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PASTORALES
Y
ESCRITOS
Mons. Marcel Lefebvre
CARTAS
PASTORALES
Y
ESCRITOS
VOZ EN EL DESIERTO
MEXICO, D.F.
2008
Voz en el Desierto
Miguel Schultz #91
Colonia San Rafael
06470 - México, D.F.
Le Mystere
´ de Notre Seigneur
Jésus - Christ, Fideliter, 1995
CARTAS
PASTORALES
Y
ESCRITOS
SU EXCELENCIA
POR
MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE
PREFACIO
El Padre Aulagnier, deseando publicar en las ediciones FIDELITER
las pocas cartas que dirigí a mis sacerdotes diocesanos en Dakar entre
1947 y 1962, y después a mis compañeros espiritanos entre 1962 a
1968, me pide algunas líneas de presentación.
Reconozco que es un poco delicado hablar de los propios escritos, pero
espero que los lectores de estas pocas páginas consideren que no son sino
el resultado de la luz de la fe proyectada sobre los acontecimientos y las
necesidades del apostolado, y el deseo de proteger la fe de sacerdotes y fie-
les y de consolidarla contra las seducciones de este mundo.
No dudo que nuestros sacerdotes y fieles de la Fraternidad reconoce-
rán en ellas una perfecta continuidad de pensamiento y acción, bajo la
influencia del Espíritu de Verdad.
Esta perseverancia en la Verdad de la fe produjo los mismos frutos
tanto en Dakar, en la Delegación Apostólica y entre los Padres del Espíritu
Santo como en la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, que también tiene
que enfrentarse a las mismas oposiciones, cada vez más abiertas y violen-
tas, según va invadiendo a la Iglesia el mal espíritu del Concilio.
Es el mismo combate que hoy lleva la Fraternidad: por Jesucristo,
contra los anticristos. En tiempos de Pío XII el Papa me alentaba y apo-
yaba, al igual que la mayoría de sus colaboradores en la curia romana,
pero desde el pontificado de Juan XXIII los Papas me condenan, conde-
nando así a Pío XII y a todos sus predecesores.
«Semper idem» era el lema del venerado Cardenal Ottaviani. Sí,
Dios no cambia. Ojalá que logremos no cambiar y permanecer «fortes in
fide,» firmes en la fe, a ejemplo de María, Reina de los Mártires.
LA IGNORANCIA
RELIGIOSA
«El Señor desde el cielo dirigió su mirada sobre los hijos de los
hombres, para ver si hay quién sea inteligente o que busque a Dios.
Todos se han desviado, a una se han vuelto inútiles.»1 Con estas
palabras del salmista hacen eco las de San Pablo: «Son inexcusables;
porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni
le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su
insensato corazón se entenebreció».2
Estas comprobaciones, ¿no son una grande realidad hoy día?
¿No es verdad que en nuestros días son muchos los que no se
preocupan de Dios ni de las cosas del cielo, y muchos los que no
conocen nada de la religión cristiana ni de los misterios de
Cristo? Es más, es muy común ver a muchos bautizados que
ignoran todo o casi todo lo de la religión, y que son incapaces
de rezar las oraciones más elementales. ¡Cuántos entre ellos
–que tienen incluso diplomas universitarios– no saben distin-
guir la verdadera religión en la que han sido bautizados, de las
herejías o cultos inventados por los hombres! Aunque esta
ignorancia se justifica con los que viven en un ambiente paga-
no y hacen loables esfuerzos para salir de él, es inexcusable para
los que viven en un ambiente cristiano y tienen –con una cier-
ta instrucción– todos los medios a su disposición para secundar
a la sabiduría que hace del hombre una criatura verdaderamen-
te creada a imagen de Dios.
1
Sal 13.
2
Rom 1, 20.
12 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
3
Os 4, 1-3
LA IGNORANCIA RELIGIOSA 13
4
Os 4, 1-3
14 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
5
Eclo 24, 30.
6
Jn 10, 27-28.
7
Jn 12, 44.
8
Luc 10, 16.
16 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
9
Isa 58, 5-7.
20 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
10
Jn 4, 23.
11
Sab 12, 1.
12
Acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial [N. d. T.]
22 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
13
1 Ped 5, 8.
¿QUÉ ACTITUD TOMAR FRENTE A LA IMPIEDAD? 23
14
CICERÓN, De Nat. Deor., III, 40.
24 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
EL MATRIMONIO
Pronto se cumplirán veinte años desde que el Papa Pío XI escri-
bió en su memorable Encíclica sobre el Matrimonio15 estas pala-
bras: «No es ya de un modo solapado ni en la oscuridad, sino que
también en público, depuesto todo sentimiento de pudor, lo mismo
de viva voz que por escrito, ya en la escena con representaciones
de todo género, ya por medio de novelas, de cuentos amatorios y
comedias, del cine, de programas de radio, en fin, de todos los
inventos de la ciencia moderna, se conculca y se pone en ridículo
la santidad del matrimonio, mientras se ensalzan los divorcios, los
adulterios y los vicios más torpes, o al menos se los reviste de tales
colores que aparecen libres de toda culpa e infamia (...) Esas doc-
trinas las inculcan a toda clase de hombres, ricos y pobres, obreros
y patrones, doctos e ignorantes, solteros y casados, fieles e impíos,
adultos y jóvenes, siendo a estos últimos principalmente, como
más fáciles de seducir, a quienes ponen peores asechanzas».
El Papa agregó: «Nos, pues, a quien el Padre de Familia puso
por guardián de su campo, a quien urge el oficio sacrosanto de
procurar que la buena semilla no sea sofocada por hierbas vene-
nosas, juzgamos como dirigidas a Nos por el Espíritu Santo aque-
llas gravísimas palabras, con las cuales el Apóstol San Pablo
exhortaba a su amado Timoteo: “Tú, en cambio, vigila, cumple
tu ministerio, predica, insta oportuna e inoportunamente,arguye,
suplica, increpa con toda paciencia y doctrina”».16
Queridos hermanos, hoy creemos un deber hacer nuestras
estas palabras. Cada día tenemos que deplorar el espectáculo de
15
Castii Connubii, 31 dic. 1930.
16
2 Tim 4, 5.
28 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
17
Mc 10, 9,11.
32 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
18
2 Cor 4,10.
34 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
LA CONDENA DEL
COMUNISMO
Hemos publicado el texto oficial del decreto del Santo Oficio
contra el comunismo, aprobado por el Santo Padre, con fecha
1° de julio de 1949. Consideramos que ha llegado el momento
de haceros un breve comentario y agregar algunas consideracio-
nes y normas directrices. Este decreto no es ni de orden político
ni social, sino de orden religioso; enfoca el comunismo en cuan-
to que se basa en una doctrina materialista y anticristiana.
En este decreto se pueden distinguir dos medidas bien con-
cretas: la primera, la excomunión contra los que defienden y
propagan la doctrina materialista y anticristiana del comunis-
mo; la segunda, consiste en la privación de los sacramentos para
los que, a pesar de que digan que no profesan tal doctrina, cola-
boran directa o indirectamente con una doctrina o una activi-
dad antirreligiosa, siempre y cuando conozcan el efecto perni-
cioso de su colaboración y la ofrezcan libremente.
Es un deber de la Iglesia abrir los ojos de sus hijos sobre
lo que supone un peligro para la fe y las costumbres y, en con-
secuencia, los privaría de la vida eterna. Nuestro Señor mal-
dijo a los escribas y fariseos que, bajo pretexto de religión,
hacían faltar a los fieles al precepto del amor de caridad con
Dios y el prójimo.
A lo largo de los siglos la Iglesia, siempre que ha previsto un
peligro de condenación para sus hijos, los ha amonestado
maternalmente que se cuidaran de él; y si es necesario, ha ame-
nazado a tal o cual con apartarlo del rebaño, si es ocasión de
escándalo para sus hermanos.
36 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
Senegal, 1950
LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS Y SOCIALES 39
LOS PROBLEMAS
ECONÓMICOS Y
SOCIALES
Después de cuatro años, África es testigo de un progreso polí-
tico y económico incontestable, gracias a la constitución de las
Asambleas locales y a la enorme inversión de capitales. Vemos
cómo surgen nuevas industrias, instalaciones modernas de toda
clase, etc. Sin embargo, este estupendo progreso no deja de
plantear importantes problemas económicos y sociales que
repercuten sobre las familias y los miembros de la sociedad.
Nos parece necesario examinar estos problemas a la luz de
los principios del Evangelio y de la Tradición, tal como la Iglesia
nos los enseña. ¿No fue la Iglesia la que formó en su origen nues-
tras sociedades europeas, sociedades que, a pesar de los errores
de los tiempos modernos, han conservado la huella profunda de
los principios de justicia y de vida inspirados en el Evangelio?
Como nuestras Asambleas locales gozan de una compe-
tencia cada vez más amplia, y como los súbditos que depen-
den de la jurisdicción de su administración no poseen todo
el conjunto de agrupaciones y asociaciones que hay en los
países más organizados, muchas veces puede parecerles
necesario cumplir la función de las asociaciones privadas e
incluso el papel de la familia, porque tanto unas como otras
son deficientes.
Es más, ¿no existe en la mente de los miembros de la socie-
dad africana una tendencia a recibir todo de los Servicios
Públicos, que son como la Providencia de los súbditos? Solución
40 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
19
Mat 16, 26.
LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS Y SOCIALES 43
20
Jn 1, 9..
44 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
21
2 Cor 10, 8; 13, 10.
LA ORACIÓN 45
LA ORACIÓN
No podemos empezar mejor nuestra carta pastoral en este
saludable tiempo de penitencia que con las palabras del Papa Pío
XII, pronunciadas el pasado 10 de febrero ante los fieles de Roma:
«Frente a la persistencia de una situación que, no dudamos
en decir, puede provocar a cada momento una explosión y cuyo
origen tenemos que buscar en la tibieza religiosa de un número
tan grande de personas, en el descenso del nivel moral de la
vida pública y privada, y en el intento sistemático de intoxica-
ción de las almas sencillas..., los buenos no pueden mantenerse
inmóviles en los senderos acostumbrados, espectadores de un
futuro aterrador.»
Elevamos, por lo tanto, nuestra voz con la del Pastor Supremo
para pediros que reflexionéis seriamente durante estos días de
gracias que preceden al aniversario de la Resurrección de
Nuestro Señor, sobre uno de los medios más poderosos de reno-
vación y resurrección espiritual y temporal del mundo: os que-
remos hablar de la oración.
No ignoramos que la verdadera solución de las relaciones entre
los pueblos y de la vida interior de las naciones se encuentra en la
filosofía y teología cristianas. Todo el dinero del mundo, todas las
astucias de una diplomacia egoísta, todas las encuestas y todos los
congresos, no sirven para nada si no se tienen en cuenta los datos
de la verdadera sabiduría y de la razón. Y sabemos también que
solamente la Iglesia, delegada por Dios en la persona de Nuestro
Señor Jesucristo, posee en su plenitud todos los tesoros de verdad
necesarios para la paz y la concordia entre los pueblos.
No obstante, a pesar de las apremiantes exhortaciones del
Vicario de Cristo, se codifica, se legisla y se redactan constituciones
46 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
22
Jn 15, 5.
23
Jer 8, 5-8; 9, 10.
24
Hech 17, 28.
LA ORACIÓN 47
25
Luc 18, 1.
48 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
26
Mt 6, 5-8.
LA ORACIÓN 49
27
Hech 1, 14.
50 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
PARA UN APOSTOLADO CADA VEZ MÁS FRUCTÍFERO 51
PARA UN APOSTOLADO
CADA VEZ MÁS
FRUCTÍFERO
Quisiera, con algunas líneas, recordar las advertencias hechas
y que me han parecido necesarias para un apostolado siempre
más fructífero.
Os llamaba la atención sobre tres factores necesarios para un
ministerio fecundo:
28
Luc 14, 28.
52 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
29
Luc 17, 10.
EL COMUNISMO ATEO Y MATERIALISTA 55
EL COMUNISMO ATEO
Y MATERIALISTA
En su segunda epístola a Timoteo, San Pablo lo anima a pre-
dicar la palabra de Dios: «Porque vendrá un tiempo en que los
hombres no soportarán la sana doctrina, sino que, arrastrados
por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros
por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la ver-
dad y se volverán a las fábulas».30
Aunque se puede decir que desde que San Pablo pronunció
estas palabras, ya se han hecho realidad varias veces a lo largo de
la historia; quizás nunca como hoy los hombres se han vuelto
tanto a las fábulas. Alguna vez se han propagado más que ahora
doctrinas que pretenden trastocar todo lo que la mente humana
conoce sobre las realidades divinas y humanas, y todo lo que
constituye la base de su vida individual y social, haciendo tabla
rasa de la familia, del Estado y, particularmente, de la religión?
Queridos hermanos, ya adivináis que me refiero al mons-
truoso error, condenado ya varias veces por los Sumos Pontífices:
el comunismo ateo y materialista. En 1846 su Santidad Pío IX
lanzó una condena solemne contra «esa doctrina nefasta» –son
sus propias palabras– denominada comunismo, radicalmente
contraria al propio derecho natural. Tal doctrina, una vez admi-
tida, será la destrucción completa de todos los derechos, insti-
tuciones, propiedades y de la sociedad.
El Papa León XIII lo definía así: «Una peste mortal que
corroe la médula de la sociedad humana que la aniquilaría».
30
2 Tim 4, 2-4.
56 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
31
Cf. Jn 19, 11.
32
Cap. 21, v. 22.
62 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
NORMAS MISIONERAS 63
NORMAS MISIONERAS
Pronto hará siete años que estamos colaborando con la obra
de evangelización del Senegal. Me ha parecido, pues, oportuno
confiaros por escrito algunas directivas, consejos y estímulos
que parecen tanto más urgentes como que por todas partes se
organizan, contra la Iglesia o lejos de Ella, los que procuran, si
no desgarrar el rebaño que nos ha sido confiado, por lo menos
impedir que crezca.
Por lo tanto, ha llegado también a nosotros la hora de unir-
nos más en la común acción, haciendo desaparecer un cierto
egoísmo apostólico que vive encerrado en nosotros, y que lleva,
por principio, o peor aún, por cierta pereza, a no considerar con
un corazón holgado y un sentido esclarecido sobre las realida-
des en que vivimos la tarea que tenemos encomendada.
