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Ilustración de portada:
Ignacio Solares
De arriba hacia abajo:

Charcot hipnotiza a una mujer histérica. Grabado Cartas a una joven psicologa
de Brovillet.

Freud y Jung con los primeros psicoanalistas norte-


americanos, afuera de la Universidad de Clark.
De pie: Abraham A. Brill, Ernest Jones y Sandor
Ferenczi. Sentados: Freud, Stanley Hill y Cari G.
Jung.

Detalle del cuadro Sin título, de Peter Blake, 1997.


A la derecha: Martha Bernays, esposa de S. Freud.

Edipo y la esfinge. Grabado en una vasija griega,


perteneciente a la colección de antigüedades de
Freud. A la derecha: detalle del cuadro La lec-
ción de anatomía del Doctor Joan Deyman, de
Rembrandt.

Fotografía de Pavlov con uno de sus perros.

ALFAGUARA

Serie circular
CARTAS A UNA JOVEN PSICOLOGA
D. R. © Ignacio Solares, 1999

ALFAGIJ RA A
ìndice
De esta edición:
D. R. © Santillana Ediciones Generales, S.A. de C.V., 2000
Av. Universidad 767, Col. del Valle
México, 03100, D.F. Teléfono 5688 8966
www.alfaguara.com.mx

• Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A.


Calle 80 Núm. 10-23, Santafé de Bogotá, Colombia.
• Santillana S.A.
Torrelaguna 6 0 - 2 8 0 4 3 , Madrid, España.
• Santillana S.A. Carta I
Av. San Felipe 7 3 1 , Lima, Perú. La flor que afecta una estrella
• Editorial Santillana S. A.
Av. Rómulo Gallegos, Edif. Zulia 1er. piso
Boleita Nte., 1071, Caracas, Venezuela. Carta H
• Editorial Santillana Inc.
P.O. Box 19-5462 Hato Rey, 0 0 9 1 9 , San Juan, Puerto Rico. El descubrimiento del inconsciente
• Santillana Publishing Company Inc.
2105 NW 86th Avenue, 33122, Miami, Fl., E.U.A.
• Ediciones Santillana S.A. (ROU) Carta m
Constitución 1889, 11800, Montevideo, Uruguay.
• Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A.
El caso del pequeño Hans
Beazley 3860, 1437, Buenos Aires, Argentina. Carta I V
• Aguilar Chilena de Ediciones Ltda.
Dr. Aníbal Ariztía 1444, Providencia, Santiago de Chile.
Escepticismo freudiano.
• Santillana de Costa Rica, S.A.
La Uraca, 100 mts. Oeste de Migración y Extranjería, San J o s é , Costa Rica.
Carta V
El inconsciente colectivo.
Primera edición: abril de 2000

Quinta reimpresión: septiembre de 2004 Carta VI


Crisis y sublimación junguiana
ISBN: 968-19-0705-1

D. R. © Diseño de portada: Angélica Alva Robledo, 2000 Carta V U


Teoría de la Sincronicidad
Impreso en México

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en Iodo ni en parte, ni
Carta VIH
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cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, de la editorial.
Carta IX
El Pragmatismo.
Carta X
La varita mágica
Carta XI
La droga milagrosa
Carta XII

Psicología y meditación

Bibliografía (casi) mínima

Hay que emparentar a la medicina


con la filosofía, pues el médico filósofo
es el igual de los dioses.

HIPÓCRATES
Carta I

La flor que afecta u n a estrella

Querida Maty:
Me entusiasma que quieras estudiar psicología —des-
pués de la literatura, es mi disciplina predilecta—,
aunque debo prevenirte contra posibles frustracio¬
nes. Y es que, mira: a más de dos mil años de la
muerte de Sócrates y su famoso consejo: "conócete
a ti mismo", todavía no sabemos bien a bien qué
estudia la psicología.
Nuestra mente tiene aún vastas regiones sin ma¬
pas que las identifiquen. En relación con la fauna que
ahí habita no somos zoólogos profesionales, qué va,
sino meros aficionados y coleccionistas de ejem¬
plares curiosos. ¿Qué le vamos a hacer, Maty? Los
psicólogos están más cerca del osado boy-scout que
del científico riguroso, que todo lo quiere compro¬
bado en laboratorio para darle validez. Buenas ra¬
zones hay para que así sea.
Si, decíamos, no existe en la topografía humana
paisaje menos explorado que el de la mente, en-
tonces casi todo lo referente a ella está por decirse;
mejor dicho, por pensarse y discutirse. Y es lo que
hacemos, discutir cada vez que sacamos a colación
el tema, sentirnos todos psicólogos con derecho a
Este libro fue escrito con el apoyo del Sistema Na- opinar. Si un médico habla sobre el corazón y la
cional de Creadores de Arte (FONCA) circulación de la sangre, lo oímos con modestia y
Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

curiosidad. Pero si un psicólogo lo hace sobre la queriendo subir a la superficie —región llamada
sexualidad infantil, no falta el que tuerce la boca y inconsciente? (Freud).
lo interrumpe. Aunque, fíjate, hay quienes niegan la existencia
O sea, primer consejo: no andes diciendo por ahí de ese inconsciente (todo el mar, el de la superficie
que vas a estudiar psicología: por tu edad y sensibili¬ y el de las profundidades, es uno y el mismo) y lo
dad, van a suponer que la que tiene flojo un tornillo traducen en pura "mala fe" ante nosotros mismos.
eres tú. Segundo consejo: si lees algo sobre psicolo¬ Como dice el refrán: "no hay peor ciego que el que
gía, guárdatelo y no lo comentes entre familiares y no quiere ver": un negarnos permanentemente a
allegados. Te podrían frustrar —y es lo más peligroso darnos cuenta de lo que en verdad queremos por¬
que puede sucederte— los comentarios que provo¬ que no conviene para nuestros fines últimos y para
carías. Mucho menos interpretes el sueño de una ami¬ la imagen que pretendemos de nosotros mismos,
ga: tienes altas probabilidades de ofenderla. bola de hipócritas (el psicoanálisis existencial).
Toma tu distancia: como el astrónomo hace con Pero, piénsalo, tal vez lo que predomina en nues¬
el sol, es la mejor manera de conocer a la gente. tras motivaciones es el instinto de poder (de Po¬
Y es que, hay que reconocerlo, las definiciones y der), de dominio de los demás —"ahora yo me los
los rumbos de la psicología son de lo más disímiles friego para que se les quite"—, de una implacable
y casi nadie se pone de acuerdo en nada. y continua conquista afectiva y territorial, de
Que si es el estudio del alma (Aristóteles). autoafirmación en todo y con todos —"mi mujer es
¿Pero cuál alma?, se preguntan los conductistas. mía, mis hijos son míos, mi casa es mía, mi negocio
¿Quién la ha visto? (¿Tú has visto el alma de al¬ es mío"—, que en realidad tan sólo compensa —
guien, Maty?) Bien mirado al actuar, el hombre es oh frustración darse cuenta— un escondido com¬
puros aspavientos, reacciones a estímulos exterio¬ plejo de inferioridad (Adler).
res, reflejos condicionados, se mueve —o saliva— ¿O no será de veras que el medio social y políti¬
como el hambriento perro de Pavlov cuando le co en el que nacemos y crecemos marca con una
sonaban la campanita antes de llevarle unas ricas huella indeleble nuestras acciones y nuestros sue¬
croquetas; si queremos curar al hombre hay que ños, nuestras represiones y libertades? Por ejem¬
descondicionarlo, cambiarle los aspavientos y el plo, ya supondrás que no son los mismos los
sonar de ciertas campanitas peligrosas, punto. problemas psicológicos que vivieron los jóvenes
¿O, por el contrario, será que nuestra mente es españoles durante el franquismo, bajo el imperio
una especie de gran mar, con apenas unos cuantos de la Iglesia Católica, que ahora con el destape y
islotes y palmos de agua apacible iluminados por las constantes tentaciones de la pornografía y de la
el sol —región llamada conciencia— y vastas, tur¬ droga. Medio social que, al fin de cuentas, determi¬
bulentas y oscuras profundidades pobladas por na nuestras tendencias hacia la vida y hacia la muer¬
amenazantes monstruos marinos que se la pasan te, hacia la salud o hacia la neurosis (Fromm).

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

¿O deberemos apuntar más alto y encontrar la lles y pormenores cómo se podía cometer seme¬
clave del hombre y sus triunfos y caídas en el lla¬ jante barbaridad y en qué estado mental tenía yo
mado inconsciente colectivo, una especie de gran que estar para hacerlo. Y cuando estuve comple¬
sueño universal —divino— del que todos partici¬ tamente seguro de que el asesino había sentido
pamos? (Jung). lo que yo, entonces, naturalmente, sabía quién
Todo esto además de que entre los psicólogos, era él.
los psicoanalistas y los psiquiatras —ramas del mis¬
mo árbol— siempre andan a la greña, hazte a la Así que, simplemente, se trata de que el psicólogo
idea. Recientemente, el director del hospital psi¬ sea su paciente. Quizás entonces logre encontrar el
quiátrico más importante de la ciudad de México sistema terapéutico específico que requiere, lláme¬
me decía que buena parte de su clientela procedía se como se llame. Por lo pronto, al actuar en forma
de la terapia psicoanalítica, de la que casi nadie tan desprendida y humana, será el psicólogo el
sale indemne. Con un mohín de burla, me recorda¬ primero en sentirse feliz y realizado. De ahí esta
ba aquella crítica tan acerba que se le hacía al psi¬ carta, en respuesta a tu perentoria petición:
coanálisis desde sus inicios: que es la enfermedad
que pretende curarse a sí misma. Por su parte, ya —Ponme por escrito por qué te divierte la psico¬
lo has de saber, los psiquiatras quieren curar todo logía, a ver.
con ansiolíticos y electroshocks, lo que tampoco es
solución. Vaya solicitud de tu parte. Cuenta también el men¬
Uf, qué lío, ¿no te parece? Pero espera, Maty, no cionado Chesterton —tan sabio en nuestro tema—
te desanimes, verás que, a pesar de su falta de de¬ que en una ocasión un amigo le preguntó en la
finición y rumbo, es muy divertido estudiar psico¬ calle si todavía creía en Dios, con lo cual lo obligó
logía y, sobre todo, ponerla en práctica. Ser los otros a ponerse a escribir un libro de doscientas páginas
mentalmente. Es la estrategia del padre Brown, de apenas llegó a su casa.
Chesterton, un detective que resolvía sus casos vol- La respuesta puede abrirse como un abanico y,
viéndose el asesino al que perseguía. por eso mismo, no hay que perder de vista tu peti¬
ción inicial. En efecto, la amenidad me parece la
—Vea usted —dijo el padre Brown al inspector cualidad más alta que puede pedirse a cualquier
Chace—, fui yo quien mató a todas esas personas. disciplina o a cualquier estudio de lo humano. Si
—¡Cómo! —gritó el inspector poniéndose de pie algo nos puede curar por encima (o por debajo) de
de un brinco. las doctrinas, de los conceptos y de las escuelas, es
—Yo mismo había planeado cada uno de los ase¬ el sentido del humor en su más simple acepción
sinatos cuidadosamente —prosiguió el padre cotidiana: hacerlo todo más fácil y grato, sonreír a
Brown—. Me había imaginado con todos los deta- Dios y al diablo, a la vida y a la muerte. Cuidado

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Ignacio Solares
Cartas a una j o v e n psicóloga

con soltar una sonora carcajada: puede ser un sín¬


poetas quienes se le habían adelantado en el des¬
toma histérico y te mete de nuevo al laberinto.
cubrimiento del inconsciente. (En su estudio sobre
A propósito, déjame contarte uno de los casos
Dostoyevski dice, de entrada: "Por desgracia, el psi¬
psicológicos más curiosos de que me he enterado
coanálisis tiene que rendir las armas ante la crea¬
a últimas fechas. Resulta que Norman Cousin, un
ción del poeta".) Pero esto de ninguna manera
periodista muy famoso del Saturday Review, cayó
debería restar valor a sus descubrimientos, al con¬
un buen día enfermo de anquilosamiento múltiple,
trario. Al dar carta de ciudadanía al inconsciente y
una enfermedad en verdad complicada que lo te¬
un papel preponderante en el tratamiento terapéu¬
nía paralizado y al borde de la muerte, con una
tico, Freud puso un punto y aparte en la psicolo¬
posibilidad entre quinientas de curarse. Cousin no
gía, al grado de que al hablar de esta ciencia tenemos
se resignó y decidió, con la ayuda de su psicoana¬
que decir antes y después de Freud, así como his¬
lista, encontrar en sí mismo la fuerza curativa. Huyó
tóricamente decimos antes y después de Jesucristo.
de su demandante familia y se instaló en un pe¬
Por eso quiero intentar un rastreo en los antece¬
queño y tranquilo hotel, sin más diversión que una
dentes de ese inconsciente, lo que nos obliga a
televisión, una videocasetera y un altero de pelícu¬
también revalorizar disciplinas como la
las... del Gordo y el Flaco. Veía películas del Gordo
parapsicología y hasta la magia misma.
y el Flaco día y noche. Descubrió las virtudes tera¬
Fíjate cómo la vertiginosa evolución de la cien¬
péuticas de la risa, terminó por curarse y escribió
cia y la tecnología que hoy vemos —y padecemos—
un libro que se convirtió en un best-seller. Te sor¬
ha implicado sin remedio una lucha frontal contra
prenderá, pero ya hay escuelas de psicología que
todo lo que suene a magia. Quedan restos de la
no se andan con cuentos y centran su terapia en la
batalla como la que libran todavía el médico y el
pura risa; además de un movimiento religioso lla¬
curandero en algunas regiones no muy civilizadas,
mado La Risa Santa, con sede en Toronto, Canadá,
pero es evidente que el hombre ha renunciado de
que empieza a ganar adeptos en todo el mundo, y que
manera casi total a una concepción mágica del mun¬
se caracteriza por manifestaciones incontrolables de
do con fines de dominio y conquista de la natura¬
risa en los cultos de adoración. ¿Cómo ves?
leza. También nos quedan los horóscopos, el vudú,
Dentro de esta demanda de lo ameno, y por pura la revista Duda, los ritos esotéricos caribeños, o
deformación profesional, te ofrezco emparentar a quemar palmitas cuando truena muy fuerte el cie¬
la psicología lo más posible con la literatura, lo que lo, pero la elección entre la bola de cristal y el
por lo demás siempre han hecho los mejores psi¬ doctorado en psicología (como el que espero que
cólogos. Casi, lo más valioso de la psicología es lo consigas), entre el pase magnético y la inyección
que tiene de novela. Recuerda que al propio Freud de penicilina cuando estás enferma de la garganta,
lo propusieron para el Premio Nobel... de Literatu¬ está definitivamente hecha. ¿O qué dirías a tu mamá
ra, y bueno, él siempre reconoció que eran los si con las anginas en forma de volcán en lugar de

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

al médico te llevara al curandero para que baile grave limitante: Freud consideraba que su tarea te¬
con su maraca a tu alrededor? rapéutica era una simple prolongación de la tradi¬
Mas he aquí que mientras de siglo en siglo se ción positivista —o sea, racionalista y práctica, lo
libraba el combate del mago y el científico, un ter¬ más contrario a la "intuición" del poeta— en la que
cer protagonista llamado poeta continuaba sin opo¬ se había formado como estudiante de medicina.
sición alguna una tarea extrañamente análoga a la Nadie se rebeló de manera más efectiva que Freud
actividad mágica primitiva. Su diferencia con el mago contra las concepciones mecanicistas del hombre
—cosa que lo salvó de la extinción— era su apa¬ que dominaron el pensamiento occidental en el si¬
rente desinterés y desubicación, el andar siempre glo xix; nadie mostró más claramente la estrechez
"en la luna", el proceder por "amor al arte", por de esas concepciones. Sin embargo, a lo largo de
nada, por un puñado de hermosos frutos inofensi¬ toda su vida su mayor ambición fue ser considera¬
vos y consoladores: la belleza, la alegría, la con¬ do un científico "serio", en la mejor —y más
memoración, la música de las palabras. Como ha limitante— tradición del término. Fue un rebelde,
dicho Julio Cortázar: "el poeta ha continuado y de¬ pero un rebelde finalmente sumiso. Y como de
fendido un sistema análogo al del mago, compar¬ nuestros imitadores serán nuestros defectos, la psi¬
tiendo con éste la sospecha de una omnipotencia c o l o g í a actual en g e n e r a l aún p a d e c e un
del pensamiento intuitivo, el valor sagrado de una racionalismo exacerbado. Pocos territorios tan ári¬
metáfora". dos y aburridos como la mayoría, y más reconoci¬
Al ansia de dominio de la realidad —el único y das, historias de la psicología. Por eso te propongo
gran objetivo de la ciencia— sucedía por parte del que agarremos un atajo y veamos a dónde nos con¬
poeta un ejercicio de dudas y preguntas, de invo¬ duce. Con toda seguridad será más divertido y
cación y exorcismo de fantasmas, que no trascen¬ vivificante en lo espiritual. Si el inconsciente es el
día lo puramente espiritual. Y como a primera vista fundamento de la psicología actual, y el camino
no disputaba al científico la posesión de "la ver¬ que encontró Freud para llegar a él fue el hipnotis¬
dad" y era tan poco "práctico", el poeta fue dejado mo, ¿de dónde viene y quién lo descubrió? ¿Por
en paz, mirado con indulgencia, y si se le expulsó qué se descartó de la terapia y sólo hasta años re¬
de la corte del Príncipe (los políticos siempre ven a cientes se le ha vuelto a revalorizar? ¿Y hasta dónde
los poetas por encima del hombro, fíjate) fue a modo podemos (y debemos) incluir ciertas prácticas reli¬
de advertencia y demarcación higiénica de territo¬ giosas dentro de una concepción más amplia de la
rios. Tú allá en la luna, nosotros aquí en el mundo. psicoterapia? ¿Qué hay con los recientes descubri¬
Y de ahí, de la luna, fue de donde Freud bajó al mientos de la tanatología —disciplina que trabaja
poeta para ponerse a trabajar con él, codo con codo. con los enfermos en estado terminal— y que han
Sin su afición a la poesía quizá jamás hubiera con¬ trastocado nuestras ideas tradicionales acerca de la
cebido los fundamentos del psicoanálisis. Con una muerte y sus posibles significados? ¿Y serán de ve-

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

ras preferibles los métodos de relajación natural a Preguntas que son como la apertura en el aje¬
la medicación a base de drogas? drez: te encadenan y condicionan las siguientes
Así que entremos en materia. Podrías empezar jugadas, los ataques y las defensas, la protección o
con una pregunta a la que quizá te ayuden a res¬ el lanzamiento de tus piezas más valiosas, además
ponder estas cartas: por qué quieres estudiar psi¬ de que quizá te arriesgas al jaque mate del pastor
cología. Mejor dicho, por qué crees que, tal vez, sin darte cuenta.
quieres estudiarla. Parafraseando a Bretón en la carta que dedicó a
¿Cómo y por qué se quiere llegar a ser esto o su hija de quince años, sólo puedo desearte que
aquello en la vida? Cada caso es un misterio. La ames enloquecidamente la profesión que elijas. Y
vocación hunde sus raíces en las preguntas funda¬ enloquecidas van estas cartas, de atrás para ade¬
mentales: ¿De dónde vengo? ¿Qué hago aquí? ¿A lante, que empiezan con Freud y terminan con el
dónde voy? Cualquier decisión que tomamos altera descubrimiento de la hipnosis y la irrupción de las
nuestras vidas y todo cuanto las rodea. Pero no drogas en la psicoterapia, ya verás.
sólo las grandes decisiones: todo paso que damos
abre un sendero. "Nadie puede cortar una flor sin
afectar una estrella", dicen los budistas.
¿Será que la vocación es una elección, un movi¬
miento libre de la voluntad individual para decidir
su destino? ¿O de alguna manera que nos es difícil
comprender, los seres humanos nacemos con un
camino previamente señalizado? Cuestión central
para la psicología: los difusos márgenes de la liber¬
tad. Todos pretendemos ser dueños de nosotros
mismos, hasta que no llegue el psicólogo a demos¬
trarnos lo contrario.
¿De dónde surge esa predisposición que nos lle¬
va —o incluso nos obliga— a dedicar nuestras vi¬
das a una actividad determinada, porque sabemos
que sólo ejerciéndola nos sentiremos realizados y
felices, dando a nuestros semejantes lo mejor que
poseemos, sin la angustiosa sensación de desper¬
diciar nuestras vidas? ¿Y tendrá todo esto que ver
con "algo más", en el sentido que dan las religio¬
nes al término?

20 2]
Carta II

El d e s c u b r i m i e n t o del i n c o n s c i e n t e

Querida Maty:
Tu comentario a la carta anterior me parece de lo
más justo y necesario: "Al grano, al grano, te andas
mucho por las ramas". Por una deformación profe¬
sional, los escritores creemos que la mejor manera
de conocer el árbol es andarse por las ramas, pero
la mayor parte de las veces nos perdemos entre
ellas, quedamos envarados y no llegamos a ningún
sitio. Por eso digo que la mejor literatura es la que
está hecha de preguntas más que de respuestas, de
intuiciones más que de certezas, de dudas más que
de convicciones. Acuérdate que los artistas traba¬
jan más con lo que no saben, pero intuyen (el
inconsciente) que con lo que ven y saben (el cons-
ciente), de ahí que se adelantaran a Freud en mu¬
chos de sus descubrimientos, como él mismo
reconoció y ponderó.
Freud no sólo fue un apasionado de la literatura,
sino que él mismo era un verdadero virtuoso de la
escritura (hasta le dieron el Premio Goethe, tam¬
bién literario). De ella utilizó descripciones, pasa¬
jes y nombres para sus casos. Hizo tan famoso a
Edipo que un supuesto diccionario, en broma, lo
define así: rey griego famoso por su complejo.
Freud lo reconoció sin empacho:
Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

La influencia en mí de la literatura me obliga a que todos llevamos dentro, aunque más bien lo
estar dispuesto —y lo estoy gustosamente— a re¬ mandamos al rincón de los castigos o le colocamos
nunciar a toda prioridad en aquellos frecuentes una máscara, con lo cual lo volvemos doblemente
casos en los que el psicoanálisis no hace más que monstruito.
confirmar la visión intuitiva del poeta. Todo hombre se parece a su dolor: al dolor mas
antiguo que haya sufrido, el primero que le haya
También, los poetas le abrieron el camino hacia el
resultado insoportable, del que no quiere saber más
alma infantil:
nada.
Freud llamó a este juego (truculento) represión.
El artista se refugia, como el neurótico, en ese
Recuerda el refrán, que ya mencionábamos: "no
mundo fantástico de la infancia, huyendo de una
hay peor ciego que el que no quiere ver". Gracias a
realidad poco satisfactoria; pero, a diferencia del
esa represión, el monstruito desaparece de nuestra
neurótico, sabe hallar el camino de regreso a la
vista. El rincón de los castigos en realidad se llama
realidad. Además, al mostrar el inconsciente en
inconsciente, por más que en el momento menos
sus obras de arte, consigue un espejo para refle¬
sospechado nos obligue a meter el dedo en el ven¬
jarnos todos.
tilador a ver si corta, o nos incite a elegir por novia
a una chica que nos prepara un flan tan parecido al
El precio que pagó fue alto: en castigo, te decía, lo que nos hacía mamá.
postularon para el Premio Nobel de Literatura. En Cuando Freud estudiaba medicina —finales de
consecuencia, los psiquiatras rigurosos —que sa¬ la década del 1870—, se creía que las enfermeda¬
ben poco de los personajes del teatro griego— le des mentales tenían un origen puramente físico.
tuercen el gesto y prefieren aplicar electroshocks al "Las enfermedades mentales son enfermedades del
paciente, en lugar de perder el tiempo averiguan¬ cerebro", decía Griesinger, decano de los psiquia¬
do cuánto lo traumó su mamá por no acariciarlo tras del siglo xix, con un gran prestigio. Los hom¬
nada, o por acariciarlo demasiado. bres sanos eran sanos del todo, en un territorio
El acento en lo infantil es determinante. Al mos¬ bien demarcado. Allá, lejos, en los manicomios, es¬
trar que en el hombre adulto, supuestamente razo¬ taban los locos, con sus problemas físicos. En una
nable y formal, sobrevive siempre un niño, Freud historia de la psiquiatría de aquel entonces, lee¬
proyectó una nueva luz sobre el drama humano. mos: "Si se nombraba a un médico director de un
Por eso el origen de toda neurosis se remonta a la hospital para enfermos mentales, el único requisito
infancia y guarda una relación directa con nuestros era que fuese un buen estudioso de la anatomía
primeros amores, o desamores. Infancia es destino, cerebral". Esto te da una idea del racionalismo exa¬
dicen los psicoanalistas. Para lograr la convivencia cerbado de los científicos de entonces (y a muchos
en sociedad, a duras penas aplacamos al monstruito aún les dura). Su gran sueño, parecía, estaba por

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

cumplirse: el hombre es el dueño de sí mismo para ojos desorbitados. Ahí, entonces, es cuando te es¬
amar, para organizarse políticamente y para domi¬ tremeces toda —tú eres el loco y el loco eres tú— y
nar a la naturaleza. Teatrito que les derrumbó Freud afloran de tu lado algunos raros testimonios de la
con su teoría de los instintos. La frontera entre lo¬ otra realidad: quizás apenas una ráfaga lejana, una
cura y razón se difuminó. ¿Cuáles locos? ¿Cuáles puerta que se entorna para dejar pasar un hilo de
cuerdos? Por eso él mismo decía que había propi¬ luz: un guiño de amistad, una sonrisa que más
nado el tercer golpe mortal a la vanidad humana: bien es una mueca, un dedo tembloroso que te
el primero fue de Copérnico al demostrar que nues¬ llam a "ven, Maty, ayúdame a entender el mundo
tro planeta no es el centro del universo, sino que y mi locura"—, un gesto que te conmueve y ense¬
está inscrito en una galaxia entre miles de millones guida te empañica, un tic que se parece tanto al de
de ellas; el segundo, de Darwin, con su teoría de la una querida tía tuya. Se levanta un choque de vien¬
evolución, que priva al hombre de su papel de rey tos contrarios y una ráfaga de contraste te trae tu
de la creación y lo convierte en un mero descen¬ supuesta realidad real, la de afuera, la de todos los
diente del mono; y el tercero de Freud, al mostrar días, la de los hombres "sanos", la de la televisión y
que ni siquiera es dueño de sí mismo, ya que las los periódicos, y concluyes con Cortázar, por ejem¬
fuerzas del inconsciente gobiernan sus sentimien¬ plo, que la única suerte que tienen ciertos persona¬
tos y en consecuencia sus actos. jes de nuestra política es que... no babean. No
Si alguna vez, como parte indispensable de tu pienses en nadie en particular, por más que ya los
interés en el tema, visitas un manicomio, verás que tengas en mente. Ese pequeño detalle húmedo es
lo que pierde a ciertos locos es la forma insoporta¬ la sola razón por la que, quizá, no han sido ence¬
ble que para la sociedad asume su conducta exte¬ rrados. ¿O será mejor pensar que algunos de los
rior. Los tics, las manías, la degradación física, la personajes que encontraste en el manicomio, ape¬
perturbación oral o motora, facilitan rápidamente nas los maquilles un poco y les quites los tics, po¬
la colocación de la etiqueta y la separación profiláctica. drían ser excelentes políticos? Hay una novela de
Pero apenas te acercas un poco a ellos —escucha Jerzy Kosinski, El jardinero, que trata precisamen¬
nada más algunos de sus argumentos—, quizá des¬ te el tema: un retrasado mental metido a político.
cubras que no están tan locos como suponías. O Es asombrosa, y de lo más posible, la coherencia y
que nosotros no estamos tan cuerdos como quere¬ similitud de los dos discursos, apenas diluyes las
mos creer. Hay algo muy perturbador en esta ex¬ fronteras.
periencia, te lo advierto. Ser el mirón al borde del Encontré la mejor definición de la locura en el
acuario donde el pez te mira medio bizco y hace y propio Julio Cortázar: "La locura es un sueño que
deshace soñoliento sus vagas burbujas; o, por el se fija". Después, sólo después, una explicación del
contrario, ser el pez que mira a través del vidrio a psicólogo Luis Ravagnan no hizo sino confirmarla:
la jovencita tan rara que se acerca a observarlo con

26 27
Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

mapa de nuestro Jurassic Park interior; además, lo


—¡Culpable!
hizo en plena época victoriana, colmada de prejui¬
cios de toda índole. Ante el lugar común de la su¬ Culpa que es fuente de toda neurosis. Algo así como
puesta "inocencia infantil", Freud se sacó de la la placa en negativo del deseo original. La intuición
manga una definición —medio exagerada, la ver¬ de un gran poeta, León Bloy, nos lo explica:
dad— que puso los pelos de punta a sus contem¬
p o r á n e o s : dijo que el niño es n "polimorfo
U Los goces de este mundo serían los tormentos del
perverso", o sea por donde quiera que lo mires, infierno, vistos al revés, en un espejo (el subraya-
todo niño es un canijo. El Superego se encarga, do es de Bloy).
hasta donde le es posible, de mantenerlo a raya:
Reemplaza infierno por neurosis —que deberían
—¡Niño cochino, deja de tocarte hí!a
ser sinónimos— y entenderás buena parte de los
—Eres un puerco, mocoso. síntomas que aquejan a los pacientes que visitan al
—Escuincle del demonio. terapeuta.
—Lávate las manos. Freud cuenta el caso de una paciente que estaba
—Levántate temprano. secretamente enamorada de su cuñado. Cuando
—Arrepiéntete de tus pecados. murió su hermana, a causa de una larga enferme¬
—¡Estáte en paz, te digo! dad, ella pensó, sin querer:
—¡Vete de aquí!
—¡Esfúmate de una buena vez! —Ahora él es libre y se puede casar conmigo.

O aquel grito terrible que una vez. escuchó de la¬ Pero el pensamiento chocaba con su Superego y lo
bios de su padre el joven Franz Kafka, y que dejó reprimió. Freud escribe:
una herida siempre abierta en su vida y en su obra:
La joven enfermó y manifestó serios síntomas his¬
—No entiendo para qué te tuve. téricos y obsesivos, y cuando vino a mi consulta
para ser tratada, resultó que había olvidado la es¬
Pues todos esos gritos se introyeetan, los manda¬ cena junto a la cama de su hermana moribunda.
mos al cucarachero y desde ahí se repiten a lo lar¬ Ese territjfe deseo egoísta que la había llevado a
g o d e nuestra vida, c o m o e c s p u n z a n t e s ,
0 desear la muerte del ser que, ella misma decía,
acusadores. Cada vez que el impulso "malo" revi¬ más amaba en el mundo. Después de una ardua
ve, por más que sólo sea en forma subterránea, un labor de asociaciones libres e interpretación de
dedo acusador nos señala: sus sueños, finalmente la recordó. En un estado
de insoportable agitación mental reprodujo el

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicóloga

momento patológico ("sí, desee su muerte") y se después. Freud comprendió que ese pro¬
curó de sus síntomas. ceso purificador —no muy diferente al de la confe¬
sión católica, por cierto— era mejor con el paciente
Otro caso famoso, ya que fue de los primeros en la despierto, bien despierto, y renunció a la hipnosis.
historia del psicoanálisis —que se conoce como el En su lugar, adoptó la asociación libre: soltar sin
de Ana O. y que Freud atendió en colaboración reservas, y conforme vaya surgiendo, todo lo que
con su colega, el doctor Breuer—, trata de una pa¬ se te ocurra sobre un cierto tema, un sueño, una
ciente joven y guapa que sufría los más graves sín¬ imagen o un recuerdo, sin tener en cuenta lo tri¬
tomas de la histeria: parálisis, c o n v u l s i o n e s , vial, impertinente, indiscreto, grosero o repugnan¬
inhibiciones, obscurecimiento de la conciencia. te que pueda resultar. La asociación libre difiere de
Freud y Breuer observaron que la joven se sentía nuestra manera habitual de pensar o de hablar no
aliviada cuando podía hablar de sí misma y de sus sólo por su franqueza absoluta, sino por su falta de
emociones. Pero también, que ella sabía algo sobre intención. Hasta cuando hablamos con nuestros
sí misma que no hubiese querido saber y que por amigos más íntimos elegimos las palabras adecua¬
consiguiente reprimía. Para dejar camino expedito das, representamos un papel, nos ponemos una
a ese hecho oculto, empezaron a hipnotizarla. El máscara. Por el contrario, las palabras de la asocia¬
procedimiento dio resultado: en estado hipnótico, ción libre brotan del más secreto surtidor de nues¬
en que el obstáculo represor es abolido, la joven tra mente y traspasan todos los disfraces y las caretas.
expresó sin rodeos lo que tan obstinadamente ha¬ Wilhelm Stekel, discípulo de Freud, que luego rom¬
bía disimulado tanto al médico como a sí misma: pió con él como tantos otros, cuenta de un pacien¬
su padre sufrió un ataque al corazón en un burdel te que soñó con una típica bruja trepada en una
y su madre y ella, apenas una niña, tuvieron que ir escoba a la que veía elevarse en el cielo, perder
a rescatarlo. En su fantasía infantil se despenaron altura y caer aparatosamente en el jardín de su casa.
ciertos deseos sexuales que enseguida debió repri¬ El golpe levantaba una nube de polvo y dejaba a la
mir. Cada vez que la joven, en estado hipnótico, bruja tendida en el suelo, maltrecha, con su escoba
lograba confesar aquellos apetitos vergonzantes, hecha añicos a un lado. Lo invadía una dolorosa
desaparecía en el acto su substituto: el síntoma his¬ compasión y despertaba angustiado. Stekel le pre¬
térico. Los trastornos psíquicos son engendrados guntó qué se le ocurría al respecto, y el paciente
por un sentimiento "estrangulado", defenismo modo sonrió y a la vez confesó que siempre le parecie¬
que la fiebre es provocada por cierta inflamación ron insufribles los cuentos de brujas; no los sopor¬
interna. Y así como la fiebre declina tan pronto taba cuando oía a su madre contárselos a sus
como la supuración encuentra una salida, así tam¬ hermanas. ¿Por qué entonces ahora, ya adulto, so¬
bién cesan las violentas manifestaciones de la his¬ ñaba él con una bruja?, lo interrogó Stekel, y le
teria tan pronto se logra liberar al sentimiento. pidió que buscara nuevas referencias al sueño. El

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicóloga

paciente chasqueó los dedos y dijo que, casual¬ termina por imponerse reglas sociales más crueles
mente, unas semanas antes había visto con sus hi¬ y rígidas que las concebidas por cualquier adulto, y
jos una película en que aparecía en forma fugaz mira que los adultos somos maestros en la aplica¬
una bruja. Se lo contó a su madre —que los visita- ción de la crueldad. Freud llamó Elko_aeste princi¬
ba en esos días— y ella le recordó que de niño pio imperioso de los instintos. Te lo voy a ilustrar
incluso se tapaba los oídos cuando oía hablar de con otra novela.
brujas, y a gritos decía que no las soportaba, que ¿Recuerdas un libro que en la tapa tenía el burdo
no le hablaran de ellas. También dijo que, le pare¬ dibujo de un hombre lobo, que alguna vez te leí,
cía, el jardín donde caía la bruja no era el de su titulado El extraño caso del doctor Jekyll y míster
casa actual, sino el de la casa de sus padres y en Hyde, de Stevenson? Bebiendo un brebaje que él
donde —lo recordó de golpe— en alguna ocasión mismo preparaba, el bueno y civilizado doctor Jekyll
su madre se rompió un tobillo. Stekel escribe que se transformaba en el abominable míster Hyde,
el paciente palideció en forma súbita, se llevó una verdadera bestia peluda que actuaba bajo una úni¬
mano a la boca y dijo balbuceante: "Dios mío, la ca ley: "el principio del placer", arrebatado y egoís¬
bruja es mi propia madre". Ya supondrás, Maty, ta. En todo cuanto hacía dejaba su huella; mejor
cuánto significó para el análisis del paciente esa dicho, sus cuatro huellas, ante la consternación del
primera relación —con la agresividad que llevaba cada vez más deprimido doctor Jekyll (un yo inca¬
implícita— de su madre con las brujas, que le re¬ paz de controlar a su Ello). ¿Pero qué podía hacer
pugnaban. si necesitaba del brebaje en forma creciente y
¿Entiendes por qué Freud relacionaba el psicoa¬ compulsiva? ¿Destruirse junto con el monstruo? Fí¬
nálisis con la cirugía y guardaba sus serias dudas jate en el símil: los alcohólicos dicen que al beber
respecto del autoanálisis? ¿Has tratado de curarte "botan el gorila". Sin embargo, para el hombre lobo
una herida profunda tú misma? no había psicoanálisis ni juntas de Alcohólicos Anó¬
De pequeños habitamos un mundo que sólo co¬ nimos, ni modo.
noce las "gratificaciones inmediatas de necesida¬ Con un agravante, como de verdadera película
des primitivas". Qué definición, ¿no te parece? Como de terror: ese míster Hyde, el Ello freudiano, no
dicen que decía un niño al que preguntaron qué conoce el tiempo. Escribe el propio Freud:
quería: ¿un helado o pasear en coche? La respuesta
coincide con la definición de Freud: "El helado Comprobamos, con gran sorpresa, la excepción
dentro del coche". Nuestro JurassicParkmental en del principio según el cual el espacio y el tiempo
pleno, pues. Me recuerda aquella novela de William son formas necesarias de nuestros actos anímicos.
Golding, El señor de las moscas, en donde un gru¬ En el Ello no hay nada que corresponda a la re¬
po de niños de elevada extracción social, náufrago presentación del tiempo. No hay ningún reconoci¬
en una isla desierta, se organiza para sobrevivir y miento de un transcurrir temporal. Los impulsos

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicóloga

paciente chasqueó los dedos y dijo que, casual¬ termina por imponerse reglas sociales más crueles
mente, unas semanas antes había visto con sus hi¬ y rígidas que las concebidas por cualquier adulto, y
jos una película en que aparecía en forma fugaz mira que los adultos somos maestros en la aplica¬
una bruja. Se lo contó a su madre —que los visita¬ ción de la crueldad. Freud llamó llllo a este princi¬
ba en esos días— y ella le recordó que de niño pio imperioso de los instintos. Te lo voy a ilustrar
incluso se tapaba los oídos cuando oía hablar de con otra novela.
brujas, y a gritos decía que no las soportaba, que ¿Recuerdas un libro que en la tapa tenía el burdo
no le hablaran de ellas. También dijo que, le pare¬ dibujo de un hombre lobo, que alguna vez te leí,
cía, el jardín donde caía la bruja no era el de su titulado El extraño caso del doctor Jekyll y míster
casa actual, sino el de la casa de sus padres y en Hyde, de Stevenson? Bebiendo un brebaje que él
donde —lo recordó de golpe— en alguna ocasión mismo preparaba, el bueno y civilizado doctoi Jekyll
su madre se rompió un tobillo. Stekel escribe que se transformaba en el abominable míster Hyde,
el paciente palideció en forma súbita, se llevó una verdadera bestia peluda que actuaba bajo una úni¬
mano a la boca y dijo balbuceante: "Dios mío, la ca ley: "el principio del placer", arrebatado y egoís¬
bruja es mi propia madre". Ya supondrás, Maty, ta. En todo cuanto hacía dejaba su huella; mejor
cuánto significó para el análisis del paciente esa dicho, sus cuatro huellas, ante la consternación del
primera relación —con la agresividad que llevaba cada vez más deprimido doctor Jekyll (un yo inca¬
implícita— de su madre con las brujas, que le re¬ paz de controlar a su Ello). ¿Pero qué podía hacer
pugnaban. si necesitaba del brebaje en forma creciente y
¿Entiendes por qué Freud relacionaba el psicoa¬ compulsiva? ¿Destruirse junto con el monstruo? Fí¬
nálisis con la cirugía y guardaba sus serias dudas jate en el símil: los alcohólicos dicen que al beber
respecto del autoanálisis? ¿Has tratado de curarte "botan el gorila". Sin embargo, para el hombre lobo
una herida profunda tú misma? no había psicoanálisis ni juntas de Alcohólicos Anó¬
De pequeños habitamos un mundo que sólo co¬ nimos, ni modo.
noce las "gratificaciones inmediatas de necesida¬ Con un agravante, como de verdadera película
des primitivas". Qué definición, ¿no te parece? Como de terror: ese míster Hyde, el Ello freudiano, no
dicen que decía un niño al que preguntaron qué conoce el tiempo. Escribe el propio Freud:
quería: ¿un helado o pasear en coche? La respuesta
coincide con la definición de Freud: "El helado Comprobamos, con gran sorpresa, la e x c e p c i ó n
dentro del coche". Nuestro JurassicParkmental en del principio s e g ú n el cual el e s p a c i o y el t i e m p o
pleno, pues. Me recuerda aquella novela de William son formas n e c e s a r i a s de nuestros a c t o s a n í m i c o s .
Golding, El señor de las moscas, en donde un gru¬ En el Ello no hay nada q u e c o r r e s p o n d a a la re-
po de niños de elevada extracción social, náufrago p r e s e n t a c i ó n del t i e m p o . No hay ningún reconoci¬
en una isla desierta, se organiza para sobrevivir y m i e n t o de un transcurrir t e m p o r a l . Los impulsos

