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1. POSIBILIDAD
DE EXIGIR R E P A R A C I ~ NDE PERJUICIOS EN UNA CUANTÍA MAYOR
QUE LA QUE OFRECE EL INTERÉS MORATORIO
12 PLANIOL y RIPERT,op. cit., pág. 190. En igual sentido G. BAUDRY op. d..pág. 83.
LACANTINENE,
13 Casación, abril 4 de 1940.
cláusula penal es la que se estipula como una estimación anticipada de perjuicios
en caso de retardo o incumplimiento de una obligación de dar, hacer o no hacer
alguna cosa.
"En consecuencia, habida razón de que con la utilización de una u otra figura
el fin que se persigue es idéntico, puesto que se trata de sancionar al deudor que
incumpla con el pago, resulta incompatible, dentro de un mismo contrato, la coexis-
tencia de cláusula penal e intereses moratorios, ya que, en caso contrario, se estaría
sancionando doblemente al deudor moroso y al propio tiempo, atentando contra
el principio de equidad". (Oficio 05.082 - Agosto 17/81).
Otros conceptos de la Superintendencia coinciden con el anterior planteamiento,
entre ellos el contenido en el oficio 05-087 de mayo 26 de 1977 y la circular externa
DB-081 de julio 8 de 1980. Sin embargo, a pesar de la aparente claridad de la
prohibicióri de acumular intereses moratorios y cláusula penal, las argumentaciones
que se encuentran en los mencionados conceptos de la Superintendencia dejan no
pocas dudas e inquietudes en cuanto al contenido y el alcance de tal prohibición.
Así, encontramos en el concepto 05-087 de mayo 26 de 1977 y en el 05-082 de
agosto 17 de 1981, afirmaciones del siguiente tenor: "( ...) Estará pues a la voluntad
de los contratantes decidir en cada caso si sancionan el incumplimiento de la obliga-
ción de pagar una suma de dinero estipulando el pago de una cláusula penal, o
si lo hacen seilalando como sanción el pago de intereses moratorios (...)".
"( ...) De acuerdo con lo anteriormente expuesto podemos concluir que ya
sea que se llame «cláusula penal))o «intereses moratorios)), lo que se está sancionan-
do es el incumplimiento del deudor. Como sabemos, estas dos figuras tienen la
similitud de exonerar al acreedor de la carga de probar que sufrió un perjuicio
y de probar la cuantía del mismo, pues como hemos visto la cantidad pactada
entre los contratantes a título de sanción constituye la estimación convencional
de la cuantía de tales perjuicios; así, se estará a esa estimación convencional antes
que a la legal y a la judicial.
"Mal podría pensarse entonces que el acreedor pudiera en caso de mora del
deudor acudir al cobro de la cláusula penal y además al de intereses por mora,
pues estaría cobrando al deudor dos veces una misma obligación que es la de pagar
por el retardo o incumplimiento. Tal evento solo sería posible en el caso de que
se hubiere estipulado entre los contratantes que la cláusula penal tiene tan solo
la función de apremio al deudor, pues, como ya vimos, tal intención debe pactarse
expresamente ya que, de no decir nada, la ley entiende que su función es la de
indemnizar por la mora y por lo tanto el deudor tan solo estará obligado a pagar
la cuantía que en ella se hubiere estipulado (...)".
"( ...) En consecuencia, para el caso de haberse pactado por los contratantes
el pago de una cláusula penal para la mora del deudor, no habrá lugar a cobrar
por la mora más que lo estipulado en dicha cláusula, pues la ley ha entendido
que de no decirse nada por los contratantes se entenderá que la cláusula penal
es la estimación convencional de los perjuicios que por el incumplimiento pueden
causarse al acreedor.
"Estimación hecha anticipadamente por los mismos contratantes, y que por
tal razón tendrá prevalencia sobre la estimación legal o judicial de los mismos
(...)".
