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Nivel 1 Historia del Siglo XX

Nicolás Buitrago, Juan David Espinosa y Hossein Pourmousa


Proyectivo C - 2018

“El reto de la modernidad es vivir sin ilusiones y sin desilusionarse”


Antonio Gramsci

Introducción

Finalizando la Edad Media entramos en una etapa a la cual denominamos modernidad. A partir de este
momento, múltiples cambios empezaron a tomar lugar en la estructura económica y política global: se
instauró el capitalismo, se crearon las naciones, el individualismo predominó y apareció el concepto de
socialismo. Gracias a esto, se pudieron dar movimientos como la Revolución industrial e incluso,
revoluciones en diferentes países, con el fin de instaurar el socialismo como modelo económico. En este
ensayo, determinaremos la relación entre la modernidad, y dos grandes modelos económicos de gran
influencia en los siglos XIX y XX: el capitalismo y el socialismo; y buscaremos responder a la pregunta
¿Qué pasaría con la modernidad si se hubiera universalizado el socialismo?

¿Qué es la Modernidad?

El concepto de Modernidad surge alrededor del siglo XV con el comienzo del Renacimiento y el
consecuente final de la Edad Media. Entender la modernidad pasada y la modernidad de hoy significa
comprender cómo el advenimiento de una nueva visión de mundo y una nueva forma de comprensión del
ser, de la subjetividad y de la objetividad significó una alteración total del espectro de la experiencia
humana (esencialmente en lo que refiere a la vida social, el trabajo, las relaciones de poder, las
experiencias estéticas y la cultura).

Diversos filósofos y científicos de todo el mundo -como Marx, Nietzsche, Foucault, Berman y Rousseau-,
se han preocupado por definir este concepto de tan alta trascendencia para el hombre y su relación con la
naturaleza y con otros hombres. Al único consenso ideológico al que llegan es a entender que la
modernidad posee un carácter multívoco innegable y que es el resultado de un vasto transcurso histórico
en el que diversos modelos de sociedad y de hombre han confluido para dar origen a un concepto
universal que rige la praxis, el logos y el espíritu humano. A partir de allí las definiciones y paradigmas
que se han establecido sobre el concepto de modernidad son todas diferentes; algunos la han definido
como proceso histórico, otros como una experiencia vital compartida, otros como una visión del mundo
universal, e incluso hay quienes la definen como una manera de comprensión del ser, de la subjetividad y
de la objetividad.

En este escrito nos atendremos a la definición genérica de la modernidad como proceso histórico donde se
configuran los ideales de la sociedad burguesa, del capitalismo y de una nueva forma de organización
socio-política: el Estado-Nación. La modernidad introdujo cambios sustanciales en el pensamiento
humano; le dio mayor prioridad a la razón sobre el mito, estableció como base de esa racionalización a la
subjetividad e impulsó el desarrollo del individualismo. La modernidad es la época histórica donde todo
se acumula; se acumulan los pensamientos, los bienes, las instituciones, los instrumentos y como es

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lógico, se acumulan las ideologías. La modernidad se expande hacia todo el mundo a través de un
proceso de modernización que tiene sus raíces en Europa y se extiende aceleradamente hasta cubrir la
totalidad de los países mal llamados periféricos. Esta expansión de la cultura europea fue posible debido a
su supremacía política, militar y tecnológica respecto a las demás culturas del mundo.

La relación con las países de la periferia es de dominación, explotación e intercambio desigual


por parte del centro (Europa y más adelante Estados Unidos). Paulatinamente se va introduciendo
el sistema de producción capitalista al tiempo que las otras estructuras sociales, políticas y
culturales son vaciadas a la fuerza y despojadas de su significado; la mercancía sufre un proceso
de universalización y los denominados Estados Modernos empiezan a asentarse en el mundo.

