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Filósofo griego
Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas cuando le vio el filósofo Aristipo, que vivía
confortablemente a base de adular al rey. Y le dijo Aristipo: Si aprendieras a ser sumiso al rey, no
tendrías que comer esa basura de lentejas. A lo que replicó Diógenes: Si hubieras tú aprendido a
comer lentejas, no tendrías que adular al rey.
Por cuestiones económicas fue desterrado de su ciudad natal, hecho que tomó con cierta ironía:
«Ellos me condenan a irme y yo los condeno a quedarse.» Deambuló por Esparta, Corinto y
Atenas, en esta ciudad frecuentó el cinosarges y se hizo discípulo de Antístenes que predicaba el
no respetar las convenciones sociales y evitar los placeres.
Considerado como uno de los más destacados filósofos de la escuela cínica. Los cínicos tomaron
como modelos a la naturaleza y los animales, los adoptaron como ejemplos de autosuficiencia y
basándose en ello propusieron un modelo de comportamiento ético que consideraban
fundamental para alcanzar la felicidad.
Llevó una vida de austeridad y mortificación. Rechazó también el politeísmo con todos los cultos
religiosos, por considerarlos instituciones puramente humanas y superfluas. Diógenes criticaba las
diferencias de clase, predicaba el ascetismo. La tradición le ha atribuido osadía e independencia
ante los poderosos, desdén por las normas de conducta social; según lo que de él se ha contado,
vivía en un tonel. Se vestía ropas toscas, sus alimentos eran sencillos y pernoctaba en las calles.
Fue respetado por los atenienses, admiradores de su desprecio de las comodidades. La virtud es la
base de su filosofía. Despreciaba a los hombres de letras por leer los sufrimientos de Odiseo
mientras desatendían los suyos propios y a los oradores que, a su parecer, estudiaban cómo hacer
valer la verdad pero no cómo practicarla.
Cuando viajaba a Aegina fue secuestrado por piratas y llevado a Creta donde fue vendido como
esclavo. Al preguntarle en qué actividad era hábil, contestaba: "en mandar". Fue comprado por un
tal Xeniades de Corinto, quien le devolvió la libertad y le hizo tutor de sus hijos.
Según una historia popular, Diógenes caminaba por Atenas a la luz del día llevando una lámpara
encendida buscando un hombre honesto. En otra ocasión, se dice, mantuvo una inesperada
entrevista con Alejandro Magno, quien empezó la conversación así: "Yo soy Alejandro Magno"; el
filósofo contestó: "y yo, Diógenes el cínico". Alejandro entonces le preguntó de qué modo podía
servirle. El filósofo replicó: "Puedes apartarte para no quitarme la luz del sol". Alejandro, dicen, se
quedó tan impresionado con el dominio de sí mismo del cínico que se marchó diciendo: "si yo no
fuera Alejandro, querría ser Diógenes".
Según la tradición, murió en Corinto en el 323 a. C. el mismo día que Alejandro. Se preocupó por la
sabiduría práctica y no estableció ningún sistema de filosofía.