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XIIJORNADAS DE SOCIOLOGÍA

Recorridos de una (in)disciplina


La Sociología a sesenta años de la fundación de la Carrera
22 AL 25 DE AGOSTO DE 2017

Ponencia: América Latina, entre el futuro y el pasado neoliberal. Análisis político y


social del continente ante el regreso de la derecha

Ricardo Romero Universidad de Buenos Aires - Universidad de Ciencias Sociales y Empresariales

Presentación

El continente enfrenta un punto de inflexión de los proyectos neodesarrollistas. Con la


victoria de Mauricio Macri en Argentina y la llegada de Michel Temer en Brasil, el
escenario político entra en tensión con una derecha que intenta volver por las urnas, como
en Ecuador, o a través de presiones institucionales, como el caso de Venezuela. Lo cierto,
es que las experiencias posneoliberales parecen sucumbir ante lógicas que reinstalan las
visiones neoliberales de los noventa.
Como actividades del Observatorio sobre Política Latinoamericana, PRII-2015-17, radicado
en el IEALC-Sociales, basado en un seguimiento sistemático de la coyuntura política de los
países del continente (https://sobrepoliticalatinoamerica.blogspot.com.ar/) se realiza este
trabajo.
El objetivo de la ponencia, es realizar una descripción de las principales tendencia abiertas
en el continente latinoamericano a partir de la irrupción de los gobiernos populares durante
el siglo XXI y presentar las principales tendencias en términos económicos, sociales y
políticos en el marco de la globalización posneoliberal y las nuevas configuraciones de los
bloques mundiales. Con esto, analizar las perspectivas actuales frente al regreso de
proyectos neoliberales y las posibilidades de su desarrollo.

La propuesta es realizar un balance de los gobiernos populares de la región como expresión


de la superación de la fase neoliberal. Se analizaran las características del crecimiento y su
cambio de tendencia inclusiva. Además, describiremos la reorientación de una política
panamericana librecambista a una integracionista latinoamericanista.
Las venas abiertas de América latina1

Así como el oro y la plata fueron el objeto del saqueo en la Colonia, la generación de deuda
externa en los países de la región es hoy una herramienta para reforzar su dependencia.
En su clásico libro, Eduardo Galeano sostiene: “La división internacional del trabajo
consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder”, y agrega: “Nuestra
comarca del mundo, que hoy llamamos América latina, fue precoz: se especializó en perder
desde los remotos tiempos en que europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del
mar y le hundieron los dientes en la garganta”. Y pareciera que esta situación no ha
cambiado para la región, que antes proveía de oro y plata a la acumulación originaria del
capitalismo europeo, tal como lo describió Carlos Marx en El Capital, y que en la
actualidad provee de divisas al voraz capitalismo financiero internacional, con epicentro en
Estados Unidos.

Colonialismo. Cabe destacar, que el proceso de endeudamiento externo fue un mecanismo


utilizado para generar una relación dependiente de las economías latinoamericanas,
desplegado por Gran Bretaña desde 1820 hasta 1930 y posteriormente por Estados Unidos
desde 1945 a la actualidad. La dependencia financiera genera un comportamiento cíclico
vinculado a las fases económicas de los países desarrollados, que básicamente trasladan sus
excedentes financieros a otras plazas en momentos de caída de tasas de ganancia en las
economías centrales, pero cuando se contraen los precios de materias primas o aumenta la
tasa de interés en el mercado internacional, huyen de las regiones subdesarrolladas
provocándoles crisis financieras. En definitiva, cuando las fuentes de crédito se secan,
entran en recesión y los Estados realizan ajustes por la restricción de divisas.
Esto echa por tierra argumentos que sostienen que la crisis de la deuda es por el “mal
gasto” de gobiernos populistas que hacen “clientelismo” y no cuidan sus cuentas públicas.
En realidad, las crisis se producen por los límites impuestos a las economías
latinoamericanas, ya sea por la dependencia externa a los precios internacionales de sus
exportaciones como por las restricciones que ejercen los gobiernos centrales, especialmente
Estados Unidos, con límites de refinanciamiento o incremento de tasas de interés para
repatriar capitales. En definitiva, las crisis son generalmente provocadas por una recesión o
por un crack que golpea a las principales economías industrializadas.

