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¿El machismo debería ser aceptado en la sociedad como algo

normal?

Autora

YELEIKA TAFUR FUENTES

COLEGIO GIMSABER

Las mujeres de este país hemos conseguido una serie de derechos que en absoluto se
plantaban hace años. Ya podemos trabajar, tener nuestra propia cuenta corriente,
independizarnos sin depender de un hombre, tener hijos sin necesidad de estar casadas o de
ser heterosexuales… Por así decirlo, hemos conseguido lo “mínimo” para continuar al
camino hacia la igualdad.

En este punto nos damos cuenta de que el feminismo no avanza como debería avanzar ya
que las y los adolescentes son más machistas que sus progenitores.

Según una encuesta sobre cómo perciben los jóvenes la violencia machista realizada por el
CIS y la Secretaría de Estado de Igualdad, uno de cada tres jóvenes españoles de entre 15 y
29 años considera «inevitable» o «aceptable» la denominada “violencia de control”. Es
decir, decir lo que puede o no puede hacer una mujer, como por ejemplo impedir a la pareja
que vea a sus amistades, no permitirle que trabaje o estudie, o vigilar sus horarios.

Sin embargo, en otra de las encuestas se muestra que el 97% de los jóvenes consideran
inaceptable la violencia física. Entonces ¿dónde está el problema?

LA EDUCACIÓN una educación nueva, distinta a la de años atrás, muchos hombres crecen
con nuevos pensamientos y educados al respeto sobre la mujer, y las mujeres han sido
educadas con el fin de que lleguen a superarse, de que ocupen puestos grandes dentro del
trabajo, creciendo come personas y profesionales donde nadie podrá pisotearlas como lo
hacían muchos años atrás.

Tradicionalmente el machismo ha estado asociado a la diferenciación de tareas entre


hombres y mujeres, y a la subordinación de las mujeres en muchas sociedades. Se considera
que es fruto del machismo que el trabajo menos reconocido o menos fatigoso sea asignado
a las mujeres. También es parte del machismo el uso de cualquier tipo de violencia de
género con el fin de mantener un control jerárquico sobre ellas. De hecho, el machismo es
considerado como una forma de coacción no necesariamente física, sino también
psicológica, siendo esta forma de expresión protectora una discriminación, ya que se ven
subestimadas las capacidades de las mujeres alegando una mayor debilidad.

Investigaciones aseguran que el machismo ha ido disminuyendo en la actualidad, debido a


que muchos hombres ya no tienen el poder sobre la mujer, ni las mujeres dependen mucho
de los hombres.

Cada día son miles las mujeres que son víctimas de violencia en alguna parte del mundo.
Cada día cientos de titulares nos informan de algún acto de violencia contra alguna mujer
en algún lugar. El peligro que corremos ante ese exceso de información es acostumbrarnos
a ella y que ante los numerosos casos de mujeres golpeadas, violadas y asesinadas, que se
repiten y se repiten, nuestra sensibilidad se anestesie y no entendamos que esto que hoy nos
duele es producto de la manera en que hemos organizado nuestra sociedad desde su origen,
de una ideología hegemónica patriarcal que nos rodea y nos define.

Pero ¿De dónde viene esa violencia? Lo que los grupos feministas han logrado visibilizar
es que los femicidios no son espontáneos, sino una expresión extrema de una manera de
entender las relaciones entre hombres y mujeres que define la dinámica de nuestras
sociedades. Y aunque platearlo así pareciera ser una obviedad, con sólo tomar los titulares
que informan de estos asesinatos nos damos cuenta de que el acercamiento a estos hechos
está lleno de prejuicios que relacionan estos crímenes con distorsionados conceptos del
amor y la pasión, y no con la cultura de violencia que rodea nuestra cotidianeidad.

“Hay mujeres que necesitan ser violadas para tener sexo porque son histéricas y sienten
culpa por no poder tener sexo libremente” y “es una aberración de la ley que, si una
pendeja de 16 años con la concha caliente quiera coger con vos, vos no te la puedas
coger”, dijo el ex líder de Bersuit Vergarabat, Gustavo Cordera, en una entrevista con
alumnos de periodismo. Sus dichos fueron difundidos a través de Facebook por uno de los
jóvenes presentes, indignado por el pensamiento machista del rockero.

Al ver la simple declaración de esta persona, la mitad de la sociedad se indigna y pone una
“mala cara” ante lo dicho por el cantante, pero, ¿no es esto lo que hacemos cuando
cantamos una de estas canciones tan populares en nuestros días?

Puede que ese artista haya dicho esto con toda la sinceridad del asunto y haya sido atacado
por sus palabras, pero quienes lo critican ¿son totalmente parciales?

Puedo asegurar que algunos chicos, y hasta algún grupo de chicas aborrezca las palabras
resaltadas con anterioridad, pero con seguridad, puedo decir que al menos una de estas
personas ha cantado estas canciones que circulan en el medio maltratando e oprimiendo a la
mujer a tal grado que se es inconcebible.
Pero entonces ¿por qué estas letras se aceptan en nuestro diario vivir?

La violencia tanto física como psicológica contra las mujeres se considera un acto histérico
o sintomático de represión de la mujer ante su emancipación, es decir es una reacción por
continuar manteniendo la dominación masculina cada vez más fragmentada y en crisis.

La situación es más complicada ya que la identidad masculina está íntimamente ligada a la


inferioridad de las mujeres, es decir, la educación inculca que la única manera de reafirmar
una identidad en caso de haber nacido varón, es dominando a las mujeres y nunca siendo
igual que ellas, ya que el estatus de ella es considerado inferior.

Nos reímos, bailamos y cantamos las canciones que ofenden a la mujer aun cuando
algunos(as) se hacen llamar “feministas”.

IGNORANCIA

La principal razón por la cual el machismo todavía se ve presente aun cuando se han dado
millones de marchas y peticiones ante el gobierno, no creemos que esto nos afecte, no
sabemos cuándo somos vulneradas o no porque hemos sido acostumbradas a ser
simplemente esclavizadas por el sexo masculino, y aunque quizás lo conozcamos, nos
sentimos reusadas a vernos como las “simples sirvientas de la sociedad”.

Todo lo que tenemos que hacer es abrir nuestros ojos a la realidad que nos acompaña día a
día, dejar de creer que luchamos por una igualdad que ni siquiera estamos dispuestas a
obtener.

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