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EVAU, 2017/18

TEXTO 10
LEY DE RESPONSABILIDADES POLÍTICAS (1939)

«Art. 1.° Se declara la responsabilidad política de las personas, tanto jurídicas


como físicas que desde 1.° de octubre de 1934 y antes de 18 de julio de 1936,
contribuyeron a crear o a agravar la subversión de todo orden de que se hizo víctima a
España y de aquellas otras que, a partir de la segunda de dichas fechas, se hayan
opuesto o se opongan al Movimiento Nacional con actos concretos o con pasividad
grave.
Art. 2.° Como consecuencia de la anterior declaración [...] quedan fuera de la ley
todos los partidos y agrupaciones políticas y sociales que, desde la convocatoria de las
elecciones celebradas el 16 de febrero de 1936, han integrado el llamado Frente
Popular, así como los partidos y agrupaciones aliados y adheridos a éste por el solo
hecho de serlo, las organizaciones separatistas y todas aquellas que se hayan opuesto al
Triunfo del Movimiento Nacional [...].
Art. 3.° Los partidos, agrupaciones y organizaciones declaradas fuera de la ley,
sufrirán la pérdida absoluta de sus derechos de toda clase y la pérdida total de sus
bienes. Estos pasarán íntegramente a ser propiedad del Estado [...].»

Boletín Oficial del Estado (BOE), 13 de febrero de 1939. Reproducido en José
HERNÁNDEZ y otros, Historia de España. 2.o Bachillerato. Fuentes documentales,
Madrid, Akal, 2004, p. 132.

Pistas para el comentario: Definir qué son las responsabilidades políticas, cómo
funciona este mecanismo de represión económica, explicar el proceso de represión, sus
mecanismos y sus víctimas.

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CLASIFICACIÓN: Estamos ante un documento donde se presentan los tres primeros


artículos de la Ley de Responsabilidades Políticas. La Ley fue modificada
parcialmente en 1942, y derogada definitivamente el 13 de Abril de 1945, aunque sus
consecuencias se prolongaron hasta principios de los años 60. Es un texto histórico
de naturaleza jurídico-política, de fuente primaria, ya que fue publicado por el
régimen franquista en el Boletín Oficial del Estado del 13 de febrero de 1939, aunque
la medida fue aprobada por el gobierno franquista y firmada por el dictador Francisco
Franco el 9 de febrero de 1939. Los autores del texto son en origen los miembros del
gobierno, que en origen son los encargados de elaborar la ley, que finalmente fue
firmada y aprobada por Francisco Franco Bahamonde, a quién le atribuiremos la
autoría. Francisco Franco fue militar y posteriormente dictador español. En julio de
1936 se alzó como líder de la sublevación militar que fracasó y desembocó con el
paso de las semanas en una cruenta guerra civil que se prolongó hasta el 1 de abril
de 1939. Aquel día, Franco leyó el último parte de guerra que daba por finalizada las
operaciones militares (el Estado de Guerra se mantuvo hasta 1948) y daba paso a
una larga dictadura franquista que finalizó con la muerte del dictador, Francisco
Franco, en 1975.
El destinatario del documento un público general, la población española,
especialmente aquellas personas que por acción o palabra eran contrarias o se
habían opuesto al régimen, hechos que podían conllevar responsabilidades políticas.
La finalidad del documento es informativa, pretende informar a la población de los
supuestos delictivos que recoge la norma, así como de las sanciones que se
impondrán a los culpables en caso de ser condenados.
ANÁLISIS: En cuanto al análisis del documento, debemos distinguir entre una idea
principal que recoge el texto y varias ideas segundarias. La idea principal hace
referencia a la intención que tienen las autoridades franquistas al promulgar esta ley,
y queda reflejada en el primer artículo de la misma. Esa intención no es otra que
“liquidar las culpas” de aquellas personas “tanto jurídicas como físicas” que han sido
responsables del estallido de la guerra (retrotrayéndose a octubre de 1934 como
origen de esas responsabilidades) y a aquellos que se hubieran opuesto contra los
sublevados desde el inicio del conflicto armado. En este artículo se plantea la
contradicción de que los sublevados contra la legalidad republicana acusaban de
sediciosos a quienes permanecían fieles a la república. Es necesario resaltar que la
ley tiene un carácter retroactivo, referente al período donde no había guerra, algo que
se oponía a cualquier norma legal; lógicamente detrás de este artículo subyace la
idea de criminalizar al gobierno legítimo de la República y justificar el levantamiento
militar del 18 de julio de 1936.
En cuanto a las ideas secundarias, encontramos, en primer lugar, en el artículo
segundo la ilegalización de cualquier partido político que hubiera formado parte del
Frente Popular (coalición de partidos políticos de izquierda que ganaron las
elecciones de febrero de 1936) y “así como los partidos y agrupaciones aliados y
adherido a éste por el solo hecho de serlo” (como por ejemplo, los sindicatos