La culpa es de la derecha. Además, cabe señalar que durante las grandes crisis que sufrió
la región, los países estaban dominados por la hegemonía de fuerzas liberales. La
padecieron los incipientes gobiernos latinoamericanos con la sobreproducción de
mercancías británicas en 1826 y las repúblicas conservadoras con la depresión en 1873. Sin
duda, la más crítica fue en 1930, que encontró al continente altamente endeudado, porque
los títulos emitidos especialmente por Brasil, Argentina y México cotizaban en alza, por la

1
Miradas al Sur, Año 7. Edición número 319. Domingo 29 de Junio de 2014
confianza de los financista en el crecimiento de las exportaciones de estos países. Lo
interesante de esta crisis es que 14 países latinoamericanos decidieron no pagar la deuda y
así comenzaron una fase expansiva de crecimiento en América latina.
Conformado el nuevo orden internacional fijado por el Bretton Woods, formado
esencialmente por el Fondo Monetario Internacional-FMI, el Banco Mundial-BM y la
Organización Mundial de Comercio-OMC, Estados Unidos asumió el liderazgo de la
economía mundial capitalista y los países que se habían negado a pagar la deuda finalmente
negociaron con los acreedores reducciones sustanciales del stock de capital y facilidades
para la cancelación, lo que permitió su reintegró al sistema financiero internacional en una
nueva fase que los volvería a condicionar.

Neocolonialismo financiero. Durante los ’70, el endeudamiento no lo llevaron gobiernos


populares sino feroces dictaduras cívico-militares que generaron un nuevo marco del
endeudamiento, especialmente porque los niveles alcanzaron casi el 50% del Producto
Bruto de la Región y hasta tres veces su cantidad de exportaciones. Entre el período 1975 a
1980, la deuda latinoamericana con los bancos comerciales aumentó a una tasa anual
acumulativa del 20,4%, llevando la deuda externa de U$S 75 mil M en 1975 a casi U$S
320 mil M en 1983, dejándolos en un monto de capital sencillamente impagable y
obligando a los países a remitir servicios por intereses, que pasaron de U$S 12 mil M en
1975 a más de U$S 66 mil M en 1982. Se estableció así una relación neocolonial, donde la
región tuvo una profunda sangría de recursos, con casi US$ 210 mil M de monto negativo
en los ochenta, sumado a fugas de capital que van entre U$S 100 a 300 Mil M.
Y cabe insistir en romper con el mito neoliberal que acusa al populismo por el
endeudamiento, porque esta fase se da con dictaduras cívico-militares en la mayoría de los
países y producto de un shock externo que comienza con la salida de la convertibilidad por
parte de Estados Unidos en 1971 y los petrodólares provocado por la acumulación de
capital de los países petroleros que inundaron las plazas financieras desde 1973, lo que
significó para la región una avalancha de créditos que en algunos casos costearon
inversiones de desarrollo, como en Brasil, pero en la mayoría se derivaron a acciones
especulativas que estallaron cuando la fase expansiva se retrajo y los países centrales
comenzaron a demandar nuevamente capital a partir de 1980, por lo que queda claro que
los orígenes del endeudamiento están íntimamente ligados al ritmo de la economía mundial
y principalmente a los países industrializados.

Si bien durante los años noventa se implementaron diferentes planes de refinanciamiento,


como los Bonos Brady con respaldo norteamericano, y procesos de privatización con
capitalización de deuda, lo que implicó el saqueo de empresas públicas, las deudas se
alivianaron en plazos pero no en montos. Además, a diferencia de los años 1970 y 1980,
cuando la deuda estaba constituida principalmente por préstamos bancarios, América latina
entró en una nueva fase de endeudamiento a través de títulos y bonos emitidos en los
mercados financieros en las metrópolis, lo que provoca que hoy Argentina esté litigando en
Nueva York, con tasas que siguieron procesos especulativos y no productivos.

