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UNIVERSIDAD ABIERTA PARA ADULTOS

UAPA

MATERIA

HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLÍTICO Y SOCIAL

TAREA

FACILITADOR

HIPOLITO CATEDRAL DIAZ

SUSTENTANTE

SANDRA ALTAGRACIA GUEVARA LARA

MATRICULA

15-7777

Tel. 809-704-0251
Tarea V
Completa el siguiente cuadro sobre las corrientes contemporáneas del pensamiento político

Corrientes del Representantes Resumen Reflexión personal


pensamiento y/o
económica
Ilustración Según la evolución de los La ilustración en un
René Descartes movimientos artísticos, larecurso muy importante
(1596- Ilustración puede ser definidaque nos ayuda a entender
como el pensamiento culturalde una manera mas clara la
1650) dominante de la Europa del expresión de las ideas que
siglo XVII –y en algunos casos,puede concebir un hombre.
John Locke extendido hasta los albores del
(1632- siglo XIX- el cual se caracterizó
1704) por colocar el acento en la
razón y el conocimiento
humano.
Voltaire (1694 –
1778) De esta forma, según señala la
Historia del Arte, la Ilustración
Juan Jacobo puede entenderse como la
Rousseau máxima expresión de las ideas
o visiones concebidas por el
(1712 – hombre renacentista, puesto
1778) que el centro de este
movimiento viene a ser
Montesquieu precisamente la razón y el
saber del hombre, así como la
(1713-
difusión de éste, en pro de
1784) brindarle luces a la
Humanidad, que las sacara de
David Hume las tinieblas de la ignorancia,
(1711- razón por la cual además se le
denomina al siglo XVII, período
1776) en el cual se desarrolló este
movimiento, el Siglo de la
Luces.