Os invito, pues, a un doble esfuerzo:
Esfuerzo de comprensión, de comprensión profunda de vues-
tro sacerdocio y de nuestra unión. Hay que recordar sin cesar
aquellas palabras de Nuestro Señor: «Yo os elegí… para que
vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca».33 Está clara-
mente expresado en el pensamiento de Nuestro Señor que
vayamos adelante, evitando confinarnos en costumbres rutina-
rias y tener como única consigna copiar servilmente a los que
nos han precedido. Ellos en su tiempo tomaron la delantera;
para proseguir su obra y parecernos a ellos, nosotros tenemos
que tomar también la misma postura.
Por eso nuestro apostolado no tiene que consistir en una idea
preconcebida. El celo de un San Pablo, de un San Agustín, de un
33
Jn 15, 16.
64 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
34
1 Cor 2, 16.
NORMAS MISIONERAS 65
35
Hech 6, 4.
36
Rom 15, 16.
66 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
37
CATECISMO DEL CONCILIO DE TRENTO, Introducción, nº 6-9,
págs. 4-5 (Ed. Magisterio Español, Madrid, 1971)
NORMAS MISIONERAS 67
Sin duda alguna, el método con que Nuestro Señor nos dio
ejemplo para la formación de sus discípulos es un modelo para
nosotros. El frecuente contacto individual en pequeños grupos,
lleno de confianza y enteramente sacerdotal, tendrá una
influencia enorme. Formar un grupo selecto de catequistas,
militantes o responsables, es, en definitiva, formar a nuestros
cercanos auxiliares. Es algo sumamente importante. Tiene que
basarse en una instrucción religiosa muy sólida y en una vida
sacramental muy asidua.
Con todo, no tiene que llevarnos a descuidar los medios de
acción más difundidos, orientados a todos los ámbitos y edades.
Procuremos no olvidar nunca el principio fundamental: que
todo se oriente a una vida interior nutrida con los sacramentos
en el marco parroquial. Hay que evitar a toda costa dispersar las
parroquias. Es más, la Misa cantada del domingo tendría que ser
la cita de todo el mundo –clero y fieles– alrededor del altar, para
la ofrenda dominical. De este modo, nuestras Misas vendrán a
ser más vivas y se convertirán realmente en el acto vital de la
parroquia por excelencia.
LA IGLESIA Y LA
EVOLUCIÓN SOCIAL
Y POLÍTICA
«Si Dios no edifica la casa, en vano
trabajan los que la construyen.»38
38
Sal 126, 1.
78 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
La Iglesia y la política
Antes de abordar nuestro tema, quisiéramos definir bien la
postura de la Iglesia sobre la política y, por consiguiente, sobre
los partidos políticos. Como la política, en el sentido filosófico
de la palabra, se refiere a lo que concierne al gobierno de la
sociedad, no puede dejar a la Iglesia sumida en la indiferencia y
neutralidad. En efecto, el Estado es una sociedad inscrita por
Dios en la naturaleza de los hombres, que han sido hechos para
vivir en sociedad. Por lo tanto, Dios constituye el fundamento
de los derechos y deberes del Estado. El fin de la sociedad civil,
sus leyes fundamentales, el límite de sus poderes y la extensión
de sus funciones, se inscriben en la naturaleza de las cosas y de
las personas creadas por Dios. La Iglesia siempre recordó a los
gobiernos y a sus jefes que eran deudores de Dios, que la perso-
na humana y la familia son –de derecho– anteriores al Estado,
y que éste no podía avasallarlos o disponer de ellos a su gusto;
no puede tampoco autorizar a los ciudadanos ciertas libertades
que signifiquen la negación del bien y del mal.
Los partidos políticos, aún cuando persigan únicamente el
bien común, representan opciones libres sobre los medios para
realizarlo. Aparte de que muchas veces sus programas se com-
ponen de una mezcla de verdades y errores, también hay que
añadir que frecuentemente, por desgracia, hacen sus declara-
ciones más para lograr el voto de los electores que para alcan-
zar realmente el bien de la sociedad, cuando no resulta que, por
añadidura, no disimulan la defensa de sórdidos intereses. La
Iglesia pide a sus fieles que cumplan sus deberes de ciudadanos
teniendo siempre ante sus ojos los principios que constituyen el
LA IGLESIA Y LA EVOLUCIÓN SOCIAL Y POLÍTICA 79
De la persona humana
«El hombre, dice el Papa Pío XI, es una persona a quien el
Creador ha dotado admirablemente de alma y cuerpo. En esta
vida y en la otra, el hombre, sólo tiene a Dios como fin último.»
El catecismo nos enseña que el hombre ha sido creado para
conocer, amar y servir a Dios, y por ese medio, alcanzar la vida
eterna. Servir a Dios quiere decir cumplir con el propio deber
de estado y el deber de caridad con el prójimo, en el lugar y las
circunstancias que Dios quiere y bajo su mirada paterna.
LA IGLESIA Y LA EVOLUCIÓN SOCIAL Y POLÍTICA 81
De la sociedad familiar
Sería algo ilusorio buscar el auténtico y perfecto desarrollo
de la persona humana sin estudiar en qué condiciones norma-
les debe llegar a él y en qué ambiente ideal la ha puesto Dios
para darle una perfecta conciencia de sí misma, un conoci-
miento hondo de sus deberes y una preparación suficiente para
enfrentar la vida y ponerse bajo la mirada del Creador.
A los que intentan restablecer una vida social feliz, les resul-
tará muy provechoso conocer perfectamente qué es la familia,
cuál es su constitución, su fin, sus leyes, su inserción o sus rela-
ciones con la sociedad civil y con la Iglesia. Sólo recordaré aquí
algunos principios esenciales que dan a conocer la familia tal
como Dios quiere que sea, restaurada y elevada por Nuestro
Señor Jesucristo.
La familia es la célula madre de la sociedad, anterior a ella de
derecho y de hecho, y por lo tanto, tiene derechos y deberes que
le son propios, independientemente de toda sociedad civil. En
efecto, la sociedad doméstica tiene por principio y base el matri-
monio; por tal razón, estudiando qué es el matrimonio según la
ley de Dios y cómo ha sido restaurado por Nuestro Señor
Jesucristo, podremos comparar las etapas por las que debe pasar
la costumbre para lograr establecer la familia ideal.
El matrimonio es la célula fundamental de la sociedad que
une en un destino común a un hombre con su mujer y sus hijos.
Esta comunidad familiar se origina en un contrato elevado a la
dignidad de sacramento, libremente consentido, que trae apa-
rejados unos compromisos prescritos por la ley natural y por el
Creador. La libertad del contrato reside en la elección del cón-
yuge, pero no sobre las obligaciones que, como tales, no pueden
depender de la voluntad humana. En efecto, los fines del matri-
monio son los siguientes: la procreación y la educación de los
hijos, y la ayuda mutua, facilitada por la unidad de las mentes y
de los corazones en busca de una mayor perfección.
Respetar los fines asignados por Dios al matrimonio debe
LA IGLESIA Y LA EVOLUCIÓN SOCIAL Y POLÍTICA 83
De la sociedad civil
Acabamos de hablar de las agrupaciones o asociaciones pri-
vadas, pero es evidente que ellas no pueden ser suficientes para
ayudar y proteger a las familias e individuos. Por eso, en todo
momento a lo largo de la historia de la humanidad, los hombres
se han agrupado en sociedades que, con el correr del tiempo,
establecen tradiciones y forman grandes familias vinculadas a
una tierra y a una descendencia; es lo que constituye la patria,
todo lo que los antepasados y padres han transmitido como
patrimonio a sus descendientes.
«No se puede poner en duda, dice el Papa León XIII, que la
reunión de los hombres en sociedad es obra de la voluntad de
Dios. La Providencia hizo al hombre –que aislado no podría
alcanzar lo necesario y útil para la vida, como tampoco sería
capaz de adquirir la perfección del espíritu y de los corazones–
para unirse con sus semejantes en sociedad, tanto doméstica
como civil, que es la única que puede alcanzar lo necesario para
la perfección de su existencia.»
De este modo, los hombres se unen naturalmente en socie-
dad para, mediante ella, vivir en paz, en ayuda mutua y con
seguridad. Tienen derecho a exigir estos beneficios a la socie-
dad, aceptando someterse a la disciplina de las leyes necesarias
para obtener estos bienes y a la autoridad que las dicta, las eje-
cuta y sanciona las infracciones.
«Si los individuos y las familias que entran en la sociedad,
vieran en ella un obstáculo en lugar de un apoyo, y una dismi-
nución de sus derechos en vez de una protección, tendrían que
huir de ella en vez de buscarla.»
86 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
La costumbre
Por una parte, la costumbre que designa el antiguo estado
social y lo que resulta de ello para los individuos, las familias y
la sociedad; y por otra parte, el hecho histórico de la presencia
europea con lo que trajo al país.
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que en la cos-
tumbre hay elementos valiosos para la constitución de la socie-
dad africana, tales como el sentido de la hospitalidad, el carác-
ter sagrado de la autoridad, el espíritu de ayuda mutua, virtudes
como la fidelidad en los sentimientos de veneración y el respe-
to de la madre, el pudor en algunas tribus y la honestidad de las
costumbres, protegida, seguramente, por severas sanciones. Y
agreguemos: un sentimiento religioso profundo, al que se puede
recurrir para auténticas abnegaciones.
Los principios de la Iglesia expresan la convicción de que
existen valores auténticos en todas las razas, sean las que sean,
y su papel misionero consiste precisamente en ayudar a los pue-
blos a elevarse, bajo la guía de la religión cristiana, a una forma
superior de humanidad y de cultura. Las reglas de vida cristia-
na pueden concordar con todas las culturas profanas, a condi-
ción de que sean sanas y puras, pues pueden volverlas más capa-
ces para proteger la dignidad humana y alcanzar la felicidad.
Sin embargo, dentro de la costumbre, la idea de la persona
humana tal como Dios la creó y redimió está muy desfigurada;
ya se trate de siervos descendientes de esclavos, vinculados al
LA IGLESIA Y LA EVOLUCIÓN SOCIAL Y POLÍTICA 91
miembros del clan exigen vivir del sueldo del que trabaja. En
tales condiciones, ¿cómo se podrá llegar a un ahorro que per-
mita la construcción de la vivienda y medios normales de sub-
sistencia? En nuestros territorios africanos se ha implantado
todavía poco la propiedad tal como Dios quiere que sea para
poder realizar el propio deber de estado en esta vida.
En este particular, los esfuerzos de los jóvenes que aspiran a
mejores condiciones de vida social, deben aún tender a trans-
formar el clan mediante una educación del espíritu de familia
donde se desarrolle la personalidad humana según la ley natural.
Si consideramos hasta dónde se ha avanzado en el ideal de
la verdadera familia que constituye la sociedad doméstica
requerida por la ley natural, nos vemos obligados a ver que las
familias que se conforman con tal ideal son todavía una mino-
ría muy pequeña.
Es verdad que en todas partes ya hay algunos hogares mode-
los que no tienen nada que envidiar a las mejores familias cris-
tianas de los países cristianizados desde hace mucho tiempo,
cosa que prueba que, donde ha penetrado el espíritu de verdad
y caridad, la felicidad se desarrolla por sí misma en los corazo-
nes bien dispuestos.
Aunque el clan limitó el mal y protegió a sus miembros de
una mayor corrupción moral o incluso del hambre, hay que
reconocer que debido a su tiranía, suprime a las mujeres la liber-
tad de casarse con quien quieran, y muchas veces también a los
hombres, que no pueden casarse por falta de dinero. El clan difí-
cilmente permite la propiedad privada, que invita al esfuerzo, al
trabajo, al ahorro, a la construcción de una vivienda, etc.
Además, si la familia no adquiere nada para sí, ¿cómo ten-
dría interés en el trabajo? ¿No está aquí la explicación de la faci-
lidad con que se abandona el trabajo? La idea de permanecer y
de preparar un futuro a los hijos, existe muy poco o casi nada.
Por eso vemos cómo los jóvenes se van fuera de su patria y se
alejan de los que viven a costa suya para poder ahorrar.
LA IGLESIA Y LA EVOLUCIÓN SOCIAL Y POLÍTICA 93
LA RESPONSABILIDAD
SACERDOTAL
Tanto para Mons. Guibert como para mí, siempre es un gozo
y una gran satisfacción encontrarnos en medio de vosotros.
Quisiéramos ayudaros muchísimo, no solamente manifestándoos
nuestro afecto, sino también con nuestras oraciones, nuestras
palabras de aliento y nuestras directivas.
En la exhortación de esta mañana voy a insistir sobre dos
consignas particulares: el ser sacerdotes en vuestra actitud
hacia Dios y las almas, y el ser conscientes de vuestra responsa-
bilidad sacerdotal y paternal con los vicarios y todos vuestros
auxiliares inmediatos.
Considerad vuestro sacerdocio ante Nuestro Señor Jesucristo.
Tened la sed y la obsesión de vivir con Dios y de estar íntima-
mente unidos de todo corazón con Nuestro Señor. No olvidéis
que esta unión no puede realizarse ni ser verdadera sin vuestros
ejercicios de piedad: oración, breviario y, sobre todo, la Santa
Misa, sin excluir los demás.
Seguramente, algunos de vosotros diréis que tenéis ocupacio-
nes urgentes, que hay reuniones que os esperan o que os acapa-
ran indispensables tareas apostólicas. ¡Qué ilusión sería creerse
capaces de difundir la vida de Dios en el propio entorno, descui-
dando abrevarse en las fuentes de esa misma vida! El sacerdote
que descuida sus ejercicios de piedad acabará necesariamente
entibiándose y debilitándose. Como nos advirtió Nuestro Señor,
«¿cómo tendrán sabor los alimentos si la sal no les da ese sabor?»39
39
Cf. Mat 5, 13.
100 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
Asimismo, hay películas que es útil ver y que incluso son edi-
ficantes; pero en este tema, hay que ser muy discreto y evitar ir
regularmente al cine –aquí no aludo a los cines parroquiales–.
