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4/3/2018 Reivindicación de García Hortelano | Cultura | EL MUNDO

LITERATURA Exclusiva

Reivindicación de García Hortelano


El autor de 'El gran momento de Mary Tribune' dejó novelas inconclusas y sus memorias sin publicar.

La revista 'Campo de Agramante' le ha dedicado un número extraordinario...


¿Por qué no se editan esos textos olvidados?

EL MUNDO ofrece en exclusiva varias páginas.

Juan García Hortelano.

SANTOS SANZ VILLANUEVA


Actualizado:16/06/2015 03:17 horas

Para la historia ha quedado en un estereotipo anecdótico la incorporación de Juan García Hortelano a las letras de postguerra. Ocurrió cuand
el editor Carlos Barral acudió al aeropuerto de Barcelona a recibirle tras haber ganado el Premio Biblioteca Breve y al ver en persona su
estampa con el bigotillo de época exclamó: "¡Hemos premiado a un Guardia Civil!". En verdad, ya tenía el galardonado autor de 'Nuevas
amistades' una estimable aunque discreta trayectoria. Había publicado cuentos en aquellas inquietas revistas que se amparaban en el falangist
SEU para promover una juvenil disidencia: en 'Acento Cultural' o 'Cuadernos de Arte y pensamiento'. Y por entonces salieron en las no menos
combativas y especializadas 'Nuestro cine' o 'Cinema Universitario' olvidados ensayos sobre el realismo y las relaciones entre cine y novela
('Alrededor del realismo' o 'Hic et nunc') que merecería la pena rescatar porque revelan un escritor con infrecuentes preocupaciones estéticas.

A la vez, García Hortelano había confraternizado con el activo grupo que encabezó la literatura antifranquista.
Trenzó una perdurable amistad con Antonio Ferres, Juan Eduardo Zúñiga o Armando López Salinas. Esas
relaciones se ampliaron con la proximidad a Juan Marsé (junto a quien trabajó en Barcelona como guionista de
cine), José Manuel Caballero Bonald, Ángel González o Jaime Gil de Biedma. Así, García Hortelano se
convirtió, a partir de obtener el premio internacional Formentor con 'Tormenta de verano', en uno de los nombre
más representativos de las letras castellanas de los años 60. Y ello tanto por su obra como por su actitud cívica.

Las obras de García Hortelano de entonces son ejemplo máximo de denuncia de las clases medias españolas y
de aplicación del más estricto objetivismo, que era la preferencia narrativa de aquella época siguiendo el modelo
importado del 'nouveau roman' francés, que más tarde satirizó. Ello iba parejo de una complicidad personal en la
lucha contra la dictadura. Militaba en el Partido Comunista, del que se distanció en aquel mismo decenio, aunqu
sin provocar una traumática ruptura, e intervenía en sus reuniones clandestinas, tanto en España como en el
extranjero. La doble vertiente de creador y de intelectual preocupado por los retos que exige el arte se
Una de las páginas manifiestan en un episodio siempre relegado de su biografía, la presentación de una ponencia en uno de los
inéditas capítulos más importantes de aquel tiempo, el 'Seminario sobre realismo y realidad en la literatura
contemporánea' celebrado en Madrid en el otoño de 1963 bajo el auspicio del norteamericano Congreso para la
Libertad de la Cultura, donde se enfrentaron a cara de perro quienes defendían el compromiso (los escritores y
críticos españoles) y quienes postulaban una literatura formalista (los notables invitados extranjeros)
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críticos españoles) y quienes postulaban una literatura formalista (los notables invitados extranjeros).

Además de esas novelas canónicas del realismo social en su vertiente antiburguesa, Hortelano escribió emocionados cuentos que exploraban
uno de los temas reiterados de su generación, la vivencia infantil de la guerra. Los estudiosos coinciden en señalar como una de las piezas
maestras de la narrativa breve de toda la postguerra su entrañado cuento 'Riánsares y el fascista'. Y otros relatos hacían retratos magistrales
de la vida corriente del país y testimoniaban los afanes corrientes de la gente común. La capacidad de observación era una de sus grandes
virtudes, junto con una de las más singulares dotes para captar y reproducir la lengua conversacional. Los cambios estéticos de finales del
franquismo no fueron ajenos al escritor madrileño y los años 70 se abrieron con una monumental novela en dos tomos, 'El gran momento de
Mary Tribune', donde una nueva incursión en la burguesía inútil, pródigamente entregada al sexo y al whisky, se galvanizaba con humor y
culturalismo. Esas recientes tendencias, las encarnadas por los novísimos, más la íntima amistad trabada con el portaestandarte de la nueva
sensibilidad, Juan Benet, se reflejaron en un giro radical en su obra con novelas imaginativas ('Los vaqueros en el pozo') y, como ahora se dice
metaliterarias ('Gramática parda').

Artículos, ensayos, algunas muestras de su medio secreta afición a la poesía, nuevas prosas narrativas y una novela erótica en clave de
parodia, 'Muñeca y macho', que firmó con el pseudónimo Luciana de Lais, iban ampliando su obra. En esa plenitud abierta a rumbos
insospechados estaba el escritor cuando sobrevino su prematura muerte en 1992. Para entonces ya había adquirido la categoría de leyenda la
bonhomía de García Hortelano y en los círculos literarios se celebraba de forma unánime su insuperable cualidad de narrador oral, ingenioso,
divertido, perspicaz y con un fondo de malicia que no ocultaba su bondad natural. Que todo ello, más una gran generosidad, era cierto podemo
certificarlo quienes le tratamos algo, pero también hay que señalar cómo ese elogio iba en detrimento del valor de su escritura. Lo cual no tuvo
oportunidad de revalidarse por la tempranera desaparición. Cuando esta acaeció, andaba Hortelano con varios frentes abiertos, de los que
quedaron una buena gavilla de folios hasta hoy inéditos.