De acuerdo con la división histórica que Berman hace sobre esta temporalidad, la modernidad se
manifiesta a lo largo de tres fases diferentes. La primera, que ocurre entre los siglos XVI y XVIII,
presenta algunos indicios de la modernidad como proceso histórico de transformación social, pero no
existe una conciencia generalizada sobre los valores y efectos que ésta puede llegar a tener en la sociedad.
El segundo período histórico -que precede al movimiento revolucionario francés de la década de 1790-,
devela los ideales políticos y sociales de la modernidad, sin que se eliminen por completo los valores
tradicionales de “la temprana edad moderna” y de la sociedad feudal. Rondando finales del siglo XIX y
comienzos del siglo XX, aparece la tercera y última fase de la modernidad; allí, los nuevos ideales
culturales y económicos (capitalistas), se asientan definitivamente en la vida del hombre moderno.
Durante esta época el hombre es consciente por primera vez que la modernidad lo ha insertado en un tipo
de “soledad acompañada”, en el que encuentra su valor humano y su identidad en las mercancías que el
sistema le ofrece.

El hombre moderno, tal y como Berman lo define, se encuentra en medio de una gran ausencia y vacío de
valores que es llenada por la cultura a través de las infinitas posibilidades que ofrece, de satisfacer los
instintos humanos. Como dice el mismo Berman, “Ser modernos es vivir una serie de paradojas y
contradicciones. Es estar dominados por las intensas organizaciones burocráticas que tienen el poder de
controlar, y a menudo de destruir, las comunidades, los valores, las vidas, y sin embargo, no vacilar en
nuestra determinación de enfrentarnos a tales fuerzas, de luchar para cambiar su mundo y cambiar el
nuestro”. La modernidad sumerge al hombre en una realidad efímera y fluctuante con el tiempo, en la que
no es dueño ni siquiera de su propio ser. El hombre se acostumbra a un tiempo veloz en el que las cosas
no duran mucho y en el que las oportunidades que vendrán siempre serán mejores que las que ya están, y
aplica esta “lógica” para todos los aspectos de su vida (objetos materiales, relaciones sociales e incluso su
propia autoimagen).

El discurso de la modernidad que se ve legitimado por la idea del progreso indefinido, sólo deja ver los
aspectos positivos que ésta conlleva (como el desarrollo técnico y el crecimiento económico) y hace
olvidar los aspectos negativos que también trae. En la sociedad moderna, los hombres y mujeres son
objetos que replican y transmiten los valores de la sociedad, pero que son incapaces de transformar esa
“vorágine” moderna. El hombre no encuentra solidez y estabilidad en la sociedad moderna, y por eso se
resigna a vivir de acuerdo a lo que ésta le imponga. La modernidad en la que todo lo sólido se desvanece
en el aire y en la que el progreso técnico es inconmensurable, no puede haber verdades constantes; la
verdad es ahora subjetiva e inestable.

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Es importante mencionar que la modernidad supuso un cambio sustancial en las estructuras políticas y
económicas de la sociedad, principalmente a través de la introducción del modelo de Estado-Nación, la
división de poderes en las ramas legislativa, judicial y ejecutiva, el surgimiento de una sociedad
industrializada que anhela el crecimiento económico y el desarrollo urbano, y la emersión de la burocracia
como la clase social encargada de mantener el orden y el control del Estado. Con la transformación de la
superestructura de la sociedad que trajo consigo la Modernidad, el sistema feudal resultaba obsoleto en
todo sentido. Los territorios eran ahora administrados por un gobierno definido y tenían una población
constante; los Estado Nación, como fueron llamados, se fundan en el año 1648 con el tratado de Westfalia
que puso fin a la sociedad feudal característica de la Edad Media.

Por su parte, el sistema capitalista que tomó fuerza en la sociedad moderna, favoreció el desarrollo
industrial de las grandes ciudades e introdujo cambios sin precedentes en las forma en que se producían
los objetos. La capacidad productiva aumentó sustancialmente con la introducción de las máquinas y la
división del trabajo, y la categoría de mercancía se universalizó completamente. Lo que importaba ahora
era el valor de cambio de los productos y no el valor de uso de las cosas que representaba la
materialización del trabajo humano; la prioridad ahora se convertía en producir excedente (plusvalía). El
trabajo humano también resultó afectado pues también se constituyó como una mercancía que podía ser
vendida, intercambiada o desechada; esto es, que el trabajo humano resultaba meramente abstracto.
En el capitalismo, reinante en la época moderna, lo único de lo que era dueño el hombre, y en especial el
obrero, era su propia fuerza de trabajo.