Los párrafos transcritos contienen dos posiciones de especial significación que
no podemos compartir, como son: 1) se admite que los contratantes pueden escoger
si se sanciona el incumplimiento de una obligación de dinero bien por medio del
interés de mora o mediante cláusula penal, y en caso de optar por esta última
se señala su prevalencia sobre la evaluación legal, es decir, sobre los intereses legales
rnoratorios y sobre la evaluación judicial. Como lo analizamos en el punto preceden-
te, los particulares pueden convenir en introducir cláusulas penales con el propósito
de reparar los perjuicios por el incumplimiento en el pago de obligaciones de dinero,
pero en esta hipótesis el monto de la cláusula no puede exceder el límite de los
intereses de mora, establecido de manera imperativa por el legislador, basado en
consideraciones de orden público y de innegable conveniencia general. No es posible
admitir que mediante el simple expediente de pactar una cláusula penal se pueda
desconocer el régimen obligatorio de los intereses sin que el acreedor se tome siquiera
la molestia de demostrar el monto real de los perjuicios sufridos, para así obtener
una reparación superior a la tasa de los intereses; y 2) si bien se prohíbe el exigir
acumulativamente intereses de mora y cláusula penal, se menciona expresamente
la posibilidad de acudir a tal acumulación, con el solo requisito de que las partes
expresen que ellas entienden que la cláusula penal, en este evento, cumple una
función de "apremio".
Para el cabal entendimiento de este aspecto, baste recordar que la cláusula
penal cumple diversas funciones como son las de garantía, es decir, la de servir
de respaldo al cumplimiento de una obligación principal a la cual accede, función
esta que se pone de manifiesto cuando el obligado a pagar la pena es un tercero
distinto del deudor principal; la de servir de evaluación anticipada de perjuicios
por el incumplimiento, que es la tarea más usual y quizá más importante de la
cláusula penal; y la función de apremio que convierte la pena en una especie de
sanción o multa que tiene el propósito de compeler al deudor a cumplir so pena
de verse sometido a una carga económica apreciable. Esta función se presenta cuando
se pacta que la pena se pagará sin perjuicio de que el deudor cumpla la obligación
principal, o de que pague la indemnización de los dafios que resulten probados
mediante evaluación judicial. Cuando la pena sirve como evaluación anticipada
de perjuicios, su cumplimiento exonera al obligado de cumplir la prestación princi-
pal; por ello, el art. 1594 del Código Civil establece que "antes de constituirse
el deudor en mora, no puede el acreedor demandar a su arbitrio la obligación
principal o la pena, sino solo la obligación principal; ni constituido el deudor en
mora, puede el acreedor pedir a un tiempo el cumplimiento de la obligación principal
y la pena, sino cualquiera de las dos cosas a su arbitrio (...)". Así las cosas, el
legislador entiende que la pena sustituye el objeto de la obligación principal, ya
que aquella es sucedánea de esta. En otros términos, la ley ha considerado que
la cláusula penal cubre todos los perjuicios compensatorios causados al acreedor,
incluido en ella el valor del objeto de la prestación principal incumplida. Sin embar-
go, esta presunción legal puede desvirtuarse mediante acuerdo expreso de los contra-
tantes, indicando que por el pago de la pena no se entiende extinguida la obligación
principal (C. C., art. 1594), o que, a pesar de pagar la pena, el deudor seguirá
siendo responsable del resarcimiento de los perjuicios evaluados judicialmente, tal
como lo prevé el art. 1600 del C. C. En estas dos hipótesis puede apreciarse cómo
a la cláusula penal se la despoja de la función de servir de evaluación anticipada
de los perjuicios, pues no sustituye al objeto de la obligación principal ni se dirige
a reparar los daños al acreedor; por ello solo se la mira como una especie de multa
enderezada a ejercer coacción sobre el deudor para que cumpla oportunamente.
