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Hediondos Mariages de la
Justicia
Por
Randy Ravest
Este libro está dedicado a todas las víctimas del reciente terremoto de
2017, también del narcotráfico, la corrupción y el machismo fanatizado en
México. Para mis hermanos mexicanos con amor eterno:
Randy Ravest.
(“Mariachi” del francés: “Mariage”; boda).
Capítulo 1
Habiendo hecho esto, damos el punta pie para iniciar. Esta historia se
cocina a fuego lento en la península de Yucatán, en el Estado de Yucatán, en la
ciudad de Mérida, país de México.
Algunos científicos han postulado la teoría de que la extinción de los
dinosaurios, se debió al impacto de un asteroide o aerolito, cerca de la
península de Yucatán. Debido a antiguas ruinas, algunos creen también que la
región fue habitada por los mayas, pero abandonada tiempo antes de la
conquista española. Además, la ciudad pasó por un afrancesamiento en los
siglos 19 y 20. En este lugar de clima caribeño nacieron y se criaron Zascha
Saguesse, Tomás Guerra y Paco “Paquito” Martínez.
Zascha vivía solo con su mamá, tenía como plan de vida ser profesor de
historia o sociólogo, poseía una memoria privilegiada y se estaba preparando
para el campeonato de deletreo regional, su cabello era castaño claro y corto,
de estatura baja, piel clara y ojos castaño oscuro. Tomás por su lado, vivía con
sus abuelos, soñaba con ser estrella de rock, tenía una guitarra eléctrica y en
vez de estudiar, dedicaba todos los días a practicar con ella, Tomás era
moreno, su cabello oscuro, casi azulado y lo usaba hasta los hombros. Por
último, Paco o “Paquito” como le decían de cariño, vivía con sus padres, su
hermano mayor y la esposa de este. Tenía como meta estudiar
telecomunicaciones, coleccionaba historietas de superhéroes y fantaseaba con
ser uno de ellos algún día. Era bajito, de piel trigueña y muy delgado.
Los tres cursaban el último año de secundaria, sin embargo, súbitamente el
ejército los llamó para cumplir con su servicio militar. Zascha y Tomás estaban
terriblemente molestos, Paquito se reservaba la opinión debido a su timidez,
en la inspectoría intentaban calmarlos.
— ¡Pero nadie nos avisó de nada! ¡¿Y nuestros papás saben de esto, les
dijeron acaso?!— reclamaba Zascha.
— ¡Yo no iré a ninguna parte!-se sumó Tomás.
— Primero que todo cálmense… veremos qué podemos hacer, mientras
tanto tendrán que ir al cuartel de (nombre del pueblo veraniego)— decía el
rector del colegio.
Al día siguiente, Zascha, Tomás y Paquito debieron asistir al cuartel, en
fila los tres ingresaron para ser examinados por el médico, los tres quedaron
aprobados. Otra vez en fila, junto a todo el pelotón de novatos, se presentó el
sargento.
— ¡Todos formados!... soy Omar Núñez, yo seré su sargento— dijo el
sargento Núñez, poniéndose frente a Tomás, tomó uno de sus cabellos, lo miró
despectivamente, porque tenía el cabello largo.
— ¡Soldado ¿es usted un marica?!— interrogó el sargento.
— No señor— dijo incómodo Tomás.
— ¡¿Acaso le gustan los hombres?!— prosiguió el sargento Núñez.
— No señor— respondió Tomás.
— ¡¿Qué dijo soldado?!— preguntó Núñez.
— No— dijo Tomás.
— ¡No lo escuché, más fuerte!— reclamó Omar Núñez.
— ¡No señor!— respondió con voz alta Tomás.
— ¡¿Entonces por qué usa el pelo como si fuera una mujer?!— demandó el
sargento.
— ¡Porque me gusta el rock y sueño con ser un rockero famoso como John
Lennon o Bob Dylan señor!— exclamó Tomás.
— ¡Quiero que sepa soldado que no me gusta el rock, y es más, se cortará
el pelo, porque si no lo hace, haré que lo sumerja en miel y que todas las
moscas se paren en él! ¡¿Quedó claro soldado?!— advirtió el sargento Núñez.
