de regresión permitirá identificar el valor
predictivo que estas variables tienen sobre la agresión infantil en cada uno de los grupos de
167
variables estudiados una vez contrastadas las hipótesis de multicolinealidad,
Las variables sociodemográficas que tuvieron valor predictivo sobre ambos tipos de
agresión en los niños de 0-12 meses fue la edad del niño/a explicando un 27,4% y un 26,7%
Gráfica 14. Porcentaje de Varianza Explicada de la Agresión en Sujetos de 0-12 Meses por las Variables
Predictoras Sociodemográficas
168
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
explicada. Estos datos sugieren la importancia que alcanza la estructura familiar para la
exhibición de ambos tipos de agresión (ver gráfica 15 y tabla 35 del anexo, pág., 17).
Gráfica 15. Porcentaje de Varianza Explicada de la Agresión en Sujetos de 13-36 Meses por las Variables
Predictoras Sociodemográficas
Cuando los niños alcanzan la edad de 3-6 años, la clase social paterna llega a explicar
predicen en mayor medida la agresión, tanto reactiva como proactiva (ver gráfica 16 y tabla
36 del anexo, pág., 17). Destacar que el sexo no predijo ningún tipo de agresión en estos
modelos.
169
Gráfica 16. Porcentaje de Varianza Explicada de la Agresión en Sujetos de 3-6 Años por las Variables
Predictoras Sociodemográficas.
datos indican como a medida que los sujetos crecen, las variables de carácter social adquieren
mayor relevancia.
características temperamentales
resultado que indica la potencia de este rasgo temperamental para inhibir la agresión a estas
variables, la frustración / afecto negativo es la variable que más predice la agresión de tipo
reactiva. Y por último, entre los sujetos de 3 a 6 años, dos fueron las variables
baja reactividad (4,1% varianza) (ver tablas 37, 38 y 39 del anexo, págs., 17 y 18). Por tanto,
los niños de 3 a 6 años con menor control y mayor reactividad son los que tienen una mayor
mayor valor predictivo fue la de mimosidad, a unos niveles ligeramente superiores al otro tipo
variable frustración/afecto negativo es de nuevo la que predice con más potencia (17,8%
1,5% de la varianza, desapareciendo respecto del grupo de edad anterior, la variable mimoso.
Finalmente, en los sujetos de 3 a 6 años, vuelve a ser el control inhibitorio, pero esta vez
como única variable, la que conforma el modelo predictor para la respuesta de la agresión
proactiva con un 17,7% de la varianza (ver tablas 37, 38 y 39 del anexo, págs., 17 y 18).
36 meses, las pautas de crianza que explicaron la agresión reactiva fueron la satisfacción con
la crianza (5,6% de la varianza) y la comunicación con los hijo/s (2,9%. varianza); ambas, de
171
forma negativa, lo que indica como la satisfacción de las madres con la crianza y una buena
comunicación con los hijos tienden a inhibir este tipo de agresión. Por último, entre los
autonomía (3,7% de la varianza) las que predecían significativamente esta conducta. En este
caso y respecto al modelo anterior, el apoyo parental inhibe la respuesta agresiva, mientras
modelo anterior, la crianza no tuvo carácter predictivo. Entre los sujetos de 13 a 36 meses,
autonomía (3,3% varianza) y el apoyo parental (3,5% varianza) resultaron ser las variables
varianza), la comunicación con los hijos (1,9% varianza) y la satisfacción con la crianza
(1,5% varianza). Estos datos indican, cómo a medida que el niño va creciendo las variables
proactiva. No obstante, conviene destacar que tres de ellas (apoyo parental, comunicación y
satisfacción con la crianza) predecían una disminución de la agresión proactiva, lo que indica
partir del primer año de vida (ver tablas 40 y 41 del anexo, pág. 18).
172
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Debido al alto número de variables estudiadas y la alta probabilidad de que ocurra una
interacción entre algunas de ellas, decidimos realizar una exploración para hallar aquellas que
pudieran interaccionar entre sí, alterando el modelo predictor. Por tanto, en aras de no
denominado “modelo máximo inicial3”, en el que en un primer paso se introducen todas las
variables de estudio y, que por tanto, contienen todos los términos de confusión e interacción 4.
Una vez establecidas aquellas variables significativas de primer orden, se pasa a explorar las
posibles interacciones a través del principio jerárquico, pasando a analizar este primer grupo
restantes grupos que forman parte del estudio (temperamento, crianza y sociodemográficas),
uno a uno y comprobando si este segundo grupo de variables (por ejemplo, las
y así, sucesivamente hasta completar los tres grupos que forman parte de este estudio. Si
significación estadística. Esto es, deberían quedar en el modelo los términos de interacción
que sean estadísticamente significativos y, según el principio jerárquico, todos los términos
elementales o de orden menor que los contenga. Y deberían, alternativamente, eliminarse del
estadísticamente significativos y, por ende, los términos de mayor orden que los contengan. El
3
Para una revisión más profunda de este procedimiento consultar el artículo de Aguayo y Lora (2007) a través
del siguiente enlace: www.fabis.org/html/?page_name=DocuWeb
4
Para que este paso se realice adecuadamente, debe realizarse a través del método “introducir”
173
proceso sigue entonces evaluando las interacciones de orden menor con una prueba de
final debe quedar un modelo que contiene todos los términos de interacción que han resultado
Aguayo, & Bermudez, 2007). Los resultados obtenidos, en cada uno de los grupos de edad,
En los niños de 0-12 meses, y tomando como variable criterio la agresión reactiva, el
modelo predictor está compuesto por las variables temperamentales mimosidad y reactividad
vocal, por la variable de crianza, apoyo con la crianza y por la interacción (ver gráfico 17)
perceptiva); y que en conjunto predicen un 39,4% de la varianza total explicada (ver figura 5
Sensibilid.
Nivel
Nivel Sensibilida perceptiv
Actividad
Actividad d a
Sensibilida perceptiva
Nivel
Actividad d
perceptiva
pp == 0,02
0,02
2
RR2== 7,5%
7,5%
AGRESIÓN AGRESIÓN AGRESIÓN
AGRESIÓN
AGRESIÓN AGRESIÓN
REACTIVA REACTIVA REACTIVA
REACTIVA
REACTIVA REACTIVA
Apoyo
Crianza.
Variables
Crianza
174
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
predictivo final está compuesto por las siguientes variables temperamentales: mimosidad,
malestar ante las limitaciones, sensibilidad perceptiva y placer de baja intensidad que
explican un 37,0% de la varianza final (ver figura 5 y tabla 42 del anexo, pág., 19).
negativo; por una sociodemográfica como es la edad; por una variable de crianza , la
promoción de la autonomía; y por dos interacciones (ver gráfico 18) en las que interviene la
clase social de la madre y el padre, en concreto, la sensibilidad perceptiva por la clase social
del padre y mimoso por la clase social de la madre, que en total predicen el 34,1% de la
autonomía en el niño, que en su conjunto explican el 29,8% de la varianza total explicada (ver
175
Sensib. Estatus
Sensib. Estatus
Percept Padre
Percept Padre
.
.
pp == 0,000
0,000
2
RR2=2,9%
=2,9%
AGRESIÓN
AGRESIÓN AGRESIÓN
AGRESIÓN
REACTIVA
REACTIVA REACTIVA
REACTIVA
pp == 0,000
0,000
2
RR2=2,8%
=2,8%
Estatus
Madre
Mimos.
Estatus
Mimos. Madre
Gráfico 18. Último Paso de las Interacciones en la Agresión Reactiva en la Muestra de 13 a 36 meses
En los niños/as de 3-6 años, tomando como variable criterio a la agresión reactiva, el
análisis de regresión mostró como el modelo predictor estaba formado por dos variables con
control inhibitorio por la satisfacción con la crianza. La segunda, compuesta por una triple
interacción (ver gráfico 19) de una variable temperamental y dos sociodemográficas, el placer
de alta intensidad por la edad y por la clase social del padre. En conjunto, este modelo llegó a
explicar el 16,6% de la varianza explicada (ver figura 5 y tabla 44 del anexo, pág., 19).
incluyó una variable temperamental: el control inhibitorio, y otra que mostraba una
interacción (ver gráfico 19) entre la satisfacción con la crianza y la comunicación con los
hijos. En total, este modelo predijo el 20,5% de la varianza total explicada (ver figura 5 y
176
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
AGRESIÓN
AGRESIÓN AGRESIÓN AGRESIÓN
AGRESIÓN AGRESIÓN
PROACTIVA
PROACTIVA PROACTIVA PROACTIVA
PROACTIVA PROACTIVA
pp == 0,000
0,000
2
RR2== -2,5%
-2,5%
Control
Control
Inhibit.
Inhibit.
AGRESIÓN AGRESIÓN
AGRESIÓN
AGRESIÓN
AGRESIÓN AGRESIÓN
REACTIVA REACTIVA
REACTIVA
REACTIVA
REACTIVA REACTIVA
pp == 0,000
0,000
2
RR2== 10,8%
10,8%
Control
Inhibit.
Control Satisfac
Inhibit. .
crianza
Gráfico 19. Últimos Pasos de las Interacciones en la Agresión Proactiva y Reactiva en la Muestra de 3 a 6 años
meses y 3 a 6 años:
177
Gráfico 19. Pasos en las Interacciones en la Agresión Proactiva y Reactiva en la Muestra de 3 a 6 Años
Figura 5. Variables Predictoras en Cada tipo de Agresión en Cada Submuestra de Edad
pormenorizadamente a continuación.
Entre los sujetos de 0-12 meses, conjuntamente con las variables temperamentales
actividad, lo que supone menos que las dimensiones aisladamente. Esta interacción muestra
reactiva dependiendo de los niveles de la actividad motora. Así pues, los niños con alta
sensibilidad perceptiva, cuando tienen una baja actividad motora, predice menos agresión
reactiva; que cuando el nivel de actividad del niño es elevado. Por el contrario, cuando los
178
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Gráfica 20. Interacción de la Sensibilidad Perceptiva por el Nivel de Actividad sobre la Agresión Reactiva entre
los Niños de 0 a 12 Meses
contribuyen a explicar la agresión reactiva: la sensibilidad perceptiva con el estatus del padre
(con un 2,9% de la varianza explicada) y mimoso con el estatus de la madre (con un 2,8% de
la varianza explicada).
