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Introducción
En el Simposio anterior nuestra comunicación tuvo por finalidad poner de manifiesto por
qué la tragedia griega había contribuido a la configuración espiritual de Europa, en tanto
experiencia religiosa de la que participaba todo ciudadano.
El poeta como educador, en el sentido más noble del término, brindaba con su obra a los
demás hombres una interpretación del pasado mítico en una tarea de contemplación,
interiorización y proferición renovada y trasegada de lo divino. Tal interpretación del poeta trágico
se constituía en punto de referencia para los miembros de la polis. Del mythos y de la obra
poética (de la tragedia, en particular) aprendía la relación íntima entre el orden de lo divino y de lo
humano, la realidad del límite y de la temible y terrible realidad de la hybris (principio de
destrucción).
Si, pues, toda tragedia es imitación de una acción esforzada y completa (Poet., c.6, 1149b
20 a 1149b 30) eran elementos necesarios:
1- Que la acción imitada poseyera un telos y que, por tanto, implicara elección. Por ello se
imitan hombres y no animales; más no se imitan hombres sino acciones humanas en un
momento determinado.
2- Que las situaciones imitadas inspirasen compasión y temor para cumplir con su fin: la
purgación o katarsis de las afecciones. Afecciones que se siguen de la consideración de la
precariedad de la vida humana. Temor por el destino que se no ha fijado, temor de
agravarlo, de no darle cumplimiento, de cometer ‘υβρις. Temor a la desmesura que
“aequam serva menten, comprime linguam” (Mantén clara la mente, retén la lengua)
Dr. Santiago Alejandro Frigolé Academia de Humanidades – FFyL-UNCuyo
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4- Que el lance patético los enfrentara al dolor, en tanto este vía de conocimiento: “Esquilo
advierte que el dolor es inherente a la naturaleza humana; entonces da un solución que
pretende explicar su existencia, que corresponde a un dimensión purificadora y
plenificadora, pero sobre todo cognoscitiva. Es imposible para Esquilo el verdadero
1
conocimiento si se excluye el dolor” .
Dada la ausencia de la necesaria relación del orden divino y del orden humano, entre los
elementos mencionados como esenciales en la tragedia griega, con Calderón Bouchet afirmamos
la inexistencia de la cultura europea en el sentido estricto y clásico del término, pues dicha
relación se encuentra en su cimiento:
(…) De acuerdo con lo que venimos de afirmar, sin una religión viva no hay proceso
cultural propiamente tal porque la formación espiritual del hombre es imposible. Sin la
realización del hombre interior, los logros externos de la cultura se anemian, faltos de vigor,
de autoridad y sentido, y el espíritu, sin raíces, se echa sobre los instintos, los exalta, los
glorifica y trata de convertirlos en los proveedores de sangre de una espiritualidad parásita.3
Así pues y como afirmáramos anteriormente los elementos de la tragedia griega presentes
en el devenir histórico contemporáneo de Europa son la hybris y la destrucción que sigue a ésta.
1
Ibídem, p. 52. Las negritas son nuestras.
2
CALDERÓN BOUCHET, La ciudad griega, Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1998, pp. 39.