La presencia del sacerdote puede ser un escándalo para los
espectadores, pues hay que decir que, incluso si la película fuera
correcta, suele haber alguna parte del programa a la que un
sacerdote no debería asistir.
No os extrañéis, por lo tanto, si damos algunas directivas
correctas sobre este particular.
Para disponer a las almas a la gracia de Dios, no basta con
elevar los corazones, sino que hay que esclarecer las inteligen-
cias. Permitidme que os diga cuánta angustia siento ante la
desorientación de las mentes. Parece que ya no se sabe dónde
está la verdad y el error, y –cosa que decepciona profunda-
mente– vemos que, de un modo demasiado general, nuestra
prensa católica francesa hace circular ideas que no están de
acuerdo con la doctrina enseñada por el Papa... Así, por ejem-
plo, finge condenar al comunismo únicamente porque es ateo,
como si los Papas no lo hubieran condenado como algo intrín-
secamente malo e incapaz de producir efectos provechosos en
una sociedad, y alimenta una secreta admiración por el siste-
ma, excepción hecha de su ateísmo. En lo que se refiere a la
escuela libre, ya es mucho si la admite. Los problemas de ultra-
mar se juzgan bajo el aspecto de un internacionalismo pareci-
do al comunismo y favorable a un igualitarismo utópico y a un
indiferentismo religioso, tema del cual nos acaba de hablar el
Papa en su mensaje de Navidad.
Podríamos decir que ya no habría que fomentar la lectura de
algunas revistas como Espíritu y diarios como Testimonio Cristiano,
pues su espíritu es demasiado ajeno al de la Iglesia y está repleto
de modernismo y liberalismo.
Procuremos seguir siempre las directivas del Papa, leer sus
escritos con atención y conformar nuestras mentes con la suya,
pues es el espíritu de Cristo.
102 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
LA AUTORIDAD
Una vez más la Providencia nos da la alegría de poder reu-
nirnos en este oasis de Sébikhotane para reflexionar juntos en
los problemas de nuestro apostolado, a títulos diversos y res-
ponsabilidades diferentes. Sabemos que, en definitiva, no hay
más que un apostolado y una misión, la que Nuestro Señor
recibió de su Padre: «Como mi Padre me envió, así os envío
Yo».40 Es la Iglesia la que nos transmite fielmente esta misión
apostólica, y nosotros participamos en la misión de la Iglesia,
aunque el obispo, por supuesto, de un modo particular, pues él
transmite el mandato a los sacerdotes. El origen es el mismo, la
vida idéntica y un mismo el ideal que hay que realizar.
Es necesario tener una fe viva y profunda en este mandato
que se os ha confiado, especialmente a vosotros, los que tenéis
una responsabilidad más importante entre vuestros compañe-
ros, ya que, de un modo u otro, tenéis que dirigir. Me gustaría
insistir sobre este tema durante unos momentos.
Debéis tener un concepto y enfoque realmente sobrena-
tural sobre la autoridad con que se os ha investido, com-
puesta a la vez de una sincera humildad y de convicción pro-
funda de vuestras deficiencias y, al mismo tiempo, de una
firme confianza en la ayuda divina para poder ejercer vues-
tras responsabilidades.
Procuremos no minimizar nuestra autoridad, ya sea por timi-
dez o por falta de la virtud de fortaleza, por cansancio o por un
concepto equivocado de la autoridad. Asimismo, evitemos el
autoritarismo, que solo confía en sí mismo.
40
Jn 20, 21.
106 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
41
Cf. Jn 8, 4.
LA AUTORIDAD 107
EL ESPÍRITU
SACERDOTAL
Empieza el año escolar, así que es también el comienzo de
una nueva campaña apostólica. Ya os han llegado las listas de
los nuevos titulares de los cargos, de los confesores de religiosas
y de los sacerdotes encargados de cursos de instrucción religio-
sa en los colegios e institutos. Cada párroco, superior y director,
en su momento oportuno, tiene que repartir las funciones del
año entre sus auxiliares.
No puedo dejar de pensar en estas palabras de la Escritura
del día de la fiesta de los santos Apóstoles Simón y Judas: «El
adorno del cielo son las virtudes de los que predican. A uno se
da por el Espíritu el don de hablar con sabiduría, a otro, el don
de hablar con ciencia, según el mismo espíritu. Un sólo y mismo
Espíritu opera todas estas cosas».42
Ojalá que siempre podamos considerar los cargos y los ofi-
cios que se nos confían con el espíritu de fe y la convicción de
que el Espíritu divino quiere emplearnos para tal apostolado, en
tal lugar y en tal época de nuestra vida. ¡Qué fuente de paz y de
confianza para nuestras almas sacerdotales y religiosas!
Queridos amigos, las líneas que siguen tienen como finali-
dad haceros vivir mejor vuestro ideal sacerdotal. Servirán igual-
mente a nuestros queridos hermanos religiosos, guardada toda
proporción. No veáis en el hecho de que os recuerde los princi-
pios y sus consecuencias sino un ardiente deseo de veros vivir a
todos como sacerdotes santos, celosos y abrasados por el amor a
42
SAN GREGORIO PAPA, Homilía XXX sobre el Evangelio.
110 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
43
Jn 17, 4.
EL ESPÍRITU SACERDOTAL 111
44
Jn 17, 19.
112 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
45
Homo homini lupus, sacerdos sacerdoti lupior.
116 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
PRESENTACIÓN DE LA
CARTA COLECTIVA DEL
EPISCOPADO ITALIANO
SOBRE EL LAICISMO
¿Por qué os pedimos que leáis y meditéis la siguiente carta?
CARTA COLECTIVA
SOBRE EL LAICISMO
Queridos sacerdotes:
Comprobaciones y preocupaciones
1. Nuestra entrada en materia contiene la expresión de una
profunda satisfacción.
En estos años atormentados de la posguerra, cuando se ha
sometido a pruebas muy duras la vida y la acción sacerdotal,
os habéis hecho dignos de la Iglesia. Tanto en los puestos más
humildes como en los de mayor responsabilidad, habéis dado
claros testimonios de vida ejemplar, de celo apostólico ardien-
te y de fervor incansable en iniciativas. Conocemos vuestros
sacrificios diarios, vuestras inquietudes indecibles, vuestros
sufrimientos silenciosos y vuestros martirios ocultos. Quizás
nunca como en estos años la acción del sacerdote ha tenido
que afrontar dificultades y problemas de un alcance tan
amplio y complejo, que incluso las almas más fuertes se sien-
ten desconcertadas. Os habéis comportado dignamente en las
pruebas y vuestros obispos, que han compartido de cerca vues-
tras alegrías y vuestros dolores, desean rendir un homenaje
público a vuestro comportamiento ejemplar y al celo genero-
so de vuestro ministerio.
LE DESTRONARON 123
46
Discurso del 19 de sep. de 1925.
130 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
El laicismo y el clero
13. Igualmente la mentalidad laica puede infiltrarse en
nuestras filas, queridos sacerdotes, y afectar en especial a los
más jóvenes. Puede llevarnos insensiblemente a adoptar pos-
turas doctrinales y sobre todo prácticas, desastrosas a la vez
para nuestra vida espiritual y para el cumplimiento de nues-
tro apostolado.
El laicismo significa la negación o el desconocimiento de lo
sobrenatural en esta vida bajo todas sus formas. Es poner el
énfasis en los valores terrestres, excluyendo todos los valores
sagrados y divinos. Tal infiltración en la mentalidad del sacer-
dote, incluso sin darse cuenta, puede producir graves desviacio-
nes. Subrayemos algunas de las que, en las coyunturas de nues-
tro mundo actual, se pueden descubrir más fácilmente:
134 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
47
Rom. 12, 2.
136 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
48
Juan XXIII, Sacerdotii nostri primordia.
138 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
49
Cf. 1 Cor. 1, 21 ss.
LE DESTRONARON 139
Debemos comentar, pues, por todos los medios, sobre todo en las
filas de militantes de Acción Católica, las iniciativas más ade-
cuadas para este objetivo (ejercicios espirituales, retiros mensua-
les, reuniones de espiritualidad, etc.). Nunca insistiremos bas-
tante sobre la recepción frecuente de los sacramentos, fuente
primera de toda verdadera formación interior.
b) Formemos en nuestros laicos el «sentir con la Iglesia» a la
luz de las grandes encíclicas Mystici Corporis y Mediator Dei del
Sumo Pontífice Pío XII. En esta perspectiva comprenderán, más
allá de los aspectos exteriores y jurídicos de la Iglesia, su pro-
fundo misterio de mediación irremplazable entre Dios y las
almas, el valor de su misión espiritual en la historia, y así se
darán cuenta del error grave en que caería el que creyese tra-
bajar por el Reino de Dios pero se separara de la comunión con
la Iglesia y con la jerarquía visible que la gobierna.
De este modo, para esos laicos formados, el «sentir con la
Iglesia» significará amor filial y estrecha participación en la vida
de la Iglesia, en sus luchas y sufrimientos, en sus persecuciones
y conquistas; significará recepción atenta y amorosa de su ense-
ñanza doctrinal y directivas prácticas, porque verán en la jerar-
quía y sus decisiones una presencia de amor que vela por el bien
de las almas; significará participación consciente en la vida
litúrgica, mediante la cual se estrecharán los lazos espirituales
de cada alma con la comunidad de sus hermanos; significará,
finalmente, un fervor de acción por la expansión del reinado de
Dios en la tierra, según las posibilidades y responsabilidades de
cada uno.
c) Procuremos dar, al mismo tiempo que la formación ascé-
tica, una cultura religiosa profunda, de modo que nuestros lai-
cos –sobre todo si son miembros de la Acción Católica o encar-
gados de responsabilidades públicas– tengan un conocimiento
claro y sistemático de los términos teológicos de los problemas
actuales con una referencia especial a las dificultades de orden
teórico y práctico que provienen del laicismo. La claridad en las
LE DESTRONARON 141
50
Pío XII.
142 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
EL APOSTOLADO
La Santa Sede me ha pedido que desde ahora dedique mi
tiempo y actividad a la diócesis de Dakar. Por lo tanto, dejando
el apostolado de la Delegación Apostólica, a partir de ahora me
entrego totalmente a esta misión que antes estaba reservada a
mi auxiliar, S. E. Mons. Guibert.
Durante los meses que acaban de terminar, he procurado
establecer un contacto más inmediato con las personas, e inclu-
so con las cosas que me permitirán ejercer eficazmente ese
ministerio. He necesitado algún tiempo, más del que yo pensa-
ba, motivo por el cual hoy reanudo la costumbre de confiaros en
algunas páginas mis preocupaciones apostólicas, deseando ante
todo transmitiros el celo del espíritu de verdad y de caridad que
debe hacernos actuar en la Obra divina, a cuya cooperación
hemos sido llamados por una gracia gratuita de Dios.
Quizá sea la primera vez que me dirijo a vosotros –mis que-
ridos sacerdotes, religiosos y religiosas– y a los seglares que por
una gracia particular se han comprometido a cooperar en nues-
tro apostolado.
Siento un verdadero deseo de dirigirme a todos los apóstoles de
la diócesis. Seguramente lo sois y por diversos títulos: sacerdotes,
por consagración y misión; religiosos y religiosas por compromiso
público; seglares, por pertenecer al cuerpo vivo y místico de Cristo.
Me parece que, siendo esas diversas responsabilidades comple-
mentarias y estando orientadas por el mismo ardiente deseo de ver
extenderse el reino de Nuestro Señor, todos podrán aprovechar
útilmente estas exhortaciones y avisos de su obispo y pastor.
Permitidme que os recuerde brevemente algunos princi-
pios fundamentales de nuestro apostolado, que siempre deben
146 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
51
Jn 15, 5.
EL APOSTOLADO 147
52
1 Tes 5, 18.
53
Jn 3, 8.
148 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
54
Jn 10, 10.
55
Jn 15, 16.
56
Fil 4, 13.
57
Rom 8, 14.
EL APOSTOLADO 149
58
1 Cor 2, 16.
150 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
59
Mat 11, 2.
60
Jn 1, 46.
61
Luc 18, 16.
62
Jn 6, 44.
EL APOSTOLADO 151
63
HERVE, tom. III, nº 444.
64
Ibid.
152 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
65
Cf. Jn 17, 19.
66
2 Cor 12, 15.
LA CARIDAD SACERDOTAL 153
LA CARIDAD
SACERDOTAL
Tras haber asistido a los Santos Ejercicios del retiro anual pen-
sad animosamente en el nuevo año de apostolado y santificación
personal. Permitidme que os sugiera algunos saludables pensa-
mientos y reflexiones sobre este apostolado para que sea siempre
más conforme con el espíritu de caridad y de verdad que nos dio
Nuestro Señor, y animar y guiar nuestra Misión. «Recibid el
Espíritu Santo… como el Padre me envió, también Yo os envío.»67
Nuestra entera vida sacerdotal es una vida de caridad. Vida
de caridad hacia Dios, en Nuestro Señor, que es el Orante por
excelencia, enseñándonos a rezar en espíritu y en verdad, pues
la vida de oración es la primera manifestación de la caridad:
amor y adoración del Padre que está en los cielos por medio de
su Divino Hijo y en su Espíritu.
¡Bienaventuradas las horas del breviario y de meditación!
¡Sublimes instantes de nuestra Santa Misa, que son la manifes-
tación de nuestra caridad hacia Dios!
Vida de caridad fraterna en el respeto por la autoridad, «no
por ser vistos… sino por Dios».68 Caridad fraterna en la comu-
nidad sacerdotal y misionera compuesta por nuestros compañe-
ros y auxiliares: hermanos, religiosas y catequistas; caridad que
lleva a la oración en común, a la concordia en el trabajo y a una
unidad de pensamiento y celo apostólico, que no es sino la uni-
dad del Espíritu Santo.
67
Jn 20, 21-22.
68
Efe 6, 6; Col 3, 22.
154 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
69
1 Cor 13, 5.
LA CARIDAD SACERDOTAL 155
70
Sal 30, 2; 70, 1.
VIVIR SEGÚN LA VERDAD 157
VIVIR SEGÚN
LA VERDAD
Este año, la carta de nuestro Santo Padre Juan XXIII dirigi-
da al mundo con motivo de la fiesta de Navidad ha tenido como
tema «la Verdad».
