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En Buenos Aires, a 14 días del mes de junio del año 2.004 hallándose reunidos
los señores Jueces integrantes de la Sala “H” de la Cámara Nacional de Apelaciones en
lo Civil de la Capital Federal, a los efectos de dictar sentencia en los autos: “Sanchirico,
Norma Beatriz c/Cine Triple SA s/daños y perjuicios-sumario” y habiendo acordado
seguir en la deliberación y voto el orden de sorteo de estudio, el Dr. Kiper dijo:
Contra la sentencia dictada en primera instancia (fs. 423/7), que hizo lugar a la
demanda que perseguía la indemnización de los daños y perjuicios sufridos por la actora
al caerse en los escalones de un cine al terminar la función, expresan agravios la parte
actora (fs. 442/4), la citada en garantía La Continental (fs. 448/50), y la demandada y la
citada en garantía AXA Seguros SA (fs. 543/67). A fs. 469/73, 474/5, y 476 los apelantes
respondieron los agravios de sus opositores.
La actora se agravia de los sumas fijadas por el a quo para resarcir la
incapacidad sobreviniente y el daño moral, las que considera exiguas.
La citada en garantía Continental Cía de Seguros Generales SA sostiene que no
se probó el accidente, para lo cual impugna las declaraciones de los testigos. En
subsidio, afirma que al tratarse de una cosa inerte, que no estaba en movimiento, no
puede presumirse el riesgo y que, en definitiva, el hecho ocurrió por culpa de la víctima.
Impugna también las conclusiones del perito. Por último, cuestiona las sumas
indemnizatorias fijadas.
Por su parte, la demandada Cine Triple SA, y la otra citada en garantía, se
agravian de que se las haya reputado responsables del evento que motiva esta litis.
Sostienen que no hay en este caso una cosa riesgosa, que los escalones son visibles
para todos los espectadores sin riesgo de caída ya que la iluminación es buena y, en
suma, que el hecho es imputable a la propia víctima, quien no formuló ninguna queja el
día del resbalón. En subsidio, cuestionan las indemnizaciones fijadas por incapacidad
sobreviniente y daño moral, solicitando que se reduzcan, y que se reemplace la tasa
pasiva de interés por la del 6% anual, teniendo en cuenta que el fallo fija los montos
actualizados.
En primer lugar, señalo que la citada en garantía Continental Cía de Seguros
Generales SA sostiene que no se probó el accidente, para lo cual formula objeciones
sobre la idoneidad de los testigos, y sobre algunas contradicciones de sus dichos. Lo
cierto es que las supuestas contradicciones no se refieren a la existencia del hecho, sino
a otras cuestiones diferentes, tales como si la testigo Castorina es amiga, o no, de la
actora, y que no recordaba en que centro médico fue atendida. Considero que esto es
insuficiente para dudar de la existencia del hecho. La relación de la actora con las
origine por las cosas o personas que están bajo su dependencia o puestas a su servicio
y en interés del público. Si el daño proviene de la conducta de los demás asistentes o si
es irresistible o imprevisible se trata de fuerza mayor que elimina su responsabilidad.
Posición más amplia es la que asumió la sala B (22–7-969, LL, 137-309), que declaró
que el empresario debe tomar las precauciones necesarias para que el desarrollo del
espectáculo se efectúe sin peligro para el público asistente, porque no es imprevisible la
imprudencia o temeridad de éste, cuyo entusiasmo le hace incurrir, a veces, en riesgos
que una adecuada instalación preventiva puede evitar o disminuir. La responsabilidad
subsiste, aun cuando se hubieran adoptado medidas mínimas para garantizar -dice otro
tribunal- la seguridad de los espectadores (C1ªApel, Mar del Plata, 19–6-969, LL, 136-
763; CNCiv., sala F, 15–6-972, LL, 148-69).