— ¡Sí señor!— contestó Tomás.
A continuación el sargento se colocó frente a Paquito, lo observó de pies a
cabeza.
— ¡¿Y usted… de qué cloaca salió soldado!?— interrogó el sargento,
Paquito miró el suelo y no respondió.
— ¡Le hice una pregunta soldado!— recalcó el sargento Núñez.
— De ninguna señor— dijo Paquito.
— ¡Mire al frente! ¿¡Salió de un campo de concentración?!— ordenó e
interrogó el sargento.
— No señor— respondió Paquito.
— ¡Y por qué es tan flacucho y enclenque soldado, acaso puede sostener
un fusil?!— se burló Núñez.
— ¡Basta!— interrumpió Zascha, el sargento fijó su mirada en el joven y
se paró frente a él.
— ¿Qué dijiste?— inquirió el sargento.
— Dije que basta. Mi padre era policía, combatía a los carteles de la droga,
fue secuestrado y hombres como usted representan al gobierno mediocre que
se quedó de brazos cruzados y lo dejó morir. Olvidé decir que su chiste sobre
el campo de concentración me ofendió, mis abuelos eran judíos— declaró con
valentía e indignado Zascha, el sargento lo contemplaba indignado.
— Así que judío ¿ah? ¿Te amputaron el prepucio? Dime algo, si tu papito
era policía ¿por qué eres tan enano?... ¡Muy bien pitufo circuncidado, quítate
los zapatos!— ordenó el sargento, Zascha se quitó los zapatos.
— ¡Ahora todo el mundo afuera a trotar, muévanse, muévanse!— gritó el
sargento Núñez, todos salieron rápidamente. El pelotón de los reclutados debió
correr sobre un camino lleno de piedras, Zascha tuvo que pasar por encima de
las piedras descalzo y soportar el dolor.
— ¡Todos, quiero que canten el himno nacional ahora!— dio orden el
sargento, todos comenzaron a cantar, no obstante Zascha no lo hizo, Núñez lo
vio y lo detuvo.
— ¿Por qué no cantas?— preguntó el sargento Núñez.
— Porque este ya no es mi país— dijo Zascha, el sargento lo sujetó del
pescuezo y lo llevó consigo a unos arbustos, lo lanzó al suelo y comenzó a
darle de patadas. Tomás vio que el sargento se lo había llevado y asiendo a
Paquito, fue a buscar a Zascha.
Zascha gritó por ayuda, el sargento seguía pateándolo, Tomás le dijo a
Paquito que se quedara algo más atrás, tomó una rama gruesa y caminando
tras el sargento Núñez y lo golpeó con la rama en la nuca quitándole el
conocimiento.
— Creo que lo maté— dijo Tomás asustado.
— Era él o yo… como sea, gracias— expresó Zascha, Paquito llegó donde
ellos y miró asustado al sargento que yacía inconsciente.
— Hay que volver— sugirió Paquito.
— ¡¿Estás loco?! ¡Me juzgarán por esto en una corte marcial!— exclamó
Tomás.
— No está muerto, solo perdió el conocimiento— dijo Zascha tocando el
cuello del sargento Núñez.
— ¡Aún así!— insistió Tomás.
— Eres civil, no pueden procesarte por como militar. Paquito tiene razón,
debemos volver y declarar en una comisaría, solo a este tipo le harán un juicio
militar— afirmó Zascha.
— Yo no pienso en volver, no voy a confiar en ningún uniformado—
sentenció Tomás.
— ¿Qué propones?— preguntó Zascha.
— Huir hasta que todo esto se arregle— propuso Tomás.
— Yo no tengo por qué huir, no he hecho nada— dijo Zascha.
— Tú no tal vez, pero yo sí, te salvé la vida y ahora te necesito ¿piensas
abandonarme? ¿O acaso me delatarás con la policía?— inquirió Tomás,
Zascha y Paquito se miraron.
— ¿Y a dónde piensas ir?— consultó Zascha.