Aspiración a la Verdad
Estimados diocesanos, quisiéramos hacer eco en nuestra dió-
cesis a este mensaje tan oportuno del Santo Padre y atraer vues-
tra atención sobre la necesidad de huir de los errores y de sus
fuentes para aferrarse con toda el alma a la verdad, tal como nos
la transmite la Iglesia.
Muchos motivos deben suscitar en nuestras almas la sed de
la verdad; nuestras almas están hechas para la verdad y nuestras
inteligencias –reflejos del Espíritu divino– nos han sido dadas
con vistas a conocerla y darnos la luz que nos indique el fin al
que debe orientarse toda nuestra vida.
San Juan Apóstol expresó estas realidades con una profundi-
dad de pensamiento y una elocuencia penetrantes. Su Evangelio
y sus Cartas imprimen en nuestras almas un deseo ardiente de
acercarse a esta luz «que ilumina a todo hombre que viene a este
mundo,»71 como Nicodemo, como la samaritana y como muchos
otros después de ellos.
También él nos cuenta el episodio del ciego de nacimiento y
el comentario de Nuestro Señor sobre los ciegos. Nuestro Señor,
que alababa a los que acudían a Él como ciegos, censuraba a los
71
Jn 1, 9.
158 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
El error
El que se forja su propia verdad vive en la ilusión y en un
mundo imaginario; crea en su mente una película de pensamien-
tos que sólo tienen las apariencias de la realidad. Vivir en lo irreal
y, sobre todo, intentar poner en práctica concepciones creadas en
su totalidad por una mente imaginativa es, por desgracia, la fuen-
te de todos los males de la humanidad. La corrupción de los pen-
samientos es mucho peor que la de las costumbres, pues el escán-
dalo de las costumbres es más limitado que el de los errores, ya que
se difunden más rápido y corrompen pueblos enteros.
72
Jn 1, 9.
VIVIR SEGÚN LA VERDAD 159
Lenguaje equívoco
Antes de denunciar algunas orientaciones de pensamiento,
llamamos vuestra atención sobre el modo con que las expresan
quienes las profesan. Se puede decir que hoy existe cierta lite-
ratura religiosa –o que pretende ocuparse de religión– que tiene
el talento de emplear palabras equívocas o forjar neologismos
de tal forma que ya no se sabe con certeza qué quieren decir.
Los que escriben o hablan de ese modo esperan seguir teniendo
la aprobación de la Iglesia y al mismo tiempo satisfacer a los que
están fuera de Ella o que la persiguen.
De este manera que en los términos libertad, humanismo, civi-
lización, socialismo, paternalismo y colectivismo –podríamos agre-
gar muchos otros– llegan a afirmar lo contrario de lo que signi-
fican esas palabras. Evitan definirlas y dar precisiones necesa-
rias, hasta incluso las definen de manera nueva y personal, de tal
modo que estamos lejos del sentido usual, con lo cual satisfacen
a los que atribuyen a estas palabras su auténtico sentido y se jus-
tifican dándoles otro completamente distinto. Esta concepción
del lenguaje es la señal de la corrupción de los pensamientos y,
quizás en algunos, de una verdadera cobardía. Además, es señal
de espíritus débiles que temen la luz y la claridad.
¡Cuántos son los que usan un lenguaje al que nos han acos-
tumbrado los comunistas aunque, no obstante, nieguen que
están de acuerdo con su doctrina!
160 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
73
Cuadernos del Círculo San Juan Bautista, Junio-Julio 1960.
166 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
74
1 Cor 13, 4.
VIVIR SEGÚN LA VERDAD 167
EL APOSTOLADO
MISIONERO
Cada año en esta época tienen lugar algunos nombramien-
tos. Algunos de vosotros recibiréis vuestra primera designación
a los lugares de apostolado. Tendréis que poner en práctica todos
los consejos y, más aún, toda la vida y los dones del Espíritu
Santo que se os han comunicado.
Con la gracia de Dios, procurad dar a toda vuestra vida sacer-
dotal, religiosa y misionera, una orientación realmente conforme
con el espíritu de la Iglesia traducido en sus leyes: el Derecho
Canónico, los libros litúrgicos y el ritual. No esperéis encontrar
el espíritu evangélico fuera de este espíritu de la Iglesia.
Aprended a armonizar las necesidades del ministerio con las
de vuestra vida interior y religiosa, y las necesidades de la pas-
toral con una administración fiel: tener al día los documentos,
el status animarum y los registros. Adquirid la buena costumbre
de transcribir inmediatamente las actas que hacéis, ya sea direc-
tamente sobre los registros o para transcribirlas fidedignamente
al volver de vuestra gira pastoral.
Juntad la sencillez y la pobreza con los cuidados necesarios
para conservar vuestra salud. Evitad quedar absorbidos por ocu-
paciones naturales, descuidando la preparación de los sermo-
nes, catecismos e instrucciones espirituales. Estad dispuestos a
oír confesiones con una paciencia incansable, sin omitir una
cierta disciplina. Que la verdadera caridad de Nuestro Señor
llene vuestro corazón y no un afecto sensible que os ponga en
peligro de desviaros del verdadero fin apostólico por el cual lo
habéis dejado todo.
170 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
LA NECESIDAD
DE LA ORACIÓN
En su Carta Apostólica del pasado 29 de septiembre, Su
Santidad Juan XXIII, ensalzando la oración del Rosario, decía:
«Oh, Rosario bendito de María, qué dulce es verte levantado
por manos inocentes de santos sacerdotes, de almas puras, de
jóvenes y ancianos, que aprecian el valor y la eficacia de la ora-
ción; levantado por las muchedumbres innumerables y piado-
sas, como emblema y estandarte, mensajero de paz en los cora-
zones de todos los hombres».
¿Apreciamos realmente este valor y esta eficacia de la oración?
Con motivo de la llegada de monjes benedictinos contem-
plativos –es decir, particularmente dedicados a la oración y a
la alabanza de Dios– de la presencia desde hace tiempo de
nuestras monjas de Sebikhotane y de la llegada de los Padres
del Santísimo Sacramento en San José de Medina –que vienen
a inaugurar una adoración casi perpetua de la Eucaristía– qui-
siéramos en las líneas que siguen proyectar una luz de fe y
de verdad sobre la necesidad e importancia capital de la ora-
ción en toda la vida cristiana, y su eficacia misteriosa para el
apostolado. Ojalá los sacerdotes, religiosos, religiosas y todos
los fieles de la diócesis se convenzan de esta verdad esen-
cial para toda vida espiritual y actividad misionera. Nuestro
Señor nos afirma que se nos concederá todo lo que pidamos
con fe mediante la oración.75 Efectivamente, tenemos que
poner nuestra concepción de la oración a la luz de la fe; la
75
Mat 21, 22.
172 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
76
Jn 14, 13.
LA NECESIDAD DE LA ORACIÓN 173
77
Jn 15, 4-5.
78
Jn 15, 16.
LA NECESIDAD DE LA ORACIÓN 175
79
Jn 15, 1 y 5.
80
Jn 17, 1-2.
81
DENZINGER, Enchiridium Sybolorum, nº 246 (Ed. Herder, Barcelona 1965).
176 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
gloria son dirigidas a Dios que hace estas cosas, por haber ilumi-
nado y corregido a estos hombres.»
Cuidado con contar sólo con nosotros mismos, con medios
humanos, con nuestra propia reflexión e inteligencia, y con
nuestros propios esfuerzos, organización y planes para lograr un
fin que pertenece a Dios, en un ámbito que es suyo, el de las
almas, e incluso en el ámbito de las cosas temporales, que Él ha
creado para que estén al servicio de las almas.
Si no queremos ser derrotados antes de haber empezado,
tenemos que ponernos a rezar y asegurarnos de que se eleven
sin cesar oraciones para ayudarnos. Este incienso que sube
hasta Dios para alabarlo, adorarlo por medio de Nuestro Señor
y obtenernos su Espíritu, no son sino las oraciones de los mon-
jes, las religiosas y las de toda la Iglesia, que reza incesantemen-
te con Jesús y en Él.
Tan cierto es esto que la liturgia, la obra divina por excelen-
cia, es la manifestación más hermosa de la caridad hacia Dios y
el prójimo. No hay cosa tan misionero como la oración, que
hizo bajar al Espíritu Santo sobre los Apóstoles, y esa misma
oración de Nuestro Señor se perpetúa en la Sagrada Liturgia de
la Iglesia, oración siempre eficaz gracias a su promesa.
Esta oración que la Iglesia pone en nuestros labios es la voz
de la Esposa que se extiende sobre los fieles, sobre los infieles y
sobre todas las criaturas espirituales que hay en el mundo, par-
ticularmente sobre las 150.000 personas que agonizan cada día.
Es más, esta oración llega hasta el más allá, en el Purgatorio,
donde también atrae la efusión del Espíritu purificador.
De este modo, la oración de los monjes, lejos de encoger su
corazón, lo ensancha hasta la dimensión del Corazón de Jesús.
No hay nada tan fecundo en caridad y, por consiguiente, tan efi-
caz, como la oración para la extensión del reinado de Nuestro
Señor en las almas, en el tiempo y en la eternidad.
CARTAS Y AVISOS
A LA CONGREGACIÓN
DEL ESPÍRITU SANTO
(1962-1968)
SU EXCELENCIA
POR
MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE
DESPUÉS DE LA
ELECCIÓN COMO
SUPERIOR GENERAL
El 26 de julio los miembros del Capítulo General me han
designado sucesor del R.P. Griffin en el cargo de Superior
General. Esa misma noche, en Roma, me llegó la respuesta ofi-
cial del Santo Padre que bendecía la elección de los capitulares.
Así se me presentaron, en menos de 24 horas y por caminos
que se imponían como providenciales, la dolorosa separación
de la diócesis de Tulle –con la que me había encariñado pro-
fundamente y que no merecía tener un obispo tan efímero– y
se me abría en el horizonte la grave responsabilidad de dirigir
una familia religiosa, cuya vitalidad y santidad tienen una
repercusión tan importante para millones de almas que la
Iglesia le confía.
Menos mal que el mismo San Pablo afirmó varias veces que
no podemos nada por nosotros mismos, y que todo lo pode
mos en Dios: «Tal es la confianza que por Cristo tenemos
en Dios. No que de nosotros seamos capaces de pensar algo
como de nosotros mismos, sino que nuestra suficiencia viene
de Dios».82
El Capítulo, que nos ha manifestado esta ayuda constante de
Nuestro Señor, tendrá repercusiones sin tardar. Deseamos vivamen-
te que los efectos de las decisiones adoptadas se hagan sentir rápida-
mente. Sería demasiado extenso brindaros aquí un resumen sucinto
82
2 Cor 3, 4-5.
182 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
AL INICIO DEL
VATICANO II
Queridos sacerdotes:
83
2 Tim 1, 6.
186 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
1.- Que el Espíritu Santo en nosotros nos haga cada vez más
vivamente conscientes de que pertenecemos a la Iglesia ente-
ra, que aún se halla bajo el soplo y el fuego de Pentecostés, ima-
gen y signo de la luz y del ardor que iluminó y abrasó los cora-
zones de los Apóstoles al unísono con el Corazón Santo de la
Virgen: «De repente vino del cielo un ruido como el de una
ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa… y se les
aparecieron unas lenguas como de fuego».85 Este Pentecostés
cristiano continúa todavía hoy y va a mostrarse de un modo
más sensible con motivo del Concilio. Tenemos que ser los pri-
meros en recibir esa nueva gracia y ese nuevo impulso que lle-
nará nuestras almas de luz y de generosidad.
Somos de la Iglesia por medio de nuestro sacerdocio y de
nuestra profesión religiosa. Hay que afirmar con fuerza que nues-
tra profesión religiosa nos vincula de un modo íntimo y particu-
lar a la Iglesia. En sus manos hacemos la profesión, nos consa-
gramos al servicio de Ella y hacemos nuestras promesas públicas
de obediencia, pobreza y castidad para parecernos así a Aquel de
quien Ella es el Cuerpo, es decir, Nuestro Señor Jesucristo.
Queremos ser como un cuerpo de élite a disposición de la
Cabeza de la Iglesia, el Sucesor de Pedro, para las obras difíciles y
las almas más abandonadas. Con este fin y para estar más ente-
ramente bajo la influencia del Espíritu Santo, Espíritu de Nuestro
84
Jn 1, 33.
85
Hech 2, 2-3.
LE DESTRONARON 187
86
Heb 5, 1ss.
87
2 Tim 2, 4.
88
Heb 4, 14.
89
Jn 17, 4.
190 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
90
Ritual del Bautismo.
91
Jn 10, 10.
LE DESTRONARON 191
se los envía, para que puedan así dar el auténtico sentido a sus
vidas, el auténtico significado y la verdadera conclusión, a
saber: que todos permanezcan definitivamente en Dios.92
Todo nuestro apostolado está marcado por esta orientación
restaurada por Nuestro Señor. Hombres de todas las razas y oríge-
nes esperan de nosotros, por medio de nuestra predicación, ense-
ñanza y conducta, el anuncio de Jesucristo y de su Redención, el
anuncio del cielo y del camino que a él conduce. Hacer que revi-
va en los hombres la virtud de religión, bajo la influencia de las
virtudes de fe, esperanza y caridad cristianas, es introducirlos en la
Iglesia de la Jerusalén celestial.
La Iglesia nos proporciona los medios para lograr este fin.
Nuestras iniciativas no pueden situarse sino en el marco seña-
lado por Nuestro Señor Jesucristo. Estos principios fundamen-
tales deben determinar nuestra conducta en el apostolado.
Espero que la Providencia me permita volver a hablar de ello
más ampliamente en otras cartas.
Por consiguiente, no tiene que haber oposición entre nuestra
vida religiosa y nuestra vida apostólica. Ambas brotan del mismo
principio, se alimentan en las mismas fuentes y tienen la misma
finalidad. La distinción entre la vida contemplativa y la vida acti-
va, y entre la vida religiosa y la vida apostólica, no es adecuada.