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

instintivos, que la represión ha sumido en el Ello, ño montaba su representación y realizaba el deseo


son virtualmente inmortales y se comportan, al cabo guardado, pero sin despertarlo. Haz la prueba y
de años y años, como si acabaran de nacer. Sólo revalorizarás durante un sueño en el desierto del
llegan a ser reconocidos como pretéritos y despo¬ Sahara un simple vaso de agua fresca. Los sueños
jados de su carga de energía cuando la labor de realización del deseo sexual son los más fre¬
psicoanalítica los vuelve conscientes, en lo cual cuentes, por la obvia razón de que los reprimimos
reposa el efecto terapéutico del tratamiento. con mayor fuerza. Muy especialmente cuando de¬
seamos a personas "prohibidas". Con esos sueños,
¿Te has descubierto, ya adolescente, pidiendo algo es mejor no hacer la prueba, ya lo supondrás.
en la misma forma, y en el mismo tono, en que de Pero como soñamos bajo el imperio del Ello, tam¬
bebita exigías a tu mamá que corriera a cambiarte bién el tiempo se nos esfuma. Así, cuenta Freud
el pañal sucio? La culpa es de tu Ello, que no cono¬ del hombre que se soñó en plena Revolución Fran¬
ce el tiempo ni las normas educativas que te he¬ cesa, peleando contra la monarquía, en el asalto a
mos inculcado; por desgracia, la causa no te disculpa la Bastilla, prisionero en La Conciergérie, decapita¬
ante el mundo de afuera, que más bien abomina do en la Bastilla misma. En el momento en que la
del Ello. Freud decía que la sociedad guarda el deseo cuchilla de la guillotina cayó sobre su cuello, des¬
secreto de poner un policía a cada uno de esos pertó angustiado y comprobó que uno de los ba¬
Ellos. En las calles de la ciudad de México los en¬ rrotes de la cabecera de la cama —mal atornillado,
contramos a raudales, y sin la más mínima posibili¬ con toda seguridad— había caído sobre su cuello,
dad de un policía que los reprima. ¿O son los propios lo que debió suceder unos cuantos segundos antes
policías la representación de nuestro Ello nacional? de que despertara. Unos cuantos segundos durante
Los sueños nos proporcionan otro claro ejemplo los cuales elaboró toda su farragosa aventura en la
de los procesos primarios con que el Ello se procu¬ Francia revolucionaria.
ra placer, o por lo menos disminuye la tensión inte¬ La literatura ha dado muchas y muy bellas des¬
rior. En su libro La interpretación de los sueños cripciones de nuestro dormir y soñar. Escucha ésta,
—que publicó en 1899, el mismo año en que mu¬ de Petronio, que es mi predilecta: "El alma, sin el
rió su padre; algo diría Freud de eso y, en efecto, cuerpo, juega". O como dijo Shakespeare: "Esta¬
dijo que le parecía muy sintomático que el naci¬ mos hechos de la misma sustancia que nuestros
miento del psicoanálisis coincidiera con la muerte sueños".
de su progenitor—, en ese libro Freud cuenta Borges, por su parte, dice que los sueños son
cómo él mismo se atiborraba de sal en la cena, una obra estética; quizá la expresión estética más
no bebía agua y, claro, soñaba que bebía como i f e c t a ? Y se hace estas
camello el agua que se había negado en la vigilia,
"para impedir que el reposo se perturbara". El sue-

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Ignacio Solares Cartas a una joven A
psic f-

¿Y si las pesadillas fueran estrictamente sobrenatu- rante su autoanálisis —ya supondrás que nadie
rales? ¿Y si las pesadillas fueran grietas del infier- podía psicoanalizar a Freud— fiada le angustiaba
no? ¿Y si en las pesadillas estuviéramos literalmente tanto como recordar los sueños infantiles en que
en el infierno? veía morir, una y otra vez, a su hermanito Julius,
quien en efecto murió muy pequeño. Hasta que, en un
Él sabía de eso porque tenía constantes pesadillas acto insólito para la mente humana, abrió —entre¬
con laberintos y espejos; curiosamente, los temas abrió— una puerta a lo más hondo del sótano. "So¬
centrales de su hermosa literatura, que a fin de cuen¬ ñaba que mi hermano moría... porque de niño yo
tas apunta más hacia el cielo que hacia el infierno. deseaba que muriera". En el siguiente capítulo ha¬
También Stevenson tomaba de sus sueños los te¬ blaremos del trauma que es para los niños el naci¬
mas de sus narraciones y en lugar de "el novelista" miento de un hermanito: los desplaza de los alectos
o "el poeta", los nativos de la isla del Pacífico donde paternos —en especial los maternos— y, en gene¬
vivía le decían "el soñador". Por cierto, Stevenson, ral, los relega a un segundo término en la vida ho¬
que había escrito sobre las transformaciones físi¬ gareña. En consecuencia, el Ello exacerba sus
cas del hombre normal en hombre lobo —cuánto demandas. ¿Pero cómo puede uno desear la muer¬
no dolerá que se te hinchen así la boca y las meji¬ te de un ser querido, de nuestra misma familia? He
llas y te salga tanto pelo en forma repentina—; él, ahí la gran pregunta que nadie se había atrevido a
que había descrito mejor que nadie esa metamor¬ plantearse. Te aseguro que se necesita valor para
fosis, sufrió un derrame cerebral y un instante an¬ enfrentarla por primera vez. Yo siempre pienso con
tes de morir se llevó las manos a la cara y gritó: admiración en el primer hombre que se comió una
"¡Qué le está sucediendo a mi cara!". Quizá por¬ ostra —nada más míralas recién abiertas—, pues
que, dicen, los escritores están condenados a vivir creo que fue peor el enfrentamiento de Freud con
lo que escriben. su Ello. Audacia que se repite, por cierto, cada vez
Ahora escucha este poema de Góngora: que un paciente aterriza en el diván de un psicoa¬
nalista y recuerda sus primeros años.
El sueño, autor de representaciones, Pero el psicoanálisis no se reduce a los casos
en su teatro sobre el viento armado graves. A partir de que diluyó la frontera entre lo¬
sombras suele vestir de bulto bello. cura y razón, también se ocupa de la vida cotidia¬
na, a la que ilumina de manera insospechada con
Ése fue el gran descubrimiento de Freud: el sueño significados ocultos. Un acceso muy divertido y
es una representación en la que todos los protago¬ directo al inconsciente es el de los actos fallidos. A
nistas ---los buenos y los malos— eres tú misma. menudo hacemos cosas sin que haya sido nuestra
Por eso el sueño es una realización de deseo que intención hacerlas, olvidamos por ahí objetos que
burla la vigilancia del Superego. Cuenta que du- ei realidad queríamos perder, sufrimos accidentes

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

como propensión al autocastigo o, lo peor, deci¬ sólo consiguió que volara de su mano. Entonces se
mos abiertamente lo que no debíamos decir. Por agachó a buscarlo en el suelo mientras preguntaba
ejemplo, Freud cuenta la historia de una mujer que, en voz alta:
a consecuencia de un suceso de lo más penoso —
ya verás cuánto— padeció una depresión pasajera —¿Dónde quedó mi pedo? ¿Dónde quedó mi pedo?
que le atendió uno de sus discípulos. No era para
menos. Resulta que desde muy joven había padeci¬ La pobre mujer fue traicionada por su preocupa¬
do del estómago —con toda seguridad era su órga¬ ción más profunda. Ya supondrás la cara que pu¬
no de choque ante el mundo—, por lo que tenía sieron quienes la rodeaban, especialmente su
una molesta propensión a la flatulencia. En una marido. El inconsciente igual es la inspiración de
ocasión asistió a una reunión muy formal en la casa los poetas que nuestra perdición en ciertas circuns¬
del jefe de su marido, donde se sirvió una comida tancias, aparentemente fútiles, de la vida cotidiana.
pesada y abundante. Para tomar el café pasaron a Pero no podemos terminar de hablar de Freud
la biblioteca y se sentaron en unos sillones de cue¬ sin referirnos al famoso complejo de Edipo. ¿Te
ro muy próximos entre sí, colocados en forma cir¬ parece que lo haga en una próxima carta y mien¬
cular. La mujer empezó a preocuparse al sentir que tras tú le echas un vistazo a alguno de los libros
su estómago la traicionaba con insoportables retor¬ que te mencioné? Digo, para que vayamos más jun¬
tijones. Pasó al baño, pero a su regreso continuó el tos en el trayecto.
malestar. Llamó aparte a su marido y le pidió que
se marcharan enseguida, no podía más, él sabía de
sus malestares, traía el estómago hecho un circo, el
asado le había caído como bomba; pero él contes-
tó tajante: sería una descortesía imperdonable en
ese preciso momento, acababan de levantarse de
la mesa, por lo menos debían esperar a terminarse
el café y fumarse los puros. La pobre mujer sudaba
frío. Miraba hacia lo alto los perfiles iridiscentes de
los candiles para distraerse, pero los chirridos fie su
vientre eran cada vez más notorios. Abrió su abani¬
có de plumas e intentó aliviarse con un poco de
aire, mientras sonreía ante un comentario de la mujer
que tenía al lado. De pronto, incapaz de resistir
más, soltó un sonoro pedo. Su reacción inmediata
fue mover con mayor fuerza el abanico, con lo cual

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40
Carta III

E l c a s o del p e q u e ñ o H a n s

Querida Maty:
Fue en los miedos de un niño de cinco años en
donde Freud comprobó el complejo de Edipo (el
odio al padre del mismo sexo ante el deseo amoro-
so por el padre de sexo contrario), al que calificó
como la columna de Hércules de su teoría psicoló-
gica. Tan trascendente como abrir y mirar por pri¬
mera vez el interior del cuerpo de un hombre, fue
ese estudio de Freud. Hasta ese momento a nadie
se le había ocurrido suponer algo tan inaudito como
la sexualidad infantil y aún hoy muchos siguen sin
concebirla. La información obtenida en el trabajo
con pacientes adultos sobre el complejo de Edipo
lo obligaron, decía Freud, a la "necesidad científi¬
ca" de comprobar su teoría en el examen directo
de un niño. Y así fue como salió a escena el pobre
Hans. No sabemos qué habrá sido de él después,
ya adulto, pero habría que calcular el complejo que
le quedó por haberse comprobado en él, como
conejillo de Indias, la sexualidad infantil. Digo, no
es una razón ideal para pasar a la historia de la
humanidad.
Te lo voy a contar lo más brevemente posible (el
original de Freud tiene más de cien páginas). A los
cuatro años d edad, pocos meses después del na-
Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicóloga

cimiento de una hermanita, Hans desarrolló un mie¬ do a ser mordido por el caballo simbolizaba su
do fulminante a salir a la calle. Los psicólogos lo miedo a la castración, castigo que el padre le in¬
llaman agorafobia: miedo a los espacios abiertos. fringiría por sus deseos incestuosos. Como veras,
¿Pero miedo exactamente a qué? A todo y a nada. el complejo de Edipo ilustrado a la perfección.
Quizás, a una presencia invisible e insoportable que Pero decíamos que todo empezó con el naci¬
se cierne sobre nosotros fuera de casa. Aunque miento de la hermanita, por culpa de la cual
miedo no es la palabra adecuada, sino angustia. El exiliaron a Hans del dormitorio paterno y se pro¬
miedo es ubicable: tiene un objeto que nos amena¬ dujo la inevitable disminución de las atenciones
za, sea el que sea: una fiera, un asaltante, una en¬ maternas. Hay que recordar, como te decía, que de
fermedad. La angustia en cambio es difusa, no tiene niño el propio Freud había deseado la desapari¬
un rostro del cual huir; en ocasiones, peor, crea la ción de su hermano Julius; cuando el bebé murió,
necesidad de huir de todos los rostros. Por eso lo Freud experimentó profundos sentimientos de cul¬
primero que intentan los psicólogos con sus pa¬ pa y concluyó que, en menor o mayor medida,
cientes es transformar la angustia en miedo: encen¬ todos los niños albergan sentimientos homicidas
der una pequeña vela en las tinieblas que los rodean hacia sus hermanos menores.
y, más o menos, ubicar al monstruo que presien¬ El padre anotaba minuciosamente las reacciones
ten, aunque nada puedan contra él. Pero si esta¬ de Hans para luego comentarlo con Freud (lo cual,
mos en plena oscuridad, es esa primera vela la que como supondrás, debe haber sido una lata para el
importa: las demás no harán sino completar y com¬ pobre niño).
plementar el trabajo de iluminación que con ella se
inició. A las c i n c o de la m a ñ a n a s i e n t e mi mujer los pri-
El padre de Hans era psicólogo —estudiaba con m e r o s d o l o r e s de parto, y H a n s es t r a s l a d a d o en
Freud— e hizo el seguimiento de la enfermedad su c a m i t a a u n a h a b i t a c i ó n c o n t i g u a . A las siete
de su hijo, muy especialmente a partir de que la despierta, o y e los q u e j i d o s y p r e g u n t a : "¿Por q u é
agorafobia adquirió nombre: miedo a los caballos. se q u e j a m a m á ? " , y d e s p u é s de u n a p a u s a él mis¬
Y más aún: miedo a que un caballo lo mordiera. Si mo c o n c l u y e : " H o y es el día en q u e v e n d r á la ci¬
permanecía encerrado en su casa —acostado en su güeña". Le h a b í a m o s d i c h o q u e la c i g ü e ñ a le traería
cama, y con su mamá haciéndole "cariñitos"— se p r o n t o un h e r m a n i t o y r e l a c i o n ó e n s e g u i d a los
evitaba el espanto de "ver" siquiera un caballo en quejidos inhabituales de su madre con la llegada
la calle. Este detalle impresionó a Freud puesto que de la c i g ü e ñ a . M á s tarde se lo llevan a la c o c i n a .
consideraba al caballo como símbolo de la sexuali¬ Ve el m a l e t í n del m é d i c o y v u e l v e a concluir, defi-
dad masculina. La asociación fue lógica y revolu¬ n i t i v a m e n t e c o n v e n c i d o : "¡Hoy llega la cigüeña!".
cionaria: la fobia mostraba el temor del niño a sus D e s p u é s del parto, la c o m a d r o n a va a la c o c i n a
propios impulsos amorosos hacia la madre. El mie- c o n una p ilangana llena de a g u a s a n g u i n o l e n t a y

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicóloga

H a n s se e x t r a ñ a y asusta: "¿Por q u é mi m a m á e c h ó ron j u n t o s algunos dibujos de los animales que


s a n g r e p o r s u cosita?". S u s p a l a b r a s d e m u e s t r a n s u h a b í a n visto. El p a d r e p i n t ó u n a jirafa y H a n s pro¬
d e s c o n f i a n z a a n t e la historia de la c i g ü e ñ a , q u e le
testó:
h a b í a m o s c o n t a d o s u m a d r e y y o . H a n s s e mues¬
tra d e s p u é s m u y c e l o s o d e l a h e r m a n i t a q u e a c a b a Píntale t a m b i é n su cosita.
de n a c e r y c u a n d o a l g u i e n la a l a b a en su presen¬ — P í n t a s e l a t ú — l e sugirió s u p a d r e .
cia, p r o t e s t a en el a c t o : "¿Bonita? P e r o si no t i e n e El niño lo hizo con ostentación.
ni d i e n t e s " . C u a n d o la v i o p o r p r i m e r a v e z , le sor¬
p r e n d i ó q u e no p u d i e s e h a b l a r y le l l a m ó la aten¬ En otra o c a s i ó n , le dan una m u ñ e c a . La d e s n u d a , la
ción que fuera tan pequeña: "Es demasiado r e v i s a y se d e s a n i m a :
p e q u e ñ a . . . " En los días s i g u i e n t e s , c o m o era inevi¬
t a b l e , H a n s p a s ó a s e g u n d o t é r m i n o en n u e s t r a — É s t a n o t i e n e cosita p o r n i n g ú n l a d o .
a t e n c i ó n y , q u i z á c o m o r e a c c i ó n d e protesta, c a y ó
e n f e r m o de a n g i n a s . D u r a n t e la fiebre lo oí decir: Al cabo de m e d i o año, nos dice el padre, desapare¬
"¡Ya no q u i e r o n i n g u n a hermanita!". cieron sus c e l o s manifiestos y se volvió un herma¬
no muy cariñoso con la niña, aunque siempre
Freud p o n e una nota al pie de página en que dice: "consciente de su superioridad".
T o d a v í a h a y al r e s p e c t o u n a última a n o t a c i ó n del
Me e n t e r é de otro n i ñ o q u e dio la b i e n v e n i d a a un padre:
h e r m a n i t o c o n l a s i g u i e n t e e x c l a m a c i ó n furiosa:
"¡Es h o r r i b l e , no me g u s t ó , d í g a n l e a la c i g ü e ñ a Hans presencia de nuevo el baño de su hermanita
q u e se lo lleve de vuelta, q u e se lo lleve de vuel¬ y se e c h a a reír r u i d o s a m e n t e :
ta!" — ¿ D e q u é t e ríes? — l e p r e g u n t a l a m a d r e .
— D e l a cosita d e H a n n a .
P e r o s i g a m o s c o n las n o t a s d e l p a d r e d e H a n s : — ¿ Q u é t i e n e de risible la cosita de H a n n a ?
— P u e s que es realmente muy bonita.
C u a n d o l a r e c i é n n a c i d a tenía o c h o días, H a n s pre¬
El padre comenta:
senció cómo la bañaban. Comentó, extrañado:
"¡Pero q u é p e q u e ñ a t i e n e su cosita!". Y él m i s m o
s e c o n s o l ó e n s e g u i d a : " B u e n o , y a l e c r e c e r á cuan¬ La r e s p u e s t a no es s i n c e r a . La cosita de su herma¬
do sea mayor". na le p a r e c í a c ó m i c a y risible. P o r otra parte, es la
p r i m e r a v e z q u e r e c o n o c e l a diferencia e n t r e los
Para entretener a Hans, el padre h u b o de llevarlo g e n i t a l e s m a s c u l i n o s y los f e m e n i n o s

de p a s e o al z o o l ó g i c o , y luego, ya en casa, hicie-

46 47
Ignacio Solares
Cartas a una j o v e n prologa
¿Por qué dice el padre que la respuesta no es since¬
ra? Fíjate cómo, en algunos pasajes, los juicios del El padre anota:
padre, y del propio Freud, empujan al pequeño
Hans a un camino prefijado por ellos. Finalmente, Al día siguiente, antes de acostarle a dormir la siesta,
querían (y necesitaban) comprobar el complejo de se le advierte que no debe tocarse para nada la
Edipo en un niño, casi nada. ¿O no pudo parecer al cosita. Interrogado sobre ello al despertar, contes¬
niño que la cosita de Hanna, además de cómica y ta que se la ha tocado sólo un poquito.
risible, fuera en realidad bonita?
Freud comenta:
Es entonces, cuando parece haber superado los
celos hacia su hermanita, que se manifiestan los pri¬
meros ataques de angustia, que pronto se traducirán La intensificada ternura hacia la madre (acrecenta¬
en una fobia. da por el nacimiento de la hermanita) es lo que se
convierte en angustia; aquello que, según nuestra
ciencia analítica, sucumbe a la represión.
El 7 de enero Hans sale con su nana, como es cos¬
tumbre, a pasear por el parque. Pero una vez en la Y, lapidario:
calle se echa a llorar y pide que lo regresen a casa
pues quiere que su madre lo "mime". Interrogado
¿Qué puede significar el hecho de que Hans mani¬
en casa sobre por qué ha llorado, se niega a contes¬
fieste, al ir a acostarse, su miedo a que el caballo
tar. En la noche se muestra alegre como de costum¬
entre en su cuarto? Se dirá que es tan sólo el mie¬
bre, pero al irse a acostar demuestra con claridad
do tonto de un niño. Pero la neurosis no dice nun¬
que tiene miedo, llora y no hay modo de separarlo
ca nada sin fundamento ni sentido, como tampoco
de su madre. Luego se tranquiliza y duerme bien. los sueños. Cuando no comprendemos una cosa
solemos calificarla de tontería, en especial en lo
Días después, Hans sale a la calle de la mano de su referente a los niños. Es una manera muy cómoda
madre visiblemente atemorizado. El miedo lo para¬ de salirse del tema.
liza y confiesa su miedo a que lo muerda un caba¬
llo. Regresan enseguida a la casa, pero por la noche Se inicia la estrategia:
llora inconsolable porque, dice, a la mañana siguien¬
te tendrá que salir de nuevo a la calle y volver a
Propuse al padre que iniciase el esclarecimiento
"ver" caballos. Pero, sobre todo, tiene terror de que
de la situación sexual del niño. Ya que por lo visto
un caballo "entre en su cuarto". Su madre le pre¬
habíamos de suponer que su libido se hallaba ad¬
gunta si cuando está acostado se acaricia la cosita y
herida al deseo de ver la cosita de su madre, po¬
Hans responde afirmativamente. "Sí, todas las no¬
dría empezar por comunicarle que ella, como todas
ches, cuando estoy acostado".
las mujere no poseía una cosita igual a la suya,

48
49
Ignacio Solares
Cartas a una j o v e n psicóloga

algo que, además, ya era del conocimiento de Hans. jirafas ni a los elefantes, que antes lo divertían. Le
Tal explicación debería dársela en ocasión propi¬ dan miedo todos los animales graneles. En cambio
cia, aprovechando alguna pregunta o una obser¬ los pequeños lo entretienen. De las aves, le da
vación del mismo Hans. ahora miedo el pelícano, seguramente también por
su tamaño. Le digo:
El padre obedece:
—¿Sabes por qué te dan miedo ahora los animales
grandes? Porque los animales grandes tienen grande
El domingo se resiste un poco, pero acaba por la cosita, y lo que verdaderamente te da miedo es
acceder a salir conmigo a la calle. Al darse cuenta eso.
de que pasan pocos coches de caballos se tran¬
—Pero nunca le he visto la cosita a un animal gran¬
quiliza. de.
—¡Qué bueno! ¡Hoy no ha querido Dios que pa¬ —Sí se la has visto al caballo y el caballo es un
sen caballos cerca de mí! animal grande.
Por el camino le explico que su hermana no tiene —Es cierto.
una cosita como la suya. Las mujeres adultas y las —Pero eso no tiene que darte miedo. Los anima¬
niñas no tienen cosita. Mamá no la tiene. les grandes la tienen grande y los pequeños pe¬
—¿Y tú? —pregunta. queña.
—Naturalmente. ¿Qué te creías? —Y todos los hombres tienen su cosita. Y la mía
—Pero entonces, ¿si las niñas no tienen cosita cómo también crecerá, por eso la tengo pegada al cuer¬
hacen pipí? po, ¿verdad'
—Tienen una cosita distinta a la tuya. ¿No lo has Con eso terminó la conversación. En los días si¬
visto cuando bañan a Hanna? guientes parece haber vuelto a intensificarse su
Al anochecer parece de nuevo deprimido y con miedo. Apenas se atreve a acercarse a la puerta de
miedo a los caballos. la calle.

Sé lo que piensas, Maty: pobre niño, si lo dejaran Por fin, en un acto trascendente para la historia de
tranquilo, capaz que sólito superaba sus miedos. la psicología, el pequeño Hans aterriza en el diván
¿No se los estarían acrecentando? ¿A dónde quería del doctor Freud. Lo cual es un decir, porque en
llevarlo? El siguiente pasaje culmina con una nota validad él y su padre permanecen sentados ante el
idéntica de la intensificación del miedo de Hans e s e n t o n o donde se encuentra Freud, quien comen¬
ta en sus apuntes:
En Schónbrunn le dan miedo algunos animales del
parque zoológico que antes no lo asustaban en lo V
? " °e d a n t e mí a
l padre y al hijo mientras escu¬
más mínimo. Así, no consiente en acercarse a las chaba la d-scripción de los caballos que asusta-

50 51
Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicóloga

ban a Hans, se me reveló un nuevo fragmento de Hay por parte del padre una clara intención de di¬
interpretación, del que comprendí enseguida por rigir a Hans como a un actor con un guión ya escri¬
qué había escapado al análisis del padre, ya que to. Escucha este otro diálogo:
se trataba de su propia persona y de su propio
bigote. Bromeando, pregunté a Hans si aquello —En Gmunden, ¿te metías a menudo en la cama
negro que los caballos tenían en torno al hocico le con mamá?
recordaba un bigote. Hans asintió. Luego, comen¬ —Sí.
cé a explicarle que le tenía miedo a su padre pre¬ —¿Y solías pensar que eras el padre?
cisamente por lo mucho que él quería a su madre. —Sí.
Creía, sin duda, que el padre le tomaba a mal aquel —¿Y entonces, por pensarlo, tenías miedo de mí?
cariño y eso no era verdad; su padre le quería —Tú lo sabes todo, yo no sé nada.
también mucho y él podía confesarle sin miedo —¿Pensaste que si yo muriera, entonces tú serías
todas sus cosas. el padre?
—Sí.
En efecto, el diálogo con el padre se hace más
abierto. Ahora bien, Maty, si estudiamos la relación de Hans
y su padre sin la premisa del complejo de Edipo
—¿Por qué lloras cuando mamá me da un beso? vemos que las cosas no son del todo como nos las
¿Estás celoso? quiere hacer ver el psicoanálisis. Si un niño de cin¬
—Sí, celoso. co años dice: "Sí, quiero que mi padre muera", es¬
—¿Te gustaría ser papá? tas palabras no expresan necesariamente odio sino,
—Sí, mucho. quizás, un exceso de fantasía y de falta de sentido
—¿Qué harías si fueras papá? de la realidad. O sea: una fantasía que de ninguna
—¿Y si tú fueras Hans? Me gustaría llevarte a Linz manera quiere hacerse real. Por los diálogos ante¬
todos los domingos... , no sólo los domingos: to¬ riores parece que Hans no tenía miedo a su padre
dos los días de la semana. Si yo fuera el papá sería ni lo odiaba, de lo contrario no le hubiera hablado
siempre muy bueno contigo. con tanta franqueza, ¿no crees? No debemos olvi¬
dar que uno de los deseos más comunes de los
—Pero, ¿qué te gustaría hacer con mamá?
niños es ser adultos: no estar ya sometidos al engo¬
—Llevarla también a Linz.
rroso poder superior familiar. Por otra parte, es nor¬
—¿Y además?
mal la curiosidad que despierta en un niño sus
—Nada.
órganos sexuales, pero esa curiosidad sólo se vuel¬
—¿Entonces por qué estás celoso cuando la beso?
ve obsesiva y morbosa si los padres la reprimen o
—No lo sé. a cuestionan demasiado, como sucedía con Hans.

52 53
Ignacio Solares
Cartas a una joven psicóloga

Respecto de un peligro real puede sucederles otro


a verdadera carnicería de pequeños
tanto. En los niños nerviosos, los temores a la vio-
bichos comiéndose entre ellos. Y en las selvas, en
lencia que los rodea —y a qué niño no lo rodea
las regiones inhóspitas, la lucha por la
alguna forma de violencia— se traducen fácilmente
sobrevivencia continúa igual que hace miles y mi¬
en fobias. El miedo a perder el cariño de los padres,
les de años. Ahí están los cocodrilos, las víboras y
obviamente, pero también el miedo al dolor, a que¬
una buena variedad de aves de rapiña para dar
marse si acerca una mano al fuego, a los pleitos a
prueba de ello. Su repugnante existencia está den¬
golpes con algún amiguito, a la fiebre, a los truenos
tro de nosotros, aunque no la veamos. Siempre
del cielo, a los terremotos, a morir electrocutado si
que un depredador atrapa a una presa, el horror
toca un cable de alta tensión, a que lo muerda un
mortal que siente el hombre depresivo parece ple¬
perro o, en efecto, a que lo muerda un caballo. Qui- namente justificado.
zás, además de su problemática edípica, de veras
Hans tenía miedo a ser agredido por un caballo.
Es posible entonces que en este caso el miedo tu¬
William James —psicólogo al que dedicaremos
viera, además de lo referente a su represión
un capítulo más adelante— lo dice en forma admi¬ incestuosa, un carácter puramente nervioso: el siem¬
rable y, hay que reconocerlo, estremecedora. pre traumático enfrentamiento a un mundo hostil,
como es el nuestro.
La vida cotidiana contiene momentos tan penosos
Por otra parte, no cabe duda de que Hans temía
como los que, magnificados, llenan de angustia a
la castración, y eso lo mantenía angustiado. Pero
los locos en los manicomios. Después de todo, las
ese temor no se basa en "muy leves alusiones" del
visiones de horror que ellos padecen provienen
padre, como declara Freud. Por el contrario, se tra¬
de un material que nos es común a todos los hom¬ ta de amenazas claras y directas. ¿Pero de dónde
bres. Creer en la realidad de los reptiles carnívo¬ provienen? ¿Qué papel ha jugado la madre en este
ros de los tiempos geológicos es difícil para nuestra proceso de la neurosis del niño? Freud nos dice:
imaginación: son demasiado semejantes a
especímenes de museo. Con todo, no hay diente
Debo salir en defensa de la madre de Hans, mujer
en ninguno de estos esqueletos que en el pasado,
excelente y cuidadosa, a la que seguramente hi¬
día a día, no se aferrase al cuerpo de una víctima
cieron sufrir mucho los trastornos de su hijo.
desesperada. Formas de horror tan terribles para
aquellas víctimas, aunque en escala menor, llenan
nuestro mundo todavía. En nuestros jardines, el tado: r g o , unas páginas antes nos había rela-
gato malévolo juega con el ratón o atrapa y zaran¬
dea al pájaro por la garganta. Jardines que por las
Teniendo Hans tres años y medio, le sorprendió la
noches —mientras nosotros dormimos plácidamen-
madre cor. la mano en su cosita y lo amenazó:

54 5S
Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicóloga

—Si haces eso, llamaré al doctor para que te corte —En la bañera tengo miedo de caerme.
la cosita y entonces, ¿con qué vas a hacer pipí? —¿Temes que mamá te deje caer en el agua?
—Temo que me suelte y que mi cabeza quede
La respuesta de Hans es de lo más lógica: dentro del agua.
—Sabes muy bien que mamá te quiere mucho y
—Pues con el popó. no te soltará.
—Pero de todas maneras yo lo pensaba.
Y en otra escena, un año después (o sea, con Hans
de cuatro años y medio), la que también anota el ¿Tú qué crees, Maty? ¿Será que, como en algunas
padre: novelas policiacas, al final resulta que el culpable
no era quien suponíamos, sino otro personaje que
Esta mañana, como todas, la madre baña a Hans. en algún momento nos parecía el bueno de la his¬
Lo seca y luego le pone polvos. Cuando le está toria? Como bien ha visto Erich Fromm: "Por su
poniendo polvos en la región genital con gran cui¬ propia educación patriarcal, Freud no podía con¬
dado, Hans protesta: cebir que la mujer fuese la causa principal del te¬
—¿Por qué no me coges la cosita? mor del niño".
—Porque sería una porquería. Pero el dato más perturbador provino del propio
—¿Una porquería? ¿Por qué? Freud y es sobre la actuación de los padres como
—Porque no se debe hacer. educadores, nada más ve.
—Pero es muy divertido.
Los padres de Hans se contaban entre mis colabo¬
Además, ella lo amenaza con abandonarlo. Dice radores más cercanos, y los dos convinieron en
Hans a su padre: que para educar a su primer hijo no debían usar
más coerción que la absolutamente necesaria para
—Cuando te vas me da miedo de que no vuelvas. mantener una buena conducta.
—¿Te he amenazado acaso alguna vez con no vol-
ver? ¿Entonces? ¿Qué entendería Freud por coerción con
un hijo? Porque, como habrás visto, las amenazas
—Tú no, pero mamá sí. Mamá me ha dicho que se brutales de la madre y los interrogatorios del padre
irá y no volverá. eran suficientes para crear el estado altamente an¬
—Eso lo dijo porque estabas siendo malo. gustiado en el niño.
—Sí, muy malo. ¿Significa nuestra reflexión que Hans no padecía
El miedo que siente a la madre es manifiesto en un complejo de Edipo? Yo pienso que podía
este diálogo con el padre. Se queja Hans: Padecerlo —la sexualidad infantil ha sido amplia-

56 57
Ignacio Solares
Cartas a una j ° " e n psicologa
mente comprobada a partir de Freud—, pero la fobia
de Hans a los caballos era mucho más (o mucho h a c i a mí, p e r o no c o n i n s o l e n c i a y d e s c a r o , s i n o
menos) que la mera ilustración de ese complejo. c o n divertida alegría. ¿Acaso p o r q u e n o m e t i e n e
Faltan piezas al rompecabezas, ¿no te parece? ya m i e d o . . . , p o r q u e no tiene ya m i e d o a los c a b a -
De una u otra forma, habrás comprobado que llos?
casi cualquier caso psicológico se presta a ser
interpretade desde diversos puntos de vista, como Por hoy es suficiente. Espero que te haya resultado
por lo demás sucede con las buenas novelas o las aleccionador —en tantos sentidos— el caso del
buenas películas. Cada nuevo dato lo vuelve más pequeño Hans. Después de todo, nos dice más una
apasionante. Por ejemplo, la relación que hace Freud imagen —o un relato— que mil teorías.
del bozal del caballo con el bigote del padre es
muy aguda, digna del mejor de los detectives. Y,
bueno, hay que pensar en dónde andaba metido:
una selva virgen e inhóspita que apenas él solo
empezaba a desbrozar. Te repito: basta con echar
un vistazo a lo que fue la época victoriana, y sus
prejuicios sexuales, para revalorizar los descubri¬
mientos de Freud.
Pero no debo dejarte con la curiosidad de qué
sucedió finalmente con el bueno de Hans. Quéda¬
te tranquila: como era de suponerse, apenas unos
meses después superó su fobia a los caballos y se
volvió un niño de lo más normal y cariñoso con su
hermanita. ¿Cuánto contribuyó a su curación el tra¬
tamiento a que lo sometieron Freud y su padre? No
podemos saberlo, pero lo cierto es que terminó
por "jugar al caballo" con su propio padre. Mejor
síntoma de salud, difícilmente podemos encontrar.

D e s d e h a c e a l g u n o s días, H a n s j u e g a e n c a s a a ser
u n c a b a l l o : c o r r e d e u n l a d o p a r a otro, s e c a e ,
p a t a l e a y r e l i n c h a . R e p e t i d a s v e c e s se a c e r c a a mí
y me m u e r d e l i g e r a m e n t e . T a m b i é n , h a c e días ven¬
g o o b s e r v a n d o q u e manifiesta u n a clara r e b e l d í a

58
59
Carta IV

Escepticismo freudiano

Querida Maty:
Como habrás podido comprobar, descubrir supue
tas fallas o simples contradicciones en las teorí
de Freud —aplicarles su propio escalpelo— es u
experiencia de lo más reveladora, en el senti
policiaco y freudiano del término, sin que esto si
nifique negar su alto genio. Nadie es buen psicól
go sin sentido crítico y autocrítico, hazte a la ide
El comentario de Aldous Huxley a una de
más graves limitaciones de Freud es agudo:

En tanto médico investigador de las enfermedad


mentales, con una vasta clientela exclusivamente
pacientes neuróticos, Freud tuvo todas las oportu
dades posibles de observar las actividades destmct
que simboliza la diosa griega Até, cuyo nombre
los poemas homéricos significa el estado menta
corporal que conduce al desastre, en cualquiera
sus formas. Por el contrario prestó muy poca ate
ción a los influjos de Menos: la de las visitaciones
las musas inspiradoras, de los fenómenos de en
siasmo íen-theos. Dios dentro), de la felicidad re;
de las admoniciones de demonios-buenos de la
pecie de los que hablaba Sócrates.
Ignacio Solares
Cartas a u n a j o v e n psicóloga
O sea: si la mente tiene un sótano, ¿por qué no
suponer que también puede tener una buhardilla? s ,l>er algo sobre la actividad mental del paciente
Agrega Huxley: que conocer el tamaño y lajormadel cuerpo.

La hipótesis del inconsciente resulta válida científica- No puedes imaginar la filosofía de Don Quijote en
mente y de gran importancia práctica. Sin ella, nos el cuerpo de Sancho, o la de Sancho en el de Don
veríamos obligados a recaer en primitivas concep¬ Quijote. De la misma forma, el complejo de Edipo
ciones de intervención sobrenatural de ángeles y no puede ser el mismo en un mozalbete de pelo
demonios en simples neurosis. Sin embargo, hay que rubio ensortijado, ojos azules y cuerpo de Adonis,
tenerlo siempre presente, los hombres y las mujeres que en un muchacho regordete y pálido, con hom-
son mucho más que el lugar donde se libran las bros caídos, que a duras penas logra desplazar su
pesado cuerpo por el mundo. Lo mismo, supongo
respuestas a problemas conscientes o inconscientes.
que una madre del tipo de Madonna provocará un
Edipo esencialmente diferente al de una mujer sin
Esto es fundamental: Freud se quedó en la frontera atractivos físicos y reprimida. Todo tiene que ver
de lo más que podemos ser. Digamos que su des- con todo, y hasta la evolución de nuestras estructu-
cubrimiento —la parte oscura de la mente— fue ras físicas a lo largo del tiempo tiene que ver con
tan impactante para él mismo que sólo le permitía nuestra forma de pensar y de sentir. Como dice
centrarse en lo menos que podemos ser. De ahí su Juan José Arreóla: "Pobre ser humano, del hombre
escepticismo filosófico y sus limitaciones, incluso del Cro-Magnon... a Alain Delon". No conozco su
al narrar sus casos. Algo que siempre me llamó la vida personal, pero por alguna extraña razón, en
atención es que nunca describe a los pacientes. ¿Se electo, no imaginó a Alain Delon vestido con un
trata de una mujer gorda o flaca, pizpireta o apoca- taparrabo, un mazo en una mano y en la otra los
da, pechugona o más bien plana, bonita o fea, bien cabellos de una mujer a la que arrastra entre las
vestida o desarreglada? ¿O es un hombre fortachón, piedras.
esmirriado, altivo, encorvado, chaparro, calvo, bar-
bón, elegante, fachoso, rubicundo, pálido? No nos Pero en fin, en los casos de Freud la estructura
A
de los cuerpos noj rnenciona casi nunca. La boca
lo dice. Y es una gran limitación no sólo para ima¬
y el ano, hay que reconocerlo, aparecen constante¬
ginar a los pacientes, sino para entenderlos. Desde mente citados, pero pareciera que entre ellos no
Cervantes, los escritores sabemos que la psicología hay nada más.
de un personaje es inseparable de su fisionomía.
De nuevo Huxley sale en nuestra ayuda: Sin embargo, creo que su gran limitación fue lo
religioso. Ahí se cerró como tortuga dentro de su
caparazón, con lo cual hizo un daño considerable
Para todo psicólogo, sea científico o intuitivo, prác- a slc
D . p °logía. No porque tuviera que creer en
tico o teórico, no debería ser menos importante
os para ser 1 ,uen psicólogo, sino porque literal-

62
63
Ignacio Solares artas a una joven psicóloga

mente ponía la cruz a todo lo que sonara a trascen- quiere creer en fantasmas tiene esa reacción, ¿no te
dencia espiritual, en especial al inicio de su carre¬
ra. Y sin un claro sentido de la trascendencia, me Pa C
En otra ocasión encontró en una reunión a una
parece, no hay método psicológico que te cure. mujer, hermana de una paciente suya ya muerta El
Jung cuenta el siguiente diálogo revelador: parecido físico entre ambas era tan considerable
que, al ver a la mujer, por un momento Freud estu¬
"Prométame que usted nunca desechará la teoría vo seguro de que se trataba de su paciente falleci¬
sexual. Es lo más importante de todo. Vea usted, da. La reacción fue la misma que en el caso anterior:
debemos hacer de ello un dogma, un bastión in¬ "¡Luego entonces sí existen los fantasmas!".
expugnable". Freud me dijo esto apasionadamen¬ Según su biógrafo más solvente, Ernest Jones, la
te y en un tono como si un padre dijera: "Y preocupación de Freud por los fantasmas era tal
prométame, mi querido hijo, ¡que todos los do- que temía quedarse con él a solas en ciertas circuns¬
mingos irá a misa!". Algo extrañado, le pregunté: tancias —por ejemplo, después de las reuniones de
"Un bastión, ¿contra qué?" A lo que respondió: los miércoles con el grupo de psicoanalistas— por¬
"Contra la negra avalancha", aquí vaciló un instan¬ que, dizque para relajarse, empezaba a hablar de
te y añadió: "del ocultismo". fantasmas en forma obsesiva y morbosa, incluso
haciendo bromas sobre ellos y contando tal varie¬
En otra carta te hablaré más de su relación con dad de historias que parecía coleccionarlas.
Jung, pero hay que señalar como muy sintomáticas Por la mañana, en su consultorio, el doctor Freud
las críticas furibundas que le hizo por el tema del era de un racionalismo irredento, obviamente.
ocultismo. En realidad, a lo largo de toda su obra Al final de su vida rectificó en forma manifiesta:
Freud lo menciona tanto, directa o indirectamente, reconoció el fenómeno de la telepatía, de la
que nos obliga a aplicarle su sistema deductivo: ah, precognición, e incluso dijo que, si volviera a em¬
algo inconsciente esconde usted con esa obsesión pezar su carrera, se dedicaría más al estudio de la
por el ocultismo, querido maestro. parapsicología que de la psicología, y una de sus
Cuenta que una noche en que viajaba en tren, últimas notas poco antes de morir dice: "El misti¬
despertó en plena oscuridad después de un mal cismo: esa oscura región más allá del yo y del Ello".
sueño y vio fugazmente reflejada en el espejo de la Algo que sólo podía escribir alguien que sabía —y
puerta de la alcoba su propia imagen, con camisón muy en serio— de misticismo.
y gorro de dormir, iluminada por un rayo de luna. En 1920, escribió un ensayo sobre psicoanálisis
Freud confiesa que su primera reacción fue decirse V telepatía, donde afirmó: "Hoy ya no es posible
1 T 13 1 11
a sí mismo: "¡Luego entonces «'existen los fantas- e I e s t u d
ZádT i o de los hechos ocultos", lañ¬
mas!". Al darse cuenta de que era su propia imagen
an ole un guiño a su antiguo y querido amigo
reflejada en el espejo, "suspiró tranquilo". Sólo quien
8- Pero, ¿sabes, Maty, cuál fue la reacción del

64 65
Ignacio Solares
Cartas a una joven psicologa
mencionado doctor Ernest Jones? Se lo arrebató a
A A
Freud y guardó el texto diez años porque, asegura¬ una colega suya, una doctora urh gham acerca de
ba, su publicación era prematura y peligrosa para una mujer altamente posesiva y su hijo Un día, la
el prestigio del psicoanálisis. Te digo, cuídate de naciente comenzó a hablar, en el curso de la sesión,
los freudianos ortodoxos, son una plaga. de una moneda de oro que tuvo considerable im¬
Ante esa (grave) represión que le provocaban portancia en su infancia puesto que se trato del ulti¬
sus propios discípulos, Freud no volvió al tema de mo regalo que le hizo su padre antes de abandonarla.
la telepatía sino hasta 1929. En Nuevas aportacio- La conservó durante varios años y luego la extravió.
nes sobre el psicoanálisis, dice: Apenas de regreso a su casa, su hijo más pequeño,
de unos diez años, entró en su habitación y le llevó
Frecuentemente he tenido la impresión a lo largo una moneda de oro para que se la guardara. Sor¬
prendida, la mujer le preguntó de dónde la había
de las experiencias con personas de mi entorno,
sacado. El niño contestó que se la había regalado un
que recuerdos cargados de una fuerte coloración
tío en su cumpleaños, celebrado varios meses antes.
emocional se transmiten telepáticamente con éxi¬
Lo que no pudo explicar fue por qué recordó el
to y sin grandes dificultades. Si se tiene la pacien¬
regalo precisamente ese día y, sobre todo, la necesi¬
cia de someter a un examen analítico las
dad de dársela a su madre. Ella informó a la doctora
asociaciones de las personas a las que se transmi¬
de la coincidencia, quien se limitó a considerarla
ten, salen a la luz relaciones/y correspondencias como tal. Algunos días más tarde, en su recámara, la
ocultas que, de lo contrario, hubieran pasado des¬ mujer ponía por escrito lo tratado en su última se¬
apercibidas. Basándome en numerosas experien¬ sión, tal como se lo había pedido su psicoanalista,
cias, me inclino a pensar que la transmisión de cuando el niño se presentó y le pidió imperiosa¬
pensamiento tiene las mayores posibilidades de pro¬ mente que le devolviera su moneda de oro que le
ducirse en el momento en que la idea emerge del había dado a guardar. La mujer, muy impresionada,
inconsciente. Incluso, es posible que mensajes re¬ dejó caer la pluma. La última palabra que había es¬
cibidos telepáticamente durante el día no puedan crito en el papel era precisamente ésa: moneda de
emerger a la conciencia sino a través de un sueño oro, tal como se lo mostró en la siguiente sesión a la
de la noche inmediata. Entonces, sería lógico que doctora Burlingham. El análisis subsiguiente demos¬
el material percibido telepáticamente sufra las mo¬ tró la relación emocional tan intensa que guardaban
dificaciones propias de los sueños, como cualquier madre e hijo y que el suceso telepático no hacía
otro material onírico. sino manifestar. Parecía obvio que el niño quería
imponer simbólicamente su propia moneda de oro
También, en ese mismo ensayo hizo una brillante ante la del antiguo rival: el abuelo ya muerto, pero
demostración de la utilidad del psicoanálisis dentro Presente sin embargo en el análisis que estaba lle¬
de la parapsicología. Relata el curioso caso que aportó vando a cabo la madre.

