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“El Discurso del Poder”

El Sistema de poder y su necesidad moral


de justificar su existencia

Lutz Alexander Keferstein Caballero


Una tensión aparente y una real

Las relaciones de poder entre humanos son intrincadas y complejas. Es-

tas se despliegan en el interior de la vida en tan variadas maneras y diferentes

niveles que parecieran camuflarse, volverse imperceptibles, o, en caso de ser

descubiertas, inocuas; sin embargo lo que les da vida, esto es, el poder, es uno,

y su esencia se refleja en sus efectos: la dominación, la sujeción del individuo y

de su conjunto con las desastrosas consecuencias que se evidencian con un

simple vistazo a la historia y actualidad de la vida humana tanto en lo individual

como en lo colectivo. Invasiones que van desde la privacidad de la persona has-

ta el robo de territorios y recursos a una nación, enajenación del individuo y del

producto de su trabajo, hambruna, epidemias y muertes sin sentido, son sólo los

primeros ejemplos que a mi mente vienen. Por esto mismo, y con miras a evitar

en lo posible formar parte de y reproducir este sistema de poder, se hace nece-

sario comprender su esencia y no pasar por alto que esta naturaleza, sea cual

sea la manera en la que se esconda, el nivel en el que actúe o los mecanismos

que utilice, nunca cambia.

Paralelamente, dentro del humano se encuentra una tensión tripartita.

Primeramente, de la manera como la entendemos, la naturaleza misma implica

esas relaciones de poder, por lo que parecieran inseparables del mundo en cuyo

interior nos encontramos. Sin embargo es innegable que dentro de la naturaleza

humana existe otra fuerza cuya génesis es irreductible, creadora de fronteras a

los actos humanos, esta es un sentido moral que fuerza al humano a encontrar

una garantía para toda acción que lleve a cabo, en forma de justificación para

2
consigo o para con los demás, de que aquella se apega a los parámetros de lo

que se considera debe ser, indiferentemente de si la escala de valores a respe-

tar es producto de la cognición individual o de la transmisión cultural. Al mismo

tiempo y como una tercera punta del triángulo, el humano, tiene capacidad de

desear, y tras el deseo, el humano actúa o pretende actuar, la voluntad se hace,

pues, presente y con esta presencia el ejercicio de acciones que van encamina-

das a ver su fuerza genésica materializada. El ejercicio de la voluntad pareciera

encontrarse en tensión directa con la moral y no así con el poder, tan es así que

hay quienes han confundido estos términos empleándolos como sinónimos, así,

el poder y la voluntad terminan fusionados a los ojos inexpertos, tal vez, sólo tal

vez, por así convenir a intereses de los ojos expertos. Clarificaré en las líneas

que siguen esta afirmación.

Pareciera innegable que el pensamiento moral y la capacidad de concien-

ciarlo fueran dos de las características que distinguen al hombre del resto de los

seres del mundo. Por su parte el poder, así lo percibimos reflejado en los actos

de los demás seres de la naturaleza, esta presente siempre. Cualquier ser, por

principios naturales de supervivencia, asemeja actos de dominación sobre quie-

nes ponen en peligro su supremacía o sobre quienes la garantizan por medio de

su muerte, de su cuerpo, de su carne, que se transformará en vida para el pri-

mero. La voluntad, sin embargo, parece encontrarse en un punto medio pues los

animales presentan conductas que permiten aceptar la posibilidad de existencia

de voluntad en ellos, definitivamente un animal sabe lo que quiere, sin que pue-

3
da yo garantizar que tengan consciente, en la medida humana de conciencia,

que lo quiere.

Las tres figuras tienen como punto en común la operación, esto es, el accionar, y

sin embargo su distinción se deriva de los espacios de existencia hacia o en los

que se despliegan las acciones del sujeto. Primeramente, el poder se ejerce ab-

solutamente en y hacia lo hetero-existente, hacia el y lo otro, en el mundo del y

de lo otro; se manifiesta en actos encaminados a forzar lo que está en el exterior

del sujeto actuante, a operar, activa o pasivamente, conforme a los deseos del

mismo, en otras palabras, aquel que ejerce poder va buscar que todo aquello

que le rodea lleve a cabo acciones que se alineen a sus deseos, evite hacerlo en

caso de que los contradigan y –un tercer nivel de dominación más maquiavélico

aún, evite las acciones que el sujeto de poder quiera sean evitadas. Segunda-

mente, la voluntad, por el contrario, se ejerce no hacia el exterior, sino sólo en el

exterior. Esto es, el sujeto-voluntad al actuar lo hace conforme a sus deseos y se

resiste a toda limitación de sus acciones que el sujeto-poder quiera imponerle,

pero respeta lo que reconoce como la voluntad de lo que le rodea. Quien actúa

conforme a la voluntad pura no domina a nadie, pero exige no ser dominado.

Sus deseos y acciones, como lo mencioné hace unas cuantas líneas, no van en-

caminados hacia lo externo, sino hacia el interior mismo del individuo ejercitador,

pues el resultado es esa peculiar sensación de absoluta independencia y libertad

–muy parecida a la felicidad– que nada tienen que ver con el efímero y oscuro

placer del sometimiento de lo otro, implican auto y hetero-conciencia, esto es,

conocimiento de uno mismo así como reconocimiento de lo demás y del derecho

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que este por su parte tiene al ejercicio de su propia voluntad. El ejercicio de la

voluntad pura requiere entonces el nivel más elevado de conciencia que el

humano pueda tener en su accionar mundano, esto es, la moral, pues sólo tras

la cooperación de estas particularidades de la razón se puede dar como resulta-

do tanto la renunciación al poder –sea este entendido como una característica

natural animal, lo que terminaría de elevarnos por sobre los animales (para

quien disfrute con ese concepto de superioridad humana, de quienes me exclu-

yo) o como reflejo de la soberbia humana–, causa generadora de todo sufrimien-

to en el mundo, como el respeto de nuestra propia esencia, el descubrimiento de

nuestro ser. Finalmente, la moral se ejerce hacia y en el espacio interno del indi-

viduo. El sujeto se convierte al mismo tiempo en el objeto de la moral rectificado-

ra de su propio accionar, se transforma, pues en un sujeto-objeto, activo y pasi-

vo. No cabe duda de que la moral es producto de la razón humana; es por lo

tanto resultado de una función interna del humano y trabaja a la par de la volun-

tad, coadyuvándola – al indicarle al individuo lo que realmente quiere, lo que ya-

ce realmente en la esencia de su ser, en la forma de lo que Kant llamó imperati-

vos categóricos, esto es, juicios que la razón hace sobre acciones penetrándolas

de una esencia de necesidad–. Es pues la moral una de las funciones de la

razón, que al mismo tiempo se ayuda de y coopera con diversas otras funciones,

dando como resultado normas de conducta que implican reconocimiento y con-

ciencia de uno mismo y de las esferas exterinas de acción, ya que estas no

serán sino un reflejo idéntico de lo que la voluntad del sujeto-objeto le dicte. Sal-

ta a la vista entonces que, mientras que la moral y la voluntad son producto-

5
función de los niveles más humanos de la razón, el poder es producto de niveles

de la razón mas relacionados con la de los animales. Se desprende fácilmente

de las líneas anteriores, y contrariamente a lo que se ha expresado, por quienes

aun confunden los impulsos (poder) con los deseos (voluntad-moral) y el pen-

samiento (como producto de la razón humana, cuya función seria englobar las

figuras anteriores y traducirlas en construcciones lingüísticas e imágenes, sin por

ello deberse confundir con ellos), que la tensión más clara se da entre la volun-

tad y el poder, y no así entre aquella y la moral.