Así mismo, siendo semilla de


los ideales que después
tomarían forma en la
Revolución Francesa, los
propulsores e intelectuales
seguidores de la Ilustración
creían fervientemente que lo
único que podía salvar a la
Humanidad de la barbarie, la
miseria, la opresión y la
ignorancia era el estudio y el
conocimiento. Igualmente,
como todo movimiento
cultural que llega a instaurarse
y erigirse como definición de
una época, la Ilustración fue
apoyada por las clases
dominantes, como la
Burguesía y la Aristocracia, lo
cual también aseguró que las
áreas en desarrollo, tanto
científicas, como artísticas e
intelectuales contaran con
gran apoyo económico y
posibilidad de desarrollarse.
Liberalismo Adam Smith (1723- El liberalismo es una
1790) filosofía política que
defiende la libertad El liberalismo en un buen
David Ricardo (1772- individual, la iniciativasentido de la palabra es una
1823) privada y limita lafilosofía que se puede
intervención del Estado y deaplicar en cuanto a la
Josiah Jucker los poderes públicos en lalibertad de expresión
vida social, económica yindividual de cada persona
John Law cultural.1 Asimismo, sesolo limitando su
identifica como una actitudintervención en lo
Francisco Melon que propugna la libertad y larelacionado al estado y los
tolerancia en las relacionespoderes públicos del
humanas, fundamentada enmismo, pues a través del
el libre albedrío (vid.liberalismo se promueve la
Escuela de Salamanca).libertad y la tolerancia de
Promueve, en suma, laslos seres humanos .
libertades civiles y
económicas y se opone al
absolutismo, al despotismo
ilustrado, al
conservadurismo, los
sistemas autoritarios,
dictatoriales y totalitarios.
Constituye la corriente en la
que se fundamentan tanto el
Estado de derecho como la
democracia representativa y
la división de poderes.
Neoliberalismo Walter Eucken El neoliberalismo se impuso
primero en Estados Unidos y
Röpke y Ludwing en Reino Unido (aunque se
Erhard experimentó previamente en
el Chile de Pinochet), y su
Von Hayek aplicación es muy distinta
entre los países del mundo.
No obstante, el patrón es el
mismo y los efectos más
similares que diferentes. Esa
es la razón por la cual
analizar el neoliberalismo
estadounidense es
especialmente útil, por ser la
forma canónica del
proyecto, para comprender
esta nueva configuración.
Para D. Kotz (2008), el
neoliberalismo
estadounidense tiene una
serie de nueve características
principales.
Esta caracterización es,
como puede intuirse,
adecuada para describir los
desarrollos recientes en
prácticamente todo el mundo
capitalista, a pesar de que
está pensada para la
economía de Estados
Unidos. Y es la combinación
de estas características la
que da lugar a una serie de
efectos que el propio D.
Kotz (2008) enumera
también: creciente
desigualdad, incremento de
la importancia del sector
financiero y sucesión de
grandes burbujas de activos.
Capitalismo Carlos Marx Es un sistema económico, que
tiene vertientes políticas y
Adam Smith sociales, en el que el capital
predomina sobre el trabajo. El
John Locke término (“kapitalism”) lo utilizó
Carlos Marx por vez primera a
David Ricardo mediados del siglo XIX. Éste
sostenía que en el sistema
Thomas Malthus capitalista los medios de
producción (dinero, tierra,
fábricas, máquinas, etc) están
en manos de una clase social
propietaria (la burguesía), en
tanto que los trabajadores
(proletarios) están
desprovistos de cualquier
pertenencia, lo que los obliga
para sobrevivir a vender lo
único que poseen, su fuerza de
trabajo, percibiendo a cambio
un salario. Pero Marx sostenía
que ese salario que percibe el
proletario no se
correspondería con el valor del
trabajo realizado, por el
contrario, una parte del mismo
(la plusvalía) se la apropiaría el
capitalista, dando lugar a una
acumulación de capital. El
salario tan sólo permitiría
reproducir la fuerza de trabajo
(los obreros) y con él
únicamente se atenderían las
mínimas necesidades de
subsistencia (alimento, vestido
y poco más).
Marxismo Karl Heinrich La economía marxista es la
Marx escuela de pensamiento
económico inspirada en la
Friedrich Wilhelm obra de Karl Marx. La
Nietzsche mayoría de los conceptos
fundamentales de esta
George Edward escuela fueron desarrollados
Moore por Marx en su obra
principal El capital; entre
José Ortega y ellos, fuerza de trabajo,
Gasset lumpemproletariado,
proletariado y burguesía (en
sentido de clase social),
lucha de clases, plusvalía,
Louis Althusser materialismo histórico,
explotación y la teoría del
Thomas Samuel valor trabajo.
Kuhn
Marx representa un hito
fundamental en la historia
del pensamiento económico.
Muchos académicos hacen
una distinción entre la
economía marxista y el
marxismo, manifestando que
hay una separación
intelectual clara entre los
principios económicos
expuestos por Marx y su
apoyo al socialismo
revolucionario y la
revolución del proletariado

2. Lee de manera crítica el material colocado en la plataforma (pagina 12 a la 53) y elabora


un informe de lectura

El liberalismo irrumpe en la historia de las ideas, con el afán de poner límites al totalitarismo y
abuso del poder centralizado de los estados absolutistas que habrían caracterizado a las
monarquías europeas, sobre todo hasta la Constitución Inglesa primero y la Revolución Francesa
luego. Asoman como particularmente importantes en tal sentido, las obras de John Locke (1632-
1704) y el varón de Montesquieu (1689 – 1755). El primero, en medio de la fermental polémica
sobre los alcances de la soberanía popular y formas de gobierno en la Inglaterra del Siglo XVII,
haría hincapié en su Tratado sobre el Gobierno Civil (1690), en el concepto de la soberanía popular,
la libertad religiosa y la separación entre Iglesia y Estado, rechazando el Derecho Divino y las
prerrogativas de un Estado totalitario. El segundo mientras tanto, en El espíritu de las Leyes (1748)
abogaría por algunas instituciones fundamentales en la Declaración de Derechos del Hombre,
como ser la separación de los poderes y el rol de los cuerpos intermedios.

