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-”... Sabes muy bien que por ser la más chica de las mujeres
a tí te corresponde cuidarme hasta el día de mi muerte,
Dicho esto, Mamá Elena se puso lentamente de pie,
guardó sus lentes dentro del delantal y a manera de orden
final repitió:
- Por hoy, hemos terminado con esto!
Tita sabía que dentro de las normas de comunicación de la
casa no estaba incluido el diálogo pero aún así, por primera
vez en su vida, intentó protestar a un mandato de su madre.
-Pero es que yo opino que...
iTú no opinas nada y se acabó! Nunca, por generaciones
nadie en mi familia ha protestado ante esta costumbre y no
va a ser una de mis hijas quien lo haga. Tita bajó la cabeza y
con la misma fuerza en que sus lágrimas cayeron sobre la
mesa, así cayó sobre ella su destino..."
El recuerdo de innumerables situaciones de opresión vividas
frente a los adultos, surge al leer este asfixiante diálogo entre una
madre y su hija, extractado de la novela "Como Agua para
Chocolate”, de Laura Esquivel: la obediencia ciega al deseo y la
imposición de los padres es una conducta universal durante la
infancia. ¿Nos queda acaso, alguna opción para no caer en el
desamparo?
Percibimos la conducta de nuestros padres desde el primer
día de vida ya que de bebés dependemos totalmente de ellos
para sobrevivir. Cuanto más chicos somos, menos posibilidades
tenemos de desobedecer.
Las frustraciones provocadas por la enseñanza que no
imponen nos van condicionando: las palabras paternas, los gritos
y las peleas, las exigencias y la ideología familiar se nos vuelven
algo interno. Nos damos cuenta desde muy temprano quien tiene
el poder y hacemos alianzas: papá el malo y mamá la buena, o a
la inversa. Tanto nos amoldamos a sus estilos que llega el
momento en que no sabemos quienes somos.
uestiona, a lo
paterno. El niño obedece, no pregunta, no se c
so, los m
sumo sufre; por e andatos implican un alto grado de
violencia. Los hombres no lloran, las nenas que juegan a la
pelota son varoneras, son mandatos que se imponen como
verdades, y tendrá que pasar mucho tiempo para poder hacerles
frente.
Adan y Eva transgredieron el mandato y como consecuencia
sufrieron la expulsión del paraíso. Toda nuestra educación está
marcada por el temora desobedecer. Crecemos con miedo, y
tanto nos acostumbramos a responder a las expectativas de los
otros, que ya no sabemos qué pensamientos son en realidad
nuestros. Se nos han vuelto automáticos e inconcientes,
gobernando cada día de nuestra vida. Hoy, ya siendo adultos,
tenemos el derecho a preguntarnos si queremos seguir viviendo
de la manera en que lo estamos haciendo. Para crecer no nos
queda otra alternativa que cuestionar los mandatos. Si nos
atrevemos, podremos preguntarnos: ¿Es esto lo que realmente
quiero para mí? Pregunta básica que abre un mundo de
posibilidades.
La influencia de la dinámica familiar en la Vida de las
personas provoca diferentes reacciones. En el trabajo de
sanación, Mirta descubre que cada vez que se acerca a su
pareja actual en busca de cariño, si él no se lo da en forma
inmediata, siente el mismo desamparo que padecía de niña, ya
que -según ella recuerda - mi madre jamás me acariciaba.
Cuando entendemos que le estamos reclamando a nuestra
pareja lo que no pudimos pedirle a nuestras figuras significativas,
estamos en condiciones de recibir la respuesta del otro como
algo propio de su historia, que seguramente nada tiene que ver
con la nuestra. En ese momento limpiamos el campo de la
relación actual y el desamparo revivido comienza a desaparecer.
otra parte, ambos afirman que discuten por causa de los hijos y
Anónimo
PROCESO DE SANACIÓN DE
NUESTRO NIÑO INTERIOR
Cuando yo era niño, hablaba como un niño,
pensaba como niño, juzgaba como niño; más
cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.
Ahora vemos como en un espejo, oscuramente...
(1era Epístola de San Pablo a los Corintios)
No Servís.
No podés.
Tené Cuidado.
Aguantá.
No llorés.
No te mostrés débil.
Sos tonta.
Incapaz.
Atrevido.
Egoísta.
No seas molesto.
Bajate de la capota.
Sos rebelde.
Callate la boca.
Haragana.
Nadie me quiere.
No podré nunca.
No vale la pena.
No soy capaz.
Soy gorda.
Soy flaca.
No debo.
Tengo miedo.
Voy a esperar.
¿Y si me equivoco?
Ya es tarde.
A mí no me va a pasar
Valés mucho.
Me acepto.
Estoy a tiempo.
Confío en mí
.
Soy la dueña de mi propia vida.
Si yo lo creo, es cierto.
Branden Nathaniel Dr., "If you could hear what I cannot say”,
Bantam Books, N.Y., 1983.
Chopich Erika J., Ph.D., and Margaret Paul, Ph.D., “Healing your
aloneness, Workbook”, Harper San Francisco, 1993.
Weiss Laurie, M.A., “An action plan for your Inner Child:
Parenting Each Other”, Health Communications, Inc., Deerfield
Beach, Florida, 1987.