Se puede decir realmente que la vida contemplativa es esencial-
mente activa, con la misma actividad sobrenatural y espiritual
que fue en primer lugar la vida de Nuestro Señor. Igualmente,
hay que decir que la vida religiosa y sacerdotal es esencialmente
apostólica. El breviario y la Santa Misa son actos de la vida reli-
giosa y sacerdotal esencialmente misioneros y apostólicos, sin los
cuales un apostolado exterior no tiene sentido ni eficacia.
Las dificultades que se sienten entre las exigencias de la vida
religiosa y las de la vida apostólica suelen provenir de la incom-
prensión e incluso ignorancia de estas verdades primeras.
92
Apoc 4 y 7.
192 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
11 de octubre de 1962
LE DESTRONARON 193
SOBRE EL USO
DE LA SOTANA
Queridos hermanos:
93
Heb 7, 26.
94
Hech 1, 8.
95
Mat 5, 15.
196 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
96
Jn 17, 15-16.
97
En Francia [N. del T.]
LE DESTRONARON 197
Es una cobardía
Ante el laicismo y ateísmo, la actitud de conformidad total es
una capitulación que elimina los últimos obstáculos a su difusión.
El sacerdote, mediante su sotana y su fe, es una predicación
viva. La ausencia aparente de todo sacerdote, sobre todo en una
gran ciudad, es un grave retroceso en la predicación del
Evangelio. Es la continuación de la obra nefasta de la revolu-
ción que saqueó las iglesias, promulgó las leyes de separación,
expulsó a religiosos y religiosas, secularizó las escuelas, etc. Es
renegar del espíritu del Evangelio que predijo las dificultades
que el sacerdote y los discípulos de Nuestro Señor tendrían que
soportar por parte del mundo.
Esas tres comprobaciones, que tienen gravísimas consecuen-
cias en el alma del sacerdote que se seculariza, arrastran las
almas de los fieles hacia una rápida secularización. El sacerdote
es la sal de la tierra. «Vosotros sois la sal de la tierra; pero, si la
sal se desazona… para nada aprovecha ya, sino para tirarla y
que la pisen los hombres.»98
¿No es eso lo que acecha constantemente a los sacerdotes
que ya no quieren aparecer como tales? ¡Qué pena! El mundo
no los amará, sino que los despreciará. Los fieles se sentirán
dolorosamente afectados al no saber ya con quién están hablan-
do realmente. La sotana era una garantía de la autenticidad del
sacerdocio católico.
No se trata en el caso presente –dado el contexto histórico,
las circunstancias, los motivos y las intenciones– de un tema
de poca monta, ni de un asunto de moda eclesiástica que sólo
98
Mat 5, 13.
LE DESTRONARON 199
99
Jn 17, 6 y 4.
200 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
LE DESTRONARON 201
enero-febrero de 1964
100
Mat 17, 5.
101
Luc 1, 28-30.
102
Mat 16, 18.
103
1 Ped 5, 9.
LE DESTRONARON 203
FIDELIDAD A LA VIDA
RELIGIOSA
Sin haceros ahora un balance o resumen de las entrevistas de
la reunión tan benéfica de los superiores mayores, me parece
oportuno animaros mediante los «Avisos del mes» a que reviváis
la gracia de la vida religiosa que hay en vosotros. Aunque es ver-
dad que los superiores han tomado una conciencia más viva de
la necesidad de favorecer y animar la vida de comunidad o
comunitaria, que es el medio en que la vida religiosa encuentra
su vigor y desarrollo, sin embargo, nos es forzoso comprobar que
lo que da existencia y eficacia a la vida de comunidad es más
bien el verdadero y auténtico religioso.
La obligación de la vida religiosa auténtica no está reservada
a los superiores. El joven religioso que acaba de salir de su semi-
nario puede y debe ser como el misionero maduro, un religioso
convencido y decidido a practicar, cueste lo que cueste, su pro-
fesión religiosa según la regla y las Constituciones en conformi-
dad con los votos que ha pronunciado ante Dios y la Iglesia.
No hay que acusar a la gracia de la vida religiosa. Lo que está
en juego no es su utilidad ni eficacia, sino que, desafortunada-
mente, lo que muchas veces falla es el mismo religioso. Es ver-
dad que los superiores no deben descuidar ninguna cosa que
pueda facilitar la vida religiosa, pero los que son fieles a sus votos
hallan y obtienen de Nuestro Señor la gracia para perseverar en
dicha fidelidad, cualesquiera que sean las circunstancias.
La debilidad de la voluntad forma parte de las consecuen-
cias del pecado original, pero todos nuestros años de formación
se encaminan a fortalecerla y a proporcionarnos los medios
204 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
porque los sacerdotes “no son del mundo, dice el Señor, como Yo
tampoco soy del mundo,”104 manteniendo siempre intacta e inal-
terada su personalidad y su individualidad sacerdotal. No os
dejaréis manejar por el espíritu del mundo, sino, como hijos de
Dios, por el Espíritu de Dios: “los que se rigen por el Espíritu de
Dios, esos son hijos de Dios”.105 Por eso la Iglesia os quiere des-
pojados de todo apego terreno, y os encomienda el desinterés y
la sencillez de una vida pobre: “No llevéis oro, ni plata, ni dine-
ro alguno en vuestros bolsillos”.106 Para este camino difícil, la
Iglesia, como buena Madre, os da una verdadera riqueza, la de la
gracia, que siendo gracia para vosotros, tal posesión íntegra,
plena y sobreabundante de Dios, puede comunicarse a los
demás, porque os convertiréis en ministros de Cristo y dispensa-
dores de los misterios de Dios: “Es preciso que los hombres vean
en nosotros ministros de Cristo y dispensadores de los misterios
de Dios,”107 y ministros de gracia: “El don que cada uno haya
recibido póngalo al servicio de los otros, como buenos adminis-
tradores de la multiforme gracia de Dios”.108
«Si mantenéis en vosotros la primacía absoluta de esta acti-
vidad y de esta vida sobrenatural, os será más fácil, seguro y
provechoso entablar el diálogo con las almas y sabréis entender
a todos los que no tienen sino un vago recuerdo de la vida cris-
tiana, como bautizados que han recibido un carácter sagrado
que ha permanecido inoperante.
«San Bernardo de Claraval, para probar que el hombre apos-
tólico debe renovarse continuamente en Cristo, recuerda: “Si
eres sensato, te comportarás como depósito y no como canal,”109
104
Jn 17, 16.
105
Rom 8, 14.
106
Mat 10, 9.
107
1 Cor 4, 1.
108
1 Ped 4, 10.
109
Sermón 18 sobre “El Cantar de los Cantares”
206 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
110
PABLO VI, Alocución al Colegio Episcopal Brasileño, 28 de abril de 1964
(Oss. Rom., 8 de mayo de 1964)
LE DESTRONARON 207
111
1Cor 9, 16.
112
¡Caveatis!: alusión a la intervención del Cardenal Browne cuando se trató de
alterar la definición tradicional del matrimonio: cf. MICHAEL DAVIES, El
Concilio del Papa Juan, Iction, Buenos Aires 1981, pág. 99. [N. del T.]
208 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
hace cien años valía para aquel tiempo pero no para el actual.
Otros se refugian en el misterio de la Iglesia. Otros consideran
que un concilio tiene por objeto modificar la doctrina de los
concilios anteriores. Por último, otros sostienen que todo un
concilio está por encima del Magisterio ordinario, por lo cual
puede prescindir de él y valerse por sí misma.
También se oye la voz de la prensa liberal afirmando que por
fin la Iglesia admite la evolución del dogma.
¿Podemos descubrir el motivo, al menos aparente, que ha
permitido a tales tesis revolucionarias subir oficialmente al
estrado del Concilio? Creo que podemos afirmar que tal cosa se
produjo para apoyar un ecumenismo que primero se presentó
como católico y que, durante las sesiones se ha transformado en
ecumenismo racionalista.
Este espíritu de ecumenismo no católico ha sido el instru-
mento que han empleado unas manos misteriosas para intentar
sacudir y pervertir la doctrina enseñada desde los tiempos evan-
gélicos hasta nuestros días, doctrina por la que ha corrido y
sigue derramándose tanta sangre de mártires.
Así ha sucedido, por más increíble que parezca. A partir de
ahora, en la historia de la Iglesia siempre se hablará de estas
tesis contrarias a la doctrina que, so pretexto de ecumenismo,
han sido presentadas a los padres conciliares del Vaticano II.
De ese modo, han procurado elaborar esquemas que atenúen o
incluso hagan desaparecer algunos puntos de doctrina específi-
camente católica que puedan desagradar a los ortodoxos y sobre
todo a los protestantes.
Quisiéramos tratar algunos ejemplos de las nuevas tesis
propuestas. Nos parece inútil exponer extensamente las tesis
católicas tradicionales sobre tales puntos, pues se trata de
una doctrina que todos conocen, que se enseña en nuestros
catecismos, que nutre nuestra Liturgia y que ha sido objeto
de firmísimas y luminosísimas enseñanzas de los Papas desde
hace un siglo.
LE DESTRONARON 209
La Primacía de Pedro
Veamos en primer lugar la Primacía de Pedro, al que se pre-
tende dar jaque con una colegialidad mal definida y mal com-
prendida, que culmina en un desafío al sentido común.
Hubiera sido mucho mejor y más provechoso señalar la función
del obispo en la Iglesia, con relación a su grey particular, bajo la
vigilancia de Pedro, y mostrar cómo –a través de esa grey parti-
cular– se debe por caridad a la Iglesia universal, comenzando
por las Iglesias que le están más cerca, seguidamente por las de
las misiones y finalmente por la Iglesia entera, pero en depen-
dencia inmediata de Pedro, que es el único que se debe en jus-
ticia y directamente a todas las Iglesias y a toda la Iglesia.
Examinemos la tesis nueva y las dos afirmaciones que encierra:
La Santísima Virgen
Con imprudencia increíble, a pesar del deseo explícito del
Santo Padre, el esquema que se ha propuesto suprime el título
de María Madre de la Iglesia; los ecumenistas lamentan que a la
Virgen se le llame Mediadora. Sin embargo, cabe esperar que la
LE DESTRONARON 211
La Eucaristía
Sobre la Eucaristía –aunque este tema no se ha tratado aún
explícitamente– algunos habrán observado que figuran dos
alusiones que tienden a disminuir la estima de la Presencia
Real de Nuestro Señor.
Al final del esquema sobre la Sagrada Escritura, se compara
a la Eucaristía con las Escrituras. ¡Cómo no pensar en todos
esos evangelios que ahora ya han reemplazado a la Eucaristía en
el altar mayor de nuestras Iglesias!
Se afirma, por otra parte, que los protestantes no poseen «la
plena realidad de la Eucaristía». ¿De qué Eucaristía se trata?
Naturalmente no puede tratarse de la Eucaristía católica, pues
la Presencia Real, o está, o no está...
La Revelación
En todos los esquemas sobre la Revelación se intenta mini-
mizar, en provecho de la Escritura, el valor de la Tradición. Se
reprocha exageradamente a los fieles y a los sacerdotes que no
tienen suficiente devoción a la Sagrada Escritura.
Las Escrituras han sido destinadas a la comunidad del pue-
blo de Dios en sus jefes y no a cada miembro individual aisla-
damente, como sostienen los protestantes, razón por la cual la
Iglesia, como Madre, brinda la leche de la doctrina a sus hijos
mediante su acertada presentación en la Liturgia, en el catecis-
mo y en la homilía dominical. Está dentro del orden de la natu-
raleza que se nos enseñe la Escritura por medio de personas
autorizadas. Así lo ha querido Nuestro Señor. Nada tenemos
que tomar de los protestantes, cuya historia ha demostrado sufi-
cientemente que, por sí sola, la Escritura no puede mantener la
unidad ni preservar del error.
212 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
La Verdad de la Iglesia
Evidentemente la Verdad de la Iglesia tiene consecuencias
que molestan a los protestantes y también a algunos católicos
imbuidos de liberalismo.
A partir de ahora, el nuevo dogma que ocupará el lugar que
correspondía a la Verdad de la Iglesia será el de la dignidad de
la persona humana, junto con el bien supremo de la libertad:
dos nociones que se evita definir con claridad. De ello se sigue
que, según nuestros novadores, la libertad de manifestar públi-
camente la religión de la propia conciencia viene a ser un dere-
cho estricto de toda persona humana y que nadie en el mundo
puede prohibir. Poco importa si se trata de una religión verda-
dera o falsa, o si promueve virtudes o vicios. ¡El único límite
será un bien común que celosamente rehusan definir!
Por consiguiente, habrá que revisar los concordatos entre
el Vaticano y las naciones que, por otra parte, otorgan, con
razón, una situación preferencial a la religión católica. El
Estado debería ser neutro en materia de religión. Habría que
revisar muchas constituciones de Estado, y no sólo en las
naciones de religión católica. ¿No se les ha ocurrido a esos
nuevos legisladores de la naturaleza humana que el Papa tam-
bién es un jefe de Estado? ¿Van a invitarlo también a seculari-
zar el Vaticano? Consecuencia de ello sería que los católicos
perderían el derecho de obrar para establecer o restablecer un
Estado católico. Su deber consistiría en mantener el indife-
rentismo religioso del Estado.
Recordando a Gregorio XVI, Pío IX calificó tal actitud de
delirio y, más aún, de «libertad de perdición».113
León XIII trató el tema en su admirable Encíclica Libertas.
¡Todo eso era adecuado para su época, pero no para 1964!
Es quimérica la libertad que desean los que la consideran un
bien absoluto. Si es verdad que la libertad suele estar restringida
113
Quanta Cura, 8 de diciembre de 1864
LE DESTRONARON 213
Nota Complementaria115
No hemos modificado en nada este texto, y creemos que
hoy cabe reflexionar particularmente sobre la realidad que
expresa el título, pues no podemos negar que se ha producido
un peligroso deslizamiento hacia el protestantismo en todas las
esferas de la Iglesia.
114
Mar 6, 50.
115
Este texto fue redactado en octubre de 1964, cuando todavía se habían apro
bado muy pocos esquemas del Concilio, pero no se publicó por motivos com
pletamente ajenos al propio texto. Nos parece que hoy más que nunca esta
amonestación de 1964 sigue siendo actual. También prueba que, desde aquel
entonces se podían prever las consecuencias del espíritu neomodernista que
reinaba en el Concilio, de cuyas consecuencias somos hoy aterrados testigos.
