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órganos, se revigorizan cada día, y su genio prueba de nuevo la aprender lo que la vida tenía que enseñar, y para no descubrir,

noble vida que puede lograr. Diría que los acontecimientos cuando tuviera que morir, que no había vivido. No quería vivir
memorables transpiran en el tiempo matutino y en una atmós- lo que no fuera la vida, pues vivir es caro, ni quería practicar la
fera matutina. Los Vedas dicen: “Toda inteligencia despierta resignación a menos que fuera completamente necesario. Que-
por la mañana”. La poesía y el arte, y las más hermosas y me- ría vivir con profundidad y absorber toda la médula de la vida,
morables acciones de los hombres, datan de esa hora. Los hé- vivir de manera tan severa y espartana como para eliminar
roes y poetas, como Memnón, son hijos de la aurora, y emiten cuanto no fuera la vida, abrir un amplio surco y arrasarlo,
su música al salir el sol. El día es una mañana perpetua para arrinconar a la vida y reducirla a sus términos inferiores y, si
aquel cuyo elástico y vigoroso pensamiento corre parejo con el resultaba mezquina, tomar toda su genuina mezquindad y ha-
sol. No importa lo que digan los relojes o las actitudes y traba- cerla pública al mundo; o, si era sublime, saberlo por experien-
jos de los hombres. La mañana llega cuando estoy despierto y cia y ser capaz de dar cuenta de ello en mi próxima excursión.
hay un amanecer en mí. La reforma moral es el esfuerzo para La mayoría de los hombres, a mi juicio, se halla en una extraña
quitarnos el sueño de encima. ¿Por qué los hombres dan tan incertidumbre respecto a si la vida es cosa de Dios o del diablo,
pobre cuenta del día si no estaban durmiendo? No son calcula- y ha concluido algo precipitadamente que el principal fin del
dores tan pobres. Si la somnolencia no los hubiera vencido, hombre es “glorificar a Dios y gozar de él por siempre”.
habrían hecho algo. Hay millones lo bastante despiertos para Vivimos aún mezquinamente, como hormigas, aunque la
el trabajo físico, pero sólo uno en un millón está lo bastante fábula nos dice que hace mucho fuimos transformados en hom-
despierto para el ejercicio intelectual efectivo, sólo uno en cien bres; luchamos con grullas, como pigmeos, error tras error, golpe
millones, para una vida poética o divina. Estar despierto es a golpe, y nuestra mejor virtud acaba en un superfluo e innece-
estar vivo. Nunca he conocido a un hombre que estuviera com- sario abatimiento. Nuestra vida se pierde en los detalles. Un
pletamente despierto. ¿Cómo podría haberle mirado a la cara? hombre honrado no necesita sino contar sus diez dedos y, en
Debemos aprender a despertarnos de nuevo y mantenernos casos extremos, añadir los diez dedos de los pies, y dejar el
despiertos, no con ayuda mecánica, sino por la infinita expec- resto. ¡Sencillez, sencillez, sencillez! Os digo que vuestros asun-
tación del amanecer, que no nos abandona ni en el sueño más tos sean dos o tres y no cien o mil; en lugar de un millón, con-
profundo. No conozco ningún hecho más alentador que la in- tad media docena y llevad las cuentas con la uña del pulgar. En
cuestionable habilidad del hombre para elevar su vida por medio medio de este mar variable de la vida civilizada, son tales las
de un esfuerzo consciente. Ser capaz de pintar un cuadro en nubes y tormentas y arenas movedizas y los mil y un artículos
particular o esculpir una estatua es algo, así como embellecer que considerar, que un hombre tiene que vivir, si no quiere fra-
ciertos objetos, pero resulta mucho más glorioso esculpir y pin- casar e irse a pique, lejos de puerto, por estima, y el que triunfe
tar la atmósfera y el medio mismo a través del cual miramos, lo será en verdad un gran calculador. Simplificad, simplificad. En
que podemos hacer moralmente. Afectar a la cualidad del día: lugar de tres comidas al día, comed sólo una si es preciso; en
ésa es la mayor de las artes. Todo hombre está encargado de lugar de cien platos, cinco, y reducid lo demás en proporción.
hacer su vida, incluso en sus detalles, digna de la contempla- Nuestra vida es como una confederación alemana, compuesta
ción de su hora más elevada y crítica. Si rechazamos o más de diminutos estados, de fronteras fluctuantes, de modo que ni
bien agotamos la escasa información recibida, los oráculos nos siquiera un alemán os dirá cómo limita en un momento dado.
dirán claramente cómo puede hacerse. La nación misma, con todas sus supuestas mejoras internas,
las cuales, por cierto, son externas y superficiales, es un esta-
Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, en- blecimiento inmanejable y excesivo, lleno de muebles y atrapa-
frentarme sólo a los hechos esenciales de la vida y ver si podía do en sus propias trampas, arruinado por el lujo y un gasto

168 /HENRY DAVID THOREAU DESOBEDIENCIA CIVIL Y OTROS TEXTOS / 169

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