Estas dos erróneas creencias tradicionales, esto es 1) la confusión poder-

voluntad y 2) la tensión voluntad-moral, cuyos nacimientos pudieran ser el pro-

ducto de un sofisma o un paralogismo –tema que nos ocupará mas adelante,

son aceptadas fácilmente pues, por una parte, los tres parecieran ser impulsos

(aunque sólo aceptaremos al poder como producto de estos, por pertenecer los

últimos a la parte instintiva del humano y/o a los niveles más básicos de la

razón), los cuales son percibidos-concienciados por el individuo actuante de ma-

nera interna y sin embargo sólo son el poder y la voluntad las que encuentran

expresión externa por medio de acciones, por lo que se daría la apariencia de

identidad [entre ellas] y antagonismo con la moral. Esto es, mientras que la mo-

ral y la voluntad son producto de una razón superior evolutivamente hablando

(lógica, metafísica y biológica), el poder lo es de los niveles más básicos de la

constitución integral humana razón/mente-cuerpo. El poder es un mero meca-

nismo básico de supervivencia, en un mundo en el que lo único que pone en pe-

ligro la supervivencia del individuo mismo, es precisamente ese mecanismo de

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defensa, pues al traducirse en actos lo hace en forma de todas las atrocidades

particulares de las que se puede ser testigo con el solo estar enterado del día a

día en cualquier nivel de la vida humana en y su relación con este planeta: des-

de el pegarle a los niños para ‘corregirlos’ –imponiéndoles así una verdad ajena

y sujetando su voluntad–; postrarse frente a un salón de clases como el posee-

dor de un conocimiento que se encuentra acabado –cerrándole así al alumno las

puertas al descubrimiento individual y volviéndolo apático frente al conocimiento,

robotizándolo y convirtiéndolo en un mero engrane más del proceso de produc-

ción–; o bombardear un país y a su pueblo, imponiéndoles la cultura, ideología y

forma de gobierno propias, acto que, sin importar el pretexto, no tiene justifica-

ción alguna.

De la necesidad que tiene la concentración del poder en un organismo, de


justificar su existencia.

La única manera de comprender los mecanismos de poder de manera

global es llevando a cabo un análisis en ese mismo nivel, entendiendo por ello,

lo que Foucault mencionaba como macro y microfísica del poder, a la vez que de

las formas de concatenación, despliegue y ejecución entre y en estos niveles.

Sin embargo y dadas las concientes limitaciones del presente ensayo, derivadas

más de su extensión que de la imposibilidad del poder de ser íntegramente en-

tendido, me limitaré a analizarlo sólo dentro de su macrofísica, más particular-

mente en referencia a su despliegue en la sociedad, a partir de las necesidades

que la misma tiene de manera perenne y su satisfacción, como la defensa de la

existencia de las instituciones de poder económicas y políticas (requerida nece-

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sariamente como la justificación a cualquier acto humano, esto es, derivada sin

remedio alguno de las funciones éticas de la razón), inventada y/o creída por -e

introyectada en la mente de las sociedades- individuos dirigidos por su bestial

impulso de poder y en cuyas manos se encuentran, entre otras, las esferas polí-

ticas y económicas.

La necesidad de legitimación del Estado es generada bilateralmente por,

de un lado, la gente que someterá sus libertades naturales y, del otro, por aque-

llos que a partir del momento de la formación del órgano receptor y ejercitador

del poder público, se convertirán materialmente en lo que en inglés, muy atina-

damente, se define como los decision-makers. En otras palabras, cualquier ac-

ción humana está impregnada del sentimiento moral interno que conmina a los

humanos a explicar racionalmente los motivos fuente de sus actos, los cuales

tienen que ser, por su parte, conforme a una determinada escala de valores

aceptada ya sea por el individuo o la sociedad, dependiendo quien sea el actor.

Debido a que el acto de conformación de un Estado pertenece claramente a la

esfera de lo humano, las partes actuantes en este proceso deben encontrar una

razón que lo justifique. Así pues ni siquiera el Estado puede escapar de la moral.

En el más estructuralista de los sentidos, el Estado, que se divide en in-

contables sedimentos para facilitar su organización y fomenta la creación de

grupos de personas dentro de cada uno de estos sedimentos, que se darán a la

tarea de encontrar cualquier número de razones tanto abstractas como pragmá-

ticas que expliquen y con ello encuentren la justificación arriba mencionada al

igual que cualquier otra que se necesite conforme el desarrollo y evolución de la

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estructura organizacional del Estado y sus acciones. Estos sedimentos pueden o

no formar parte directa y oficial del Estado, pero ya sean organismos centraliza-

dos o no gubernamentales, todos se encuentran concatenados en la cima más

abstracta de la organización social, pues al llevar a cabo acciones y al definir

verdades se hace evidente que todos son organismos de poder y por lo tanto

dirigidos por los principios inherentes a este. El anillo central al que todas las es-

tructuras sociales están eslabonadas es el poder. Hay que imaginarse pues un

círculo en el que el Estado, que regulará a los individuos, está a su vez regido

por principios esenciales a éste, el cual encuentra su origen en los individuos.

Una cantidad no pobre de filósofos, sociólogos, antropólogos y demás es-

tudiosos del humano, sus sociedades y estructuras –que podríamos entender

como parte de los ‘expertos’ a quienes Foucault hace referencia– han concluido

al humano como un ser en cuyo estado natural tiende a presentar conductas

caóticas y destructivas para el conjunto de aquellos de su misma especie. Hob-

bes en su De Cive expresa claramente –retomando la frase de Plautus “Homo

homini Lupus est”, la tendencia que él percibía en el humano a los actos anima-

lescos de violencia y sometimiento de su prójimo llevados al máximo posible, por

lo que afirma la creación del Estado, figura abstracta que detenta, y por consi-

guiente representa, la concentración del poder de todos los individuos pertene-

cientes a una colectividad políticamente organizada, como constituido sobre la

expectativa de satisfacción de necesidades colectivas. El Estado tiene pues una

génesis meramente utilitarista por medio de mecanismos abstracto-hipotético-

contractuales, donde los ciudadanos le transfieren al Soberano sus libertades de

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acción subjetivas y políticas, dirigidos por el principio de utilidad. Esta teoría tie-

ne varias implicaciones abstractas. En primer lugar lleva en si la idea de una ca-

pacidad ya racional del humano a concluir sintéticamente a priori su beneficio

personal a partir de la renunciación a sus libertades originarias, por lo que súbi-

tamente salta de un estado natural a uno político sin más mediación que la su-

posición de ver sus necesidades satisfechas. Más importante aún, la explicación

contractualista del nacimiento del Estado delinea el camino de la justificación éti-

ca que quienes lo manejan necesitan para el ejercicio de un poder ya no indivi-

dual, sino multiplicado por cada uno de los individuos que dan vida al cuerpo so-

ciedad-nación y después concentrado en un grupo de gobernantes. De todas las

teorías del surgimiento del Estado, la contractualista pareciera ser la más recu-

rrida en el discurso del sistema.