Estas posturas serán reforzadas por notorias voces del siglo XVIII que defenderán los derechos
individuales y la libertad en todas sus expresiones, principios básicos que distinguieron desde
entonces a todo liberal. Es en estas materias que comienzan a vincularse los principios políticos y
económicos del liberalismo, en el marco de las primeras transformaciones ocurridas con la
revolución industrial. Voltaire, por ejemplo, en sus Lettres anglaises señalaría categóricamente que
“el comercio, que ha enriquecido a los ciudadanos de Inglaterra, ha contribuído a hacerlos libres, y
esta libertad a su vez ha dilatado el comercio, formándose así la grandeza del Estado”. He aquí la
esencia del liberalismo económico y político: la libertad de comercio y la libertad del individuo van
de la misma mano, y se transforman en palanca del bienestar general.

La obra de Marx es muy extensa, y por lo tanto compleja. Desde nuestro punto de vista cobra
relevancia el período que va desde 1843, año en que se hace comunista en París, hasta su muerte
acaecida en 1883. Además de extensa, su obra pretende ser pluridisciplinaria (con abordajes desde
la historia, economía, filosofía y sociología), además de abiertamente política.

La amplitud de su obra ha llevado a muchos a distinguir la etapa del Marx joven y del Marx
maduro. La primera incluye todos sus escritos realizados hasta 1848, aunque, indudablemente los
más interesantes son los que escribe luego de su estancia en París, en 1843: “Crítica de la filosofía
del derecho de Hegel”, “Manuscritos de París”, y en conjunto con Engels, “La Sagrada Familia”.
También es de esta época “La Ideología Alemana”, de 1846, que escribiera junto a Engels, y se
publicara por primera vez en ruso, en el año 1924. En esta obra, los dos autores describen en
forma muy clara su materialismo histórico. En 1847 publica “Miseria de la Filosofía”, donde intenta
responder la “Filosofía de la Miseria” de Proudhon. La última obra de este período “joven” de
Marx, es el panfletario e histórico “Manifiesto Comunista” de 1848. Su segunda etapa está signada
por una mirada mucho más económica y sociológica que filosófica. Aquí debemos rescatar la
“Contribución a la crítica de la economía política” de 1859, y su obra maestra de tres tomos,“El
Capital” (1867), de los cuáles solo el primero fue totalmente escrito por Marx, ya que los dos
restantes fueron completados por Engels. Su último gran trabajo, es “la crítica del programa de
Gotha”, esto es, el documento de 1875 que da origen a la unión de los dos partidos socialistas
alemanes.

Se comprenderá que a lo largo y ancho de estas obras, han sido muchas las elaboraciones propias
del marxismo. Entre ellas cabe mencionar especialmente al materialismo histórico.

A nuestros efectos hay un fenómeno histórico que por sus características y consecuencias, creemos
que notoriamente marca un antes y después no solo en la historia del pensamiento social y
político, sino además, y fundamentalmente, en la forma de organizarnos socioeconómicamente
como civilización humana. Ese hecho histórico, a partir del cuál podemos entender a las corrientes
del pensamiento contemporáneo, es sin duda la revolución industrial. Como veremos en la nota
central, las consecuencias sociales y económicas de la revolución industrial dieron lugar al origen
de las ciencias sociales y económicas. Es así, por ejemplo, que Adam Smith escribe su influyente
ensayo sobre “La Riqueza de las Naciones” –reconocido casi unánimemente como fundador de la
ciencia económica- en el año 1776; en tanto Saint Simon y Comte comienzan sus análisis del
“industrialismo”, sobre principios del Siglo XIX, abriendo con sus escritos, todo un hilo conductor
fundante de la sociología, que recorrerían entre otros, Spencer, Marx, Durkheim, Tönnies y Weber.