— A Cuba, llegaremos a ese pueblo veraniego, nos robaremos una canoa y
atravesaremos el mar hasta la isla— planteó Tomás.
Zascha asintió con la cabeza, se colocó las botas del sargento y los tres
corrieron a través de la jungla en búsqueda del pueblo veraniego. Paquito
jadeando, se detuvo para tomar aire.
— Sigue corriendo Paquito— instó Tomás.
— No espera, tomemos un descanso— no terminó la frase Zascha cuando
en eso un helicóptero militar atravesó el cielo.
— Al diablo tu descanso, yo me voy— dijo Tomás y corrió delante de
ellos, Zascha y Paquito lo siguieron, Tomás se detuvo ante el borde de un gran
cráter, pero Zascha y Paquito chocaron con él y los tres rodaron por la falda
hacia el interior del cráter.
Intentaron salir del cráter, sin embargo resbalaban por la falda y volvían a
caer dentro de él.
— Bueno, son como diez metros… y no hay manera de salir, tendremos
que esperar a que nos encuentren... lo siento Tomás, tendremos que pensar qué
le diremos a la policía, tranquilo, yo te apoyaré en todo— comprendió Zascha.
— Gracias— dijo Tomás.
Llegó la noche, y los tres estaban recostados boca arriba contemplando las
estrellas.
— Siempre he querido saber que hay más allá de las estrellas— dijo
Tomás.
— ¿Crees que haya vida en otros planetas?— preguntó Paquito.
— No lo creo… aunque puede que sí, pero solo formas de vida unicelular,
o tal vez hongos o plantas, nada que se nos parezca, de lo contrario, ya nos
habrían encontrado— afirmó Zascha.
— ¿Y si nos encontraron pero no quieren meterse con nosotros?— planteó
Tomás.
— Si fuera así, mientras no lo hagan, no me interesa ja ja ja— rio Zascha.
— Ja ja, vaya conclusión, bueno chicos, yo dormiré… oye espera ¿qué es
ese olor?— se interrumpió Tomás, un vapor blanco ascendía desde el centro
del cráter.
— ¿Será azufre?— preguntó Paquito, Zascha se acercó para olfatearlo.
— Por lo menos no huele mal, de hecho, no huele a nada, deber ser vapor,
de lo que sí estoy seguro es que aquí esta calentito, me recostaré sobre estas
piedras y dormiré— Zascha se durmió rápidamente, sus compañeros se
recostaron cerca de él.
El bebé de un año caminaba por la sala y se asomaba por una ventana baja,
logró ver hacia la calle, una camioneta roja se estacionó, tres personas bajaron
con un bebé y entraron a la casa de enfrente.
— Zascha, Zascha, Zascha— lo llamaba su madre.
— Zascha, Zascha, llegaron los militares— lo despertaba Tomás.
Efectivamente los militares encontraron al trio y los dejaron en un cuartel
de la policía.
Los jóvenes debieron declarar cada uno por separado a un detective, de los
tres, Zascha fue el que más detalles entregó.
— Bueno fuimos reclutados sin previo aviso, de un día para otro. El
sargento Omar Núñez a cargo de nosotros hizo muchas bromas crueles, a mi
compañero Tomás lo llamó marica y homosexual por usar el cabello largo y le
advirtió que si n se lo cortaba, se lo sumergiría en miel y dejaría que las abejas
y las moscas se pararan sobre él. A mi compañero Paco le preguntó de qué
cloaca había salido y luego le preguntó si había salido de un campo de
concentración, y que era muy flacucho y enclenque y si acaso se podía un
fusil, en ese momento intervine y dije “basta”, el sargento me interrogó, le dije
que mi padre había sido policía y que combatió a los carteles de la droga y que
hombres como él representaban al gobierno que se quedó de brazos cruzados y
lo dejó morir. Por último, que el chiste del campo de concentración me resultó
ofensivo porque mis abuelos fueron judíos, entonces me preguntó si tenía
amputado el prepucio enfrente de mis compañeros, y si es que mi padre fue
policía, por qué yo era bajo y me apodó “pitufo circuncidado”, me ordenó
quitarme las botas e hizo que todo el pelotón trotara por un camino de piedras,
me hice heridas en la planta de los pies, nos dijo que cantáramos el himno
nacional, yo no canté, me preguntó por qué, respondí que México ya no era mi
país, me tomó del pescuezo, me llevó hacia unos arbustos, me empujó y agarró
a patadas en el suelo, de no ser porque Tomás lo golpeó con una rama en la
nuca, tal vez yo habría muerto, de eso estoy seguro, y eso se llama legítima
defensa, defender a un amigo, equivale según la ley defender a un extraño y es
válido, Tomás no ha hecho nada malo, Paquito es testigo de todo— relató
Zascha, el detective quedó pensativo.