67
Ignacio Solares

Cartas a una joven psicologa


Si la telepatía existe —comenta Freud— podemos
suponer, a pesar de las dificultades para demos- - p a l a b r a que deriva de la raíz grie¬
trar su existencia, que constituye un fenómeno fre¬ ga hysteron, que significa ú t e r o - era considerada
cuente. No nos sorprende entonces descubrirla con como un trastorno orgánico de la matriz. Los psi¬
cierta transparencia en la vida espiritual de los ni¬ quiatras de la época trabajaban sobre esa base y
ños. ¿No se figuran ellos, precisamente, que sus reducían su labor a "controlar" o a "remover
padres conocen sus pensamientos aun cuando no quirúrgicamente". Ese control —no te rías— por
se los han comunicado? lo general consistía en constantes y profilácticos
manguerazos de agua helada cuando las histéri¬
En una carta p o c o conocida de 1927, dice a cas tenían sus ataques. Nadie duda que un buen
Herreward Carrington, director del American baño en agua fría —en especial después de un
Psychical Institute: vapor— templa los nervios; el problema es que
los manguerazos a las histéricas, se dice, erantan_
No soy de los que niegan por principio el estudio fuertes que en ocasiones "les provocaban lesio¬
de los fenómenos psíquicos llamados ocultos, por¬ nes en los órganos internos". En caso necesario,
había que someterlas con una camisa de fuerza
que eso sería anticientífico e indigno de un hom¬
con lo cual, te lo aseguro, se controlaba el ataque;
bre de estudio, incluso peligroso. Si me encontrara
o por lo menos eso parecía, aunque bien mirada
en los comienzos de mi carrera científica, y no en
la camisa de fuerza estuviera a punto de estallar y
su final, no escogería quizás otro camino de inves¬
ellas continuaran echando horrendos espumarajos
tigación que ése, pese a todas las dificultades que
por la boca.
presenta.
En una fecha tan avanzada como 1880, un distin¬
Todo esto no debería sorprendernos si recorda¬ guido médico francés de la Salpetriére aseguraba
mos de dónde venía Freud; o sea, en qué lugar y que sólo la extirpación de la matriz y los ovarios
de quién abrevó las primeras inspiraciones para podía curar definitivamente la histeria. Asómbrate:
en su Historia de la psiquiatría, Henri Ellenberg
su revolucionaria teoría: en el hospital de la
nos dice que a finales de! 1900, los médicos de
Salpetriére, en donde el médico francés Jean-Marie
Londres Aprocedían a la cauterización del clítoris
Charcot trataba la histeria por medio de la hipno¬
con el fin de curar la histeria". Apenas ha transcu¬
sis. Ten presente el tema de la hipnosis, ya que rrido un siglo desde entonces a la fecha. Por lo
además de haber jugado un papel central en la menos en ese terreno de la psiquiatría algo hemos
psicoterapia moderna —es la demostración más Progresado.
palpable de las fuerzas del inconsciente—, con él
cerraremos nuestro breve recorrido por la historia
C Q L h a b í a c o n s e u i d o el a v a l de la A
de la psicología. demia F ~ 8 ca-
13
ranct a de Ciencias para continuar sus trá-
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Ignacio Solares
Cartas a una joven psicologa
bajos,c©n las histéricas. Fue un acontecimiento tras¬
cendental en la historia de la psicología, ya que único real? Y la verdad, es un instinto sano el que
destrabó la investigación sobre el hipnotismo y le los hace pensar así. La ciencia abre al hombre nue¬
abrió el camino al psicoanálisis. Alguien tiene siem¬ vas perspectivas de dominio y de conquista, pero
pre que levantar la obra negra de las más bellas también de amor a los demás. Por el contrario, el
construcciones arquitectónicas. mundo de lo "oculto" es húmedo y nebuloso; nos
En este sentido, entendemos por qué los psicó¬ refiere a nuestra ignorancia y nos incita a adoptar
logos tienen aún tanta necesidad de ser considera¬ una actitud más bien pasiva ante la existencia. Y
dos como científicos "serios", después del desprestigio sin embargo, también es parte de nuestra realidad
en que habían caído los loqueros del siglo xix, que y más nos vale reconocerlo. Somos seres anfibios,
todo lo resolvían a manguerazos o con operacio¬ que habitan los mundos del día y de la noche, de
nes quirúrgicas. Habla con los psicólogos y lo com¬ Menos y de Até, de la luz y de la sombra. Por lo
probarás (pocas personas son tan dignas de análisis pronto, fue más bien de esa sombra — c o m o dice
como ellos). Yo me atrevería incluso a restar el ca¬ Huxley— de donde surgió el psicoanálisis.
lificativo de "serio". Necesitan, simplemente, ser Y volvamos a Charcot.
considerados científicos, con toda la revalidación A sus enérgicos treinta y seis años lo nombraron
que ello implica. Se trata de una aspiración de lo médico jefe de la Salpetriére y se dispuso a resol¬
más humana, y lo puede comprender cualquier ver el misterio de la histeria. Como persona dejaba
persona que haya llegado a amar la ciencia por mucho que desear: dominante, egoísta, dictatorial,
sobre todas las cosas. Si estudias psicología, ten¬ arbitrario, defectos que sin embargo contribuían a
su labor como hipnotizador. Tenía ojos tan pene¬
drás que empezar por ahí. Hay en la ciencia algo
trantes que, se decía, daba la impresión de que te
frío, duro, distante, pero también dinámico y de
iba a hipnotizar con sólo mirarte de reojo. En espe¬
una honda compasión. Similar a la experiencia in¬
cial a las mujeres, ya lo supondrás. Algunas iban a
fantil de recoger a un pajarito herido caído de un consultarlo, "sin tener enfermedad ninguna" y tan
árbol para curarlo, entablillarlo, darle de comer y sólo para "gozar unos momentos de su mirada".
regresarlo a su nido. Nada podría resultarnos a esa Freud habla sobre el primer "acto de magia" que le
edad más estimulante. Por eso dicen que la medici¬ presenció:
na nació el día en que un hombre herido le dijo a
otro: "me duele", y el otro sintió el dolor en su
propia piel y trató de ayudarlo. ¿Te has fijado cómo Charcot hipnotizó a un hombre en público y lue¬
ias personas fuertes y sanas, siempre atareadas, no go le dijo que cuando le palmeara la espalda se le
paralizaría un brazo. Le despertó y le palmeó la
tienen tiempo para las cuestiones sobrenaturales, y espalda: al instante al hombre se le paralizó un
este rechazo temperamental los lleva a deducir que brazo.
el mundo material y "práctico" en que viven es el

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Ignacio Solares
Cartas a una joven psicologa

Sus clases y conferencias eran prácticamente repre¬


sentaciones teatrales. Axel Munthe, en La historia de sana y fuerte, que quiso prestarse a que Charcot la
hipnotizara para comprobar en sí misma la reali¬
SanMichele, nos ha dejado una inmejorable recrea¬
dad del fenómeno. En estado hipnótico, Charcot le
ción del "escenario" en el que Freud se inspiró:
"ordenó" que una vez despierta debería regresar a
su casa a manifestar a su marido los sentimientos
A q u e l l a s mujeres s a b í a n lo q u e de ellas se espera-
más profundos que hacía él sintiera. Lo que logro
ba y en el fondo p a r e c í a n felices de h a c e r sus re-
el maloso de Charcot —seguro que lo hizo con la
presentaciones en público, engañando a los
peor intención— fue provocar un escándalo públi¬
m é d i c o s y a los estudiantes c o n la astucia de un
co en las altas esferas sociales de París, ya que la
m a g o . P o r s u p u e s t o , s i e m p r e e s t a b a n dispuestas a mujer llegó a su casa y ante un grupo de personas
p o n e r en e s c e n a un a t a q u e , de la clásica g r a n d e ahí reunidas, se le fue al cuello al marido y trató de
hystérie, c o n el s u b s i g u i e n t e a r q u e o c o n v u l s i v o en ahorcarlo. Algo hubiera dicho Freud de eso, pero
el s u e l o , o a e x h i b i r las tres famosas fases del hip¬ por desgracia en ese entonces Freud todavía no
n o t i s m o s e g ú n C h a r c o t : letargo, c a t a l e p s i a y so¬ daba forma a su aleccionadora teoría. Ante tales
n a m b u l i s m o . U n a d e ellas olfateaba c o n deleite manifestaciones del inconsciente, la gente se limi¬
una b o t e l l a de a m o n i a c o c u a n d o se le d e c í a q u e taba a pasmarse o, lo que es peor, a emitir juicios
era a g u a de r o s a s . Otra se c o m í a un p e d a z o de categóricos y moralistas.
c a r b ó n , p a l a d e á n d o l o , si se le p r e s e n t a b a c o m o
No obstante lo que de "teatro" hubiera en la
u n a barra de c h o c o l a t e . A l g u n a se arrastraba a
Salpetriére, el gran logro de Charcot fue conseguir
cuatro patas l a d r a n d o furiosamente c u a n d o en es¬ que los médicos "serios" tomaran conciencia de la
tado h i p n ó t i c o C h a r c o t la c o n v e n c í a de q u e era similitud básica entre la hipnosis y la histeria; o
u n a s i m p l e perra. La de m á s allá batía los b r a z o s sea, en los trastornos que puede provocar la suges¬
c o m o si quisiera volar c u a n d o era transformada tión y la autosugestión. A partir de ahí, Freud pudo
por el m a e s t r o en una p a l o m a . Vi a u n a bella mu¬ dar el siguiente paso —que hoy vemos con tanta
j e r levantarse las faldas c o n un grito de terror cuan¬ claridad, pero que en aquel entonces permanecía
do C h a r c o t arrojó al s u e l o un g u a n t e al t i e m p o entre sombras—: si la mente inconsciente produce
q u e d e c í a q u e era una s e r p i e n t e . H i p n o t i z a d a s a los fenómenos de la histeria y de la hipnosis, se
diestra y siniestra no s ó l o por C h a r c o t s i n o tam¬ debe a que es mucho más poderosa que la mente
b i é n por otros d o c t o r e s y por los m i s m o s estu¬ consciente.
diantes, la m a y o r í a de a q u e l l a s mujeres p a s a b a el
Había nacido el inconsciente para el mundo de
día en un e s t a d o de s e m i l e t a r g o .
a medicina —los poetas, ya lo mencioné, venían
trabajando con él desde hacía siglos.
Un caso muy divertido fue el de una mujer de la Las neurosis son mecanismos patológicos de de-
alta sociedad francesa, aparentemente de lo más ensa contra un recuerdo intolerable que quiere

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Ignacio Solares
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Cartas a una joven psicóloga
imponerse en la conciencia. Los síntomas neuróticos
tienen por finalidad encubrir ese recuerdo, con una condición de materia inanimada. Merece por
fuerte carga de dolor implícita. Sin embargo, a pe¬ ello el título de instinto de muerte, al par que los
sar de ese dolor, el enfermo se aferra a los sínto¬ instintos eróticos representan el afán de vtvtr.
mas —obsesiones, fobiás, delirios— y los ama tanto
como es capaz de amarse sí mismo. Los representa No sé qué opinarán los biólogos - c a b e pensar
cotidianamente a la perfección: lavarse una y otra que los instintos como tales siempre están a favor
vez las manos, no acercarse a un balcón, evitar los de la vida, de alguna forma de vida—, pero su en¬
espacios abiertos o los aviones, padecer inexplica¬ tronque con lo literario me parece esencial, porque
bles ataques de furia, inventarse enfermedades nos refiere a eso que tradicionalmente algunos es¬
inexistentes, no pegar los ojos por la noche. Está critores denominan el Mal, así con mayúscula Nues¬
convencido de que no podría vivir en otra forma. t r a sociedad de consumo y hedonism,, ha
(Una mujer histérica que se negaba a orinar dio la conseguido distraernos —sólo distraernos— de esta
siguiente explicación: "Es que si me orino inundo cuestión fundamental: la presencia del Mal entre
al mundo".) Le aterran sus pesadillas pero sería in¬ los hombres. Una cuestión que no sólo depende de
capaz de reconocer que sueña sólo lo que quiere circunstancias externas sino, como dice Freud, de la
intimidad humana. Salvo la literatura y la religión,
soñar. Freud descubrió que si se consigue arrancar¬
¿quién ha dicho algo que valga la pena sobre el
le su secreto por medio de la persuasión y el análi¬
Mal? Por supuesto que no la política —que está
sis, mostrarle las ventajas que le representan los
coludida con él—, tampoco la ciencia con su afán
síntomas (los neuróticos son por lo general perso¬
de asepsia, y muy poco la filosofía moderna. Hay
nas profundamente egoístas), si logra ver a plena
que leer a autores como Bernanos, Mauriac, Greene
luz la situación traumática olvidada, el laberinto
y sobre todo a Dostoyevski —todos abiertamente
afectivo en que está encerrado, entonces la repre¬ cristianos— para entender (sentir) lo que es el Mal
sión resulta inútil y los síntomas desaparecen. encarnado en el mundo. Aunque la verdad es que
Sin embargo, en sus últimos años, Freud supuso te basta abrir los periódicos para encontrarlo. Ana¬
que la lucha no es sólo contra nuestros feroces liza a la luz de la teoría freudiana los casos de jóve¬
impulsos innatos, sino que también hay un "instin¬ nes norteamericanos que se organizan para asaltar
to de muerte" que quiere regresarnos a lo inorgáni¬ una escuela y destruir a sus propios compañeros.
co, a la "nada" que dicen los filósofos. ¿Alcanzas a O esos suicidios en masa, dizque religiosos. O la
ver lo que es esta espeluznante posibilidad? Dice pornografía que para vender más videos sacrifica
al
Freud: final a sus protagonistas. Como verás, el Mal no
cs U n a c u e
s t i ó n teórica, sujeta a especulación, sino
mu

He llegado a s u p o n e r q u e este instinto opera en todaj y concreta y cotidiana, que sentimos en carne
criatura viviente y se e m p e ñ a en aniquilarla y volver- j Propia y nosd de.

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Ignacio Solares
Cartas a una joven psicóloga

Fiel a su maestro Charcot, Freud empezó a traba-


¿emento de peligrosa sugestión personal que ac¬
jar con la hipnosis, pero pronto la abandonó por¬
tuaba detrás de todo hipnotizador.
que, como él mismo dijo, el hipnotismo no cura.
¿Qué importa lo que digas dormida si luego no lo
A pesar de lo anterior —caray, por un simple abra¬
recuerdas, o lo recuerdas a medias? Algunos sínto¬
zo—, siempre he pensado que otra de las razones
mas desaparecían durante el trance, sólo para re¬
de peso por las que Freud renunció al hipnotismo
tornar apenas despertaba el enfermo. Incluso podían
es porque era parte consustancial de eso contra lo
desaparecer por un tiempo, pero sólo por un tiem¬ que tanto luchó —pero así como lucha el viento
po, y con un rebote poco recomendable. con las banderas— en su juventud: el ocultismo.
Además, lo peor, se establece una dependencia Tuvo que dar el largo recorrido mencionado para
enfermiza —disfrazada de seducción— entre el hip¬ reconciliarse con algunas formas de la
notizador y su paciente, al grado de que por curar parapsicología. Por eso pegué un brinco de gusto
una enfermedad, se crea otra, tal como les sucedía cuando descubrí que en realidad Freud había com¬
a las mujeres que atendía Charcot. probado la telepatía desde 1915, apenas un par de
Reto importante para la vanidad de los psicó¬ años después de su ruptura con Jung, y gracias a la
logos: no se trata de que los pacientes se enamo¬ insistencia de su amigo Albert Einstein. La anécdo¬
ren y dependan de ellos, sino de que se curen y ta es mencionada por Werner Keller en un libro
sean de veras libres. Freud lo padeció en carne que se titula, precisamente, Telepatía y tiene un
propia. prólogo del propio Einstein, quien escribe:

Llegó el día en que me fue dado comprobar algo Todo aquél que permanece impasible ante el mis¬
que sospechaba desde tiempo atrás. Una de mis terio, o es incapaz de experimentarlo en carne
pacientes más dóciles, con la cual había obtenido propia, o es como si estuviera ya muerto, pues ha
por medio del hipnotismo los más favorables re¬ cerrado los ojos a la verdadera vida.
sultados, me sorprendió un día en que había yo
logrado liberarla de un doloroso acceso de angus¬ Una tarde en la Viena de 1915, Einstein llegó a
tia, refiriéndolo a su causa inicial, echándome los visitar a Freud en compañía de un personaje muy
brazos al cuello al despertar del sueño hipnótico. controvertido y fascinante: Wolf Messing, un pola¬
Una criada que llamó a la puerta en aquellos mo¬ co en apariencia tímido que sin embargo asombra¬
mentos nos evitó una penosa explicación. Desde ba a la Europa de la época con sus demostraciones
tal día renuncié a la continuación del tratamiento e clarividencia. A pesar de su escepticismo y ante
hipnótico. Suficientemente modesto para no atri¬ a insistencia de Einstein, Freud aceptó participar
buir aquel incidente a mis atractivos personales, en una prueba de telepatía en su propia casa.
supuse haber descubierto con él la naturaleza del essing pasó a una pieza contigua. Freud se sentó

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Ignacio Solares

en el sillón en que trabajaba —tenía que ser ahí—


se concentró y dio una orden con el pensamiento.
Entonces regresó Messing con un gesto de resigna¬ Carta V
ción y solicitó unas pinzas para cejas, que le facili¬
tó la señora Freud, presente en el experimento. El inconsciente colectivo
Messing se acercó a Einstein y con un movimiento
rápido aunque no exento de violencia le jaló el
bigote hasta arrancarle tres pelos. Freud se apresu¬
ró a dar una explicación a su asombrado amigo:
era exactamente la orden que había dado por vía
telepática y que nunca supuso que se cumpliría. Querida Maty:
¿No supuso que se cumpliría? Más bien, me pa¬ Como pane -o quizá culminación- de nuestras
rece, Freud creía ya en la telepatía, en la fuerza de reflexiones sobre la telepatía en la carta anterior,
su pensamiento y en la alta posibilidad de que podríamos incluir esta cita de Jung:
Messing recibiera la orden. ¿Por qué, si no, esperó
tan tranquilo a que su esposa consiguiera las pin¬ La mente humana, además de los caracteres que
zas? Bien sabía lo que iba a suceder. Como verás, le son propios, presenta ciertos rasgos colectivos
el experimento no sólo comprueba la telepatía sino, que no son —no pueden ser— propios de un solo
individuo sino de muchos individuos; es decir, de
más importante todavía, el humor de Freud, quien
una familia, de una sociedad o de la humanidad
por lo visto prefería perder un amigo —y qué ami¬ en general.
go— que una buena broma.
Con todo lo anterior entenderás mejor uno de
Esta observación abrió un camino inexplorado en
los momentos más importantes y definitivos en la
la psicología y suscitó innumerables controversias.
historia de la psicología: el encuentro de Freud y
Se trataba ciertamente de una hipótesis atrevida;
Jung. Prepárate.
pero como el propio Jung sostenía, no habría pro¬
grese) humano sin aventurar ciertos supuestos, por
descabellados que parezcan (y éste parecía de lo
más descabellado para su época). Además, nos dice,
antes de emitir la hipótesis la había aplicado a la
solución de algunos problemas terapéuticos. De ese
inconsciente colectivo descienden, por decirlo así,
los arquetipos: imágenes y modelos que confor¬
man nuestra personalidad y nuestra visión del mun-
o. Hay quienes se identifican con el Quijote por

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Ignacio Solares
Cartas a una joven psicóloga
sus pretensiones altruistas, o con el Don Juan por
un afán seductor, o con el Marqués de Sade por la podía conformarse, precisamente por su concep
vocación de enchinchar al prójimo (abundan, te de la "trascendencia" y su creencia en "algo má
lo aseguro). En el gremio femenino es común la Por esto mismo, consideraba los síntom
identificación con la Madame Bovary, de Flaubert, . neuróticos como manifestaciones de una pertur
quien a su vez se creía heroína de las novelitas ción en el funcionamiento normal de la person
románticas que leía. Dicen que cuando Vladimir En consecuencia, se interesaba más por el homb
Nabokov terminó de escribir Lolita —la adoles- _ o r reforzar lo que de sano podía tener
s a n o p

cente perversa— se dio cuenta de la magnitud de hombre— que por los elementos patológicos de
su obra y dijo, sin falsa modestia: "Descubrí un personalidad. Pese a su carácter morboso y aterr
arquetipo". dor, los síntomas son con frecuencia un simple e
fuerzo de la n a t u r a l e z a por r e s t a b l e c e r
La literatura ha enriquecido ampliamente nues¬
uncionamiento armónico de la mente.
tro conocimiento de la mente humana al dar forma
a ciertos arquetipos, como los que te he citado. Demostró, gracias a sus experimentos sobre
Parte importante de una terapia sería saber con asociación verbal —una palabra te refiere a otra,
quién te identificas. Mejor dicho, con quién quisie- ésa a otra más, hasta penetrar al inconsciente—
ras identificarte y no lo consigues. Buena parte de que la influencia de las emociones opera tanto so
las neurosis, decía Jung, se debe a que no logra¬ bre lo psíquico como sobre lo fisiológico. Anotab
mos parecemos a quien, o a quienes, tenemos por las respuestas de un test—en lo que fue pionero—
modelos, sobre todo en el terreno de lo moral. ("No y las medía a través de gráficas de seguimiento, d
yo sino Dios en mí", decía San Pablo, apuntando al las alteraciones del pulso, del ritmo de la respira
más alto de los arquetipos.) Cuéntame de tus ído¬ ron, y de la lectura del psicogalvanómetro: apara
los y te diré quién eres. to que le informaba de los cambios emocionale
por medio del calor y del sudor de la piel.
Jung aceptaba que el inconsciente está lleno de
También respecto de los sueños discrepaba d
"materia infantil" porque uno de nuestros mayores Freud:
problemas es el niño que aún llevamos dentro: mal¬
criado, nervioso, perverso, pero siempre esencial¬
N u n c a p u d e d a r l e la r a z ó n a F r e u d a c e r c a de que
m e n t e p a s i v o y d e p e n d i e n t e . La "función
el sueño es u n a f a c h a d a tras la c u a l se o c u l t a —di
trascendental" del psicoanálisis (de como él enten¬
un modo m a l i g n o — un posible sentido. Para m
día el psicoanálisis) es conseguir que superemos
los sueños son m a n i f e s t a c i o n e s d e l i n c o n s c i e n t e
—no que reprimamos— al niño y evolucionemos
sin ninguna t e n t a t i v a d e e n g a ñ o . Expresan algo
hacia el héroe, el santo o el sabio. Casi nada. En
10 mejor que pueden, c o m o una planta c r e c e o un
una ocasión, Freud le dijo: "Hombre, Jung, confór¬
animal busca s u a l i m e n t o . L o s o j o s m i o p e s n o q u i e -
mese con quitar lo loco a sus pacientes". Pero noj
ren engañar a q u i e n los p a d e c e , o un o í d o a l g o

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Ignacio Solares
Cartas a una j o v e n psicóloga

sordo no quiere engañar a quien escucha mal. P0r


negativa de la esposa volvió a desencadenar el
el contrario, nos dan una valiosa —y sana— infor¬ tu d

conflicto. Había convenido con él que me avisaría


mación a pesar de sus limitaciones.
si regresaba la depresión, pero no lo hizo. Una
noche desperté con angustia y tuve la seguridad
Jung ponía en duda que el origen de toda neurosis
de que alguien estaba en mi habitación. Encendí
se remonte a la primera infancia y refutó la tesis
la luz. pero no había nadie. Entonces fui conscien¬
freudiana según la cual el carácter y el tempera¬
te del dolor opresivo que padecía en la nuca, nun¬
mento dependen de la forma en que se reacciona
ca antes sentido por mí. Al día siguiente recibí un
ante el complejo de Edipo. Ya supondrás que hu¬
telegrama que me comunicaba el suicidio de mi
biera tratado al pequeño Hans de manera muy di¬
paciente. Más tarde supe que se había disparado
ferente de como lo hizo Freud. También por esto
un tiro en la cabeza y que la bala había salido,
mismo, sostenía que la principal causa de los tras¬
precisamente, por la parte posterior del cráneo.
tornos mentales estribaba en una incapacidad para
resolver un problema de la actualidad, no del pa¬
En marzo de 1909, Jung —que era suizo— visitó a
sado. Y que el verdadero peligro era no verlo como
Freud en su casa de Viena. La primera vez que se
un problema actual porque entonces se agudizaría
vieron hablaron durante más de trece horas segui¬
día a día, algo que la experiencia médica ha de¬
das e iniciaron una correspondencia que, por sí
mostrado ampliamente.
misma, ha quedado como uno de los documentos
No creía en la medida clásica de tiempo que im¬ más valiosos de la historia de la psicología. En una
puso Freud para las sesiones, y podía pasarse ho¬ visita posterior de Jung, ocurrió el famoso inciden¬
ras enteras con un solo paciente. Además, decía, no te del "fantasma de la biblioteca". Mientras discu¬
llegaba a la sesión con una idea —o doctrina—¬ tían sobre la realidad o la irrealidad de los
preconcebida e intentaba más bien acompañar al fenómenos paranormales —ya supondrás la acti¬
enfermo a donde quisiera llevarlo, seguro de que tud de Freud en aquella época— hubo de pronto un
los dos juntos encontrarían la salida al conflicto. A tueite crujido en un librero que los hizo saltar de sus
consecuencia de esta actitud establecía relaciones muy asientos. Tuvieron la impresión —lo confesaron los
profundas con sus pacientes, como en este caso: dos— de que el librero les iba a caer encima.
—Ahí tiene, profesor. Ese ruido fue una clara
La relación entre médico y paciente puede condu¬ respuesta a nuestras dudas sobre lo paranormal —
cir en ocasiones a fenómenos parapsicológicos,] dijo Jung.
en especial cuando se produce una identificacioflj —Tonterías, no creo en eso —contestó Freud,
importante. Yo lo experimenté con un paciente C o g i é n d o s e de hombros.
a
quien liberé, en principio, de una depresión gi" j A
— P u e s para probarlo le aseguro que de un mo-
ve. Una vez curado, regresó a su casa, pero la acttj er
>to a otro repetirá el crujido de la madera.

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

Y así fue. yo tengo la impresión de que lo hicieron uno al


Jung estaba convencido de que él los había pro¬ otro sin darse cuenta y casi destruyéndose. Sólo
vocado porque mientras hablaba con Freud había donde hubo una gran admiración y afecto puede
darse después tal grado de aversión y rechazo.
sentido cómo su diafragma se endurecía y calenta¬
Durante un viaje que ambos realizaron a Estados
ba en forma creciente.
Unidos en 1909, Freud se desmayó cuando Jung
No sé por qué tenía tal certeza. Pero sabía con estaba describiendo, con pelos y señales, unas
toda seguridad que el crujido iba a repetirse. Freud momias encontradas en el norte de Alemania.
me miró horrorizado. No sé qué pensaba en esos —¿Por qué tiene usted que hablar tanto de un
momentos. En todo caso, este hecho despertó su tema tan desagradable? —había preguntado Freud,
desconfianza hacia mí y tuve la sensación de ha¬ con un gesto de asco, un momento antes de caer
berle hecho algo malo. Transcurrirían todavía va¬ de la silla.
rios años para que reconociera la realidad y la Después le dijo que, a través de esa plática sobre
importancia de la parapsicología y de los fenóme¬ las momias, se manifestaban los deseos asesinos
nos ocultos. inconscientes que el propio Jung tenía hacia Freud.
Es cierto que el maestro andaba descubriendo com¬
Pero el suceso no creó desconfianza en Freud, sino plejos de Edipo e instintos asesinos por todos la¬
admiración, al grado de que nombró a Jung prínci¬ dos, pero también que Jung era un hombre de fuerte
pe heredero de su teoría psicoanalítica. Al poco personalidad, impositivo e incluso con cierta vio¬
tiempo le mandó una carta en que lo dice en forma lencia en sus ademanes.
explícita: Algo parecido sucedió en el Congreso Psicoana-
lítico en Munich en 1912, al final de una sesión y
Es curioso que la misma tarde en que yo quería ya en el hotel donde se hospedaban. Ahora Jung
adoptarlo a usted formalmente como príncipe he¬ hablaba sobre un faraón egipcio que manifestó tal
redero del psicoanálisis, haya sucedido lo del es¬ odio hacia su padre que ya muerto éste mandó
píritu golpeador. No niego que su experimento quitar las inscripciones sagradas del sarcófago para
me impresionó. Pero se han repetido los ruidos y impedirle descansar en paz en el otro mundo. En
nunca en conexión con mis pensamientos, o en ese instante, pácatelas, Freud cayó de nuevo des¬
un momento en que lo recordara a usted y sus tan mayado de la silla. Sus discípulos lo rodearon asom¬
especiales problemas ocultos. brados. Jung lo tomó en brazos y lo llevó al sofá de
u
n a habitación contigua.
¿Quién podía psicoanalizar a Freud? ¿Quién podía
psicoanalizar a Jung? ¿Quién podía psicoanalizar a Mientras lo llevaba en brazos comenzó a volver
los inventores mismos del psicoanálisis? Pues, Maty, en sí. Nunca olvidaré la mirada que me dirigió. En

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

su impotencia, me miró como si yo fuera su pa- ensordecedor, ululante, y tocarían un tambor en


dre. Lo que provocó este desmayo —la atmósfera forma frenética. ¿Cuál de las dos músicas reflejará
mejor nuestra condición humana?
estaba muy tensa— fue, igual que la vez anterior,
la fantasía sobre el asesinato del padre. Cuánto A pesar de haber mirado a Jung como lo miró, y
quizá por un efecto de compensación, Freud tenía
podía afectarle el tema para provocarle esos des-
una abierta actitud patriarcal y autoritaria hacia sus
mayos.
discípulos. Cuando vino la ruptura definitiva —Freud
En efecto: cuánto podía afectarle el tema, puesto no aceptaba una sola corrección a su teoría—, Jung
que él descubrió, en lo más profundo de su propia le mandó una carta en que decía:
mente, los impulsos destructivos hacia su progeni-
tor, algo que aún hoy relativizan algunas escuelas De esta forma, usted consigue hijos o esclavos o
psicológicas. Una de las más importantes críticas perros sumisos. Soy lo bastante objetivo para dar¬
que le hizo Freud —y que en buena medida moti- me cuenta de su truco. Usted va por ahí husmean¬
vó la separación—, es que Jung diera un carácter do los actos "sintomáticos" de la gente que lo rodea,
simbólico al complejo de Edipo; esto es, dentro de reduciéndola al nivel de hijos o hijas. Usted se
su concepción infantil del mundo, el niño no desea instala allá arriba como padre, y además
la destrucción real de su padre, sino tan sólo la de suponiéndose un santo. Por pura amabilidad, na¬
un supuesto padre interior, del que tiene que libe¬ die se ha atrevido aún a bajar al profeta tomándo¬
rarse para ser independiente. En este sentido, la lo por las barbas... (Los defectos de los demás) se
madre significa lo inasequibles ideal, aquello a lo reducen a nada comparados con la inmensa viga
que hemos de renunciar los humanos en interés de en el ojo de mi hermano Freud...

la civilización.
¿Te imaginas decir esto a quien, confesó Jung, en
Escucha qué forma tan poética de Freud de cul¬
algún momento dio sentido a su vida y a su traba¬
minar su crítica a Jung por desexualizarel comple¬ jo? Pesada la cartita al maestro, ¿no te parece? En
jo de Edipo: especial eso de bajarlo de su pedestal tomándolo
En realidad, se ha escogido en la sinfonía del su¬ por las barbas. A Freud se le debe haber caído de
la boca el puro que fumaba (se fumaba veinte al
ceder universal un par de tonos civilizados, y se
día). Wilhelm Reich escribió que los conflictos con
ha desatendido la poderosa melodía primitiva de
su padre auténtico eran, literalmente, cosa de ni¬
los instintos. ños, junto a los que le había provocado Freud. Por
supuesto, Reich fue expulsado del grupo incondi¬
La música elegida por Freud, supongo, tendría que cional de discípulos freudianos con cajas destem¬
ser más bien una danza de caníbales con taparra¬ pladas.
bos y pieles en los hombros. Emitirían un canto

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Los discípulos debieron sentirse felices cuando
Freud echó a Jung del grupo, con algo más que un lago suizo!). Debió ser una experiencia muy
cajas destempladas: lo llamó "traidor", "Judas" y especial psicoanalizarse con Jung en aquel sitio.
"mocho". ¿Cómo ves? A quien pocos años antes De tener un carácter extrovertido, Jung se con-
había llamado "hijo predilecto" y "príncipe herede¬ virtió en un introvertido nervioso y deprimido. Fue
ro". A los discípulos incondicionales les sería a par¬ él quien hizo esa clasificación de introvertido y
tir de ese momento mucho más fácil el acceso al extrovertido, que tan bien define la actuación de
maestro. Aunque, como era de temerse, también una persona en relación con su vida interior o su
entre ellos empezaron a propinarse golpes bajos y vida exterior.
a ponerse zancadillas por ocupar el lugar del "hijo Su mujer dijo: "Se ha convertido en otro hom-
predilecto" y sentarse a los pies del maestro. Nada bre". Estaba tan preocupada que hasta escribió a
tan deprimente como comprobar que aun las per¬ Freud a escondidas de su marido: "No soporta per¬
sonas inteligentes —o muy especialmente ellas— manecer distanciado de usted". Freud, por supues¬
terminan practicando una disciplina de la que de¬ to, no contestó. Jung estaba al borde de la locura:
bes huir: la "psicología de lavadero", que tiene sus
reglas y su lenguaje propio: las ofensas y las Vivía en continua tensión y tenía a menudo la im-
majaderías. Hay un libro de Paul Roazen que se presión de que un alud de piedras caía sobre mí.
titula Freud y sus discípulos, en el que los pleitos ya Una tormenta desencadenaba otra. Que pudiera
no parecen entre psicólogos —fundadores del psi¬ superar la crisis era cuestión de fuerza bruta. Otros
coanálisis— sino más bien entre comadres. Ya más se habían estrellado ahí, como Nietzsche o
adelante tendrás que asomarte a ese chismorreo. Hölderlin. Pero había en mí una fuerza demoniaca
Jung se quedó lastimosamente solo y con un grave que me hacía resistir. Practicaba el yoga para tran¬
"complejo" (él, que inventó la palabrita) de inferio¬ quilizarme en la medida de lo posible. Pero ape¬
ridad. Colin Wilson dice: "En una pelea entre mari¬ nas me relajaba un poco, volvía a dejarme llevar
do y mujer, el que tiene más amigos es el que tiene por las imágenes y las voces interiores.
la razón" y, era obvio, Freud no sólo tenía más
amigos, sino fama internacional. Agrégale la soledad, ya que había reducido consi-
El mundo entero se le vino encima al pobre de derablemente el número de pacientes a los que
atendía porque hasta su propia capacidad como
Jung. Para acabarla de amolar, su mujer lo pescó terapeuta ponía en duda:
siéndole infiel con una de sus pacientes y lo obligó
a refugiarse en lo alto de una torre —una especie
de estudio-consultorio sin agua potable ni luz eléc¬ Si un hombre del siglo xvi se instalase en esta torre
trica— que él mismo había construido con un maes¬ sólo serían nuevos para él la lámpara de petróleo
tro de obras en el campo, frente a un gran lago (¡y y los cerillos; con el resto se sentiría familiarizado.
Nada molesta aquí a los muertos, ni la luz eléctrica
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Ignacio Solares

Cartas a una joven psicologa


ni el teléfono, pues las almas de mis antepasados
sobreviven en la atmósfera espiritual de este re¬ En este sentido, es posible entender por qué fue
cinto, y doy respuesta a cuestiones que dejaron Jung quien inspiró a Bill W. a fundar Alcohólicos
pendientes durante su vida en este mundo. Anónimos, el único sitio en donde es posible curar
el alcoholismo. Sólo te salvas en la medida en que
Lo cual significa que en realidad no estaba solo en trabajas para los demás. O, simplemente: en que es¬
lo alto de su torre: cuchas a los demás. Durante una crisis, Bill W. estu¬
vo a punto de recaer — b e b e r una sola copa
Tengo la viva impresión de que estoy bajo la in¬ equivalía a suicidarse— en un pequeño pueblo de
fluencia de situaciones o interrogantes que queda¬ Estados Unidos, en donde no conocía a nadie que
ron sin respuesta para mis padres y abuelos. pudiera ayudarlo. Entonces se le ocurrió un último
"truco": corrió a un hospital a buscar a un enfermo
Cargaba no sólo con sus problemas —que eran te¬ alcohólico. Había uno solo, con una depresión agu¬
rribles, como habrás visto— sino también con los da. Cuando entró Bill W. el enfermo le dijo que no
de sus parientes muertos, quienes eran de lo más se molestara: ya nadie podía hacer nada por él. Bill
demandantes: W. le contestó: "No vengo a hacer algo por usted,
sino a que usted haga algo por mí". Pasaron toda la
noche hablando dentro del más vivo entusiasmo:
Posiblemente las almas de los muertos no saben
el enfermo le contó su historia y Bill W. la suya.
sino lo que sabían en el momento de su muerte y
Buscaron a otros alcohólicos con los cuales aplica¬
nada más. De ahí sus esfuerzos por penetrar en la
ron el mismo sistema de terapia a través de la pala¬
vida para participar en el saber de los hombres.
bra (lo que es d e c i r de la c o n f e s i ó n ) . Se
Con frecuencia guardo la sensación de que nos ron¬ reconocieron impotentes ante el alcohol y creye¬
dan y esperan saber la respuesta que les daremos. ron que sólo un poder superior podría proporcio¬
narles la fuerza para mantenerse sobrios. Había
Te va a parecer extraño, pero quizás esa compañía nacido A.A.
tan demandante —por más que se tratara de meros
fantasmas— lo ayudó a curarse. No te rías, porque En una carta de 1961, el mismo año de su muer¬
la realidad es que le impidió quedarse de veras te, Jung se lo dice con toda claridad a Bill W:
solo y dio sentido a sus reflexiones y a la ayuda
que prestaba. Ha de ser de lo más gratificante orien¬ Su deseo vehemente de alcohol era el equivalen¬
tar a un muerto en sus paseos por el más allá. Ade¬ te, a un bajo nivel, a la sed espiritual por la tras¬
más, la verdad es que siguió siendo un gran cendencia; expresado esto en lenguaje medieval,
terapeuta y no pudo evitar que en poco tiempo su a la unión con Dios. ¿Pero cómo puede uno for¬
agenda estuviera de nuevo saturada. mular tal percepción en un lenguaje actual sin ser
mal int-rpretado? Déjeme citarle el Salmo 42.1:
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Ignacio Solares

Como jadea la cierva tras las corrientes de agua,


así jadea mi alma en pos de ti, mi Dios. La única
forma legítima para tal experiencia es que ésta le
ocurra a usted en realidad, a través de un entendi¬
miento más alto pero no solamente en forma inte¬ Carta VI
lectual. Así, puede ser conducido a dicha meta por
un acto milagroso de la gracia divina, o por una Crisis y s u b l i m a c i ó n j u n g u i a n a
educación purificadora de la mente como la que
se practica en el misticismo. O, por último, como
ha sido su caso, por el contacto personal y hones¬
to entre amigos que han padecido el mismo mal y
buscan el mismo fin, trabajando unos para otros.
Querida Maty:
Estarás de acuerdo que, por lo menos en relación Te propongo un juego: vamos a aplicar a Jung el
con los alcohólicos, Jung demostró que su sistema mismo escalpelo que utilizamos con Freud. Total,
funcionaba. Cuando dejas de mirar tu miseria inte¬ quién les manda enseñarnos a hurgar con el dedito
rior y trabajas para los demás, te salvas. Si a eso te en las heridas ajenas, ¿verdad? Durante el momen¬
conduce el psicoanálisis, bienvenido sea. Sin em¬ to más agudo de su depresión, después de la sepa¬
bargo, el sistema freudiano insistiría en que mien¬ ración de Freud, tuvo un sueño revelador. Se
tras no vayas a rastrear en tu pasado las causas de encontraba al lado de un salvaje negro, desconoci¬
tus males, no podrás considerarte en verdad cura¬ do, en una solitaria montaña rocosa. Era poco an¬
tes del amanecer y había un cielo lechoso. Resonó
do, y estás en peligro de recaer en cualquier mo¬
a lo lejos el sonido ronco de un cuerno y apareció
mento. ¿Será?
Sigfrido (héroe de la mitología germana) condu¬
ciendo un carro de huesos. Jung y el salvaje dispa¬
raron a mansalva sobre el héroe y lo mataron.