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mayoritarios antes de la guerra, CNT y UGT). En este mismo artículo se establece la


ilegalización de cualquier agrupación de carácter nacionalista o separatista y todas
aquellas que se hubieran opuesto al “Glorioso Movimiento Nacional” del 18 de julio
de 1936.
Por último, en el artículo tercero se establece la sanción a la que se someten los
partidos y agrupaciones que estén sometidas a esta ley, como su pérdida de
derechos de toda clase (su ilegalización) y su pérdida de bienes, que pasarán a
formar parte de los bienes del Estado.
COMENTARIO DE TEXTO: Una vez realizado la clasificación y el análisis del
documento, vamos a proceder a su analizar el contexto histórico en el que, en este
caso, se promulga la Ley de Responsabilidades Políticas.
El 9 de febrero de 1939 el régimen franquista aprobó el texto legal de la Ley de
Responsabilidades Políticas. Esta medida legal, que venía a ampliar y revisar la Ley
de Incautaciones de Bienes (10 enero de 1937), fue la base sobre la que los
vencedores de la Guerra aplicaron una intensa represión económica sobre los
vencidos. En el artículo cuarto de la medida, se exponían hasta 17 supuestos en los
que se podía abrir una causa contra un ciudadano, entre las que destaca haber sido
condenado por un tribunal militar o aquellos que “se habían opuesto de manera
activa al Movimiento Nacional”. En cuanto a su estructura, la medida imponía la
creación de un Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas en cada provincia,
que se encargaba de tramitar y resolver todos los expedientes.
La Ley de Responsabilidades Políticas es una medida de “represión económica”,
como han señalado historiadores como Julián Casanova, que imponía sanciones de
carácter económico (multas o, en caso de impago, pérdida de bienes). La puesta en
marcha de este engranaje represivo causó verdaderos estragos entre los vencidos,
abriendo la veda para una persecución arbitraria y extrajudicial. La ley se mostró
tremendamente “eficaz”. Hasta octubre de 1941 se habían abierto 125.286
expedientes y unas 200.000 personas más sufrieron la “fuerza de la justicia” de esta
Ley en los años siguientes, incluso decenas de expedientes siguieron su curso hasta
1966 cuando llevaba tiempo derogada.
Las sanciones que la Ley preveía eran durísimas y podían ser de tres tipos:
“restrictivas de la actividad”, con la inhabilitación absoluta y especial para el ejercicio
de carreras y profesiones, que abrió un amplio y selectivo proceso de depuración;
“limitativas de la libertad de residencia” que conllevaba el extrañamiento a África, el
confinamiento o el destierro; y “económicas”. Las sanciones económicas solo se
aplicaban cuando se demostraba la responsabilidad civil del procesado y se fijaban
de acuerdo a la gravedad de los hechos, con la “posición económica y social del
responsable” y con las cargas familiares que legalmente tuviera que sostener. Es
decir, como dice Elena Franco, la cuantía de la multa no dependía tanto del
responsable como de su capacidad económica. con la imposición de multas o, en
caso de impago, el embargo de bienes. Caer bajo el peso de esta Ley significaba, en