3
Ibídem, p. 41
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En primer lugar, debemos aclarar que nos referimos al Silmarillion, obra que contiene la
tradición mítica de la que bebe El Señor de los Anillos. De la misma, hemos tomado algunos
personajes y sucesos arquetípicos que a continuación analizaremos y de los que ensayaremos una
interpretación: el intento es pues comprender la praxis por medio de una praxeos mímesis, por
considerarlos pertinente para nuestro propósito: hacer patentes mediante imágenes ciertas
verdades que de otro modo nos quedarían vedadas o nos serían de una difícil comprensión. Una
objeción que podría plantearse es si no estamos forzando una interpretación que Tolkien no
pretendió. A esta objeción puede responderse que el carácter simbólico no alegórico de la obra
habilita a la una amplia interpretación y aplicación de los símbolos. Por otra parte, por lo menos
más de una vez el mismo Tolkien hizo uso de los símbolos de sus obras para aplicarlas al mundo
primario, pues como afirma “El mío no es un mundo imaginario, sino un momento histórico
imaginario de la Tierra Media, que es el lugar donde vivimos”4. Sobre esta relación entre el mundo
primario y el mundo secundario producto del arte el Filòlogo de Oxford nos brinda innumerables
ejemplos en sus cartas:
Espero que antes de no mucho puedas disponer de más tiempo libre en el África
genuina. Lejos de los «sirvientes menores de Mordor». Sí, creo que los orcos son una creación
tan real como la que más en la literatura «realista»: tus vigorosas palabras describen bien la
tribu; sólo en la vida real están en ambos bandos, claro está. Pues lo «novelesco» se desarrolla
a partir de la «alegoría», y sus guerras derivan aún de la «batalla interior» de la alegoría en la
que el bien está en un bando y varios modos de maldad en el otro. En la vida real (exterior) los
hombres están en ambos bandos: lo cual significa una colorida alianza de orcos, bestias,
demonios, hombres sencillos naturalmente honestos y ángeles. Pero, por cierto, ¡significa no
poco quiénes sean tus capitanes y si per se se asemejan a los orcos! Y de qué se trata todo (o
se piensa de qué se trata). Aun en este mundo es (más o menos) posible estar en uno u otro
bando, el malo o el bueno (Cartas, p. 101)
4
Carpenter, Letters, Carta 183, Notas sobre la crítica de El Retorno del Rey de W.H. Auden, p. 286.
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Lo que nos presenta la obra de arte, y más concretamente las del arte poético, en este
caso El Silmarillion, es algo meramente ideal, en el sentido de algo perfecto. Incluso aunque lo
representando sea algo feo o malo (como la figura de Morgoth o Ungoliant), nos parece
admirable. Y nos parece así en virtud de la perfección con que está dotada la realidad representada
sólo en tanto está ligada a esa representación5.
Si se leen los primeros capítulos del Silmarillion en clave griega podrá descubrirse que la
desmesura actúa desde la creación de Arda.
Eru o Ilúvatar, el que existe desde el principio, creador de todo, llamó a los Ainur a la
existencia antes que a todas las cosas. A ellos propuso la entonación de una melodía que daría
origen a Arda, a los Quendi, Elfos o Primeros Nacidos y a los Atani u hombres. A los Ainur que los
deseaban se le permitió descender desde la presencia de Eru a Eä o Arda, como fue conocido el
mundo. A ellos se los conoció como con el nombre de Valar y fueron los Regentes del mundo,
pues les correspondía culminar la creación de Ilúvatar de la que habían participado por el canto.
Sucedió que cuando la melodía de Ilúvatar era entonada por los Ainur, uno de los más
grandes entre ellos, Melkor intentó introducir ideas “propias” en la melodía. De este modo, la
creación estuvo viciada desde sus orígenes por la disonancia que Melkor introdujo mientras
cantaban.
5
Cfr. SANTIAGO ARGÜELLO, Sobre el modo de estimar poéticamente el mundo. Tomás de Aquino y su inexistente
Expositio libri de Poetica Aristotelis” (inédito).
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Y fingió, aun ante sí mismo al comienzo, dominando los torbellinos de calor y de frío
que lo habían invadido, que deseaba ir allí y ordenarlo todo para beneficio de los Hijos de
Ilúvatar. Pero lo que en verdad deseaba era someter tanto a Elfos como a Hombres, pues
envidiaba los dones que Ilúvatar les había prometido; y él mismo deseaba tener súbditos y
sirvientes, y ser llamado Señor, y gobernar otras voluntades .
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Abandonaron entonces la Tierra Media por el cansancio que les producía la ruina que
introducía la Sombra en cada una de sus faenas y construyeron una estancia hermosa, pero
impenetrable, en apariencia, para ella, llamada Valinor. Su belleza estuvo iluminada por dos
árboles, Laurelin y Telperion.