Se resolvió que "en el marco de un contrato que involucra el uso del local al que
concurría numeroso público y en el que se ofrecían espectáculos musicales, la
prestación del empresario suma, entre otros concurrentes, un deber de seguridad que
tácitamente enriquece la carga obligacional del art. 1198 del Cód. Civil, ya que el
cumplimiento debe ser dotado de un cuidado que quien concurre al lugar da por asumido
por el empresario, por lo que el mismo es responsable por los daños causados ante el
incumplimiento del deber de seguridad". (C1ª CC San Nicolás, 4/6/96, "Marún, José y
otro c. Nacif, Roberto J. y otros", LLBA, 1997-1199. Ver también: CNCiv., sala G, 23/2/88,
"Garuzzo, Héctor J.c. Jockey Club y otros", LL, 1988-D, 392.; CNCiv., sala J, 30/4/96,
"Forte, Orlande c. Repetto, Alejandro J.", LL, 1997-E, 1005 (39.769-S) ; C2ª CC Paraná,
27/5/97, "Carrizo, Jorge T. c. Sociedad Rural Victoria y/u otros", LL, 1998-F, 859 (41.009-
S) - La Ley Litoral, 1998-1083).
Este deber de seguridad que se halla implícito en el contrato de espectáculo
(obligación que también se configura en forma tácita: conf. "VI Jornadas Bonaerenses de
Derecho Civil, Comercial y Procesal", Junín, octubre de 1994, recomendación 5º de la
Comisión nº2), es una obligación de resultado que impone al organizador una
responsabilidad objetiva, la cual solamente puede excusarse por la prueba de la culpa
exclusiva de la víctima, o probando el hecho de terceros ajenos a las partes y por los
cuales no se debe responder, o el caso fortuito.
Aceptada la existencia de una obligación de seguridad, no puede entenderse que
en el caso sub examine se trate de una obligación de medios, y no de resultado.
Si se parte de la base de que a través de la obligación de seguridad el deudor "se
compromete a devolver al otro contratante su persona o bienes sanos y salvos" (Vazquez
Ferreyra, Roberto, La obligación de seguridad en la responsabilidad civil y ley de
contrato de trabajo, Rosario, 1988, pág. 106), no cabe sino compartir la conclusión de un
sector doctrinario que sostiene que la obligación de indemnidad es siempre de fines, sin
excepción alguna (Stiglitz, G., El deber de seguridad en la responsabilidad por productos
La testigo Castorina relató que la actora cayó al piso y que ello se debió a que
“había una mala iluminación en la sala” (fs. 202), ya que cuando se retiraban, al concluir
la película, las luces estaban prendidas pero “con muy baja iluminación” (fs. 202 vta). La
testigo Perez explicó que había un escalón, además de los que se encuentran en el
pasillo al costado de las butacas, y que no recordaba que ese escalón estuviese
iluminado, que “fue un escalón sorpresa” ubicado en las filas de las butacas, “o sea,
como que esa fila estaba elevada” (fs. 204). También manifestó que se retiraban
conversando entre ellas (fs. 204 vta).
El perito ingeniero civil designado de oficio explicó que las tres última filas (en una
de ellas estuvo la actora) están sobreelevadas con respecto al nivel del piso de la sala y
al nivel del piso del pasillo de circulación (fs. 228). Esta circunstancia puede observarse
en las fotografías obrantes a fs. 223/6. Las filas están montadas mediante tarimas de
madera. Agregó que no existen carteles, aunque sí existen botoncitos de luz roja que
proyectan su luz hacia arriba que se advierten en la oscuridad, pero “no se advierte
nítidamente el desnivel (fs. 228 vta).
Agregó que una persona, luego de estar sentada el tiempo que dura la función,
es natural que al incorporarse no tenga la misma capacidad locomotriz que cuando está
de pie o realizando una caminata. Al ser así, manifestó que “la existencia de un desnivel
como el del caso de autos configura un factor de riesgo de caída al tratar de acceder al
pasillo de circulación, al salir de la fila de asientos donde estaba ubicado” (fs. cit.). El
desnivel tiene una altura de 19cm.
Señaló que de acuerdo al Código de Edificación debe haber una distancia entre
las filas de 0,45 m, y que el “claro libre entre la anteúltima fila (fila 16), donde estuvo
sentada la actora (...) y la de adelante (fila 15) es de solamente 0,30m” (fs. 229), lo que
“restringe el libre desplazamiento de los espectadores hacia el pasillo (fs. 246). Concluyó
en que la diferencia entre las tres últimas filas y las del resto de la sala, sumada a que el
espectador permanece sentado durante el tiempo de la función, sortear este desnivel
para la salida “constituye un riesgo de caída” (fs. 229 vta).