El hecho de que esta aceptación se de a pesar de que conlleva graves

inconsistencias tanto de tipo teórico-abstracto como empírico se convierte en un

elemento indispensable de análisis por el lugar privilegiado que tiene la figura en

el mundo discursivo político-social. Analizaré primero sus inconsistencias, par-

tiendo de un principio establecido inteligentemente por Jürgen Habermas1: Por

definición, la realización de todo contrato requiere que ambas partes estén con-

cientes de los efectos que el contrato2 traerá. La teoría del contrato social parte

de que previo a la fundación del Estado, el ser humano se encontraba en un es-

tado de naturaleza donde su visión de la vida es básicamente egoísta y carece

1
Habermas, Jürgen, Faktizität und Geltung. Beitrage zur Diskurstheorie des Rechts und des
demokratischen Rechtsstaats, Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, Alemania, 1994.
2
Un contrato se define como el acuerdo de la voluntad de dos o mas partes con la finalidad de
crear o transferir, derechos y obligaciones. Y requiere, para tener validez, la forma, licitud en el
objeto, motivo o fin, ausencia de vicios del consentimiento y capacidad de las partes.

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de la capacidad de abstraer el mundo desde la perspectiva de la segunda per-

sona, trayendo esto como consecuencia un constante y continuo choque de

fuerzas fácticas, por lo que se hace necesario un órgano limitador del accionar

humano que concentre las fuerzas de los individuos y las regule. Se desprende

lógicamente de este análisis habermasiano que la teoría del contrato social im-

plica, pero no explica, cómo el individuo en su estado natural pasa de un accio-

nar definido por la conceptualización en primera persona (yo, mi, me, mio) a la

aceptación de la existencia de otro tipo de conceptualización mucho más com-

plejo, esto es, el previo reconocimiento de la existencia de la perspectiva de la

segunda persona del singular (tú, te, a ti, tuyo) y su posterior fusión para la es-

tructuración abstracta de ideas formuladas en la primera persona del plural (no-

sotros, a nosotros, nuestro). Aunque pareciera irrelevante, esta falla explicativa

es crucial en tanto que es precisamente esa incapacidad de conceptualización

en la mente de aquello que se concibe como ser humano natural lo que trae

consigo el caos que el Estado pretende resolver a cambio del sometimiento del

individuo y su conjunto. Se genera entonces una petición de principio, pues la

causa de los problemas es la naturaleza egoísta, esto es el solo pensar en si

mismo, del humano natural, pero para entregar su poder se requiere previamen-

te de 1) la capacidad de saber entender al otro –aunque en un principio escindi-

do y rival– como posible co-actuante en el contrato social, 2) a partir de ese

momento, y al para la legítima celebración del contrato con el Estado la capaci-

dad de concebir el mundo desde un nosotros (yo y tú), capacidad que, de existir

previamente a la generación del contrato (como tiene que hacerlo si es que ha

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de considerarse válido), terminaría en la realidad con la causa generadora del

contrato. En otras palabras, para que el individuo pueda contratar –ahora y súbi-

tamente ya como un conjunto– con el Estado, para que éste genere una norma-

tividad bien definida, con la finalidad de acabar con la problemática provocada

precisamente por la falta de capacidad del individuo de reconocer los derechos

universales que pretende crear para ese mismo conjunto, se necesita previa-

mente reconocer los derechos del conjunto co-contratante, por lo que la causa

generadora del contrato se extingue idealmente de manera inmediata con el solo

cambio de perspectivas. Paralelamente, precisamente esa misma incapacidad

de visualizar la realidad desde una perspectiva de segunda persona del singular

o primera del plural le haría imposible al individuo reconocer los efectos finales

que traería el renunciar a sus derechos, esto es, visualizar con claridad el fin del

contrato. La figura del contrato social requiere –y la teoría se lo otorga implícita-

mente sin explicar satisfactoriamente el proceso- que al individuo le sea concien-

te de manera a priori que el Estado tiene una capacidad a posteriori de satisfac-

ción de necesidades, esto es conocer la causa (Estado) antes que los efectos

(bienestar), los cuales por su parte, al momento de la creación original de la figu-

ra del Estado o previo a este, no habrían podido ser existentes, por tanto expe-

rimentados y finalmente, debido a esto, cognoscibles, pues de otra manera el

contrato social no tendría materia (la resolución del caos social), por haber exis-

tido sus efectos antes que este. Nuevamente una petición de principio.

Finalmente se podría decir que toda esta critica abstracta habermasiana del con-

trato social es nada al compararse con la realidad social mundial, donde la vio-

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lencia, la delincuencia, la pobreza, el hambre y demás atrocidades, productos

del egoísmo humano originario, innegablemente existen, por lo que la necesidad

de la existencia del Estado como organismo regulador se hace evidente, esto es,

el empirismo sobre la teoría, la tensión entre la realidad y las ideas. Así que an-

tes de pasar al análisis empírico del Estado –sin caer en la trampa discursiva

que lleva a dejar de lado la visión filosófica o a confundirla con la empírica,

restándole así fuerza a la crítica contra-sistema- terminaré contestando a nivel

abstracto ese posible argumento. Si el ser humano, como parece ser, no ha de-

jado de tener una visión meramente egoísta de la vida y continúa siendo impul-

sado por el afán de dominación del y de los otros, si el ser humano no ha podido

cambiar su limitada perspectiva del ‘yo, mi, me, mío’ al del ‘tu, a ti, te, tuyo’ y

más evolucionadamente aún al del ‘nosotros, a nosotros, nos, nuestro’ y, por

ende, el caos social continúa, entonces los individuos, no hemos podido llevar a

cabo el tan recurrido contrato social legitimador del Estado, por no poder siquie-

ra reunir el mas primordial de los requisitos de validez de todo contrato: la capa-

cidad de las partes. De existir, pues, realmente un contrato social, éste está vi-

ciado.

De la justificación de la concentración de poder, y el fortalecimiento y des-


pliegue de sus mecanismos, por causas dadas en el mundo empírico

“La causa final, fin o designio de los hombres (que natural-

mente aman la libertad y el dominio sobre los demás) al introducer

esta restricción sobre sí mismos (en la que los vemos vivir forman-

do Estados) es el cuidado de su propia conservación y, por añadi-

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dura, el logro de una vida más armónica: es decir, el deseo de

abandonar esa miserable condición de guerra que (…) es conse-

cuencia necesaria de las pasiones naturales de los hombres cuan-

do no existe poder visible que los tenga a raya y los sujete(…)”3 .

Thomas Hobbes comienza con estas palabras el Segundo capítulo de su

Leviatán, donde se enfatiza la necesidad de un Estado con miras a la solución

de lo que el consideraba el problema fundamental de la sociedad de su época,

esto es la violencia traducida en forma de guerras, más fundamentalmente, gue-

rras fraticidas. El Estado, que, por el desarrollo intelectual dentro de las socieda-

des, las revoluciones científicas, artísticas y culturales, poco a poco iba perdien-

do la legitimación fundamentada en el derecho divino, encuentra pues a partir de

Hobbes y sus sucesores teóricos del poder del Estado, una nueva justificación

para su existencia, esto es, el tan mencionado contrato social.