— ¿Cómo se llamaba tu papá?— preguntó a continuación el policía.
— Richard (apellido judío askenazí)— dijo Zascha.
— Correcto, está bien, qué hicieron después de eso— prosiguió el policía.
— Paquito dijo que debíamos volver, yo dije lo mismo, pero Tomás tenía
miedo, así que planeamos huir a Cuba en un canoa, le quité las botas al
sargento y corrimos por la selva, nos tropezamos y caímos por la falda de un
cráter que expulsaba vapor, pasamos la noche ahí hasta que los militares nos
encontraron— terminó Zascha.
— Correcto, espérame aquí unos minutos, vuelvo en seguida— dijo el
detective y afuera de la sala confirmó las versiones de sus colegas, que los tres
chicos concordaban en sus declaraciones, así que los dejaron ir, en la sala
principal, sus familiares los recibieron y los abrazaron con fuerza.
— Zascha, tu padre fue un héroe y es toda una leyenda— encomió el
policía.
— Gracias, lo sé— sonrió Zascha.
Capítulo 2
Capítulo 3
Dos días más tarde, Tomás y su novia recostados en el pasto de los jardines
del colegio, se abrazaban y regaloneaban, el rector se acercó a corregirlos.
— Jóvenes, al colegio se viene a estudiar, no a pololear ¿qué pasaría si yo
ahora los suspendo de clases?— interrogó el rector, los adolescentes se
miraron y se separaron pidiendo disculpas, cinco minutos después que el
rector se fue, volvieron a abrazarse, luego se besaron, sin embargo, la joven
desmayó y perdió el conocimiento, Tomás pidió auxilio.
La muchacha al ser atendida en un centro asistencial, arrojó en los
exámenes una intoxicación, en las muestras de sangre, los doctores observaron
tres tipos de bacterias, no mortales, pero muy infecciosas.
Al día siguiente, Zascha, Tomás y Paquito se reunieron nuevamente en el
desayuno.
— Algo raro nos está pasando— advirtió Zascha.
— Por supuesto o sino pregúntale a “Paquito Guatemala-Caracas”—
bromeó Tomás.
— No Tomás, no es gracioso, algo realmente extraño nos está ocurriendo y
todo fue desde que volvimos del servicio militar— dijo Zascha.
— Sí, ayer mi novia terminó en el hospital por un intoxicación, creo que
fue mi culpa— confesó Tomás.
— ¿Por qué lo crees?— preguntó Zascha, Tomás escupió en la comida y
un minuto después, comenzó a salirle vapor.
— Eso es lo más extraño que he visto, tu saliva es ácida— comprendió
Zascha.
— Tu saliva es pegajosa y Paquito crea tsunamis de diarrea— afirmó
Tomás.
— Basta Tomás, no me da risa— se molestó Paquito.
— Lo siento… oye sabes, te tengo un nuevo sobrenombre “Chiguagua
Bomba H” ja ja ja— dijo Tomás.
— Ja ja ja y yo te tengo otro a ti, “Dra-cómodo”— dijo Zascha.
— Oye y por qué— preguntó Tomás.
— Porque tu saliva es venenosa igual que los dragones de Commodo ja ja
ja— explicó Zascha.
— Oye, no suena mal, me gusta— agradeció Tomás.
— Podríamos ser como superhéroes— animó Paquito.