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realidad, la “muerte civil”. Los afectados, condenados por los tribunales y señalados
por los vecinos, quedaban seriamente estigmatizados.
Los expedientes podían iniciarse por tres causas. Por iniciativa institucional
(alguna autoridad o un Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas), a petición
de un tribunal militar (para dirimir si, además de responsabilidad penal, el condenado
podría tener responsabilidades civiles) o a instancias de una denuncia de un
particular (práctica muy habitual, especialmente en el medio rural). En caso de
abrirse expediente, daba comienzo un “proceso judicial”: se nombraba un juez
instructor que solicitaba informes sobre la filiación política y actuación del acusado “al
Alcalde, Jefe Local de la Falange Española Tradicionalista y de las JONSS, Cura
Párroco y Comandante del Puesto de la Guardia Civil del pueblo en el que aquél
tenga su vecindad o su último domicilio”. Estos informes fueron, en muchos casos, la
base sobre la que se sustentaron las acusaciones, y siempre iban acompañados de
declaraciones de vecinos y del propio inculpado (si se hallaba presente) y de
familiares. Asimismo, se solicitaban otros informes técnicos, entre los que destaca la
relación de bienes que el acusado tenía en propiedad (estas listas solían ser bastante
detalladas incluyendo el domicilio, tierras, animales o aperos).
El proceso de responsabilidades políticas finalizaba con la sentencia. Esta podía
tardar semanas o meses en dictarse. En caso de hallarse culpable al acusado, se establecía
una multa a pagar que variaba mucho en casa caso y en caso de no hacer efectivo el pago,
se procedía a solicitar el embargo de bienes para, posteriormente, subastarlos. Esta medida,
sin duda, venía a cumplir una doble finalidad, por un lado, castigar al disidente político
(castigo que se hacía extensible a la familia del vencido en caso de hallarse culpable, pues en
caso de hallarse en el exilio o prisión, era la mujer, madre o hermana la que tenía que
responder ante la justicia si no quería perder sus bienes) y una finalidad recaudatoria, fue una
forma de financiar la “reconstrucción nacional” en plena posguerra.
CONCLUSIÓN: La represión que ejercieron los sublevados no sólo fue una represión
física, de eliminación física de los disidentes políticos. Como vemos en este documento,
también se estableció una fuerte persecución y represión legal que, en muchos casos, llevó a
muchos a ser condenados a largas penas de cárcel, cuando no la condena a muerte. De
forma paralela a ese tipo de represión, también se llevó a cabo una represión de carácter
económico mediante la ley de Responsabilidades políticas del 9 de febrero de 1939. Esta
medida fue la base legal sobre la cual los vencedores de la guerra aplicaron una intensa
represión económica sobre los vencidos. Miles de familias se vieron inmersas en complejos
procesos judiciales que, en muchos casos, les condenaban a pagar importantes sanciones
económicas si no querían perder sus bienes.
La persecución y represión del disidente político no fue un fenómeno coyuntural, sino
que se extiende más allá de los años de posguerra. La Ley de Seguridad del Estado de 29 de
marzo de 1941 fue derogada seis años después fue sustituida por el Decreto ley de 1947 de
represión del bandidaje y terrorismo, que mantenía la pena de muerte para diversos y
variados delitos. La Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo del 1 de Marzo de
1940 tuvo una larga duración, obsesionado como estaba Franco y los que ganaron la guerra
que los males de España se debían al comunismo y la masonería. En 1963, se creó el Tribunal
de Orden Público (TOP), piedra angular de la represión en la última etapa del franquismo
sobrevivió al propio dictador, ya que fue disuelto el 4 de enero de 1977.

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