Y cuando Valinor estuvo acabada y establecidas las mansiones de los Valar, en medio
de la llanura de más allá de los montes edificaron su ciudad, Valmar, la de muchas campanas.
Ante el portal occidental había un montículo verde, Ezellohar, llamado también Corollairé; y
Yavanna lo consagró, y se sentó allí largo tiempo sobre la hierba verde y entonó un canto de
poder en el que puso todo lo que pensaba de las cosas que crecen en la tierra. Pero Nienna
reflexionó en silencio y regó el montículo con lágrimas. En esa ocasión los Valar estaban todos
reunidos para escuchar el canto de Yavanna, sentados en los tronos del consejo en el
Máhanaxar, en el Anillo del Juicio, cerca de los portones dorados de Valmar; y Yavanna
Kementári cantó delante de ellos, que la observaban.
Uno de ellos tenía hojas de color verde oscuro que por debajo eran como plata
resplandeciente, y de cada una de las innumerables flores caía un rocío continuo de luz
plateada, y la tierra de abajo se moteaba con la sombra de las hojas temblorosas. El otro tenía
hojas de color verde tierno, como el haya recién brotada, con bordes de oro refulgente. Las
flores se mecían en las ramas en racimos de fuegos amarillos, y cada una era como un cuerno
encendido que derramaba una lluvia dorada sobre el suelo; y de los capullos de este árbol
brotaba calor, y una gran luz. Telperion se llamó el uno en Valinor, y Silpion, y Ninquelótë y
tuvo muchos otros nombres; pero Laurelin fue el otro, y también Malinalda, y Cufúrien, y le
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dieron además muchos nombres en los cantos .
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Melkor o Morgoth, Negro Enemigo del Mundo, como lo llamó por vez primera Fëanor, el
más grande de los Elfos que hubiera nacido, se dirigió hacia el sur de la Tierra Media donde
habitaba debajo de tierras lúgubres y frías Ungoliant. No se sabe mucho de ella, pero algunos
sostienen que nació de la música de los Ainur cuando Morgoth manifestó su envidia. Había
tomado la forma de una araña gigantesca y aunque le había servido, se había apartado del
perverso amo.
Los Eldar no sabían de dónde venía ella; pero han dicho algunos que hace ya muchas
edades descendió desde la oscuridad que está más v allá de Arda, cuando Melkor miró por
primera vez con envidia el Reino de Manwë, y que en el principio ella fue uno de aquellos que
él corrompió para que lo sirvieran. Pero ella había renegado de su Amo en el deseo de
convertirse en dueña de su propia codicia, apoderándose de todas las cosas para así alimentar
su propio vacío; y huyó hacia el sur, escapando de los ataques de los Valar y de los cazadores
de Oróme, pues éstos siempre habían vigilado el norte, y por mucho tiempo el sur fue
descuidado. Desde allí se había arrastrado hacia la luz del Reino Bendecido porque tenía
hambre de luz y a la vez la odiaba.
Vivía en una hondonada y había tomado la forma de una araña monstruosa, tejiendo
sus negras telas en una hendidura de las montañas. Allí absorbía toda la luz y la devolvía como
una red oscura de asfixiante lobreguez, hasta que ya no le llegaba ninguna luz; y estaba
hambrienta .
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Por influjo de Morgoth, Ungoliant decidió abandonar las sombras para saciar su vacío. Se
vio movida entonces por la Sombra a la destrucción de Laurelin y Telperion
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De este modo cuando los Valar no los vigilaban, los atacó y los secó, causando el
oscurecimiento del Reino bendecido.
