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Es posible que entre el momento de la llamada y la aceptación transcurra un espacio de tiempo más

o menos largo. En este período de tiempo entre la delación y la aceptación se produce un vacío en
la titularidad de las relaciones hereditarias, la cual no puede atribuirse ya al causante puesto que ha
muerto, ni al heredero porque aún no ha aceptado: en este período de tiempo se dice en Derecho
romano que la herencia está yacente.

- Diferenciación entre la herencia yacente y la herencia vacante

La hereditas iacens es distinta de la herencia vacante. Se llama yacente en tanto exista la posibilidad
de que un heredero acepte; se dice vacante cuando está excluida la existencia de un heredero. En
el primer caso se produce un estado de suspensión y de tutela en espera que un heredero acepte;
en el segundo, en base a una disposición de una lex Iulia et Papia Poppaea, la herencia va a pasar al
erario público.

- Etapas relativas a la naturaleza jurídica de la herencia yacente en Derecho romano

Ahora bien, ¿cómo debemos configurar desde el punto de vista jurídico la herencia yacente?. La
naturaleza jurídica de esta figura evoluciona en Derecho romano pasando por diversas etapas:

a) Originariamente los bienes hereditarios se consideran como res nullius, como si no tuvieran
dueño (sine dominus. Gayo 2, 9; D. 15, 1, 3 pr.). Pero esta solución implicaría que el saqueo de los
bienes hereditarios yacentes no supone hurto.

b) Más adelante, los juristas romanos parecen configurarla, en algunos supuestos, como la
continuación de la persona del difunto, de quien la herencia yacente viene a ser el representante (I.
2, 14, 2). En otros casos afirman que la herencia yacente adquiere para el heredero futuro, cuya
personalidad representa la herencia hasta el momento de la aceptación (D. 46, 2, 24: hereditas
heredis personam interim sustinet).

c) Se llega finalmente a admitir que es la misma herencia yacente la que hace las veces de titular, y
son varios los textos donde se la considera como dueña (D. 41, 1, 61 pr.). Incluso en Derecho
justinianeo parece configurarse como una persona jurídica (D. 40, 1, 22).

- La hereditas iacens no era para el Derecho romano una persona jurídica

Sin embargo creemos que el Derecho romano, en ningún caso llegó a considerar la hereditas iacens
como una auténtica y verdadera persona jurídica. Es tan sólo un expediente más, junto a los ya
mentados, para dotar a la herencia yacente de una cierta capacidad jurídica, superando así la
antigua noción, según la cual era considerada como una cosa sin dueño (res sine domino).
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- Delación y adquisición de la herencia

+ Delación de la herencia

Delación (delatio viene de defero=ofrecer) es el llamamiento hecho a una o varias personas para
adquirir la herencia. La delación es precisamente el título jurídico por el que una persona ocupa la
situación jurídica del difunto. Los juristas romanos dicen: delata hereditas intellegitur quam quis
possit adeundo consequi (D. 50, 16, 151), lo cual significa que herencia deferida es aquella que el
llamado puede adquirir mediante aceptación

- Llamada a la herencia

La llamada a la herencia se produce por lo general a la muerte del de cuius, pero puede verificarse
en un momento posterior: así en la institución de heredero bajo condición, la herencia no se defiere
antes del cumplimiento de la condición, pues hasta entonces no puede aceptar.

+ Causas de llamada a la herencia en Derecho romano

El Derecho romano conoce dos causas de llamada a la herencia, que son, según la terminología
tradicional, la ley y el testamento. La llamada por ley o ab intestato tiene lugar por voluntad de la
ley y a favor de las personas que ella determina. La llamada por testamento tiene lugar por voluntad
del disponente (testador).

- Contraposición de diferentes formas de herencia en las fuentes romanas

En las fuentes romanas se contraponen hereditas legitima (herencia legítima) a hereditas y heres
testamentarius (D. 38, 7, 2 pr.; Paul Sent. 4, 8, 24). Nuestro Código civil admite también dos clases
de llamada a la herencia, cuando advierte en su artículo 658 que la sucesión se defiere por la
voluntad del hombre manifestada en testamento, y a falta de éste por disposición de la ley. La
primera, añade, se llama testamentaria y la segunda legítima.

Como ya advertimos al hablar de las características de la herencia, la sucesión testamentaria excluye


la sucesión ab intestato, con la consecuencia que si el testador no hubiese asignado a los herederos
instituidos todo el patrimonio, el remanente no pasaba a los herederos ab intestato, sino que acrecía
a los instituidos: nemo pro parte testatus prop parte intestatus decedere potest. Solamente se abre
la sucesión ab intestato cuando el difunto haya muerto intestado, o cuando renuncia el heredero
testamentario, o bien el testamento es nulo. No es éste el criterio seguido por nuestro Código civil
como se desprende del artículo 658 in fine: la sucesión podrá también deferirse en una parte por
voluntad del hombre, y en otra por disposición de la ley. Confirma tal criterio el artículo 764 que,
entre otras disposiciones, prescribe que cuando la institución del heredero no comprenda la
totalidad de los bienes, el remanente pasará a los herederos legítimos.