La crisis que este hecho histórico generaría, no quedaría circunscripto a teorizaciones en el marco
de las nacientes ciencias sociales, sino que también darían lugar a reflexiones filosóficas y sociales,
además de experiencias concretas de organización política, social y económica que solo
comprendidas en su conjunto, pueden considerarse como el piso sobre el cuál se fueron
constituyendo verdaderas corrientes con influencia en la historia concreta del mundo entero
durante los siglos XIX y XX. De esta manera, socialismo utópico, liberalismo, marxismo,
anarquismo, socialcristianismo, fascismo, socialdemocracia, neoliberalismo, comunitarismo, etc.,
se constituirán en algunas de las corrientes sobre las que reflexionaremos en próximas entregas.

Valgan dos precisiones iniciales sobre la revolución industrial. En primer lugar, digamos que ésta es
un hecho histórico concreto que podemos ubicar en un lugar y momento preciso: Inglaterra, en la
segunda mitad del siglo XVIII, de tal manera que la difusión y desarrollo en otros contextos espacio
– temporales deberán ser reconocidos como “procesos industrializadores”. En tal sentido, Francia
tuvo el suyo en la primera mitad del siglo XIX; Alemania y Norteamérica en la segunda mitad; Rusia
a fines de siglo; en tanto América Latina, lo hizo fundamentalmente entre principios y mediados de
este siglo.

En segundo lugar digamos que más que una Revolución Industrial, hubo una “Revolución Industrial
y Agraria”, en el sentido que ocurrieron cambios importantes en el ámbito de las manufacturas,
pero también los hubo, y de gran significación, en el plano de la transformación de las condiciones
de vida en las áreas agrícolas. Condiciones de vida, que estuvieron básicamente inalteradas
durante alrededor de cuatro mil años.

En ese sentido, siguiendo a Toynbee y Sombart, tenemos que los grandes cambios del sistema
agrícola, industrial y social en general fueron, entre otros:

La destrucción del sistema medieval de cultivo de la tierra

El vallado de las tierras comunales y sin cultivar para su explotación individual y la concentración
de las pequeñas explotaciones formando otras mayores

El constante y rápido crecimiento de la población a partir de la década de 1750

La disminución de la población agrícola que se traslada al medio urbano. Algunos logran insertarse
laboralmente y otros engrosan los primeros “cinturones de pobreza” en las ciudades.

La paulatina y constante sustitución del sistema doméstico de producción, por el sistema fabril

El incremento de las fábricas por la introducción de las máquinas y la expansión del comercio
como consecuencia del desarrollo de las comunicaciones.

Llegado a este punto, sin embargo, todavía no hemos visto la principal característica de la
revolución industrial. En efecto, todos los fenómenos reseñados son de alguna manera secundarios
y subalternos al cambio más fundamental: el desarrollo de la economía de mercado.

Según la tesis de Karl Polanyi, la economía de mercado fue hasta la revolución industrial una
institución minoritaria y apenas incidental en la vida de las diferentes civilizaciones, estando la
economía por lo general, sumergida a las relaciones sociales que ocurren entre los hombres. En
ese sentido, tanto en una pequeña comunidad como en una vasta sociedad despótica, el sistema
económico será administrado por motivaciones no económicas. Los etnógrafos modernos, por su
parte, parecen convenir en algunas características comunes a las sociedades pre-industriales:
ausencia de motivación de ganancia; ausencia del principio de trabajar por una remuneración;
ausencia del principio del menor esfuerzo; y ausencia de "cualquier institución separada y distinta
basada en motivaciones económicas".