Se dice que cuando Féanor y Fingolfin estaban ante Manwé, las luces de los Árboles
se mezclaron, y en la silenciosa ciudad de Valmar hubo un fulgor de plata y oro. Y a esa misma
hora precisa Melkor y Ungoliant llegaron precipitados a los campos de Valinor como la sombra
de una nube oscura que pasa sobre la tierra iluminada por el sol; y llegaron ante el verde
montículo de Ezellohar. Entonces la No-luz de Ungoliant subió hasta las raíces de los Arboles, y
Melkor saltó sobre el montículo; y con su lanza negra hirió a cada Árbol hasta la médula, los
hirió profundamente, y la savia manaba como si fuese sangre y se derramó por el suelo. Pero
Ungoliant la absorbía y yendo de Árbol a Árbol aplicaba el pico negro a las heridas hasta que
quedaron desecadas; y el veneno de Muerte que había en ella penetró en los tejidos y los
marchitó: raíz, ramas y hojas; y murieron. Y ella aún tenía sed, y yendo a las Fuentes de Varda,
bebió de ellas hasta dejarlas secas; pero eructaba vapores negros mientras Debía, y se hinchó
hasta tener una forma tan grande y espantosa que Melkor sintió j mucho miedo.
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Así la gran oscuridad descendió sobre Valinor .
Ungoliant es pues en la obra símbolo de la avaricia que todo lo devora, necesitada de una
luz que detesta, en definitiva, una criatura de la Sombra.
Algunos de sus rasgos creemos descubrirlos en Europa o para hablar con mayor precisión
en el occidente cristiano todo. Aquella tradición viva que recibió cual otra Ungoliant la inficionó de
veneno, la vació y de este modo le dio muerte. De ella tomaba la luz, cimiento de su cultura, que
hoy devuelve, cual otra Ungoliant “como una red oscura de asfixiante lobreguez”, “hasta que ya
no le llegue ninguna luz”. Se ha convertido de este modo en causa de innumerables males para sí y
para el mundo. Oscurecida, es hoy la causa de la sombra, de desconcierto y desasosiego, que la
cubre y oscurece sus obras, y de la sombra que cubre a aquellos que desde antiguo vivían de su
cultura. Hoy es más causa de aflicción que dadora de luz.
En la historia de los Noldor o Elfos profundos que ahora proponemos para su estudio, la
hybris como rechazo del orden y de su causa, Ilúvatar y de sus custodios o Regentes, los Ainur, se
produce de modo gradual. Analizaremos este proceso brevemente.
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Los primeros nacidos, Elfos o Quendi (los que hablan con voces) fueron las más bellas
criaturas de la Tierra Media pues había en ellos un destello de la hermosura y la sabiduría de
Ilúvatar que ni siquiera los Valar conocían por completo. Los Valar los amaron y protegieron, y
dada la destrucción de la Tierra Media por Melkor, le ofrecieron habitar en Valinor, el Reino
bendecido. Esto produjo la primera división de los Elfos pues no todos se dirigieron a Valinor y de
los que se dirigieron no todo lo hicieron con igual prontitud. A los acudieron al llamado se los
conoció como Eldar o Caliquendi, Elfos de la luz, pues habitaron a la luz de Telperion y Laurelin. De
entre los Caliquendi algunos fueron más prestos al llamamiento y prefirieron a todo la beatitud y
se los conoció como los Hermosos Elfos o Vanyar. A los Vanyar siguieron los Noldor, los Elfos
profundos. Los Teleri fueron los últimos en llegar y se los llamó así pues se demoraron en el
camino y porque la decisión del pueblo de marchar a Valinor no fue unánime. Los tres pueblos
habitaron felices en las tierras de los Valar, de ellos aprendieron y por ellos gozaron la beatitud
durante largo tiempo.
Los que prefirieron la luz de la estrellas de la Tierra Media a las luz de del Reino Bendecido
se los conoció como los Moriquendi, Elfos de la oscuridad, pues erraron y nunca llegaron a
contemplar la Luz que había antes del sol y la luna.
Sin embargo, Melkor, cuando aún habitaba en Valinor, intentó sembrar inquietud en el
corazón de los elfos, especialmente en el de los Noldor, de menor docilidad a los Valar, dotados de
una profunda penetración y de gran habilidad, por lo que pronto se entregaron a las obras de sus
manos. Por los Teleri no se interesó y lo Vanyar nunca le prestaron oído.