218 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
116
Cf. MONS LEFEBVRE, Carta Abierta a los Católicos Perplejos, Ed. Voz
en el Desierto, México 1995, pág 130: «El 30 de junio de 1968, el Santo
Padre hizo pública su profesión de fe… Ese Credo… tuvo una solemnidad
absolutamente extraordinaria… Quería… como Vicario de Cristo, procla
mar su Credo, y lo hizo con las palabras más solemnes». [N. del T.]
220 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
LAS PERSECUCIONES
«Comenzaron a acusarlo, diciendo:
A éste le hemos hallado pervirtiendo a nuestra nación…
y diciendo que él es el Cristo, el rey.»117
«Tiene alborotado al pueblo con la doctrina que va sembrando
por toda la Judea.»118
117
Luc 23, 2.
118
Luc 23, 5.
119
Rom 8, 29.
222 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
120
Luc 23, 2.
121
Ibid.
122
Jn 19, 15.
LE DESTRONARON 223
enemigo del César, puesto que se dice rey; así que tiene otra
pertenencia política». Por lo tanto, tiene que desaparecer.
En conclusión, me parece muy legítimo y conforme a la tra-
dición de la Iglesia, aplicar a todos nuestros compañeros que
sufren o sufrirán injustamente persecución en el país en que
misionan, incluso por el solo hecho de su origen extranjero, el
título de mártires y testigos por el testimonio de su fe en
Nuestro Señor y en la Iglesia Católica.
Esto se aplicará con más razón a nuestros compañeros origi-
narios de África o de otras regiones, que son también persegui-
dos por ser miembros de un cuerpo que aparece como extran-
jero a una nación, estando primeramente sometido a una auto-
ridad espiritual representada por un extranjero ante la nación,
el Sucesor de Pedro, Vicario de Nuestro Señor Jesucristo.
Tal es nuestra noble y hermosa condición de cristianos y
católicos, de discípulos y sacerdotes de Nuestro Señor. La san-
gre del misionero no puede derramarse sino como testimonio de
su fe y de su pertenencia a Jesucristo, a menos que el persegui-
dor la derrama por ser provocado injustamente.
CONFIANZA EN LA
GRACIA DE DIOS Y EN
EL ÁFRICA CRISTIANA
A pesar de los acontecimientos actuales y graves persecu-
ciones de que es objeto la Iglesia en algunas de nuestras misio-
nes, son muchas las razones que nos llevan a esperar y confiar.
Es más, las pruebas que han sufrido nuestros sacerdotes, reli-
giosos y religiosas africanos y los sufrimientos de las buenas
familias cristianas, en particular de los catequistas, han mos-
trado con certeza que –a pesar de algunas defecciones– la
Iglesia Católica está profundamente implantada en África y
que tenemos que confiar más que nunca en nuestros cristianos.
En los lugares donde, gracias a Dios, las persecuciones no
nos han castigado, las vicisitudes ocasionadas por los aconteci-
mientos políticos han podido infundirnos temores durante algu-
nos meses, sobre la firmeza en la fe de nuestros neófitos. Parece
que las dudas han sido de corta duración y más que nunca los
cristianos están unidos a sus sacerdotes y misioneros. Más que
antes, reconocen el desinterés de los que han permanecido con
ellos a pesar de las nuevas dificultades, y esta actitud de mayor
fidelidad se siente aun en los lugares donde la situación política
no ha sido alterada.
Por eso, parece que ha llegado el momento para que nuestra
Congregación también manifieste su confianza en el futuro del
África católica y e imite lo que han realizado maravillosamente
nuestros compañeros irlandeses en Nigeria: un seminario
mayor, un noviciado y un seminario menor, cuyas primicias se
226 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
MARÍA, MADRE
DE LA IGLESIA
Durante este mes de María, teniendo todavía ante los ojos
el fervoroso llamamiento del Santo Padre pidiéndonos que
ofrezcamos insistentes oraciones a María, Madre de la Iglesia,
por el Concilio y por la paz, me parece oportuno atraer vuestra
atención sobre la importancia considerable de esta solemne
proclamación conciliar, referente a María, Madre de la Iglesia.
Todas las verdades que la Iglesia afirma de María tienen un
valor teológico excepcional, ya sea de María como Madre de
Dios, de su Inmaculada Concepción o de su Asunción y, hoy, de
su Maternidad sobre la Iglesia. Está claro que a partir de estas
verdades se puede concluir en todas las tesis fundamentales de
la doctrina de la Iglesia. Hay que destacar igualmente que cada
una de estas verdades descarta por sí misma concepciones
incompatibles con la doctrina de la Iglesia, como ocurre clara-
mente en el caso de esta última proclamación solemne.
Digamos en primer lugar algunas palabras de las circunstan-
cias de este extraordinario acontecimiento, del cual la prensa
hizo caso omiso o habló muy brevamente. Nunca se hablará
bastante de ello, pues en la historia de la Iglesia, el Concilio
Vaticano II sigue siendo ante todo el que ha proclamado a
María como Madre de la Iglesia.
Ninguna de las decisiones conciliares ha encontrado seme-
jante asentimiento entusiasta de parte de los obispos. Las demás
propuestas doctrinales se han aprobado después de muchas difi-
cultades y han necesitado arreglos de última hora para alcanzar
una casi unanimidad, que en la mayoría de las veces no era muy
230 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
123
Extra Ecclesiam nulla salus.
124
MARIE CARRE, J’ai choisi l’Unité [Yo Escogí la Unidad] (Apostolat de la
Presse, París).
232 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
POR UN AUTÉNTICO
«AGGIORNAMENTO»
Reverendos Padres y estimados compañeros:
125
1 Ped 5, 9.
LE DESTRONARON 239
Oración
Esta renovación personal tiene que manifestarse exterior-
mente a través de nuestra conducta en la Casa de Dios, donde
todo debe atraernos; a través de la asiduidad en nuestro brevia-
rio, en nuestras oraciones y los ejercicios señalados por nuestra
regla, en nuestra Santa Misa y en las devociones recomendadas
por la Iglesia: al Santísimo Sacramento, a la Santísima Virgen y
a los Santos Patronos de nuestras comunidades.
Si somos fervorosos en la práctica de este espíritu de ora-
ción, animaremos a nuestra comunidad. Velaremos por la
belleza y limpieza de nuestra capilla, de nuestras sacristías y de
los ornamentos; dejaremos el Santísimo en el lugar de honor
que le corresponde en medio del altar principal (nuestras capi-
llas no son catedrales). Procuraremos que no se desacredite la
Misa rezada y personal, multiplicando de modo abusivo las
concelebraciones. Pensemos en la formación de nuestros
sacerdotes del mañana. Inculquémosles el valor público y uni-
versal de la Misa privada.
Como nuestras Misas se destinan al clero, aunque siempre
asisten algunos fieles, tenemos que mantener habitualmente el
uso del latín, sobre todo para la Misa mayor del domingo. La
norma que han adoptado los seminarios de Roma es la siguien-
te: Misa en lengua vernácula, dos veces por semana; el domin-
go y los demás días, Misa en latín. Esto vale también para los
novicios religiosos, que quedan asimilados a los clérigos.
Seguiremos celebrando las Vísperas dominicales en latín, las
exposiciones del Santísimo, los ejercicios del mes del Rosario,
las procesiones con el Santísimo, las Rogativas, etc.
Trataremos de tener imágenes hermosas en nuestras capillas
y jardines para mover a la piedad y edificación de las almas.
240 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
Las virtudes
Restauración de la piedad, la verdad y la virtud
Hagamos fructificar la gratia sanans combatiendo los vicios,
las malas costumbres y alentando la práctica de la virtud. En
este aspecto, la virtud particular de los superiores es de fortale-
za, que consiste en «soportar y seguir adelante,»126 nunca aban-
donar y a veces tolerar, pero con la intención de reformar en
cuanto se pueda. Hace falta una paciencia angélica, si no divi-
na, pero no nos desanimemos de antemano, pues de lo contra-
rio también nosotros tendremos que convertirnos.
Tenemos que procurar crear en nuestras casas un ambiente
de santidad, de celo, de fervor, de caridad y de generosidad,
tratando de alcanzar este ideal, animando a los buenos, es
decir a los virtuosos, y persiguiendo el escándalo, que es total-
mente contrario al bien común. Habrá dificultades, toleran-
cias más o menos prolongadas, pero hay que reprender y corre-
gir con caridad, perseverancia y firmeza, para que nunca se
acepte el escándalo ni que el autor de él tenga la impresión de
que ha ganado y vencido al superior. Hay escándalos por debi-
lidad, que son menos graves. Los hay por espíritu de orgullo,
de insubordinación y de doblez, que no entiende lo que es la
126
Sustinere et aggredi.
LE DESTRONARON 243
Obediencia
Hagamos entender a nuestros aspirantes el lugar esencial de
la virtud de la obediencia en la vida cristiana y religiosa, pues
constituye toda la vida de Nuestro Señor. No hay esperanza de
renovación donde no haya devoción a la obediencia como
entrega total de sí mismo a Dios. Todos los santos fueron ante
todo almas humildes y obedientes.
Por desgracia, nos damos cuenta de que en esta esfera las
faltas son continuas y empiezan desde el noviciado. Ahí
sobre todo es donde hay que inculcar el espíritu de reforma
de sí mismo que consiste en un abandono total y completo de
la propia voluntad para someterse sin discusión ni vacilación
a la voluntad de Dios manifestada por medio de los superio-
res. Tal es la fuente primera e indispensable de una reforma
profunda y durable.
Son demasiado frecuentes las desobediencias al reglamento
del silencio, del porte eclesiástico, de la pobreza, del orden, del
cuidado de las habitaciones, etc.
Lo que es particularmente grave es no comprender la necesi-
dad fundamental de la obediencia para lograr la imitación de
Nuestro Señor. Los encargados de la formación deben insistir
incesantemente sobre este tema. Ahora bien, algunos superiores
o directores parece que ya no se atreven a hablar de obediencia
y autoridad. De buen grado se extienden sobre la autoeducación
y la autoformación y tienden a suprimir los reglamentos, para
244 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
Pobreza
Hagamos amar la pobreza, el espíritu de ahorro y el cuidado
de los objetos de comunidad, para evitar los gastos inútiles; lle-
gar a la práctica real del desapego de los bienes de este mundo
debe ser la finalidad de los santos, es decir, de los que no quie-
ren bien alguno fuera de Nuestro Señor Jesucristo.
Se habla mucho de pobreza, pero cada día se practica
menos. Los ecónomos lo saben y se quedan atónitos al ver el
espíritu derrochador de muchos –o de la mayoría– de nues-
tros seminaristas. Los bienes de cada uno se multiplican, los
objetos personales también, las radios, grabadoras, cámaras,
etc... En la comunidad nos volvemos cada vez más exigen-
tes, hacen falta los acondicionamientos más modernos para
las distracciones, etc.
Los miembros más jóvenes de la Congregación, en lugar
de sentir un santo celo por la práctica de la pobreza, mani-
fiestan, en cambio, exigencias que los hacen parecidos al
clero secular o a los seglares. Sucede exactamente lo contra-
rio de la necesaria renovación. ¡Pensemos en San Francisco
de Asís, en San Vicente de Paúl o en Don Bosco! ¡Qué lejos
estamos de aquel espíritu!
La pobreza combate el desorden, el porte vulgar y la falta de
cuidado. Respecto a esto, debemos decir algunas palabras sobre
el porte eclesiástico y religioso. En los países en que se lleva el
clergyman desde hace algunos años, debe mantenerse por una
parte la costumbre del traje negro, y por otra el uso de la sota-
na dentro de la comunidad y en la capilla.
LE DESTRONARON 245
Castidad
Se puede relacionar fácilmente la práctica de la virtud de
pobreza con la de la castidad, pues se apoyan mutuamente.
Naturalmente, la ausencia de mortificación en el ejercicio del
desprendimiento de los bienes de este mundo no facilita la prác-
tica de la castidad. La vanidad o la dejadez en el porte son a la
vez contrarios a la pobreza y a la castidad. La falta de modestia y
246 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
127
1 Jn 2, 16.
LE DESTRONARON 247
128
Cf. 2 Cor 5, 14.
248 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
ALGUNAS PÁGINAS
INSTRUCTIVAS DE
HISTORIA: EL CONCILIO
DE TRENTO
En estos tiempos en que, en la mente de cierto número de
nuestros contemporáneos, se pretende presentar al Concilio
actual como una Contrarreforma, es decir, como contra-
peso equilibrante de lo que la Reforma del Concilio de Trento
tuvo de exagerado o circunstancial, es saludable repasar algu-
nas páginas de historia que nos den una apreciación más
correcta de la realidad.
En efecto, algunos eclesiásticos contemporáneos quisieran
deducir, de la concepción particular del sacerdote en la época del
Concilio de Trento, la necesidad de buscar un nuevo «tipo de
sacerdote» que sería –según dicen– más evangélico. Afirmación
gratuita y que autoriza cualquier tipo de iniciativa, incluso las
más contrarias a la auténtica noción del sacerdocio transmitida
por la Tradición infalible de la Iglesia.
Las páginas que siguen están sacadas de «La Historia de la
Iglesia,» publicada por Fliche y Martin, tomo 17, capítulo 9.
siglo XVII por Ferry con relación al dogma, y fue refutada por
Bossuet. Esto nos va a permitir puntualizar la naturaleza y los
límites de las innovaciones del Concilio de Trento y, por consi-
guiente, definir su importancia histórica en la esfera del dogma.
Admitimos perfectamente que el Concilio de Trento trajo algo
nuevo. Si no fuera así, ¿para qué habría servido?