La Revolución , sin embargo, con el surgimiento de las máquinas y la producción fabril, desataría el
desarrollo y posterior hegemonización de las lógicas mercantiles. La explicación, dada en forma
simple es que solo podrán costearse las máquinas por el comerciante si éstas son capaces de
producir grandes cantidades de bienes. Los bienes a su vez deben tener asegurado un mercado
para las ventas. Para ello es necesario contar con todos los factores necesarios en la producción.
Estos, a su vez, deberán estar disponibles en la cantidad necesaria para quien quiera comprarlos. Y
eso solo es posible con un mercado de bienes, y de hombres trabajadores que funcione sin
interferencias ni regulaciones, en fin, con un mercado autoregulado.

Bajo el sistema feudalista, la tierra y la mano de obra formaban parte de la propia organización
social. La tierra, por ejemplo, era el elemento central del orden feudal y de las instituciones de la
época: todo lo referido a su propiedad, administración, etc., estaba alejado de la lógica de la
compra y la venta, y sometida a un conjunto de regulaciones institucionales enteramente
diferentes.

Lo mismo sucedía con la mano de obra: con el sistema gremial las relaciones del maestro - oficial -
aprendiz; y sus salarios, estaban regulados por las costumbres y leyes del gremio y la ciudad.
Ejemplos en el campo jurídico de salvaguardar a la tierra y el trabajo del circuito mercantil fueron
el Estatuto de Artífices (1563) y la Ley de Pobres (1601), además de las políticas de
anticercamientos de los Tudor y los primeros Estuardo en Inglaterra. Justamente todas estas
instituciones dejarían de funcionar con el advenimiento de la economía de mercado.

Esto significa que recién en el Siglo XIX la sociedad se subordinó a la economía; o dicho con
palabras de Polanyi, "una economía de mercado solo puede existir en una sociedad de mercado".
En ese caso, todos los componentes de la economía, incluida la tierra y la mano de obra, estarán
incluidos en el sistema de mercado, o dicho de otra manera, todos los factores de producción
serán considerados mercancías destinadas a la venta, y sujetas al mecanismo de la oferta y
demanda. De esta forma, tierra, mano de obra y dinero deben organizarse en mercados. Esto a
pesar que la tierra y la mano de obra no son mercancías; ni siquiera el dinero que es un símbolo
del poder de compra que por lo general no se produce, sino que surge a través del mecanismo de
la banca o de las finanzas estatales.

Conscientes de la crisis generada por esta “dislocación social”, las grandes masas populares
comienzan a crear sus espacios de lucha contra el mercado autoregulado, constituyendo por
ejemplo, el moderno sindicalismo.

Es en este marco que se origina una fuerte disputa acerca de cómo debería volver a organizarse
una sociedad que de esta manera mostraba enormes signos de crisis. La historia de las ideas del
siglo XIX, que comenzaremos a repasar a partir del próximo número serán testigos de esa disputa.
Decimos que el liberalismo es una corriente especialmente compleja por varias razones. En primer
lugar, es una corriente que ha influido en tres de las dimensiones fundamentales del pensamiento
contemporáneo, esto es, la política, la filosofía y la economía. Se comprenderá entonces cuán
complejo es unificar criterios entre postulados tanto de políticos como filósofos y economistas.

En segundo lugar, el liberalismo es una corriente que hunde raíces al menos en el siglo XVII, y que
desde entonces ha venido desarrollando sus ideas hasta hoy en día. Esto hace que tengamos que
distinguir viejos y nuevos liberalismos, agregando un nuevo elemento de complejidad.

En tercer lugar, el liberalismo se ha transformado en una corriente compleja por la simple


constatación de que subsisten notorias diferencias internas entre sus adeptos. Por ejemplo, así
como en el siglo XVIII había liberales demócratas, hubo otros que jamás creyeron en el sufragio
universal; en los tiempos que corren, por su lado, hay liberales que creen en las bondades de cierta
intervención estatal y otros que persiguen un Estado de tipo laissez-faire.