Lleno de asco de mí mismo y arrepentido por ha¬


ber destruido algo tan grande y bello, intenté huir,
impulsado por el miedo a que descubrieran mi
crimen. Por suerte, comenzaba a llover y las hue¬
llas de la sangre se borraron. Había escapado del
peligro de ser descubierto; la vida podía continuar,
pero me quedaba un insoportable sentimiento de
culpa. En ese momento desperté.

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

Despertó, pero una voz interior le dijo que si no resulta que Jung en verdad quería matar a alguien.
podía entender el sueño tendría que pegarse un ¿Quién era ese alguien? ¿Recuerdas lo que le dijo
tiro. En realidad, ya tenía un revólver cargado en la Freud c u a n d o se d e s m a y ó por oírlo hablar
mesita de noche. Como verás, Maty, los padres del obsesivamente de unas momias? Que Jung tenía
psicoanálisis tomaban muy en serio su papel de deseos asesinos hacia él, hacia Freud. ¿No habrá
interpretadores de sueños, muy en especial los pro¬ algo de cierto en esto? Sobre todo porque basta
pios. Súbitamente le vino la solución: el héroe con cambiar un poco el nombre de Freud, que es
Sigfrido simbolizaba la ambición de los alemanes Sigmund, para que te dé Sigfrido, que también se
por imponerse al mundo (estaban en plena Prime¬ conoce como Sigurd. ¿Cómo se le pudo escapar
ra Guerra Mundial); ambición con la que él debía esa relación al maestro de la libre asociación de las
acabar. Mataba un ideal, pero ese ideal era nacio¬ palabras?
nalista, egoísta y ambicioso. Por eso, dice, al com¬ ¿Qué hubiera sucedido si durante la interpreta¬
prenderlo "experimenté una gran compasión hacia ción de su sueño —y la posible relación de Sigmund,
los hombres e incluso hacia la parte de mí mismo Sigfrido o Sigurd— medimos el pulso, el ritmo de
que acababa de aniquilar". la respiración y el sudor de la piel de Jung?
En ocasiones, hay que renunciar a los ideales del ¿No estaba en un agujero mental por las imposi¬
yo para alcanzar los aún más altos del Yo, que tam¬ ciones y luego el rechazo abierto de Freud? ¿Cómo
bién tenemos, y que Jung relacionaba con las aspi¬ salir de ahí si no aniquilando a quien lo había hun¬
raciones religiosas. Digamos, un Superego con un dido? En una palabra: ilustraba con su sueño el
padre bueno y celestial, no malo y castrante como deseo oculto de matar al padre opresor y castrante,
el freudiano. que nos roba la vida. Un padre que, además, era
Su interpretación estaba bien, ¿no te parece? En judío. Él, a quien en algún momento sedujo la ex¬
pansión germánica.
especial porque Jung tenía una problemática pro¬
pensión hacia lo militar. Freud mismo le decía: "Us¬ En relación con lo anterior, Jung creía que, aun
ted es un soldado en potencia". En su sueño mató las personas normales, son "varias personas". Por
al soldado por una aspiración más alta y humana, eso aconsejaba la escritura automática —variante
pero años después resucitó en él con las simpatías de la asociación verbal—, practicada a solas en la
que manifestó hacia el nazismo en sus inicios, algo tranquilidad de tu casa: es el medio ideal para des¬
imperdonable. Sin embargo rectificó: "Apenas em¬ cubrir nuestras voces ocultas. Ponte a escribir de
pezaba el movimiento nazi y no podía darme cuenta corrido todo cuanto se te ocurra, sin atender la pun¬
de lo que era en realidad". tuación, y lo comprobarás. A un paciente con un
Eso por una parte. ¿Pero qué sucede si aplica¬ problema de homosexualidad reprimida, logró ha¬
mos al sueño la interpretación freudiana y supone¬ cerle ver (oír) la voz femenina que guardaba en el
mos que fue una realización de deseo? Entonces inconsciente. Aseguraba haber sacado a otro de la

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

neurosis mostrándole en sus escritos el "yo" sano B a h , t o n t e r í a s , e s o n o e x i s t e . Sí, s e c u e n t a q u e


que buscaba salida. Él mismo decía haber entrado mi a b u e l o vivía e n t r e g a d o a la a d o r a c i ó n de D i o s
en contacto con la parte más violenta de su perso¬ y q u e i n c l u s o p o s e í a el d o n de la s e g u n d a visión,
nalidad a través de la escritura automática. Pero no p e r o e s e s t ú p i d o q u e a l g u i e n d e s p e r d i c i e así s u
sólo con la parte más violenta, sino también "con vida. C o m o d i c e m i p a d r e , h a y q u e ser realistas.
una mujer que lo acosaba desde su interior", algo
que es difícil imaginar en un hombre de su perso¬ Mira en c o n s e c u e n c i a el d i a g n ó s t i c o de J u n g :
nalidad.
Ahora vayamos a uno de los más famosos casos La vida c o m p l e t a de la mujer g i r a b a en función de
de Jung. Una hermosa joven judía lo consultó a lo a p r e n d i d o a través del p a d r e : b u e n a vida, co¬
causa de una grave neurosis de angustia. Había queteos, vestidos y alhajas; incluso, una actividad
estado en un tratamiento anterior —quizá freudia¬ s e x u a l libre y d e s o r d e n a d a . N o c o n o c í a m á s q u e
no— pero no le funcionó. Mejor dicho, la dejó peor. e s t o , y p o r lo t a n t o se sentía a t r a p a d a en el absur¬
Unas noches antes de recibirla, Jung había soñado d o . E n realidad, era u n a criatura e l e g i d a p o r D i o s
con una mujer hermosa, muy enferma, que tenía q u e d e b í a c u m p l i r sus s e c r e t o s d e s i g n i o s . T u v e q u e
un problema de fijación con su padre. A medida d e s p e r t a r en ella profundas i d e a s r e l i g i o s a s , p u e s
que la joven hablaba ya durante la sesión, él se dio p e r t e n e c í a al r e d u c i d o n ú m e r o de p e r s o n a s a las
cuenta de que ella era la mujer del sueño. (Eso de q u e se les e x i g e u n a d e d i c a c i ó n c o m p l e t a a las co¬
que tu psicoanalista sueñe contigo antes de la pri¬ sas del espíritu. ¡ G r a c i a s a e s o su vida a d q u i r i ó
mera consulta debe resultar de lo más impactante, s e n t i d o y p e r d i ó t o d o rastro de n e u r o s i s !
¿no?)
J u n g a t a c ó de frente y sin u n a g o t a de d u d a en u n a
Primero Jung no pudo detectar ningún signo de
s i g u i e n t e s e s i ó n . C o m o q u i e n d i c e , c a m b i ó e l rum¬
complejo paterno, como era de suponerse por el
b o a la v í a :
sueño premonitorio, pero cuando le preguntó por
su abuelo ella se turbó, y él dedujo que ahí estaba
la raíz del problema. El abuelo había sido un hom¬ — V o y a d e c i r l e a l g o q u e quizá no l o g r e a c e p t a r .

bre admirable: un rabino, una especie de santo, un Su a b u e l o fue un s a n t o , y usted q u i s i e r a imitarlo'.


P e r o su p a d r e r e n e g ó de la fe j u d í a y se alejó de
verdadero guía para quienes lo conocieron. El pa¬
D i o s , y u s t e d se s i e n t e c o m p r o m e t i d a e identifica¬
dre, por el contrario, era mundano y frivolo, había
d a c o n é l . A h o r a e s c ú c h e m e b i e n : u s t e d e n reali¬
abandonado la fe judía y desdeñaba todo lo que
dad es c o m o su a b u e l o , p a d e c e esas crisis de angustia
tuviera que ver con la religión. En apariencia, la
p o r q u e s i e n t e u n profundo t e m o r d e D i o s . . . S ó l o
mujer se sentía más afín a su padre que a su abue¬
un d e s p e r t a r espiritual y el r e g r e s o a D i o s la pue¬
lo. Jung insistió sobre el tema de la santidad. Ella
d e n curar.
contestó con afectación:

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

— ¿ U n t e m o r de D i o s ? — p r e g u n t o la mujer, al bor¬ casa, al marcharse, ella le pedía que le prestara su


de de u n a de s u s crisis de a n g u s t i a . paraguas.
— C o m o lo oye, la causa última de su neurosis es
Perdóneme doctor, pero ha empezado a llover
el temor de Dios.
y me voy a ir yo sola, a pie. ¿Me podría prestar un
paraguas?
La mujer terminó la sesión dentro de una notoria
Jung así lo hacía. La acompañaba a la puerta,
confusión, "como si un rayo la hubiera fulminado",
abría el paraguas ¡y se ponía de rodillas para dárse¬
apunta Jung. Pero resistió, dominó la angustia, y
lo, con la cabeza baja, como si ella fuera... una
en las siguientes sesiones la dominó aún más, has¬ verdadera santa!
ta alcanzar un alto grado de "individuación" (ser Su destino era marchar sola, a pie, bajo la lluvia,
ella misma, volver coherentes sus sentimientos y no tenía remedio, pero por lo menos él le rendía
sus anhelos). Hay que pensar, Maty, lo que sería un mínimo tributo al arrodillarse a sus pies y reco¬
esa revelación, dicha por un hombre como Jung, y nocerle su condición de "elegida".
en lo alto de aquella torre medieval iluminada por Así quién no se cura, ¿no?
temblorosas velas. Recordé otra frase de León Bloy que, de haberla
Detengámonos un momento y supongamos que escuchado, le encantaría a Jung:
Freud presencia en forma invisible el tratamiento
que está llevando a cabo su colega, al que apenas Sólo hay en nosotros una tristeza... la tristeza de
unos cuantos años antes llegó a considerar como no haber sido un santo.
su posible sucesor e incluso nombró presidente del
Primer Congreso Internacional Psicoanalítico. ¿Qué Por eso, si quieres ser terapeuta jungiana, empieza
diría Freud? Pues lo que de veras dijo: que ahí no por buscar su "numen" (lo sagrado) a las personas
había análisis de la transferencia (la relación emo¬ que te rodean. Te parecerá increíble pero casi to¬
cional entre médico y paciente), del complejo de das la tienen, o deberían tenerlo pero apenas se les
Electra (el equivalente en las mujeres del complejo nota. Estoy de acuerdo: hay quienes hacen hasta lo
de Edipo, es decir el deseo de la mujer por el pa¬ indecible por esconder su "numen", y lo logran.
dre y la rivalidad con la madre), que se requería Naturalmente, Jung le contó enseguida el sueño
meterse a los sueños de la mujer para buscar su a la mujer, quien ya no tuvo duda de que estaba
contenido latente (el sentido oculto) a través de siendo conducida por el camino correcto. Renun¬
su contenido manifiesto (la fachada del sueño). Por cio a las frivolidades en las que había vivido y se
el contrario, tal parecía que fueran los sueños de dedicó a imitar a su abuelo, sin una pizca de la
Jung los que importaran. En efecto, una de esas antigua angustia y "dentro de una gran plenitud".
noches Jung tuvo otro sueño revelador con esa Jung nos dice:
misma mujer. Después de una reunión social en su

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa


" Si

E n este c a s o n o e m p l e é ningún m é t o d o , sino q u e su padre? ¿Lo curarían, lo pondrían peor? Cuidado,


vi en ella la p r e s e n c i a del "numen". Se lo e x p l i q u é Maty. Tengo a la mano el caso de un buen hombre,
y esto d e t e r m i n ó la c u r a c i ó n . R e p i t o q u e a q u í no hipersensible, al que exacerbó en forma desmedi¬
existió m é t o d o a l g u n o , aquí s e i m p u s o e l t e m o r da el psicoanálisis. El terapeuta le dijo algo así como:
de Dios. "usted lo que necesita es sacar el resentimiento
guardado, regrese a su casa a romper vidrios pen¬
Y agrega enseguida: dientes y se va a curar". Rompió los vidrios, pero
también se destruyó a sí mismo. Por eso, ¿hasta
Esta situación d e m i p a c i e n t e p u e d e ser m u c h o dónde influye el terapeuta en el concepto de salud
m á s c o m ú n d e l o q u e s e s u p o n e . H e visto c o n que adquiere el paciente? Freud nos advirtió que el
frecuencia que los seres humanos se vuelven problema de fondo del psicoanálisis... era el psi¬
neuróticos cuando se conforman con respuestas coanalista. Y algo peor: comparó el psicoanálisis
insatisfactorias, b a n a l e s , a las c u e s t i o n e s centrales
con la cirugía, como te mencioné. Ya supondrás
d e l a vida. B u s c a n u n a b u e n a s i t u a c i ó n e c o n ó m i ¬
que ningún médico puede ir por el mundo operan¬
ca, un m a t r i m o n i o b i e n realizado, lujos, reputa¬
do a la gente a ver qué le encuentra adentro, sin un
ción y éxitos externos, pero permanecen
diagnóstico previo. Me temo que, quizá, la psicolo¬
gía es una disciplina aún más delicada, con la que
d e s g r a c i a d o s i n c l u s o c u a n d o los c o n s i g u e n . T a l e s
no se puede trabajar a la ligera.
p e r s o n a s se s u m e n las m á s de las v e c e s en u n a
peligrosa e s t r e c h e z espiritual. A p e s a r de q u e en En una carta, y sólo de pasada, Jung vuelve a
a p a r i e n c i a lo t i e n e n t o d o , su vida c a r e c e de senti¬ hacer referencia a la "hermosa judía" que curó en
do. Cuando logran despertar y desarrollan una apenas unas cuantas sesiones de una neurosis de
v e r d a d e r a vida espiritual, la n e u r o s i s d e s a p a r e c e angustia y que, sin volverse una monja ni mucho
en la m a y o r í a de los c a s o s . menos, dedicó el resto de su vida a su religión y a
obras de caridad, en el más absoluto anonimato,
Vamos a suponer que en verdad se curó la mujer. lo que habla muy bien de ella (duda de los santos
¿Lo hubiera logrado también Freud con su sistema? que quieren hacerse famosos). No está mal, ¿ver¬
¿O hay p a c i e n t e s que requieren una terapia dad? Sobre todo, si así se realizó y fue feliz. Mucho
freudiana y otros una jungiana? ¿Y si, por mala suer¬ mejor que haberla mandado a la casa de sus pa¬
te, consultas al terapeuta equivocado? ¿Qué pasaría dres a romper vidrios pendientes. Jung comenta
con uno de esos ateos acérrimos que aterrizara en que su proceso de "individuación" fue casi inme-
dl

el diván de un jungiano? ¿O al revés, un paciente a t o a partir de que reconoció su verdadera voca¬


ción.
muy vulnerable pero con una clara tendencia a lo
espiritual, al que empezaran a escarbarle el alma En esto hizo una aportación importante a la psi¬
por el lado de los deseos de muerte que tuvo hacia cología: cuando los seres humanos se pasan la vida

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

haciendo la voluntad de otros —y qué difícil no que, por ejemplo, provocaba Charcot a sus histéri¬
hacer la voluntad de un padre dominante, por cas, hipnotizándolas con sólo mirarlas de reojo y
ejemplo— podrían compararse a los cangrejos.' El poniéndolas a cuatro patas a ladrar como perras o
cangrejo es una criatura que tiene su esqueleto a aletear como pájaros.
fuera; por dentro es totalmente blando (y en con¬ Todo es sugestión y autosugestión, no tiene re¬
secuencia vulnerable). En el momento en que el medio, nada más fíjate bien a qué te conduce.
hombre descubre su "numen", la parte sagrada de En esto, Jung se adelantó al llamado psicoanáli¬
su personalidad, se transforma en vertebrado: en una sis existencial de Jean Paul Sartre, en donde la cla¬
criatura con el esqueleto adentro. Desarrolla una es¬ ve es descubrir a qué juegas, a qué has jugado y,
pina dorsal, en el sentido más amplio del término. sobre todo, a qué quisieras jugar. Mira cómo nos
A partir de ese momento, fíjate, ya no importa describe Sartre a un mesero cualquiera:
que hagas la voluntad de otros, porque en el fon¬
do sigues siendo tú misma. ¿Lo alcanzas a ver? Es Va hacia el cliente con un paso un poco rápido. Se
fundamental. San Agustín decía: "ama y haz lo que inclina hacia la mesa con una actitud ceremonio¬
quieras". Jung dijo: "ama y juega a lo que quie- sa, un poco excesiva. Su voz, sus ojos, expresan
tt
interés un poco demasiado, llenos de solicitud para
ras .
el pedido que le ha hecho el cliente, y que apunta
Todos jugamos a ser alguien, a usar una másca¬
diligente. Hace una ligera reverencia y con el mis¬
ra, casi inevitable para la convivencia. Tenemos que
mo paso va rumbo a la cocina, un poco nervioso.
aprender a ser una "persona": la máscara que en el
Regresa, ensayando en su marcha el rigor inflexi¬
teatro griego llevaba el actor. Dice Jung:
ble de no se sabe qué robot, llevando la bandeja
La "persona" es aquel sistema de adaptación por con una especie de temeridad en un equilibrio
medio del cual entramos en relación con el mundo. constantemente inestable y constantemente alte¬
rado, que restablece constantemente con un mo¬
La cuestión es qué máscara nos ponemos. Dime vimiento rápido del brazo y de la mano. Ahí sigue
qué máscara usas y te diré quién eres. Es induda¬ la charola, en su mano. Toda su conducta nos pa¬
ble que la paciente de Jung vivió, durante su breve rece un juego. Encadena sus movimientos como si
terapia, un profundo p r o c e s o de sugestión y fueran mecanismos autónomos, gobernándose los
autosugestión, y que eligió el camino que le seña¬ unos a los otros; su mímica y su voz misma tienen
laba su terapeuta: una máscara como cualquier otra, la presteza y la rapidez inhumana de los robots.
aunque con un precio muy alto (capaz que incluía Juega, se divierte. Pero, ¿a qué juega este hombre?
su coronita de espinas) y su retribución consecuente. No es preciso observarlo mucho tiempo para dar¬
Pero hay un abismo entre esa sugestión, la se cuenta: juega a ser mesero.
autosugestión hacia las buenas obras y la sugestión

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicóloga

Si observas a tu alrededor, descubrirás que todos Frankl llama a este fenómeno "ley del esfuerzo
jugamos a ser alguien, y más vale aprendernos bien inverso". El tartamudeo es producto de un estado
nuestro papel. Y desde ahora te lo advierto, Maty: nervioso alterado. El que lo padece da a cada acto
cuidado con afectar los juegos de tu alrededor. No de su vida cotidiana una importancia tan exagera¬
patees las canicas de nadie. Se nos puede perdonar da que su inconsciente —como un bombero in¬
casi cualquier cosa, menos el acto que afecta más oportuno—, decide encender las señales de alarma,
profundamente la identidad de alguien: arrancarle descargar una sobredosis de adrenalina, producir
la máscara. sudor y, claro, alterar el habla. La idea de Frankl es
Hagamos una breve digresión por este rumbo de convencer al bombero de que no hay tal peligro;
las máscaras a ver a dónde nos lleva, si es que nos por el contrario, se trata de una maravillosa situa¬
lleva a algún lado. Total, si nos perdemos podemos ción de conquista y de triunfo, con la cual también
retomar a Jung, quien siempre nos regresará a la debe colaborar (ya ves que los bomberos ayudan
luz. en casi cualquier cosa). Entonces ese mismo in¬
Víctor Frankl, creador de la logoterapia, narra un consciente te provee de una fuerza milagrosa, no
interesante caso en relación con nuestra actuación calculada, para realizar tu difícil misión. Tartamu¬
en el teatro de la vida. Resulta que los alumnos de deas si quieres tartamudear o no tartamudeas si no
una escuela iban a representar una obra en la que guie/deshacerlo. Eres dueña de ti y del mundo. Una
aparecía un tartamudo. En consecuencia —y bajo estratagema con el inconsciente similar a la que
la influencia del humor negro de sus compañeros— emplea Tom Sawyer para conseguir que sus ami¬
se eligió para el papel precisamente al tartamudo gos lo ayuden a pintar una barda: finge que la tarea
de la escuela, que casi nunca falta. Sólo que una lo divierte. O sea: juega a pintar la barda.
vez en el escenario el pobre no pudo tartamudear, En este momento, quiero suponerlo, tú estás ju¬
con lo cual, sin pretenderlo, además se vengó de gando a que posiblemente quieras jugar a ser psi-
sus malosos compañeros. Digo sin quererlo, por¬ cóloga. Si lo reconoces como tal, como un simple
que él quería tartamudear, quizás era la única oca¬ juego, lo relativizas y en consecuencia lo juegas
sión en su vida en que quería representar bien el mejor. (¿No el motivo de estas cartas fue tu pregun¬
papel que le había asignado el destino: ser el tarta¬ ta de por qué me parecía divertida la psicología?)
mudo de la escuela. Por eso otra de las claves es la relajación. Los gran¬
—Tartamudea —le decía un compañero que es¬ des actores están relajadísimos al actuar, te lo ase¬
taba a su lado, dándole un codazo—. Estás echan¬ guro. No creo pecar de exagerado al afirmar que
do a perder la obra. los seres humanos mantenemos hoy un grado de
—Es que no puedo tartamudear, te lo juro —con¬ vigilancia y ansiedad muy superior al que necesita¬
testaba el dizque tartamudo, con una perfecta dic¬ rnos para vivir (sobrevivir). De ahí las úlceras, los
ción. infartos, las migrañas, los insomnios, la presión

104 105
Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

arterial por las nubes, las alergias... ¿Le sigo? Pero positiva" —en ocasiones cercanas al éxtasis— casi
también —alguna ventaja tenía que haber— la so¬ todos los días de su vida. Piénsalo y con toda segu¬
brecarga de trabajo de los psicólogos. Trabajo no ridad la encontrarás en ti misma. Alguna melodía
te faltará. recién descubierta, una plática especial con una
El escritor inglés, Colin Wilson —quien por cier- amiga entrañable, el párrafo poético de un libro,
to tiene una buenísima biografía de Jung— • lo ex¬ no falta. La importancia de la observación de Maslow
plica así: reside en cómo la gente sana ha aprendido el truco
de regular su economía vital para producir esas ex¬
El inconsciente cumple su misión según instruc¬ periencias-pico-de-entusiasmo (hasta el nombrecito
ciones de la mente consciente, y no al revés como suena alentador). Nos equivocaríamos si dijéramos
creía Freud. Por su parte, esa mente consciente que viven esas experiencias porque tienen la suer¬
sigue las indicaciones del mundo circundante, al te de estar sanos. Es al revés: han logrado que la
que explora como un radar. Cuando despierto por mente inconsciente responda a una sugestión posi¬
la mañana, "exploro" el día que me espera, pre¬ tiva, pero también de significado, lo que les garan¬
guntándome cuánta energía necesito para atrave¬ tiza la salud física.
sarlo. Si es la primera mañana de unas lindas Esto del significado es esencial. Si las cosas tie¬
vacaciones en la playa, necesito —y obtengo— nen sentido, atraparán tu atención y no te aburrirás
una gran provisión. Si se trata en cambio de una (huye del aburrimiento, es la bestia negra de la
húmeda mañana de lunes, "mi corazón se hunde" vida). El hombre necesita para desarrollarse "devo¬
y me cuesta un esfuerzo sobrehumano levantarme rar" significados, tanto como el niño necesita co¬
de la cama. mer para crecer. Cuanto más profunda sea su
capacidad de asombro, cuanto más amplia su cu¬
Podríamos agregar: me cuesta un enorme esfuerzo riosidad, mayor será su vitalidad y más fuerte su
levantarme de la cama y ponerme la máscara de apego a la existencia. Volvamos a las vacaciones.
todos los días. En las vacaciones en cambio pode¬ De pronto, una tarde —de preferencia no te pon¬
mos quitárnosla por momentos. Sólo por momen¬ gas la máscara— encuentras sentido en no hacer
tos. Bueno, según a dónde vayas de vacaciones y nada, en estar sentada en una terraza porque afue¬
con quién. Hay quienes las toman con una maleta ra llueve. Pero ver (y oír) cómo esa lluvia escarcha
extra de máscaras, obsérvalos. el paisaje te llena de tal sensación de plenitud que
En este terreno ha habido, a pesar de los no te cambiarías por nadie en ninguna otra circuns¬
freudianos o r t o d o x o s , i m p o r t a n t e s a v a n c e s . tancia. Todo está bien y tú te encuentras en donde,
Abraham Maslow creó una psicología básicamente desde siempre, tenías que haber estado.
optimista, reconociendo que la mayoría de las per¬ Nuestro problema no radica tanto en el limitado
sonas sanas experimenta una "retroalimentación alcance de nuestra conciencia —se dice que utili-

106 107
Ignacio Solares

zamos menos del siete por ciento de nuestra capa¬


cidad cerebral, y eso los ya doctorados— sino en la
Caita VII
pobreza del valor que atribuimos al universo que
habitamos. Aguas.
Teoría de la Sincronicidad
Al contrario de las experiencias-pico-de-entusias¬
mo, el tedio todo lo consume y lo priva de sentido.
Entonces somos capaces de hacer lo contrario de
lo que realmente quisiéramos hacer. Casi todas las
tonterías que cometemos son producto del aburri¬
miento. En El abogado honrado, de Goethe, una
Querida Maty:
joven y hermosa mujer recién casada, modelo de
Nos dice Jung:
virtud, termina obsesionada por la idea de cometer
adulterio a causa de que tal pensamiento la horro¬
Una mujer de cierta edad a la que estaba yo tra¬
riza. Mientras más la horroriza, más la atrae. En
tando tuvo un sueño en el cual se le entregaba un
realidad, no tiene otra cosa en qué pensar. Se trata
escarabajo de oro. El detalle era de lo más signifi¬
del mismo principio del "esfuerzo inverso" de Víctor
cativo en el contexto del análisis. Mientras me na¬
Frankl. Los pensamientos negativos se retroalimen-
rraba este sueño yo estaba sentado con la espalda
tan y hacen que la mente se llene de energía está¬
hacia una ventana cerrada. De pronto oí un repi¬
tica, semejante a una ampolla a punto de estallar.
queteo detrás mío. Me di vuelta y vi un objeto
En ese estado, la necesidad de sentimientos inten¬
volador que golpeaba desde afuera contra el vi¬
sos —la más básica de todas las necesidades psi¬
drio de la ventana. La abrí y la extraña criatura
cológicas del ser humano, apúntalo— puede
entró en la habitación. La atrapé en el aire. Era un
transformarse en un sentimiento de pánico. Final¬
escarabajo de oro, de los que se pueden encontrar
mente, la culpa y la angustia son preferibles a la
en nuestras latitudes: el conocido cetonia aurata
insoportable sensación de vacío, y jugamos a cual-
que, contrariamente a sus hábitos normales, había
quier juego, por destructivo que parezca a primera
sentido la urgencia de introducirse en una habita¬
vista.
ción en penumbra, y en aquel momento en parti¬
En la siguiente carta regresaremos a otro "juegui- cular.
to" de Jung: la teoría de la sincronicidad. Vete apren¬
diendo esta frase de Borges para empezar a
¿Fue una casualidad? Jung lo descarta. Más bien, su
entenderla:
paciente atrajo al escarabajo de oro al tenerlo tan
presente. ¿Te das cuenta de lo que esto significaría,
Todo encuentro casual era una cita.
Maty? Jung lo dice con toda claridad: "la mente
puede hacer que las cosas sucedan". De una u otra

108
Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

forma, sea cual sea la explicación del hecho, lo ran a su hija (hoy tu mamá) en el estacionamiento,
habrás vivido en alguna ocasión: toparte en la calle cómo era posible que no la encontraran si acababa
con alguien en quien pensabas, o que te llame por de marcharse. Yo suspiraba y miraba por la ventana
teléfono la amiga a la que ibas a marcarle, o que la barahúnda de la calle. Bastante trabajo teníamos
entres por primera vez en un lugar en el que crees pendiente como para, además, esperar a que locali¬
haber estado antes, o que sueñes con algo que te zaran a la hija del director por los alrededores del
sucede al día siguiente. La vida diaria está llena de edificio, esperar a que regresara a la oficina, hacer
esas "casualidades" que calificamos como tales por¬ una cita con ella para llevarla a conocer a García Cantú.
que no hay forma de programarlas o de comprobar Apenas la vi lo supe: "era ella".
su carácter intencional. Tu mamá, por su parte, tenía más de un año de
¿Por qué nos suceden las cosas? ¿De veras "un no ir a la oficina de su papá. Aquel día fue, casual¬
encuentro casual es lo menos casual del mundo", mente, porque también tuvo una cita por el centro,
como dice Cortázar? Me sucedió cuando conocí a que le cancelaron a última hora. O, sea, ni siquiera
tu mamá. Yo tenía una cita de trabajo con tu abue¬ fue en forma expresa. Lo más inaudito de todo, me
lo —a quien no conocía— en su oficina a las once parece, es que la hayan alcanzado en el estaciona¬
de la mañana. Por tener que asistir a un velorio no miento, a punto de subir a su auto. Un par de mi¬
calculado, pregunté si podía llegar un poco más nutos más y no la encuentran.
tarde. La secretaria —lo tengo muy grabado— me ¿No te parece que son demasiadas casualidades?
dijo que tendría que ser hasta el día siguiente, no ¿Y si yo no tengo el velorio y llego por la mañana a
había lugar antes. Acepté, pero iba a colgar cuando la oficina de tu abuelo? ¿Y si no han cancelado
me detuvo: acababa de descubrir en la agenda del previamente la cita de las cinco? ¿Y si a tu mamá no
director una cita cancelada por la tarde de ese mis¬ le cancelan la suya? ¿Y si no sale a colación el tema
mo día, a las cinco, podía tomarla. Yo también dudé: de la UNAM? ¿Y si tu abuelo no insiste hasta la deses¬
estar a las cinco de la tarde en Reforma y Avenida peración en que busquen a tu mamá? ¿Y si ya no la
Juárez complica cualquier comida en el sur, pero no alcanzan en el estacionamiento? ...
hubo más remedio. Una vez con tu abuelo —que Cuando planteo a tu mamá qué hubiera sucedi¬
era el director de la compañía— salió a colación la do si, como parecía lo más probable, no nos hu¬
UNAM, en donde yo daba clases. Comentamos algo biéramos encontrado ese día, ella contesta sin una
sobre Gastón García Cantú y tu abuelo me dijo que gota de duda:
su hija, quien por cierto acababa de estar ahí con —Hubiéramos chocado en el Periférico.
él, necesitaba conocerlo, quizá pudiera yo presen¬ Forma un poco más aparatosa de encontrarse,
társelo. La trataron de alcanzar en los elevadores, pero que trasluce una fe en que el azar (que en
pero no fue posible. A la salida del edificio, tampo¬ realidad no es tal) hace bien las cosas, encuentra
co. Tu abuelo insistía con la secretaria: que busca- Por sí solo las piezas para armar los rompecabezas.

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

Todos los encuentros que en el mundo ha habi¬ carta diciéndole que no nos veremos, que cuando
do son iguales: se dan después de una infinidad vuelva del viaje podremos encontrarnos. Sé que
de caminos cruzados y entrecruzados. En ocasio¬ voy a hacerla sufrir porque ella hubiera preferido
nes, como me sucedió al ver entrar a tu mamá en un encuentro episódico aunque yo no, porque veo
la oficina de tu abuelo, es posible prever lo que las cosas de otra manera. Mandé la carta a las cua¬
nos está reservado. Quizá lo prevemos más de lo tro de la tarde y ella tenía que recibirla al otro día.
que suponemos. Hay quienes lo tienen más claro, Esa noche yo tenía una cita con un amigo en un
y atraen con más facilidad sus "escarabajos de oro". teatro por el lado del Marais, y caminé mucho va¬
Julio Cortázar fue uno de ellos. Por algo "¿Encon¬ gando por la ciudad porque no quería llegar tem¬
traría a la Maga?" es la primera línea de su novela prano. En una esquina determinada me crucé con
Rayuelo,. Él las suscitaba, y luego la realidad con¬ una mujer, era una esquina bastante sombría del
firmaba sus intuiciones, reforzaba sus premoni¬ Quartier Latin. No sé por qué nos volvimos, nos
ciones. Años después de haber publicado el libro, miramos, y era ella.
y refiriéndose muy probablemente a la persona París tiene unos nueve millones de habitantes, esa
real que había inspirado el personaje de la Maga, mujer había mandado su carta sin saber si yo esta¬
declaraba: ba aquí; si la recibiría o no, mi carta de respuesta
debía llegarle al otro día; el domicilio de ella que¬
Hace cierto tiempo me sucedió una cosa, de las daba muy lejos del mío.
que me han sucedido toda la vida y que para mí Matemáticamente analizado, yo creo que esto no
es un hecho fantástico aunque cualquier teórico se puede defender con las leyes aristotélicas. Hay
diría que no fue más que el cumplimiento de una una serie de cosas, de combinaciones que nos lle¬
pura casualidad, palabrita sospechosa. varon a los dos a caminar en esa dirección y a
Yo conocía a una mujer con quien no tenía ningu¬ cruzarnos precisamente en ese punto. Que, para
na relación pero hubiera querido tenerla. Y ella mayores datos, era una esquina donde sucede un
también conmigo. Estábamos muy separados episodio muy importante de una novela mía. O
geográficamente, y había habido un largo silencio sea, que incluso el lugar de ese encuentro increí¬
epistolar por razones que podían explicarse por ble formaba parte de una constelación que escapa
ambas partes. En un momento dado, un día lunes a toda racionalidad.
me llega una carta de esta mujer, aquí a esta casa.
Me dice que está en París y que ojalá pueda verme. Como ves, en efecto, "todo encuentro casual era
Yo estoy en la antevíspera de la partida de un via¬ una cita", y creo que lo mejor es "dejarlas llegar",
je de tres meses y de ninguna manera quiero que sin perder nunca la capacidad de asombro.
ese encuentro sea el típico rendez vous en un ho¬ Pero creo que nadie lo ha planteado en forma
tel para después separarse. Por eso le contesto la más bella que el filósofo Arthur Schopenhauer:

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Cartas a una j o v e n psicologa
Ignacio Solares

de oxígeno e inyecciones de alcanfor. Pero él atra¬


Sí, has leído bien. Lo que dice ese señor es más o
vesó una frontera, según dijo después. Tuvo ese
menos esto: en contra de lo que suponían los ma¬
tipo de visiones que experimentan las personas que
terialistas —o los mecanicistas—, el Universo no es
han estado suspendidas entre la vida y la muerte.
un caótico conglomerado de materia, y para que
"Noche tras noche flotaba en un estado del más
exista, todos lo estamos pensando. Tú también
puro éxtasis". Cuando la mañana se acercaba, se
"creas" el Universo con tu conciencia, con tus de¬
entristecía: "Ya se acerca nuevamente la mañana
seos, con tus recuerdos, con tus planes, con tus
gris; ya viene el mundo con su prisión insufrible".
juegos. Pero en especial con tus sueños. Fíjate cómo
A medida que se fue recuperando físicamente, las
lo decía Schopenhauer: "un gran sueño soñado por
visiones fueron cesando. Pero en realidad Jung no
el Deseo de Vida", y que se trasmina a todos y
las consideró visiones, sino una forma de penetrar
enlazado entre todos. Algo como lo que sucede en
en la "otra" realidad, en la "verdadera" realidad:
un cuento chino que se escribió trescientos años "No fueron producto de mi imaginación o algo
antes de Cristo: parecido a una alucinación; fueron algo absoluta¬
mente real".
C h u a n g T z u s o ñ ó q u e era u n a m a r i p o s a . A l des¬
La experiencia produjo un cambio sustancial en
pertar i g n o r a b a s i era C h u a n g T z u q u e h a b í a soña¬
su personalidad. Aún viviría dieciséis años más,
do q u e era u n a m a r i p o s a o si era u n a m a r i p o s a y
durante los cuales dejó de preocuparse por apare¬
e s t a b a s o ñ a n d o q u e era T z u .
cer ante el mundo como el científico-serio que, des¬
de los tiempos de su amistad con Freud, quiso ser.
¿No será que nuestro cerebro trabaja únicamente
Cambió de máscara y se descaró respecto a sus
con el siete por ciento de su capacidad para no
ideas de lo "oculto" y del "más allá". Ahora no te¬
enloquecer? Imagínate que se te colaran de repen¬
nía duda de que podemos tener percepciones in¬
te sueños ajenos, como el de la mariposa. O que
dependientes del cuerpo, del espacio y del tiempo.
pudieras vivir una vida paralela, con una Maty, igua-
Adelantándose a lo que en la actualidad ha descu¬
lita a ti, en algún otro lugar del inundo. O que
bierto la doctora Elisabeth Kübler-Ross, creadora
pudieras asomarte al futuro y vieras como serás
de la tanatología, disciplina que trata terapéu¬
dentro de algunos años, o viajar en el tiempo y
ticamente a los enfermos terminales, Jung mencio¬
conocer a tus tatarabuelos. Mejor te concretas a
na, además de su caso, el de una paciente que
preparar la clase del día siguiente, o si estás de
estuvo a punto de morir después de un parto muy
vacaciones a ver cómo escarcha la lluvia el paisaje,
complicado. De pronto se encontró suspendida en
mientras permaneces protegida en una terraza be¬
el aire, sobre su propio cuerpo, contemplándose.
biendo un refresco.
Vio con detalle el trabajo del médico y de sus ayu¬
Jung sufrió un infarto masivo al miocardio a los
dantes. Incluso, vio entrar a su marido, a quien el
sesenta y ocho años. Lo mantuvieron vivo a base