- La delación, título personal que atribuye al llamado la facultad de adquirir la herencia mediante
aceptación

Para concluir diremos que la delación es un título estrictamente personal que atribuye al llamado,
no la herencia, sino la facultad de adquirirla mediante un acto libre y voluntario que es la aceptación.
Precisamente de este carácter personal deriva su inalienabilidad, no pudiendo por tanto, enajenarse
la delación ni transmitirse por sucesión hereditaria, salvo algunas excepciones, como el caso del
heredero que no haya podido en espera del nacimiento de un póstumo del causante, y haya muerto
antes del nacimiento del mismo.

+ Adquisición de la herencia

Con el término aditio (de adeo=aceptar, adquirir la herencia) los romanos designaban generalmente
la manifestación expresa o tácita del llamado para adquirir el título de heredero, y las consecuencias
jurídicas que tal título importaba.

- Categorías de herederos en Derecho romano

A propósito de la adquisición de la herencia hay que distinguir tres categorías de herederos:

+ Heredes necessarii

Son los esclavos instituidos herederos cum libertate por su dueño (Gayo 2, 153). Se llamaban así
porque a la muerte del testador, quieran o no, se convierten en libres y herederos.

+ Heredes sui et necessarii

Son los hijos que se encuentran bajo la patria potestad del difunto en el momento de su muerte
(Gayo 2, 156).

Tanto unos como otros adquieren la herencia sin necesidad de aceptación, automáticamente: de
ahí la calificación de necessarii. A este respecto son tajantes las palabras de Gayo 2, 157: necessarii
vero ideio dicuntur quia omni modo sive velint sive nolint, tam ab intestato quam ex testamento
heredes fiunt, es decir, se llaman necesarios porque quieran o no quieran se hacen herederos, ya
sean ab intestato o testamentarios.

+ Heredes extranei

Son todos los demás herederos, legítimos o testamentarios, que no están sujetos a la patria
potestad del testador. Obviamente se les llamaba voluntarii, pues una vez que han sido llamados a
la herencia, tienen la posibilidad de aceptar o renunciar a la misma.

- Aceptación de la herencia mediante cretio o pro herede gestio

La aceptación de la herencia podía tener lugar mediante cretio, o a través de la pro herede gestio.

+ Aceptación de la herencia mediante la cretio

La cretio era una declaración solemne y verbal que manifiesta la voluntad inequívoca de aceptar la
herencia, y de la que Gayo (2, 166) nos conserva la fórmula usada para la sucesión testamentaria:
puesto que Publio Nevio me instituyó heredero en su testamento, YO ACEPTO esa herencia. Se
conjetura que tal declaración se cumpliera en presencia de testigos, y el testador fijaba también un
término (normalmente cien días) dentro del cual el llamado debía cumplirla.

+ Aceptación de la herencia mediante pro herede gestio

El heredero podía también expresar su voluntad de aceptar la herencia, no de manera explícita


como en la cretio, sino tácitamente realizando actos de gestión sobre los bienes que formaban parte
de la herencia (pro herede gestio).

- Abstención de la herencia y renuncia de la misma: beneficium abstinendi

Que la aceptación pueda ser expresa o tácita se desprende de los artículos 999 y 1000 del Código
Civil, donde se prescribe pormenorizadamente sobre esta materia.

Ante las graves consecuencias que podía acarrear a los heredes necessarii la imposibilidad de
renunciar a la herencia (imaginemos que en el supuesto de un patrimonio cargado de deudas
tendrían que responder con su propio patrimonio), el Pretor acordó para ellos la posibilidad de
abstenerse de la herencia paterna y renunciar a ella; a esta posibilidad se denominó beneficium
abstinendi.
Nuestro Derecho no contempla la distinción entre herederos necesarios y herederos voluntarios,
pues nadie tiene la obligación de aceptar una herencia, cualquiera que sea la forma en que le ha
sido deferida.

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Fuente:
Derecho Privado Romano, Antonio Ortega Carrillo de Albornoz. Páginas 316 - 321.

Renuncia de la herencia

El heredero voluntario puede renunciar a la herencia, y esta renuncia puede ser expresa o tácita:
expresa, si el heredero declara su voluntad formalmente; tácita, si realiza actos que hacen suponer
necesariamente su intención de renunciarla. Para poder renunciar es preciso poder aceptar; y en
consecuencia, la renuncia no es válida, si la herencia no se ha deferido todavía, precisamente porque
la aceptación presupone también la delación. La renuncia es irrevocable, si bien el que ha
renunciado como instituido puede aún aceptar como sustituido; y así también el que renuncia como
heredero testamentario, puede aceptar la herencia como heredero ab intestato (9). Tanto la adición
como la renuncia eran válidas aun cuando estuviesen fundadas en un error acerca de los motivos,
pero no así cuando el error se refería a la identidad de la herencia. Ni una ni otra estaban sujetas a
formas especiales, pero no podían contener reservas ni condiciones.

Fuente:
Instituciones de Derecho romano | Libro tercero, De las obligaciones | Felipe Serafini, páginas 450
- 454.

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