Finalmente, y sin ánimo de descartar otras razones, el liberalismo se distingue por ser una
corriente más difusa que otras en cuanto no se la puede vincular a un autor determinado, sino a
varias fuentes dispersas en el tiempo y en el espacio. Fruto de lo anterior, resulta que el liberalismo
es quizá la corriente más compleja de todas las que iremos desarrollando en esta sección de
“corrientes del pensamiento contemporáneo”.

No sorprende entonces que entre los propios liberales existan dificultades para ponerse de
acuerdo acerca del alcance y los límites de sus propuestas. Para descomplejizar en algo este
panorama, podemos hacer una primer distinción entre el viejo y nuevo liberalismo; así como entre
liberalismo político y liberalismo económico. Estos distingos, sin embargo, no deben llevarnos a
pensar que, por ejemplo, liberalismo político y liberalismo económico son dos corrientes disímiles.
Más bien creemos que tienen una raíz en común, como veremos luego.

Por lo demás, en esta ocasión nos detendremos en el viejo liberalismo, esto es, en sus orígenes y
primer desarrollo. En otra ocasión nos referiremos al neo-liberalismo.

El liberalismo irrumpe en la historia de las ideas, con el afán de poner límites al totalitarismo y
abuso del poder centralizado de los estados absolutistas que habrían caracterizado a las
monarquías europeas, sobre todo hasta la Constitución Inglesa primero y la Revolución Francesa
luego. Asoman como particularmente importantes en tal sentido, las obras de John Locke (1632-
1704) y el varón de Montesquieu (1689 – 1755). El primero, en medio de la fermental polémica
sobre los alcances de la soberanía popular y formas de gobierno en la Inglaterra del Siglo XVII,
haría hincapié en su Tratado sobre el Gobierno Civil (1690), en el concepto de la soberanía popular,
la libertad religiosa y la separación entre Iglesia y Estado, rechazando el Derecho Divino y las
prerrogativas de un Estado totalitario. El segundo mientras tanto, en El espíritu de las Leyes (1748)
abogaría por algunas instituciones fundamentales en la Declaración de Derechos del Hombre,
como ser la separación de los poderes y el rol de los cuerpos intermedios.
Estas posturas serán reforzadas por notorias voces del siglo XVIII que defenderán los derechos
individuales y la libertad en todas sus expresiones, principios básicos que distinguieron desde
entonces a todo liberal. Es en estas materias que comienzan a vincularse los principios políticos y
económicos del liberalismo, en el marco de las primeras transformaciones ocurridas con la
revolución industrial. Voltaire, por ejemplo, en sus Lettres anglaises señalaría categóricamente que
“el comercio, que ha enriquecido a los ciudadanos de Inglaterra, ha contribuído a hacerlos libres, y
esta libertad a su vez ha dilatado el comercio, formándose así la grandeza del Estado”. He aquí la
esencia del liberalismo económico y político: la libertad de comercio y la libertad del individuo van
de la misma mano, y se transforman en palanca del bienestar general.

La exacerbación de los beneficios de la libertad individual, conduce luego a fomentar ciertas


conductas egoístas. El utilitarismo liberal ha sido muy preciso en ese sentido. Mandeville, por
ejemplo, en su Fábula de las Abejas (1723), concluye que los vicios de los individuos son un
beneficio para la sociedad: si todos nos comportamos de forma egoísta e individualista, la sociedad
en su conjunto será la beneficiada. Se comprenderá como estas ideas han contribuído a desarrollar
el actual neoliberalismo. Otros autores que siguieron esta lógica son Sir James Stewart, Jhon
Millar,Vico, o el más conocido Adam Smith.

Efectivamente, será Adam Smith (1723 – 1790), quien mejor desarrollara los principios del
liberalismo económico. En su célebre obra de 1776, Ensayo sobre la naturaleza y las causas de la
riqueza de las naciones, sentaría las bases de la visión liberal de las ciencias económicas, al hacer
hincapié en la concurrencia entre el interés individual y el interés general, la propiedad privada, y
el origen de la riqueza por medio de la división del trabajo. “No esperamos nuestra comida de la
benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero; la esperamos del cuidado que ellos
tienen de su propio interés. No nos dirigimos a sus sentimientos humanitarios, sino a su amor de
si mismos, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de las ventajas que ellos sacarán”.