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Ignacio Solares

médico algo preguntaba sobre elegir entre la vida


de la mujer o la del niño. Detrás de ella —lo sabía Carta VIII
pero no podía verlo— había un paisaje maravillo-
so, unas lejanas montañas perfilándose en el cielo El C o n d u c t i s m o
destellante del amanecer, que en realidad era la
entrada al "otro mundo". Sabía que si lo miraba se
sentiría tentada a no regresar a su cuerpo, de modo
que mantuvo sus ojos en dirección opuesta, inten¬
tando concentrarse en el bebé que acababa de traer
a la Tierra. Cuando despertó, contó a sus familiares Querida Maty:
y al doctor lo que había visto, y todos estuvieron En Un mundo felfa, de Aldous Huxley, el amor in-
de acuerdo en que los detalles que mencionaba dividual, foco de todos nuestros males (aunque tam-
coincidían con lo sucedido en el quirófano. bién de nuestros más altos bienes), es combatido
¿Por qué menciona Jung este caso precisamente mediante un decreto implacable en favor de la pro¬
al final de su teoría de la sincronicidad? Su propia miscuidad, permitiendo que —durante ciertas ho¬
experiencia de traspasar la frontera entre la vida y ras del día— los ciudadanos puedan hacer el amor
la muerte lo había convencido de que el alma pue¬ con quien se les pegue la gana, apenas se cruce en
de viajar fuera del cuerpo, lo cual implicaría de su camino; por supuesto, mediante las medidas
alguna forma la realidad de la vida después de la profilácticas que el caso requiera (en Un mundo
muerte. Poner tales experiencias junto con la teoría feliz no hay SIDA). Para respaldar esta sexualidad
de la sincronicidad es como sugerir lo que ya apun¬ indiscriminada se requería una sabia medida pre¬
tábamos antes, en relación con la física cuántica: via: prohibir la problemática relación madre-hijo.
que los seres humanos estamos implicados en un Los bebés se producían en probeta o bien se les
proceso de gran significación universal y que pode- arrebataba del siempre enfermizo hogar familiar,
mos influir en ese proceso, de pensamiento en para criarlos en un ambiente no contaminado con
pensamiento y de instante en instante. Quizá por el complejo de Edipo y demás tonterías, innecesa¬
eso Chesterton hablaba de renunciar a las ventajas riamente dolorosas.
del pesimismo, porque el optimismo implica de¬ Igual que en toda utopía (el lugar que no exis¬
masiadas responsabilidades. Todas las religiones, te), la de Huxley revela lo que hay detrás de estas
nos dirá Jung, apuntan a eso. ingeniosas suposiciones de un futuro posible: el
miedo cerval al desorden de la vida liberada a su
propio discurrir. Por eso suprimen siempre la es¬
pontaneidad, la imprevisibilidad, y encasillan la
existencia dentro de un estricto sistema de jerar-

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

quías, c o n t r o l e s , p r o h i b i c i o n e s y funciones dos, sociedad con una clara tendencia a progra¬


preestablecidas. marlo todo, como habrás visto.
La utopía representa por lo general una incons¬ El conductismo lo fundó J. B. Watson a media-
ciente nostalgia por ese estado de total entrega y dos del 1900 y se basa en la premisa de que la
sumisión al clan, a la horda, a la tribu, con su falta psicología es, simplemente, el estudio de la con¬
de responsabilidad individual —que para una in- ducta humana, excluyendo todos los conceptos
mensa mayoría de personas es la única forma de la "subjetivos" que no pudieran observarse en labora¬
felicidad—, y que encarnan las sociedades primiti¬ torio, como las sensaciones, las percepciones, las
vas, anteriores al nacimiento del "yo" como tal. ("Yo intuiciones, el deseo y aun el pensamiento. O sea,
ya no quiero ser yo", es un grito de lo más común por sus puros movimientos los conoceréis. Watson
en los manicomios). pretendía poder criar a un niño para que llegara a
En la otra gran utopía del siglo xx, la novela 1984, ser cualquier cosa —artista, banquero, ateo, cre¬
de George Orwell, los métodos educativos son aún yente, delincuente, santo, soldado, pacifista—, siem¬
más rigurosos. Los personajes son sometidos a tor¬ pre y cuando se le diera carta blanca para criarlo y
turas inconcebibles —meter en un cuarto lleno de educarlo. Cuando le preguntaron sobre la herencia
ratas a quien tiene fobia a las ratas— apenas se y los condicionamientos biológicos, contestó: "no
apartan mínimamente de la norma establecida. Tam¬ los veo, y si no los veo puedo pasarlos por alto".
bién, se practica operaciones para extirpar la ima¬ Puedes concluir que, por atenerse sólo a lo que
ginación (a la que, por cierto, Santa Teresa llamó tiene a primera vista, el conductismo es un movi¬
"la loca de la casa"). Cualquiera que sea el método miento psicológico absolutamente miope. Pero esto
empleado —la persuasión, la tortura, el lavado de implicaría un (pre)juicio y nos dejaría también a
cerebro o la mutilación— las autoridades educati¬ nosotros en la superficie. Veámoslo un poco más
vas están alertas día y noche para ejercer una feroz a profundidad.
vigilancia sobre los educandos, a través de panta¬ El conductismo es inseparable del nombre de
llas de televisión y robots. La censura literaria es un Pavlov y su experimentación con perros que, en
importante respaldo. Los poetas son los primeros pocas palabras, consistía en sustituir un estímulo
en marchar al exilio. inicial por un reflejo condicionado. Así, el perro,
Las "buenas intenciones" de éstas y muchas otras que saliva cuando recibe un trozo de carne (estí¬
utopías —de las que, como lo supondrás, los li¬ mulo inicial), salivará también cuando oiga el tinti¬
bros mencionados son una parodia, con una im¬ near de una campana que vaya acompañado a la
placable crítica implícita— han encarnado entre presentación de la carne.
n o s o t r o s en una c o r r i e n t e p s i c o l ó g i c a : el Primero Pavlov hacía sonar la campana y des¬
conductismo, que ha tenido gran aceptación a úl¬ pués de unos segundos, acercaba el plato de carne
timas fechas, muy especialmente en Estados Uni- picada al perro. Al principio no salivaba al oír el

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

tintineo, aunque lo hacía copiosamente mientras tintinear habitual, lo ponían a crisparse de dolor
comía. Pero, ya lo supondrás, a base de repetir el con un toque eléctrico. Si tenía suficiente hambre,
sonido de la campana, el perro terminó por rela¬ las primeras veces el perro se comía la carne a pe¬
cionarlos y adelantó la salivación antes siquiera de sar del dolor, que lograba inhibir en buena medi¬
ver la comida. Lo mismo que nos pasa a nosotros da. Pero si cada vez era mayor el toque eléctrico
cuando escuchamos el crepitar de unas deliciosas —y en sus experimentos Pavlov era implacable—,
palomitas de maíz en el horno de microondas. el perro ya no sabía qué onda, y simplemente per¬
Pavlov descubrió que todo fenómeno natural manecía como pasmado, pero sin dejar de salivar,
puede convertirse en reflejo condicionado: un so¬ ante la apetitosa ración de carne picada.
nido, un color, un olor, un pinchazo y hasta un Otra combinación era sonar la estimulante cam¬
ligero roce en la piel. Y no sólo para la excitación, pana, pero en lugar de la deliciosa carne habitual
sino también para la inhibición. Te parecerá increí¬ le presentaban una comida repugnante, intragable.
ble (e indignante, te conozco), pero Pavlov logró Los perros enloquecían, te lo aseguro. A los fero¬
provocar verdaderas neurosis caninas al combinar, ces los volvía mansos, y al revés. Si le has llevado a
y poner en conflicto, algunos de esos procesos de tu propio perro —que es una lata—, lo hubiera
inhibición y de excitación. dejado a la medida de nuestros deseos en unas
Por ejemplo, sustituía la campana por un par de cuantas semanas.
dibujos. El perro aprendía a discriminar cuál dibujo Por supuesto, se presentaban sorpresas imprevi¬
se relacionaba con la presentación de la comida y sibles e inoportunas. Tal es el caso de la náusea
cuál no. Pero Pavlov los cambiaba gradualmente o que provocaba en un perro la sola presencia de
los hacía cada vez más parecidos, con el fin de Pavlov o de su ayudante, con lo cual no hubo ma¬
confundir al pobre perro. Cuando en definitiva ya nera de condicionarlo por ningún lado. O la del
no lograba identificarlos —de repente, con uno de perro que, tras el toque eléctrico, no comió la car¬
ellos le llevaban la comida, de repente no, de re¬ ne pero sí lanzó mordidas a diestra y siniestra ape¬
p e n t e con el otro dibujo, de r e p e n t e los nas se acercaron a él. Aun dentro del terreno de los
intercambiaban, salivaba, no salivaba, llegaba la reflejos (bien) condicionados, existen las excepcio¬
comida, no llegaba—, el perro terminaba por pre¬ nes y los insurrectos, no hay remedio.
sentar síntomas "muy extraños": ladraba, aullaba, La verdad es que sus experimentos fueron de lo
temblaba de miedo e incluso, era lo más frecuente, más revolucionarios (se le dio el Premio Nobel en
intentaba destruir los dibujos. 1904) y actualmente su método se utiliza, con va¬
O cómo ves este otro experimento, Maty: el pe¬ riantes, en un buen número de prácticas profi¬
rro creaba primero el reflejo condicionado con la lácticas. Por ejemplo, en la desintoxicación de los
presentación de la carne y el sonido de la campa¬ dipsómanos o en el famoso parto sin dolor. Este
na. Luego, le presentaban la carne y en lugar del último, por ejemplo, supone que el dolor tiene como

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Ignacio Solares
Cartas a una joven psicologa

causa principal reflejos condicionados de temor y


ya siempre en una apuesta difícil de aceptar: la
angustia, fomentados por el medio social y fami-
eliminación de la subjetividad. Cuando Watson dice
liar. Se trata entonces de "descondicionar", capaci¬
que no ha descubierto jamás el papel de la con¬
tar a la mujer para dirigir su parto mediante la
ciencia en ninguna acción humana, que no consi¬
práctica de la autosugestión consciente, de dicha y
gue ni "encontrarla" ni "definirla", ya no nos queda
realización "naturales", acompañada de una educa¬
nada que argumentarle. Apenas es necesario decir
ción respiratoria y abdominal.
que la conciencia no puede ser definida, porque
Hay una película titulada Naranja mecánica, de
es ella la que define...
Stanley Kubrick, que ilustra a la perfección los be-
neficios —es un decir— del sistema de Pavlov apli¬
Más brillante que el simplón de Watson, es su con¬
cados a la delincuencia. A un joven pillo lo obligan
tinuador, el doctor Skinner. Su psicología es "la in¬
a asociar lo que más amaba —la música de
geniería del comportamiento" y su objetivo hallar
B e e t h o v e n — , con e s c e n a s de v i o l e n c i a y
los refuerzos adecuados para producir el "compor¬
electroshocks. Lógicamente, se regenera, se vuelve
tamiento deseado", sea el que sea. En lugar del
una planta viviente y desarrolla una fobia a la vio¬
modelo pavloviano, Skinner habla de otro más efi¬
lencia, pero también a la Sinfonía Coral. (Acuérda¬
caz a través del placer. Cree que el "refuerzo
te que en las utopías, los estados emocionales
recompensatorio es más eficaz que el punitivo".
intensos son siempre peligrosos.) Termina por re¬
(Lo que se hubieran ahorrado los pobres perros
sultar tan atroz el procedimiento, que uno piensa
con él.) Por ejemplo, a Pepito no le gusta la sopa
en la Comisión de Derechos Humanos. La verdad
de avena. En un escenario posible, la madre de
es que, en ciertas circunstancias, podemos —y de¬
Pepito lo obliga a tomarla a la fuerza, con la ame¬
bemos— compadecernos aun del peor de los de¬
naza constante de que su padre lo agarrara a
lincuentes.
cinturonazos si no lo hace. Pepito tomará toda su
El conductismo hunde sus raíces en el utilitaris¬
vida la sopa de avena —aunque en realidad la
mo de nuestra época, para la cual resulta muy prác¬
odie— por el temor a los simbólicos cinturonazos
tico. No trata de averiguar quién eres, sino qué eres
de su padre. En otro escenario, la madre le dice
capaz de hacer y cuál será tu rendimiento. Su éxito
que si la toma tendrá un regalo especial, o una
en Estados Unidos obedece a su voluntad de ate¬
doble ración de pastel, o más dinero el domingo, o
nerse a lo observable, lo controlable, lo mensura¬
quizá Pepito se conforme con la mirada dulce de la
ble. Como bien dice el psicólogo Fernand-Lucien
madre y una sugestiva caricia en el pelo. Es decir,
Mueller:
la madre administra "refuerzos positivos". Al final,
dice Skinner, a Pepito le gustará de veras la sopa de
Cualquiera que pueda ser el interés de las investi¬ avena, sobre todo si los refuerzos aumentan su
gaciones emprendidas por el conductismo, se apo- positividad: más pastel, más dinero, más caricias.

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

(Me temo que tú habrías decepcionado a Skinner: consecuencia de alguna enfermedad infantil —abun¬
no hubo manera de que tomaras nunca, bajo nin¬ daban—, otra madre de Sayula hubiera necesitado
gún sistema, una sola cucharada de sopa de ave¬ engendrar un duplicado exacto del extinto para
na.) restablecer el equilibrio sociológico y contar con
Skinner cree que el hombre es maleable como un Pedro Páramo, obra literaria de tanta necesidad
plastilina, sujeto siempre a las influencias sociales para reafirmar la identidad de los mexicanos?
y que nada de su "naturaleza" puede considerarse Ya podrás comprender por qué su libro principal
obstáculo determinante para alcanzar una sociedad se titula Más allá de la libertad y la dignidad, as¬
feliz... , tipo Un mundo feliz, de Huxley, precisa¬ pectos que Skinner desprecia olímpicamente. En
mente. Por eso su sistema atrae tanto a los políticos menos de una página descarta los posibles factores
neoliberales, que hallan en él argumentos muy só¬ genéticos del ser humano. No hay en el libro la
lidos con los que defender su optimismo. menor referencia a datos de la psicología constitu¬
Skinner va tan lejos en eso de que todo es deter¬ cional en función de la cual fuera posible escribir
minado por el medio social, que dice: la biografía completa y realista de un individuo: las
características de su cuerpo, de su temperamento,
Las alabadas facultades creadoras del hombre, sus de sus dotes intelectuales y, por supuesto, de su
realizaciones en el arte, la ciencia y la moral, su ambiente social.
capacidad para "elegir" dentro de un medio so¬ Sólo le interesa saber cómo nos movemos. Le
cial, son cosas que sin excepción carecen de im¬ parece ocioso y secundario preguntarse por qué nos
portancia en el nuevo contexto científico. Ningún movemos. Pero el movimiento por sí mismo es
caso tiene ya hacer responsable al ser humano de engañoso. Huxley se lo dice:
los triunfos o fracasos que el medio social, con sus
continuas fricciones y roces, determinó. Consideremos una libélula, un cohete y una ola
rompiéndose. Los tres son ilustraciones de las mis¬
Lo cual equivale a decir que Pedro Páramo no fue mas leyes fundamentales del movimiento, pero
escrito por J u a n Rulfo, sino por el M é x i c o cada uno de ellos ilustra estas leyes de un modo
posrevolucionario de mediados del siglo xx. Ve nada distinto y la diferencias son tan importantes como
más que cosa más curiosa, Maty. ¿Es que Skinner las identidades.
sostiene que la convergencia de presiones socioló¬
gicas chocó de tal modo sobre la ciudad de Sayula, Por eso también, Huxley afirma que las causas del
Jalisco, hacia el 1918, que a la fuerza tuvo que na¬ cambio histórico son de tres clases: las transforma¬
cer ahí un tal Juan Rulfo, con todas sus peculiarida¬ ciones económicas, las ideas políticas y los indivi¬
des físicas y mentales? ¿Y quiere esto decir también duos importantes. En consecuencia, si Napoleón
que si el susodicho Juan Rulfo hubiese muerto a no hubiera existido, la historia de Francia sería di-

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Cartas a una j o v e n psicologa
Ignacio Solares

ferente: lo mismo, sin Fidel Castro es probable que peuta, acepta la teoría de éste sobre la naturaleza
Cuba anduviera por otros rumbos. Y la novelística humana. Todo esto es cierto, Maty, hay que estar
mexicana sería otra sin ese escritor, único e irrepe¬ precavidos, y no por eso necesariamente volver¬
tible, que se llamó Juan Rulfo. nos conductistas o psiquiatras de los que todo lo
Por supuesto, hay un buen número de aspectos curan con electroshocks. Cuidado. En psicología casi
(prácticos) en los que el conductismo tiene razón. todo está por hacerse (y contradecirse), lo que tie-
Por ejemplo en la crítica al psicoanálisis y su in¬ ne ventajas y desventajas. Por eso, pienso que lo
flexible interpretación de los sueños. Ahí da en el ideal sería que el terapeuta desempeñara simple-
clavo. Porque el mismo sueño es a menudo inter¬ mente el papel de guía en una difícil excursión por
pretado en sentido totalmente diferente, incluso por las montañas, indicando el mejor sendero a seguir,
analistas de la misma escuela o tendencia. Parece o a evitar. Debería aclararse —con absoluta humil-
por tanto que si una de las explicaciones es correc¬ dad— que el analista es un guía no demasiado se¬
ta, todas las otras deben ser falsas. Sin embargo, no guro del camino. Porque si bien es un experto en
se nos ofrece ningún medio concreto y científico ascensiones a las montañas, no ha trepado aún esta
para decidir cuál es la explicación correcta, ni se montaña en particular. Y este hecho torna tanto
descarta la posibilidad de que todas sean ciertas o, más deseable la participación activa del paciente.
lo peor, que ninguna guarde relación con la reali¬ Pero decía que el conductismo tiene importantes
dad. Ante esto, si el pobre paciente tiene la mala logros dentro de la psicología moderna. Algunos
suerte de cambiar de analista —y sucede con fre¬ síntomas, como las fobias —miedo a las culebras, a
cuencia—, se siente como los perros de Pavlov las arañas, a los espacios abiertos o cerrados, a las
cuando les mandaban señales contradictorias res¬ alturas—, pueden ser tratados con muy buen resulta¬
pecto de la entrega de su alimento. Los psicoana¬ do por el conductismo. Lo llaman "desensibilización",
listas a r g u m e n t a n que la p r u e b a de que la e implica la introducción gradual del objeto o si¬
interpretación es correcta estriba en el hecho de tuación temidos mientras el paciente está muy rela¬
que el paciente acepta esa interpretación —y qué j a d o , mientras más relajado, mejor. Acercan al
remedio: con lo que cuesta la sesión—, o que me¬ paciente a la situación o al objeto en forma gra¬
jora después de realizada. Pero como nada es com¬ dual, muy poco a poco, evitando el pánico (que
probable, seguimos dentro de un terreno muy volvería a condicionarlo). Lógicamente, el miedo
nebuloso. Los pacientes de terapeutas freudianos, termina por volatilizarse. El problema, ya lo supon¬
lo que es bastante significativo, sueñan regularmente drás, es que al no atender la fuente de la fobia, ésta
con los símbolos sexuales freudianos, mientras que puede retornar por otro rumbo y con otra máscara,
los de terapeutas jungianos lo hacen con arqueti¬ incluso con una sintomatología más peligrosa. Pero
pos. Se dice que un paciente ha logrado curarse bueno, cuando te enteras de la cantidad de gente
cuando, gracias al poder de persuasión del tera- que no soporta aparecer en público y estudió la

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicóloga

carrera de actuación, o que le dan vértigo las altu¬ El tratamiento se centró en los ataques de páni¬
ras y es aviador, o que tiene fobia al agua y heredó c o : convencerla de que su situación era delicada
un yate, lo mejor es descondicionarlo de esa fobia pero no grave, y de que no peligraba su vida ni
y que luego se las arregle como pueda. haría un papelón en público. Empezaron a trabajar
Te voy a mostrar un típico caso de claustrofobia con la fobia a los elevadores, puesto que Carolyn
—combinada con agorafobia— que, dicen, curó el tenía esa entrevista en el piso cincuenta y cinco,
conductismo. Lo relata la doctora Jean Baer: que tanto le significaba. La doctora Baer dividió el
tratamiento en cuatro partes:
Cada día vivía con mayor miedo. La cosa más pe¬
queña —por ejemplo ir al supermercado— me lle¬ — Relajación. Le enseñé algunos ejercicios de re¬
naba de terror. Me mareaba, tenía palpitaciones. lajación y se los grabé en una cinta de manera que
Apenas salía a la calle, sentía que perdería el con¬ pudiera practicarlos en su casa dos veces al día. El
trol y comenzaría a gritar. Literalmente, flotaba en objetivo: darle un método práctico de control cuan¬
el espacio. La sensación comenzaba en las rodillas do estuviera dentro del elevador
y se irradiaba a todo el cuerpo. Así que renuncié a — Desensibilización sistemática en la imaginación
salir a la calle sin mi marido. relacionada con el viaje en elevador y sus pensa-
mientos angustiosos. Propósito: reducir la intensi¬
Así describía su vida Carolyn Hopper en 1982. Hoy dad de su miedo. En mi consultorio, Carolyn
tiene cuarenta años y, nos asegura la doctora Baer, imaginó varias situaciones de miedo en una escala
es una reconocida abogada en Nueva York. Impo¬ ascendente: "Mañana deberé viajar en elevador"...
sibilitada de servirse del transporte público, duran¬ "Entro en un edificio y veo la horrenda puerta gris
te tres años la llevó su marido en auto a la de un elevador"... "Estoy entrando en un eleva-
universidad. Luego de pasar su examen final debió dor"... "Entro en un elevador y no hay
enfrentar un dilema atroz: "No puedo caminar sola elevadorista"... "Estoy sola en él"... "El elevador
por la calle ni tomar el metro ni coger un elevador. empieza a subir"... Luego de cada pensamiento
Tendré que trabajar en un primer piso, no hay re¬ aterrorizante, Carolyn debía relajarse. Hasta que
medio". Por desgracia vivía en Nueva York y no en lograra imaginarse la situación sin miedo no podía
Mérida, Yucatán, donde no hay edificios. Así, su pasar a la siguiente.
primera proposición de empleo fue con una firma — Exponerse a la vida real. Nada de escaleras. La
famosa que tenía su despacho... en el piso cincuenta tarea: subir y bajar en el elevador de su edificio
y cinco de un rascacielos. Desesperada, fue a ver a —vivía en un segundo piso— varias veces al día.
la doctora Baer y le preguntó con ese tono de an¬
— Desensibilización sistemática en la imaginación
gustia existencial a lo Julia Roberts: "Tengo esta
de su miedo principal a los ataques de pánico y a
entrevista en un mes. ¿Podrá curarme?"
sus sensaciones corporales. Propósito-, disminuir la

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

intensidad de su miedo y las consecuentes descar¬ Interesante el método conductista, ¿no es ver-
gas de adrenalina. Carolyn trabajó en escalas jerár¬ dad? Y práctico, no hay duda. Pero algo es induda-
quicas alrededor de las situaciones: "Estoy ble: la atmósfera social de este caso es, ya, el fondo
mareada"... "Siento que mis rodillas se debilitan"... del problema. O sea, el anhelo de éxito económico
"Voy a tener un ataque de pánico"... Siempre rela¬ (y en Nueva York), los rascacielos, las grandes fir-
j á n d o s e y dominando cada pensamiento mas de abogados, las citas de trabajo inaplazables.
paralizador antes de pasar al siguiente. Todos los ingredientes del industrioso cine de
Llegó el día de la entrevista. La cita era a las nueve Hollywood. Qué distinta habrá sido la atmósfera
y media de la mañana. A las nueve y veinte me en la torre medieval jungiana (y en Suiza), con sus
llamó histérica por el celular y me dijo: "Doctora, techos altos y sus velas temblorosas, en donde sin
estoy en el vestíbulo, del edificio. ¡No puedo en- remedio Jung encontraba que el problema neuróti-
trar en el elevador, se lo juro!" Por teléfono le puse co de sus pacientes era el temor a Dios. ¿Tú en qué
los ejercicios de relajación y le ordené: "Ahora sitio hubieras preferido tomar una terapia, Maty?
camina hasta el elevador y métete en él". Pregunta de lo más sintomática para una joven psi-
Carolyn recuerda: "Lo hice como si estuviera hip¬ cóloga.
notizada por la doctora (no era hipnosis; la había Otro aspecto valioso del conductismo es el refe¬
condicionado a un estado de relajamiento). Du¬ rente a los tests, las encuestas y los experimentos en
rante todo el viaje me tomé del hombro del laboratorio. Hay uno que te quiero narrar, a ti que te
elevadorista. Estaba mareada y creí que me iba a interesa tanto el tema de la violencia. El autor del
desmayar. ¡Pero lo logré! ¡Cuando llegué al piso experimento fue el doctor Stanley Milgram, de la
cincuenta y cinco tuve ganas de besar al Universidad de Yale, y se llamó "Aprendizaje pro-
elevadorista! En realidad, creo que lo hice". gramado de la memoria y la obediencia". Agárrate.
Los participantes eran cuarenta hombres (aun¬
Carolyn no logró ese trabajo. Sin embargo, dos se¬ que en realidad actuaban ochenta, ya verás por qué)
manas después consiguió el empleo que aún con¬ de entre veinte y cincuenta años, de New Ha ven y
serva en otra prestigiosa firma cuyo despacho está comunidades vecinas. Se consiguieron mediante un
en el piso cuarenta y siete. Continuó el tratamiento anuncio en el periódico y a Través de solicitudes
durante dos meses más, siguiendo el método de directas por el correo. Los que respondieron creían,
desensibilización sistemática (eventualmente domi¬ en efecto, que iban a participar en un estudio muy
nó su pensamiento más paralizador: "¡Tendré un ata- serio de "memoria y aprendizaje" de la Universidad
que de pánico y haré un papelón en público!"). de Yale, con todo el glamour que ello implica, y
También realizó cierto tipo de tareas como ir al trabajo que además no se prolongaría más de unas cuan¬
en autobús en vez de abordar un taxi o ir de com¬ tas horas. La selección fue rigurosa. En la muestra
pras a las tiendas más populosas. Hoy su vida es otra. había una amplia gama de ocupaciones: vendedo-

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

res de seguros, empleados de correos, profesores, blemente a tal personaje, y el resto —aleccionados
ingenieros, taxistas y jornaleros. El nivel educativo por el experimentador para fingir la papeleta con¬
abarcaba desde los que no habían terminado la traria— al alumnado.
primaria hasta los que se habían doctorado o te¬ Todo parecía muy divertido. Se echó a la suerte
nían algún título profesional. Se les pagó cien dóla¬ el orden en que trabajarían y los horarios. Los que
res por adelantado. esperaban su turno tenían tiempo para visitar la
En cada experimento había un torturador (el cual cafetería e incluso, si así lo preferían, ir un rato a
desconocía su papel como tal), que en realidad sus casas y luego regresar. Todos se saludaban y
se llamaría maestro, y una víctima (cómplice del sonreían; había un ambiente de lo más amigable.
experimentador) que se llamaría alumno. Se ideó La primera pareja de maestro y alumno entró en el
un pretexto para justificar la administración de un laboratorio .
electroshock a cargo del ingenuo torturador-maes¬ El alumno era amarrado con correas a una silla
tro. La explicación era más o menos la siguiente: que imitaba una silla eléctrica, pero que por su¬
—Se trata de saber cuánto contribuye un cierto puesto nadie nombraba como tal. El experimenta¬
grado de dolor para el aprendizaje y desarrollo de dor e x p l i c a b a que las c o r r e a s r e s u l t a b a n
la memoria. indispensables para impedir el movimiento excesi¬
—Casi no se han realizado experimentos en este vo cuando se recibía el castigo aleccionador, y tam¬
sentido y para la universidad son de una importan¬ bién para hacer imposible la huida.
cia trascendental. Se sujetaba un electrodo a la muñeca del alum¬
—Es un experimento cien por ciento científico, no, con una pasta especial "para evitar ámpulas y
el prestigio de la universidad lo avala. quemaduras". Se les decía que el electrodo estaba
—El doctor Stanley Milgram es una eminencia unido al generador de electroshocks, en una cabina
en su especialidad, no hay ningún riesgo. contigua.
—No sabemos cuál es la mejor edad para practi¬ La instrucción era sencilla: el maestro debía ad¬
car el castigo aleccionador y queremos averiguarlo. ministrar un toque eléctrico al alumno cada vez
—Por eso juntamos personas de diferentes eda¬ que diera una respuesta equivocada. Además —y
des y ocupaciones, y pedimos a algunos de uste¬ A
ese era el quid del e x p e r i m e n t e - debía "poner en
des que hagan el papel de maestros y a otros de un nivel más alto el generador si continuaban las
alumnos. respuestas equivocadas". También debía anunciar
Se sacaron papeletas de un sombrero para averi¬ el nivel del voltaje antes de administrar el toque,
guar quiénes serían maestros y quiénes alumnos. con el fin de que el experimentador conociera la
Pero había una trampa: las ochenta papeletas esta¬ intensidad del castigo.
ban arregladas y decían "maestro", de tal modo que —Trescientos diez...
los cuarenta participantes representarían irremedia- —Siga, por favor, el alumno volvió a equivocarse.

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

—Trescientos veinte. —Le aseguro que es un dolor inocuo, aguante


—Un poco más. Vamos a ver si con este nuevo un poco más y todos se lo agradeceremos.
"toque" logramos avivar los conocimientos que tie¬ El tono de voz del experimentador era firme pero
ne guardados en la memoria. no descortés. El alumno —con supuestas lágrimas
—¿Usted cree? en los ojos— siempre "aceptaba" continuar.
—Estoy seguro. Venga. Al maestro le provocaba compasión el alumno a
Y el maestro acataba la orden y giraba un poco quien castigaba, pero aún más importantes eran las
más la palanca para otro "toquecín". órdenes del experimentador y la "trascendencia"
El alumno, quien fingía el dolor y las convulsio¬ de un estudio para dizque desarrollar la memoria.
nes, se "equivocaba" en promedio tres veces por Y en la Universidad de Yale.
cada una que acertaba, según "anunciaba" el expe¬ ¿Cuáles fueron los resultados del experimento?
rimentador con abierta ostentación. Lee este reporte:
— ¡Cierto!
— ¡Falso! Los sujetos que hacían el papel de maestros die¬
—¡Deje de equivocarse, por favor! ¡Usted sabe que ron señales de alto nerviosismo una vez que com¬
puede recordar, haga un nuevo esfuerzo! ¡Maestro, prendieron bien a bien en qué consistía el
déle una nueva descarga eléctrica, hágame el favor! experimento, lo que aumentó en forma visible al
Antes de los 300 voltios, apenas si había señales empezar a administrar las descargas eléctricas. En
de molestia. A partir de ahí, el alumno empezaba a gran número de casos, el grado de tensión nervio¬
quejarse abiertamente, se retorcía como culebra por sa llegó a extremos rara vez vistos en estudios
el dolor, por la angustia insufrible, hasta patear una sociopsicológicos de laboratorio. Se veía a los su¬
pared cercana, convulsionar, intentar zafarse de las jetos sudar, temblar, balbucir, morderse los labios,
correas y pegar de gritos. gemir y clavarse las uñas.
Cuando el alumno decía no resistir más (y en Catorce de los cuarenta sujetos tuvieron ataques
algún momento todos así lo fingían), el experimen¬ de risa nerviosa. En uno de ellos se observaron
tador hacía una pausa y le explicaba: risas tan convulsivas —casi parejas al supuesto do¬
—Le suplico que nos comprenda, el experimento lor convulsivo que él provocaba— que hubo ne¬
requiere que usted continúe. Resista. Su umbral del cesidad de hacer una pausa. Se trataba de un
dolor mejorará notablemente después de esta prueba. vendedor de enciclopedias, de cincuenta y dos
O: años, que luego se sintió muy apenado. En las
—No hay remedio, tiene usted que seguir. Esta¬ entrevistas postexperimentales, los sujetos se em¬
mos a punto de terminar. Su contribución a la cien¬ peñaban en señalar que no eran sádicos y que la
cia será de enorme valor. risa no indicaba que estuvieran gozando cuando
O: propinaban los toques eléctricos a los alumnos.

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicóloga

En contra de lo que se suponía, ninguno de los Sólo dos de ellos estuvieron en apariencia relaja¬
cuarenta sujetos se detuvo antes del nivel de shock dos durante todo el experimento y movían la pa¬
300, en que la víctima empezaba a quejarse abier¬ lanca con una calma pasmosa.
tamente y retorcerse por el dolor. Sólo cinco de los Los resultados, según el doctor Milgram, son re¬
cuarenta se negaron a continuar. Otros protesta¬ veladores:
ron, pero fueron convencidos por el amable expe¬
rimentador. El primer descubrimiento fue la tendencia a "obe¬
—No, si se trata de eso, mejor no. Regreso el decer". Los sujetos habían aprendido desde la in¬
dinero, discúlpeme. fancia que es una falta contra la moral dañar a otra
—Hombre, ya había usted aceptado. Alteraría el persona, pero veintiséis sujetos "normales" de un
orden del experimento si se marcha ahora. Las des¬ total de cuarenta, abandonaron ese principio si¬
cargas eléctricas incluso tonifican el cuerpo. Es un guiendo las instrucciones de la autoridad (el ex¬
trabajo muy importante para la universidad. Intén¬ perimentador). El segundo efecto no previsto fue
telo un poco, vamos. la extraordinaria tensión creada por los procedi¬
Otros cuatro administraron sólo un toque eléctrico mientos. Uno supondría que cualquier persona
más y se marcharon, un tanto indignados. Uno de "normal" suspendería su intervención en el expe¬
ellos, sólo uno de ellos, gritó un insulto al experimen¬ rimento si le molestaba tanto, pero la verdadera
tador. Dos se interrumpieron en el nivel de los 330 molestia parecía ser salirse del juego, de la "actua¬
voltios y uno en el de los 345, otro en los 360 y otro ción" a la que se había comprometido.
más en los 375. Así pues, un total de catorce partici¬
pantes (35 por ciento) renunciaron a continuar. Cuidado con las actuaciones en que te comprome¬
Los que continuaron (el 65 por ciento) lo hacían tes, Maty, hay juegos que nos arrastran más allá de
dentro de una gran tensión y daban muestras de nuestra voluntad. Agrega el doctor Milgram:
temor y culpabilidad, pero continuaban hasta don¬
de se les indicaba. Después de aplicar los toques Vi llegar al laboratorio a un hombre sonriente y
máximos (más de supuestos 400 voltios) y darse confiado, vendedor de seguros, que a los veinte
por concluido el experimento, la mayoría de ellos minutos de iniciado el experimento parecía un gui¬
suspiró de alivio, se enjugó el sudor, se frotó los ñapo y estaba al borde del colapso nervioso. Su¬
ojos o buscó nerviosamente un cigarrillo. Algunos daba, se retorcía las manos y sin embargo accionaba
agitaban la cabeza y parecían arrepentidos de la palanca de los electrosbocks con renovado es¬
haberlo hecho. fuerzo. Hubo un momento en que se llevó la mano
—Qué duro, qué duro fue. ¿Lo hice bien? ¿Muy a la frente y gritó: "¡Dios mío, que ya se acabe
bien? ¿De veras, doctor? —preguntaban, dentro de esto!", pero seguía obedeciendo a cada palabra
sentimientos claramente ambivalentes. del experimentador, y así hasta el final.

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

Esta lucha con la propia conciencia parecía co- Sé lo que estás pensando: el personaje más cruel
mún, pero resaltó más en algunos individuos Otro de todos era el tal doctor Milgram, autor del expe¬
de ellos decía en forma obsesiva y dolorosa: "¡No rimento. Acuérdate de las técnicas que había apren¬
puedo, doctor, no puedo!", al tiempo que acciona¬ dido con su maestro Pavlov. Además, como el
ba la palanca. conductismo no cree en el "individuo" sino en la
"masa" —en una "masa" programada, lo que es
Erich Fromm, que incluye la descripción del expe- peor— ya supondrás que no se tienta el corazón
rimento en su libro Anatomía de la destructividad para este tipo de experimentos, sea con perros o
humana, dice: con nosotros, sus prójimos bien amados.

El experimento es ciertamente un examen profun¬


do no sólo de la crueldad sino sobre todo de la
obediencia y conformidad a patrones sociales esta¬
blecidos. Casi parece simular una situación que to¬
dos hemos visto en la vida real: la de los activistas o
militares o policías o huelguistas que llegan a con¬
ducirse en forma extremadamente cruel y destruc¬
tora por cumplir órdenes superiores. Es también la
historia de los generales alemanes sentenciados en
Nuremberg como criminales de guerra.

Y también:

Al parecer, había en los participantes poca o nin¬


guna oposición a los crueles actos que estaban
ejecutando. Habría que preguntarse por qué. Una
respuesta posible es que en el fondo gozaban ha¬
ciendo sufrir a su prójimo y no sentían remordi¬
mientos al estar su comportamiento sancionado
por la autoridad. Otra posibilidad es que la mayo¬
ría de ellos —y hay que recordar que se trata de
personas comunes y corrientes— eran profunda¬
mente egoístas, insensibles y aisladas respecto a
lo que podía sentir ese prójimo.

