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4. El Régimen de la Restauración. Características y funcionamiento del sistema canovista.

Tras el fallido intento de instaurar un régimen democrático durante el Sexenio, se restauró la


monarquía borbónica y España volvió al liberalismo censitario. La Restauración duró más de
cincuenta años, desde el pronunciamiento de Martínez Campos en 1874 hasta la proclamación de la
Segunda República en 1931, abarcando los reinados de Alfonso XII y Alfonso XIII, con la regencia
de Mª Cristina. Durante este período se consolidó un régimen constitucional y parlamentario, aunque
nunca llegó a ser plenamente democrático y estuvo dominado por una burguesía oligárquica.

El sistema político de la Restauración está absolutamente ligado a la figura de Antonio Cánovas del
Castillo, que asumió la regencia hasta el regreso del rey en 1875. Cánovas pretendía consolidar un
nuevo modelo político que superase algunos de los problemas del reinado de Isabel II: el carácter
partidista y excluyente de los moderados, el intervencionismo de los militares en la política y el
incremento de enfrentamientos civiles. Para ello, Cánovas se propuso 2 objetivos: elaborar una
constitución que marcase un sistema político basado en el bipartidismo y pacificar el país poniendo
fin a la guerra de Cuba y el conflicto carlista.

La primera medida política de importancia fue la convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes,


pues la Constitución de 1869 había quedado sin efecto tras la proclamación de la I República. Así, en
julio de 1876 se elaboró la nueva Constitución, La obra cumbre de los primeros momentos del
sistema de la Restauración. La Constitución se heredó, en lo fundamental, de la moderada de 1845,
con un sufragio censitario y la soberanía compartida entre las Cortes y el rey. La Constitución
consideraba a la monarquía como una institución superior e incuestionable, pues constituía un poder
moderador que debía ejercer como árbitro en la vida política y garantizar el entendimiento y la
alternancia entre los partidos políticos. De este modo, se establecía la soberanía compartida y se
concedían amplios poderes al monarca (derecho a veto, nombramiento de ministros…).
Las Cortes eran bicamerales y estaban formadas por el Senado y el Congreso de los diputados (de
carácter electivo). Mediante una ley (1878) se estableció el sufragio censitario, limitado a los
mayores contribuyentes, aunque en 1890 se aprobó el sufragio universal masculino. Asimismo, se
declaraba la confesionalidad católica del Estado, que toleraba cualquier religión que no se
manifestase públicamente, y se establecía una amplia declaración de derechos, aunque dependían de
las leyes posteriores, que tendían a restringirlos.

La puesta en marcha de la Constitución, hacía necesario el funcionamiento de los partidos políticos.


El sistema quedará definido en base a dos partidos según el proyecto canovista de bipartidismo: el
Partido Conservador, liderado por el propio Cánovas y el Partido Liberal, liderado por Sagasta. A
ambos partidos les correspondía la tarea de aunar a los diferentes grupos y facciones, con el único
requisito de aceptar la monarquía Alfonsina, por lo que se les conoce como partidos dinásticos.
Conservadores y liberales coincidían ideológicamente en lo fundamental, pues ambos defendían la
monarquía, la Constitución, la propiedad privada y la consolidación del Estado liberal, unitario y
centralista. Su extracción social era bastante homogénea y se nutrían principalmente de las élites
económicas y de la clase media acomodada. En cuanto a su actuación política, los conservadores
eran partidarios del inmovilismo político, del sufragio censitario y de la defensa de la Iglesia y del
orden social. Los liberales, por su parte, defendían el sufragio universal masculino y un reformismo
social más progresista y laico.
La alternancia pacífica de ambos partidos ideada por Antonio Cánovas constituía otra de las piezas
básicas del sistema político de la Restauracion. Con ello Cánovas pretendía la estabilidad
institucional y el fin de la intervención del ejército en la vida política. El ejército quedó subordinado
al poder civil, sin intervenir en las contiendas de los partidos. De este modo, el turno pacífico eliminó
el problema de los pronunciamientos y la presencia militar en la vida política.
El turno funcionó con regularidad entre 1876 y 1898: de todas las elecciones, los conservadores
ganaron 6 y los liberales 4. El partido conservador se mantuvo en el gobierno desde 1875 hasta
1881, cuando Sagasta formó su primer gobierno liberal. En 1884, Cánovas volvió al poder,
impulsando un acuerdo entre conservadores y liberales (Pacto del Pardo), con el fin de apoyar la
regencia de Mª Cristina y garantizar la continuidad de la monarquía ante las presiones carlistas y
republicanas.
Más tarde, durante el llamado gobierno largo de Sagasta (1885 y 1890), los liberales impulsaron una
importante obra reformista: se aprobó la ley de Asociaciones (1887), que dio la legalidad al resto de
partidos opositores; se abolió la esclavitud; se impulsó un nuevo Código Civil (1889); se introdujo la
celebración de juicios por jurados; y se llevaron a cabo reformas hacendísticas y militares. Pero la
reforma más importante fue la implantación del sufragio universal masculino (1890), que permitió
votar a campesinos y obreros, aunque ello no supuso la democratización del sistema.
En 1898, tras el asesinato de Cánovas por parte de anarquistas y tras el desastre del 98 comienza el
deterioro del sistema y los partidos dinásticos, debido, además, al personalismo del sistema (los
partidos dependían excesivamente de la personalidad de sus líderes). En el Partido Liberal surgieron
personajes como Germán Gamazo y Antonio Maura, que provocaron la división y desorganización
del partido. En cuanto a los conservadores, destaca Francisco Silvela, que consiguió unir a las
diferentes facciones del partido.