En apariencia, la nueva teoría representa un avance en las consideracio-

nes que del individuo y del pueblo se tenían previo a su desarrollo. Mientras que

el derecho divino erigía al Monarca como el administrador de los bienes de Dios

en la tierra y con ello dueño del destino de todo aquello dentro de su reino,

súbditos incluidos, la teoría del contrato social comienza proponiendo al indivi-

duo y posteriormente a su conjunto, como fuente primordial del poder, imponién-

dole al Estado la obligación para con estos de satisfacer sus necesidades a

cambio de ser el sujeto de la concentración del poder al cual los súbditos han

renunciado en el momento mismo de su transmisión al gobernante. A partir del


3
Hobbes, Thomas, Leviatán, FCE, México, D.F., 2000, p.137.

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desarrollo y defensa de esta nueva posición, la construcción discursiva cambia

de forma pero continúa cumpliendo con las mismas labores bipartitas, esto es, la

explicativa y la justificativa. El discurso no sólo explica la fuente primigenia del

poder –ahora corregida y aumentada de acuerdo a la moda racional de la época,

en donde los individuos y la sociedad, como resultado de la suma de estos, jue-

gan, por así necesitarlo el naciente y creciente movimiento burgués, el papel

central, sino que además plantea un mejorado medio operativo a través del cual

se lleva a cabo la cesión del poder del hombre, tomando este proceso la forma

de uno cua legal, característica fundamental para los nuevos tiempos que se irán

definiendo en perjuicio de la monarquía y con ello de un derecho divino cada vez

más débil en su carácter de instrumento para la sujeción política del hombre en

el occidente. En su segunda labor, el nuevo discurso que defiende la entrega de

poder individuo-gobernante como causa última de la legitimación del Estado,

destaca la condición de necesidad en que tradicionalmente se encuentra el

hombre cuando carece de la dirección de un organismo gobernante, condición

de necesidad sin la cual el individuo nunca hubiera accedido a rendir su poder.

La evolución que la teoría hobbesiana representó para el discurso del po-

der ha probado ser tan eficaz, que ca. 350 años después de su formulación si-

gue siendo la explicación por excelencia de status quo en cualquier Estado-

nación en el mundo occidental y elemento fundamental en la perorata política,

económica y social de quienes se legitiman como los sujetos únicos activos en la

toma de decisiones pertenecientes a esas esferas.

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Aunque la ramificación de las necesidades del pueblo pareciera infinita,

quiero destacar el uso de las que probablemente resultan ser las tres figuras

más socorridas por los grupos en control para justificar su accionar y obtener del

pueblo la forma ultima de justificación de toda forma de dominación, esto es, la

obediencia popular. Estas dos figuras son, pues, la criminalidad, la defensa na-

cional contra intervenciones del extranjero y la pobreza.

De la criminalidad

En la pagina web del Programa de Desarrollo Sostenible de Honduras

puede leerse el siguiente encabezado:

“Diversos actores de la sociedad hondureña, de las instituciones

del Estado, del Congreso Nacional, la Corte Suprema de Justicia,

el Ministerio Público, la Policía y las Fuerzas Armadas, realizaron

ayer un primer debate sobre el tema de la delincuencia y la crimi-

nalidad en Honduras. El objetivo fue extraer conclusiones y reco-

mendaciones para que el Estado, por medio de sus instituciones

vaya fijando lo que será la política criminal frente a la aplicación de

leyes como el nuevo Código Penal, el Código Procesal y una Ley

de Convivencia Ciudadana” 4.

4
Fuente: Programa Red de Desarrollo Sostenible de Honduras. El PRDS se define a si mismo
como: “[…] parte de una red mundial de redes que tienen un enfoque integral del desarrollo. Es
un espacio de coordinación entre grupos sociales, creados para facilitar la concertación, coordi-
nación, gestión e intercambio de información para el desarrollo sostenible en países como Hon-
duras, que viven en una difícil situación de pobreza.” Tomado de http://rds.org.hn y
http://rds.org.hn/docs/noticias/jueves_21_junio.html

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He elegido este fragmento entre toda una gama de posibilidades, pues en

el se refleja de manera clara lo que quiero enfatizar. El Estado hace saber al

público que la delincuencia es combatida y que para ello se crean instituciones

tanto reguladoras, aplicadoras como punitivas para proteger a la ciudadanía que

además se encuentran en continua vigilia y contacto para acciones en conjunto

que van desde la reforma legal hasta la creación de canales procedimentales y

ejecutivos. Si bien es cierto que no debemos dormir tranquilos, pues la delin-

cuencia esta allí, acechante, también lo es que el Estado como órgano único le-

gitimado para la impartición y aplicación de justicia, se ha encargado ya de crear

las instituciones de combate. Mas la guerra contra la delincuencia ha mostrado

no ser suficiente para controlar a la población que delinque. De esto se deriva

una nueva tensión: si la muestra última de legitimación de una norma es su obe-

diencia, ¿cómo explicar entonces la existencia de la delincuencia sin atacar mi

legitimación como detentador de poder y la de las leyes por mí impuestas? Debo

entonces poner énfasis en las causas periféricas que llevan al individuo a delin-

quir, entre las que se encuentran la baja sociabilización del infractor y la pobre-

za. La primera garantiza la puerta de escape última a la irresolución del proble-

ma, cualquier mecanismo del estado se declarará imposibilitado para cambiar la

naturaleza de algunos individuos localizables, estando entonces sólo en la posi-

bilidad de aislarlos por medio del encarcelamiento. La segunda causa periférica,

esto es, la pobreza, garantiza a los actores políticos en el poder o en la búsque-

da de este, el recurso de despliegue de estrategias, por un lado la implantación

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de medidas económicas mesiánicas y por el otro el discurso crítico que atraerá

la atención de los votantes. En esa misma página, puede leerse la réplica de la

directora del Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos a

la propuesta de reducir la edad penal con miras a combatir la delincuencia. En

esta respuesta Reina Joya, manifiesta que “para castigar con penas de hasta 20

años si se quiere, a los menores infractores, no es necesario denunciar la Con-

vención sobre los Derechos del Niño, en vigencia desde 1990 en el sistema de

la Organización de Naciones Unidas, ONU (…) En la rehabilitación deben crear-

se condiciones para la efectiva orientación y apoyo socio familiar, imposición de

reglas de conducta, libertad asistida y por último es el internamiento” 5 . Y final-

mente concluye que para disminuir la criminalidad es más efectiva la ‘acción so-

cial preventiva’, sin especificar a que se refiere con ello pero es bastante claro

que en los últimos 5000 años que tiene de existencia la humanidad, o sea siem-

pre, pobreza y delincuencia han ido de la mano en el discurso político. Existe,

sin embargo, un error de fondo. A pesar de defender lo que pareciera ser un dis-

curso crítico del sistema, quien mire a la delincuencia y a la criminalidad como

un producto directo de las indignas condiciones de vida de quienes se encuen-

tran bajo la línea de pobreza, y señalan a esta como causa única o principal de

este tipo de problemas sociales, no únicamente no está percibiendo en su totali-

dad el rol que desempeñan ambas figuras en la legitimación, el fortalecimiento y

la estructuración de un sistema que, con la finalidad de garantizar la existencia

de los primeros sedimentos de la estratificación social, dificulta el camino del po-

5
Red de Desarrollo Sostenible; Noticias del día 27 de octubre del 2003. Fuente: vid supra.

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bre en su diario luchar6 , sino que además genera y disemina un discurso clasis-

ta en donde al pobre se le ve como un miembro de la sociedad a la que daña

conciente o inconscientemente, en el más aceptable de los casos, desde el pun-

to del análisis de la comunidad en general, por motivos de supervivencia, o, de-

leznablemente, por toda una gama de razones simplistamente dadas que van

desde su baja calidad moral –producto por su parte del prejuicio o del hecho real

de haber sufrido una educación deficiente, hasta la holgazanería con la que se

estigmatiza a quien no ha alcanzado el ‘éxito’ económico. Todo esto trae como

resultado la marginación y el rechazo del pobre7 En realidad, la delincuencia y la