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Carta IX

El P r a g m a t i s m o

Querida Maty:
En una carta anterior decíamos que cuando Freud
estudiaba medicina —finales de la década del
1870—, se creía que las enfermedades mentales
tenían un origen puramente físico. Con sus atisbos
r e v o l u c i o n a r i o s de la m e n t e h u m a n a , y la
estructuración que de ella hizo, Freud puso un punto
y aparte en la historia de la psicología. Ya supon¬
drás entonces que antes de él —a pesar de ilustres
excepciones y de las valiosas aportaciones de poe¬
tas y filósofos—, el terreno que vislumbramos es
más bien desértico. Con razón Freud decía: "Mi la¬
bor fue por completo independiente y no sé de
ninguna influencia que pueda achacárseme"; y tam¬
bién, recordarás, él insistía en que le había propi¬
nado el tercer golpe mortal a la vanidad humana
—los otros se los dieron Copérnico y Darwin—
con el descubrimiento del inconsciente, que nos
obliga a replantear el lugar que ocupamos en el
universo. Quizá por eso dicen que Jacques Lacan,
uno de los psicoanalistas más afamados de los últi¬
mos tiempos, cuando le preguntaban sobre la his¬
toria de la psicología, contestaba: "Hablemos de
cosas serias y centrémonos en Freud". Incluso, ante
la situación actual de la psicología —su pulveriza-
Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

mor en la boca del estómago, y con una sensación Hizo una breve lista de actitudes concretas a se¬
de la inseguridad de la vida que no había conoci¬ guir:
do nunca, y que no he vuelto a sentir. Fue como —Mientras conserve un rayo de conciencia, debo
una revelación; y aunque los sentimientos inme¬ elegir y no permitir que la vida —o los otros—
diatos se desvanecieron, la experiencia me ha he¬ elijan por mí.
cho comprender desde entonces los sentimientos — D e b o hacer del sistema nervioso mi aliado y
mórbidos y nerviosos de los demás. Gradualmen¬ no mi enemigo.
te fue cediendo, pero durante meses fui incapaz —Todo pensamiento produce cambios químicos
de entrar a solas en un lugar oscuro. en el cuerpo.
—No debo luchar contra los malos pensamien¬
Esto es lo que los alcohólicos llaman "tocar fondo", tos, simplemente preferir los que están a favor de
cuando ya no puedes caer más bajo. A partir de la vida y la salud.
ese momento crítico, o rebotas y subes de nuevo a —Hay que volver automáticas y habituales, tan
la superficie, o pierdes la razón y dejas de ser "tú". pronto como sea posible, la mayor cantidad de "ac¬
En la figura macabra del idiota sentado en la banca ciones benéficas".
en posición casi fetal, James nos muestra no sólo Comprendió que había perdido el tiempo inten¬
su mal, sino al hombre mismo convertido en bulto, tando buscar la verdad (la Verdad), lo que sólo
en "cosa", en un autómata carente de todo sentido aumentaba su depresión. "Al diablo con las discu¬
para el vivir y el morir. ("Sólo lo que da sentido a siones de café sobre la posible existencia de Dios".
nuestra muerte, le da sentido a nuestra vida".) Por , Porque la verdad de una idea no es una propiedad
eso, dice, la salida tenía que encontrarla en el ca¬ estancada, implícita en ella misma. La verdad le
mino opuesto: la humanización plena, esto es: el ocurre a una idea. Se convierte en verdadera, es
libre albedrío. Escribió en su diario: "Creo en el libre hecha verdadera por los acontecimientos. La ver¬
albedrío a partir de que lo empecé a poner en prác¬ dad es un proceso: el proceso de verificación.
tica". ¿Y cómo lo ponía en práctica? Muy sencillo: Esto es muy importante para el estado de ánimo,
descubrió que a pesar de todos sus males, todavía nos dice James. Por lo general, la persona deprimi¬
podía elegir entre un pensamiento y otro, y que si da parte de que el mundo está hecho y apenas pue-
quería curarse "ya sabía cuáles pensamientos debía de influir en él. Cuando comprende que todo está
elegir", porque "todo pensamiento es deseado", con por hacerse, cambia su visión de las cosas y se des-
lo cual, además, se puso en la antesala de los des¬ pierta-el sentido de responsabilidad. Hay un rena¬
cubrimientos de Freud. Los diferencia el acento de cimiento, en el que todos estamos incluidos. Por
James en lo religioso, al grado de que sus libros eso también James abogaba por sistemas políticos
más famosos se titulan La voluntad de creer y Las democráticos, abiertos lo más posible a la partici¬
variedades de la experiencia religiosa. pación ciudadana. Todo lo preestablecido —en lo

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

familiar, en lo religioso o en lo político—, lo que que ellos le ofrecen, cambian otras muchas cosas,
nos obliga a pensar y actuar de cierta manera con¬ quizá las estrellas mismas.
dicionada, nos deshumaniza. No es que debamos
negar una tradición, sino descubrir su verdad por Apasionante, ¿no? Es curioso cómo se enlaza esta
nosotros mismos. teoría con otras tres que hemos subrayado. La bu¬
Como James era, además, un gran escritor — dista: no puedes cortar una flor sin alterar una es¬
Borges lo consideraba uno de los grandes prosistas trella; la de Jung, según la cual nosotros estamos
de la lengua inglesa— ilustra su teoría con imáge¬ creando el universo con nuestras acciones, nues¬
nes a d m i r a b l e s . Por e j e m p l o , d i c e que el tros pensamientos y nuestros sueños; y, por últi¬
pragmatismo está en medio de nuestras ideas y teo¬ mo, la de la física moderna, en la que ese universo
rías como un pasillo lo estaría en un hotel. A ese empieza a parecer a los científicos más un gran
pasillo se abren innumerables habitaciones. En una pensamiento que una gran maquinaria. Y, bueno,
se puede encontrar a un escritor ateo demostrando quizá de veras todo tiene que ver con Todo.
apasionadamente la imposibilidad de la existencia James aclara enseguida: la fe a que se refiere no
de Dios. En otra habitación un fanático reza y se tiene connotaciones mágicas. Si quiero aprender el
flagela en nombre de su fe. En la de más allá un arte de la medicina, primero debo conocer el cuer¬
químico investiga las propiedades de un cuerpo. po humano y sus enfermedades. Pero este conoci¬
Alguien discute con calor una teoría socialista ante miento teórico no me hace de ninguna manera un
un interlocutor que sólo cree en la democracia. Bien, médico, sino la práctica consecuente y, aún más, la
pero como las habitaciones dan al mismo pasillo, entrega apasionada y total a mi profesión. La fe
todos tendrán que salir y cruzarlo si es que quieren tiene que transformarse en acción y es esta acción
poner en práctica sus ideas. Por eso el pragmatismo, la que, formando hábitos, modifica nuestro entor¬
más que un método, es una actitud ante la vida. no y nos modifica a nosotros mismos, de instante
Escribe James: en instante. Otro ejemplo que le gustaba poner a
James es el del alpinista que —seguro de alcanzar
Los movimientos futuros de las estrellas o los he¬ la cumbre— encuentra sentido a cada paso de su
chos de la historia pasada están ya determinados ascensión. ¿Cómo podemos saber que vamos por
de una vez para siempre, me agraden o no. Se me el camino correcto? No hay sino una pista: la ale¬
dan sin tener en cuenta mis deseos. La naturaleza gría que provoca en nosotros. Por eso, un viaje
no puede cambiar el pasado en favor de mis pen¬ lleno de ilusiones y esperanzas es mejor que la lle¬
samientos. Tampoco puede cambiar el curso de gada a cualquier posible meta.
las estrellas o de los vientos. Ah, pero sí que cam¬
bian nuestros cuerpos de conformidad con nues¬ La fe crea su propia demostración. Tened fe y ten¬
tros pensamientos y, valiéndose del instrumento dréis la razón porque os salvaréis; duda y también

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicóloga

tendréis la razón porque pereceréis. La única dife- 3o. El alma enferma, y que sin embargo es la
rencia es la de que es mucho más ventajoso para más propicia a sufrir una crisis y una revelación de
vosotros el creer. trascendencia.
4o. El "yo" dividido, al que la religión (del latín,
Pero es Las variedades de la experiencia religiosa religare, atar de nuevo) reconcilia con un "Yo" su¬
el libro más famoso de James, tanto por su alta perior.
factura poética como por su influencia en casos de 5o. La conversión, el descubrimiento —como si
conversión religiosa. Tan sencillo y a la vez tan en medio de la oscuridad de golpe se encendiera
complejo que deberíamos leerlo con la actitud del la luz— de que nuestra existencia tiene un sentido
niño que lentamente viajaba con un dedo por los más alto del que suponíamos.
mapas de los atlas, con una creciente capacidad de 6o. La santidad y el misticismo, las prácticas y los
asombro. ¿Eso somos también los seres humanos? cambios concretos —pragmáticos— que conllevan
Parece increíble que puedan experimentarse tales las acciones a partir de la fe revelada o recuperada.
estados de éxtasis celestial después de conocer los Dice James:
más bajos fondos del infierno.
Pronunciado como una serie de conferencias en Dios no es conocido, no es comprendido, es sim¬
Edimburgo en 1901, el libro apareció en junio del plemente "sentido" y hasta podríamos decir que
año siguiente. A pesar de su tema —James lo acla- "utilizado", a veces como proveedor de bienes es¬
ra enseguida—, la obra tiene una manifiesta inten- pirituales y materiales, a veces como soporte moral
ción psicológica, y por eso se subtitula: "Un estudio y refugio, a veces como amigo, a veces como cau¬
de la naturaleza humana", y el primer capítulo se sa del misterio que nos rodea, a veces como obje¬
llama "Religión y neurología". O sea, es lo contra¬ to del más alto amor. Si demuestra su "utilidad" en
rio a un manual religioso, y puedes leerlo desde la cualquiera de estos rubros, la conciencia parece
pura perspectiva científica (la de principios del si¬ no exigir nada más. ¿Existe Dios realmente?
glo xx, acuérdate). ¿Cómo existe? ¿Quién o qué es?, son preguntas
El conjunto de testimonios —directos o de ob¬ irrelevantes para el verdadero creyente. No es a
servadores calificados— gira en torno a seis gran¬ Dios —como concepto abstracto— al que encon¬
des temas: tramos en el análisis último de la religión, sino a la
l o . La realidad de lo no visible, creencia deter¬ vida, a una mayor cantidad de vida, una vida más
minante para acceder al mundo oculto de la reli¬ larga, más rica, más satisfactoria. El amor a la vida
gión y el misticismo. es, en cualquiera y en cada uno de sus niveles de
2o. La religión sana, la que se orienta hacia la desarrollo, el verdadero impulso religioso.
vida y la madurez emocional.

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicóloga

Y es que la esencia de la vida parece consistir en do— y proyectar al joven hacia una vida futura
anhelar más vida. Las crisis mismas —a pesar de la más plena y responsable.
angustia y el, dolor que conllevan— apuntan a eso.
James mostró —e incluso hizo encuestas al respec¬ Hay libros luminosos, y sin lugar a dudas éste es
to— el paralelismo entre una cierta concepción re¬ uno de ellos. A través de los claros ojos de James
ligiosa y los conflictos existenciales de la juventud. —los tenía azules— contemplamos eso que las igle¬
La edad, dice, es entre los dieciocho y los veintidós sias y sectas nos impiden ver: el rico y variado es¬
años (jóvenes ingenuos de principios de 1900, hoy pectáculo religioso en el mundo; no por virtud de
habría que restarles cinco años, por lo menos), con una abstracción o una sola concepción fija y exclu¬
los síntomas eternos: depresión, rebeldía, inquie¬ yeme, sino por la experiencia trascendente de un
tud por el futuro, nerviosismo, sentimiento de pe¬ Dios vivo en los hombres (cuya palabra definitoria
cado, de futilidad, de inseguridad física, de sería, precisamente, entusiasmo: en-tehos: Dios den-
aburrimiento ante el mundo de los mayores. James tro).
dice que, si en esas circunstancias —y aun en for¬ El psicólogo William James quiere investigar la
ma superficial—, tú encuentras alguna explicación fiebre religiosa, tanto como los síntomas histéricos
mínima o alguna forma de salida a tus problemas o las fobias. Poner la fe en la platina y mirarla con
en lo religioso, aunque luego superes la crisis juve¬ el microscopio. Nunca deja de ser psicólogo al tra¬
nil eso que sembró la religión florecerá. Los tar el tema, por más que él mismo se declare cre¬
conductistas saben de los reflejos condicionados yente en algún sentido.
tan profundos que nos creamos en esos años críti¬ Esa fiebre religiosa produce lo que James llama
cos. Por eso son muy importantes los principios hipercreencias: imágenes en que el sentimiento de
básicos que se inculcan en el hogar. Según la en¬ trascendencia queda "cristalizado". Cuanto más
cuesta de James, es la juventud la que nos confor¬ profunda es la raíz del sentimiento, mayor será la
ma los ojos para mirar el mundo, el lado oscuro del fuerza de la imagen. Las visiones de los santos son un
mundo: sus entretelones y misterios. O miras ahora buen ejemplo. Y por eso la pintura, la música y la
mismo hacia Dios, aunque sea de reojo, o es posi¬ poesía logran revelarnos a través de una imagen lo
ble que te vuelvas insensible a Él. Hay que tomarlo que no pueden explicarnos cien tratados de teología.
en cuenta.
Las obras de arte son preciosas para nosotros, en¬
Lo esencial en el crecimiento y la crisis adolescen¬ tre muchas otras razones, porque nos permiten
te es sacar a la persona de la infancia e introducir¬ alcanzar el conocimiento, aunque breve e imper¬
la en la madurez. La religión bien entendida parece fecto, de lo que se experimenta cuando se está en
concentrar buena parte de los problemas —en es¬ contacto con el mundo sutil de la trascendencia y
pecial la falta de sentido y la sensación de peca- lo divino.

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

Lo recalca: bata de seda para componer sus famosas óperas;


en una ocasión la olvidó durante un viaje, y fue
Cuando a las personas de inteligencia o sensibili¬ incapaz de escribir una sola nota. Nosotros podría¬
dad limitada se les hace escuchar un trozo de bue¬ mos agregar algunos casos más: Víctor Hugo creía
na música, se les proporciona la oportunidad de en los ángeles y aseguraba haberlos visto; André
experimentar realmente cómo piensan y cómo sien¬ Bretón visitaba semanalmente a una bruja para que
ten hombres dotados de una fuerza intelectual no¬ le leyera la suerte; Julio Cortázar creía en vampiros;
table y de una visión interior excepcional. Luis Buñuel adjudicaba una ascendencia demoniaca
a las arañas; Jung consultaba el horóscopo y el pro¬
Esto podría aplicarse a todas las artes, es induda¬ pio Freud —fíjate quién— estaba seguro de que
ble; pero hay razones para suponer que existe más moriría en un día —y en un mes y en un año—
gente capaz de participar intensamente en lo que que tuviera el número seis. En pocas palabras, si
siente un compositor clásico —que son los de ba¬ un poeta supone que comer zanahorias crudas for¬
talla— que en lo que siente, digamos, un pintor talece su habilidad métrica, dejémoslo en paz. De
abstracto o un poeta surrealista. nada serviría demostrarle que nada tiene que ver
Cuando la hipercreencia nos parece absurda le una cosa con la otra. Porque lo más probable es
llamamos superstición y tendemos a desacreditar¬ que, si deja de comerlas, también pierda la inspira¬
la, y con ella a la religión misma. James nos previe¬ ción, y con todo derecho nos reclamará: ven uste¬
ne contra esa actitud. Hay que estudiar la des cómo era notoria la relación.
superstición... sin superstición. El buen psicólogo Toda fe es benéfica, siempre que la convicción
no discrimina ni jerarquiza los sentimientos huma¬ sea su fuente, no la autoridad. Por eso James cree
nos. Es posible que en su fondo oscuro encontre¬ que el mundo visible es una parte de un mundo
mos la perla de una auténtica fe, y de un auténtico espiritual más diverso y amplio, que es revelado
beneficio. "Si tenemos alguna fuerte intuición —por por los sentidos y la intuición, no por la razón. La
absurda que parezca— es que proviene de un ni¬ oración, dice, tiene un valor por sí misma y logra
vel más profundo de nuestra naturaleza que el milagros, aun sin destinatario (o sea, reza aunque
nivel verbal, donde reside el racionalismo", afirma. no creas en Dios: los beneficios serán palpables y
Mira a tu alrededor, Maty: ¿qué personas, aun las hasta es posible que termines por creer).
más inteligentes que conozcas, escapan a alguna Pero lo más admirable es que en un libro con un
forma de superstición? James menciona dos casos tema religioso central, apenas si dedique una pági¬
célebres: cuando escribía, el poeta Schiller, ejem¬ na al problema de la inmortalidad personal. Dice
plo de lucidez, debía tener a un lado un limón re¬ que para él es un asunto menor. Recuerda que Freud
seco, "que absorbía los malos pensamientos"; nos dijo que James no temía a la muerte, cuando
Wagner, por su parte, requería su vieja y lustrosa frente a él le dio un ataque de angina de pecho.

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Ignacio Solares
Cartas a una j o v e n psicologa

Quizá lo que sucedía es que tenía la suficiente fe y ira y del miedo, ¿para qué sufrirlos? ¿Cuál es su
humildad para relativizar su propio intelecto: "Si ventaja oculta?" Dios no quería esos sentimientos
no podemos saber cómo y cuándo moriremos, y qué para mí, era obvio, y había que eliminarlos.
será de nosotros después de la muerte, ¿por qué no El niño —que era yo— había descubierto que podía
dejar entonces el asunto en otras manos?" Podía caminar y ya no se arrastraría más.
haber puesto mayúsculas a Otras Manos, y la idea Apenas reconocí —desde el fondo de mi corazón—
sería más clara, ¿no te parece? Su preocupación era que las manchas cancerosas de la ira y el miedo se
la vida, no la muerte: incluso cuando ésta llegaba diluían aplicándoles el sentimiento contrario —o
tan inoportuna a interrumpirle una cálida conver¬ sea la tolerancia y el valor—, empezaron a aban¬
sación con Freud. ¿Dónde había quedado aquel donarme poco a poco. Con el descubrimiento de
joven deprimido que no soportaba la oscuridad, que estaban ahí porque yo así lo quería —y todas
según narró en la carta a su hermano? La mejor las ventajas que me implicaban—, se exorcizaron
muestra de la transformación que puede provocar a sí mismas. Desde aquel momento la vida ha pre¬
el libro de William James, fue el propio William sentado un aspecto completamente diferente.
James. A consecuencia de mi trabajo, desde entonces he
De entre los muchos casos que menciona —au¬ tenido que hacer más de diez mil millas en tren,
ténticos cambios de vida y de carácter de los per¬ algo que antes me resultaba insufrible. El mozo, el
sonajes— te voy a mencionar uno, que es mi conductor, el camarero, el taxista, el recepcionista
predilecto por su posible aplicación a la vida diaria. del hotel y los demás participantes en mi vida dia¬
Se trata de un hombre que, según dice él mismo, ria, que antes constituían una fuente de irritación
había llegado al límite de la ira y el miedo. Yo pien¬ y molestia, los he vuelto a encontrar transforma¬
so que si las premisas de un silogismo son la ira y dos: aunque el único que en realidad se transfor¬
el miedo, la conclusión será sin remedio la locura. mó fui yo. De golpe el mundo se ha hecho bueno,
Hay pues que cambiar de entrada las premisas para a pesar de sus penas y dolores implícitos. Por de¬
que la conclusión sea otra. Este caso parece com¬ cirlo así, me he vuelto hipersensible a las manifes¬
probarlo: taciones del bien, a consecuencia de lo cual el mal
se empequeñece por sí solo.
Aquella noche no podía dejar de pensar en el con¬ Podría explicar muchas experiencias que demues¬
sejo que me dio un amigo, al que consulté sobre tran una condición mental nueva, pero con una
mi grave depresión nerviosa: "actúa como si Dios será suficiente. Sin el más mínimo sentimiento de
existiera, haz la prueba", y la idea debió continuar impaciencia he visto cómo un tren, que yo preten¬
poseyéndome durante las horas de sueño, porque día coger con gran urgencia y anticipación, salía
la primera conciencia de la mañana me llevó al de la estación sin mí porque mi equipaje no apa¬
mismo pensamiento: "Si podemos liberarnos de la recía. Un mozo del hotel llegó corriendo y jadean-

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

do a la estación en el momento en que el tren El truco que puso en práctica este admirable perso¬
desaparecía de mi vista. Cuando me vio, me miró naje podría resumirse en este principio básico (pero
esperando mi reprimenda y comenzó a balbucear que se olvida fácilmente): nadie renuncia a algo si
que había quedado bloqueado en una calle dema¬ no es por algo mejor. Más que luchar contra tus
siado estrecha. Cuando acabó le dije: limitaciones, concéntrate en tus habilidades, más
—Es igual, no se podía hacer nada; lo volveremos que luchar contra el mal, concéntrate en el bien. La
a intentar mañana. Tenga sus honorarios; me sabe felicidad es lo que no tienes, o la revalorización de
mal que haya sufrido tanto para ganarlos. lo que tienes.
La mirada desorbitada que apareció en su cara te¬ Notarás en la psicología de James una clara in¬
nía tanto de agradecimiento que en el acto me tuición del inconsciente, al que recurre para apun¬
sentí compensado del retraso. Al día siguiente no talar la voluntad y la fe. Cuál no sería mi sorpresa
aceptó ni un centavo por su servicio. que leyendo su correspondencia con su hermano
No cabe duda de que el cristianismo, el budismo y Henry —que también es uno de mis autores predi¬
todas las restantes religiones enseñan fundamen¬ lectos—, le comenta en una carta de 1904:
talmente lo que para mí fue un descubrimiento
súbito, y a través de un sencillo proceso de elimi¬ Desconfío de la conciencia como tal. Desde hace
nación. Por ejemplo, este nuevo sentimiento, esta siete u ocho años vengo diciendo a mis estudian¬
nueva actitud ante las cosas, me exime de la co¬ tes que desconfíen de la conciencia y se introduz¬
bardía, no puedo ser cobarde ya que el miedo es can en lo que hay debajo de ella. ¿A qué extraño
una de las cosas eliminadas al concentrarme en el mundo conduciría esta idea de llevarla hasta sus
valor y la aceptación. Cuando era niño estaba bajo últimas consecuencias?
un árbol donde cayó un rayo, y recibí una impre¬
sión tan fuerte que el efecto me duró hasta hace ¿Qué te parece? ¿Qué puede haber debajo de la
muy poco, en que deshice su asociación con la conciencia si no es el inconsciente? Por eso siem¬
ansiedad. "Si mi destino es morir fulminado por pre me ha intrigado qué platicarían James y Freud
un rayo, que así sea, puede que hasta tenga venta¬ aquella noche en que el primero sufrió el ataque
jas". Desde entonces, he tropezado con rayos y de angina de pecho. En nuestra desaforada carrera
truenos en momentos que antes me hubiesen cau¬ por alcanzar el fondo del corazón humano, aquella
sado grandes depresiones o nerviosismo, y que noche James estaba pasando la estafeta a Freud.
ahora ya no se manifiestan. La resignación logró Por lo pronto, salta a la vista que hay partes de la
el milagro. Otro tanto sucedió con la ambición al teoría psicológica de James que sufrirían una inter¬
concentrarme en la humildad. No es que luchara pretación muy distinta aplicándoles la teoría
contra la ambición, simplemente es que hoy pre¬ freudiana. Por ejemplo, James condiciona la vida
fiero ser sencillo y humilde. religiosa casi por completo a un aspecto moral. De-

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Cartas a una j o v e n psicóloga
Ignacio Solares

se de una rama; unas horas después los dedos no


fine lo religioso como "un sentimiento que entre-
aguantaron más y, con un desesperado adiós a la
mezcla el pecado y el anhelo de encontrar la paz
vida, se dejó caer. Pero sólo cayó metro y medio; si
en la unidad". Escribe: "La palabra religión significa
hubiese abandonado la lucha antes se habría aho¬
para mí el conglomerado de deseos y emociones
rrado la angustia que padecía.
que emergen del sentido de pecado y de su libera¬
En una ligera y humorística variante de la histo¬
ción". Esto está muy bien —es de un pragmatismo
ria —que seguramente James aprobaría—, en me¬
irrefutable—, pero también es cierto que a partir
dio de su angustia y cuando ya está a punto de
de Freud nuestro concepto de pecado ha cambia¬
soltarse, el personaje clama al cielo. Entonces del
do radicalmente. El descubrimiento del inconsciente
fondo de la oscuridad surge una voz que le dice:
y de la sexualidad infantil, que determinan la re-
"Hijo mío, has sido escuchado, déjate caer y mis
presión, nos obligó a relativizar nuestra libertad ante
ángeles te recogerán para traerte a mi lado". El per¬
ciertas emociones, muy especialmente las que con¬
sonaje lo piensa un momento, se aferra con más
sideramos pecaminosas o concupiscentes. Sin em¬ fuerza a la rama y vuelve a gritar: "¡¿Qué, no hay
bargo, paradójicamente, relativizar nuestra libertad alguien más por ahí?!"
en esos aspectos nos hizo más libres en otros, a los
De una u otra forma, estarás de acuerdo que parte
que iluminó. Es más fácil actuar en los sitios donde
importante de la terapia es enseñar a los pacientes
hay luz. "Hacer consciente lo inconsciente", era la
a dejarse caer. El problema es que quizá muchos
consigna de Freud. Hay que subrayarlo: sin su teo¬
de ellos no estén a sólo metro y medio de altura.
ría nos veríamos obligados a recaer en primitivas
Ten cuidado.
concepciones de culpa y de supuesta posesión so¬
brenatural —piensa en las histéricas de Charcot—,
que en realidad eran un grillete para nuestra con¬
cepción del mundo, y que nada tienen que ver con
un auténtico sentimiento religioso, tendiente a la
madurez emocional. Por eso el principio freudiano de
convertir una tragedia personal en un problema
común, abre puertas insospechadas a nuestra reali¬
zación humana.
Seguramente pensando en esta concepción de la
tragedia personal —que será una tragedia hasta que
quieras verla como tal— es que James insistía en la
necesidad de relativizar nuestros males. En el libro
mencionado cuenta la historia de un hombre que
resbaló una noche por un precipicio y pudo coger-

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Carta X

La varita mágica

Querida Maty:
Si en el siglo de William James, el xix, los males
nerviosos se atendían con purgas, sangrías" y
manguerazos de agua helada, imagínate el desola¬
do panorama anterior. Sin embargo, un siglo antes,
en el xvín, hubo una figura relevante, sin la cual no
se entendería la psicoterapia actual: Francisco An¬
tonio Mesmer, a quien se adjudica el descubrimiento
del hipnotismo (por más que en realidad lo haya
hecho uno de sus discípulos), lo cual lo emparenta
muy directamente con Charcot y con Freud. Pero
no sólo es importante por el hipnotismo sino por su
concepción misma de las enfermedades nerviosas.
Según Mesmer, el universo está impregnado de
un "éter psíquico", cuyas corrientes —así, como los
chiflones de aire— producen la armonía de todas
las cosas y por ende la salud humana. Dice en un
famoso folleto publicado en 1775:

Desparramada por los vastos espacios siderales,


obra en la esencia de toda materia un éter primor¬
dial, un misterioso fluido penetra el cosmos y, con
él, a los hombres.
Ignacio Solares
Cartas a una j o v e n psicologa

Cuando se bloquea el fluido, sobreviene la enfer¬


llamaría "magnetismo animal". Había hallado el
medad. En otras palabras, la salud es el estado na¬
puente que une el mundo sideral al humano. El
tural del hombre. Todo se resuelve desbloqueando
imán —lo mismo que el "magnetismo animal" de
el "éter psíquico". Con las puras puntas de los de¬
las manos— pone a circular la fuente de toda ar¬
dos, cualquier persona sana puede transmitir a otra monía: el "éter psíquico". Ya podía abrir un consul-
la energía que requiere, de la misma manera en que torio equivalente a los de la calle de Palmas. Aún
se recaiga la batería de un auto. Por eso, más que el mejor: contrajo matrimonio con una viuda rica y se
hipnotismo, sus aportaciones verdaderamente va¬ instaló en el hermoso palacio de ella, en las afueras
liosas a la p s i c o l o g í a se llaman sugestión y de Viena.
autosugestión. Después de nuestro repaso a los sis¬
Alto y bien parecido, vestido con una túnica de
temas terapéuticos de Charcot y de Freud, ya cal¬
seda color lila, que recordaba la de Zoroastro, ha¬
cularás cuánto le deben a Mesmer.
cía su teatral aparición en una gran sala del pala¬
Pero a veces lo sencillo es lo más difícil de reco¬ cio, empuñando un largo bastón imantado, con el
nocer y apreciar. Para quitarle esa insoportable cua¬ que apuntaba a sus pacientes elegidos. La esceno¬
lidad de sencillez, le ponemos una máscara de grafía incluía grandes espacios vacíos, luz tenue,
fantasía. Fue lo que hizo Mesmer con su descubri¬ espejos garigoleados por los rincones, balcones
miento. No podía ser sólo el médico, y las puntas abiertos para que los cortinajes de terciopelo se
de sus dedos, los que sanaran los males nerviosos, agitaran como alas con el viento y dieran la impre¬
sonaba inconcebible, qué iban a decir sus colegas, sión de levantar la casa en vuelo. Mesmer se dete¬
la clientela terminaría por ahuyentarse. Hacía falta nía ante uno de sus pacientes, le preguntaba en
algo sofisticado que llamara la atención. Nos suce¬ voz baja por su mal, le pasaba el bastón por una
de aún hoy en día: fíjate en la preferencia de la zona específica del cuerpo al tiempo que lo miraba
gente (pudiente) por consultorios equipados con con perturbadora concentración. No pasaba mu¬
instrumental raro y aparatoso, muy en especial si cho tiempo sin que alguno de ellos, al contacto de
están ubicados en la calle de Palmas. El costo de la Mesmer, empezara a temblar, a sudar, a gritar, a
consulta no depende tanto del diagnóstico médico, gemir, a agitarse con bruscas convulsiones, princi¬
sino de dónde se realiza. pio de la famosa y salvadora "crisis". Según Mesmer,
Un día Mesmer se hallaba sangrando a uno de toda enfermedad de origen nervioso tenía la gráfica
sus enfermos (tratamiento muy común en aquellos de la fiebre: debía llegar a un punto álgido, sólo para
tiempos para toda clase de males), y observó que después encontrar el camino al restablecimiento.
el flujo de la sangre aumentaba al aproximarse él y Mesmer tocaba en forma arrebatada un piano
decrecía al alejarse. El descubrimiento lo hizo chas¬ magnetizado. Los enfermos formaban una larga
quear los dedos: el cuerpo actúa como un imán, lo cadena humana, alternando los de sexo masculino
que supone que el hombre posee lo que Mesmer c
o n los del femenino, tomados de la mano y

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Cartas a una j o v e n psicologa

presionándose con los muslos, según muestran los inesperados, pues por lo mismo que es desconoci¬
grabados de la época. "De todos los cuerpos de la do acumula un máximo grado de confianza. Con
naturaleza, es el hombre mismo quien con más efi¬ las terapias nerviosas s u c e d e c o m o con los
cacia actúa sobre el hombre", escribió el maestro. antibióticos: su uso excesivo crea anticuerpos de
Como el magnetismo se transmitía en especial con defensa y por ello es necesario renovarlos.
las manos y el muslo era considerado una de las Mesmer magnetizaba, por frotamiento, las tazas
zonas más sensibles, los pacientes probaban a ejer¬ y platos, los muebles, los cortinajes y los vestidos;
cer su magnetismo animal sobre sus compañeros o lo mismo que los numerosos espejos, para que el
compañeras: o sea, intercambiaban unos fajes tre¬ fluido se reflejara por toda la pieza. (Habría que
mendos en nombre de la ciencia. imaginarse a Borges mirándose en uno de ellos, él,
Mesmer contaba con ayudantes encargados de que tenía terror a los espejos normales.)
transportar a los enfermos más violentamente afec¬ Magnetizaba instrumentos musicales que espar¬
tados a la llamada —ve nada más— "sala de crisis", cían la virtud curativa con sus vibraciones sonoras.
donde se les aplicaba una nueva dosis magnética Cada vez más fanático, embotellaba agua magneti¬
con el fin de provocar una convulsión "definitiva". zada (el negocio que hubiera hecho con las actua¬
Pronto el aquelarre era completo. Algunos se arras¬ les embotelladoras transnacionales), la única que
traban por el suelo como gusanos, otros bailaban y podía beberse en palacio. Construyó la célebre
cantaban en forma frenética, no faltaba el que de "cuba de la salud": un gran recipiente de madera,
rodillas iba a besar la mano del maestro. Pero una tipo jaccuzi, con dos hileras convergentes de cho¬
gran mayoría, esto es lo importante, manifestaba rros de agua magnetizada, donde los enfermos
sentirse milagrosamente curada al salir del palacio, podían hundirse o chapotear a placer. No se redujo
o por lo menos mucho mejor que antes de entrar. a experimentos con seres humanos, y no tardarían
Lo cual confirmaría la extendida suposición de que, en pagar su tributo al adelanto científico los perros
desde los comienzos de la medicina, la humanidad y los gatos. Por desgracia, no nos cuenta el trabajo
doliente se ha curado por virtud de la sugestión que le habría costado magnetizar a los gatos.
con mucha más frecuencia de lo que regularmente Finalmente serían magnetizados las plantas, los
suponemos y la ciencia está dispuesta a confesar. árboles y el estanque del jardín, donde sumergían
Buena parte de nuestras enfermedades tienen su los pacientes sus pies descalzos mientras Mesmer
asiento en la imaginación y el mejor modo de cu¬ les tocaba el violín (magnetizado): las suaves y de¬
rarlas es destruir en el enfermo la idea misma de licadas melodías acrecentaban la sensibilidad y vol¬
enfermedad (recuerda el pragmatismo de J a m e s ) . vían más dócil el cuerpo y la mente a la acción del
Por eso nada tiene de sorprendente, sino que re¬ bálsamo universal.
sulta lógico y natural, que siempre el remedio últi¬ ¿Podía haber montado su fastuosa representación
mo, recién descubierto, produzca los éxitos más sin la ayuda del imán? ¿Qué hubiera sucedido si

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Cartas a una joven psicologa

reconoce públicamente que sólo sus manos y su rrido romance, con constantes chapuzones noctur-
penetrante mirada propiciaban la cura, por medio nos en el estanque magnetizado del jardín, a cuyas
de la sugestión? Supongo que se le habría derrum¬ aguas María Teresa entraba desnuda, no faltaba
bado el teatrito. Para sugestionar a la gente hay quien aseguraba haberla visto iluminada por la luz
que partir de que a nadie le gusta sentirse sugestio¬ de la luna desde un árbol lejano. Fue una pena que
nable. La ayuda que le prestó el imán en este sen¬ aún no existiera el Hola: el seguimiento periodísti-
tido resultó invaluable. En aquel entonces, su co que hubieran hecho los papparazzi con sus te¬
condición tan particular era fuente de todos los enig¬ lefotos. La emperatriz se indignó y mandó a un
mas posibles. Mientras el plomo, el cobre, la plata, médico de la corte a que revisara a su protegida. El
el oro, el estaño, no siguen otra ley que la de la diagnóstico fue que seguía igual de ciega, lo que
gravedad, este mineral posee una visible propie¬ propició un clamor incontenible —un charlatán de¬
dad original que es fácilmente trasladable a lo mᬠpravado como Mesmer abusando de una jovencita
gico. Pareciera que obedece a leyes distintas a las indefensa y ciega: lo que habrán vendido los pe¬
que rigen nuestro mundo. Símil de un verdadero riódicos de la época— y el padre corrió personal¬
hipnotizador, atrae hacia sí virutas de hierro, que a mente a rescatar a su hija. Pero ella se negó y hubo
su lado se vuelven dóciles e inertes. Cortado en gritos y bofetones. Intervino la policía y Mesmer
forma de aguja se mantiene tenazmente apuntando salió huyendo a Francia.
hacia el norte, gracias a lo cual ha salvado millares Pronto, en París su éxito fue aun mayor. Gracias a
de aventureros y expedicionarios. Es, realmente, una dama (siempre las damas, claro) de la corte de
símbolo de salvación. María Antonieta, a la que curó de una parálisis facial,
Pero la ambición rompe el saco, y a Mesmer se vio despejado el camino en palacio. La alta noble¬
le pasó la mano en sus pretensiones curativas (creía za, incluidos el barón de Montesquieu y el héroe
realmente en sus poderes). Lo intentó con María del día, el joven marqués de Lafayette, se declara¬
Teresa Paradies, una joven pianista ciega protegida ban apasionados partidarios suyos. Hastiados de
de la emperatriz. Sin reparar en que su ceguera ocio y de lujo, revivieron con la "mesmermanía".
tenía origen físico —se debía a un desprendimien¬ Frente a la enorme mansión que rentó Mesmer en
to de retina—, Mesmer se comprometió a devol¬ la plaza Vendóme, se estacionaban, de sol a sol, las
verle la vista a condición de que la joven se instalara carrozas y los cabriolés adornados con ostentosos
en su palacio un par de semanas. Cumplido el pla¬ blasones, mientras lacayos de librea esperaban pa¬
zo, la joven anunció que vislumbraba algunas som¬ cientemente a sus impredecibles patrones (el esta¬
bras y debía prolongar su estancia. El asunto se do en que los verían salir, quizás en algunos las
volvió la comidilla de los vieneses y empezaron las 'crisis" continuaban en la calle). Como los aposen¬
habladurías: que si ella estaba enamorada de tos resultaban insuficientes y sólo había tres gran¬
Mesmer, o al contrario, o en realidad vivían un tó- des "cubas de salud", los pacientes se apresuraban

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a reservar un sitio con semanas y meses de antici¬ a los demás. Esta comisión las ha visto prolongar¬
pación, tal como -sucede hoy en día con las obras se por espacio de dos y tres horas seguidas, con
de teatro exitosas. Hay que entenderlo: nadie se expulsión por la boca de un agua turbia y viscosa,
quería perder el espectáculo de moda, además de seguramente debido a la violencia de los esfuer¬
que quizás hasta le curaran algún mal. zos. Obsérvanse algunas veces huellas de sangre.
Una sola persona había en el palacio de los Se caracterizan dichas convulsiones por
Borbones que miraba con desconfianza al estram¬ irrefrenables movimientos de los miembros del
bótico brujo que había hechizado a su país: el rey. cuerpo, turbación y fijeza de la mirada, gritos agu¬
El bueno y simplón Luis xvi parecía enemigo de dos, eructos, lloros y salvajes accesos de risa. He¬
agitaciones y desasosiegos, y quizás un sentimien¬ mos visto a una mujer reír durante horas. Les siguen
to premonitorio lo obligaba a desconfiar de cual¬ prolongados estados de letargo, abatimiento, lan¬
quier tipo de revoluciones, incluidas las espirituales. guidez y postración. El menor ruido los sobresalta
Decidió que se pusiera en claro el escándalo y en en extremo y esta comisión observó que los me¬
marzo de 1784 suscribió una orden a la Academia ros cambios de tono en las melodías que el señor
de Ciencias a efecto de que se abriera una investi¬ Mesmer interpretaba al piano, influían en los en¬
gación oficial sobre el magnetismo y sus posibles fermos, excitándolos aún más. Un crescendo puso
cualidades o defectos. La comisión fue integrada, a uno de ellos a aullar y a bailar. En una palabra:
entre otros, por nombres que aún hoy gozan de nada más asombroso que el espectáculo de esas
fama universal, como Benjamín Franklin, inventor convulsiones en personas que parecían sanas has¬
del pararrayos; Lavoisier, reformador de la quími- ta entonces. Quien no las ha visto no puede ima¬
ca; y Guillotin, inventor de un aparato que, ése sí, ginárselas. Mesmer los tiene a todos subyugados y
en verdad acaba con todas las enfermedades: la si se hallan en un estado de aparente postración,
guillotina. su pura mirada es capaz de reanimarlos en el acto.
El informe no sólo nos permite conocer el siste¬ En ocasiones le basta señalarlos con su dedo im¬
ma de Mesmer, sino que resulta una joya psicológi¬ perioso.
ca. En algunas de sus partes dice:
¿Qué te parece? Como para retar a los conductistas
Algunos pacientes una vez magnetizados por el a que condicionen a sus pacientes como lo hacía
señor Mesmer se muestran tranquilos y quietos, Mesmer. O que repitan un experimento parecido
aunque como arrobados. Otros tosen, escupen, ex¬ en sus laboratorios, a ver.
perimentan ligeros dolores y, dicen, los invade un Los comisionados decidieron probar en ellos
calorcillo por todo el cuerpo. Más adelante empie¬ mismos el magnetismo. Pero es sabido que el trata¬
zan las aparatosas convulsiones en casi todos. En miento sugestivo no ejerce ningún efecto sobre
cuanto se manifiesta en uno de ellos, se transmite gente escéptica, y el resultado fue negativo. Tam-

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Cartas a una joven psicologa

bien, pusieron a prueba a los pacientes con una Aun en el supuesto de que estuvieran equivoca¬
serie de trampas absurdas como obligarlos a elegir dos todos los conceptos, todas las teorías, todas
entre tazas magnetizadas y las que no lo estaban. las ideas de Mesmer (lo que es dudoso), es lo
La mayoría se equivocó, como era de suponerse cierto que han sido más fecundas que las de to¬
dos los sabios e investigadores de su tiempo jun¬
por el estado nervioso que le crearon. En conse¬
tos; que Mesmer, más que todos ellos, ha sido el
cuencia, el informe concluyó que el magnetismo
norte y guía de una nueva ciencia, desde largo
no era sino patraña, imaginación y fantasía. Muy
tiempo atrás necesaria, al atraer la mirada de las
peligroso, además, porque las crisis y convulsio¬
nuevas generaciones hacia los misterios del espí¬
nes, de continuar, podían volverse crónicas o crear
ritu y sus padecimientos (nuestros verdaderos pa¬
otras enfermedades.
decimientos).
Así, la Academia de Ciencias de Francia dio
carpetazo no sólo al mesmerismo, sino a cualquier
forma de aparente curación mágica, con todo lo Pero en ese mismo marco aún falta por mencionar
que ello implica. Como dirá el propio Mesmer: "No el hecho más trascendente de la época para la his¬
querrán ver más allá de sus narices". Tendrán que toria de la psicología, el que, decíamos en una car¬
transcurrir cien largos años para que, por fin, en ta anterior, abrió el camino a Charcot y a Freud: el
1882, Charcot logre que se avalen oficialmente sus descubrimiento del hipnotismo. Mérito que fue a
estudios sobre el hipnotismo. Demasiado tiempo recaer no sobre Mesmer (quien lo practicaba sin
para hacer germinar una semilla tan valiosa como darle nombre), sino sobre su discípulo más fiel: el
la que sembró Mesmer, ¿no te parece? conde Máxime Puységur. Mientras en el año fatal
El mesmerismo cayó en abierto desprestigio. Aun de 1784 Mesmer luchaba contra los molinos de vien¬
los que eran más asiduos se negaron a regresar a la to de la Academia de Ciencias, su discípulo lanza¬
mansión de la plaza Vendóme. Pero fue sobre todo ba a la publicidad un folleto de cien ejemplares
el clima político —antes tan propicio— el que le (pronto olvidado) que se titulaba Informe de la cura
volvió la espalda. Una hipnosis de masas más vio¬ por medio del magnetismo animal, que ponía en
lenta estremecía al país y en vez del magnetismo claro de una manera irrefutable, con hechos paten¬
fue el tratamiento terapéutico de la guillotina el que tes, lo que en vano buscó el maestro en los fluidos
ejerció su ley implacable. Los aristócratas ya no cósmicos y la energía animal.
estaban preocupados por las enfermedades nervio¬ Pocas cosas habían intrigado tanto a la humani¬
sas, sino por conservar la cabeza. En plena Revolu¬ dad a través de los siglos como esos curiosos per¬
ción Francesa, Mesmer huyó a Suiza, pobre y sonajes llamados sonámbulos que de pronto, en
olvidado. plena noche, se levantan de la cama con los ojos
cerrados, suben las escaleras hasta la azotea y se
Su biógrafo, Stefan Zweig, dice de él:
ponen a caminar con los brazos extendidos al bor-

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172
Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

comunicado en sueños (tenía la obsesión de que


considerados dementes ya que, en estado de vigi¬ Dios iba siempre a su lado). Un chorro de agua
lia, atendían con regularidad y destreza sus ocupa¬ helada lo obligaba a callarse por momentos.
ciones cotidianas. De ser así, ¿qué sentido de la ¿Hubiera Pasteur arribado al mundo si antes no
orientación guía a esos durmientes despiertos cual lo anuncia Semmelweiss desde su manicomio? ¿Se
alados ángeles a través de todos los obstáculos? le hubiera prendido el foco a Freud si antes Mesmer
¿Qué visión interna poseen detrás de sus apretados no obnubila a sus pacientes con su varita mágica?
párpados? Miles de años llevaban las preguntas acu¬ En el devenir humano los pasos se dan —como los
ciando a sabios* e investigadores, hasta que inespe¬ de los sonámbulos— con los ojos cerrados y pal¬
radamente se presentó el discípulo de Mesmer, que pando con las manos en el vacío, sin la menor idea
ni siquiera era médico, y dijo —sin que nadie lo de quién nos guía y sostiene, y siempre a costa de
escuchara— que ese estado sonámbulo podía crear¬ un enorme sacrificio, no hay duda.
se por medios artificiales porque, como el hipno¬ Pero volvamos al genial y desconocido conde de
tismo, es producto de la sugestión. Puységur. Por puro amor al arte y a la ciencia, en
Pregúntatelo, Maty: ¿por qué la humanidad ha sus vastas posesiones de Buzacy se dedicaba a prac¬
tenido que dar esos saltos vertiginosos en el cono¬ ticar el tratamiento magnético, de acuerdo con las
cimiento de sí misma sin casi atender a quienes los prescripciones del maestro. Sus pacientes no eran
anunciaban? ¿Te imaginas el dolor de esos pobres marquesas histéricas —de las que luego llegaban a
hombres, convencidos de la riqueza que traían en¬ su casa a tratar de ahorcar al marido— sino solda¬
tre manos, enfrentando la indiferencia estúpida de dos de caballería, campesinos y gente de los pue¬
quienes los rodeaban? Recuerda a Semmelweiss, blos c e r c a n o s . En una o c a s i ó n , a un j o v e n
un médico húngaro de mediados del 1800, quien campesino que tenía un fuerte dolor de cabeza, lo
descubrió que la fiebre puerperal en las parturien¬ magnetizó con la punta de su imán, pasándosela
tas se debía a agentes infecciosos. Se puso a preco¬ una y otra vez por la frente: en lugar de provocarle
nizar, aunque en vano, la asepsia. Suplicaba a los las esperadas convulsiones o por lo menos algún
médicos que se lavaran las manos antes de atender tipo de espasmo, el joven cayó en un extraño letar¬
los partos, y sólo consiguió que se burlaran de él y go, mientras permanecía inmóvil e impávido. En¬
lo corrieran de su trabajo. En el colmo de la deses¬ tonces el conde le ordenó que caminara hasta un
peración —hay cada terco—, hubo necesidad de árbol cercano, ¡y caminó hasta ahí, con los ojos
encerrarlo en un manicomio. Aun ahí, en lo que cerrados y cual sonámbulo! Le ordenó que se re¬
parecían meras alucinaciones, en los patios del costara en la tierra, y obedeció. Que se pusiera de
manicomio gritaba que las infecciones en las par¬ Pie de nuevo, y lo mismo. Su sorpresa fue mayús¬
turientas eran provocadas porque los médicos no cula cuando, sin despertar, respondió con absoluta
se lavaban las manos, el Señor mismo se lo había coherencia a sus preguntas.