En el primer caso, tal y como se aprecia en la gráfica 15, los niveles de sensibilidad
dependiendo de la clase social que tenga el padre. Los niños con alta sensibilidad perceptiva
cuyos padres pertenezcan a clases sociales desfavorecidas mostrarán menor agresión reactiva
que aquellos niños cuyos padres pertenezcan a una clase social alta. Por otra parte, los niños
con baja sensibilidad perceptiva cuyos padres poseen una baja clase social del padre
muestran mayor agresión reactiva, que aquellos niños cuyos padres poseen una elevada clase
179
Gráfica 21. Interacción de la Sensibilidad Perceptiva por la Clase Social del Padre sobre la Agresión Reactiva
entre los Niños de 13 a 36 Meses
En cuanto a la segunda interacción (mimoso x clase social de la madre), los niños con
alta mimosidad si sus madres pertenecen a una baja clase social, muestran menos agresividad
reactiva que los niños poco mimosos. En cambio, los niños que sus madres pertenecen a una
clase social alta cuando son muy mimosos muestran más agresión reactiva que los niños poco
Gráfica 22. Interacción de la Mimosidad por la Clase Social de la Madre en la Agresión Reactiva entre los
Niños de 13 a 36 Meses
180
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
satisfacción en la crianza de los padres, siendo ésta interacción la que mayor porcentaje de
alta intensidad del niño con la edad y la clase social del padre (explica un 1,8% de la
varianza). Los niños con alto control inhibitorio cuyos padres muestran poca satisfacción con
la crianza, presentan más agresión reactiva, frente a los niños cuyos padres están satisfechos
con la crianza. En cambio, los niños con bajo control inhibitorio muestran altos niveles de
satisfacción de los padres en la crianza y la comunicación que establecen con sus hijos
Gráfica 23: Interacción de la Satisfacción con el Control Inhibitorio sobre la Agresión Reactiva en Niños de 3 a
6 Años
181
La otra interacción, en este caso de tres variables, predijeron significativamente la
agresión reactiva: placer de alta intensidad x edad del niño x clase social del padre. En
función de la edad, veremos que las relaciones entre una de las variables (placer alta
Gráfica 24. Interacción de las variables: Edad, Placer Alta Intensidad y Clase Social del Padre sobre la
Agresión Reactiva en el Grupo de 3 a 6 años
Para analizar con más claridad esta interacción analizaremos las relaciones de las
variables placer alta intensidad y clase social del padre en cada uno de los grupos de edad.
Los niños de 3 a 4 años con altos niveles de placer de alta intensidad, cuanto más baja es la
clase social del padre, predice más conductas de agresión reactiva; también, los niños con
poco placer de alta intensidad cuanto más baja es la clase social del padre, mayor es la
agresión reactiva; en cambio, cuando la clase social del padre es alta, no encontramos
182
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Gráfica 25. Interacción del Placer Alta Intensidad, Clase Social del Padre y la Edad sobre la Agresión Reactiva
en los Niños de 3 a 6 Años
En los niños de 4 a 5 años que puntúan bajo en placer de alta intensidad, cuanto más
alta es la clase social del padre, mejor predice la agresión reactiva. En cambio, los niños que
disfrutan mucho con estímulos de alta intensidad y sus padres pertenecen a una clase social
alta, predicen peor las conductas de agresión reactiva; frente a esto, los niños con padres de
Gráfica 26. Interacción del Placer Alta Intensidad, Clase social del Padre y la Edad sobre la Agresión Reactiva
en los Niños de 4 a 5 Años
grupo niños de 5 a 6 años: cuando los niños con niveles altos de placer ante estímulos
intensos, poseen padres de clase social alta, predice mayor número de conductas agresivas
reactivas que los niños que presentan bajos niveles en dicha dimensión temperamental, los
183
cuales muestran menos agresión reactiva; por el contrario, los niños con alto placer de alta
intensidad con padres de clase social baja, predicen en un nivel menor la agresión reactiva
que los que puntúan bajos en esa misma dimensión temperamental (ver gráfica 27).
Gráfica 27: Interacción del Placer Alta Intensidad, Clase Social del Padre y Edad sobre la Agresión Reactiva en
Niños de 3 a 6 Años
satisfacción de los padres en la crianza por la comunicación que establecen éstos con sus
hijos. Los padres que puntúan bajo en satisfacción con la crianza, cuanto más comunicativos,
más agresión proactiva muestran sus hijos; en cambio, los padres con altos niveles de
satisfacción con la crianza, cuanto más comunicativos son con sus hijos, menos conductas de
agresión proactiva presentan éstos. Por el contrario, cuando la comunicación con los hijos es
184
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Grafica 28. Interacción de la Satisfacción con la Crianza y la Comunicación sobre la Agresión Proactiva en los
Niños de 3 a 6 Años
discriminantes
proactiva conjuntamente; otro con las puntuaciones de agresión proactiva; y un tercero, con
las puntuaciones de agresión reactiva. El objetivo último era maximizar las diferencias entre
análisis de conglomerados, al igual que el análisis factorial, se puede usar para delimitar
constructos a partir de variables que describen datos empíricos (Pérez-Gil & Moreno, 1991),
185
al tiempo que permite representar el fenómeno de interés por medio de un pequeño número de
crianza que mejor clasificaban a los sujetos en los perfiles obtenidos mediante el análisis de
como variables independientes las variables temperamentales y de crianza que, en los análisis
identificar la variable predictora que mejor diferenciaba a los grupos. Lo que se persigue, en
agresividad.
12 meses
análisis de conglomerados a dos grupos. En la parte superior de la tabla 45 del anexo, (pág.,
20), se presentan los resultados del ANOVA que analiza la significación de estas variables, y
en la parte inferior, se muestran los centros de los conglomerados finales. Como se muestra en
186
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
caracterizados por puntuaciones altas en ambos tipos de agresión. Asimismo, en la gráfica 29,
proactiva y reactiva.
40,00
tipo agresividad
1
2
30,00
20,00
10,00
0,00
Agresividad Proactiva
(anexo pág., 20) se presentan los resultados del ANOVA que analiza la significación de estas
2) con 35 sujetos (n = 35), los cuales presentan puntuaciones bajas en agresión proactiva.
187
Análisis de conglomerados en función de la agresión reactiva
Tal y como se hizo en el análisis anterior se procedió a identificar los grupos, pero en
este caso, tomando las puntuaciones en agresión reactiva. En la parte superior de la tabla 47
(anexo pág. 20), se presentan los resultados del ANOVA que analiza la significación de estas
variables y, en la parte inferior, los centros de los conglomerados finales: Conglomerado 1 con
reactiva.
Una vez obtenidos los grupos que definen los distintos perfiles de sujetos en función
y crianza más relevantes, y como variables criterio los grupos de pertenencia de los sujetos
función discriminante que permite diferenciar a los grupos 1 (bajos en agresión) y 2 (altos en
agresión). La matriz de estructura recoge la correlación entre las variables predictoras y las
una de las variables predictoras para explicar la variabilidad debida a las diferencias entre los
188
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
y la reactiva, por otro, la variable mimosidad fue la variable que diferenciaba a los sujetos de
uno y otro grupo. Atendiendo a las variables que configuraron los diferentes perfiles, el grupo
de sujetos con altas puntuaciones en agresión reactiva y proactiva se caracterizaba por niños
que no disfrutan al ser abrazados (baja mimosidad) y con dificultades para tranquilizarse. Los
perfiles de variables entre el grupo de sujetos proactivo y reactivo, fueron bastante similares,
ambos se caracterizaban por las características anteriores, sin embargo, los pesos de estas
variables eran diferentes en uno y otro grupo: mientras que los sujetos proactivos disfrutaban
menos con los abrazos que los reactivos, los reactivos eran algo más sensibles a este tipo de
75,5% de los casos cuando se conjuga agresión proactiva y reactiva; el 75% cuando sólo es
13-36 meses
189
8.4.2.1. Análisis de conglomerados
(anexo, pág., 21) se muestran los resultados significativos para un conglomerado de tres
grupos. En la parte inferior de la tabla, aparecen los centros de los conglomerados finales
claramente la agrupación de los sujetos, cada uno situado a lo largo de un continuo en cuyos
extremos se sitúan las puntuaciones altas y bajas en agresión proactiva y reactiva. El grupo
intermedio (Conglomerado 3) separa a los sujetos que puntúan alto y bajo en agresividad
proactiva y reactiva.
190
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
tipos agresividad
1
100,00
2
3
Agresividad Reactiva
75,00
50,00
25,00
0,00
Agresividad Proactiva
obtuvieron dos conglomerados (ver tabla 50, pág., 21 del anexo): conglomerado 1 (n = 219)
análisis de conglomerados, se obtienen 2 grupos (tabla 51, pág., 22 del anexo): conglomerado
191
8.4.2.2. Análisis discriminante
dimensiones de temperamento y crianza más relevantes y como variables criterio los grupos
de pertenencia de los sujetos. Respecto de los grupos, se descartó el grupo con puntuaciones
intermedias en agresión y se realizó el discriminante sobre los dos grupos extremos extraídos
agresividad proactiva y reactiva, como la proactiva, por un lado, y la reactiva, por otro; la
variable frustración-afecto negativo fue la que diferenció a los sujetos de uno y otro grupo,
discriminante, alcanzó el 82,1% de los casos cuando se conjuga agresión proactiva y reactiva;
el 70,7% cuando sólo es proactiva; y el 70,7% cuando sólo es reactiva. De acuerdo con este
resultado, aquellos niños de entre 13-36 meses con elevadas puntuaciones en agresión se
diferenciarán respecto de los niños con bajas puntuaciones por sus niveles de
frustración/afecto negativo.
La descripción de los perfiles, de acuerdo con las variables que se agruparon en uno y
otro conglomerado, indican que los niños con altas puntuaciones en agresión proactiva y
perceptiva y sociabilidad y baja mimosidad. Las diferencias entre el grupo agresivo proactivo
y reactivo, como en el caso anterior estaba en el peso que cada una de estas características
192
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
perceptiva, las cuales tenían menor peso en el grupo proactivo que reactivo.
6 años
reactiva
proactiva y reactiva y limitando la solución del análisis de conglomerados a tres grupos, tuvo
los siguientes resultados (tabla 53, pág., 22 del anexo): conglomerado 1 (n = 140) con
(Conglomerado 2) separa a los sujetos que puntúan alto y bajo en agresión proactiva y
193
Agresividad Reactiva
Tipos agresividad
1
100,00 2
3
75,00
50,00
25,00
Gráfica 31. Conglomerados
1, 2 y 3 en Función
de sus Puntuaciones en Agresividad Proactiva y Reactiva.