El ingeniero que actuó como consultor de la demandada presentó su dictamen en
disidencia con las conclusiones referidas (fs. 234). También el peritaje fue impugnado por
la demandada (fs. 237/40 y por una de las citadas en garantía (fs. 242). El perito
contestó las impugnaciones y reiteró sus deducciones (fs. 246 y 250).
El dictamen pericial se encuentra fundado razonablemente en principios y
procedimientos técnicos, y resulta congruente con el resto de la prueba rendida. Tales
circunstancias conducen a aceptar sus conclusiones, al ponderarlo conforme a los arts.
386, 477 y 497 CPCyC.
No son óbice para ello las impugnaciones efectuadas, pues el perito brindó ade-
cuadamente las explicaciones que se le solicitaran. La demandada discrepa con las
del caso fortuito o fuerza mayor (esta sala, 16/10/2001, Di Carlo, Delia Susana c. Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, ED, 196-461).
Lo concreto es que no se ha demostrado una actitud imprudente, como que la
víctima haya pretendido pasar por un lugar prohibido, o apurada, o tratando de
adelantarse a otros asistentes. La falta de toda prueba en este sentido hace que,
incluso, la situación de duda juegue a su favor. Por otro lado, no puede pretenderse que
los asistentes a la función, que tienen derecho y obligación de transitar por el lugar que
les está destinado a la circulación, puedan considerarse obligados a prestar una atención
tan precisa sobre el suelo que transitan, en lugares que han de suponerse debidamente
alisados y expeditos a tal efecto.
Es cierto que el cine en el que ocurrió este hecho se encuentra habilitado por la
Dirección de Habilitaciones y permisos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (fs.
334/40), y que no se encuentran afectadas las condiciones de higiene y seguridad (fs.
367/8), pero es sabido que la autorización administrativa no constituye un obstáculo a la
procedencia de la indemnización por daños (arg. la doctrina elaborada en torno al art.
2618 del Código Civil).
Argumentan los demandados que el hecho de quedar entumecido luego de la
función es una circunstancia aceptada por la propia víctima, como una suerte de
asunción del riesgo. En cuanto a la posible asunción del riesgo, tampoco creo que en el
caso libere de responsabilidad al obligado. Como señala Mosset Iturraspe, este acuerdo
-denominado "consentimiento de la víctima" o consenso dell'offesso- no equivale a una
excusa absolutoria. Expresa también que la "autorización del perjudicado" no puede
actuar como causa de justificación cuando el bien jurídico lesionado integra los derechos
de la personalidad, como acontece con el derecho a la integridad física (Responsabilidad
por daños, II-B, Parte Especial, Bs As, 1973, págs. 95 y 101/2). Orgaz formula
interesantes reflexiones en este sentido, y admite situaciones excepcionales, tales como
las lesiones terapéuticas y aquellas derivadas de la necesidad de trasplantes, sobre todo
cuando las lesiones no son mutilantes (La ilicitud, Cordoba-Bs As, 1974, págs. 161/9)
Como expresan Agoglia, Boragina y Meza:"Nadie ingresa a un contrato como
acreedor admitiendo la posibilidad de recibir un perjuicio con motivo de la ejecución de la
prestación principal planificada, sino todo lo contrario. Nadie se compromete como
deudor a prestar la conducta estructurada, sin que esté ínsito que la misma no puede
constituirse en fuente de conocimiento adicional. Independientemente de las calidades
de la prestación principal planificada, nos hallamos en presencia de un segundo interés
invariable del acreedor -no recibir daño adicional al culminar el negocio- y de otra
conducta también uniformemente planificada respecto del deudor, la de no generarlo
durante el desarrollo efectivo de la referida actividad principal" (La obligación de segu-
ridad en las VI Jornadas Bonaerenses de Derecho Civil, Comercial y Procesal, Rev. Jur.
Los Dres. Giardulli y Gatzke Reinoso de Gauna, por las consideraciones expuestas por
el Dr. Kiper, adhieren al voto que antecede. Con lo que se dio por terminado el acto
firmando los señores Jueces por ante mí, que doy fe.