En síntesis, la modernidad significó un cambio permanente en el pensamiento humano y en la concepción


del hombre como un ser racional y crítico, así como una transformación total en las estructuras sociales,
económicas y políticas de todo el mundo. El hombre de la Edad Moderna comprendió que el
conocimiento es la forma más importante de ejercer poder y dominio sobre la naturaleza y sobre otros
hombres; comprendió que para obtener ganancia, el comercio y la industria necesitan de la razón y de la
racionalidad, y comprendió que al ser el hombre el fundamento de todas las cosas, la racionalidad era la
única vía para alcanzar la verdad, no la religión.

Sin embargo, la modernidad posee un problema, y es que su idea de progreso indefinido y de satisfacción
inmediata de los instintos del hombre, ignora por completo la naturaleza del ser humano y de sus
relaciones sociales. El hombre moderno desea probarlo todo, conocerlo todo y apropiarse de todo, pero
desconoce por completo que no existen los recursos suficientes para hacerle frente a ese todo. En la
modernidad todo es una contradicción; las máquinas que pretenden acortar y hacer más fructífero el
trabajo humano, provocan el hambre y el agotamiento del trabajador; las fuentes de riqueza material
descubiertas, se convierten inmediatamente en fuentes de privaciones. Tal y como lo concluye Marshall
Berman en su ensayo sobre la modernidad, “Todos nuestros inventos y progresos parecen de dotar de vida
intelectual a las fuerzas materiales, mientras que reducen a la vida humana al nivel de una fuerza material
bruta”.
¿Qué es el Socialismo?

El concepto de socialismo ha sufrido grandes cambios a través de la historia, cargado con múltiples
ideologías, y visto desde diferentes épocas; pues este nace desde la Revolución Francesa, y juega un gran

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papel durante el curso del Siglo XX. Como idea general, el socialismo es definido como un modelo
económico y social, donde el centro es la sociedad y la colectividad, contrapuesto a la idea de la
propiedad privada, pues los medios de producción se vuelven parte del patrimonio del pueblo y es este
quien los administra, no la burguesía. Por medio de esta ideología, se busca el establecimiento de una
sociedad justa e igualitaria, donde no existan barreras sociales.

La idea del socialismo entra en auge en el Siglo XIX, aunque algunas de sus ideas ya se habían visto: en
la Revolución Francesa e incluso desde Platón. En este período (principalmente en Europa), se
consideraba socialismo a múltiples teorías y movimientos que tenían como eje central la igualdad, y la
justicia social, promoviendo principalmente el gobierno del pueblo, y en oposición al individualismo y la
competencia, generada por la propiedad privada existente en el modelo actual: el capitalismo. Estas ideas
-que fueron reforzadas con el radicalismo proclamado en revoluciones burguesas anteriores-, buscaron
sentar bases y generar cambios radicales, pues querían implementar la justicia social y expandir la
libertad; a partir de esto, se dieron múltiples revoluciones conocidas como “la Primavera de los pueblos”.

Pero a pesar de esto, y a la fuerte expansión de las ideas socialistas, el capitalismo se instaura en Europa
como modelo económico y social; esto le otorga fuerza al mercado, la industria, las nuevas relaciones de
producción, el papel del dinero, y además, permite el surgimiento de una nueva clase social, el
proletariado. Esta se crea bajo el auge del nuevo modelo capitalista, pues es capaz de llevar a cabo la
labor que esta demanda, y están destinados a hacerlo. A partir de esto, y del triunfante nacionalismo y
autoritarismo, surge una nueva concepción, la de Karl Marx, que hasta hoy en día, es la ideología que se
opone con mayor fuerza al capitalismo.

En principio, Marx plantea una teoría del modo de producción capitalista, que a su vez sirve para estudiar
a las sociedades modernas como "sistemas de relaciones entre grandes grupos humanos, un modelo que
busca las contradicciones internas a esas sociedades, distingue y jerarquiza niveles de las realidades y
procesos sociales, e investiga siempre el origen y las tendencias de esos procesos"1. Por ello, afirma que
estas sociedades están en una constante lucha de clases, y que siempre se alcanza una etapa nueva, un
nuevo modo de producción; así, el socialismo es una etapa superadora del sistema capitalista. Además de
eso, Marx plantea que en el capitalismo existen dos clases sociales que están siempre antagónicas, la
burguesía y el proletariado: aquellas que tienen los medios de producción y los que trabajan en estos.
También, afirma que el Estado es una herramienta que utiliza la clase burguesa para poder dominar al
proletariado.