Así, el endeudamiento en el continente prosiguió, el total de deuda en América latina y el


Caribe, que abrió la fase con un nivel de U$S 32,6 mil M en 1970 y que se había disparado
a U$S 257,3 mil M en 1980, alcanzando un monto de U$S 475,3 en 1990, de incrementos
sólo por capitalización de servicios financieros, hacia el 2001 ya había instalado en los U$S
764,8 mil M en el 2001 y se estima que en la actualidad supera el billón de dólares. Y si
bien algunos países presentaron una retracción del endeudamiento, como Argentina que en
2001 estaba en U$S 136,7 mil M y en 2011 logró bajarla a 122,9 mil M, la mayoría de los
países siguió incrementando su endeudamiento. A todo este proceso, se deberían añadir la
repatriación de capitales y las remesas de utilidades de las inversiones extranjeras,
obviamente superiores a los montos de capital ingresados, junto a pagos de regalías y fugas
de capital.

Necesidad de un arbitraje. Con la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos, de


rechazar la apelación de Argentina sobre el reclamo de deuda realizado por los “fondos
buitre”, muestra la fragilidad institucional del sistema internacional condicionado por el
interés del capital financiero que impone a cualquier precio el pago de sus mezquinos
provechos. Si bien el Gobierno quiere encarar un sistema de pagos, que se centraría en el
mismo esquema propuesto en los canjes anteriores, es necesario repensar una instancia de
revisión de la deuda bajo un marco diferente de laudo.

Y esto no es una propuesta izquierdista, cabe citar a Adam Smith que en la Riqueza de las
Naciones sostenía: “Que una quiebra limpia, abierta y confesada es la medida que a la vez
menos deshonra al deudor y la que menos perjudica al acreedor”, dando a entender que
existe un principio humano por encima del interés económico. Otro clásico, J. M. Keynes
citaba a Silvio Gesell, un economista que centró su actividad intelectual en comprender la
situación económica de Argentina en la década de 1880, especialmente luego de la crisis de
la deuda con la Baring en el ’90, y que en sus reflexiones publicadas en un trabajo de 1891
sostenía como necesario “la reforma monetaria como puente hacia un Estado Social”.
Por eso, el manejo requiere salir de una lógica judicial y pasar a un planteo de política
internacional. Es un buen camino plantear el tema en Naciones Unidas, lograr apoyos en la
Unión de Naciones Sudamericanas y de los socios latinoamericanos. En esa línea, Kofi A.
Annan, premio Nobel de la Paz y ex Secretario General de la ONU, afirmaba que:
“Propondría que en el futuro consideremos un enfoque totalmente nuevo para tratar el
problema de la deuda. Entre los componentes principales de tal enfoque debiera figurar...
un procedimiento de arbitraje sobre deudas para equilibrar los intereses de acreedores y
deudores”. Incluso cabe sostenerlo en los mismos sistemas financieros internacionales, para
replantear un sistema que desangra a la región e incluso al planeta.
No es nada descabellado, incluso es un derecho que tienen los municipios norteamericanos,
que bajo el derecho de insolvencia pueden renegociar sus deudas en base a las
responsabilidades que tienen y los derechos humanos a garantizar. Porque sólo así, las
venas latinoamericanas dejarán de estar abiertas.