Los conceptos de la Superintendencia, en síntesis, permiten que se pacten intere-
ses de mora y que a ellos se les sume una multa, considerada como una cláusula
penal con función de apremio. Diversos argumentos nos mueven a oponernos a
esta peligrosa teoría. En efecto, en mi criterio, la cláusula penal cumple función
de apremio tan solo cuando tiende a sancionar al deudor que ha incurrido en inejecu-
ción total o parcial, o en ejecución defectuosa o imperfecta de la obligación principal,
pero no cuando su incumplimiento consista en el mero retardo. En otras palabras,
encontraremos la función de apremio cuando la pena, de no haber mediado el
acuerdo de las partes para que pueda exigirse sin perjuicio del cumplimiento de
la obligación principal, hubiere sido aplicada como cláusula penal compensatoria,
es decir, como aquella que sustituye el objeto de la obligación principal. Esto se
desprende de los términos mismos del art. 1594 que, como señalarnos, presume
que la pena resarce todos los perjuicios y reemplaza el objeto de la prestación
principal, pero permite la acumulación de aquella y de esta con pacto expreso en
tal sentido. Debe distinguirse la cláusula penal compensatoria, que equivale a lo
que no se ha cumplido en todo o en parte o se ha ejecutado defectuosamente por
el deudor, y la cláusula penal moratoria que comprende solamente los perjuicios
originados por el retardo del obligado. Lo que el art. 1594 prohibe en principio
es la acumulación de la prestación principal con la cláusula penal compensatoria,
pues ello representa una doble indemnización. El acuerdo de las partes permite
adicionar los dos conceptos, convirtiendo la pena en un "apremio", pero, como
puede verse, es para el evento de inejecución total, parcial o cumplimiento defectuoso
de la obligación. En cambio, para la reparación de los perjuicios por retardo el
art. 1594 permite la acumulación automática de la obligación principal con la cláusu-
la penal moratoria, sin necesidad de pacto expreso, basta que aparezca esta última
como evaluación de perjuicios por la extemporaneidad, por cuanto obviamente
la cláusula penal en este caso no sustituye la obligación principal. En síntesis, la
función de apremio solo se presenta cuando las partes deben pactar expresamente
la acumulación de la pena con el cumplimiento defla obligación principal o con
el pago de la indemnización de perjuicios, lo cual no acontece cuando se trata
de reparar perjuicios ocasionados por el simple retardo, pues su acumulación es
automática. Por ende no puede hablarse de cláusula penal de apremio para el caso
de retardo en el pago de obligaciones de dinero, para los cuales, por lo demás,
no suele pactarse cláusula penal compensatoria, pues consistiendo por regla general
la pena en una suma de dinero, no podría decirse que el objeto de la pena reemplaza
el de la obligacibn principal, ya que siendo el numerario un bien de género no
es dable hablar de sustitución y por tanto se tratará siempre del pago de la prestación
principal.
Adicionalmente, habida cuenta de que la acumulación de la pena -con carácter
de apremio-, la obligación principal e incluso la indemnización de perjuicios podría
dar lugar a excesos y a abusos en contra de los deudores, la ley estableció ciertos
límites para la protección de los obligados, admitiendo tal acumulación
hasta un monto que no supere el doble del valor de la obligación principal, de
acuerdo con lo preceptuado por el inciso l o del art. 1601 del Código Civil. Pero
el legislador dejó bien en claro que dicha regla no es aplicable al mutuo, en el
cual el acreedor solo podrá exigir el interés moratorio dentro de los parámetros
que ha establecido nuestro régimen jurídico. Esto reafirma nuestra posición en
el sentido de que la mora en el pago de sumas de dinero no puede repararse median-
te el régimen general de la cláusula penal y, por ende, no puede pretenderse acumular-
la a los intereses de mora, ni siquiera en la hipótesis de que cumpla una función
de apremio, ya que la mora en el cumplimiento de obligaciones dinerarias se rige
por reglas particulares, según las cuales los daAos resultantes se reparan única y
exclusivamente con los intereses moratorios, tal como se desprende igualmente del
art. 1617 del Código Civil.
