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ibídem, 16 de enero de 1665), fue una aristócrata y terrateniente chilena de la época colonial,
famosa por su belleza y la crueldad con la que trataba a sus sirvientes. Se convirtió en un
ícono del abuso y la opresión coloniales. Su figura, fuertemente mitificada, pervive en la
cultura popular de Chile como el epítome de la mujer perversa y abusadora.
Biografía
Catalina era hija del matrimonio formado por el noble español Gonzalo de los Ríos y Encío
con Catalina de Lisperguer y Flores, ambos miembros de la nobleza chilena.
Ascendencia paterna
Ascendencia materna
Las citadas hermanas tenían, además, como hermano consanguíneo a Juan Rodulfo de
Lisperguer y Flores, muerto en la batalla del fuerte de Boroa en 1626. Estas habían sido
acusadas de envenenar al gobernador Alonso de Ribera en 1601, por despecho. María de
Lisperguer, quien tenía a su vez otro cargo de asesinato, fue expulsada a Perú después del
intento de envenenar al gobernador. Catalina permaneció en Chile y tuvo dos hijas de don
Gonzalo: Águeda -casada con el oidor de Lima, Blas de Torres Altamirano- y Catalina llamada
La Quintrala.
Infancia y juventud[
La Quintrala creció en el seno de una familia de ricos terratenientes; tanto los De los Ríos
como los Lisperguer eran familias de renombre en la sociedad santiaguina del siglo XVII. Sin
embargo, no recibió una buena educación y fue semianalfabeta hasta su muerte. Catalina
quedó al cuidado de su padre y de su abuela.
El apodo de La Quintrala es probablemente una desviación del diminutivo de su nombre de
pila, Catrala o Catralita. Sin embargo, otra teoría dice que el sobrenombre proviene del hecho
que azotaba a sus esclavos con ramas de quintral (Tristerix spp.), una planta
parásita autóctona de flores rojas. Cabe destacar, por otra parte, que Catalina era
pelirroja. Magdalena Petit sostiene en su libro La Quintrala que este nombre proviene del
quintral, haciendo un símil al color de su cabello.
Catalina llegó a ser una beldad, de tez blanca, elevada estatura, cabellera pelirroja e intensos
ojos verdes, de una combinación genética entre sangre amerindia, española y alemana, que
le habían otorgado notables atributos físicos "que la hacían muy atractiva a los hombres'",
según las crónicas del obispo Francisco González de Salcedo (1622-1634). En un ambiente
muy sobrecargado por las intrigas, las ambiciones, los odios y las pasiones, se fue formando
el carácter de la joven Catalina.[cita requerida]
Se dice que una de sus tías la acercó a las prácticas paganas de la hechicería, con su
abuela Águeda Flores, nieta de Tala Canta Ilabe, gobernador inca de Talagante.
Una de las primeras acusaciones que se hicieron en su contra fue la de haber asesinado a su
propio padre, Gonzalo de los Ríos y Encio, envenenándolo con una cena preparada por ella
misma (al parecer pollo, según Benjamín Vicuña Mackenna). Esto debió haber sucedido
cuando su padre se encontraba enfermo en cama en 1622 y ella tenía escasos 18 años. Pese
haber sido reportado el crimen a las autoridades por la hermana de su padre, nunca fue
procesada, ya fuera por falta de pruebas o por las influencias con las que contaba su familia.
Figura del Cristo de Mayo que según la tradición perteneció a Catalina de los Ríos y
Lisperguer
Matrimonio[editar]
Su abuela Águeda Flores, quien desde la muerte de sus padres era su tutora, como una
forma de que su nieta tomara mejores vías, buscó a un hombre con quien casarla ofreciendo
una generosa dote. La novia llevó al matrimonio 45.349 pesos, suma bastante cuantiosa en
aquella época.
Al año siguiente de su matrimonio, Catalina da a luz a su primer y único hijo, Gonzalo, quien
murió cuando contaba con 8 o 10 años de edad. Aproximadamente en 1628 muere su
hermana en el Perú, y Catalina se convierte en la dueña de gran parte de las tierras que
pertenecían a Águeda en Chile.
Según el historiador Benjamín Vicuña Mackenna,3 el esposo no era ajeno a las costumbres
despiadadas de su mujer; fue benigno con ella y la amaba. Ella le tuvo en gran aprecio pero
nunca llegó a amarlo.
Terrateniente y empresaria: El Ingenio
Asentó su residencia en esa hacienda (donde todavía subsistirían parras plantadas por la
Quintrala).5 Catalina, rica hacendada y ganadera, dirigía personalmente las actividades de sus
propiedades, montando a caballo por los valles donde le complacía vivir, ya que la ciudad le
era odiosa.
En "El Ingenio", según la leyenda, comenzaron a ocurrir hechos horribles, tanto durante la
vida de su marido, como después de su muerte acaecida hacia 1650. Un esclavo negro,
llamado Ñatucón-Jetón fue asesinado, sin que se conozcan los motivos del macabro
homicidio (la Quintrala lo mantuvo insepulto por dos semanas). En 1633, intentó matar a Luis
Vásquez, clérigo de La Ligua, que le reprochó su vida disipada y sus crueldades.