Desde el Caribe al Sur, la región en 3D2

En los últimos decenios, los llamados “gobiernos populistas” han logrado un sólido avance
en la inclusión social. Paradójicamente, las clases medias consolidadas reclaman
alineándose junto a la ortodoxia neoliberal.
En este momento, el futuro de América latina se está dirimiendo en las calles de Caracas.
Y esto no es una expresión melodramática o grandilocuente, sino una clara realidad ante
una reacción de la derecha –que hasta ahora sólo vuelve con golpes, como en los casos de
Honduras y Paraguay– que hoy echa dardos sobre la República Bolivariana. Es que
Venezuela marcó el punto de inflexión de las experiencias neoliberales en la región hacia la
construcción, país por país, de un proyecto latinoamericanista que centra sus bases de
cambio en el cruce de tres dimensiones relacionadas: lo económico, lo social y lo político.
Este entrelazamiento está vinculado a la nueva oleada de gobiernos populares que permitió
sortear la matriz neoliberal establecida tras la crisis de la deuda, que reconfiguró una base
social centrada en el capital financiero. El esquema de privatizaciones y liberalización
económica tomó cuerpo luego de una década de recesión e inflación para la región y logró
una recuperación económica con grandes ganancias para los grupos concentrados,
generalmente trasnacionalizados, en base a bajos salarios y fuerte exclusión social. Si bien
el punto clave del modelo fue frenar la inflación, que pasó de una media del 400% en 1992
al 7% en 2001, lo que legitimó mantener congelados los salarios a lo largo del período,
cabe aclarar que el crecimiento económico de este período fue bastante inestable, con picos
de 5% en 1994 y 1997 y caídas de 1% en 1995 y 1999, en especial en la volatilidad de las
crisis externas, tal como lo informa la Cepal.

Y a pesar de pregonar equilibrio fiscal, la fase neoliberal mostró a la región con una
disposición al déficit a lo largo del período, con una media del 2% anual con propensión
creciente, pasando de 1,4% en 1992 al 3,1% en 2001. A esto, se le sumó la tendencia de
déficit comercial, provocado por la subvaluación cambiaria, de dólar barato, que marcó una
caída del 10% de las exportaciones entre 1995-1999 y un aumento de las importaciones del
66%, dando un desfasaje promedio del 1,7%. Con ese doble déficit, América latina y el
Caribe, de tener una deuda externa del 479 mil M en 1992, la incrementó a 762 mil M en
1999. En definitiva, un modelo de endeudamiento que la obligaba a remitir recursos, unos
30 mil M promedio por año, y condenaba el desarrollo del continente.

2
Miradas al Sur, Año 7. Edición número 301. Domingo 23 de Febrero de 2014
Giro popular. Desde la consolidación de Chávez en Venezuela (1999), la llegada de Lula
en Brasil (2002), Néstor Kirchner en Argentina (2003) y Tabaré Vázquez en Uruguay
(2005), el continente cambió la matriz de política económica. De la centralidad del mercado
se pasó a un desarrollismo centrado en la inversión pública como base del crecimiento,
impulsado por la expansión del consumo interno a partir de políticas sociales. Esta lógica se
fue expandiendo con una segunda oleada de gobiernos: Morales en Bolivia (2006), Correa
en Ecuador (2007), Ortega en Nicaragua (2007), Lugo en Paraguay (2008) o Funes en El
Salvador (2009); que consolidaron un nuevo camino para el continente.

Como dato, América Latina y el Caribe pasó de tener una tasa promedio en 1990-2000 del
3,2 %, con variaciones inestables del crecimiento, al 3,8% en el período 2001-2010, en
forma sostenida. Cabe delimitar que los países del sur del continente, donde se concentran
los gobiernos populares, registraron una media del 5%, en tanto que los países del Caribe
tan sólo 2,9%. Si bien el crecimiento pareciera similar, un punto contrapuesto al período
neoliberal es la reducción del desempleo, donde las cifras actuales son las más bajas desde
mediados de la década del noventa, registrando en la totalidad de los países
latinoamericanos tasas inferiores al 8%. A su vez, los salarios reales de los trabajadores
tuvieron fuertes recuperaciones a lo largo del continente, que llegan a un 15% promedio,
contrapuesto al 4,9% que tuvo la Unión Europea.