El más grande de los Noldor fue Fëanor. Si bien la ciencia y las artes la aprendió de los
Valar, la mayor de sus obras, los Silmarils, la reservó para sí y ella fue la causa de su perdición y la
de su linaje. Ellos fueron consagrados por Varda, al tiempo que Mandos predijo que ellos
guardaban el destino de Arda, la tierra, el mar y el aire, pues como se vio más adelante a éstos se
apegó el corazón de Fëanor, su artífice, y el orgullo creció en su corazón. En él las mentiras y
engaños de Melkor encontraron tierra fértil y en su orgullo desconfió de la bondad de los Espíritus
regentes, forjó armas y se levantó incluso contra sus hermanos. Por esta acción Mandos lo
condenó al destierro con estas palabras:
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Yavanna habló ante los Valar, diciendo: -La Luz de los Arboles se ha ido, y ahora vive
sólo en los Silmarils de Fëanor. ¡Previsor ha sido! Aun para los más poderosos bajo la égida de
Ilúvatar hay una obra que sólo pueden llevar a cabo una única vez. Di ser a la Luz de los
Arboles, y en los confines de Eä nunca más podré hacerlo. Sin embargo, si yo dispusiese de un
poco de esa luz, podría devolver la vida a los Árboles antes de que las raíces se corrom-
pieran; y entonces nuestras heridas tendrían remedio, y la malicia de Melkor quedaría
confundida.
Entonces intervino Manwë y dijo: -¿Oyes, Fëanor hijo de Finwë, las palabras de
Yavanna? ¿Concederás lo que pide?
Hubo un largo silencio, pero Fëanor no respondió. Tulkas gritó entonces: -¡Di, oh,
Noldo, sí o no! Pero ¿quién ha de negarse a Yavanna? Y ¿no vino de su obra en un principio la
luz de los Silmarils?
Pero Aulé el Hacedor dijo: -¡No tengas prisa! Pedimos algo más grande que nada que
tú conozcas. Concédele paz por un instante.
Pero Féanor habló entonces y gritó amargamente: -Para los pequeños, como para los
mayores, hay siempre algo que sólo pueden hacer una vez; y luego el corazón ha de reposar.
Puede que sea posible abrir mis joyas, pero nunca otra vez haré otras parecidas; y si he de
romperlas, se me romperá el corazón y moriré; el primero de entre todos los Eldar en Aman.
-No el primero -dijo Mandos, pero nadie entendió estas palabras; y una vez más hubo
silencio mientras Fëanor meditaba en la oscuridad. Le parecía estar engarzado en un anillo de
enemigos, y le volvieron a la memoria las palabras de Melkor: los Silmarils no estarían seguros
en manos de los Valar. "¿Y no es él Vala como ellos?" le decía el corazón. "¿Y no entiende
acaso lo que ellos sienten? ¡Sí, es un ladrón el que delata a los ladrones!" Entonces vociferó:
—No Io haré de propia voluntad. Pero si los Valar me obligan, sabré entonces con seguridad
que Melkor es como ellos.
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Entonces Mandos dijo: —Has hablado .
(…) Y Yavanna lloró junto al montículo, temiendo que la Oscuridad devorara para
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siempre los últimos rayos de la Luz de Valinor .
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La locura de los Noldor no guardó mesura alguna. Enterados del robo de los Silmarils
realizaron un juramento terrible, lo que significó su perdición.
¡Tras Morgoth hasta el fin de la Tierra! Combatiremos contra él y nuestro odio será
imperecedero. Pero cuando lo hayamos conquistado y recuperemos los Silmarils, nosotros y
sólo nosotros seremos los señores de la Luz inmaculada y amos de la beatitud y la belleza de
Arda. ¡Ninguna otra raza nos despojará!