Pero todo este sistema del turno pacífico pudo mantenerse durante más de 20 años gracias a la
corrupción electoral. Una vez decidido a qué partido tocaba formar gobierno, se ponía en marcha
todo un mecanismo para asegurar el triunfo electoral.
Primero, el rey nombraba a un nuevo Jefe de Gobierno y le otorgaba el decreto de disolución de
Cortes. El nuevo gobierno convocaba unas elecciones completamente adulteradas: el Ministerio de
Gobernación “fabricaba” los resultados electorales mediante la asignación previa de escaños
(encasillado) y enviaba esa lista a los gobernadores civiles y éstos, a su vez, a los caciques, personas
notables, sobre todo del medio rural, que solían ser ricos propietarios que daban trabajos a jornaleros
y que tenían una gran influencia en la vida local. Eran ellos, los caciques, los que amañaban las
elecciones consiguiendo los resultados esperados, lo que se conoce como pucherazo (incluían a
personas fallecidas, compra de votos…). En resumen, el sistema político era “al revés”: primero se
nombraba el gobierno y después triunfaba electoralmente.

Junto al caciquismo estaba La oligarquía, formada por dirigentes políticos de ambos partidos
estrechamente relacionados con los terratenientes y la burguesía adinerada. La minoría política de
Madrid suponía la parte fundamental de la oligarquía dirigente.
Fuera de éste sistema del turno pacífico se encontraban las fuerzas marginadas del sistema :
republicanos, socialistas, carlistas y nacionalistas.
En primer lugar están los republicanos, que se dividían en 4 facciones: el Partido Republicano
Posibilista, con Emilio Castelar a la cabeza; el Partido Republicano Progresista, con Ruiz Zorrilla; el
Partido Republicano Centralista, con Salmerón; y el Partido Republicano Federal, con Pi y Margall a
la cabeza y que contaba con el apoyo de una parte importante de las clases populares. Tras su
descalabro electoral en 1886 al haber propugnado la abstención, los republicanos se unieron en la
Unión Republicana en 1893 y 1901, lo que permitió aumentar los escaños, aunque tuvo que luchar
por los votos populares contra el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundado por Pablo
Iglesias, de clara influencia marxista y opuesto a la diferencia de clases: burguesía y proletariado.

Por su parte, el Partido Carlista protagonizó una escisión en 1888 por parte de Ramón Nocedal,
quien fundó el Partido Católico Nacional, que se convirtió en un partido integrista. De otra parte
del catolicismo surge la Unión Católica en 1881 y, en el mismo año, se funda el Partido
Democráico-Monárquico, como escisión de los liberales.
Por otra parte están los anarquistas, aunque no participaban en el sistema político del Estado.

Por último, encontramos los nacionalismos. En primer lugar, el nacionalismo catalán Parte del
movimiento intelectual-cultural Renaixenca. El republicano federal Valentí Almirall, decepcionado
por el sistema político, funda en 1882 el Centre Català, que empezó a defender la autonomía de
Cataluña. En 1892, con la fundación de la Unió Catalanista, el regionalismo pasa a nacionalismo y,
en 1901 se funda la Liga Regionalista, cuyo triunfo electoral desbancó a los partidos dinásticos en
Cataluña. En segundo lugar, encontramos el nacionalismo Vasco, impulsado por Sabino Arana, que
sentía gran pasión por la cultura vasca y la veía en peligro ante la llegada de inmigrantes españoles.
Sus propuestas se aunaron en 1895, cuando se creó el Partido Nacionalista Vasco, que se declaró
independentista inmediatamente.
Para finalizar, decir que este sistema lleno de falseamiento electoral se fue democratizando cada vez
más, especialmente en las grandes ciudades y en las zonas nacionalistas, Cataluña y País Vasco.

Como conclusión se puede decir que la Restauración fue un sistema estable pero no democrático, con
una Constitución que estará en vigor más de cuarenta años, hecho insólito en la historia del
liberalismo español.

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