174 175
Naturalmente, el conde siguió hipnotizándolo, e
incluso hizo una fugaz demostración en un teatro Carta XI
semivacío de París. Otros campesinos se ofrecieron
a participar en el divertido experimento. El conde La droga milagrosa
aprendió a elegir a los más sugestionables. Descu¬
brió lo que hoy nos parece obvio: con pasarles
varias veces el imán por el rostro, pidiéndoles que
lo miraran fijamente, provocaba el extraño sueño.
Llegó incluso a practicar las órdenes posthipnóticas,
que cumplían al pie de la letra apenas habían des¬ Querida Maty:
pertado. Su limitación —era inevitable— fue ate¬ El neurólogo norteamericano Oliver Sacks cuenta
nerse al imán y suponer que el sueño hipnótico era la historia de una mujer —en apariencia sana y fuer¬
aun producto del magnetismo. Pero bueno, sólo le te— quien una mañana despertó sin fuerza en las
faltó hipnotizar a Robespierre y convencerlo de que piernas, con movimientos torpes e involuntarios de
el pacifismo y la no resistencia al mal constituyen las manos, fácilmente tropezaba o se le caían las
la fórmula ideal para el progreso humano. cosas. Habló con un psiquiatra, quien le diagnosti¬
có depresión nerviosa y le prescribió un ansiolítico.
Pero empeoró. Llegó el momento en que no logra¬
ba mantenerse en pie; cuando intentaba sostener
algo o llevarse los alimentos a la boca, las manos
se equivocaban, se quedaban cortas o se desvia¬
ban sin coordinación.
—Me ha sucedido algo horrible —balbucía con
voz espectral—. No siento el cuerpo. No lo siento
para nada.
Dice el doctor Sacks: "Cristina podía tener de¬
presión, pero tenía bastante más que eso; tenía algo
que nosotros los neurólogos no habíamos visto ni
imaginado nunca". Llamaron a un especialista en
e
nfermedades musculares, quien abrió unos ojos
como platos: "Esto es inaudito. No tiene la menor
sensibilidad en músculos, tendones o articulaciones".
Se reunieron los médicos —también convocaron
a
l psiquiatra— y al término de una nueva y minu-

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicóloga

de ingresar en el hospital, donde el médico de


guardia me preguntó de entrada qué tomaba para
—¿Qué posibilidades tengo de curarme? dormir. Le respondí que 75 mg de halcion. Su ros¬
Dice el doctor Sacks: "Nos miramos, la miramos, tro se ensombreció y dijo en tono categórico que
y respondimos al unísono que no teníamos la me¬ eso era el triple de la dosis hipnótica normalmente
nor idea". Al final del caso, agrega Sacks: "La pobre prescrita y una cantidad contraindicada para una
de Cristina está paralizada hoy, en 1985, igual que persona de mi edad. Me cambiaron de inmediato
lo estaba hace ocho años, y así seguirá el resto de a dalmane, otro hipnótico de la misma familia de
su vida. Una vida sin precedentes. Es, que yo sepa, efectos algo más prolongados, y que resultó tan
la primera en su género, el primer ser humano eficaz como el halcion para hacerme conciliar el
desencarnado". sueño. Pero, lo más importante de todo, noté que
muy poco después del cambio de medicamento
La conclusión en una posdata es, sin embargo,
mis pensamientos de suicidio amainaron y final¬
tan aterradora como el caso mismo. Resulta que
mente desaparecieron.
todo se debió a que en los meses anteriores a su
enfermedad, Cristina, que era medio hipocondriaca,
ámbién, el doctor Sacks cuenta el caso de un fa-
cayó en la moda de tomar megavitaminas y había
oso matemático al que curó de una aguda migra¬
ingerido cantidades e n o r m e s de vitamina B6
. "Pero cuando lo 'curé' de su migraña también
(piridoxina). Así que pronto empezaron a aparecer
'curé' de sus matemáticas —se le evaporó la vo-
por todo el mundo casos como los de ella, de hom¬
ción y el talento— y tuvo que elegir entre el tra-
bres y mujeres desencarnados, aunque la mayoría,
ajo o la dolorosa enfermedad". El actor J o s é Gálvez
a diferencia de Cristina, mejoró en cuanto dejó de
ecía que por un mal estomacal le recetaron
envenenarse con piridoxina.
ortisona, a consecuencia de lo cual su rostro se
Hay infinidad de casos en este sentido. Busca a
ichó en forma monstruosa —inexplicable para
tu alrededor y te será fácil descubrirlos. Amigos o
os médicos— y durante meses no pudo salir de su
parientes que se autorrecetan algún medicamento
asa. Un amigo me contaba que le curaron el in-
y les nace una enfermedad insospechada. O que
omnio poniéndolo a dormir trece horas diarias, ya
incluso se los receta un médico, como es el caso ue resultó hipersensible a media pastillita de
del novelista William Styron, quien estuvo al borde del alium. El escritor Germán Dehesa estuvo a punto
suicidio por tomar un tranquilizante llamado halcion. e morir por tomar demasiada aspirina. En pocos
Dice Styron: ños más, los antibióticos habrán perdido todo su
Estoy convencido de que este tranquilizante es cul¬ der contra las infecciones. El antidepresivo de
pable de haber exacerbado hasta un punto intole¬ oda, el prozac, sólo da resultados en un sesenta
rable las ideas de suicidio que me dominaron antes r ciento de los casos. El cuarenta por ciento res-

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

tante no responde al medicamento y en ocasiones mayoría de los humanos— sin sacrificar en lo más
empeora. Por lo tanto, dicen los psiquiatras, en nu¬ mínimo su salud. Por eso en Un mundo feliz el
merosos pacientes la depresión se complica con hábito del soma no era un vicio privado, sino una
impotencia sexual, náusea, vómito y diarrea. Santo actividad social y hasta institucional: la esencia mis¬
Dios, Maty: ¿no será de plano preferible la medici¬ ma de la felicidad, la libertad y el progreso, a la
na alternativa con sus infusiones inanes y sus que todos tenían un derecho constitucionalmente
chochitos dulzones? establecido. Quien no tomaba soma era visto como
A
Pero a pes ir de casos como los anteriores, lo sa¬ raro y en caso de persistir en su resistencia era cues¬
bemos, la psicología ya es inseparable de la indus¬ tionado por las autoridades. "¿Por qué quiere usted
tria farmacéutica y vamos a seguir "empastillándonos" ser diferente?", era una pregunta de la que todos
de una u otra forma, no tiene remedio. Vivimos en huían, al precio que fuera. En consecuencia, droga
una carrera desenfrenada por encontrar la medicina y sexo libre eran los pilares de esa supuesta socie¬
que nos cure la ansiedad, el temor, la ira, la timidez, dad ideal. La combinación del sexo sin compromi¬
la depresión, la melancolía, el insomnio, las jaque¬ so, practicado por puro deporte, y una simple
cas, el SIDA, la gripe, las úlceras duodenales, los infartos pastilla de soma, potenciaba el éxtasis a niveles
al miocardio, el más mínimo malestar. En una pala¬ insospechados. Había algunos "viciosos" que no re¬
bra: que nos cure de nuestra irremediable condición sistían la tentación de hacerlo varias veces por día,
humana. Por eso Nietzsche hablaba de "esa enfer¬ ante la sonrisa aquiescente de las autoridades. En
medad llamada hombre". esto estriba la sutil crítica de Huxley a su propia
En el multicitado Un mundo feliz, de Huxley, no utopía: ese privilegio inalienable, el más precioso
había coñac, tabaco ni cocaína de contrabando. La para los ciudadanos, era al mismo tiempo el más
gente no se alcoholizaba ni fumaba ni se drogaba. poderoso instrumento de control gubernamental.
Cuando alguien tenía un dolor o se deprimía, se La sistemática y obligada ingestión de la relajante
limitaba a tomar una pastilla de soma —nombre de droga para beneficio de cada cual y muy en espe¬
una mítica planta hindú que, supuestamente, pro¬ cial del Estado, resultaba un principio político fun¬
vocaba un éxtasis inmediato al ingerirla. A diferen¬ damental. La religión, dijo Marx, es el opio de los
cia de nuestros ansiolíticos, el soma no tenía efectos pueblos. En la utopía huxleyana, el opio —el
secundarios. En pequeñas dosis procuraba una sa¬ soma—, era la religión del pueblo. Como la reli¬
ludable relajación; en dosis mayores, inducía el gión, ese soma tenía un alto poder para relajar,
sueño, y con tres tabletas se tenían visiones celes¬ adormecer, consolar, fortalecer la fe y promover la
tiales, de las que meditadores y místicos tardan años caridad y las visiones beatíficas. También, sin re¬
en conseguir. Todo ello sin ningún costo fisiológi¬ medio, te volvía un ciudadano dócil y obediente.
co o mental. Los ciudadanos escapaban de sí mis¬ Parece increíble, pero Freud supuso haber en¬
mos —única forma de la felicidad para una gran contrado el soma de nuestro tiempo... en la cocaí-

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Cartas a una joven psicóloga

na, de la que él mismo fue —en los inicios de su pues, ya en su casa, y su relato me estremeció. Dijo
carrera— un consumidor entusiasta. Apenas si era que durante los primeros días, gracias al suero que
conocida —se vendía en las farmacias sin necesi¬ le inyectaron, se sintió mejor, fue más articulado al
dad siquiera de receta— y Freud le adjudicó facul¬ hablar y coherente en sus reflexiones. Hasta dictó
tades especiales para curar a los adictos a la morfina, a su hermano párrafos enteros de la novela en la
para levantar de la cama a quienes padecían fatiga que trabajaba. Después, de pronto, se volvió
crónica (y vaya que si los levantaba) y, sobre todo, aprehensivo y se puso a discutir a gritos con fami¬
para atender casos graves de angustia y depresión liares y médicos. A pesar de que aún le administra¬
nerviosa. Pronto se dio cuenta de los riesgos que ban tranquilizantes en dosis muy bajas, su inquietud
conlleva, la abandonó, al igual que la hipnosis, y llegó al extremo de arrancarse varias veces el suero.
se redujo a métodos terapéuticos naturales. ¿Qué Lanzó a su padre una botellita de alcohol a la cabeza.
diría hoy de aquel espejismo que, por un momen¬ Las manos y la cara comenzaron a temblarle en for¬
to, le hizo ver la cocaína? ma creciente y si le apoyaban un dedo en el entre¬
En los años cuarenta se pusieron de moda los cejo —lo que hicieron los médicos varias veces—
barbitúricos, que casi acaban con los actores de los párpados se le abrían y cerraban sin control,
Hollywood y que aún en la actualidad son muy enloquecidos. Cualquier estímulo reflejo le provo¬
usados por los suicidas. Tienen efectos similares al caba una reacción muscular desproporcionada. La
alcohol y opuestos a los estimulantes del tipo de la fiebre alcanzó los cuarenta grados y el pulso se
cafeína, las anfetaminas y la cocaína. En los térmi¬ desbocó hasta los noventa y tantos latidos por mi¬
nos estructurales de la personalidad establecidos nuto. Por el contrario, la presión arterial cayó a los
por Jung, desde la introversión hasta la extrover¬ suelos, y si intentaba ponerse de pie para ir al baño
sion, una dosis de hipnóticos hunde a una persona sentía desmayarse. Un par de veces convulsionó y
en sí misma, relajándola, mientras que los estimu¬ tuvo visiones como las del delirium tremens de los
lantes la lanzan sobreexcitada al mundo y a la acti¬ alcohólicos. Aún vi a Parménides reponerse de esa
vidad. Aunque es igualmente riesgosa, la toxicomanía crisis, regresar al periódico donde trabajábamos, es¬
por barbitúricos parece aún más dañina. Su objetivo cribir excelentes reportajes y terminar su novela,
es conseguir el olvido —el "dulce olvidó"—, de ahí recaer en los barbitúricos y las anfetaminas —unos
que se use con tanta frecuencia para el suicidio. Tuve para dormir, las otras para despertar—, entusias¬
un amigo escritor —Parménides García Saldaña— marse con una droga que combinaba los efectos
a quien en alguna ocasión internaron sus familia¬ de ambos —el peligrosísimo drinamyl—, rociarla en
res en un hospital psiquiátrico a causa de su estado ocasiones con un poco de alcohol o envolverla en la
letárgico, casi sonámbulo. Resultó que había esta¬ nube verde de la mariguana, perder todo control
do tomando amytal sódico seis meses seguidos "para de sus emociones, golpear a familiares y amigos
calmar los nervios". Lo visité unas semanas des- yo mismo entre otros—, y termina'- muerto de

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

pulmonía a los treinta y dos años en un sórdido De pronto fue evidente que todo era parte del jue¬
cuartucho de hotel. Fue una pena porque tenía go del amor, en el que la palabra amor adquiere el
verdadero talento. Todo empezó, hay que tenerlo pleno significado: una gama que abarca desde el rojo
presente, por tomar unas pastillas "para calmar los del goce erótico, a través del verde del cariño huma¬
nervios". no, hasta el violeta de la claridad divina; desde la libido
En los años sesenta, los alucinógenos se convir¬ freudiana hasta "el amor que mueve el sol y las estre¬
tieron en un extraño símbolo de protesta social y llas", de Dante. Todos los colores emergían de una
trascendencia espiritual a la vez, inseparable del sola luz blanca y, además, esa única fuente luminosa
hippismo. Los más populares fueron la mescalina, no era sólo amor, como generalmente lo entende¬
síntesis de los ingredientes activos de nuestro mos; era también inteligencia, no sólo Eros y Ágape
peyote, y el L s D producto también sintético del gru¬ sino también Logos. Pude ver que la compleja orga¬
po indol y que produce sus efectos en dosis tan nización tanto de las plantas del jardín como la de
reducidas como veinticinco microgramos. Aún no mi propio sistema nervioso, cual sinfonía de diver¬
se logra identificar con claridad sus efectos especí¬ sas ramificaciones, se unían en una sola pauta de
ficos, pero sabemos que reducen los mecanismos inteligencia y amor, a pesar de todas sus estúpidas
inhibidores del sistema nervioso, horadando los fil¬ y crueles distorsiones externas en la vida cotidiana.
tros de la conciencia. Los psiquiatras, en general,
señalan sus efectos tóxicos de carácter esquizoide Subraya el carácter místico de la experiencia:
o psicótico. Otros dicen que ninguna de estas sus¬
tancias es adictiva, como la heroína o el opio, ni se Me limito a decir que la experiencia con la mescalina
ha demostrado que tuvieran efectos perjudiciales en es lo que los teólogos católicos llaman una "gracia
personas que no estuvieran previamente trastorna¬ gratuita", no necesaria para la salvación, pero que
das. Paradójicamente, fue Aldous Huxley —que puede ayudar a ella y debe ser aceptada con agra¬
tanto ironizó su soma del Mundo feliz— quien más decimiento, si es que llegamos a recibirla.
contribuyó a difundirlos con el éxito de Las puertas
de la percepción, producto de su propia experimen¬ Lo que sucede con este tipo de alucinógenos, pa¬
tación con la mescalina. Como el nombre del libro rece, puede resumirse en la forma siguiente:
lo indica —basado en una cita de Blake: "Si las lo. Las impresiones visuales se intensifican y el
puertas de la percepción quedaran depuradas, todo ojo recobra la inocencia perceptiva de la infancia.
se habría de mostrar al hombre tal cual es: infini¬ "Me sentí como Adán al despertar en el nacimiento
to"—, Huxley recomendaba la mescalina y el L s D , del mundo", dice Huxley.
siempre bajo vigilancia médica, para ampliar nues¬ 2o. Se pierde la voluntad de acción. Es suficiente
tra visión del mundo y tener una experiencia de con "ver". El interés por el espacio disminuye y la
trascendencia. Él mismo así la vivió: preocupación por el tiempo se reduce a cero.

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Ignacio Solares
CHOFISNAY@HOTMAIL.COM Cartas a una j o v e n psicologa

3o. Procura a los colores un poder insospechado furiosa. ¿Cómo podía su marido perder el tiempo
y se perciben matices a los que, en tiempo ordina¬ hablando de un par de chiquillos latosos cuando lo
rio, se es absolutamente ciego. De ahí que gracias que le importaba, aquí y ahora, era la indescripti¬
al L s D se pueda tener una experiencia directa y sen¬ ble belleza de los dibujos y destellos que formaba
sible de lo que tradicionalmente se ha dado en lla¬ la luz del atardecer en la chamarra de mezclilla de
mar cielo e infierno. él, cada vez que movía los brazos? Por desgracia,
Este último punto es de la mayor importancia no le duró demasiado tiempo esa visión del paraí¬
para c o m p r e n d e r e n f e r m e d a d e s c o m o l a so. Las bienaventuradas treguas se hicieron cada
esquizofrenia. El esquizofrénico es como un hom¬ vez más breves hasta que finalmente desaparecie¬
bre que estuviera siempre bajo la influencia del ron y sólo quedó el horror.
L s D , en un mundo tan indescriptiblemente maravi¬ El escritor inglés Alan Watts también probó el LSD
lloso que termina por volverse aterrador al no con¬ y asegura que la experiencia fue maravillosa y tras¬
seguir regresar de él. Así, la esquizofrenia debe tener cendente —regresó mejor adaptado a la vida y dis¬
sus paraísos fugaces, tanto como sus purgatorios y puesto a trabajar con más ahínco por sus semejantes,
sus infiernos persistentes. Recuerdo a un hombre dijo—, pero al leerle verás que guarda curiosos la¬
que conocí hace años en el sanatorio Lavista del zos invisibles con la mencionada pérdida del "yo"
Seguro Social, quien me contó de su enfermedad de los esquizofrénicos:
con un razonamiento demoledor. Le daban pena
su mujer y sus hijos, por supuesto, a quienes había Había dejado de ser un observador aislado, un
dejado en la miseria, pero resultaba que cuando le pequeño ente dentro de mi propia cabeza que te¬
venía la "visión" no podía sino abandonarse a ella: nía equis sensaciones. Yo era las sensaciones, has¬
tan suya, tan resplandeciente, tan maravillosa. Una ta tal punto que no quedaba nada de mí, del
"visión" a la que no hubiera renunciado por nada pequeño ego observador, salvo una serie de sen¬
del mundo. El alto precio que pagaba era su cada saciones que se manifestaban —no a mí, sino que
vez más fugaz e insoportable regreso a la realidad. simplemente ocurrían— una tras otra y momento
Por eso los místicos han tenido tanto cuidado con a momento.
las experiencias de éxtasis, y Santa Teresa decía
que el verdadero santo era aquél que descendía Adivino lo que piensas, Maty: ¿será la esquizofrenia
del séptimo cielo para llevar un vaso de agua a su una forma de trascendencia espiritual frustrada, con
hermano sediento. claros atisbos del "otro" mundo? Quizá no andas
Huxley cuenta el caso de una mujer loca a la que tan lejos de la verdad porque, además, en fechas
visitaron en el sanatorio su esposo y sus hijos cuando recientes se ha descubierto la estrecha relación en¬
aún conservaba breves intervalos de lucidez. Los tre los alucinógenos y la adrenalina, pero también
escuchó un rato, pero de pronto los interrumpió que nuestros propios organismos producen una

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Cartas a una joven psicologa

sustancia química —derivada de esa misma En los días de Blake (finales del mil setecientos), la
adrenalina— que, aun suministrada en dosis míni¬ idea de un cuerpo y un alma indivisos debe haber
ma, causa profundos cambios en la conciencia. Al¬ sonado descabellada y abiertamente herética. Por
gunos de esos cambios son análogos a los que se menos que eso la Inquisición quemaba vivos a
manifiestan en la esquizofrenia. La gran pregunta poetas y filósofos. Recuerda que imperaba la supo¬
que aún no resuelve la ciencia es: ¿hasta dónde la sición de un alma autónoma, unitaria y separable,
esquizofrenia tiene por causa específica un des¬ prisionera de un pobre cuerpo corruptible. Como
orden químico? Y, mejor aún: ¿no será que ese reacción inevitable, a partir del siglo pasado la cien¬
desorden químico se debe, a su vez, a angustias cia ha tendido al polo opuesto y prefiere una con¬
psicológicas que afectan muy en especial a las glán¬ cepción materialista y mecánica de la vida. El reto
dulas suprarrenales? Me temo que, en esencia, se es encontrar el punto de unión, como quería Blake.
trata de una antigua confusión semántica en las Porque incluso cuando describimos un cierto suce¬
definiciones de alma y cuerpo. Como decía Blake: so en términos químicos, esto no significa que en
verdad sea puramente químico. Las descripciones
Todas las Biblias o códigos sagrados han sido cau¬ químicas de una experiencia espiritual tienen tanta
sa de los errores siguientes: utilidad y tantas limitaciones como, por ejemplo, la
lo. Que el hombre posee dos principios reales de descripción química de una pintura como La
existencia: un cuerpo y un alma. Gioconda, de Leonardo da Vinel. También podría¬
2o. Que la Energía, llamada Mal, pertenece sólo al mos elaborar una descripción minuciosa de los pro¬
cuerpo; y que la Razón, llamada Bien, pertenece cesos químicos que tienen lugar en el artista en el
sólo al alma. momento preciso en que pinta el cuadro. ¿Y? Por
3o. Que Dios atormentará al hombre durante la desgracia, nada de esto nos resolvería —ni revela¬
Eternidad por haber seguido sus Energías. ría— el misterio espiritual de la pintura que realiza.
Pero los siguientes contrarios son verdaderos: Me temo que los psiquiatras y neurólogos se van a
lo. El hombre no tiene un cuerpo distinto de su quebrar la cabeza antes de resolver el enigma de
alma. Aquello que llamamos cuerpo es una por¬ por qué extraño proceso físico y mental el simple
ción del alma percibida por los cinco sentidos, las contenido de un tintero ha venido a convertirse en
principales compuertas del alma en esta existen¬ Hamlet o El rey Lear.
cia. El desciframiento de los enigmas —y todo lo
2o. La Energía es la única vida, y procede del cuer¬ humano es un enigma— tendrá que ser un trabajo
po; y la Razón es el límite o circunferencia de la conjunto entre químicos, psiquiatras, psicólogos y
Energía. neurólogos. Uno de los principales especialistas en
3o. La Energía es el Eterno Deleite. el tema de la esquizofrenia, el doctor Ronald D.
Laing —creador de una corriente que lleva el suge-

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Cartas a una joven psicologa

rente nombre de "antipsiquiatría"—, propone que cluso tomar ciertas actitudes —positivas o negati¬
la esquizofrenia es, al margen de sus posibles cau¬ vas— ante el alimento que se les ofrece en función
sas bioquímicas, producto del fracaso de concebir¬ de lo que "leen" en el rostro de un adulto próximo.
se y construirse uno a sí mismo como unidad, en Otros estudios con ratas muestran que el amor de
un mundo caótico como es el nuestro. El "yo divi¬ la madre hacia su hijo tras el nacimiento puede
dido" conlleva siempre sentimientos de ansiedad, depender de la producción de determinada sustan¬
de pérdida, de reclamo, de culpa y, sobre todo, de cia química del cerebro —la norepinefrina— du¬
derrota familiar y social. El esquizofrénico quisiera rante el p a r t o . La falta o e s c a s e z de este
comportarse como el mundo le exige, pero su co¬ neurotransmisor puede hacer que una madre sien¬
raza protectora —como la que requerimos todos— ta mayor o menor atracción hacia su hijo. ¿Cabe
es demasiado frágil y cualquier embate brusco del como disculpa? Imagínate a una madre explicán¬
exterior la resquebraja. Entonces el vacío cubierto dole a un destrampado adolescente: "perdóname,
por esa coraza se hace tan grande e insoportable hijo, pero c u a n d o naciste traía muy baja la
que pierde contacto con la realidad y termina refu¬ norepinefrina".
giándose en un mundo fantasioso —quizá maravi¬ La v e r d a d es que la p o p u l a r i d a d de los
llosamente fantasioso— y sin asidero. alucinógenos ha decaído en forma notoria, muy
En este sentido, la neurología reconoce hoy que especialmente entre los jóvenes, quienes hoy pare¬
lo emocional es determinante no sólo en relación cen preferir drogas más fuertes. Recientemente leí
con las neurosis y la esquizofrenia. Parece compro¬ que M. Sargant, un médico inglés —de la escuela
bado que las personas con más y mejores lazos jungiana— los utiliza aún para producir "visiones
familiares padecen menos catarros. Un estudio del arquetípicas" en sus pacientes. Gracias al L S D , algu¬
Journal of Behavioral Medicine, de 1997, muestra no de ellos se ha ido hasta el antiguo Egipto, don¬
que quienes decían no haber mantenido una bue¬ de supuestamente habitó en una vida anterior. Pero
na relación emocional con sus madres en los pri¬ el doctor Sargant aclara que después de algunas
meros años de vida tenían mayor riesgo de experiencias negativas, sólo lo hace en casos muy
desarrollar ciertas enfermedades en la edad media. especiales, cuidadosamente elegidos. Cuenta de una
De hecho, el 91 por ciento de ellos padeció infartos, paciente a la que provocó un peligroso brote
úlceras, alergias, hipertensión o alcoholismo. Por esquizofrénico. A los veintinueve años había caído en
el contrario, sólo el 30 por ciento de los participan¬ una aguda depresión y fue sometida a un tratamien¬
tes que se sintieron queridos por sus madres había to de quince días con L S D . Al principio mejoró, pero
padecido alguna de estas enfermedades. Se sabe durante los últimos días se convirtió en una autén¬
que los niños son capaces de reconocer las emo¬ tica niña de seis años. De día sentía su casa como si
ciones de quienes los rodean desde los primeros fuera su antiguo colegio, y veía a sus hijos como a los
meses de vida. Antes de los 18 meses pueden in- compañeros de juegos de aquellos tiempos. Por la

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Cartas a una j o v e n psicologa

noche, la casa era la casa de su niñez y lloraba Nuestro afán por escapar de nosotros mismos y
desconsolada si no atendían sus caprichos en for¬ del mundo, aunque sólo sea por unos breves mo¬
ma inmediata. La regresión era manifiesta. El médi¬ mentos —por unos "buenos ratos"—, es y ha sido
co dice que se preocupó seriamente cuando la mujer desde siempre uno de los principales apetitos del
fue a consulta y le pidió pasar al baño "a cambiarse alma, y también es y ha sido el alcohol el medio
el pañal". Uno solo de estos casos bastaría para más común para lograrlo. Pero, hay que decirlo, a
poner en duda los supuestos beneficios de los pesar de su popularidad, el alcohol es sumamente
alucinógenos,en la psicoterapia. Quizá de veras no peligroso. En su exhaustivo, y ya clásico libro so¬
dañan a la gente normal y sana, pero precisamente bre las drogas, Peter Laude dice:
porque es normal y sana es poco probable que
recurra a ellos. Como beneficiarios quedarían tan Juzgado con imparcialidad, el alcohol es proba¬
sólo los que, siguiendo a Huxley y a Watts, intenta¬ blemente más dañino que la heroína porque su
ran con ellos una experiencia mística que les abrie¬ uso prolongado causa daños físicos y nerviosos
ra "las puertas de la percepción". Pero serán que la heroína no produce. Si el alcohol, en vez
contados, te aseguro. de ser un don benéfico otorgado a la humanidad
Parece que la mariguana también daña seriamente por los dioses de la antigüedad, fuera inventado
las células cerebrales. En Estados Unidos —en don¬ hoy por un químico, no hay duda de que inme¬
de, como verás, siempre hay alguien dispuesto a diatamente su uso sería controlado con todo rigor
hacer una encuesta sobre cualquier cosa— se per¬ por la ley.
mitió a un grupo de reclusos texanos fumar toda la
mariguana que quisieran durante tres meses. Al Pero los problemas planteados por el alcohol no
principio se manifestaron los efectos normales, pero pueden ser resueltos, sobra decirlo, por la prohibi¬
al cabo de unas semanas la euforia dejó paso al ción. Chesterton decía que prohibir el alcohol es
cansancio; los sujetos se hicieron perezosos, au¬ como prohibir a la gente reír, tan arraigado está en
mentaron de peso, su ritmo cardiaco y su tempera¬ nuestra cultura y, quizás, en nuestro inconsciente
tura decayeron, empezaron a tener graves conflictos colectivo. Es inseparable de lo religioso y de lo
entre ellos. Dos meses después era manifiesta la festivo. Además, junto con sus peligros tiene com¬
incoherencia mental, lo mismo que la torpeza ma¬ probados beneficios para la salud, tomado con
nual. Sus inhibiciones descendieron y se hicieron moderación. Esto sin embargo no evita que sea
más sugestionables. Pero lo más grave fueron las Preferible la abstinencia —especialmente entre los
alteraciones en el electroencefalograma, en algu¬ Jóvenes— al gusto por empinar el codo de vez en
nos de ellos irreversibles. Precisamente los que die¬ cuando. Si revisas las estadísticas te vas de espal¬
ron mayores muestras de pánico al retirarles la das. Un altísimo porcentaje de los accidentes auto¬
droga. movilísticos, de los dramas familiares, de los

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Cartas a una joven psicologa

crímenes pasionales, se debe al alcohol. El horror go su propio anestésico. Antes de herirnos, su agui¬
que provoca tomado en exceso es tan cierto como jón nos parece muy agudo. Cuando nos hiere,
lo era el infierno en los tiempos de Dante. Recuer¬ como nos inyecta al propio tiempo su narcótico,
do un joven de veinte años que entrevisté en un lo encontramos soportable. Por eso no conviene
centro antialcohólico para mi libro Delirium Tre- preocuparnos de los inevitables dolores futuros:
mens, con varios internamientos hospitalarios en¬ su previsión es más penosa que su realidad, por¬
cima y a b s o l u t a m e n t e d e s t r u i d o m e n t a l y que la naturaleza no está aún preparada para reci-
físicamente, que me preguntaba —él a mí— qué birlos.
había sucedido "si él nada más bebía al parejo de
sus amigos". Y puedes hacer esa pregunta en rela¬ Cabría también mencionarles, Maty, la analogía del
ción con todas las drogas que hemos mencionado. doctor Frankl: el sufrimiento en los humanos actúa
¿Qué tipo de personalidad es propensa a crear un de modo similar a como lo hace el gas en el vacío de
toxicómano? ¿Por qué en una fiesta cualquiera una cámara. Ésta se llenará por completo y por igual
un joven insiste en tomar una copa más y su amigo cualquiera que sea su capacidad. Análogamente, el
de al lado no? ¿Por qué otro joven, al que se ha sufrimiento ocupa toda el alma y toda la conciencia
suministrado heroína, desarrolla ansia de droga, del hombre tanto si el sufrimiento es mucho como
mientras que el que se halla en la cama de al lado si es poco. Por consiguiente, el "tamaño" del sufri¬
no lo hace? La clave del problema parece radicar miento humano es relativo. Puedes aplicar también
en el poder de esas drogas para aliviar las preocu¬ esta fórmula al placer, y resulta que un gusto nimio
paciones y evitar el dolor. En la mayoría de las —algo sencillo y a la mano— puede proporcionar¬
historias clínicas de toxicómanos se insiste en el te la mayor alegría posible, sin necesidad de gran¬
mal concepto que éstos tienen de sí mismos y en des acontecimientos o lujos costosos. El problema,
sus incapacidades para resolver los problemas de claro, es la avidez y, en general, la sobreexcitación
la vida diaria. Tan peligroso es para un joven acer¬ con que tomamos lo que la vida nos ofrece —que
carse a las drogas como intentar huir del dolor. La bien visto es más de lo que sospechamos—, lo cual
magnificación del dolor y de la angustia cotidiana nos lleva a los sistemas naturales de relajación físi¬
es un fantasma que persigue a quienes más necesi¬ ca y mental y, también, a una nueva carta.
dad tienen de huir del mundo. Habría que descu¬
brirles este agudo pensamiento de Amado Ñervo:

Hay dos clases de sucesos infaustos: los evitables


y los inevitables. No debemos tener miedo de los
primeros, puesto que podemos vencerlos y, en
cuanto a los segundos, al efectuarse traerán consi-

194 195
Carta X I I

Psicología y meditación

Querida Maty:
Decíamos que los conductistas le dieron al clavo al
incluir en sus terapias alguna forma de relajación
corporal por medios naturales. Buena parte de los
adelantos de la psicología moderna van en este
sentido. De nada te sirve esclarecer un trauma in¬
fantil si estás con los nervios tan tensos como las
cuerdas de una guitarra. Mejor dicho, puedes te¬
nerlos así de tensos mientras reconoces el trauma
infantil y sus consecuencias, pero enseguida lo im¬
portante es que recuperes la paz, aprendas a rela¬
jarte y a conocer tu cuerpo, de preferencia sin
necesidad de medicamentos, como habrás compro¬
bado con la carta anterior. En esto, hay que admi¬
tirlo, los orientales nos llevan un buen tramo del
camino ganado. Por eso Fromm decía que lo que el
psicoanálisis necesita hoy no es más teorías —está
saturado de teorías—, sino métodos corporales y
naturales de control de las emociones. Incluso,
Fromm escribió con Suzuky un libro admirable en
este sentido: Psicoanálisis y budismo zen.
Lo cierto es que en la actualidad no hay revista
médica que alguna que otra vez no traiga noticias
al respecto, algo que debe resultar de sume i interés
para un psicólogo curioso. Por ejemplo, hace algu-
Cartas a una j o v e n psicóloga

nos años, el doctor J o e Kamiya, del Instituto Langley de todos —le hicieron entrevistas hasta en la tele¬
Porter de Neuropsiquiatría de San Francisco, inició visión— la buena señora no mostraba alteraciones
un programa de estudios para averiguar si un gru¬ cerebrales, ni deformaciones visuales o torpezas
po de personas comunes y corrientes: enfermeras, motrices, típicas de la falta de sueño. Más bien pa-
estudiantes, amas de casa y profesionistas, lograba recía estar restablecida. (Sé lo que estás pensando:
controlar a voluntad —esto era lo importante: a habría que averiguar cómo le fue después con su
voluntad— el llamado estado alfa: las ondas cere¬ esposo y sus hijos, a los que debió dejar abandona¬
brales que muestran los electroencefalogramas en dos.)
la profunda relajación que precede al sueño, o an¬ Esto nos confirma lo que decíamos al principio:
tes de salir de él. A base de despertarlos infinidad no existe en la topografía humana paisaje menos
de veces en el momento preciso —como cuando explorado que el de la mente, en la que casi todo
Pavlov tintineaba la campanita a sus perros—, apren¬ está por averiguarse: lo que coloca al psicólogo en
dieron a continuar en el estado alfa ya despiertos. una situación, a la vez, de privilegio y de dificultad.
Ninguna de estas personas había "sentido" algo Por lo pronto, hay que atenderlo todo y no des¬
parecido antes y ni siquiera sabía qué nombre po¬ echar nada.
nerle. La definieron como una sensación de pro¬ La Meditación Trascendental ha demostrado ex¬
funda serenidad y reconciliación con todo lo que celentes resultados terapéuticos y es muy sencilla
los rodeaba, vacío de imágenes y parecido a lo de practicar: te sientas confortablemente en una
que debe ser el paraíso infantil: el asombro ilimita¬ silla —o en una banca o en una cama o en un
do ante cada detalle de la vida cotidiana, ante la tapete— quince minutos por la mañana y otros
frágil sensación de un parpadeo o el velo tenue de quince por la tarde, y repites mentalmente una pa¬
la luz del sol sobre la hoja de un árbol. Algunos labra —"mantra"— que te proporciona tu instruc¬
sujetos de un estudio posterior llegaron incluso a tor. No hay necesidad de creencias previas ni de
controlar la frecuencia de su ritmo alfa para perma¬ atuendos sofisticados. La palabrita secreta —nadie
necer en él durante varias horas. más debe conocerla— te crea una especie de refle¬
Una de esas amas de casa —nunca falta—, que jo condicionado para acompasar tu respiración y
ya controlaba su estado alfa a voluntad, se siguió relajarte; con el tiempo, apenas la empiezas a pro¬
de filo y empezó a practicar la meditación del bu¬ nunciar, sientes cómo se te afloja el cuerpo, como
dismo zen. El doctor Kamiya, ni tardo ni perezoso, si le cortaras los hilos a un títere. Es en verdad
se puso a estudiarla —como verás, los psicólogos asombroso. De ahí su uso frecuente en pacientes
andan buscando pacientes raros por todas partes, con hipertensión arterial. La condición, parece, es
como Pavlov a sus perros— y al final consiguió que se medite regularmente; la presión vuelve a
ponerla a meditar durante cinco días seguidos sin elevarse apenas cuatro semanas después de dejar
permitirle dormir un solo instante. Para el asombro de meditar. También, periodos regulares de medi-

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

tación ayudan a la gente a afrontar la ansiedad realidad dejó de asistir a la escuela e incluso a los
—típica en las grandes ciudades— mejor que cual¬ cines y a los teatros y sólo veía amigas o parientes
quier fármaco e incluso que algunas formas orto¬ que la entendieran y la ayudaran. Sus padres la
doxas y laberínticas del psicoanálisis, que te enredan llevaron con los mejores médicos, la retacaron de
más. En este sentido, se cuenta que en una ocasión medicamentos, le aplicaron las más probadas tera¬
Buda encontró a un hombre con una flecha clava¬ pias que el caso requería, la internaron un tiempo
da en un hombro. La gente que rodeaba al herido en una clínica, pero apenas si lograron alguna me¬
preguntaba qué podía haber sucedido: quién se la joría. Entonces al doctor Wallace, como último re¬
disparó, por qué, cuándo. Buda se dispuso a sacar¬ curso, se le ocurrió lo de la Meditación Trascendental
le la flecha y dijo: "Cuando esté sano, él mismo se —que él ni siquiera practicaba— y convenció a sus
encargará de decirnos qué sucedió". Lo mismo con padres de que "nada está perdido si reconocemos
los problemas de la mente: primero hay que sacar que todo está perdido y hay que volver a empe¬
la flecha, ya después veremos. Lo mejor para que zar", según se dice. Le dieron su "mantra" y le dijeron
cicatrice una herida es olvidarte de ella y mante¬ que lo repitiera mentalmente quince minutos en la
nerla al aire libre, a plena luz. mañana y quince en la tarde, sentada en su silla
El doctor Robert Keith Wallace, experto en estos predilecta. La pobre debe de haber estado harta de
asuntos, cuenta el caso de una jovencita de dieci¬ los tratamientos a que la habían sometido porque,
séis años —ojo con la edad— que padecía una cuenta el doctor Wallace, se puso a practicar la me¬
extraña enfermedad nerviosa que le impedía estar¬ ditación machaconamente a cambio de que le qui¬
se quieta. Un verdadero espanto, a pesar de que, taran un medicamento que le provocaba mareos
por otra parte, parecía bastante normal en sus re¬ (calcula: sin poder estar quieta y además mareada).
flexiones y sentimientos. Apenas si dormía unas Durante las primeras meditaciones parecía que iba
cuantas horas, y aun esas horas eran dentro de un a emprender el vuelo con todo y silla, por la forma en
estado de profunda inquietud y sin dejar de mover¬ que aleteaba los brazos. Lo que sucedió después
se para un lado y para otro, soltando patadas a es aparentemente sencillo de explicar: regresó a sí
diestra y siniestra (¿cómo la ves para una de tus misma, o como dirían los brujos: el alma le volvió
piyamadas, en que comparten una cama tres ami¬ al cuerpo. Los quince minutos de meditación le
gas?). Ya en el día, era un verdadero trompo provocaron ondas mentales nuevas y pacificado¬
chillador. Cambiaba constantemente de postura si ras, que se extendieron como las de una piedra
estaba sentada, tamborileaba en las mesas, se fro¬ lanzada oblicuamente al agua. Poco a poco, a base
taba las manos, los ojos, se metía los dedos en la de no cejar, de acompasar su respiración (sobre
nariz y en las orejas, día a día le aparecían nuevos todo eso), de atornillarse a la silla, la meditación le
gestos, nuevas muecas, nuevos tics, sólo lograba devolvió la calma: verdadero exorcismo que le ex¬
estudiar yendo de un lado al otro de la pieza, en trajo al inquieto demonio que llevaba adentro.