Pero mientras resonaba la trompeta y salía Fëanor por las puertas de Tirion, llegó por
fin un mensajero de Manwë diciendo: -A la locura de Fëanor se opone sólo mi consejo. ¡No
partáis! Porque es mala hora, y vuestro camino os conduce a una pesadumbre que no prevéis.
Ninguna ayuda os prestaran los Valar en esta empresa; pero tampoco os la entorpecerán;
porque esto os digo: -como vinisteis aquí libremente, libremente partiréis. Pero tú, Fëanor,
hijo de Finwë, por tu juramento estás exiliado. Aprenderás en la amargura que Melkor ha
mentido. Vala es, dices. Pues entonces has jurado en vano, porque a ninguno de los Valar
puedes vencer ahora ni nunca dentro de las estancias de Eä, ni aunque Eru, a quien nombras,
te hubiera hecho tres veces más grande de lo que eres.
Al infame juramento siguió la muerte de los hermanos, los Teleri, pueblo que vivía en las
Costas de Aman, bajo la protección de Ulmo. Los hermosos barcos que poseían los Teleri le fueron
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negados a Fëanor y éste, preso de una terrible cólera y los Noldor y dado que “la desesperación
los había vuelto feroces”15, dieron muerte a la mayor parte de los pacíficos marineros, que a
diferencia de los Noldor reconocían que la mayor parte de lo que poseían les había sido dado,
donado.
Entonces Fëanor se encolerizó, porque aún temía retrasarse, y le dijo airado a Olwé: -
Renunciáis a los amigos en la hora de necesidad. Sin embargo, aceptasteis agradecidos nuestra
ayuda cuando llegasteis los últimos a estas costas, perezosos de corazón flaco, casi con las
manos vacías. Todavía viviríais en chozas sobre la playa si los Noldor no hubieran cavado
vuestro puerto y trabajado en vuestros muros.
Pero Olwé respondió: -De ningún modo renunciamos a los amigos. Pero sólo un
amigo ha de censurar la locura del amigo. Y cuando los Noldor nos dieron la bienvenida y nos
prestaron ayuda, hablaste de modo bien distinto: íbamos a vivir para siempre en la tierra de
Aman, como hermanos en casas contiguas. Pero en cuanto a nuestros blancos navíos, no
proceden de vosotros. No aprendimos ese arte de los Noldor, sino de los Señores del Mar; y
los blancos maderos los trabajamos con nuestras propias manos, las blancas velas fueron
tejidas por nuestras esposas e hijas. Por tanto, no las daremos ni las venderemos ni por alianza
ni por amistad. Porque te digo, Féanor hijo de Finwé, éstas son para nosotros como las gemas
de los Noldor: la obra de nuestros corazones, que nunca podremos repetir .
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Ésta fue la primer sangre derramada en Arda. A la muerte de los Teleri siguió la que luego
fuera conocida como la Maldición de Mandos, La Profecía del Norte o el Hado de los Noldor, pues
recaería sobre todo Noldor que persistiera en oscuros designios y en sus obras.
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traición del hermano al hermano, y por el temor a la traición. Serán para siempre los
Desposeídos.
A pesar del lamento de muchos, Fëanor endureció su corazón y desoyó a Mandos, sólo
Finarfin regresó con algunos de los suyos al Reino Bendecido, recibió el perdón y le fue concedido
el gobiernos de los Noldor que habitaban en Valinor. En él y los suyos se detuvo el movimiento
destructivo de la hybris, no así en Fëanor y los que lo siguieron, aún desafiando con corazón
endurecido los designios de Ilúvatar. Muchos fueron las tragedias que sufrieron los Noldor, elfos y
hombres que con los Desposeídos entrelazaban su destino, pues sobre ellos recaía la Maldición de
Mandos.
