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TEXTO 10
LEY DE RESPONSABILIDADES POLÍTICAS (1939)
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realidad, la “muerte civil”. Los afectados, condenados por los tribunales y señalados
por los vecinos, quedaban seriamente estigmatizados.
Los expedientes podían iniciarse por tres causas. Por iniciativa institucional
(alguna autoridad o un Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas), a petición
de un tribunal militar (para dirimir si, además de responsabilidad penal, el condenado
podría tener responsabilidades civiles) o a instancias de una denuncia de un
particular (práctica muy habitual, especialmente en el medio rural). En caso de
abrirse expediente, daba comienzo un “proceso judicial”: se nombraba un juez
instructor que solicitaba informes sobre la filiación política y actuación del acusado “al
Alcalde, Jefe Local de la Falange Española Tradicionalista y de las JONSS, Cura
Párroco y Comandante del Puesto de la Guardia Civil del pueblo en el que aquél
tenga su vecindad o su último domicilio”. Estos informes fueron, en muchos casos, la
base sobre la que se sustentaron las acusaciones, y siempre iban acompañados de
declaraciones de vecinos y del propio inculpado (si se hallaba presente) y de
familiares. Asimismo, se solicitaban otros informes técnicos, entre los que destaca la
relación de bienes que el acusado tenía en propiedad (estas listas solían ser bastante
detalladas incluyendo el domicilio, tierras, animales o aperos).
El proceso de responsabilidades políticas finalizaba con la sentencia. Esta podía
tardar semanas o meses en dictarse. En caso de hallarse culpable al acusado, se establecía
una multa a pagar que variaba mucho en casa caso y en caso de no hacer efectivo el pago,
se procedía a solicitar el embargo de bienes para, posteriormente, subastarlos. Esta medida,
sin duda, venía a cumplir una doble finalidad, por un lado, castigar al disidente político
(castigo que se hacía extensible a la familia del vencido en caso de hallarse culpable, pues en
caso de hallarse en el exilio o prisión, era la mujer, madre o hermana la que tenía que
responder ante la justicia si no quería perder sus bienes) y una finalidad recaudatoria, fue una
forma de financiar la “reconstrucción nacional” en plena posguerra.
CONCLUSIÓN: La represión que ejercieron los sublevados no sólo fue una represión
física, de eliminación física de los disidentes políticos. Como vemos en este documento,
también se estableció una fuerte persecución y represión legal que, en muchos casos, llevó a
muchos a ser condenados a largas penas de cárcel, cuando no la condena a muerte. De
forma paralela a ese tipo de represión, también se llevó a cabo una represión de carácter
económico mediante la ley de Responsabilidades políticas del 9 de febrero de 1939. Esta
medida fue la base legal sobre la cual los vencedores de la guerra aplicaron una intensa
represión económica sobre los vencidos. Miles de familias se vieron inmersas en complejos
procesos judiciales que, en muchos casos, les condenaban a pagar importantes sanciones
económicas si no querían perder sus bienes.
La persecución y represión del disidente político no fue un fenómeno coyuntural, sino
que se extiende más allá de los años de posguerra. La Ley de Seguridad del Estado de 29 de
marzo de 1941 fue derogada seis años después fue sustituida por el Decreto ley de 1947 de
represión del bandidaje y terrorismo, que mantenía la pena de muerte para diversos y
variados delitos. La Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo del 1 de Marzo de
1940 tuvo una larga duración, obsesionado como estaba Franco y los que ganaron la guerra
que los males de España se debían al comunismo y la masonería. En 1963, se creó el Tribunal
de Orden Público (TOP), piedra angular de la represión en la última etapa del franquismo
sobrevivió al propio dictador, ya que fue disuelto el 4 de enero de 1977.