6
Además de encontrarse el humano en general en la lucha por la supervivencia económica,
herramienta del sistema para mantener el status quo, el individuo es el blanco de toda una serie
de mecanismos de los que sin darse cuenta termina siendo parte, el hombre se convierte con
ello no solo en el homini lupus, sino además en el perro que habiendo mordido vidrios se deleita
con el sabor de su sangre pensando que es un gran cazador que devora una presa invisible,
donde los vidrios son los sistemas y subsistemas de verdad impuestos por el poder desde el po-
der mismo con ayuda de sus herramientas ideologizantes, esto es: la familia, el barrio, la escue-
la, instituciones universitarias, medios de comunicación, el lugar de trabajo, etc. quienes toman a
su cargo la propagación de estas verdades, de las que el individuo no puede escapar pues se
disfrazan bajo el velo de la identidad misma: donde pareciera que el individuo toma identidad no
hay sino realmente una dicotomización del humano esencia-apariencia. Quien no conoce su ver-
dadera esencia, es un humano fácilmente dominable.
Dice el refrán popular que explicación no pedida es acusación manifiesta, pero antes de que se
me malinterprete y con ello se deriven ataques logomáquicos, aclaro que mi crítica no es contra
la familia o las instituciones educativas en sí, sino contra la inconsciencia de quienes las forman
y al mismo tiempo tienen den-tro de ellas un carácter de autoridad, esto es padres, madres, ma-
estros, académicos y directivos, lo cual los coloca en el pedestal en cuya base dice: “poseedores
de la verdad absoluta”. Cuando la inconsciencia se combina con el cargo de poseedor de un co-
nocimiento reproducido como terminado y absoluto, se acaba dolosa o culposamente con la per-
sonalidad e identidad esencial de quienes, dentro del juego de poderes, se consideran como
ocupantes de un escalafón inferior en la jerarquía, esto es, hijos y alumnos. El sistema de pode-
res, pues, se reproduce y el humano se encuentra en un ciclo interminable de confusión, vacío y
sufrimiento.
7
Suena en mis oídos tan absurdo y simplista el vincular la criminalidad y la delincuencia con la
pobreza que tengo que dedicar unas líneas a este respecto. Habiendo nacido yo en una familia
perteneciente a lo que el sistema hábilmente ha definido como ‘la clase media’ y por argumenta-
bles azares del destino, he tenido a lo largo de mi aún joven vida la posibilidad de conocer y
desenvolverme en todo tipo de ambientes y en todos los estratos sociales. Invariablemente en
todos y cada uno de ellos he conocido gente honesta y gente deshonesta, conciente e incons-
ciente, con amor y con desprecio por el prójimo. No es la pobreza lo que hace delinquir, o de otra
manera la corrupción política, los fraudes millonarios, y demás delitos de los denominados ‘de
cuello blanco’ no tendrían ni siquiera cabida en la mente del humano. Falso es también que el

19
criminalidad juegan un papel crucial en el establecimiento de mecanismos e ins-

tituciones de sometimiento que garantizan a la clase dominante prevenir o re-

primir estallidos sociales según sea la necesidad del momento. La imposición de

leyes, penas e instituciones envestidas con el poder de su creación, aplicación y

sanción no tiene como objetivo central la desaparición de las conductas delicti-

vas ni de sus actores, sino más bien el reforzamiento del poder estatal y su mo-

nopolio de los medios coercitivos, esto es, de la violencia y el quebrantamiento

de derechos humanos que ésta inherentemente conlleva. Cuando el Sistema,

por medio del Estado, enfatiza en su discurso intenciones de acabar con la cri-

minalidad –necesidad cuya esperanza de resolución se convierte en razón que

justifica y legitima– estas palabras no son sino medios retóricos que desvían la

atención de la población hacia puntos periféricos que si bien representan una

carga para los decision-makers, también lo es que dentro de la logística del po-

der, la carga es perfectamente amortizable. Al justificar la creación de aparatos

represivos el poder tiene que –y lo hace gustoso- enfrentar una doble problemá-

tica en el nivel de lo abstracto-discursivo y en el nivel de lo empírico. Por una

parte tiene que explicar frente a los reclamos del pueblo la continua existencia

de la criminalidad, así que crea nuevas instituciones o ramas dentro de las ya

nivel de incidencia de delitos como el robo y el asalto sean más recurridos que los recientemente
mencionados, el reconocimiento más generalizado que de estos se tiene, esto es el que salgan
más a la luz y sean más publicitados se debe a razones fácilmente explicables que van desde su
fácil detectabilidad, hasta la comercialización de los medios de comunicación, el morbo del tele-
vidente y la vinculación más directa entre el hecho y la realidad y vulnerabilidad del individuo, sin
olvidarnos del contubernio de corrupción que existe entre las instituciones de justicia y quien
puede comprar su silencio o su inocencia. La verdadera causa de la criminalidad es el desplie-
gue de poder, la enfermiza necesidad del humano que no conoce su voluntad y la confunde con
el afán de dominación, quien roba, viola o mata no lo hace por dinero, sexo u odio, lo hace para
erigirse como el titerero dueño del destino de sus victimas, lo hace para sentirse él mismo, aun-
que sea por un instante, como un decision-maker.

20
establecidas que se dediquen a la construcción de nuevas teorías, que resul-

tarán de estudios e investigaciones de campo o meramente teórico-analíticas,

pero de cualquier manera acrecentando con ello la maquinaria del poder, pues al

mismo tiempo aumenta de manera directa su capacidad de generación de dis-

cursos y por lo tanto de visiones de la realidad que serán impuestas al individuo

y a su conjunto. Por otro lado, en el nivel de lo empírico, el Sistema debe de lo-

grar que los niveles de criminalidad fluctúen creciente y decrecientemente de

manera constante, por lo que no es rara la implementación de mecanismos diri-

gidos al control de cifras. Además del manejo engañoso de las estadísticas (por

medios burdos como la falsedad o más refinados como la excesiva burocratiza-

ción de los trámites de quejas frente a la autoridad judicial para desanimar su

realización), es frecuente ver llevar a cabo de operativos sorpresa por períodos

determinados que no van a acabar con el quebrantamiento de leyes de manera

definitiva, pero que sí van a dar la apariencia de un Estado preocupado por

cumplir con su parte del contrato social y fomentan la docilidad entre los ciuda-

danos no delincuentes. Pareciera con todo esto que las leyes y sus mecanismos

de coerción tienen como foco de control al ciudadano común y no al delincuente.

Así, no son los delincuentes los enemigos naturales del Estado, sino más bien

sus aliados inconscientes. Cuando hay crimen, el Sistema se fortalece al fortale-

cerse el Estado. Cuando hay delincuencia, el pueblo vive en aprensión, se en-

cierra en su entorno físico y psicológico, evita el contacto con el exterior, des-

confía de su prójimo y la posibilidad de una verdadera organización social se

debilita, el individuo pues, se vuelve maleable, se enemista con su prójimo y se

21
deshumaniza dando un paso más hacia su robotización. El crimen, contrario a lo

que se dice comúnmente, sí paga, pero el que recoge las verdaderas ganancias

es quien dice combatirlo. Todo esto sin que hasta el momento hayamos mencio-

nado el papel que la economía del miedo juega también en el fortalecimiento del

sistema. Quien teme, además del aislarse, busca refugio. Habiendo comprendi-

do esto, el Sistema se apresta a producir placebos psicológicos que sean tradu-

cibles en ganancias económicas, así pues lo que en un tiempo era innecesario e

impensable, se convierte hoy en la aspirina del pueblo: teléfonos celulares en

manos de niños y adolescentes que sin darse cuenta llevan la correa alrededor

de su cuello y son prisioneros no solo de sus padres aprehensivos y temerosos,

sino también del status al que, para pertenecer, entras sólo con el boleto de una

modernidad tecnológica por demás superflua; contratos que aseguran todo tipo

de bienes materiales; sistemas de protección contra robo e invasiones de pro-

piedad; armas con el peligro y la paradoja, muy al estilo del si vis pacem para

bellum romano, que representan, etc. El miedo reditúa en todos los niveles del

sistema, en todas sus esferas. El miedo legitima, justifica, controla, aísla, deter-

mina necesidades, y ahora en estos tiempos de capitalismo bestial también pro-

duce y consume.