Estas ideas entonces, que vinculaban con especial hincapié los derechos individuales junto a la
libertad en todas sus manifestaciones –incluídas las económicas-, impulsadas primero por algunos
aristócratas y luego por la fortalecida burguesía industrial y comercial, se transformarían en la
corriente más importante del Siglo XIX. En tal sentido, el liberalismo tuvo un particular suceso en la
organización sociopolítica y económica de Europa, de los Estados Unidos de América, y también de
nuestro continente latinoamericano.

Conviene precisar sin embargo, que la absoluta libertad en materia económica sin intervención del
Estado (doctrina del laissez faire – laissez passer), puesta en funcionamiento claramente en los
mercados internos del trabajo sobre mediados del siglo XIX, solo generaría un enorme caos social
y aumentos de la pauperización, lo que condujo nuevamente a replantear la necesidad de las
regulaciones por parte incluso de algunos liberales.
A eso debemos sumar que si bien se propugnaba la menor intervención posible del estado al
interior de las economías, el Siglo XIX se caracterizó por políticas de férreo proteccionismo en
materia de comercio exterior por parte de las naciones más ricas.

“Ya en la década de 1830, el Parlamento inglés había empezado con vacilaciones a promulgar leyes
fabriles regulando las horas y las condiciones de trabajo, aunque toda esa legislación limitaba la
libertad de contratación, y era pues contraria no solo a la tendencia de la primera legislación liberal
sino también a la teoría generalmente sostenida de lo que debía ser la política liberal.

A medida que avanzaba el S. XIX, el volumen de la legislación social creció gradualmente hasta que,
en opinión de observadores competentes, a fines del tercer cuarto del siglo, el Parlamento había
descartado efectivamente al individualismo como su principio orientador y había aceptado el
colectivismo.

El liberalismo, tal como se había entendido, estaba a la defensiva y, mediante una curiosa
anomalía, la legislación promulgada en interés del bienestar social y, por lo tanto, de la mayor
felicidad, iba en contra de las ideas liberales aceptadas”.

Entre los años 1760 y 1809 nacieron una serie de autores que influidos por los dramas sociales
originados por la revolución industrial, plantearían con fuerza la necesidad de oponerse al
individualismo promoviendo diversas fórmulas asociativas y comunitarias, y divulgando por
primera vez el término “socialismo”. Serán Marx y Engels quienes -de forma algo despectiva- se
referirán a estos autores como “utópicos” en clara oposición al “socialismo científico”. Lo hacían
en referencia a aquellos que, por el momento histórico en el que les tocó vivir, no pudieron
enfrentarse al pleno desarrollo de la industria, del proletariado y de la lucha de clases. Sin
embargo, como señala Buber, "luego se aplicó el concepto sin distinción a todos aquellos que,
según Marx y Engels, no querían, o no podían -o no podían ni querían- tomar en cuenta esos
factores". Entre los autores más notorios haremos hincapié especialmente en Robert Owen,
Charles Fourier, Pierre-Joseph Proudhon y Philippe Buchez.

