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Aristóteles – B.

El ser y el ente

versal superior una nueva idea; por ejemplo, sobre la idea de hombre en sí
y el hombre particular se encuentra en plano superior un «tercer hombre»
(argumento del trÖtoj •nqrwpoj), y sobre éste y los anteriores todavía otro,
y otro y otro, sin poder llegar jamás a una primera idea.
Nuevo concepto de realidad. La crítica de Aristóteles sería aplastante solo
con una condición o supuesto, y aquí de nuevo el problema. Aristóteles
admite que el ser particular del mundo visible posee una propia realidad;
más aún, es él la propia realidad. Así naturalmente las ideas de Platón apa-
recen como algo al margen de las cosas. Pero Platón puede responder: para
mí estas cosas singulares no tienen propio ser ni realidad y por ello no es
exacto que yo haya duplicado el mundo; cuanto son los seres individuales
lo son exclusivamente en virtud de la idea. La idea no está al margen o al
lado de las cosas, sino que se muestra, aparece en las cosas; y solo así le
es dado manifestarse. No hay un doble ser, sino el ser de la idea. Una
cosa aparece clara en esta problemática, el nuevo concepto de realidad que
introduce Aristóteles frente a su maestro. Para él es real la cosa individual
concreta, y ésta es siempre una cosa del mundo sensible; pues lo contra-
puesto al mundo ideal de Platón es ahora el mundo visible de Aristóteles
con sus cosas sensibles individuales. Esta actitud de Aristóteles frente a
Platón es la que ha fijado el concepto de realidad durante siglos, hasta los
comienzos del idealismo en la Edad Moderna y ha tenido la culpa de que
cuando se habla de realidad se entienda, por lo común, exclusivamente
objetos del mundo natural. Como si el alma no fuera cosa real y como si
las relaciones lógicas y los valores no constituyeran, por ejemplo, algo real y
aere perennius. ¿Con qué derecho en el pensamiento moderno la auténtica
realidad se contrae tantas veces al solo mundo sensible? Aristóteles no ha
dado razón alguna de ello; no se plantea la cuestión. Su posición es solo
eso, una posición, un punto de vista.
Sustancia segunda. Pero ahora nos espera una sorpresa. Aristóteles no va
a quedarse en la sustancia primera. Es ésta, para él, ciertamente esencia, y
lo permanente y el fundamento de un complejo de apariencias y manifes-
taciones cambiantes. Pero Aristóteles avanza un paso más y se pregunta qué
es aquello que hace que la sustancia primera sea lo que es. Es decir, viene
como a suponer una esencia de la esencia. Sócrates es, en cuanto sustancia, el
núcleo central de todos los fenómenos a él vinculados. Pero cabe preguntar
de nuevo: ¿qué es propiamente esta misma sustancia Sócrates? La respuesta
es: Sócrates es hombre. De forma que viene ahora a entenderse lo que es.
Sócrates desde lo general, desde la esencia. Esto universal, «específico»,
constituye su ser esencial, el t’ tÖ √n eçnai. Es la sustancia segunda (deutöra
oŸsÖa). Y Aristóteles nos asegura que esta sustancia segunda es en cuanto
a la naturaleza, natura, algo anterior y más conocido (pr“teron tÕ f⁄sei
kaà gnwrimËteron. Met. Z, 3; D, 11; Phys, A, 1; Anal, pr. A, 2). Hace de

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