De la Pobreza

La pobreza juega un papel fundamental y polifacético en la vida de la so-

ciedad capitalista. En el ámbito político es usada de muy variadas maneras que

22
van desde ser el elemento electorero por excelencia hasta, como se explicó en

el subcapítulo anterior, chivo expiatorio de otros problemas sociales. La pobreza

se ha convertido en un elemento tan crucial y poderoso en el ámbito político que

su aparente combate tiene el poder de calmar a los pueblos y legitimar cualquier

fraude o engaño. Ejemplo de ello es Carlos Salinas de Gortari, presidente de

México de 1988 a 1994, quien se hizo del cargo por medio del fraude electoral

más burdo en la historia de ese país. A unas cuantas horas de tener que dar el

resultado del conteo computacional de los sufragios y teniendo a Cuauhtemoc

Cárdenas, candidato del Frente Nacional Opositor a la cabeza, el entonces Se-

cretario de Gobernación, Manuel Bartlett, anunció la caída del sistema de con-

teo, con lo que se debía realizar de nueva cuenta, pero esta vez de manera ma-

nual. El resultado fue un sexenio comandado por Salinas y con ello las innume-

rables reformas neo-liberales en la economía mexicana. Si bien su antecesor

Miguel de la Madrid Hurtado había ya encaminado el rumbo de México en ese

sentido con su entrada al Acuerdo General de Aranceles y Tarifas (GATT) fue

Salinas quien llevó esta política económica al extremo, privatizando compañas

estatales, desregulando la economía y firmando acuerdos comerciales interna-

cionales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Sin

embargo, Salinas supo manejar la opinión pública gracias a una engañosa cam-

paña de aparente combate a la pobreza y estabilización de la economía por me-

dio de los llamados ‘Pactos de Solidaridad’ o Proyecto Nacional de Solidaridad

(PRONASOL) 8 a tal grado que a un par de años del término de su período la

8
A este respecto, el Banco Mundial declaró en ese entonces: “Since 1989, the Bank has given
increasing support to Mexico's National Solidarity Program (PRONASOL) in projects for educa-

23
gente no solo había olvidado el fraude que lo había puesto en el poder, violación

a todo principio democrático, sino que habían grupos con apoyo popular que

pedían se reformara el artículo 83 de la Constitución Política que impide la re-

elección presidencial. El PRONASOL que contaba con el apoyo financiero del

Banco mundial no fue el único elemento de la política económica implementada

por Salinas. Durante su sexenio – y esto explica el por que del financiamiento

del Banco Mundial– empresas estatales como Teléfonos de México, la Banca

Nacional en su conjunto y el desarrollo de medios de comunicación como las au-

topistas y carreteras, fueron privatizadas. Hoy se sabe que la bonanza mexicana

de esos años no era sino maquillaje con fines tanto políticos como económicos.

Prueba de ello son los programas millonarios de rescate a la quiebra tanto de la

Banca (el tan famoso como infame FOBAPROA) como de la construcción carre-

tera, los cuales han tenido que ser implementados de manera emergente tra-

yendo como costo al pueblo de México no sólo la pérdida de las paraestatales,

tion, health, transportation, and regional development. Despite the Bank's growing association
with PRONASOL, given its magnitude and complexity, it is easy to underestimate its sweeping
scope, size and impact on Mexican development. PRONASOL is a matching grant program that,
except for its scale, can be compared to some of the Bank- financed social investment funds in
Latin America (see Glaessner, 1994). Like social funds, much of PRONASOL's operational rules
require extensive local participation in identifying and sponsoring small to medium-sized projects.
However, the annual flows in PRONASOL are an order of magnitude larger than the largest so-
cial funds. Another difference is that unlike the funds, PRONASOL operates within a standing
ministerial structure, rather than through autonomous institutions created in most social funds to
act as executing agents. PRONASOL's programmatic predecessors (going back to the 1970s)
were mainly instruments to foster coordinated investments in infrastructure. Under PRONASOL
social spending has increased significantly, and this adds an equity dimension to its promise of
improving allocational and production efficiency and coordinating intersectoral investments at the
local level. Already, PRONASOL has fostered intensive grass-roots activity throughout the coun-
try. If implemented as designed, PRONASOL could strengthen the capacity of community resi-
dents as well as local governments to play important roles in identifying felt needs and providing
public services. Some evidence suggests PRONASOL could help reduce the costs of local
projects compared to conventional, ministerial investments. But all of these judgments about ef-
fectiveness, though tested against seasoned opinions of practitioners, still require more careful
evaluation. The purpose of this note is to describe the scope and mechanics of PRONASOL and
to identify where further work may be necessary on specific issues of interest to the Bank.” Fu-
ente: World Bank Latin America and the Caribean Region Department reporte 016.

24
sino miles de millones de dólares para financiar y salvar de la quiebra a empre-

sas que ya no le pertenecen ni siquiera a los capitales nacionales: la Banca

mexicana está, salvo por BANORTE –aun perteneciente a inversionistas mexi-

canos-, completamente en manos de capitalistas españoles, alemanes y esta-

dounidenses. Si como se comentó había fuerte presión social exigiendo la re-

elección del ilegítimo presidente y aunque sin conseguirse, el mismo partido

logró extender su vida en el poder un sexenio más, aún a pesar de la ya eviden-

te desestabilización social reflejada en el surgimiento de grupos insurgentes co-

mo el EZLN, la importancia que el combate a la pobreza tiene en la mente de la

sociedad se demuestra crucial. Lo cual trae como consecuencia que la clase so-

cial de los ‘menos favorecidos’ -en el eufemístico argot del political correctness-

se torna un ingrediente de cuya existencia no pueden prescindir los decision-

makers, pues es en los discursos y en la mente del individuo es el enemigo a

vencer que une a su colectivo y lo dispone a seguir renunciando a su voluntad

en beneficio del poder de los gobernantes políticos y económicos. La pobreza es

demasiado importante para el dominante político como para prescindir de ella y

mucho más aun para los estratos económicos más altos, pues la mano de obra

es también un medio de producción del que sólo se pueden apropiar al menor

costo cuando la necesidad de la gente apremia. El rechazo y el miedo a la po-

breza, como en el caso de la delincuencia, también pagan. El trabajador prefiere

ser explotado y ser pobre a ser desempleado y correr el riesgo de ser extrema-

damente pobre y con ello volverse también el foco del aislamiento y la vergüen-

za social. Retomando una idea del excelente documental ‘Profit and Nothing

25
But”9, lo vergonzoso en estos tiempos de capitalismo brutal no es ser explotado,

sino no poder serlo. La lucha de discursos donde su núcleo -y por tanto su car-

nada- es la pobreza continúa. Vicente Fox, presidente actual de México, declara

que conforme a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CE-

PAL) la pobreza se habia reducido en un diecisiete por ciento del 2001 a la fe-

cha. La respuesta de la Secretaria de Desarrollo Social, nombrada por el mismo

Fox, replica que hay 51 millones de Mexicanos por debajo de la línea de pobreza

y un Diputado del Grupo Convergencia y Ex-secretario de Desarrollo Social du-

rante el gobierno zedillista declara a este último respecto que en el texto del Pa-

norama Social América-Latina 2002-2003 no existe ese dato y exige se desarro-

llen estrategias con miras a largo plazo y pide “[no] estar apostando a proyectos

de desarrollo social sin rentabilidad social ni soluciones a la pobreza”. ¿Quien

tiene la razón, el que afirma, el que niega o el que no hace ni lo uno ni lo otro?