— ¡¿Superhéroes?! ¡Dónde!— preguntó emocionado Justin, un alumno de
intercambio que llegó de Estados Unidos.
— ¡Gringuito ven!— invitó Zascha, Justin se sentó junto al trio, Zascha lo
abrazó.
— Ven “Gringuito”, aunque tu presidente nos odie, nosotros te queremos,
ni el hombre más poderoso del mundo te puede separar de nuestro cariño—
bromeó afectuosamente Zascha.
— Gracias— dijo el joven subido de peso, rubio y de tez blanca.
— Oye Justin ¿es verdad que tu papá trabaja en una empresa de
computación?— interrogó ansioso Paquito.
— Yes, con software, programación y ensamblaje de hardware— confirmó
el muchacho con una sonrisa.
— ¡Qué genial, me gusta programación, tengo pensado estudiar
telecomunicaciones más adelante!— expresó extasiado Paquito.
— ¡Great! podrías venir a mi casa un día y echamos una partida de juegos
de estrategia— invitó Justin.
— Oye ¿es verdad que existió un virus de computadora llamado “La
fábrica de los chinos”?— preguntó risueño Zascha.
— Yes, siempre van saliendo nuevos virus y tienen muchos nombres—
explicó Justin.
— Mi favorito es el “Troyano”, el nombre lo tiene bien puesto ja ja ja— se
largó a reís Zascha junto con Justin y Paquito, Tomás estaba algo aburrido.
— Tendría que haber uno que se llame “Llegó tu suegra.com” o “Te
embaracé.net”— bromeó Tomás, Justin lanzó una carcajada y todos rieron.
— Oye ¿y cómo es eso de superhéroes?— inquirió Justin.
— Mira ocurre lo siguiente… pero no le cuentes a nadie, por favor, porque
son cosas personales de cada uno de nosotros. Los últimos días Justin, hemos
experimentado eventos extraños, Paquito contrajo una especie de virus
gastrointestinal muy contagioso, Tomás tiene una saliva excesivamente ácida,
yo diría casi venenosa y yo… bueno— se detuvo Zascha.
— ¿Cuál es tu súper poder?— solicitó Justin.
— He recuperado recuerdos de la niñez, yo diría de cosas que ningún ser
humano puede recordar, desde el día en que nací— dijo Zascha.
— Ah, tienes buena memoria— comprendió Justin.
— Cuando salí del vientre de mi madre un primero de noviembre del 96 a
las trece horas, vi la luz de varias ampolletas blancas en una sala de partos,
nadie me ayudó a nacer, lo hice por mí mismo, el doctor estaba terminando de
lavarse las manos cuando nací. No abría los ojos, pero escuchaba todo.
Recuerdo cuando las matronas me lavaron, cuando me pusieron las primeras
inyecciones, cuando me miraban a través de la ventana, sentí los gritos de las
mamás y llantos de los otros bebés. Me acuerdo cuando llegó mi vecino en
brazos de su madre en una camioneta roja 4X4 y yo los observaba desde una
pequeña ventana. Cuando mi mamá me regaló mi primer dinosaurio de
juguete, un tiranosaurio verde oscuro y claro con negro, de ojos rojos. El día
en que mi papá me enseñó a desapernar la rueda de un Renault 5, etc. — relató
Zascha.
— ¿Y puedes usar tu memoria con otras cosas?— interrogó Paquito.
— Habría que probar— animó Zascha.
— Trata de deletrear “paralelepípedo”— planteó entretenido Paquito.
— P-A-R-A-L-E-L-E-P-I-P-E-D-O— deletreó rápidamente Zascha.
— Ahora “otorrinolaringología”— prosiguió Paquito.
— O-T-O-R-R-I-N-O-L-A-R-I-N-G-O-L-O-G-I-A— concluyó Zascha.
— Espera, espera, esta es más difícil:
“Hipopotomonstruosesquipedalofobia”— desafió Paquito.
— H-I-P-O-P-O-T-O-M-O-N-S-T-R-U-O-S-E-S-Q-U-I-P-E-D-A-L-O-F-
O-B-I-A— terminó de deletrear rápidamente Zascha.