0,00
Agresividad Proactiva
Los resultados del análisis de conglomerados tomando la agresión reactiva, tal y como
se recoge en la tabla 55 (pág., 23 del anexo) resultó con los siguientes perfiles: conglomerado
194
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
(pág., 23 del anexo). Los datos indican que, tanto si se utiliza la agresividad proactiva y
reactiva, como la proactiva, por un lado, y la reactiva, por otro; la variable control inhibitorio
es la que permite diferenciar en mayor grado a los sujetos en función de los tipos de
clasificación correctamente realizadas por esta función discriminante fueron: el 80,2% de los
casos cuando se conjuga agresión proactiva y reactiva; el 71,5% cuando sólo es proactiva; y
El perfil resultante de acuerdo con las variables predictoras, mostró en este grupo de
puntuaciones en agresión reactiva y proactiva se caracterizaron por ser niños con escaso
control inhibitorio y alta reactividad cuyos padres pertenecían a clase sociales elevadas y
cuyo perfil de crianza se definía por bajos niveles de apoyo, de comunicación con los hijos y
195
hijos. Estas características fueron similares en el grupo de sujetos proactivos y reactivos, sin
autonomía y baja reactividad tuvieron más robustez; y en el segundo, el grupo reactivo, las
comunicación con los hijos y la clase social del padre. Mientras que los sujetos altamente
proactivos eran menos reactivos y recibían menos apoyo, sus padres promocionaban más la
autonomía; los sujetos altamente reactivos tenían padres con menor satisfacción en la crianza,
reactiva y proactiva, a partir de las consideraciones teóricas vistas, y de los datos aportados en
de la agresión reactiva y proactiva; posteriormente, derivamos las relaciones entre los efectos
causales a partir de la teoría causal. De esta forma, basándonos en la teoría que fundamenta
nuestros modelos, derivamos las medidas de covariación esperadas entre las variables a partir
196
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
En los niños de 0 a 12 meses, el modelo está compuesto por 79 bebés (50 niños y 29
niñas). Tiene como característica principal que a partir de los constructos de primer orden que
explican la variabilidad en las variables observadas (ver tabla 57, en pág. 25 del anexo) y
representan a los constructos etiquetados como mimosidad y apoyo. En nuestro modelo refleja
que son las dos dimensiones que tienen una mayor influencia sobre la agresión reactiva y
reactiva y proactiva; de tal forma que si conseguimos que un niño sea un punto más mimoso
bajará casi medio punto en su conducta agresiva. La otra variable destacada está relacionada
con la crianza: el apoyo que reciben los padres. Ésta tiene una menor influencia en la
197
8.5.2.- Análisis de rutas en el grupo de 13-36 meses.
En los niños de 13-36 meses el modelo está compuesto por 482 niños (251 niños y 231
niñas). Tiene como característica principal que a partir de los constructos de primer orden que
explican la variabilidad en las variables observadas (ver tabla 58, en pág. 25 del anexo) y
nuestro modelo refleja que son las dos dimensiones que tienen una mayor influencia sobre la
sobre la agresión reactiva y 0,47 sobre la proactiva; de tal forma que si conseguimos que un
niño sea un punto más tolerante a la frustración/afecto negativo bajará casi medio punto en su
conducta agresiva. La otra variable está relacionada con la crianza: es la autonomía que los
padres permiten a sus hijos, pero, como en el grupo anterior, tiene una menor influencia en la
198
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
En los niños de 3-6 años el modelo está compuesto por 422 niños (177 niños y 245
niñas). Tiene como característica principal que a partir de los constructos de primer orden que
explican la variabilidad en las variables observadas (ver tabla 59, en pág. 26 del anexo) y
modelo refleja que son las dos dimensiones que tienen una mayor influencia sobre la agresión
sobre la agresión reactiva y con 0,32 sobre la proactiva; de tal forma que si conseguimos que
un niño aumente su control inhibitorio en un punto, bajará casi medio punto en su conducta
agresiva. La otra variable que destacamos está relacionada con la crianza: es la satisfacción en
la crianza que obtienen los padres, pero con una menor influencia en la conducta agresiva, con
SATIS
199
Capítulo 9.- Discusión y conclusiones
crianza. El análisis de las características temperamentales y las pautas de crianza han revelado
reactiva, en particular. Consistentemente con la literatura (Crick & Dodge, 1996; Kate
Keenan & Shaw, 1997; Keenan, et al., 2003; Kimonis, et al., 2006; Vitaro, Brendgen, &
Tremblay, 2002; Xu, Farver, & Zhang, 2009), los presentes resultados indican que, no sólo las
características individuales del niño, sino también el proceso de socialización dentro del
recogen los principales resultados así como su discusión, organizados de acuerdo con los
análisis realizados.
En relación con la edad, el análisis de los datos muestra que la agresión, tanto
proactiva como reactiva, es más frecuente entre los sujetos de más edad. En consonancia con
estudios previos, la agresión muestra una tendencia creciente con la edad (Caprara &
200
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Pastorelli, 1993; del Barrio et al., 2002; Haapasalo & Tremblay, 1994; Pastorelli et al., 1997).
para la proactiva, claramente pasado el primer año de vida, lo que está en perfecta sintonía
En cuanto a las diferencias por sexo, éstas emergen a partir del año. Son los varones de
reactiva. Estas distinciones se mantienen también entre los sujetos de 3 a 6 años, lo que indica
en otros estudios (Gunnar et al., 1995; Keenan & Shaw, 1997; Moffitt et al., 2001; Sanson,
Smart, Prior, & Oberklaid, 1993) los niños, frente a las niñas, muestran mayores niveles en los
Eso, como se verá más adelante puede deberse a las características temperamentales del niño.
El análisis de la clase social del padre con la agresión de los hijos, no presentó valores
hijos más agresivos en el grupo de 0-12 meses, en la línea de lo que han mostrado otros
estudios previos (Bates, Marvinney, Kelly, Dodge, Bennett & Petit, 1994; Guerra, et al., 1995;
meses, con la clase social de la madre que se asoció con mayores puntuaciones de agresión
reactiva. Posiblemente, en las clases sociales más altas y más bajas confluyen la falta de
dedicación de los padres a los hijos, dadas las elevadas demandas de su actividad profesional,
status social en las clases sociales más desfavorecidas (Achenbach & Rescorla, 2007; Canton
& Justicia, 2000; Howes et al., 1995). Achenbach y Rescorla (2007) analizan las relaciones
201
entre el nivel socioeconómico de los padres y los problemas de conducta infantil en
numerosas culturas y hallan que en, al menos, 15 culturas los niveles socioeconómicos más
pudiera también estar relacionada con la mayor percepción que el niño posee sobre la
presencia o ausencia de la madre a estas edades. Dodge, et al., (1997) corroboran la mayor
presencia de agresión reactiva que proactiva entre niños con madres más inatentas. La mayor
separaciones y divorcios entre parejas con hijos. Para explorar las relaciones entre la
estructura familiar y la agresión, diferenciamos entre niños que convivían habitualmente con
sus dos padres; o con uno de los dos. De nuestra muestra, se desprende que el grupo de 0-12
meses, es el único que muestra una incidencia de agresión reactiva significativamente mayor
en familias monoparentales. Coincidimos así con Loeber y Hay (1997) y Tremblay (2004),
quienes encuentran que los hijos de hogares monoparentales son más agresivos que los de
familias intactas. La mayoría de los estudios encuentran más problemas psicológicos entre los
variables es muy controvertida y ha de ser analizada a la luz de otras dimensiones tales como
los recursos familiares, la salud psicológica de las madres/padres, la clase social, las
relaciones conyugales, la edad de los hijos, etc. (Canton & Justicia, 2000; Pons y del Barrio,
tareas que ha de asumir un solo padre o madre en el cuidado y educación de los hijos, sin
202
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
no de la proactiva, podría ser explicado por la edad de los sujetos. Sabemos que la ira es la
relación más robusta con las conductas agresivas de los niños; a medida que aumentaba la
edad en las muestras estudiadas esta asociación va perdiendo fuerza a favor de la crianza.
Nuestros resultados muestran que las características temperamentales del niño se asocian
diferencialmente con las manifestaciones agresivas y éstas están condicionadas por la edad de
del niño a los brazos del adulto y a sus muestras de cariño, se asocia inversamente con los
niveles tanto de agresión reactiva como proactiva; dicho de otra forma, los niños más
mimosos muestran menos agresión de cualquier tipo. La mimosidad se encuadra dentro del
rasgo temperamental de “afecto positivo” que para Rothbart et al., (2001) es uno de los tres
investigación del temperamento (Putnam, Ellis, & Rothbart, 2001; Strelau & Zawadzki, 1997)
desde la neurociencia (Caver & White, 1994; Davison, 1993; Depue & Collins, 1999;
Derryberry & Tucker, 1992; Gray, 1990) y del estudio de las diferencias individuales en el
203
afecto (Watson & Clark, 1992; Watson & Walker, 1996; Watson, et al., 1999), sugieren la
está asociada con estímulos potencialmente aversivos: “afecto negativo”; y la otra, con
niño hacen necesaria en mayor medida la regulación externa (heterorregulación) por parte del
adulto (e.g., cuidadores, padres) para el control emocional y conductual del niño. En este
sentido, la mimosidad puede ser un elemento que propicia la receptividad del niño y facilita el
control externo por parte del adulto; conforme el niño desarrolla una mayor capacidad
Al contrario de lo que ocurre con los niños mimosos, aquellos que muestran un
elevado malestar cuando no obtienen lo que quieren (malestar ante las limitaciones) o los que
son evaluados por sus padres como más miedosos, presentan más agresión tanto reactiva
como proactiva.
deseada. A partir de los 2 meses, podemos hallar la presencia de esta reacción en el sujeto,
asociada con la ira como emoción básica (Rothbart, et al., 2006). La emoción de ira es una de
las principales emociones asociadas a la agresión (Arsenio & Lover, 1997; Berkowitz, 1990;
Eisenberg, et al., 2007; Hubbard, et al., 2002; Kuppens, et al., 2007; Lorenz, 1966;
Spielberger & Díaz-Guerrero, 1983; del Barrio, Spielberger & Aluja, 2005). En los primeros
años de vida, la ira tiene una función crucial para la supervivencia, debido a su función
204
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
autocontrol eficaz (Kochanska & Knaack, 2003; Kochanska, Murray, & Coy, 1997;
Kochanska, Murray, & Harlan, 2000; McClowry, Halverson, & Sanson, 2003), es quizás por
lo que, en el grupo de 0 a 12 meses de nuestro estudio, esta variable aparece como una de las
más relevantes. A esta edad, el niño tiene mayores dificultades para modificar el foco
atencional sobre la estimulación negativa que le genera malestar y cuenta con un menor
número de estrategias de autocontrol, lo que supone, mayores dificultades para regular sus
Respecto al miedo, ésta es una emoción básica de carácter reactiva que emerge ante la
inhibición o huida pero también ataque (Bishop, Spence & McDonal, 2003). Los rasgos
de las experiencias a las que se le exponen (e.g., contexto familiar). El miedo como dimensión
temperamental, no es ajena a estas influencias (Rothbart & Ahadi, 1994); en el neonato, sólo
partir de los 7 meses pueden reconocerse claramente las expresiones de miedo en el niño, pero
hasta los 10 meses el infante no desarrolla la conducta de inhibición frente al miedo, como
una conducta de control (Rothbart, et al., 2006). A pesar de que la red atencional empieza a
formarse a partir de los 3 meses, los niños con elevado miedo y frustración no son capaces de
desconectar su atención hacia el estímulo que le genera malestar. Es por esto, que a estas
edades el miedo aún no funciona como un inhibidor de la conducta sino más bien como un
activador del ataque o la defensa, lo que explica su vinculación con las conductas agresivas.