Hasta aquí la tragedia de los Noldor relatada por Tolkien ¿Por qué los Noldor son figura de
del Occidente? ¿Qué tópicos son comunes en la praxis, es decir, la actualidad europea y la
“praxeos mímesis”? Parecerían ser elementos comunes el orgullo, el deseo de posesión, la
desesperación, la ingratitud frente a lo recibido como don, el rechazo de la beatitud, en definitiva,
la rebelión contra la divinidad.
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A esta condición, a este empuje, lo denominaron con la palabra ‘ύβρις, que equivale a orgullo, soberbia,
pecado (CARLOS A. DISANDRO, Humanismo. Fuentes y desarrollo histórico, op. cit., p. 49)
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Citado por Giusepina Grammatico, Hacia una existencia más fuerte, en Noein 8-9 (2003-2004), p.25.
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inmensamente terrible (deinón). Pues “entre las cosas terribles (afirma Sófocles en Antígona) el
hombre es la más terrible”.
III. Conclusión
Los últimos siglos de la historia europea y del occidente cristiano en general, estuvo
signado por la hybris y la invariable destrucción de todos los órdenes de la sociedad: económico,
educativo, pero, y fundamentalmente, del orden político y cultural. movimiento destructivo
iniciado por el desprecio de sus orígenes, fundamentalmente religioso, que no ha constituido sino
la traición a los más altos ideales griegos, latinos y cristianos, y el consecuente padecimiento que
no dio por fruto ni la katarsis, ni la agnición, ni la peripecia, sino la katástrofe. Ni catarsis ni re-
ligación, ni recuperación del pasado mítico, ni siquiera reconocimiento de la indigencia humana.
Por el contrario el dolor los ha conducido al rechazo del dolor como parte de la existencia y a la
construcción de un orden que desconoce y rechaza lo divino como su fundamento.
Hoy parecen mas actuales la palabras de Fëanor “nosotros y sólo nosotros seremos los
señores de la Luz inmaculada y amos de la beatitud y la belleza de Arda” (118) lo que lleva a
aseverar a Tolkien “El conflicto (en la obra) no se centra básicamente en la libertad, aunque por
supuesto, ella queda comprendida. Se centra en Dios y Su derecho exclusivo al divino honor”
(Cartas, 286). Lo que hoy le niega Occidente pues niega al mismo Dios.
Con el Profesor de Oxford podemos afirmar: “Estamos en manos de Dios. Pero Él no mira
con buenos ojos a los constructores de Babel” (Cartas, 140)
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SÍMBOLOS
Enseñanza de los Valar: la tradición recibida como don, incluso lo que hasta los mitólogos
llaman la proto-tradición, que alcanzó su plenitud con la cultura greco-latina y alcanzó su plenitud
con el Verbo inhumanado.
Obras: obras que nacieron como fecundidad del depositum fide y que hoy reclaman como
propias, cuando la luz que las engendró como los Silmarils de Feänor no era propia sino deudora
de la luz de Teperion y Laurelin y de la Llama imperecedera con que Eru, Ilúvatar, hizo que el
Mundo fuera.
Pero esa enseñanza y esa luz que los hizo grandes la abandonaron para entregarse a la
obra de sus manos: la construcción de un mundo sin Dios, libre de su sometimiento, olvidando que
todo lo que tienen es don. Parafraseado a Tulkas podríamos recriminarle: - Pero ¿quién ha de
negarse a Dios? Y ¿no vino de su obra en un principio la luz de la que gozan?
EN CONCLUSIÓN, lo que hoy es Europa resulta de una confusión de orgullo, error y codicia.
Pues así como su telos, la medida, la mesura, han sido víctimas de un denodado olvido.
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Silmarils – consagrados – capaz de devolver la luz a Valinor (orgullo, error pues escucharon
a Melkor) la negaron: HYBRIS DE FEÄNOR Y SU PUEBLO. Sobre él y su pueblo pesó la “Maldición de
Mandos”. Hybris que implicó la propia destrucción, la de sus obras y la inquietud siempre
creciente en sus corazones pues abandonaron el Oeste por deseo propio, pero que anhelaban en
lo más íntimo.
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