A partir de esto, Marx defiende que la clase oprimida (el proletariado) debe tomar el control del estado,
tomando el dominio sobre los medios de producción y eliminando las clases sociales. Según la teoría del
modo de producción capitalista, una vez que dejara de existir el estado, debe implantarse una
organización basada en el socialismo en el ámbito económico, social y político, con el fin de obtener el
bien común y buscando la igualdad.

Algunos países buscaron guiarse por políticas inspiradas en los planteamientos de Marx, algunos
ejemplos de estos son: Cuba, con Fidel Castro;la República Popular de China con Mao Tse-Tung; y la

1
Tomado de: Martínez Heredia, F. (2005). Socialismo. Universidad Autónoma de México.

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Unión Soviética con Lenin y Stalin. Este régimen soviético -instaurado en la Revolución Rusa, y de gran
importancia durante la Segunda Guerra Mundial-, usó la teoría marxista para ejercer el terror rojo, y todas
los asesinatos y las persecuciones que esto conllevo. Con la derrota y caída de la URSS durante la Guerra
Fría, las ideas socialistas entraron en decadencia, y estas fueron asociadas a la falta de libertad de
expresión y a regímenes dictatoriales.

En conclusión -y como mencionamos al principio-, la ideología y el modelo socialista ha tenido diferentes


enfoques a través de la historia, ya sea en la primavera de los pueblos, en Marx, o en la Unión Soviética;
pero esta, en general se basa en la colectividad y la igualdad, pues no hay un Estado y no existen las
clases sociales. Además, el pueblo es el dueño de los medios de producción, por lo que hay una mayor
participación activa y directa de la clase obrera, en contraposición al régimen capitalista; modelo, en el
que creen se enfocan los mayores problemas en la sociedad.

¿Qué pasaría con la modernidad si se hubiera universalizado el socialismo?

Si el socialismo se hubiera universalizado, la modernidad capitalista tal y como la conocemos se hubiese


extinguido.

El socialismo surge como forma de crítica a la sociedad moderna y capitalista. No comparte con ella ni el
individualismo ni la propiedad privada sobre los medios de producción, pero comparte algunos rasgos
constituyentes de la Modernidad, como la secularización del Estado, el carácter laico del conocimiento, y
el avance ilimitado de las fuerzas productivas a partir del desarrollo de las ciencias.

El individualismo que plantea la Modernidad, concibe al hombre como una entidad independiente y
soberana que posee un derecho inalienable a su propia vida, un derecho derivado de su naturaleza como
ser racional. El hombre moderno se opone a la mayoría de las intervenciones externas (sociales o
estatales) sobre su vida privada, y por consiguiente se opone a toda toda concepción colectivista de la
realidad humana, al considerar que “aceptar el predominio de lo social sobre lo individual significa poner
en cuestión la libertad del individuo, relegando el papel de mera pieza de un mecanismo.”2 En la
Modernidad, la sociedad se construye a partir de seres individuales y no de seres sociales, y por lo tanto
desaparece la idea del colectivo.

Además de esto, la propiedad privada aparece como la principal manifestación de esta libertad individual
económica que promulga el individualismo, y se consolida como elemento constituyente de la
modernidad capitalista. Sin individualismo no hay Modernidad; el sistema capitalista no prospera sin
individualismo y la necesidad del hombre moderno por satisfacer sus necesidades e instintos
individuales, es inconcebible en una sociedad que no reconozca la naturaleza diferente de sus individuos.
La idea de Modernidad y la transición al modelo capitalista representaba la intención que tenían los
hombres de esa época de transformar la sociedad; buscaban una mayor autonomía, una mayor libertad
frente a sus actos, y sobre todo, buscaban dar un valor agregado a lo privado. Las ideas del capitalismo
eran las que más se acercaban a este ideal moderno, desechando así las ideas socialistas, que podían ser
vistas como un retroceso hasta los primeros rasgos de la civilización.