Su crueldad llegó a tal extremo, que ese mismo año sus inquilinos se rebelaron y se fugaron
de El Ingenio hacia los montes y comarcas vecinas. Catalina los hizo traer a la fuerza
mediante provisión de la Real Audiencia. A cargo de esta labor puso al mayordomo Ascencio
Erazo, que los prendía y los llevaba a la hacienda donde Catalina presidía el castigo por
rebelión acompañada de su sobrino, Jerónimo de Altamirano, su mejor apoyo. A pesar de
continuas denuncias de abusos y crueldades, no recibió castigo alguno, porque teniendo
mucho dinero, fue pródiga entre jueces y letrados, además de contar con numerosa parentela
en cargos importantes.
Intervención de la justicia[editar]
En 1660, la Real Audiencia, ante la cantidad y magnitud de las denuncias, inició una
investigación oficial secreta, basada en las acusaciones del obispo Francisco Luis de
Salcedo, familiar de Luis Vásquez. El encargado de investigar los crímenes de la Quintrala fue
el oidor y receptor de cámara, Francisco de Millán.
Millán alejó de El Ingenio a Catalina, su mayordomo y su sobrino para que sus víctimas
pudieran desahogarse relatando los crímenes cometidos por su patrona. El comisionado de la
Audiencia encontró suficientes evidencias de la veracidad de las acusaciones y éstas fueron
remitidas a la capital. El oidor Juan de la Peña Salazar se trasladó en calidad de alguacil a la
hacienda, arrestó a la Quintrala y la llevó a Santiago para seguirle un juicio criminal.
Contra Catalina, que ya había sido acusada una vez de parricidio y otra de asesinato,
comenzó un proceso por la matanza lenta y cruel de su servidumbre. El juicio se llevó
adelante con mucha lentitud, pues las relaciones de la Quintrala seguían contando, al igual
que su dinero. El proceso, muy publicitado, no estuvo exento de las influencias de su nombre
y las relaciones familiares con los oidores, quienes favorecieron la causa de la acusada, a la
que se le atribuía, en total, la autoría de unos cuarenta crímenes, lo que contribuyó a
acrecentar el mito surgido en torno a su figura. Como resultado de las influencias ejercidas, el
juicio se estancó y Catalina fue liberada. Desde 1637 disfrutó, además, de los repartimientos
indígenas de la parte oriental cordillerana de Codegua, que habían pertenecido a una
congregación de jesuitas.
En 1654 Catalina quedó viuda, con lo que retomó el control total sobre las tierras y negocios
que compartía con su esposo, Alonso Campofrío. En enero de 1662 se inició un nuevo juicio
en su contra por diversos abusos y crímenes cometidos en contra de sus esclavos. Ese
mismo año muere Jerónimo de Altamirano, su sobrino, y ella misma enferma. A partir de
entonces, su salud se irá deteriorando de forma paulatina hasta su muerte en 1665.
En su testamento,6 fechado en 1665, Catalina ordenó y dejó pagadas misas tanto por su alma
como la de sus seres queridos, así como por quienes habían vivido bajo su encomienda, en
el Templo de San Agustín, además de instituir diversas capellanías, entre las cuales se
cuenta la instaurada en favor del Cristo de Mayo —escultura que, según la leyenda, habría
pertenecido a ella y de la que se habría liberado porque la miraba con reproche— y así
mantener la procesión expiatoria anual los días 13 de mayo. Otra suma menor fue destinada
para ayudar a familiares y amigos. El resto de sus bienes fueron rematados a beneficio de
la Orden de los Agustinos
Murió el 15 de enero de 1665 a la edad de 61 años (edad avanzada para el promedio de la
época), temida y mitificada en vida, sola y despreciada por todos, en su propiedad santiaguina
contigua al templo de San Agustín. Su funeral fue fastuoso y fue sepultada, como era
tradición en la familia Lisperguer, en el Templo de San Agustín, sin que se sepa exactamente
donde está su tumba.
Según las crónicas de Benjamín Vicuña Mackenna, muchos de los bienes fueron rematados y
la propiedad quedó abandonada durante años, debido al miedo que tenía la gente
superticiosa de tener relación alguna con la Quintrala.
Legado
Actualmente, la literatura ha tomado un cariz revisionista frente a la única figura femenina del
siglo XVII en Chile, tan vilipendiada durante dos siglos y se plantea el sesgo machista frente a
una mujer con poder y preparación. Durante la época existía una sociedad donde las mujeres
estaban sólo destinadas a papeles secundarios.7
Antecedentes generales
A mediados de 1814 el virrey del Perú, Don José Fernando de Abascal, desconociendo el
Tratado de Lircay ordena una nueva expedición militar a Chile, con el fin de reconquistar el
país para la corona española. Esa expedición -al mando del General Mariano Osorio- llega a
Chile a fines de agosto y, en una reedición del plan del general Gabino Gaínza decide atacar
rápida y directamente Santiago de Chile a fin de aplastar las ideas independentistas.
Aún más, debido al golpe militar de José Miguel Carrera y el cuestionado presbítero Julián
Uribe en julio de 1814, el ejército se encontraba dividido entre las fuerzas que seguían a la
dictadura militar, bajo el mando de Luis Carrera, hermano de José Miguel, y las que buscaban
la restauración del gobierno civil, al mando de Bernardo O'Higgins. El país se encontraba al
borde de la guerra civil, dado que los ejércitos se enfrentaban cerca de Santiago, y los
primeros golpes ya habían tenido lugar (Combate de las Tres Acequias).
Cuando los chilenos se dieron cuenta del avance de las tropas monarquista del Virreinato del
Perú, las fuerzas de Osorio se encontraban ya a la altura de San Fernando. O'Higgins se
sometió al mando de Carrera.