205
miedo, el antecedente del esfuerzo de control o control inhibitorio (Posner, Rothbart, Milner,
& Rugg, 1992). Desde el momento en el que el miedo es una dimensión relacionada con la
inhibición de la conducta (Lahey, et al., 2008; Posner & Rothbart, 2007; Rothbart, 2007), éste
actúa como factor preventivo de la conducta agresiva. Creemos que nuestros datos en el grupo
de 0 a 12 meses, recogen el miedo como malestar general del niño y activador de las
Finalmente, sólo dos dimensiones de temperamento tienen una relación diferencial con
cada tipo de agresión: la actividad motora del niño que facilita la agresión proactiva, y la
motora del niño con la agresión (Bates, Bennett, Ridge, Brown, Pepler & Rubin, 1991;
Calkins, Degnan, & Ammerman, 2006; Caspi, Henry, McGee, & Moffitt, 1995; Sanson, et al.,
1993; Oberklaid, et al., 1993; Shaw, Owens, Giovannelli, & Winslow, 2001), pero no
específicamente con la agresión proactiva, lo que no permite contrastar este resultado con
otros estudios. No obstante, las características de la agresión de los trabajos que presentan esta
asociación son más próximas a la agresión proactiva que a la reactiva, lo que está en clara
concordancia con nuestros resultados. Por otra parte, la importancia de los elementos motores
tipo de agresión.
adaptativo de ésta como medio para responder al malestar generado por una situación aversiva
(Putnam, Ellis, & Rothbart, 2001). Este dato es consistente con aquellos trabajos que han
206
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
reactivo y proactivo (Benning, Patrik, Hicks, Blonigen & Krueger, 2003; Hicks, Markon,
Patrick, Krueger & Newman, 2004; Patrick, 1994). Los sujetos con un patrón proactivo (Tipo
I) se caracterizan por ser sujetos desinhibidos y no empáticos, pero con puntuaciones altas en
aproximación y en afecto positivo; este grupo tiende a usar en mayor medida la agresión
instrumental, es decir, la proactiva. Los sujetos con un patrón reactivo (Tipo II), se
caracterizan por presentar alta reactividad, conducta exteriorizada y antisocial, con altas
puntuaciones en afecto negativo, y baja afiliación; estos sujetos, a diferencia de los anteriores,
apuntado como un precursor de la extroversión (Rothbart, 2004; Shiner & Caspi, 2003) y ésta,
Barker, Tremblay, & Vitaro, 2006; Chen et al., 2002); una alta tendencia a la aproximación se
relaciona con una incidencia mayor de conductas exteriorizadas (entre ellas la agresión),
De los resultados anteriores se desprende que a pesar de existir una asociación robusta
entre agresión reactiva y proactiva (Poulin & Boivin, 2000), los presentes datos sugieren la
estudiadas.
relaciones con la agresión infantil en el grupo de 0-12 meses, el análisis predictivo de estas
variables puso de manifiesto que la única dimensión temperamental que predice una
Rothbart (2003) señalan que las dimensiones de regulación del niño aparecen y evolucionan
207
hacia el final del primer año con el control inhibitorio y dependen, en gran medida, de la
mimosidad y adaptabilidad del niño. De acuerdo con ellos, entendemos por una parte, que la
y, por otra, una posible dimensión conductual-afectiva, precursora del control inhibitorio y
posterior autocontrol del niño. Así, se podría establecer una conexión entre las primeras
vincularon significativamente y con signo positivo con la agresión tanto reactiva como
negativo, en la literatura encontramos que esta dimensión temperamental, está asociada, tanto
afecto negativo que predomine, es decir, según la experiencia emocional sea de miedo o de
frustración (Zuckerman, 1997; Zuckerman, Joireman, Teta, & Kraft, 1993). En nuestro
estudio, el afecto negativo aparece asociado a la frustración como una única dimensión y,
quizás por ello, se relaciona claramente con la agresión, como manifestación exteriorizada. En
esta línea, numerosos trabajos (Arsenio & Lover, 1997; Berkowitz, 1990; Cairns, et al., 1991;
Carrasco & del Barrio, 2006; del Barrio et al., 2005; Eisenberg, et al., 1995, 1997, 1998,
2007; Hubbard, et al., 2002; Kuppens, et al., 2007; Ledingham, 1991; Spielberger & Diaz-
Guerrero, 1983) han encontrado una asociación entre la emocionalidad negativa o el afecto
208
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
negativo con los problemas exteriorizados en población infantil, los cuales son acordes con
nuestros resultados.
agresión entre el grupo de edad de 13 a 36 meses. A pesar de que éste rasgo favorece la
inhibición del niño, como ya hemos visto a lo largo de nuestra exposición, este resultado es
acorde con el trabajo de Gartstein y Rothbart (2003), quienes dan cuenta de una reducción de
momento del crecimiento y, por ende, a una peor inhibición de la conducta, por lo que la
agresividad.
con la agresión proactiva, pasa a tener una relación con la agresión tanto reactiva como
actividad motora tanto entre los niños de 1 y 2 años (Dunn & Kendrick, 1981; Feiring &
(Mathiesen & Sanson, 2000; Mathiesen & Prior, 2006) posiblemente debido a la eficiencia de
relacionarse principalmente con la agresión proactiva (Lynam, 1998), mientras que sólo la
209
hiperactividad se relaciona con la agresión reactiva (Card & Little, 2007). Atkins , Stoff,
irritabilidad, el afecto hostil y la falta de capacidad para inhibir las funciones, predecía la
detección del niño de estímulos débiles y de baja intensidad, procedentes del ambiente
mantener la atención sobre objetos y sucesos del ambiente. Lo cual es coherente con una
mayor receptividad del niño a la estimulación exterior y, por tanto, a una mayor reactividad.
En los adultos, la sensibilidad sensorial está asociada con la tendencia a experimentar más
excitación, una alta emocionalidad negativa y una baja sociabilidad (Evans & Rothbart,
2008). En este sentido, es justificable la agresión reactiva del niño como respuesta a la
Si atendemos a los resultados hallados entre los niños más mayores (3 a 6 años), el
control inhibitorio muestra una relación negativa con la agresión reactiva y proactiva. En
que mostraron una relación directa con ambos tipos de agresión. Por último, la baja
210
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
reactividad fue la dimensión temperamental que mostró una relación de signo negativo,
contexto del propio calendario evolutivo. Las dimensiones regulatorias del niño evolucionan
con el desarrollo, desde los primeros meses a la edad preescolar (Posner & Rothbart, 1998).
Las habilidades atencionales básicas, con las que el niño nace, junto con el desarrollo del
control atencional hacia los 30 meses, serán el núcleo básico del control inhibitorio y del
sistema de atención ejecutiva una vez alcanzado el primer año de vida (Posner & Rothbart,
1998; Rothbart, 2007; Rothbart, Bates, Damon, & Eisenberg, 1998). A los siete años es
cuando el desarrollo de este control inhibitorio se dará por concluido (Rothbart, 2007). Por
tanto, a partir de los seis o siete años el control inhibitorio adquiere una especial relevancia en
disminuye con el aumento del autocontrol, evaluado mediante la capacidad del niño para
retrasar las gratificaciones (Kochanska, 1993; Rothbart, et al., 1994; Rothbart & Bates, 1998;
Rothbart, et al., 2000), así como por el uso de estrategias de planificación en la realización de
una acción (Eisenberg, et al., 2004). De acuerdo con estos resultados, los datos de nuestro
estudio muestran que los niños con elevados niveles de control inhibitorio presentan, como
conductas.
entrañan un riesgo elevado para su edad. Se trata de una dimensión próxima al constructo de
211
búsqueda de sensaciones (Zuckerman, 1990), que ha sido reiteradamente vinculada con las
Loeber, & Steinhauer, 2002; Renner & Anderle, 2000; Zuckerman, 1990, 1994).
ocurrió en los niños de menor edad, resultó positiva y significativamente relacionada con la
agresión. Como ya hemos indicado, esta dimensión incluye tanto la tendencia del niño a
expresar ira y malestar ante las limitaciones, como la tendencia del niño a experimentar
componentes relacionados directa o indirectamente con la agresión. Los niños que muestran
una elevada emocionalidad negativa presentan un elevado malestar, mayor actividad motora y
una tendencia desarrollar tanto conductas interiorizadas (Kagan & Snidman, 1999; Sanson et
al., 2004), como exteriorizadas, tales como la agresión (Cairns, Cairns, Pepler & Rubin, 1991;
Ledingham, 1991), acorde con la propuesta sobre Afecto negativo-Afecto positivo de Watson
et al. (1988).
El conjunto de estos datos, está en clara sintonía con los hallados por Rothbart (2007)
quien encuentra que las dimensiones temperamentales de ira, bajo control inhibitorio, elevado
positivas, es lógico pensar que se asocie con una menor agresión reactiva. Este dato es
compatible con la idea de Fox (1998), para quien la baja intensidad emocional del niño se
asocia con una mejor autorregulación, necesitando una menor asistencia por parte de sus
212
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
sensibilidad perceptiva (todas ellas incluidas en una misma dimensión) con la ausencia de
agresión reactiva.
en el grupo de 3 a 6 años, sólo tienen significación el control inhibitorio para ambos tipos de
agresión y la baja reactividad para la agresión reactiva. Es decir, los niños con escaso control
tienden a ser más agresivos tanto proactiva como reactivamente, y si además son niños
proactiva han sido relevantes a partir del primer año de vida del niño. Estas relaciones
pormenorizadamente.
significativa entre las pautas de crianza de los padres y la presencia de agresión en los hijos,
así como tampoco ninguna variable relativa a la crianza obtuvo un valor predictivo
ausencia de estas relaciones en los primeros momentos de la vida. Como veremos más
partir de esta edad. No obstante, esto no implica que la intervención de los cuidadores en el
primer año no sea relevante en las manifestaciones de la agresión, sino que viene mejor
213
explicada por variables temperamentales. Como han recogido diferentes trabajos, la crianza
durante el primer año de vida tiene un importante papel en el desarrollo de la regulación del
aparición de problemas futuros de conducta en la infancia (Pettit & Bates, 1989; Shaw, et al.,
1998). Los padres y cuidadores serán a lo largo de los primeros años de vida, una de las
principales fuentes en el aprendizaje del control de la agresión, pero en el primer año de vida
del niño, la agresión no tiene una relación directa con la crianza, será durante el segundo año,
cuando las variables de crianza adquieran un valor más predominante en la conducta del niño.
con la crianza. Por tanto, a partir del primer año, la crianza comienza a explicar de manera
relacionan con la agresión reactiva y proactiva; mientras que sólo el control autoritario se
relaciona de forma exclusiva con la agresión reactiva (de forma inversa). De estas variables
dimensión con mayor valor absoluto. El apoyo social funciona como una variable inhibidora
de la agresión, lo que sugiere la importancia de una red social de calidad que contribuya a la
atención, cuidado y ayuda de los padres en su labor socializadora. El desajuste entre las
demandas inherentes a la crianza y los recursos disponibles con los que cuentan los padres
para satisfacer esas demandas, incrementa el nivel de estrés en el núcleo familiar. Este
(Williford, Calkins, & Keane, 2007), mayor riesgo de mostrar conductas disruptivas (Barry,
214
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Dunlap, Cotten, Lochman, & Wells, 2005; Podolski & Nigg, 2001; Qi & Kaiser, 2003) y la
presencia de prácticas de crianza desadaptativas en los padres que propician las conductas
agresivas (Calkins, Hungerford, & Dedmon, 2004; Kazdin & Whitley, 2006).