Tales innovaciones nunca versaron sobre el fondo de la
doctrina cristiana, sino sobre lo que, en teología, se llaman sus
desarrollos, es decir, las consecuencias lógicas de dogmas ya
conocidos y universalmente aceptados. El papel de un Concilio
consiste en hacer explícito lo que sólo era implícito, tornar
claro lo que seguía siendo oscuro. Esto es hacer avanzar el
conocimiento de la doctrina. No hay concilio en la historia del
que podamos decir que haya innovado, pues de ser así, no
habría servido para nada. Tal innovación –como muy bien diría
Newman– es del género que puede y debe llamarse evolución
de vida, y no de la categoría de los cambios que caracterizan la
muerte. Pues «no hay corrupción si la idea de la doctrina con-
serva el mismo tipo, los mismos principios y la misma organiza-
ción, si los comienzos hacen prever sus fases ulteriores, si sus
fenómenos últimos protegen sus anteriores manifestaciones y
las conservan y si mantiene su poder de asimilación, de restau-
ración y una acción vigorosa desde el principio hasta el final».
Los cambios realizados en el Concilio de Trento no consti-
tuyen una nueva religión, sino que son medidas para conservar
la antigua. Un árbol que crece ya no es el mismo y sin embar-
go sigue siendo el mismo. La religión tridentina era distinta a
la religión medieval, pero seguía siendo la misma religión en
una época diferente. Todo lo que decimos aquí del dogma
puede aplicarse a todos los demás aspectos del catolicismo: su
moral, su disciplina, su doctrina ascética y mística, y su disci-
plina canónica. Además –como dice Bossuet sobre los artículos
de fe formulados en el Concilio– si fue mayor el número de
artículos decretados en Trento, es que las personas que debía
254 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
EL SACERDOTE Y
NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO EN EL
DECRETO CONCILIAR
PRESBYTERORUM
ORDINIS
Si hay una nota constante y un pensamiento que sintetiza
el Decreto conciliar sobre los sacerdotes, es el del vínculo entre
el sacerdote y Nuestro Señor: «Los sacerdotes, por la unción
del Espíritu Santo, quedan marcados con un carácter especial
que los configura con Cristo Sacerdote, de tal forma que pue-
den obrar en nombre de Cristo Cabeza.» (nº 2)
Hay que subrayar que el Decreto insiste más aún de lo
que se decía hasta ese momento sobre la Misión del
Sacerdote, que es el Enviado, a ejemplo del Apóstol por
excelencia. Así se resalta más el ministerio de la palabra y la
predicación. Sin embargo, tal ministerio no es un fin en sí
mismo, sino que prepara o conduce a otro más esencial, que
constituye el fin propio del sacerdocio. Tal fin se expresa
admirablemente en los términos siguientes: «Por el ministe-
rio de los presbíteros se consuma el sacrificio espiritual de
los fieles en unión del sacrificio de Cristo, Mediador único,
que se ofrece por sus manos, en nombre de toda la Iglesia,
incruenta y sacramentalmente en la Eucaristía, hasta que
258 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
129
Ibid.
130
Ibid.
131
Ibid. nº 5.
132
Ibid.
133
Ibid.
LE DESTRONARON 259
EL SACERDOTE Y LOS
DEMÁS EN EL
DECRETO CONCILIAR
PRESBYTERORUM
ORDINIS
En una primera visión del sacerdote, el Decreto lo sitúa con
relación a Nuestro Señor, Sacerdote por excelencia y causa de
su gracia sacerdotal, que se ejerce sobre todo por medio del
sacrificio eucarístico y de la predicación.
Después, en una segunda reflexión, se considera al sacerdo-
te en su relación con los demás: «Relación con otras personas».
Es evidente que el que está más cerca del sacerdote es su pro-
pio obispo. El Decreto hace hincapié en la unión del obispo y el
sacerdote, que aparece particularmente en la concelebración
del sacrificio eucarístico.
El Concilio invita al obispo a estar cerca de sus sacerdo-
tes, a reunirse con ellos y con los que puedan ayudarle útil-
mente, con consejos oportunos, a guiar la diócesis. Los
sacerdotes, por su parte, deben respetar y obedecer a los
obispos. Los sacerdotes unidos en torno a su obispo forman
una familia y, por lo tanto, tienen que evitar el aislamiento
que sería perjudicial para el conjunto. Tal es también el
caso de los religiosos enviados a algunas diócesis: deben
unirse íntimamente a la familia diocesana, en la medida en
que forman parte de ella.
262 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
134
Decret. cit., nº 5.
135
Cf. Fil 2, 21.
136
Decret. cit., nº 16: «La perfecta y perpetua continencia por el reino de los cie
los, recomendada por Cristo Señor, aceptada con gusto y observada lauda
blemente en el decurso de los siglos e incluso en nuestros días por no pocos
fieles cristianos, siempre ha sido tenida en grande aprecio por la Iglesia, espe
cialmente para la vida sacerdotal».
137
Ibid. nº 9.
LE DESTRONARON 263
138
Ibid.
139
Ibid. nº 10.
264 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
LE DESTRONARON 265
EL SACERDOTE Y
NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO EN EL
DECRETO CONCILIAR
PRESBYTERORUM
ORDINIS
La tercera parte del Decreto, que debiera ser tema de medi-
tación frecuente para todos los sacerdotes, primero subraya las
profundas razones de la vocación sacerdotal y, por consiguien-
te, de la vocación a la perfección. Después insiste sobre algunas
exigencias particulares necesarias para lograr tal perfección y,
por último, concluye con diversos medios eminentemente útiles
que contribuyen a esta perfección.
Los que tuvieran alguna duda sobre la grandeza y la impor-
tancia de su sacerdocio deberían leer atentamente este texto, y
en él encontrarán un alimento para su fe y el celo por la propia
santificación, que es prenda de la santificación del prójimo.
140
Decr. cit., nº 12.
266 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
141
Ibid.
142
Ibid.
143
Contemplata aliis tradere.
144
Ibid. nº 13.
145
Ibid.
LE DESTRONARON 267
146
Ibid. nº 14.
147
Ibid.
268 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
148
Ibid. nº 19.
270 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
EL APOSTOLADO SEGÚN
SAN PABLO
A través de los Hechos de los Apóstoles y por sus cartas, San
Pablo se nos revela como ejemplar del apostolado inaugurado
por los discípulos y los Apóstoles de Nuestro Señor inmediata-
mente después de su Ascensión y de Pentecostés. Sin embargo,
el caso de San Pablo es extraordinario, pues Nuestro Señor no
lo formó del mismo modo que a los demás, sino que él recibió
milagrosamente la preparación para su apostolado. Su elección,
su bautismo y su retiro en el desierto, todo contrasta con la
elección de los doce, y a pesar de ello, San Pablo iba a ser el
Apóstol modelo, especialmente para los misioneros.
En estos tiempos en que se ponen en duda hasta los mismos
fines del apostolado, en que también parece que es un deber cam-
biar radicalmente de métodos, resultará provechoso volver a lo
esencial en materia de apostolado, cuya fuente es Nuestro Señor;
esencial será lo que realizaron los que lo aprendieron de Él.
Por lo tanto, es sumamente provechoso ponerse en la escue-
la de San Pablo.
Antes de entrar en el tema del ministerio que emprendió el
Apóstol, hay que indicar bien el punto de partida de San Pablo,
que evidentemente fue aquel momento extraordinario en que
cayó derribado mientras iba de camino a Damasco. Él mismo
refiere este acontecimiento de un modo que completa lo que el
autor de los Hechos de los Apóstoles expresó en el capítulo 9.
Haciendo una síntesis de ambas narraciones, no podemos sino
admirar el poder de Nuestro Señor, que de un alma de persegui-
dor formó al modelo de los Apóstoles. «Éste es para mí vaso de
272 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
elección, para que lleve mi nombre ante las naciones y los reyes
y los hijos de Israel.»149 En esta frase dirigida a Ananías ya apa-
rece claramente el fin esencial del Apóstol: «…llevar el nombre
[de Jesucristo] ante las naciones y los reyes y los hijos de Israel».
Nuestro Señor añade enseguida: «Yo le mostraré cuánto habrá
de padecer por mi nombre».150 La finalidad es siempre la misma:
dar a conocer el nombre de Jesús; a este apostolado están vin-
culados el sufrimiento, las persecuciones y las contradicciones.
Agreguemos ahora a estas palabras las del mismo San
Pablo, que son mucho más explícitas, pronunciadas ante
Agripa, donde se expresó con una elocuencia conmovedora.
Describe ampliamente su lucha contra los cristianos y su vio-
lencia: «Muchas veces… los obligaba a blasfemar a fuerza de
castigos».151 Cuenta aquella aparición fulgurante en pleno
mediodía en el camino a Damasco. Es el mismo Jesús quien le
habló en lengua hebrea: «Yo soy Jesús, a quien tú persi-
gues,»152 así que es a Él a quien se persigue en la persona de
los cristianos perseguidos.
Y llegamos al hecho: ¿qué desea Jesús exactamente de San
Pablo? «Para esto me he aparecido a ti –está claro, Nuestro
Señor se dispone a indicarle el motivo concreto de su apari-
ción– para hacerte ministro y testigo de lo que has visto y de lo
que te mostraré aún.»153 Por lo tanto, fue entonces cuando
Nuestro Señor lo constituyó Apóstol suyo, es decir, su repre-
sentante y testigo de las cosas que había visto y por las que se le
volvió a aparecer.
Es evidente que la ciencia de San Pablo fue infusa, como la
que los Apóstoles recibieron el día de Pentecostés, pero sin
149
Hech 9, 15.
150
Ibid. 9, 16.
151
Ibid. 26, 11.
152
v. 15.
153
v. 16.
LE DESTRONARON 273
154
Ibid.
155
v. 17.
156
v. 17.
274 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
157
Gal 1, 15-18.
158
Hech 9, 20.
LE DESTRONARON 275
159
Ibid. v. 29.
160
Cf. Hech 15.
161
Cf. Gal 2, 11.
276 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
162
Ibid. 13, 5.
163
Ibid. vv. 44-46.
164
Ibid. v. 48.
165
Ibid. 18, 11.
166
Ibid. v. 8.
167
Ibid. 14, 21-22.
LE DESTRONARON 277
168
Ibid. v. 23.
169
Ibid. cap. 17.
170
Ibid. 18, 8.
171
Ibid. 16, 15.
278 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
172
IIbid. 18, 26.
173
Ibid. 20, 28.
174
Ibid. 18, 9-10.
LE DESTRONARON 279
LA VIDA RELIGIOSA Y
APOSTÓLICA Y
NUESTRO NOVICIADO
«Cuando aquel que me segregó desde el seno de mi madre y me llamó por su
gracia, se dignó revelar en mí a su Hijo para que lo anunciase a los gentiles, al ins-
tante, sin pedir consejo a la carne y a la sangre ni subir a Jerusalén a los Apóstoles
que eran antes de mí, partí para la Arabia y de nuevo volví a Damasco.»175
175
Gal 1, 15-17.
282 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
176
Jn 17, 26.
LE DESTRONARON 285
177
Cessante causa, cessat effectum.
178
Tutius, securius, velocius.
286 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
179
SANTO TOMÁS, Suma Teológica, IIª IIª, q. 25, art. 1, corp.
180
El Venerable Padre François Libermann, fundador de la Congregación de los
Padres del Espíritu Santo.
LE DESTRONARON 287
181
Jn 21, 15.
288 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
LE DESTRONARON 289
ESTO FIDELIS
La fidelidad es una virtud social que tiene una afinidad
profunda con la virtud de verdad y, en consecuencia, se vin-
cula, igual que ella, con la virtud de justicia. Parece muy opor-
tuno que recordemos qué es esta virtud para animarnos a
desearla, a mantenerla en nosotros y a manifestarla en nuestra
vida individual y social.
La fidelidad es la voluntad de mantener un compromiso
dado: es ser veraz consigo mismo y con los demás. Es también
ser justos, pues el compromiso se hace con otra persona, con
Dios, con la Iglesia o con una Congregación. Los compromisos
pueden ser muchos. Hay algunos que son irrevocables y que nos
comprometen por toda la eternidad, y hay otros que nos com-
prometen sólo para la vida en este mundo. En cambio, hay otros
que pueden ser anulados, pero nunca unilateralmente, pues
supondría una injusticia con las personas con quienes nos
hemos comprometido y, en definitiva, con Dios.
Así, el bautismo nos compromete por toda la eternidad y
este compromiso debe proporcionarnos bienes que aseguran la
vida eterna. Una vez bautizados, nunca podremos renegar de
nuestro compromiso. El matrimonio compromete para la vida
en este mundo y los que lo han contraído deben permanecer
fieles, sin que ninguna autoridad de este mundo pueda dispen-
sarlos de tal compromiso. Con esto podemos medir la gran
importancia de la virtud de la fidelidad.
Las diversas promesas y compromisos pueden ser de muchas
clases. También pueden ser muchas las circunstancias que, ya
sea por sí mismas, o debido a las personas con quienes nos
hemos comprometido, dejen sin valor el compromiso. Nada es
290 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
182
Mat 25, 23.
LE DESTRONARON 293
294 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
LE DESTRONARON 295
ESCRITOS DE 1968
SU EXCELENCIA
POR
MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE
183
Jn 15, 16.
298 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
184
Jer 2, 20: «No serviré».
LE DESTRONARON 299
185
Para dar un ejemplo concreto de esta realidad, puedo citar un hecho del que
he sido testigo. En una diócesis en donde yo visitaba a nuestras comunidades, el
obispo, muy acogedor, vino a buscarme a la estación y, disculpándose por no poder
recibirme en su residencia episcopal, me llevó al seminario menor. Allí encontré, en
302 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
7 de marzo de 1968
304 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
LE DESTRONARON 305
SOBRE LA AUTORIDAD
A la autoridad de la persona que la posee, corresponde la
virtud de la obediencia de parte de los que están sujetos a ella.
Esclareciendo la noción de autoridad, se esclarece correlati-
vamente la idea de la obediencia. La autoridad es esencial-
mente una participación a la autoridad universal de Dios.
Nuestro Señor lo dice explícitamente a Pilatos: «No tendrías
ningún poder sobre mí si no te hubiera sido dado de lo alto».187
San Pablo lo repite cuando dice: «No hay potestad que no
provenga de Dios».188
En efecto, ninguna criatura puede atribuirse el derecho de
dirigir a otras sino por una delegación y participación de la
autoridad divina, que es la única que por su misma naturaleza
tiene poder sobre toda criatura. Cualquiera que sea la manera
de designación de la persona que tiene autoridad, desde el
momento en que está investida de ella, participa de la autori-
dad de Dios. A tal título, San Pablo y San Pedro piden que se
obedezca a las autoridades civiles.