La clase media mediocre e hipócrita

No había sido la moda novísima y formalista la inclinación definitiva del escritor. Así lo certifica un dilatado proyecto narrativo compuesto de
varias novelas, según alguno de sus planes, del que finalmente quedó un tomo de dos centenares de páginas mecanografiadas con el título 'La
glorieta de las devotas'. Volvía aquí el autor a ese mundo suyo de una clase media mediocre, hipócrita, hedonista, heredera de los peores
rasgos del franquismo. Lo hacía con ese pulso testimonial de sus novelas primitivas, aunque ahora libre de artificiosidades objetivistas y con
claras resonancias de la gran narrativa decimonónica de la que era un profundo admirador (tenía a Stendhal, Flaubert y Clarín entre sus
maestros). Se decantaba, pues, por una novela un tanto convencional, atenta a escrutar las galerías del alma, y psicologista en un sentido
clásico. Esta mirada a unas conciencias maleadas se derrama sobre un retrato colectivo, estampa ácida de la triste mesocracia provinciana, en
el que confluye la voluntad de ofrecer también un atestado sociológico cuyas raíces se hunden, cómo no, en la guerra y en la alta postguerra.

Otra obra dejó García Hortelano con un escueto pero ilustrativo desarrollo, unos recuerdos concebidos a modo de episodios independientes qu
se habrían rotulado 'Novelas de la memoria'. Un conjunto de estas evocaciones pensaba agruparlas bajo un marbete lleno de resonancias
literarias, 'Las nubes de antaño'. La locución del título procede del Quijote: señor, estos agüeros "no tienen que ver más con nuestros
sucesos, según que yo imagino, aunque tonto, que con las nubes de antaño".

Sin embargo, cualquier lector la relaciona antes que con Cervantes con el François Villon del famoso poema 'Ballade des dames du temps
jadis' que se interroga 'Mais oú sont les neiges d'antan?'. Y no es forzada esta asociación porque el escritor moderno, al igual que el poeta
renacentista francés, vuelve la mirada al pasado con nostalgia crítica de su infancia en el barrio madrileño de Argüelles y convierte un quiosco
de prensa situado en la calle Princesa (en el popular barrio de Pozas de donde la incipiente especulación inmobiliaria echó al dramaturgo Laur
Olmo) en referencia vital que sirve de armazón para un auténtico relato de aprendizaje. Este García Hortelano emotivo, sentimental, es una
gran novedad en alguien más dado al distanciamiento irónico e incluso a la burla. Pero hay más: el pasaje 'El camino del quiosco' aporta una
novedad formal muy interesante. El García Hortelano adulto evoca al García Hortelano niño a través del diálogo de esos dos tiempos
distanciados. El adulto interpela al adolescente y le requiere respuestas sobre aquella existencia de antaño.

Con las remembranzas que en su día habrían de componer las 'Novelas de la memoria', Hortelano era pionero furtivo de un tipo de relato muy
actual, la ficcionalización del pasado a partir de la propia experiencia autobiográfica; una clase de narración que elimina la engañosa
distancia entre novela y recuerdos, o que apela al contenido novelesco que hay en toda reconstrucción autobiográfica. En cualquier caso, el
propio texto indica un propósito claro, "escribir", dice, "la novela del joven que fui", no una autobiografía verídica, porque, como también señala,
desde joven tenía la clara vivencia de que "vivir era para mí falsificar la vida". De estas percepciones, tan celebradas en nuestros días, sale
un relato memorialístico intenso y lúcido que vale también como una crónica analítica de la vida española bajo el franquismo.

El fallecimiento suele suponer para la mayor parte de los escritores el inicio de una etapa de oscurecimiento o amnesia de su obra. Así ocurrió
en buena medida con García Hortelano, a pesar de algún esporádico rescate de textos olvidados ('Invenciones urbanas', 2001) y artículos de
prensa ('Crónicas correspondidas', 1997) o de una ampliada edición de los 'Cuentos completos' en 2007; a pesar incluso de que sus novelas
emblemáticas ascendieran al Parnaso que significa figurar en las colecciones académicas de clásicos. Su escritura, sin embargo, ha
conservado pleno vigor por sus méritos artísticos y representa en alto grado la aventura literaria de aquellos "niños de la guerra" que primero
prestaron un servicio histórico con su beligerancia política y luego emprendieron el camino de la creatividad lingüística y formal. Pero no solo es
una figura del pasado.

El número de homenaje que le ha dedicado la revista gaditana 2Campo de Agramante2 muestra el recuerdo admirativo de sus coetáneos, de
Caballero Bonald, Ferres o Marsé. También la lectura reivindicativa de nuestros penúltimos y últimos narradores. En esta clave se expresan
Belén Gopegui, Rafael Reig, Isaac Rosa y Marta Sanz. Sigue siendo, pues, una referencia literaria a la vez que un modelo de actitud persona
para la cercana y nueva narrativa española. García Hortelano es un referente de la novela de ahora que afronta la realidad con planteamientos
críticos y voluntad de incidir ideológicamente en la grave crisis moral, política y económica que ha impactado en la sociedad actual. Cuando un
escritor inspira estos sentimientos en las recientes generaciones las que todavía andan en el primer trecho de su trabajo es que su obra
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escritor inspira estos sentimientos en las recientes generaciones, las que todavía andan en el primer trecho de su trabajo, es que su obra
conserva toda su vigencia.

© 2018 Unidad Editorial Información General S.L.U.

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