Desde una perspectiva bidireccional, los hijos más agresivos o difíciles evocan
actitudes negativas y hostiles en sus cuidadores (Carrasco et al., 2009) que disminuyen sus
niveles de comunicación y satisfacción. En este sentido, algunos estudios encuentran que las
madres de niños difíciles, pierden confianza en ellas mismas, son más vulnerables a la
depresión, y se sienten poco eficaces frente a las madres con niños más fáciles (Jenkins,
Rasbash, & O'Connor, 2003; Leerkes & Crockenberg, 2003). El apoyo a la crianza puede ser
un elemento protector del estrés familiar así como un amortiguador de las actitudes negativas
de los padres hacia la crianza (Rubin et al., 1998; Rubin et al., 2002; Spinrad et al., 2007). Los
padres socialmente aislados pierden oportunidades y recursos para afrontar las condiciones
abuso de sustancias, desempleo, etc.). Por el contrario, las madres con altos niveles de apoyo
social son más consistentes en sus prácticas educativas y utilizan estrategias más inductivas,
menos punitivas y responden con mayor sensibilidad a sus hijos (Rodrigo, Martín, Máiquez y
Rodriguez, 2007). Estos datos avalan la importancia del apoyo social en la crianza de los
satisfacción con la crianza. El agrado con el que los padres o cuidadores se enfrentan a la
crianza de sus hijos, al igual que el apoyo, está muy relacionado con la ausencia de estrés
parental (DeGarmo, Forgatch, & Martinez, 1999; Pong, 1997; Simons, Johnson, Pierce,
215
Los padres satisfechos con la crianza promueven entornos más relajados para los
Respecto a la comunicación que las madres mantienen con sus hijos, en esta franja de
edad, depende, por un lado, de la capacidad del niño para entender y usar progresivamente el
hijo (Diener & Manglesdorf, 1999). Para Shaw (1998) la estimulación verbal a partir de los
24 meses previene la aparición de problemas de conducta en los niños. Otros autores, desde
elevado nivel de respuestas verbales contingentes a las señales de los hijos (Smith, Landry, &
Swank, 2000; Tamis-LeMonda, Bornstein, & Baumwell, 2001), con una alta influencia
positiva en el desarrollo emocional de éstos (Ainsworth, Blehar, Waters, & Wall, 1978;
afectuosas entre padres e hijos y es una pauta educativa propia de los estilos educativos
democráticos y autorizados (Baldwin, 1949; Baumrind, 1967, 1971; Maccoby & Martin,
1983; Musitu & García, 2001; Olson et al., 1979; Schaefer & Bell, 1958). Numerosos trabajos
hostilidad y frialdad con una menor presencia de conductas agresivas en los hijos (Bickett et
al., 1996; Bor et al., 2002; Ge et al., 1996; Gray & Steinberg, 1999; Scaramella et al., 1999;
Webster-Stratton, 1992). Por tanto, el afecto y la comunicación así como los estilos educativos
que la propician son claros factores protectores de los problemas de agresión en los niños.
216
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Siguiendo con las variables de crianza que, en nuestro estudio, se asociaban con la
asociación ha de ser analizada a la luz de la edad de los niños. Si los padres no identifican el
momento evolutivo del niño en relación con su capacidad de autocontrol, las actitudes
capacidad del niño para controlar su conducta se inicia con el control inhibitorio entre los 6 y
12 meses (Putnam & Stifter, 2002), lo observamos parcialmente a partir de los 18 meses y
continúa hasta los 3 años (Kochanska, et al., 2000; Mezzacappa, 2004; Posner & Rothbart,
1998; Reed, et al., 1984; Rueda, Fan, McCandliss, Halparin, Gruber, Lercari & Posner, 2004).
Dado el escaso nivel de autocontrol, entre los niños de menor edad, la promoción de la
autonomía, como actitud parental, puede funcionar más como una actitud de permisividad o
negligencia que como una actitud de verdadera promoción de independencia. El papel de los
agresión reactiva es el uso del control autoritario por parte de los cuidadores (con signo
negativo). Numerosos autores identifican a los padres que utilizan estrategias de control
punitivas, rígidas e inconsistentes, con problemas de conducta en los hijos (Conger et al.,
2003; Deater-Deckard & Dodge, 1997; Dodge, Bates, & Pettit, 1990). Por el contrario, las
normas en un ambiente cálido y afectuoso, son las que favorecen mayor adaptación en los
niños (Baumrind, 1978; Baumrind & Black, 1967; Dornbusch, Ritter, Leiderman, Roberts, &
Fraleigh, 1987; Maccoby & Martin, 1983; Rothbaum & Weisz, 1994; Serbin & Karp, 2004;
Tremblay, 1995). Sin embargo, estos datos de nuevo han de ser analizados considerando la
edad de los niños. A partir de los 9 meses los niños comienzan a desplazarse de forma
217
autónoma, aumentando sus conductas exploratorias sobre todo lo que tienen a su alcance. En
estos momentos, el control de los padres es más directo, pues inhiben a corto plazo la agresión
reactiva. De ahí que en este grupo de edad el control autoritario funcione como una estrategia
relacionadas con la agresión reactiva y proactiva: con signo negativo, el apoyo que reciben
las madres, la satisfacción de los padres y la comunicación de las madres con sus hijos;
exceptuando la promoción de la autonomía ejercida sobre los hijos (con una relación directa),
que pasa, en estas edades, a relacionarse sólo con la agresión reactiva y no con la proactiva.
El incremento de interacciones con los iguales, propio en este grupo de edad, puede explicar
la mayor presencia de agresión reactiva y la facilitación que las actitudes permisivas por parte
de los padres ejercen sobre la misma. Por otra parte, las interacciones con los iguales pueden
estar regulando la agresión proactiva mediante el castigo que el grupo ejerce ante las
conductas proactivas y no a las reactivas del niño. Ello podría explicar que la permisividad de
los padres se asocie en este grupo de edad en mayor medida con la agresión reactiva que la
proactiva.
Si atendemos a las variables de crianza que mejor predicen ambos tipos de agresión,
agresión proactiva, tal y como ocurría en el grupo de edad anterior; y la satisfacción pasa a
inhibir sólo la agresión proactiva. Es posible que los padres satisfechos con la crianza y con
218
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
proactiva. La menor incidencia de la crianza sobre la agresión reactiva puede ser explicada
por la mayor tolerancia que los padres ejercen sobre la agresión reactiva frente a la proactiva.
análisis de interacciones
construcción de un modelo global del que formen parte, tanto las variables temperamentales,
como las sociodemográficas y de crianza, cabe destacar la mayor relevancia predictiva del
temperamento sobre las restantes variables, principalmente en los niños de menor edad. La
crianza en conjunción con el resto de variables adquiere valores predictivos que oscilan entre
el 2,5 y el 9,1%; y las variables sociodemográficas entre, el 0 y el l5,9%. Resaltar que las
interacciones adquieren su mayor valor predictivo en los sujetos de más edad aunque siempre
con valores máximos moderados que oscilan entre el 5,7 y el 10,8%. De forma conjunta,
dimensión con mayor peso específico. A medida que la edad del grupo de estudio es mayor
(edad, clase social) en los modelos predictivos globales; no obstante, se mantiene la primacía
superó el 6% de la predicción al igual que las interacciones. Por último, entre los niños de 3 a
6 años la agresión reactiva se explica, fundamentalmente por las interacciones entre las
219
control inhibitorio en un 14% de la varianza y la crianza (satisfacción y comunicación con los
Por tanto, del análisis conjunto de las variables dentro de un mismo modelo global, se
desprende que las variables relacionadas con el temperamento son las más predictivas de la
agresión infantil a estas edades y que la crianza tiene un valor predictivo moderado que
predice la agresión aisladamente entre los niños de menor edad e interactivamente con el
temperamento y/o las variables sociodemográficas, entre los niños de más edad. Estos datos
son consistentes con las conclusiones a las que llegan Lahey et al., (2008) en un estudio
longitudinal con 1.863 niños evaluados en el primer año de vida y posteriormente a los 4 y 13
años de edad. Los autores mantienen que el temperamento del niño es el mejor predictor de
los problemas de conducta en su primer año de vida; mientras que la crianza adquiere mayor
capacidad preventiva, sólo cuando el temperamento está controlado. Por tanto, los datos
parecen apoyar la idea de que el niño es más permeable a la influencia externa a medida que
crece. Congruentemente con nuestros datos, en edades posteriores a los 3 años, las
previas.