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Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicologa

La primera virtud de la meditación es que nos más allá de nuestros miedos, de nuestro limitado
obliga, aunque sea en forma sutil y progresiva, a "yo" y sus amarras terrestres y cotidianas. Confir¬
regresar al momento presente, al aquí y ahora de mando la apreciación de Freud sobre la intuición
nuestras vidas (y que, piénsalo, es lo único que en de los poetas, Octavio Paz lo dijo mejor que nadie:
realidad tenemos). Esto, de entrada, aplaca nues¬
tras enloquecidas cabecitas, siempre vibrantes den¬ Cierra ios ojos y a obscuras piérdete
tro de un mundo que les ofrece tantos y tan variados bajo el follaje rojo de tus párpados.
estímulos para viajar en el tiempo. Suspiramos lo Húndete en esas espirales
mismo por lo que quisiéramos ser —las secciones del sonido que zumba y cae
de sociales— que por el terror a lo que escapamos, y suena allá, remoto,
gracias a Dios —la nota roja de los periódicos. De hacia el sitio del tímpano,
aquí para allá, del pasado melancólico al futuro como una catarata ensordecida.
promisorio. Los anuncios publicitarios y los apara¬
dores de las tiendas nos mantienen en una cons¬ En esa sombra líquida del sueño
tante tensión por alcanzar lo imposible, la música moja tu desnudez;
nos lleva de la mano a los momentos inolvidables abandona tu forma, espuma
de nuestras vidas, los noticieros televisivos nos arras¬ que no se sabe quién dejó en la orilla;
tran a las tragedias de regiones lejanas, el cine de piérdete en ti, infinita,
Hollywood encarna nuestros sueños más románti¬ en tu infinito ser,
cos, entre pucheros y lágrimas disimuladas al aban¬ mar que se pierde en otro mar;
donar la sala. En a p a r i e n c i a , v i v i m o s muy olvídate y olvídame.
intensamente, ¿pero es esto cierto?
Volver al momento presente —en silencio, sin Haz una sencilla prueba —hay que vivir la poe¬
necesidad de estímulos exteriores y a solas con sía— y lo comprobarás: cierra los ojos un momen¬
nosotros mismos— puede volverse una experien¬ to y trata de olvidarte de ti misma y no pensar en
cia insólita y por eso mismo insoportable para al¬ nada. Sólo un momento, por favor. Al principio te
gunos. Pero hay que insistir en ella: te aseguro que invadirá una avalancha inaudita de imágenes y pen¬
es nuestra única posibilidad de salvación, incluso samientos sueltos e inconexos: pájaros del deseo
al margen de lo religioso. Porque, además, el pre¬ que, si no los detienes, cruzarán raudos frente a ti.
sente es la única entrada al mundo espiritual, que Déjalos irse, no te identifiques con ninguno: des¬
no se encuentra nunca en el pasado ni en el futuro. pués te reportas con tus amigas, haces la tarea, te
El pasado es sólo memoria y el futuro es imagina¬ metes a la Internet, das de comer a tu perro, en¬
ción. El presente en cambio se abre, como una ciendes la televisión, bajas a la cocina por una ga¬
puerta que suponíamos clausurada, a lo que está lleta, recoges el baño. Después, todo eso después.

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Ignacio Solares
Cartas a una j o v e n psicóloga

Olvídalo todo un instante: olvídate y olvídame, como


lugar de reencuentro. La meditación así practicada,
dice el poema de Paz. ¿Qué queda entonces? ¿Qué
hay que tomarlo en cuenta, tiene mucho en común
hay en ese silencio y en ese vacío? Sólo la pantalla
con las drogas. Estos meditadores por lo general
interior en la que se proyectaban las imágenes. Esa
son fanáticos religiosos, puritanos, vegetarianos
pantalla nos es común a todos. ¿Puedes verla? Dicen
irredentos, obsesivos compulsivos de la salud, y
los meditadores que si la rasgas, atrás de ella apare¬
terminan mirándote por encima del hombro desde
cen los espacios astrales: el macrocosmos visto a
su rosada nube. Cuidado con ellos. Lucrecio decía
través del microcosmos de nuestra pequeña mente.
que demasiada religión tiende a convertirnos en
Pero no todo es miel sobre hojuelas en la medi¬ demonios.
tación, qué va. Como buena psicóloga que (supon-
Si en cuanto a relajación y renuncia nos llevan
go) vas a ser, tienes que llevar las hipótesis hasta
un buen trecho ganado los hindús, me parece que
sus últimas consecuencias, sin temores ni prejui¬
la más alta concepción de lo vital —y sus acciones
cios. Por más que los instructores de la Meditación
consecuentes— corresponde al cristianismo. Fíjate
Trascendental te digan que con ella te vuelves más
cómo una y otra vez envuelve Jesús sus enseñan-
inteligente y más productiva, esto no es así necesa¬
zas en figuras poéticas concretas: la higuera, la co¬
riamente. Incluso, puede ser al contrario. Muchas
secha, los rebaños en el campo y las aves en el
personas que meditan en forma sistemática desa¬
cielo, la comida, el vino, la ropa, el banquete de
rrollan una incapacidad cada vez mayor para to¬
bodas. He aquí un simbolismo que sugiere pleni-
mar decisiones rápidas. En casos extremos, pueden
tud, crecimiento y placer. Por ello, el amor al que
volverse personas fáciles de convencer, débiles e
nos llama es la consumación de la vida, con todo
indecisas. El tipo de pensamiento que desarrollan
lo que pueda tener de bueno y de malo, de ningún
es: "Bueno, si todo está bien en el Universo, hága¬
modo la negación de los instintos (del Ello). Como
se la voluntad del Señor y a ver qué viene, total".
si el Reino de Dios fuera la meta natural e instintiva
Esto sucede por tres razones fundamentales. Una,
de la especie y Jesús hubiera venido no a exigir un
porque de alguna manera al meditar nos alejamos
peregrinaje de sacrificios por "otro" mundo, sino a
del mundo y sus turbulencias. Dos, porque al ba¬
señalar el camino para cumplir nuestros deseos más
jarle la presión, el proceso del pensamiento se hace
hondos en éste, aquí y ahora. A revelarnos no sólo
menos perspicaz y malicioso, por más que la con¬
a Dios, sino al hombre mismo.
ciencia se expanda (todo tiene un precio en la vida).
Pero dale otra vuelta a la tuerca y pregúntate
Tres, porque se pierde la necesidad imperiosa de
qué hay más allá de la meditación hindú, del misti¬
comodidades y placeres, al ya no apegarnos a lo
cismo cristiano y de otras prácticas por el mismo
agradable ni resistirse a lo desagradable.
rumbo, si es que hay algo. Cuando hago la pregun¬
Por otra parte, tendrás que tener cuidado porque ta a los psiquiatras por lo general me contestan con
la meditación puede volverse una vía de escape en un gesto de desprecio que consiste en subir los

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Cartas a una joven psicóloga

hombros hasta casi tocarse con ellos las orejas. O neurosis es una forma de rebeldía —y de falta de
sea: me vale. Pero como espero que tu capacidad agradecimiento, en consecuencia— ante el hecho
de asombro no tenga límites, estudies lo que estu- mismo de existir. El grito por excelencia del neuró¬
dies, hazte la pregunta y trata de averiguar la res¬ tico es: "¡Estoy harto!". Por eso el trabajo de los
puesta. psicólogos es tan complicado: obligarlo a dar un
Según los testimonios de meditadores, religiosos giro de noventa grados a su vida y cambiarle el
y literatos, el factor común a esas prácticas es la luz. punto de vista.
Pero puede haber tanto luz mala como luz buena. Por lo general, encontrarás que los casos más
En El paraíso perdido, Milton habla de la ilumina- célebres de experiencia luminosa, tienen alguna
ción del infierno, que describe como "la oscuridad referencia literaria, desde la conversión de San Pa¬
visible". Descripción psicológica inigualable sobre blo en el Camino de Damasco ("Señor, qué quieres
ese tipo de luz siniestra que en ocasiones ven los de mí", gritó ante un cielo de pronto incandescen¬
visionarios y también los esquizofrénicos. En el te), pasando por la tremenda explosión de luz que
Diario de un esquizofrénico, de la doctora despertó a Mahoma, desmayándolo a causa de su
Sechehaye, su paciente describe con precisión la intensidad, hasta los experimentos de Aldous Huxley
terrible luz en que vive: la que, como un halo, des¬ con el LSD, en los que el más pequeño detalle de un
pide el acero al fundirse. O esta otra: la de un sol objeto, de cualquier objeto, parecía flamear.
incendiado. También, cierto tipo de migrañas pro- El propio Huxley menciona una carta que le en¬
duce una luz atroz en quienes las padecen. Tengo viaron a raíz de la publicación de Las puertas de la
un amigo que me dio esta descripción de su migraña: percepción: una mujer de unos sesenta años conta¬
es como si mirase directamente al foco de un tren ba haber tenido en su juventud una experiencia
que se acerca a gran velocidad, y que sin embargo luminosa que marcó su vida. Te lo menciono, ade¬
nunca termina de llegar, a pesar de que permanezco más, por la edad precisa en que la tuvo:
crucificado ante él. Como de tortura china, ¿no?
Por el contrario, la luz beatífica conlleva el éxta¬ Tenía yo unos quince años, me encontraba en la
sis, precedido casi siempre por un sentimiento de cocina tostando pan para el té y, súbitamente, en
gratitud ante el privilegio de estar vivo, aquí y aho¬ una oscura tarde de noviembre, todo el lugar se
ra (siempre aquí y ahora). De nuevo, la literatura inundó de luz. Durante un minuto estuve sumer¬
ofrece las explicaciones de que carece la ciencia. gida en ella y tuve el sentimiento de que, de una
William Blake decía: "El agradecimiento es ya el manera inexpresable, el Universo en que yo habi¬
cielo". Lo que significa que siempre que estás agra¬ taba era algo maravilloso. Esto me ha afectado para
decida por algo, sea lo que sea, rozas con las pun¬ el resto de mi vida: conservo una pasión viva por
tas de los dedos el cielo o —si el agradecimiento es la luz desde entonces —aprecio cada detalle donde
total— te instalas plenamente en él. En cambio la el sol resplandece— y no tengo miedo alguno de

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Cartas a una joven psicologa

la muerte. La experiencia ha sido una especie de un simple puño de arena. Con la ventaja de que
convicción de que esa luz estará ahí al final. nos demuestra que ese tipo de experiencias tam¬
bién pueden darse en las playas, aunque de prefe¬
Agrégale que con toda seguridad la mujer era in¬ rencia no las intentes en Semana Santa en Acapulco:
glesa, igual que Huxley, y que la experiencia la
tuvo una tarde oscura de noviembre en alguna ciu¬ Estaba con un amigo en una playa, escuchándolo
dad de por allá, algo digno de tomarse en cuenta. a medias sobre un tema que me aburría. De pron¬
No es lo mismo que te invada una extraña luz en to fijé mi atención en el puño de arena que había
Cancún que en Londres. Todo es problema de con¬ yo tomado. Su belleza me deslumhró. Descubrí
trastes y por alguna extraña razón las iluminacio¬ que cada partícula se atenía a un perfecto patrón
nes se dan en ámbitos cerrados —cuevas, conventos, geométrico, con ángulos agudos donde se refleja¬
b u h a r d i l l a s — y no en las playas o en los ba un brillante haz de luz, como un arco iris. Mi
fosforescentes malls. Por lo visto Dios requiere de conciencia se abrió y comprendí, de manera muy
"la noche oscura del alma" para manifestarse. viva, que todo el universo estaba hecho de partí¬
Luz que puede paralizarte como le sucedió a culas que —por insulsas que nos pudieran pare¬
Santo Tomás de Aquino, quien se negó a escribir cer a simple vista— estaban llenas de esa intensa
más. Comparado con la iluminación que tuvo, cuan¬ luz celestial. Durante un par de segundos, el mun¬
to había leído y escrito —las Sentencias, las Propo¬ do se manifestó como una gloriosa llamarada.
siciones, las voluminosas Summas— no era sino
necedad. Óscar Sicilia —padre del poeta Javier, y él mismo
El poeta griego Giórgios Seféris, en un libro sim- estupendo poeta— tuvo la experiencia de regresar
bólicamente titulado Todo está lleno de dioses, dice: al mundo después de permanecer unos minutos
clínicamente muerto. La paz que a partir de enton¬
Una vez, al final del otoño, me pareció que con ces lo invadió signó su vida. En una ocasión me
fulgurante claridad pasó junto a mí el dios o esa habló de lo doloroso que le resultaba no lograr
memoria profunda de él. Y me dije: "en el fondo comunicar "ese despertar" con palabras. (Conan
soy una cuestión de luz". Fue una experiencia que Doyle lo decía así: our business is to tvake up, nues¬
seguramente muy pocas veces se produce en nues¬ tro asunto es despertar). Pero la verdad es que no
tra vida y que nos ilumina por entero; es imposi¬ fueron necesarias las palabras para que Óscar nos
ble transmitirla con palabras. Eso basta. hiciera sentir la plenitud en que vivía: lo mismo
daba que fuera al conversar, al compartir una co¬
La experiencia del poeta irlandés George Russell mida o al jugar dominó. Estoy convencido de que
no puede llamarse iluminación sino una simple re¬ toda forma de miedo o angustia se había volatilizado
valorización del mundo que lo rodeaba a través de de su vida, lo cual nos habla de su maravillosa sa-

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Cartas a una j o v e n psicologa

lud mental, por más que el corazón terminara por sobrevivir, y a n o p o d r í a m o s p e n s a r e n otra c o s a .
fallarle y lo regresara a ese sitio luminoso del que Subsistirían los p l a c e r e s , p e r o e m p a ñ a d o s y des¬
escapó unos años más para darnos testimonio. c o l o r i d o s , ya q u e su i n t e n s i d a d es p r o p o r c i o n a l a
¿Puede un psicólogo obviar esto, sea de la escue¬ la atención que p o n e m o s en ellos. Palidecerían
la que sea? Muy especialmente si parece ampliamente c o m o la luz de n u e s t r a s l á m p a r a s ante el sol de la
m a ñ a n a . E l p l a c e r sería e c l i p s a d o p o r l a alegría. N8ST
probado, gracias a la ya mencionada doctora Elisabeth
Kübler-Ross, creadora de la tanatología: la ciencia
que atiende a los moribundos en estado terminal. Si Otro tanto sucede con las personas que "ven" los
se ponen en duda tales comprobaciones, después moribundos. En esto necesito referirme a una ex¬
de los millares de testimonios concordantes reco¬ periencia personal, que debes conocer. La noche
gidos, lo que habría que declarar inexistente a los antes de morir, mi padre pidió a mi mamá que le
ojos de la ciencia es el testimonio humano en ge¬ planchara el traje aquel —azul marino— que le ha¬
neral. Porque aunque sólo se aceptara una parte —la bía regalado uno de sus hermanos, ya muerto.
más inmediata, la que no requiere un acto de fe—, —¿Para qué? —preguntó mi mamá, asombrada.
aunque sólo se aceptara una parte mínima de lo —Porque mañana voy a cenar con mis herma¬
que la tanatología adelanta como cierto, habría su¬ nos —contestó él.
ficiente material en ello para sospechar la inmensi¬ Y en efecto, al día siguiente murió.
dad del territorio desconocido, sin mapa, cuya Pero desde que estuvo en terapia intensiva en el
exploración no hemos hecho más que empezar. Centro Médico, después de un segundo infarto, mi
Supongamos que de ese mundo desconocido nos padre hablaba con sus hermanos ya muertos. Su
llegue a todos un fulgor visible, tal como sucedió a vecino de cama me lo dijo:
Osear Sicilia: qué transformación tendría que haber —Anoche estuvo su papá largo rato hablando
en una humanidad habituada, diga ella lo que diga, con una de sus hermanas que se llama María Luisa.
a no aceptar como existente sino lo que ve y lo Así le decía: María Luisa esto o aquello. Yo pensé
que toca. Es lo que dice el filósofo Henri Bergson que María Luisa estaba parada frente a él por la
en un libro que se publicó a principios del siglo xx, forma en que le hablaba. Hasta que luego me di cuenta
cuando no había ninguna de las comprobaciones de que estaba solo y hablaba consigo mismo.
que ahora tenemos: ¿Hablaba consigo mismo?
Mi padre me lo dijo abiertamente la última ma¬
B a s t a o b s e r v a r c ó m o los h o m b r e s s e e n t r e g a n a l ñana que estuvo en terapia intensiva:
placer. No lo harían, o no lo harían h a s t a ese pun¬ —Mis hermanos han venido, uno por uno, y me
t o , si no vieran en el p l a c e r un a s i d e r o c o n t r a la han dicho cómo debo prepararme a morir, y que
nada, un m e d i o de burlar a la m u e r t e . En v e r d a d , ellos me van a ayudar y que luego vamos a estar
si estuviéramos seguros, absolutamente seguros de juntos.

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V88Z
Cartas a una joven psicologa
Ignacio Solares

nos y pedirles que se muestren a nosotros, y ha¬


Para ese entonces yo ya había publicado un li¬
cerles preguntas conminándolos a darnos la res¬
bro titulado Delirium tremens, en que contaba el
puesta en los sueños.
delirio que padeció mi padre cuando bebía:

La noche del ataque decía que a los pies de su Como verás, ya dimos un rodeo por la India de
cama estaba sentada su hermana María Luisa, muer¬ Maharishi —fundador de la Meditación Trascenden¬
ta hacía más de quince años. Parecía hablar con tal— pasando por la Inglaterra de Huxley, el Cen¬
ella. Nunca, olvidaré el brillo entre ausente y an¬ tro Médico donde estuvo tu abuelo, tan sólo para
gustiado de sus ojos. Luego entró en A.A. y dejó regresar a la torre medieval de Jung, quien ahí mis-
de beber. mo escribió: "Frecuentemente tengo la sensación
de que los muertos nos rondan y esperan conocer
las preguntas que les haremos", algo tan extraña¬
O sea, la misma hermana que se le "apareció" en el
mente parecido a lo que citamos de Elisabeth
delirium tremens fue la que, años después, se acer¬
Kübler-Ross que podríamos suponer que se trata
có a su cama de enfermo para hablar con él y pre¬
de textos complementarios. En especial porque la
pararlo a morir.
doctora Kübler-Ross... ¡también es suiza! Por lo vis¬
La relación me saltó a la vista cuando, hace muy
to, las aportaciones de los suizos al planeta no se
poco tiempo, leí precisamente en un libro de
reducen a los quesos de bola y los relojes cucú,
Elisabeth Kübler-Ross lo siguiente:
sino que también están demostrando la inmortali¬
dad del alma.
Hoy es posible afirmar que nadie muere solo, ya
De seguir por este rumbo —circular— nos po¬
que se repite como una constante en la mayoría
dríamos ganar el regaño de Freud a Jung cuando
de los casos que el moribundo vea llegar a sus se enteró de que estaba estudiando las civilizacio¬
seres queridos. nes antiguas: "Me parece muy bien, pero ojalá re¬
grese usted pronto de regiones tan lejanas; hay
La doctora Kübler-Ross va un paso más lejos en su
que gobernar en casa". Es cierto, tendrás que re¬
apreciación:
gresar a gobernar en casa —y de preferencia ate¬
nerte a un sistema psicológico y, quizás, ¡ay!, elegir
Si tan sólo tuviéramos ojos para ver, descubriría¬
una especialidad—, pero mientras tanto me encan¬
mos que no estamos nunca solos, sino rodeados
tó acompañarte en este breve recorrido.
de seres invisibles. Hay ocasiones, generalmente
Yo, por mí, te llevaría aún más lejos. Te treparía
en momentos de una gran conmoción mental, en
en mis hombros como cuando eras niña y trataría
que nuestra percepción aumenta hasta el punto
de que nos eleváramos en el aire, como parte de
de poder reconocer su presencia. También, po¬
un aprendizaje esencial para tu vocación. ¿Imagi-
dríamos hablarles por la noche antes de dormir-

213
212
Ignacio Solares Cartas a una j o v e n psicóloga

ñas lo que sería? Muy especialmente porque sin ti en un acorde cada vez más rico, que parecería guiar¬
no me atrevería a hacerlo. Quizá nos bastaría con nos en nuestro recorrido. El cielo sería un cristal
cerrar los ojos —como en la meditación— para[ver transparente, detrás del cual habría otro cristal, y
alborotarse las melenas de los árboles cercanos al luego otro más. Los planetas flotarían ahí como
pasar sobre de ellos, soltarse un torbellino de hojas sobre un mar tranquilo. Conforme avanzáramos, la
secas que planearían en el aire y se abatirían en el luna se redondearía. Luego perdería volumen y
suelo como alas muertas. El problema es el primer terminaría por convertirse en la cabeza de un alfi¬
impulso, después hay que dejarse ir. El paisaje se ler; resplandecería un instante como una chispa y
nos abriría como una granada madura. De reojo finalmente se agregaría al gran resplandor en que
contemplaríamos a los viejos con la mirada perdi- nos introduciríamos, y que quizá sólo sea un es¬
da en las bancas de los parques, los niños inaugu¬ pectro de luz que inició su viaje hace millones de
rando el mundo con sus j u e g o s , los grupos de años. ¿Hasta dónde habría que llegar? Yo en una
personas arracimados en las terminales de los au¬ ocasión imaginé un viaje así para visitar a mi pa¬
tobuses, los empleados saliendo cabizbajos de sus dre, y hoy comprendo que el viaje fue real, y que
oficinas, las muchachas en las azoteas aleteando en efecto estuve con él. Tal vez continúa más cerca
las sábanas blancas como para también emprender de mí de lo que supongo. Jung tenía razón: la ima¬
el vuelo, las oleadas de autos de juguete atrapados ginación realiza las cosas. Pero por eso mismo tam¬
en los semáforos, los edificios que se convertirían en bién Freud tenía razón en que debemos gobernar
pequeños cubos de cemento y terminarían por per¬ en casa (¿ves como son complementarios?). Tu
derse en el conjunto, las grandes ciudades man¬ madre se va a preocupar cuando se entere por dón¬
chadas de indiferencia. Quizá de veras toda la de andábamos. Así que mejor abrimos los ojos y
historia del Universo brilla en cualquier botón de para terminar te dejo un poema medieval, anóni¬
bronce del uniforme de cualquiera de los policías mo, que debería tener en su consultorio todo psi¬
que vemos allá abajo, y nos bastaría concentrarnos cólogo que se precie de serlo:
en ese botón (el tercero contando desde el cuello)
para descifrarla. Pero ya no podemos regresar. Vengo, mas no sé de dónde.
Arriba, los astros girarían levemente. La Vía Lác¬ Soy, mas no sé quién.
tea cortada por oscuras grietas, el suave tejido de Moriré, mas no sé cuándo.
araña de la nebulosa de Orion, el brillo límpido Camino, mas no sé hacia dónde.
de Venus, el resplandor contrastante de las estrellas Me sorprende que esté contento y ría.
azules y las estrellas rojas. Una nota musical, tensa
y continua, se iría cargando poco a poco de senti¬
do, aceptaría una segunda nota, cedería su apunta¬
ción hacia la melodía para ingresar, perdiéndose,

214 215
Bibliografía (casi) mínima

Toda biblioteca es un laberinto, nos diría Borges.


Pero no sólo la biblioteca completa, sino cada apar¬
tado de ella, cada anaquel y hasta cada uno de los
libros. Es de lo más fácil perdernos en ellos. Fue por
la "locura de los libros" que Alonso Quijano salió a
los campos de la Mancha a alancear molinos de viento
y que el Nazarín, de Pérez Galdós, se creyó con¬
temporáneo de Cristo. La tragedia de Madame Bovary
no hubiera ocurrido si el personaje de Flaubert no
intentara parecerse a las heroínas de las novelistas
románticas que leía con avidez. Cuenta Cortázar que
cuando era adolescente le diagnosticaron una grave
anemia y que el médico anotó en la receta, junto
con las vitaminas y las inyecciones: "quedan estric¬
tamente prohibidos los libros", con lo cual, claro, le
crearon una mayor obsesión por ellos (y la anemia
casi se le vuelve perniciosa).
Cuidado con tomar lo que dicen los libros al pie
de la letra, creer que la vida es como ellos la des¬
criben y la califican. Recuerda siempre aquello de
San Pablo de que la letra mata y el espíritu vivifica.
En psiquiatría se llama "pensamiento concreto"
—así, como de cemento— al que supone más ver¬
dad en lo que se dice de las cosas que las cosas
mismas. Ésta ha sido una de las graves limitaciones
Cartas a una joven psicologa

de los cristianos: anteponer la Biblia a la realidad La interpretación de los sueños


del mundo, lo que ha costado a la humanidad in¬ Psicoanálisis del arte
numerables derramamientos de sangre y guerras El chiste y su relación con el inconsciente
santas. Por eso uno de los grandes místicos de la Edad Introducción al psicoanálisis
Media, el Meister Eckhart, se quejaba de la profu¬ Ensayos sobre la vida sexual y la teoría de
sión de sermones: "Qué tanto dicen de Dios, todo las neurosis
lo que digan de Dios es falso". Y, agregaba, "Dios Psicopatología de la vida cotidiana
es no pensamiento, na imagen, no palabra". Pero, Autobiografía
bueno, como nosotros estamos apenas a la entrada
de la espesa selva del conocimiento, necesitamos Los casos que trató Freud —donde encontrarás el
los libros, los necesitamos más que ninguna otra del pequeño Hans— fueron reunidos en un solo
cosa, a pesar de los riesgos que implican. Por eso volumen. No dejes de leer también el de "El hom¬
son tan convenientes los atajos. Como dice León bre de las ratas", que es en verdad antológico.
Felipe: "Para enterrar a los muertos cualquiera sir¬
ve, cualquiera, menos un sepulturero". Analiza esta Pero como introducción al pensamiento freudiano,
variante: "Para psicoanalizar a un neurótico cual¬ nada como Los textos fundamentales del psicoa-
quiera sirve, cualquiera, menos un psicoanalista". nálisis. Selección e introducción de Anna Freud,
Algo es cierto: no hay disciplina que baste para el editados por Alianza Editorial. ¿Quién mejor que
conocimiento de lo humano. De ahí que sean tan su propia hija, que pasaba en limpio sus manus¬
aconsejables la variedad y riqueza de temas. En critos, podía haber hecho esa selección? Y, por
esta bibliografía (dizque) mínima te he puesto los supuesto, los tres tomos de la Vida y obra de
libros que me ayudaron a dar respuesta a tu pre¬ Sigmund Freud, de Ernest Jones, con todo y la
gunta inicial sobre por qué es divertido estudiar parcialidad y el tono ortodoxo.
psicología. Me he atenido a los que puedes encon¬
trar en español. Tómalos como meras señales en el Otras buenas biografías de Freud, me parece, son:
camino en que vas a meterte y empieza cuanto Freud, de Stefan Zweig
antes a desbrozar la selva. Freud, su vida y su obra, de Helen Walker

Empecemos con Freud, lo que me parece justo y Hay un largo ensayo de Thomas Mann sobre Freud,
necesario. Ningún caso tendría referirte a sus en un libro en que también habla de Schopenhauer
Obras Completas, que son una selva por sí mis¬ y de Nietzsche, y que es una verdadera zambulli¬
ma. Mejor te señalo los libros que me parecen da en lo más profundo del pensamiento alemán
más accesibles y que guardan una relación di¬ del siglo pasado, lo que es decir del más influyen¬
recta con los temas tratados: te pensamiento contemporáneo.

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Cartas a una joven psicologa
Ignacio Solares
CHOFISNAY@HOTMAIL.COM 8
Psicología ,de Diane E. Papalia y Sally Wendekoz Oíd ¿
Jean Paul Sartre tiene un libro titulado Freud—que
Identidad del psicólogo, de Catalina Harrsch
en realidad es el guión que hizo para una pelícu¬
Historia de la psicología, de M. Reuchlin.
la de John Huston— con una estupenda sem¬
blanza del joven Freud y una recreación admira¬
Para conocer el movimiento psicoanalítico:
ble del famoso caso de Ana O.
De Freud a Fromm, de Ricardo G. Mandolini
Para conocer a Freud en carne propia hay que acer¬
Para enterarte de sus pleitos y envidias:
carse a los dos tomos de su Epistolario (1873¬
Freud y sus discípulos, de Paul Roazen
1939), que editó su hijo Ernest en 1960. Las car¬
tas de Freud a su novia y luego esposa, Martha
El Fondo de Cultura Económica editó un tomo de
Bernays, revelan al poeta que siempre fue. En
Psicoanálisis del arte con una muy buena selec¬
este terreno epistolar, hay un tomo especial de
ción de artículos sobre ese punto.
la Correspondencia de Freud y Lou Andreas
Salomé.
El inconsciente antes de Freud, de Lancelot Law
Whyte, te muestra, por contraste, el valor revolu¬
Paidós publicó una Vida de Freud en imágenes y
cionario de los descubrimientos freudianos.
textos, espléndida. No recuerdo cuál de sus dis¬
cípulos decía que para conocer la teoría freudiana
En el importante capítulo de la psicología de ado¬
había que observar detenidamente las (innume¬
lescentes, hay un libro clásico y esencial: Eladios
rables) fotografías que se le hicieron al padre del
a la infancia, de Louise Kaplan. Pero también
psicoanálisis, lo que en buena medida es cierto.
échale un vistazo a La adolescente, de María Luz
del Socorro y a La amistad y Enamoramiento y
Respecto de las historias de la psicología —algunas
amor, de Francesco Alberoni, que tiene valiosas
de las cuales necesitarían una terapia para des¬
aportaciones aunque el autor no sea psicólogo,
enmarañarlas—, te recomiendo en especial una
sino sociólogo.
ce Fernand-Lucien Mueller, que editó el Fondo de
Cultura Económica, y que arranca —casi nada—
con los antecedentes a esta disciplina en la Gre¬ Respecto de Jung —que a diferencia de Freud te¬
cia clásica y luego está llena de ricas referencias nía la limitación de un estilo literario más bien
literarias. pastoso— me reduzco a estos títulos:
Recuerdos, sueños y pensamientos.
La interpretación de la naturaleza y la psi-
También son recomendables:
que (donde viene el ensayo sobre la sincro-
Introducción a la psicología, de George A. Miller
nicidad)
Fundamentos de psicología, de Robert A. Barón

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Cartas a una joven psicologa
Ignacio Solares
CHOFISNAY@HOTMAIL.COM 8
Psicología ,de Diane E. Papalia y Sally Wendekoz Oíd ¿
Jean Paul Sartre tiene un libro titulado Freud—que
Identidad del psicólogo, de Catalina Harrsch
en realidad es el guión que hizo para una pelícu¬
Historia de la psicología, de M. Reuchlin.
la de John Huston— con una estupenda sem¬
blanza del joven Freud y una recreación admira¬
Para conocer el movimiento psicoanalítico:
ble del famoso caso de Ana O.
De Freud a Fromm, de Ricardo G. Mandolini
Para conocer a Freud en carne propia hay que acer¬
Para enterarte de sus pleitos y envidias:
carse a los dos tomos de su Epistolario (1873¬
Freud y sus discípulos, de Paul Roazen
1939), que editó su hijo Ernest en 1960. Las car¬
tas de Freud a su novia y luego esposa, Martha
El Fondo de Cultura Económica editó un tomo de
Bernays, revelan al poeta que siempre fue. En
Psicoanálisis del arte con una muy buena selec¬
este terreno epistolar, hay un tomo especial de
ción de artículos sobre ese punto.
la Correspondencia de Freud y Lou Andreas
Salomé.
El inconsciente antes de Freud, de Lancelot Law
Whyte, te muestra, por contraste, el valor revolu¬
Paidós publicó una Vida de Freud en imágenes y
cionario de los descubrimientos freudianos.
textos, espléndida. No recuerdo cuál de sus dis¬
cípulos decía que para conocer la teoría freudiana
En el importante capítulo de la psicología de ado¬
había que observar detenidamente las (innume¬
lescentes, hay un libro clásico y esencial: El adiós
rables) fotografías que se le hicieron al padre del
a la infancia, de Louise Kaplan. Pero también
psicoanálisis, lo que en buena medida es cierto.
échale un vistazo a la adolescente, de María Luz
del Socorro y a í f l amistad y Enamoramiento y
Respecto de las historias de la psicología —algunas
amor, de Francesco Alberoni, que tiene valiosas
de las cuales necesitarían una terapia para des¬
aportaciones aunque el autor no sea psicólogo,
enmarañarlas—, te recomiendo en especial una
sino sociólogo.
ce Fernand-Lucien Mueller, que editó el Fondo de
Cultura Económica, y que arranca —casi nada—
Respecto de Jung —que a diferencia de Freud te¬
con los antecedentes a esta disciplina en la Gre¬
nía la limitación de un estilo literario más bien
cia clásica y luego está llena de ricas referencias
pastoso— me reduzco a estos títulos:
literarias.
Recuerdos, sueños y pensamientos.
La interpretación de la naturaleza y la psi¬
También son recomendables:
que (donde viene el ensayo sobre la sincro-
Introducción a la psicología, de George A. Miller
nicidad)
Fundamentos de psicología, de Robert A. Barón

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

Simbologta del espíritu Y, por supuesto, es imprescindible el voluminoso tomo


Psicología y religión de la correspondancia de Freud y Jung, donde en¬
Tipos psicológicos contrarás no sólo el choque de dos grandes hom¬
Lo inconsciente bres y de dos formas de pensar diametralmente
Arquetipos del incosciente opuestas, sino, yo agregaría, que el choque espiri¬
Respuesta a Job tual de dos mundos: el occidental y el oriental.
Los complejos y el inconsciente
Aportaciones valiosas al psicoanálisis, a la psiquia¬
También es indispensable leer su prólogo al IChing, tría y a la psicología en general, me parece, las
donde narra cómo utilizó el libro de las mutaciones encontrarás en estos títulos:
para ayudarse en el tramiento de algunos pacientes. Wilhelm Stekel: El lenguaje de los sueños
Alfred Adler: La ciencia del vivir
De las biografías sobre Jung sobresale la de Colin Karen Horney: El autoanálisis
Wilson: Jung, señor del mundo subterráneo, pero Igor Caruso: La separación de los amantes
también hay que ver: Wilhelm Reich: La función del orgasmo
Jung, de A. Storr. Viktor Frankl: El hombre en busca de sentido.
Lo que verdaderamente dijo Jung, de E. A. R.D. Laing: El yo dividido
Bennet. Simón Brainsky: Psicoanálisis y creatividad,
Jung y la historia de nuestro tiempo, de Lau¬ más allá del instinto de muerte
rens Van Der Post. Abraham Maslow: La personalidad creadora
Jung, de Gerhard Wehr (que incluye valio¬
sas entrevistas con familiares de Jung). De Erich Fromm:
El miedo a la libertad
Entre nosotros, el psicólogo Manuel Aceves tiene El arte de amar
interesantes trabajos sobre el fundamento y apli¬ Psicoanálisis y religión
cación de la teoría jungiana, como El mexicano: El corazón del hombre
alquimia y mito de una raza. Anatomía de la destructividad humana
Y esa pequeña joya que es Budismo zen y psicoaná-
Alan Watts escribió un revelador Tributo a Jung, lisis, que escribió en colaboración con D.T. Suzuki.
que cuenta cuándo y cómo lo conoció y la forma
en que marcó su pensamiento y forma de vida. Lugar especial merecen los trabajos del neurólogo
Oliver Sacks, y lo mejor es empezar con su ya
De Linda Donn hay que revisar Freud y Jung, los clásico y muy ameno: El hombre que confundió
años de amistad, los años perdidos. a su mujer con un sombrero.

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

Colin Wilson, Ayer era milagro, de Werner Keller


bliografía no te he mencionado a uno de los psi¬ y Las raíces del azar, de Arthur Koestler.
coanalistas más influyentes de la actualidad,
Jacques Lacan, porque me resulta especialmente La hipnosis ha vuelto a ponerse de moda en algu¬
pesado y sugiero reservarlo para más adelante. nos trabajos terapéuticos —después de que Freud
Sus Escritos tienen la enorme ventaja de estar la mandó al clóset por el libidinoso abrazo que le
traducidos al español por el poeta Tomás Segovia. pegó una de sus pacientes, como recordarás— y
aquí en México la doctora Teresa Robles, espe¬
Del psicoanálisis existencial, tenemos la obra, fi¬ cialista en la hipnosis, ha conseguido muy bue¬
losófica y literaria, de su creador, Jean Paul Sartre, nos resultados, descritos en Concierto para cuaro
con la ventaja de que en ocasiones sus novelas cerebros. Un complemento ideal para conocer el
y obras de teatro —en especial La náusea y A descubrimiento de la hipnosis, está en el estudio
puerta cerrada— nos la ilustran mejor que sus que Stefan Zweig escribió sobre Mesmer.
farragosos ensayos filosóficos. Sin embargo, lee
en El ser y la nada el capítulo titulado Hacer y De la tanatología, no hay duda, lo mejor son los traba¬
tener. También, hay un libro muy recomenda¬ jos de su creadora, la doctora Elisabeth Kübler-Ross,
ble como apoyo: La filosofía de Sartre y elpsi¬ y sobre todo: La muerte: un amanecer, que no de¬
coanálisis existencialista de Alfred Stern, tradu¬ bería de faltar en el lecho de ningún moribundo.
cido por Julio Cortázar.
Sobre la psicología del mexicano, está el de Santia¬
De William James, más que adentrarte en sus den¬ go Ramírez y el de Samuel Ramos, pero sin lugar
sos tratados de psicología propiamente dicha, te a dudas en El laberinto de la soledad, de Octavio
recomiendo los mencionados: Las variedades de Paz, el tema adquiere una dimensión insospechada.
la experiencia religiosa y La voluntad de creer,
además de la correspondencia con su hermano Del conductismo, primero algo de Skinner:
Hcnry. También, hay un libro que funciona como Walden dos
apoyo: Un paseo con William fames de Jacques Más allá de la libertad y la dignidad
Barzun. Por su parte, Bertrand Russell y Giovanni Si te quieres adentrar poco más:
Papini escribieron estupendos comentarios so¬ La rata en el diván, de H.J. Eysenk
bre la psicología de James. Y para conocer las aplicaciones del conductismo:
Viva sin temores, de Jean Baer
En cuanto a la parapsicología, pisamos terreno pan¬ Hay un libro de Noam Chomsky que apunta direc¬
tanoso (como era inevitable), y resulta mejor re¬ tamente a la cabeza de Skinner, y se llama, en
ducirse a los autores más solventes: Lo oculto, de efecto: Proceso contra Skinner. Demoledor.

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa

Gustave Flaubert
mente en un libro de Peter Laurie, aunque tam¬ Madame Bovary
bién consulté Uso y sustancias psicoactivas, de La educación sentimental
Hugo A. Míguez y el muy divertido: Los paraísos
perdidos, de Guillermo Díaz-Plaja. Casi está por Soren Kierkegaard: El concepto de la angustia
demás decirte cuánto me ayudó Las puertas de
la percepción, de Huxley, y también, en este as¬ Honorato de Balzac: La piel de zapa (cuando en
pecto, su Literatura y ciencia. una ocasión preguntaron a William James qué
libro de psicología recomendaba para los jóve¬
Rebasa las pretensiones de esta bibliografía —que nes, contestó: La piel de zapa)
dijimos mínima— señalarte a los autores clásicos
en donde encontrarás el germen de eso que hoy Adalbert von Chamisso: El hombre que perdió su
llamamos psicología (tan sólo piensa en los grie¬ sombra
gos, en los estoicos, en Shakespeare, en el Siglo de
Oro español...) Por eso, mejor apunta estos títulos R. L. Stevenson: El extraño caso del doctorJekyll y
—a partir de autores del siglo xix— por si alguna míster Hyde
vez, casualmente, te cruzas con ellos:
G. K. Chesterton: El secreto del Padre Brown
Fedor Dostoyevski
Crimen y castigo Anatole France: La isla de los pingüinos
Memorias del subsuelo (Nietzsche decía que el
único escritor que le había enseñado algo de psi¬ Leopoldo Alas "Clarín": La regenta
cología era Dostoyevski, por algo será.)
Miguel de Unamuno: Niebla
León Tolstoi
Ana Karenina Benito Pérez Galdós: Miau
La muerte de Ivan Llich
Giovanni Papini: Gog
Antón Chejov: La sala número seis
George Bernard Shaw: Pygmalion
Henry Beyle Stendhal: El rojo y el negro. (Stendhal
se jactaba de ser más psicólogo que novelista.) Osear Wilde: El Retrato de Donan Gray

Franz Kafka: Carta al padre

226 227
Eugene O'Neill: El largo viaje hacia la noche

Thomas Mann:
Muerte en Venecia
Sangre de Welsas (Freud decía de esta última que
era la mejor novela contemporánea sobre el tema
del incesto.)

Vladimir Nabokov: Lolita

William Faulkner: Santuario (Faulkner decía que


antes de escribir siempre releía algo de Joyce y
algo de Freud.)
Cartas a una joven psicóloga se terminó de imprimir en
Y por supuesto las multicitadas: septiembre de 2 0 0 4 , en Grupo Balo, S A de C.V. Salvador
D í a z M i r ó n ' 7 9 9 , Col. Santa María l a Ribera, C P . 0 6 4 0 0 ,
Aldous Huxley: El mundo feliz
México, D.F.
George Orwell: 1984

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