— ¡Virgen de Guadalupe!… podrías ganar el campeonato regional—
exclamó Paquito.
— Esa palabra es la fobia que las personas le tienen a las palabras largas—
afirmó Zascha.
— Ustedes podrían ser superhéroes— declaró Justin.
— ¿Y contra quién se supone que deberíamos pelear?— preguntó
irónicamente Tomás.
— Bueno, contra los narcotraficantes, no lo sé, el cartel de los Z, el Chapo
Guzmán, el dictador de Corea del Norte, Donald Trump?— propuso Justin.
— Nos faltan alias— dijo Paquito.
— ¿Cómo te quieres llamar Zascha?— preguntó Justin.
— Em… me gusta “Sinapsis”, es el fenómeno que se desarrolla entre las
neuronas, el hilo eléctrico entre dos neuronas, el origen de las ideas, recuerdos,
etc. — eligió Zascha.
— Me parece bien, ¿y tú Tomás?— continuó Justin.
— Ya le encontré uno: “Dracommodo”, “draco” dragón del griego, y
commodo como el lagarto de esa isla, porque los dos tienen saliva venenosa—
dijo Zascha.
— Yo tengo varios para Paquito; “Cacaracas”, “Guatamala” o “Chigagua
bomba H” ja ja ja— enumeró Tomás.
— Yo tengo uno mejor… “Mac-magnus”. Macma, por la lava caliente que
sale de los volcanes y Magnus como Alejandro Magno o El Grande— corrigió
Paquito.
— ¡Me gusta, sí, es genial!— felicitaron Zascha y Justin, Tomás hizo un
gesto de conformidad.
— Necesitan trajes para ocultar sus identidades. Miren mañana les traeré
algunas ideas y dibujos— agregó Justin.
Capítulo 4
Al otro día, Justin les trajo dibujos de personajes con mallas y máscaras.
— Olvídalo, no me pondré ninguna de esas pantis— reclamó Tomás.
— ¿Y si nos vestimos de mariachis?— propuso Paquito.
— No es mala idea, pero ¿cómo ocultar nuestras caras?— preguntó
Zascha.
— Podrían usar antifaces de colores, quizás de metal, imagino de colores
diferentes para distinguirse entre ustedes— propuso Justin.
— Mmm… sí, es discreto— concordó Zascha.
A medida que caminaban por el patio, Zascha quedó como hipnotizado, a
lo lejos vio a la joven que le gustaba desde la primaria; Daniela, la muchacha
de labios rozados y finos, de cabello castaño claro y largo, de ojos pardos y tez
amarillenta, salpicada de varias pequitas.
— No te entiendo Zascha, si tanto te gusta ella ¿por qué nunca se lo has
dicho de frente?— cuestionó Tomás.
— No sé si es por timidez o caballerismo, pero frente a ella me coloco
tieso y frío y no puedo hablar— confesó Zascha.
— Mire amigo, esto no se trata de timidez o caballerismo, la mujer es
como la guitarra, “hay que saber tocarla”— bromeó Tomás.
— No, no Zascha, no comparto tu visión del género femenino, ellas no son
un objeto, son lo más cercano a lo divino, sobre todo ella, ella es… es… algo
tan sublime… tan sublime como una criatura angelical— se expresó Zascha.
— Estás loco— reclamó Tomás.
— Yo te ayudaré Zascha— animó Justin.
— Cómo— inquirió Zascha.
— Vamos a cambiarte ese look. Apréndete una canción romántica,
cántasela y regálale un chocolate y una rosa— sugirió Justin.
— ¿Qué canción puede ser?— preguntó Zascha.
— ¿Una de Pedro Fernández?— dijo Paquito.
— Tal vez una de Marco Antonio Solís— dijo Zascha.
— ¿Has pensado dejarte el cabello largo Zascha?— preguntó Tomás.
— No lo había pensado, puede que vuelva a ser colorín y recupere mis
rizos ja ja ja— rio Zascha.
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Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9