En cada grupo de edad, los modelos explorados con las variables estudiadas en este
trabajo tenían, por una parte, mayores valores predictivos en el grupo de sujetos de menor
edad; y por otra, predecían ligeramente mejor la agresión reactiva en los más pequeños (0-12
y 13-36 meses) y la agresión proactiva en los más mayores (3-6 años). Es decir, las variables
pierden valor predictivo en los niños de más edad; lo que sugiere que, posiblemente, otras
variables diferentes a las estudiadas en esta investigación (e.g., personalidad, relación entre
220
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
iguales, etc) comiencen a adquirir más relevancia en los niños más mayores restando
nuestro estudio (Rothbart, et al., 2001) se encuadran en las tres categorías de mayor nivel:
estudios previos con población infantil y adolescente han mostrado asociaciones robustas de
la agresión con la Conciencia y el Neuroticismo (Carrasco y del Barrio, 2007). Los procesos
individuales y la ampliación de los contextos de socialización del niño/a, a medida que crece,
se hacen más complejos y, por tanto, hallar modelos explicativos con elevados porcentajes de
varianza se torna más difícil. Por otra parte, la mejor predicción de la agresión reactiva en los
más pequeños está en consonancia con Vitaro, Barker, Boivin, Brendgen y Tremblay (2006)
decir, la presencia de interacciones entre las variables predictoras estudiadas, sugiere que la
relación entre una determinada característica temperamental y la agresión está modulada por
los padres en la crianza. Todo lo cual, apoya, en parte, las relaciones transaccionales y
bidireccionales del temperamento con la crianza, así como con las características
sociodemográficas del niño (Bates, 1990; Belsky et al., 1997; Eisenberg et al., 1998;
Eisenberg et al. (1999); Garmezy & Rutter, 1983; Gillion & Shaw, 2004; Hastingns & Rubin,
221
1999; Keenan & Shaw, 2003; Paterson & Sanson, 1999; van Zeijl, et al., 2007; Veenstra et al.,
proactiva y reactiva entre los niños de 3 a 6 años. Aquellos niños entre 0 a 1 año, con altos
niveles de sensibilidad perceptiva muestran elevados niveles de agresión reactiva sólo si sus
positiva/surgencia, mientras que hacia los dos años se relaciona con el esfuerzo de control
(Gartstein et al., 2003). Estas asociaciones entre las propias características temperamentales
pudieran explicar que en los niños más pequeños el efecto interactivo entre aquellas variables
sobre la agresión reactiva. En la misma línea, diversos autores reconocen que un elevado
nivel de actividad se relaciona con problemas de conducta sólo en presencia de una elevada
emocionalidad negativa (Hagekull & Bohlin, 1994; Janson & Mathiesen, 2008; Mathiesen &
predicción de la agresión reactiva: la sensibilidad perceptiva con la clase social del padre; y
agresión infantil. En el primer caso (sensibilidad perceptiva x clase social paterna), los niños
con alta sensibilidad perceptiva muestran mayor agresión reactiva cuando sus padres
pertenecen a una clase social alta; en cambio, cuando los niños poseen bajos niveles de
sensibilidad perceptiva son más agresivos reactivamente cuando sus padres pertenecen a
clases sociales bajas. Los padres de clases sociales altas potencian la agresión reactiva sólo
cuando sus hijos son reactivos, en cambio, los padres de clases sociales bajas lo hacen cuando
222
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
sus hijos son poco reactivos. Es en los primeros años de vida cuando el nivel socioeconómico
de los padres tiene más repercusión en la crianza de los hijos (Lahey, et al., 2008). La baja
sensibilidad perceptiva en los niños parece producir un efecto añadido o acumulador de riesgo
en las clases sociales más desfavorecidas que favorece la agresión reactiva entre los 2 y 3
años; esto puede ser especialmente cierto cuando los niños viven en un entorno deprimido o
entornos que no responden adecuadamente a sus necesidades (Chess & Korn, 1970; McLoyd
& Wilson, 1990; Sameroff, Seifer, & Elias, 1982). Por otra parte existe evidencia de la mayor
riqueza estimular que porporcionan los ambientes de clases sociales altas. Las madres de
clases sociales altas con niveles educativos superiores, utilizan un mayor número de vocablos,
los utilizan con diferentes sentidos, interactúan más con sus hijos, usan un vocabulario más
rico, hablan más, son más responsivas, menos directivas y hacen más preguntas a sus hijos,
evocando un mayor número de respuestas en éstos (Hart & Risley, 1995; Hoff, 2006; Hoff-
Ginsherg, 1991, 1998). Este patón interactivo entre madres e hijos puede explicar el papel
potenciador de las clases sociales altas sobre los hijos con alta sensibilidad perceptiva. En
encontramos que cuando los niños son poco mimosos muestran mayor agresión reactiva
cuando sus madres pertenecen a una clase social baja pero no si es alta. Esto como en el caso
anterior, pudiera ser explicado por la acumulación de factores de riesgo que supone la baja
mimosidad y la pertenencia a una clase social desfavorecida. Sin embargo, cuando se trata de
niños mimosos, éstos son más agresivos cuando sus madres pertenecen a clases sociales más
altas. Los niños mimosos, en general, muestran menos malestar y problemas de conducta
(Stevenson, Thompson, & Sonuga, 1996) debido al efecto regulatorio que propicia el
progenitor ante la mayor receptividad de aquellos. Es posible que las madres pertenecientes a
clases sociales bajas ante niños mimosos favorezcan en mayor medida el control y la
inhibición de la conducta agresiva reactiva por su presencia más continuada en la relación con
223
los hijos o por su transmisión de mayor calidez y apoyo emocional (Gilliom, Shaw, Beck,
Schonberg, & Lukon, 2002; Howes et al., 1995). A veces incluso, el excesivo
intervencionismo de las madres de clases sociales favorecidas (Arcus, 1993; Hofff, 2006)
los hijos (Cole, Michel, & Teti, 1994). Por otra parte, esta interacción puede explicarse debido
a la mayor estimulación que ejercen las madres de clases altas sobre los hijos altamente
receptivos (mimosos) y la mayor riqueza estimular propia de las clases sociales más
favorecidas, lo que puede tener un efecto multiplicador sobre la conducta reactiva del niño.
con la comunicación de los padres con sus hijos. La agresión proactiva aumentaba sus niveles
niveles de satisfacción en la crianza, pero cuando la comunicación de los padres era alta, la
agresión aumentaba si su satisfacción en la crianza era baja. Por tanto, la comunicación de los
también alta los niveles de agresión llegan a su menor expresión. Como vimos en apartados
óptimo en los hijos, siendo la comunicación de los padres uno de los pilares en el que se
fundamenta junto con el afecto (Baldwin, 1948; Baumrind, 1967, 1971; Maccoby & Martin,
1983; Musitu & García, 2001; Olson et al., 1979; Schaefer & Bell, 1958). Además, es el estilo
que se asocia con mejores indicadores de ajuste en los niños. De acuerdo con nuestros datos,
satisfacción de los padres es alto, lo que sugiere la importancia de promocionar estas dos
dimensiones en los contextos familiares. En este grupo de edad, cabe resaltar que emerge por
224
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
primera vez una interacción entre las actitudes parentales sobre la crianza y el temperamento.
Podríamos sugerir en línea con los resultados mostrados en análisis previos, que entre los
niños de más edad, la crianza adquiere más relevancia en relación con la agresión que entre
niños más pequeños, por ello las interacciones entre estos dos grupos de variables se hacen
más patentes.
Otra de las interacciones halladas en el grupo de niños de más edad, fue la interacción
entre el control inhibitorio y la satisfacción en la crianza. Los niños con alto control
inhibitorio sólo inhiben su agresión reactiva, en esta franja de edad, cuando los padres están
satisfechos con la crianza pero no cuando muestran bajos niveles de satisfacción. El papel de
los cuidadores es muy importante en los niños pequeños, al tener limitada su capacidad de
autorregulación los padres son la fuente de regulación de sus primeras emociones (Koop,
1989). Las madres que dan apoyo cuando aparecen las emociones en los hijos, les permiten
interiorizar los objetivos de la crianza (Grusec & Goodnow, 1994; Hoffman, 1983). De nuevo,
El placer de alta intensidad también mostró en los niños de más edad una relación con
la agresión reactiva modulada no sólo por la clase social paterna sino también por la propia
edad del niño dentro del grupo de 3 a 6 años. Recordemos que el placer de alta intensidad del
niño predecía la agresión proactiva en este grupo de edad, asociación que explicábamos por la
1990, 1994) y las implicaciones de este rasgo de personalidad con la agresión y las conductas
Steinhauer, 2002; Renner & Anderle, 2000). La explicación de esta interacción pudiera
hallarse en las siguientes premisas: de una parte, como hemos indicado, la agresión cambia en
225
función de la edad mostrando una tendencia creciente. Por otra parte, el placer con la
estimulación de alta intensidad entraña diferentes riesgos en niños más pequeños que en
niños de más edad; y derivado de este potencial riesgo, cabe suponer que el grado de
tolerancia que los padres tienen sobre este rasgo temperamental en los niños sea diferente a
los tres años, cuando el niño se divierte jugando a ser sorprendido, o a los 5 años cuando
busca la diversión tirándose por una escalera. Todo ello además, parece estar modulado por la
clase social paterna. Los presentes datos muestran que cuando el niño tiene 3 años el placer
de alta intensidad se asoció con mayor agresión reactiva en familias de clase social baja. A
pesar de que a esta edad la agresión es menos intensa que en años venideros y que la
búsqueda de placer entraña pocos riesgos, la tendencia a la búsqueda de alta estimulación del
niño se asocia con la agresión reactiva por la acumulación de otros factores de riesgo
vinculados a la clase social baja. A los 4-5 años entre las clases sociales más bajas los niños
con alto y bajo placer ante la estimulación intensa tiende a mostrar similares niveles de
agresión reactiva. La conducta agresiva a esta edad es más intensa y entraña más riesgos,
puede que el control autoritario asociado a las clases más desfavorecidas contrarreste el
efecto facilitador que produce el placer de alta intensidad sobre la agresión reactiva. Pero lo
interesante, es que a esta edad son las familias de clase social más alta en las que los niños
con bajo placer a la estimulación intensa son los que mostraron más agresión reactiva.
Pensamos que la mayor agresión de estos niños sea debida al mayor grado de sobre-
estimulación que estos padres pudieran ejercer sobre los hijos poco reactivos a fin de
incitarlos o activarlos. Llegados los 5-6 años, cuando la agresión es más frecuente y el placer
de alta intensidad entraña más riesgos para la integridad física del niño, la asociación entre
clase social: mientras que en las clases sociales más favorecidas (altas y medias) son los
niños con alto placer de intensidad los que muestran más agresión reactiva, en las clases
226
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
sociales más desfavorecidas son los niños con alto placer de intensidad los que muestran
menor agresión reactiva. Es posible que las clases sociales más altas estimulen más a los
niños y toleren mejor las conductas de riesgo multiplicando el efecto temperamental (placer
de alta intensidad) sobre la agresión del niño mientras que en las clases sociales más
Análisis de perfiles
las variables temperamentales y de crianza que mejor discriminan entre niños agresivos y no
agresivos en su expresión reactiva y/o proactiva variaban en función de la edad de los grupos
analizados. Entre los niños de 0-12 meses, la mimosidad, principalmente, y la facilidad para
tranquilizarse eran las variables que mejor discriminaban entre grupos con altos y bajos
La diferencia entre los niños de 0-12 meses que manifestaban mayores niveles de
mencionadas (mimosidad y dificultad para tranquilizarse). Los niños con alta agresión
proactiva mostraban menor mimosidad que los reactivos, pero en cambio éstos tenían más
dificultad para tranquilizarse. Como vimos en los análisis previos, la mimosidad es el rasgo
temperamental mejor relacionado con la agresión (con signo negativo), mientras que la
facilidad para tranquilizarse no aparecía hasta ahora como dimensión significativa. Teniendo
que ésta entre los 0 y 12 meses depende del arousal del niño (Calkins, House, Philippot &
227
Feldman, 2004), cabe pensar que la agresión reactiva frente a la proactiva, depende más de la
activación neurofisiológica del niño, especialmente cuando se trata de niños poco mimosos.