Para Fourier, el trabajo debería ser en sí mismo agradable y atractivo, además de beneficioso desde
el punto de vista económico. Para ello, este verdadero adelantado, sostenía la tesis de que todo
trabajador debería realizar más de una tarea a los efectos de evitar la rutina en el trabajo. En las
pequeñas comunidades de Fourier, de hecho, cada trabajador tenía derecho a elegir el trabajo que
quisiera de acuerdo a sus necesidades. Las comunidades, para ello, debían cumplir con una serie
de requisitos: un número ideal de 1600 personas, con una determinada cantidad de tierra para
explotar, un sistema de educación que permitiera que los niños siguieran naturalmente sus
inclinaciones, vida tan en común como las familias quisieran (lo que habilitaba la propiedad
privada), etc. Sin embargo, en vida, Fourier nunca recibió apoyo económico para fundar estas
comunidades. De hecho, los primeros falansterios se desarrollaron en Norteamérica, a influjo de
Albert Brisbane (1809-1890), quien logra fundar junto a otros discípulos de Fourier algunos de
éstos sin mayores éxitos, salvo en los casos en que se basaron más en los lineamientos
cooperativos propiamente dichos.
Robert Owen fue uno de los verdaderos antecesores del movimiento cooperativo, no sólo por lo
que hizo en vida, sino también por el hecho que algunos de sus discípulos fundaron la sociedad
cooperativa de los "Rochdale Pioneers". Este reconocido y atípico empresario soñaba con
comunidades de trabajo donde se disolviera por completo la propiedad privada, lo que lo
diferenciaba de Fourier claramente. Otra de las diferencias es que para Owen la base de
producción debía ser agrícola, en tanto para Fourier era necesaria la poliactividad productiva. Sus
ideas, no obstante, se irían tiñendo de notorias referencias religiosas (El nuevo mundo moral), lo
que lo alejaría de una reflexión más objetiva sobre las potencialidades reales de las comunidades
de trabajo. Entre las cientos de cooperativas fundadas por Owen y William Thompson, entre 1825
y 1835, destaca la idea oweniana de una "bolsa nacional" donde se intercambiaban los productos
por medio de "billetes de trabajo", idea que vuelve a resurgir con fuerza en nuestros tiempos.

Philippe Buchez puede ser considerado ciertamente el "padre del cooperativismo francés". Siendo
discípulo de Saint Simón, abandonó sus tesis cuando aquel comienza a incursionar en el plano
religioso. Buchez, de fuerte formación católica, señala en su libro Introduction à la science de
l'histoire que la etapa de la humanidad iniciada con la venida del cristianismo, estaba destinada a
desarrollar los valores de igualdad, fraternidad y caridad. La Iglesia Católica, y las asociaciones de
obreros y productores tendrían en tal sentido un alto nivel de responsabilidad para que ello
ocurriera así. Su notorio acercamiento a las clases trabajadores queda testimoniado con el
periódico L'Atelier, "órgano de los intereses morales y materiales de la clase obrera". Este órgano,
que saldría entre 1840 y 1850, tenía por lema las palabras de San Pablo "el que no trabaja no
come". Buchez, es considerado por muchos, uno de los fundadores del pensamiento social-
cristiano, o socialista-cristiano, como se divulgaba en la época.

Para Pierre Joseph Proudhon, tanto el Estado como las asociaciones contribuían a limitar la libertad
del individuo. Para el autor de la "Filosofía de la Miseria" la clave era la familia. Sin embargo,
Proudhon salto a la fama por algunas de sus consignas radicales ("La propiedad es un robo", "Dios
es el mal", etc.), las que sin embargo se relativizan una vez que se conoce la obra suya
completamente. Por ello es que Touchard señala que "nada resulta más fácil que oponer a un texto
de Proudhon otro de Proudhon". De hecho, la propiedad privada era admitida por el autor, sólo
que criticaba duramente la forma en que era utilizada en la época. A diferencia de otros autores
del "socialismo utópico", Proudhon era firme partidario del igualitarismo en la sociedad: "La
igualdad de las condiciones, he aquí el principio de las sociedades; la solidaridad universal, he aquí
la sanción de esta ley", declara en su primer ensayo sobre la propiedad. Para este autor, la
asociación mutualista se erige como la posible solución de los problemas sociales, en la cuál los
miembros asociados se garantizan recíprocamente "servicio por servicio, crédito por crédito,
retribución por retribución, seguridad por seguridad, valor por valor, información por información,
buena fe por buena fe, verdad por verdad, libertad por libertad, propiedad por propiedad"

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