Ya habíamos visto que cuando los particulares prescinden de convenir intereses
de mora y acuden en cambio a incluir una cláusula penal, a esta puede reconocérsele
valor jurídico siempre que no supere el tope legal vigente de los intereses de mora,
pues de otra forma el régimen imperativo sobre tasas de interés sería fácil y abierta-
mente violado. Otro tanto puede decirse del mecanismo de adicionar a los réditos
moratorios una cláusula penal de apremio, si en este evento el resultado perseguido
es el mismo, esto es, el de exceder los máximos autorizados.
Podría llegarse a admitir la acumulación si con ello no se sobrepasa el doble
del interés bancario corriente, pues por debajo de este límite la ley permite el libre
juego de la autonomía de la voluntad de los particulares para que estos ajusten
sus derechos y obligaciones como a bien tengan, pues en este caso no se vulneran
normas superiores ni intereses generales.
La anterior interpretación no puede llevarse al extremo de impedir, como lo
hizo la Superintendencia Bancariaid, que dentro de un mismo contrato coexistan
cláusula penal e intereses moratorios, pues de un mismo acto jurídico pueden derivar-
se varias obligaciones, unas de pagar dinero, cuyo incumplimiento se repararía
con los correspondientes intereses de mora y otras con objeto distinto, para cuya
inobservancia bien pueden incluírse cláusulas penales. La propia Superintendencia
había advertido en concepto anterior's al arriba mencionado esta posibilidad al
señalar que "es incompatible la coexistencia de cláusula penal e interés por la mora
en un mismo compromiso y que se relacionen con un mismo hecho. A contrario
sensu, es posible pactar estas dos figuras en un mismo acto o contrato pero sobre
obligaciones diferentes, v. gr., interés por mora en caso de incumplimiento del
deudor en el pago de una o más cuotas y cláusula penal por destinación de los
fondos financiados hacia otros fines para los cuales fueron otorgados (...)".
l8 De acuerdo con el máximo de interks de mora sefíalado en las resoluciones 1374 y 1375 de 1986.
que durante la mora se seguirá debiendo el interés de plazo o remuneratorio pactado
y en caso de que dicho interés no cubra los perjuicios que se le irrogan al acreedor
por el retardo, este estará obligado a demostrar tales perjuicios, su naturaleza y
su montol9, pero sin duda para la evaluación judicial de los daiios se tendrá en
cuenta que los bancos, por disposicionescambiarias, solo pueden girar a sus acreedo-
res en el extranjero hasta el 2.5% sobre el Primer Rate o el Libor.
g) Otra sería la situación si por pacto expreso de las partes se acordara recono-
cer, por el deudor, intereses de mora en cualquier cuantía sobre sus obligaciones
en dólares, pues si se parte de la base de que no existen en Colombia límites legales
para los réditos en esta clase de obligaciones, no habría aparentemente violación
de ninguna norma imperativa que pudiese dar lugar a la nulidad del pacto o a
la reducción de la tasa acordada. De esta manera no sería procedente la aplicación
del inciso 3" del art. 1601 del Código Civil, que permite en los contratos de mutuo
reducir la pena prevista para la mora en lo que exceda al máximo del interés que
es permitido estipular, ni del art. 884 que al referirse al interés corriente de obligacio-
nes en pesos no tiene cabida para obligaciones en otras divisas. Tampoco podría
pedirse en este caso la aplicación de la costumbre internacional por cuanto ello
solo procede a falta de estipulaciones válidamente celebrados (art. 4" C. de Co.).
h) Esta es la paradójica conclusión que se deriva de una interpretación, a mi
parecer juiciosa y razonable, del art. 884 del C. de Co., limitándolo, como es
absolutamente lógico, a regular las transacciones en pesos. Pero la consecuencia
adversa de esta interpretación, que si bien impide la aplicación del citado artículo
a los casos en que no se haya convenido interés de mora, es la de permitir pactar
para el mismo evento cualquier tasa sin limitación alguna. Esto evidencia la necesi-
dad de que las autoridades monetarias reglamenten el régimen de intereses exigibles
en operaciones en divisas entre nacionales.
OSPINA
l9 G~ILLERMO Régimen general de las obligaciones, Bogotá, Edit. Temis, 1978,
FERNANDEZ.
pág. 142.
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