negativo fue la que discriminó en mayor medida entre niños agresivos en cualquiera de sus
relacionarse de forma inversa con el malestar del niño (Stevenson et al., 1996), son
parte de los adultos o del contexto del niño. Esto pudiera explicar que los niños con elevadas
puntuaciones en agresión proactiva frente a los que muestran mayor agresión reactiva sean
ser regulado externamente por otros (heterorregulación). Por otra parte, que la mayor
sensibilidad perceptiva y mimosidad del niño hace que éste sea más sensible a la estimulación
externa y por tanto más reactivo a la misma, lo que se traduce ante situaciones de frustración
variable que mejor diferenciaba los niños agresivos de lo no agresivos, principalmente cuando
la agresión es proactiva. Los perfiles resultaron ser más diversos y complejos en este grupo de
228
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
edad que en los anteriores: los niños agresivos además de mostrar escaso control inhibitorio
poseían elevados niveles de reactividad, los padres pertenecían a clases sociales elevadas y se
caracterizaban por dar a los hijos altos niveles de promoción de autonomía. Las diferencias
entre los niños agresivos proactivos frente a los reactivos mostró que los primeros eran menos
reactivos y poseían padres que promocionaban más la autonomía y recibían menos apoyo
social; los sujetos altamente reactivos tenían padres con menor satisfacción en la crianza, eran
menos comunicativos con sus hijos y pertenecían a clases sociales paterna más elevadas.
el rasgo que mejor predice la agresión infantil. Por otra parte, la crianza se revela como la
dimensión que mejor discrimina entre la agresión reactiva y proactiva: los hijos utilizan la
agresión proactiva cuando los padres poseen poco apoyo en la crianza y les permiten
interno futuro. Los estilos educativos permisivos y negligentes, en los que la excesiva
exteriorizados en los niños (Conger et al., 2003; Deater-Deckard & Dodge, 1997; Dodge et
al., 1990; Evans, 2004; O'Connor et al., 1998; Rodríguez, et al., 2009b; Simons et al., 1993).
relacionados con la dimensión de afecto de los padres que de control (Ge et al., 1996; Gray &
Steinberg, 1999; Scaramella et al., 1999), lo que explica que, en el caso de niños con elevada
agresión reactiva, el control de los padres no sea el problema sino más bien la falta de afecto
229
que propicia en los hijos emociones positivas (Carrasco et al., 2009; Dodge, et al., 1997; Ge et
al., 1996; Gray & Steinberg, 1999; Scaramella et al., 1999). Recordemos, en este sentido, el
estudio de Dodge, et al., (1997) en el que encuentra una mayor presencia de agresión reactiva
Del análisis de perfiles conviene destacar que las principales características asociadas
a uno u otro grupo de niños (reactivos versus proactivos) eran similares, lo que puede estar
explicado por la alta correlación entre un tipo y otro de agresión. No obstante, emergían
variables de menor robustez estadística, tanto de temperamento como de crianza, que parecen
asociarse de manera diferencial a un grupo u otro de niños agresivos. Estos datos sugieren
modelos explicativos diferentes para un tipo u otro de agresión, así como medidas preventivas
realizados, los rasgos temperamentales que mejor caracterizan a los niños agresivos son la
baja mimosidad entre los niños de 0 a 12 meses por no tener desarrollado el autocontrol
meses y el bajo control inhibitorio entre los niños de 3 a 6 años, que refleja la dificultad en
estas edades de retrasar las gratificaciones (Kochanska, 1993; Rothbart, et al., 1994; Rothbart
et al., 1998; Rothbart, et al., 2000). Por su parte, la crianza va adquiriendo influencia
Coherentemente con los resultados anteriores, la relevancia de variables externas al niño, tales
como los hábitos de crianza parentales o la clase social del padre adquieren mayor valor
230
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Modelos explicativos
De acuerdo con los análisis previos se exploraron diferentes modelos tomando las
variables relevantes. Las dimensiones que se han mostrado más influyentes sobre la agresión
infantil son dos, en los tres grupos de edad, una del temperamento del niño y otra de las
pautas de crianza que establecen los padres; en los tres modelos el valor de la influencia del
el grupo de 0-12 meses la mimosidad, variable temperamental (Garstein & Rothbart, 2003;
Rothbart et al., 2001), y el apoyo, variable de crianza (Calkins, Hungerford, & Dedmon,
2004; Kazdin & Whitley, 2006), ambas con signo negativo, como definitorias del modelo. En
Lover, 1997; Berkowitz, 1990; Eisenberg, et al., 2007; Hubbard, et al., 2002; Kuppens, et al.,
2007; Lorenz, 1966; Rothbart et al., 2006; Spielberger & Díaz-Guerrero, 1983; del Barrio,
1989), ambas con signo positivo, delimitan el modelo. En el grupo de 3-6 años, el control
inhibitorio, variable de temperamento (Kochanska, 1993; Rothbart, et al., 1994; Rothbart &
Bates, 1998; Rothbart, et al., 2000; Rothbart, 2007), aparece como dimensión más influyente
y la satisfacción de los padres en la crianza (Fabes, Eisenberg, Jones, Smith, Guthrie, Poulin,
Shepard & Friedman, 1999) con un valor menor, ambos con signo negativo, concretando
ambos el modelo. Según nuestros datos, la fuerza de la influencia que ejerce el temperamento
sobre la agresión infantil es superior al de la crianza, en los tres grupos de edad, aunque la
las que mejor explican la agresión infantil. El temperamento tiene más importancia que la
231
nuevo, como hemos discutido en párrafos anteriores, que las variables más importantes son la
mimosidad, la tolerancia a la frustración y el control inhibitorio. Dado que los modelos tienen
un ajuste perfecto, ya que las variables fueron seleccionadas a los análisis previos, estos
modelos serán presentados como una propuesta explicativa provisional más que definitiva. El
valor final de los modelos nos sirve como utilidad práctica para aplicar programas de
intervención con el peso de cada una de las dimensiones sobre la agresión infantil.
El presente trabajo cuenta con algunas limitaciones que restringen el alcance de los
sobre los mismos. En primer lugar, la evaluación sobre las diferentes medidas se han
edades de los sujetos. Si bien hemos analizado diferentes grupos de edad, lo que nos ha
agresión a lo largo del tiempo mediante análisis longitudinal de las medidas, ni explorar el
segundo lugar, las fuentes informantes empleadas en este trabajo se han limitado a la
información suministrada por los padres. Tal y como es admitido en el campo de la evaluación
(Achenbach & Rescorla, 2007; Achenbach, 2009; del Barrio, 2002). La información aportada
exclusivamente por una fuente introduce sesgos en la evaluación del niño y generalmente
232
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
aporta datos relativos al contexto, en el que la fuente en cuestión participa. Los padres
muestran una elevada deseabilidad social cuando informan sobre sus hijos (Rodríguez, del
Barrio, & Carrasco, 2009a) y suelen tener más información sobre el contexto familiar frente al
contexto escolar o social del niño, para los cuales los educadores o profesores poseen
información más detallada. No obstante, es sabido que los padres son una buena fuente
informante, tanto para los problemas exteriorizados del niño como para sus hábitos cotidianos
y personales (Canton et al., 2000; Carrasco, Holgado, Rodríguez, & del Barrio, 2009;
Rodríguez, del Barrio, & Carrasco, 2009b), especialmente a edades en las que pasan gran
parte de su tiempo con ellos. Una tercera limitación de este trabajo, se debe a la identificación
de conductas agresivas en los niños de menor edad. En tercer lugar, los padres de los niños
más pequeños (de 0 a 9 meses) poseían algunas dificultades para identificar en sus hijos
ciertas conductas agresivas, en la medida que ellos no las interpretaban como tales. Por
ejemplo, la conducta “da patadas” no es asimilada por los padres como tal cuando el niño
“mueve bruscamente sus piernas”; o la conducta “da puñetazos” los padres no la identifican
como tal cuando el niño “mueve bruscamente sus brazos”, etc. El escaso impacto que a estas
edades tienen estas conductas sobre los otros hace que no sea percibida como agresión, sino
más bien como simples conductas motoras, lo que introduce un sesgo en la evaluación de
estas conductas. El instrumento de evaluación debería, tal vez, incluir la descripción de las
conductas de una manera más topográfica u operativa a fin de que fuera más sensible a la
cabe mencionar que el grupo de 0 a 12 meses tuvo un tamaño reducido (n = 79) por las
dificultades que entraña acceder a este grupo de edad; si bien la estimación del tamaño de la
muestra a esta edad fue apropiada. Un número mayor de sujetos en este grupo hubiera
permitido una mayor generalización de los resultados. En cuarto y último lugar, habría que
indicar que los modelos explicativos obtenidos suponen una primera aproximación al estudio
233
de relaciones “causales” entre el temperamento, pautas de crianza y la agresión. Los modelos
enriquezcan la teoría.
De acuerdo con las limitaciones mencionadas, futuros trabajos intentarán superar las
reactiva. Ello nos permitirá explorar con precisión la evolución de la agresión infantil
a lo largo de los años y determinar las franjas de edad de mayor riesgo sobre las que
sólo a partir del contexto familiar sino de otros contextos de los que participe el niño y
a los que las otras fuentes tienen acceso. La conducta agresiva de los niños es más
evidente en el contexto entre iguales que en un contexto adulto. Por otra parte, los
profesores por su reiterado contacto con niños de diferentes edades, así como por su
234
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
d) Replicar con diferentes muestras en las que las puntuaciones de las variables tenga un
clases sociales extremas) para explorar las relaciones halladas en el presente estudio.
conducta agresiva de los niños en edades muy tempranas y, por otra la implicación que las
como a educadores, con estas variables para posibilitar la identificación de las conductas
reconducidas o atemperadas con la adecuada actuación de los adultos y, por tanto, los niños
con poca mimosidad, con elevados niveles de frustración/afecto negativo o escaso control
inhibitorio, deben alertar a sus padres y educadores para poner en marcha los ajustes
necesarios. Especialmente, cuando estos niños crecen en entornos familiares en los que la
235
A nivel escolar, el diseño del Proyecto Educativo debiera ya contemplar, antes de los
seis años, la adaptación curricular a las características individuales del niño (temperamento) y
a su primer entorno sociabilizador (la familia). Una visión biopsicosocial, permitirá trabajar
derivado de los factores externos socioambientales, con la finalidad de inhibir las conductas
agresivas en los niños más pequeños y prevenir así su cronicidad en edades adultas.
Progenitores y educadores deben familiarizarse con los rasgos temperamentales de los niños y
con las características de crianza que inciden en mayor medida en un buen desarrollo del
de los adultos no puede ser similar para todos los niños sino que, según sus características,
ciertas pautas educativas son más adecuadas que otras. A nivel familiar, variables como la
satisfacción con la crianza, la comunicación con los hijos o el apoyo recibido se han mostrado
con un importante valor predictivo. Debemos, por tanto, facilitar la instauración de estas
deben estar en la base de la contención de la conducta agresiva infantil. Contar con una buena
red social de ayuda que facilite el apoyo a las familias con hijos menores de 6 años,
el desarrollo de sus hijos, las características temperamentales de éstos, así como las actitudes
de crianza que mejor favorecen el ajuste de los hijos, permitirá prevenir la agresión infantil.