Con más razón aún, tenemos que someternos a las autorida-
des de la Iglesia que tienen quienes han sido elegidos por
Nuestro Señor para encargarse de apacentar el rebaño. Toda
autoridad en la Iglesia participa del poder de Pedro o del poder
de los sucesores de los Apóstoles, los obispos. Los superiores
generales deben recibir el consentimiento del Sucesor de Pedro
para ejercer válidamente su autoridad, ya que no la reciben de
la sola elección, o la reciben cuando cumplen las condiciones
187
Jn 19, 11.
188
Rom 13, 1.
306 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
189
Bonum obedientiæ.
LE DESTRONARON 307
por poco que sea, de los demás, de tal modo que se vuelven inca-
paces de ejercer su función y se ponen en una situación tal que
muchos ya no tienen en cuenta sus órdenes y que ellos mismos se
vuelven incapaces de suprimir los escándalos.
Hay otros que tienen mucha dificultad en asimilar la auto-
ridad que les concede su función, siendo que antes eran senci-
llos, por temor a que no se los respete, se vuelven susceptibles
y no llegan a encontrar el justo equilibrio que proporcionan la
sencillez y la dignidad.
Por todo ello, debemos concluir que los miembros de una
sociedad y los que están encargados del bien común no tienen ni
interés ni derecho de despreciar la autoridad, puesto que no les
pertenece ni a unos ni a otros, sino que es un don de Dios, a tal
punto que este desprecio no es sino un desprecio al mismo Dios.
Ya sea que nos toque obedecer o mandar, ojalá podamos
guardar siempre la humildad, la sencillez y la convicción que
interviene en esa relación cuyo autor es el mismo Dios, un bien
que le pertenece a Él y que es fuente de las gracias más abun-
dantes para nuestra santificación y la de las almas.
«Por amor del Señor, estad sujetos a toda humana criatura.»190
190
1 Ped 2,13.
LE DESTRONARON 309
LA HUMILDAD
En este último número de «Avisos del mes» que os dirijo,
siento un profundo deseo de escribir sobre la virtud que hoy
corremos el riesgo de olvidar más fácilmente: la humildad,
pues temo que el espíritu que orienta hoy a muchos refor-
mistas vaya en contra de esta virtud fundamental de la espi-
ritualidad evangélica.
Por encima del concepto de la obediencia, de la vida de
comunidad, del apostolado y de la misma santidad, resalta
ahora la vocación personal, el carisma y la dignidad de la per-
sona humana, exigiendo respeto de las ideas y las orientaciones
personales. ¿Cómo conciliar esta concepción con la humildad?
«El alma humilde, dice nuestro Venerable Padre François
Libermann, es dulce en la obediencia y obedece sin dificultad
y sin contestar, porque no se aferra a su propia voluntad. La
humildad es la madre de la regularidad, el sostén de la unión
fraterna y la garantía más sólida de la subordinación.»191
Es evidente que Nuestro Señor nos ha enseñado la misma
doctrina: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de cora-
zón».192 «Todo el que se ensalza será humillado, y el que se humi-
lla será ensalzado.»193
Cuántos textos se podrían citar de parte de los Apóstoles y
en particular el ejemplo de Nuestro Señor, del que habla San
Pablo en la segunda Epístola a los Filipenses: «Se humilló a
sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte… por lo cual
191
Directorio Espiritual, pág. 220.
192
Mat 11, 29.
193
Luc 18, 14.
310 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
194
Fil 2, 8-9.
195
Luc 1, 48.
196
IIª IIæ, q. 161, a 3 y 5.
LE DESTRONARON 311
197
Directorio Espiritual, pág. 221.
312 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
LE DESTRONARON 313
INTERVENCIÓN EN EL
CAPÍTULO GENERAL DEL
28 DE SEPTIEMBRE
DE 1968
Si he decidido alejarme algunos días en la paz y recogimiento de
la ciudad de San Francisco y de Santa Clara, ha sido para vivir algún
tiempo en la compañía más íntima de nuestro Venerable Fundador,
repasando sus escritos y meditándolos a la luz de Nuestro Señor, un
poco como lo había hecho él mismo durante su estancia en Roma.
Con cierta satisfacción he leído otra vez las instrucciones de
nuestro Venerable Fundador a los miembros de la Congregación,
sus escritos espirituales y, particularmente, el admirable comen-
tario de la Regla Provisional de los Misioneros de Libermann,
que el P. Nicolás tuvo la idea providencial de poner en nuestras
manos antes de este Capítulo general extraordinario.
Como contiene el bosquejo en los planes de las Instrucciones,
nuestro Venerable Fundador, en la Regla provisional, distingue bien
tres partes esenciales que son las bases de nuestra Congregación
Religiosa apostólica:
3. La organización de la Congregación.
198
D.S. p. 189.
LE DESTRONARON 319
LA HEREJÍA
CONTEMPORÁNEA
En artículos anteriores he procurado esclarecer cómo la
Providencia ha querido que la participación en su autoridad sea
para todos los hombres una fuente de beneficios, no solamente
temporales sino también eternos. La familia, la sociedad civil y
la Iglesia son realmente dones de Dios sólo en la medida en que
la autoridad constituye la clave de estas sociedades y cumple
perfectamente su papel dentro de los límites marcados por el fin
particular de cada una de ellas. Siendo las tres de origen divino,
no pueden sino ser complementarias y orientarse, en definitiva,
al bien supremo, es decir, la gloria de Dios y la salvación de las
almas. Disminuir o restringir estas autoridades, o limitar su ejer-
cicio, yendo en contra de la institución divina, acarrea inme-
diatamente consecuencias graves a la vida de estas sociedades,
y en un plazo más o menos largo, supone su disgregación por
medio de la anarquía o de la tiranía, que son las dos enferme-
dades mortales de las sociedades.
Para juzgar de modo correcto los males que afectan a las
sociedades, principalmente desde los últimos siglos, hay que
reconocer en la historia la tendencia permanente de la rebelión
del hombre contra la autoridad. La familia y la sociedad civil
sólo han encontrado realmente la perfecta realización de su fin,
su equilibrio y la verdadera paz mediante las enseñanzas de la
Iglesia y la gracia de Nuestro Señor Jesucristo.
Es un hecho de experiencia diaria que, cuando los esposos ya
no quieren someterse a la enseñanza de la Iglesia, la familia se
corrompe. Lo mismo sucede cuando la autoridad del jefe de
322 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
199
Suma Teológica, Iª, q. 63, a. 3.
324 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
200
Ad diem illum, 2 de febrero de 1904
LE DESTRONARON 325
201
Jesucristo, tom. II, cap. 3.
LE DESTRONARON 327
202
Nemo dat quod non habet.
328 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
203
Reunido en Roma en 1967
204
1 Tim 6, 20.
205
IIª parte, cap. 30.
330 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
21 de febrero de 1968
LE DESTRONARON 331
LA AUTORIDAD
«La Iglesia es jerárquica, y no democrática en el sentido en que la comunidad
gozaría de una prioridad de fe y de autoridad sobre aquellos mismos a los que el
Espíritu Santo ha puesto a la cabeza de su Iglesia.»206
206
PABLO VI, 2 de febrero de 1968
332 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
Naturaleza de la Autoridad
Resulta provechoso recordar que la autoridad es la causa for-
mal de la sociedad. Por lo tanto, su naturaleza consiste en dirigir
LE DESTRONARON 333
207
Rom 13,1.
208
Jn 19,11.
209
Tomo IV, pág. 384
334 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
210
Fil 2, 8.
LE DESTRONARON 335
luego los que colaboren con ellos. El niño recibe todo de su padre
y madre: alimento corporal, intelectual y religioso, y educación
moral y social. Buscan para ello la ayuda de los maestros, pues
como en la mente de los niños comparten la autoridad de los
padres, el conocimiento que adquiere el niño será más un cono-
cimiento aprendido, recibido y aceptado, que un conocimiento
adquirido por la inteligencia y la evidencia de juicios y razona-
mientos. El joven estudiante cree en sus padres, en sus maestros
y en sus libros, y de este modo crecen sus conocimientos y se mul-
tiplican con una certeza perfectamente legítima. Su ciencia pro-
piamente dicha, la que puede dar cuenta de su saber, es muy limi-
tada. Si pensamos en el conjunto de los niños y de los jóvenes, en
la humanidad de hoy y la de ayer, nos damos cuenta de que la
transmisión de los conocimientos recurre más a una autoridad
que transmite que a la evidencia personal de la ciencia adquirida.
Naturalmente, si se trata de estudios superiores, la juventud
adquiere conocimientos más personales y se esfuerza por cono-
cer las disciplinas estudiadas del mismo modo que las conocen
sus propios maestros. ¿Permite al estudiante llegar hasta el lími-
te, en cuanto a pruebas y experiencias, la abundancia de cono-
cimientos que hoy en día se requieren? Por otra parte, ciencias
como la historia, la geografía, la arqueología y las artes, no pue-
den descansar realmente sino dando fe a maestros y libros. Si se
trata de conocimientos religiosos, de la práctica de la religión o
del ejercicio de la moral conforme a la religión, tradiciones y
costumbres, ¡lo dicho vale aún más que para las otras ciencias!
Los hombres suelen vivir según la religión que han recibido de
sus padres, sobre todo cuando se trata de una religión revelada
y fundada en la autoridad. La conversión a otra religión se topa
con el enorme obstáculo que supone la ruptura con la religión
ancestral. Un ser humano sigue siendo siempre sensible cuando
se acuerda de la religión materna.
¡Qué influencia tan considerable tiene en la vida humana la
educación marcada por la familia y por el conjunto de maestros
336 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
211
Efes 6, 4.
LE DESTRONARON 337
212
Encíclica Libertas.
213
Encíclica Divini Redemptoris.
214
Encíclica Ad Salutem.
215
11 de junio de 1941.
LE DESTRONARON 339
216
Tratado de Filosofía, tom. IV, Moral nº 435.
217
Jn 15, 5.
340 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
218
Encíclica Summi Pontificatus.
LE DESTRONARON 343
219
Efe 3, 14-15.
344 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
LE DESTRONARON 345
NUESTRA RAZÓN DE
SER OPTIMISTAS
«Si puedes creer, todo es posible para el que cree.»220
Nuestro Señor dirige estas palabras al padre del niño poseso,
después de haber reprendido a sus discípulos por su incredu-
lidad, y poco después de haber reprochado vigorosamente
a Pedro por no entender las cosas al modo de Dios sino al
modo de los hombres.
Esta fe que Nuestro Señor exige es la fe en Él mismo, en su
Cruz y en su Resurrección, locura para los gentiles y sabiduría
para los creyentes; fe que tenemos que tener nosotros, cristia-
nos del siglo XX, la misma que ha proclamado el Papa en el día
bendito del pasado 30 de junio.221
Tenemos que completar en nosotros lo que falta en la Pasión de
Cristo; tenemos que tomar parte en ella y, por lo tanto, bienaven-
turados los que son perseguidos, bienaventurados los que llevan la
cruz en pos de Jesús y bienaventurados los que son odiados por el
mundo a causa de su santo Nombre. La salvación, la vida y la ver-
dadera renovación están en la Cruz de Jesús. Lejos de nosotros
toda desesperanza a causa de nuestros sufrimientos morales al ver
a Jesús nuevamente perseguido en el cuerpo de su Esposa, la
Iglesia, perseguida por los enemigos exteriores, pero también por
sus enemigos interiores, «los falsos hermanos,»222 a los que ya había
tenido que sufrir San Pablo.
220
Mar 9, 22.
221
Cf. Nota 113.
222
2 Cor 11, 26.
346 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
223
«Informaciones Católicas Internacionales,» revista de tendencia progresista.
[N.d.T.]
LE DESTRONARON 347
224
Mons. Lefebvre volverá a hablar de este artículo más adelante. [N.d.T.]
348 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
225
Heb 10,19 a 12,14.
226
Heb 12, 1-3.
LE DESTRONARON 351
¿HARÁ A TIEMPO LA
IGLESIA SU VERDADERA
RENOVACIÓN?
Esta pregunta se plantea con motivo de la Profesión de fe del
Papa227 y de la Encíclica Humanae Vitae.
¿Puede hacerlo todavía? Si la Iglesia fuera una sociedad pura-
mente humana, tendríamos que decir que no, pues es tal la
corrupción de las ideas, de las instituciones y de la disciplina,
que no parece que haya ninguna esperanza de que la situación
se enderece. Sin embargo, desde que Dios vela por la humani-
dad para que no desaparezca la fe, son incontables los ejemplos
de una situación humanamente desesperada que de repente se
convierte en ocasión de una renovación extraordinaria: la inter-
vención, en su sabiduría y misericordia infinitas, es la promesa
del Mesías a través de María después de que el hombre hubiera
merecido la condenación por su pecado.
Desde aquella promesa hasta nuestros días, la historia de la
misericordia de Dios con la humanidad es la historia del Antiguo
y del Nuevo Testamento y, por lo tanto, toda la historia de la
Iglesia. Ahora bien, el Espíritu sopla donde quiere, y para auxi-
liar a la Iglesia desamparada escoge Pontífices y humildes fieles,
príncipes y pastorcitas. Los nombres están en labios de todos los
que conocen, por poco que sea, la verdadera historia de la Iglesia.
Aunque el Espíritu Santo sopla donde quiere, su soplo siem-
pre tiene el mismo origen, los mismos medios fundamentales y el
227
Cf. Nota 113. Vuelve a hablar de ello en este mismo artículo. [N.d.T.]
352 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
228
Jn 16, 14.
LE DESTRONARON 353
229
Heb 13, 8.
354 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
230
Todas estas ideas modernas y extrañas que menciona Mons. Lefebvre son las
que impregnan los nº 4-5 de la Constitución Gaudium et Spes del Concilio
Vaticano II [N. d. T.]
231
Ibid. nº 6 [N. d. T.]
LE DESTRONARON 355
232
Ibid. nº 62 [N. d. T.]
233
Ibid.
356 CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS
30 de agosto de 1968
234
Cf. nota 221. [N. d. T.]
LE DESTRONARON 359