En esta aparente guerra de declaraciones hay mucho más análisis que la mera

crítica –que da la idea de libertad de expresión y democracia además de sobrie-

dad y neutralidad por venir de quien forma parte de la cúpula política- a un go-

bierno –que trabaja tolerantemente y a pesar del criticismo- y la defensa que de

este hace hasta quien en algún momento fue su contrincante. En las últimas

líneas del artículo10 donde aparecen todas estas declaraciones se da la res-

9
Documental ‘Profit and Nothing But’, producido y dirigido por Raoul Peck, USA, 2001.
10
Aparecido en: http://www.terra.com/actualidad/articulo/html/act162611.htm deTerra/Lycos, ser-
vidor web en sociedad perteneciente a Amadeus, empresa dedicada a los servicios de internet:
BBVA, banco con operaciones en Europa y México (dueño del otrora conocido como Bancomer);
BErtelsmann, la tercera compañía en comunicaciones más grande del mundo (dueña de BMG,
Random House y Arista); Mirae Corporation, empresa coreana dedicada a la alta tecnología;
Singapore Telecom, la mayor empresa en Singapur en cuanto a comercialización de mercado;
Sumitomo Corporation, una de las corporaciones más grandes en Japón dedicada a la comercia-
lización y distribución de productos y servicios; y hasta TelePizza (¡!).

26
puesta y con ello se deja bien claro quien manda cuando se dice que conforme

al Banco Mundial “la falta de mejoras económicas en los estados del sur de

México y los conflictos armados en Oaxaca, Guerrero y Chiapas impiden que

México consolide su economía y tenga una estabilidad plena” pero sobriamente

concluye que estas luchas armadas encuentran realmente sus orígenes en la

pobreza. La petitio principii se hace presente. Hay pobres por que la lucha ar-

mada crea desestabilizad [y con ello impide el clima de inversión], pero hay lu-

cha armada por que hay pobres. Queda sin embargo claro que se sugiere que la

implícita solución a este círculo vicioso es la medicina que ya prescribió el doc-

tor: la inversión de capitales en esas regiones que son casualmente las más ri-

cas en recursos naturales y energéticos11 del país, donde se producen masiva-

mente ganado, café, plátano, mango, miel, cacao, tabaco, azucar, soya, sorgo,

melón, mamey, tamarindo, caoba y además de encontrarse yacimientos de ura-

nio de encuentran también los mantos petrolíferos más grandes México. Me pre-

gunto que habría dicho Hipócrates ante la nueva doctrina medicinal del orden

económico mundial impuesto aún en contra del evidente rechazo de los pueblos

alrededor de todo el mundo, donde “si la medicina no te alivia, pues… ¡redobla

la dosis!”, aunque como todos vemos en los ejemplos de México, Argentina y

Brasil la medicina no sea ya ni siquiera un placebo, sino un anestésico veneno-

so. Las políticas neoliberales han mostrado histórica y realmente su fracaso y sin

embargo los grupos en el poder, enceguecidos por el mismo nos redoblan la do-

sis apelando a la modernidad, el positivismo y hasta la ignorancia del pueblo pa-

11
Datos de 2001 indican que sólo en el Estado Mexicano de Chiapas se producía el 25% de la
totalidad de energía eléctrica consumida en el resto del país, aunque en ese mismo estado solo
1 de cada tres habitantes contaba en ese mismo año con servicio eléctrico.

27
ra saber lo que mejor le conviene. Se erigen pues como poseedores de la ver-

dad y el pueblo debe callar y paliar su pena como mejor pueda y si este paliativo

se realiza comprando, que mejor.

No es pues sólo el miedo a la lucha de poderes entre cuerpos que se so-

meten de manera directa –como ocurre en las guerras y en la criminalidad- el

que trabaja en favor de las personas e instituciones que concentran el poder. Es

evidente que históricamente las condiciones dadas en la época de Hobbes y

demás contractualistas eran el reflejo de un poder mas burdo y menos depura-

do, de un poder con un conocimiento poco preciso, no detallado, ni delimitado de

su funcionamiento, situación reflejada en interminables guerras y conflictos entre

reinos y territorios que terminaban tan pronto como reyes y emperadores nego-

ciaban la repartición de territorios por medio de alianzas de sangre o se reconoc-

ían momentáneamente derechos de existencia y de credo. Desde ese entonces,

el poder ha aprendido poco a poco que entre sus detentadores es más lo que los

une que lo que los separa. Así como la organización social fortalece un pueblo,

el trabajo en conjunto de los decision-makers se traduce en mejores dividendos

para ellos mismos. El principio de economía, de maximización de ganancias rige

también dentro de la lógica del poder. Así pues, se demuestra necesaria y posi-

ble para el sistema la ampliación de su campo de acción por medio de la

anexión a la necesidad de paz y seguridad en el pueblo la de la satisfacción de

necesidades económicas. La guerra hoy en día sólo se efectúa –y esto no signi-

fica que lo haga con poca frecuencia, sino más bien con una mucha mayor pro-

gramación y logística– cuando las ganancias van a superar y con creces la in-

28
versión pecuniaria y de desgaste en los ámbitos de imagen popular. Los sueños

de dominación del mundo, ha comprendido la lógica del poder, también se reali-

zan por medios mucho más económicos y menos directos. El orden de las cosas

ha cambiado con la modernidad, mientras que en la lógica antigua el poderío

económico se alcanzaba por medio de la dominación de los pueblos, hoy, sin

renunciar totalmente al principio original, ha además aprendido el poder a domi-

nar a los pueblos por medio de la economía. Un ejemplo simple y claro de ello

es la Unión Europea. Lo que Napoleón y Hitler soñaron, lo ha realizado la eco-

nomía, esto es, la unificación de los pueblos europeos bajo un mismo poder. Un

método que por ser más sutil, ha demostrado ser más efectivo. “Los llamados

[acuerdos de libre comercio] son unos de estos instrumentos para minar la de-

mocracia. Están diseñados para transferir la toma de decisiones sobre las aspi-

raciones y la vida de los pueblos a manos de las tiranías privadas que operan en

secreto y sin supervisión ni control públicos” 12 . Las luchas históricas entre los

detentadores del poder económico y aquellos que tenían el poder político en sus

manos han terminado. Hoy en día, las elites económicas y los gobernantes se

respaldan mutuamente, se funden, inclusive ya no sólo en grupos de acción con-

junta por medio de acuerdos, sino también en el mismo cuerpo, no es ningún

secreto que jefes de Estado al mismo tiempo sean o hayan sido dueños o admi-

nistradores de compañías o hayan estado directamente relacionados con el área

financiera: George W. Bush en el rubro de energéticos, Vicente Fox Quezada

como presidente de Coca Cola Mexicana y activo en la industria del calzado,

12
Noam Chomsky; El Beneficio es lo que Cuenta, Citas Extraídas del Libro Neoliberalismo y Or-
den Global; Editorial Crítica, Biblioteca de Bolsillo, 2001