Las familias en función de su clase social también requieren una atención diferenciada
según las necesidades de los padres, para lo cual este trabajo aporta datos significativos: la
236
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
control sobre los hijos, pueden ser elementos vinculados a la clase social que medien en la
Desde el punto de vista clínico, a pesar de que no hay demanda frecuente por
problemas de agresión en la primera infancia, cabe destacar la labor preventiva del psicólogo
en la crianza por parte de los padres, han de ser objeto de análisis e intervención. Esto
permitirá una labor preventiva para inhibir las conductas agresivas en la infancia y por ende
en edad adulta. Las conductas agresivas en la infancia son la antesala de gran parte de los
reseñables. En este sentido, la necesidad de seguir indagando sobre el valor explicativo del
diferente en los distintos grupos de edad. El peso de unas variables frente a otras ha variado
en cada grupo de edad, lo que indica la necesidad de afinar modelos explicativos así como
importancia en establecer las variables asociadas se justifica por las implicaciones sobre el
futuro ajuste que tienen estos patrones. Conviene pues seguir explorando qué ocurre en el
ajuste infantil cuando un niño muestra un patrón más reactivo que proactivo o viceversa. Para
237
negativo, control inhibitorio), así como dimensiones de la crianza (e.g. satisfacción con la
validez de constructo en relación con la agresión. Por tanto, son dimensiones relevantes que
presentes resultados proporciona una importante base para el diseño de acciones preventivas a
esta variable ha resultado ser de gran relevancia, posiblemente por el incremento del
estrés familiar al que están sometidas dadas las mayores necesidades y demandas
directas que los hijos a estas edades muestran de sus padres. Conocer mejor las
238
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
b) Muy relacionado con lo anterior, entre los niños de 3 a 6 años, el apoyo parental es la
pieza fundamental a partir de la cual, los padres pueden encarar los cambios de los hijos
educar a los hijos, especialmente en familias de riesgo cuyos hijos muestran elevados
niveles de agresión. Esto supone proveer de una sólida red social de apoyo a las familias
desde las escuelas infantiles y la sanidad pública, donde los padres puedan recibir el
educativas para ello (Cerezo, 1997; del Barrio, 2000; del Barrio, Carrasco, Rodríguez,
& Gordillo, 2009; Méndez, 1998; Serrano, 1997), tales como extinguir las rabietas en
los hijos, potenciar conductas alternativas positivas ante las situaciones de frustración,
demorar la respuesta a las exigencias del niño y enseñarles a aguantar, reforzar las
puedan resolver con éxito para aumentar sus sentimientos de competencia y eficacia.
contingencias para saber premiar y castigar de manera acertada (e.g., refuerzo positivo
de las conductas adecuadas, extinción, costo de respuesta y tiempo fuera para las
239
conductas negativas), eliminar pautas hostiles, punitivas, permisivas y negligentes son
dimensión crucial entre los niños de 3 a 6 años para la prevención de las conductas
agresivas. Proporcionar y enseñar estrategias que ayuden a los padres a potenciar esta
manejo emocional.
hacia actividades con una peligrosidad controlada y ajustado a la edad del niño y a su
tendencia ha de ser regulada especialmente en aquellos niños que buscan y disfrutan con
f) Las clases sociales desfavorecidas, los varones y los niños de más edad son poblaciones
240
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
Conclusiones
En relación con el objetivo específico 1 “Analizar las relaciones entre las características
conducta agresiva, sin embargo existirá un patrón temperamental diferencial entre las
con la agresión proactiva y positivamente con la reactiva”; y 1.2, “Esperamos que la baja
regulación, por una parte, y la emocionalidad negativa, por otra, se asocien más con la
agresión reactiva que con la proactiva”. Los resultados indican que existen relaciones
conductas agresivas. En el grupo de 0-12 meses aparece una asociación entre la actividad
motora del bebé con la agresión proactiva de forma exclusiva, y de la aproximación con
la agresión reactiva. Conjuntamente con ambos tipos de agresión aparecen relaciones con
la mimosidad (de signo negativo y con mayor valor con la agresión proactiva), malestar
ante las limitaciones y miedo (con esta dimensión la relación que encontramos con la
241
agresión reactiva fue mayor que con la proactiva). En el grupo de 13-36 meses la
asociaron con las variables temperamentales frustración/afecto negativo (mayor peso con
baja reactividad se asocia sólo con la agresión reactiva (con signo negativo).
la falta de regulación se asociarán con la conducta agresiva, sin embargo existirá un patrón
“Esperamos que la baja regulación, por una parte, y la emocionalidad negativa, por otra,
baja regulación (en el grupo de 0-12 meses, con signo negativo, la mimosidad, la
242
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
negativa (en el grupo de 0-12 meses, el malestar ante las limitaciones, el miedo, la
La hipótesis 1.2 se rechaza. Las variables que denotan emocionalidad negativa y/o
reactiva. Incluso en algunos casos fue la baja regulación la que mostró una mayor
asociación con la agresión proactiva que con la reactiva, como fue el caso del
control inhibitorio en 3-6 años. Se cumple sólo con algunas de las variables que
denotan baja regulación y está en función de la edad de los sujetos: entre los niños
de 0-12 meses y 3-6 años, las dimensiones temperamentales de malestar ante las
mediana magnitud con los dos tipos de agresión, aunque el valor fue superior con
la agresión proactiva.
243
En relación al objetivo específico 2, “Analizar las relaciones entre las pautas de crianza de
los padres y las conductas agresivas proactivas y reactivas en los hijos” y en respuesta a la
nos indican que en el grupo de 0-12 meses no existe ninguna asociación significativa entre
las conductas agresivas de los niños y las pautas de crianza establecida por los padres. En
el grupo de 13-36 meses el control autoritario de los padres se relaciona, con signo
negativo y en exclusividad, con la agresión reactiva, mientras que el apoyo que reciben
establecen con los hijos, tienen una asociación negativa con ambos tipos de agresión; por
su parte, la autonomía que dan los padres a sus hijos tiene una relación con la agresión de
del niño y las pautas de crianza de los padres que facilitan e inhiben la agresión proactiva
244
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
la agresión reactiva más que la proactiva”; a la hipótesis 2.3 “Esperamos que las
la hipótesis 6 “Los resultados finales mostrarán que el modelo que mejor se ajuste a los
datos será el que incluya variables temperamentales y de crianza”; a la hipótesis 7 “Si bien
primeros años las variables relacionadas con la emocionalidad negativa tengan más
245
relacionadas con el autocontrol adquieran más notoriedad entre los niños de más edad”; y
a la hipótesis 7.2 “Esperamos que las variables de crianza adquieran mayor valor
predictivo entre los niños de más edad en relación a la agresión”. Nuestros datos indican
variable temperamental que inhibe la agresión, en sus dos acepciones; en el grupo de 13-
muestra de 3-6 años la baja reactividad inhibe sólo la agresión reactiva y el control
de las características de crianza, nuestros datos revelan que en el grupo de 0-12 meses la
crianza no predice agresión en los niños; en 13-36 meses la comunicación de los padres
con sus hijos inhibe la agresión reactiva y la autonomía que los padres permiten a sus
hijos predice la agresión proactiva y el apoyo que los padres reciben inhibe este tipo de
agresión. En este grupo de edad la satisfacción parental inhibe ambos tipos de agresión.
En el grupo de 3-6 años la comunicación con los hijos y la satisfacción con la crianza
dimensión temperamental que inhibe ambos tipos de agresión; en el grupo de 13-36 meses
inhibitorio inhibe ambos tipos de agresión, mientras que la baja reactividad sólo inhibe la
246
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
como inhibidora), el malestar ante las limitaciones, la sensibilidad perceptiva (que inhibe)
interacciones entre mimosidad por estatus del padre y mimosidad por el estatus social de
autonomía. En el grupo de 3-6 años, la agresión reactiva resulta de las interacciones del
control inhibitorio por la satisfacción con la crianza (que modifica el patrón de relación de
estas variables analizadas individualmente) y el placer alta intensidad por la edad del niño
por la clase social del padre (modificando el patrón de relación entre las variables); la
agresión proactiva se predice por el control inhibitorio (con capacidad para inhibirla) y la
247
predecirán en mayor medida la agresión reactiva que la proactiva”; rechazamos la
rechazamos la hipótesis 6 “Los resultados finales mostrarán que el modelo que mejor se
reactiva”; rechazamos parcialmente la hipótesis 7.1 “Esperamos que en los primeros años
las variables relacionadas con la emocionalidad negativa tengan más relevancia que en
autocontrol adquieran más notoriedad entre los niños de más edad”; no rechazamos la
hipótesis 7.2 “Esperamos que las variables de crianza adquieran mayor valor predictivo
de la agresión.
248
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
niños de 0-12 meses ni entre los de 13-36 meses. No obstante entre los de 3-6 años,
proactiva.
grupo de edad, tiene mayor peso que si analizamos por separado las variables que
249
predictiva de las características sociodemográficas como la edad del niño y la clase
los sujetos de menor edad que en los de más edad, las variables que indican
proactiva.
de las variables estudiadas que discriminan entre sujetos con bajos y altos niveles en cada
uno de los tipos de agresión (proactiva y reactiva)”, nuestros datos indican que en el
grupo de 0-12 meses la mimosidad fue la variable que diferenciaba a los sujetos de uno u
otro grupo. Los perfiles de variables entre el grupo de sujetos proactivo y reactivo fue
bastante parecido, al caracterizarse por una baja mimosidad y alta dificultad para
tranquilizarse. En el grupo de 13-36 meses los niños con altas puntuaciones en agresión
proactivo que reactivo. En el grupo de 3-6 años apareció un patrón más complejo y
reactividad con padres de clases sociales elevadas y con poco apoyo, comunicación y
autonomía y baja reactividad fueron más robustas; y en el grupo que usaba la agresión
250
Tesis: temperamento y crianza como moduladores de la agresión proactiva y reactiva en 0 a 6 años
reactiva las variables con mayor peso respecto al primero fueron la satisfacción en la
comportamiento agresivo en los niños”. Nuestros datos han permitido construir un modelo
de análisis de vías por cada grupo de edad: en el grupo de 0-12 meses la mimosidad y el
variables temperamentales y de crianza más relevantes, así como del conocimiento de sus
actuación entre las que cabe destacar el fomento de la mimosidad junto con el apoyo a los
padres entre los niños de 0-12 meses; favorecer la tolerancia a la frustración y supervisar
la autonomía de los hijos entre los niños de 13-36 meses; e instaurar el control inhibitorio
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