2
Tomado de : http://www.webdianoia.com/glosario/display.php?action=view&id=179

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Como explicamos previamente en el ensayo, el socialismo se opone por completo a la idea de la
propiedad privada por sobre la propiedad pública, y en general, a la prevalencia de lo individual sobre lo
colectivo en todas las esferas de la vida humana. Sus ideales se oponen totalmente a la concepción de que
cada individuo “necesita un conjunto de leyes propias, necesita de sus propias habilidades y astucias para
su autoconservación, auto-elevación, auto-despertar y auto-liberación” 3. Así, podemos afirmar con total
certeza que si el socialismo se hubiese globalizado, la idea de individualismo y con ella la de Modernidad
habrían sido reemplazadas por ideales de colectivismo en los que la propiedad privada desaparezca, y en
los que los individuos pertenecientes a un Estado Nación se conviertan en seres sociales con intereses
grupales, y donde la igualdad y el trabajo por y para la comunidad sean los pilares fundamentales de la
sociedad.

Otro de los principios de la Modernidad que se aboliría con la victoria del Socialismo como modelo social
mundial, sería el de satisfacer ilimitadamente los instintos y necesidades humanas, por más anormales y
perjudiciales para la naturaleza que éstas parezcan. La modernidad ofrece infinitas posibilidades para que
el hombre, en su ejercicio de la libertad individual, disponga de los recursos de la naturaleza y los
recursos humanos para satisfacer su hambre de acumulación de capital y renovación de mercancías. Por
su parte, el socialismo plantea que la sociedad debe garantizar las necesidades básicas primarias de sus
habitantes, y que cualquier forma de plusvalía representa una causal de miseria en ellos. Se distancia
elocuentemente de la separación que hace la Modernidad Capitalista entre la cultura social (costumbres,
formas tradicionales de producción, rituales, etc.) y la fuerza de trabajo (materialización de la fuerza de
trabajo y mercantilización del trabajo humano), y en general de la cultura consumista y de despilfarro que
ha creado la sociedad de la Modernidad.

El socialismo impugna por una nación donde las nuevas fuerzas de la sociedad que surgen
simultáneamente con la Modernidad pasen al obrero u hombre nuevo como lo define Marx. El obrero o
hombre moderno es el único capaz de resolver las contradicciones de la Modernidad, a través de la
colectivización de los medios de producción. Sin embargo, esta colectivización no es más que la
estatalización de la propiedad capitalista sobre los mismos, y representa entonces una contradicción del
socialismo, pues no niega el carácter capitalista de esta forma de propiedad.

Si analizamos con detenimiento el propósito del socialismo que constituye garantizar el bienestar de todos
sus habitantes (que todos vivan bien) también nos encontramos con una incoherencia: si el socialismo
termina proponiendo que todos iban a vivir, y si para el hombre moderno vivir bien significa consumir
ilimitadamente y acumular capital, entonces el socialismo cae en contradicción, porque el consumo sin fin
es la circulación de las mercancías, es decir, la realización del capital.

Es así que el socialismo -para haber llegado a un proceso de universalización-, debió haberse replanteado
algunos de sus principios y objetivos fundamentales, si no quería verse derrotado por el modelo
capitalista. Quizá por esto el socialismo real se extinguió a finales del siglo XX, y se devaluó como ideal
político, al punto que su máximo contendor lo convirtiera en eso a lo que juró destruir: una mercancía
más.

3
Tomado de: Berman, M. (1981). Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Introducción: La
modernidad: ayer, hoy y mañana.

6
Bibliografía

❖ Martínez Heredia, F. (2005). Socialismo. Universidad Autónoma de México.


❖ Berman, M. (1981). Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad.
Introducción: La modernidad: ayer, hoy y mañana.
❖ Vargas Lozano, G. (1994). Más allá del derrumbe: socialismo y democracia en la crisis de
civilización. Segunda Parte, Capítulo 5.
❖ Instituto Tecnológico Autónomo de México. (1990). La modernidad como proceso histórico.
❖ More, F. (2016). “El socialismo del siglo XXI debería negar la modernidad, no solamente el
capitalismo,” según José Romero Losacco”. Correo del Orinoco.
❖ Echeverría, B. (1995). Las ilusiones de la modernidad. Capítulo 15: "Socialismo real" y
modernidad capitalista.
❖ Enciclopedia de Conceptos. (2018). ¿Qué es el socialismo?
❖ Pérez, J. (2017). La modernidad. Nabarralde

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