29
ambos con estudios en Administración de Empresas y Negocios; Lucio Gutierrez

Borbua, presidente de Ecuador, con estudios en Administración, Alta Gerencia y

‘Calidad Total’; Tony Blair, Ministro de la Gran Bretaña por el Partido Laborista,

sirvió como vocero del comercio y la industria antes de ser nombrado secretario

de estado en el rubro energético; Jaques Chirac, presidente de Francia, hijo de

empleado banquero y posteriormente ejecutivo de empresas aeronáuticas,

ocupó el cargo de ministro de economía y finanzas años antes de obtener su

cargo actual; Gerhard Schroeder, habiendo estudiado Derecho, fue miembro del

Gabinete de Rudolph Scharping y encargado de las políticas económicas, co-

mercio y energéticas; Podría seguir interminablemente, pero mejor invito al lector

a sacar sus propias conclusiones. Cada vez son más naciones las que tienen al

mando del poder político a grupos empresariales. Las naciones son manejadas

pues como compañías bajo la lógica de la mayor ganancia por la menor inver-

sión, mas no en beneficio del pueblo, sino para quien en su razón aún dominada

por los instintos primitivos de dominación se comporta como el dueño de la aho-

ra nación-empresa. El poder se disfraza de innumerables maneras, mientras que

a nivel internacional seguimos teniendo la tendencia a identificarlo con naciones

y dentro de estas con los gobiernos, esta diferenciación se difumina cuando se

cubre con el velo de las políticas neoliberales y de globalización. Si abstracta-

mente es fácil delimitar las esferas de acción del poder como un simple ‘hacia

afuera’, la demarcación de estas esferas en el mundo empírico se complica,

pues el ‘afuera’ se amplía hasta el todo, y los individuos y sus acciones se entre-

tejen con otros individuos y sus respectivas acciones hasta que se pierden bajo

30
el manto protector del anonimato o la fortaleza de aquel discurso que gira en

torno a la representatividad y la legitimación.

Así pues nos encontramos en la actualidad ante un doble discurso de cu-

yo reconocimiento y entendimiento dependen la verdadera libertad y el futuro no

solo de nuestra especie, sino del planeta entero.

Conclusión: Del Doble Discurso del Poder

A lo largo de este ensayo se ha querido mostrar la relación existente entre

la moral, la voluntad y el poder a nivel de sus existencias macro y microfísicas

tanto en el ámbito teórico como en el empírico, resaltando que, como en toda

acción humana, el despliegue del poder por medio de sus mecanismos no puede

escapar de la necesidad de justificar su existencia, por lo que ha tomado las ne-

cesidades humanas y la promesa de su satisfacción como aquella. Pero hoy en

día pareciera que existe dentro del macro-poder una tensión que incomoda a

quienes están en su cúspide. Aunque suene paradójico, la misma herramienta

que durante siglos ha servido al aparato del poder político-económico, junto con

sus mecanismos, como justificación existencial, esto es, el contrato social, se ha

transformado en un obstáculo verdaderamente fuerte para un desentendimiento

absoluto del oprimido, que representaría una menor inversión política y econó-

mica haciendo el ejercicio del macro-poder aún más cómodo y rentable. La ten-

sión se explica, en otras palabras, como que los detentadores del poder no quie-

ren realmente cargar con la responsabilidad del bienestar del pueblo y sin em-

bargo, por la irreductibilidad de la moral en todo acto humano y por que al mismo

31
tiempo así continúa siendo conveniente a sus intereses –pues de otra manera el

resultado tarde o temprano se traduce en levantamientos que implican el cambio

de manos dirigentes y pérdida de las prerrogativas que esta situación conlleva– ,

deben cumplir con la puesta en escena en la que ellos mismos se han entram-

pado con la defensa eterna de la institucionalidad.

¿Cómo resolver esta situación en tiempos donde el las acciones del neo-

liberalismo parecen cada vez menos compatibles con el discurso del contrato

social y todo esto es llevado a cabo y pronunciado por el mismo sujeto? Un aná-

lisis de la vida nacional e internacional parecen indicar cual ha sido el nuevo ca-

mino tomado y debido a esto hoy nunca como había asemejado el mundo en-

contrarse tan cerca de las palabras inmortalizadas por George Orwell en su cua-

profetica novela, 1984: “War is Peace; Freedom is Slavery; Ignorance is

Strength”. No es el discurso el que cambia, sino que son las palabras las que se

redefinen. En el diccionario del poder moderno proteger significa dominar y vice-

versa: a nivel interno, el Poder, tras su máscara de Estado, ‘con la finalidad de

no atar al individuo’ desregulariza, descentraliza y privatiza los servicios públi-

cos: salud, agua, energéticos, comunicaciones. Todo aquello que subsana y ga-

rantiza la existencia del hombre queda ahora en manos de particulares que lo

distribuirán solo al mejor postor o a quien se considere digno de crédito, o sea

explotado o explotable. El individuo es ahora ‘libre’ cuando antes se le llamaba

‘desprotegido’; a nivel interno y externo, para ‘proteger’ naciones se les esclavi-

za, las infames ‘PATRIOT act’ y la ‘Operation Iraqi Freedom’ lo ejemplifican bru-

talmente, ahora el pueblo americano y el iraquí son pueblos ‘protegidos’ cuando

32
antes se les hubiera llamado ‘oprimidos’. La democracia es hoy el mero acto bu-

rocrático de cruzar un papel y después callar. Lo que antes se conocía como

vulgaridad, en aras del comercio hoy se llama arte y cultura, Hollywood, McDo-

nald’s y la música Pop, así nos lo demuestran. Lo que se entendía como un de-

recho inalienable de los pueblos para expandir su criterio, su visión del mundo y

con ello su entendimiento de este y su propia identidad y cultura, esto es, la

educación, hoy se entiende como un medio más de reproducción ideológica que

promete, sólo promete, darle el pase V.I.P. con la leyenda ‘Decison-Makers’

Club’ a quien tenga los medios para pagar o el perfil de personalidad que con-

venga al sistema y que le permitan obtener una beca. Lo que antes se entendía

como ‘luchador social’ hoy se conoce como ‘globalifóbico’ pues el término otrora

de moda, o sea ‘comunista’ no es ya funcional; la crítica al sistema se convierte

en ‘intolerancia y ceguera’, mientras que la crítica del sistema se transforma en

los patrones del rechazo y aislamiento social. El doble discurso del Poder se

transforma en burla: ‘preocupado’ por la salud del pueblo prohíbe el consumo de

drogas, pero privatiza el sistema médico y de seguridad social; lucha contra el

comercio informal y el contrabando, pero fomenta el libre mercado; los crímenes

que el mismo poder combate, son cometidos por él gubernamentalmente, te-

niendo así que la privación de la libertad, el fraude al fisco y el asesinato solo

son criticables cuando no son institucionales, pues de otra manera se llaman

‘cárcel’, ‘excención de impuestos por fomento a la inversión’ y ‘pena capital’. Con

la llegada del neoliberalismo y la falta de una propuesta aplicada que equilibre la

balanza, el poder se esta polarizando peligrosamente, cambiando sus máscaras

33
y necesitando menores estrategias. Los empresarios saquean, los políticos lega-

lizan y se reparten el botín de poder. La economía y la política se descaran cada

vez más al oprimir y excluir.

BIBLIOGRAFÍA

Foucault, Michel.
Microfísica del Poder,
3d ed. Ediciones Endymión,
1992.

Anonimo.
Aufruhr in México, Viva la
Revolución
Verein Vorwärts zur
sozialistischen Demokratie, Viena,
2001.

Hobbes, Thomas.
Leviathan,
Penguin Books, Inglaterra,
1985

Chomsky, Noam.
El Beneficio es lo que Cuenta, Citas Extraidas del Libro Neoliberalismo y Orden
Global,
Editorial Crítica, Biblioteca de Bolsillo,
2001.

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