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INTRODUCCIÓN
1
en conformidad con la pregunta ¿Bajo qué condiciones es posible el amor desde el
Banquete de Platón?
LO AMADO
3
Platón. Banquete, 201c.
4
Platón. Loc. Cit.
5
Platón. Lisis, 205d.
6
Platón. Banquete, 203d.
7
Ibíd., 202e.
8
Ibíd., 204b.
2
cuestionamientos. En este sentido es significativo el ejemplo de Sócrates al referirse
a la naturaleza de la amistad. Está lo bueno, lo malo y lo que no es ni bueno ni malo;
Sócrates sugiere que el último elemento, es decir, lo intermedio entre bueno y malo,
es amigo de lo bueno por causa de lo malo, lo que genera como consecuencia que
el deseo por lo bueno no existiría sin lo malo9. Es así como lo amado ocupa la
máxima atención, pero su existencia está determinada por su contrario. En suma,
se ama lo bueno por causa de lo malo. De manera similar es la actitud de Penía
quien decide acostarse con Poros debido a su escasez de recursos y así engendrar
a Eros, amante de la belleza10. En este sentido Eros se encuentra en un punto
intermedio entre lo bueno y lo malo, es un afanado de la belleza por culpa de su
ausencia. No obstante, ¿qué es lo bueno y qué es lo malo? Uno de eso extremos lo
ocupa la belleza y su contrario es, en conformidad con lo antes dicho, su ausencia,
es decir, la fealdad.
Por otra parte, si se carece de algo que, no obstante, se desea, se implica que ese
objeto es conocido, o por lo menos medianamente. En esto consisten las palabras
de Diotima: lo amado debe ser definido, su naturaleza comprendida, en otras
palabras, conocida. ¿Conoce el amante el objeto de su deseo? Sólo existen dos
posibles respuestas: sí o no. Si por un lado se opta por la afirmación, se tiene que
el objeto es preconocido a su obtención, pues, ¿Es posible amar lo que no se
conoce? Por otro lado, si la respuesta es negativa, entonces, ¿Por qué se desea?
Es desconcertante, sin duda alguna, elegir la segunda propuesta. Más aun, dentro
de la teoría platónica del amor expuesta en la trilogía Lisis, Banquete y Fedro, no
parece haber cabida para dicha posibilidad. La memoria en Platón juega un papel
importante y, sobre todo, en lo que se refiere al conocimiento: «Así que, como se
ha dicho, toda alma de hombre, por su propia naturaleza, ha visto a los seres
verdaderos, o no habría llegado a ser el viviente que es»11. Es decir, el alma del
hombre ha visto lo verdadero y, con ello, a la belleza en sí. No es pertinente tratar
el tema del alma en toda su profundidad, pero se debe dejar claro que la memoria
y el pre-conocimiento de aquello que se ama forma parte de la teoría platónica del
amor. Esto último, de hecho, es retomado por autores platónico-cristianos varios
siglos después. San Agustín fue uno de ellos y sus palabras expresan el concepto
de la memoria de una manera evidente: «…, ningún curioso ama lo desconocido, ni
aun en la hipótesis de insistir con ardor en conocer lo que ignora. Conoce ya en
general lo que ama, pero anhela percibir el detalle12».
EL AMANTE
9
Platón. Lisis, 218c.
10
Platón. Banquete, 203c.
11
Platón. Fedro, 250a.
12
San Agustín. Tratado de la Santísima Trinidad X, cap. II. 4. Madrid: Católica, 1956.
3
El amante es el elemento intermedio, esto es, quien no es ni bueno ni malo, es el
poseedor de un deseo ambicioso, es también filósofo y sofista13. Debido a que
carece de lo bueno lo desea arduamente El amante es, a partir de la intervención
de Sócrates y Diotima, el Eros encomiado por los demás participantes del
Sympósion. Era menester no confundirse, lo amado y el amante son completamente
distintos. No obstante, además de la anterior categorización existe otra
aparentemente ambigua: el objeto del deseo y aquello que se desea de ese objeto.
Si bien Platón trabaja una teoría del conocimiento en que se halla una distinción
entre la sabiduría, la ignorancia y un intermediario llamado éros, constatar la
completa posibilidad de alcanzar la sabiduría absoluta en Platón parece
desacertado. Lo anterior ya había sido sugerido por Jairo Escobar: «pues creo que
en Platón este conocimiento oscila siempre y en todo momento entre la consabida
ignorancia y el utópico ideal de un conocimiento verdadero y definitivo»14. En efecto,
la belleza es lo amado, pero ¿Qué es lo que se desea de ella? Para responder esto
una vez más es el diálogo del Lisis el más conveniente a tratar. En él el filósofo
ateniense realiza la siguiente categorización: medicina, cuerpo y enfermedad son,
respectivamente, lo bueno, lo intermedio y lo malo. En ese sentido, el cuerpo es
amigo de la medicina por culpa de la enfermedad, empero, lo es por el bien que de
esa amistad le deviene, la salud. He aquí la distinción entre el objeto del deseo y
aquello que de él se desea. Ahora bien, esto es, en términos de la teoría del
conocimiento platónica, de la siguiente manera: la sabiduría, el amante y la
ignorancia son, respectivamente, lo bueno, lo intermedio y lo malo. El amante es
amigo de la sabiduría por el bien que de esa amistad le deviene, ¿Cuál bien? El
mismo error comete Sócrates ante su maestra al convenir que el deseo del amante
era la mera posesión de la belleza; es, más bien, «amor de la generación y
procreación en lo bello»15. Lo anterior es, pues, la consecuencia positiva que
deviene del amor para el amante en el Banquete de Platón, la inmortalidad. Los
seres humanos son mortales, la belleza es universal y eterna y, por ende, el arduo
deseo de aquellos hacia ella es la inmortalidad. Los seres humanos desean, si
puede decirse de tal manera, participar de la idea de belleza, más no poseerla y,
quizás, tampoco sea el mezclarse con ella hasta el punto de ser ella, es decir,
mezcla de esencias completamente distintas, aunque, en lo personal, no es del todo
descartable.
Por otro lado, el deseo de la inmortalidad de los hombres es tratado por Diotima
como si de una característica innata se tratara. Caben más palabras al respecto,
pero se prefiere convenir que, en el amor, desde la mirada puesta en el Banquete
de Platón, se requiere de tres condicionantes para llevarse a cabo: La presencia del
éros que encamina hacia la belleza gracias al bien que de esta deviene, el
preconocimiento de lo amado por parte del amante, es decir, de la belleza en sí y,
13
Platón. Banquete, 203d.
14
Escobar, Jairo. Op. Cit. p.106.
15
Platón. Banquete, 206e.
4
por último, la existencia del amante que, tal y como se convino antes, es un
intermediario, un Dios Eros que no es ni bello ni feo, un daimón.
BIBLIOGRAFÍA