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¿Vale está definición para la primera fase del comunismo o socialismo (la fase de
transición)? En la sociedad socialista, el Estado sigue siendo una “máquina destinada a
reprimir”, pero cambia radicalmente el objeto de su represión. El Estado deja de ser el
asegurador del orden de clase, para ser el garante de la transformación revolucionaria.
Como dice Lenin (2017:130): “[…] en la transición del capitalismo al comunismo […]
Es necesario todavía un aparato especial, una máquina especial para la represión, el
“Estado” […]”.
Ahora, centrémonos en la primera fase del comunismo, la de extinción del Estado, la cual
es la más compleja a luz de abordar este problema. Lo primero que debemos preguntarnos
es qué significa precisamente una extinción. De acuerdo con la dialéctica, un proceso de
extinción puede ser colocado como sinónimo de transformación cualitativa. “Nada se
pierde, todo se transforma” nos dice la ley de la conservación de la materia. Por lo tanto,
cuando hablamos de extinción del Estado, estamos hablando de su transformación.
¿En qué se transforma el Estado durante la primera fase del comunismo? La dirección
puede sustentarse en las necesidades que vendrán en la segunda fase del comunismo. La
ausencia de clases implica la ausencia de la máquina represiva, pero no la ausencia de
herramientas que permitan la planificación de la vida social. Por eso, como dice Stalin
(1953:120) con mucha lógica, “[…] de por sí se comprende que, para llevar los asuntos
comunes, la sociedad socialista 1 necesitará – además de las oficinas locales, en las que
habrán de concentrarse los diferentes datos – una oficina central de estadística, que
deberá reunir los datos sobre las necesidades de toda la sociedad y distribuir, en
consonancia con ello, las diferentes tareas entre los trabajadores. Serán necesarias
también conferencias y, en particular, congresos […]”.
Quien mejor logra expresar esta extinción es Engels, cuando expresa con la clareza que
lo caracteriza que: “[…] El proletariado toma el poder del Estado y transforma primero
los medios de producción en propiedad estatal. Pero con eso se supera a sí mismo como
proletariado, supera todas las diferencias y contraposiciones de clase, y, con ello, el
Estado como tal Estado […] El primer acto en el cual el Estado aparece realmente como
representante de la sociedad entera —la toma de posesión de los medios de producción
en nombre de la sociedad— es al mismo tiempo su último acto independiente como
Estado. La intervención de un poder estatal en relaciones sociales va haciéndose
progresivamente superflua en un terreno tras otro, y acaba por inhibirse por sí misma.
En lugar del gobierno sobre personas aparece la administración de cosas y la dirección
de procesos de producción. El Estado no "se suprime", sino que se extingue […]” (Engels,
s.d.:206-7).
En síntesis, puede decirse que la extinción del Estado en la primera fase del comunismo
pasa por su transformación en administrador de la vida social.
Sostenemos que el término Estado del comunismo (alguna vez utilizado por Marx) - al
ser el concepto de Estado algo propio de la superestructura de las sociedades de clases -
no es un término cómodo, ya que se precisa especial claridad en los conceptos para no
confundirse. La lógica casi instintiva nos preguntaría: ¿cómo un instrumento de clase
puede existir en una sociedad sin clases? Claro, sería un Estado ontológicamente distinto,
1
Refiere a la sociedad comunista o de la segunda fase del comunismo.
pero entonces no es un Estado como tal. Así como usamos semilla y árbol, en vez de
semilla y semilla radicalmente desarrollada, al punto que no es semilla; creemos, que lo
mejor sería utilizar otro término. Creemos que el mejor sería comuna – aunque, también
tiene el problema de que la tradición lo asocia a gobiernos de pequeñas unidades
territoriales (Comunas Populares en la China de Mao, Comunas Bolivarianas en el
proceso chavista venezolano, etc.), cuando en este caso estamos hablando de un único
órgano a escala nacional -.
2
Como dice Claúdio Campos: “[…] a sociedade socialista pose uma a sociedade socialista possui uma
característica que distingue de todas as demais que a precederam: ela só pode ser construída
conscientemente […]”. (p. 48)
Este argumento no es una mera hipótesis errada e inofensiva para entender un proceso
histórico, sino que es algo peligroso hoy, ya que conduce al empantanamiento y posterior
fracaso de los proyectos emancipadores del siglo XXI.
¿Por qué? Por ejemplo, el “socialismo bolivariano”, que mal o bien puede tener
pretensiones honestas de superación del capitalismo, en base a esta crítica revisionista del
socialismo real, promueve las cooperativas como palancas hacia el socialismo-
comunismo, como alternativa a la estatización que “fracasó”. Pero esto no es una
superación, sino una regresión, primero porque las cooperativas son indeseables, ya que
sólo tienen razón de ser en una economía mercantil, algo incompatible con el proyecto de
liberación, debido a que el mercado implica el control económico del hombre y no el
control humano de la economía. Segundo, porque las cooperativas son inviables como
forma estable de organizar la economía de una determinada sociedad; porque en un
sistema regido por el mercado, la acumulación es un elemento absolutamente imposible
de evitar. Lo cual lleva a que, algunas cooperativas tendrán éxito, mientras que la mayoría
perecerá en un tiempo relativamente breve. Agregado a esto, dentro de las cooperativas
eventualmente exitosas, el panorama tampoco es alentador para un proyecto liberador, ya
que la acumulación llevará naturalmente al capital y a la asalarización, léase a la forma
capitalista de explotación del hombre por el hombre. Estas son las leyes naturales de una
economía mercantil. La experiencia concreta confirma la lógica económica, tras ya más
de una década de la declaración de Hugo Chávez en el Foro Social Mundial, donde
propuso la necesidad de construir el socialismo del siglo XXI, en Venezuela han
sucumbido el 95% de las cooperativas creadas en los últimos diez años.