Sin embargo, el dato más contundente es el efecto de inclusión social. Si bien el fuerte
incremento de la pobreza y la indigencia se registró durante la década 1980-1990, que
pasaron del 38,86% al 47,44% y al 17,71% al 22,9% respectivamente en América Latina y
el Caribe, implicando saltar de 136 a 204 millones de pobres y de 62 a 95 millones de
indigentes, durante el período 1990-2000 bajó en términos relativos al 45% de pobreza y al
19,8% de indigencia, pero la cantidad aumentó a 225 millones de pobres y 99 millones de
indigentes en la década del noventa. El cambio drástico devino en la fase 2000-2010, donde
se redujeron radicalmente en términos absolutos y relativos, alcanzando 179 millones
(31,62%) de pobres y 69 millones (12,19%) de indigentes y continúa en baja, ya que en
2013 representan 164 millones (27,3%) y 66 millones (11,3%) respectivamente,
sencillamente una década ganada en estos términos.

Cambio de tendencia. Es evidente que hay una retracción de la economía mundial, que
pasó de una tasa de crecimiento medio del 4% en 2010 al 2,1% en 2013, afectando a todos
los países del planeta. Desde el gigante chino, que pasó una tasa del 10,3% al 7,6%;
Estados Unidos del 2,5% al 1,5%; o la Unión Europea del 2% a -0,5%; por lo que se
entiende que la región se haya desacelerado, pasando del 5,8% al 2,8%. A pesar de esto,
pareciese perfilarse una recuperación en 2014, donde se pronostica un 3,3%.
Un mito es que los gobiernos “populistas de la región” gastan de más y eso provoca la
crisis, pero si repasamos las cuentas fiscales, se puede observar que por el contrario en la
primera fase de las gestiones, las brechas presupuestas promedio bajaron, pasaron del 2,9%
en 2001 a 0% en 2006 (más de un neoliberal estaría contento con ese déficit cero). Incluso,
los gobiernos populares mantuvieron durante la década una estabilidad de precios, con un
promedio de la región del 6,9% de inflación, situación que comenzó a cambiar no por el
“clientelismo desmedido” (así le llaman a las políticas sociales) sino por el impacto de la
crisis del centro europeo. Y es la desaceleración de la economía mundial lo que provoca el
desfasaje fiscal a partir del 2008, que pasa del 0,5% al 2,4% de déficit promedio en 2013 e
impulsa la tendencia inflacionaria que vive la región.

Lo que molesta a neoliberales es que la presión tributaria pasó del 25% del PBI en 1995 al
28,8% en 2008 y que el gasto social subió del 13,5% al 17,9%, marcando el claro perfil del
Estado. Porque mientras la pobreza se reducía del 45% en 2000 al 31,2% en 2010, el
PBI/pc pasaba de 3746 U$S en 2002 a 4597 U$S en 2010. Además, esto permitió revertir
una tendencia de desigualdad abierta que generó el neoliberalismo, donde el Índice de Gini
promedio (medida de desigualdad) pasó de 0,52 en 1990 a 0,54 en 2000, para pasar a bajar
al 0,51 en 2010.

Existen debilidades en el crecimiento, por el ejemplo, la formación bruta de capital fijo si


bien subió del 17,7% promedio de la década del 90 al 21% en la década del 2000-2010, sin
embargo está por debajo del 23,1% promedio que tuvo la fase desarrollista del período
1970-1980. Incluso, persisten grupos vulnerados que a pesar del crecimiento económico
padecen exclusiones, como los jóvenes de 15 a 24 años. Tal como informó la OIT, en
América latina, de los 108 millones, solo 56,1 están ocupados o buscan empleo, y un 13,9%
busca y no lo consigue. Si bien esa tasa implicó un descenso respecto del 2005, que se
ubicaba en 16,4%, aún sigue siendo alta, por lo que explica acciones de políticas públicas,
como el programa Progresar en Argentina, orientadas a incentivar la educación y
empleabilidad de esa franja poblacional.

Una oportunidad histórica para la liberación latinoamericana3

La política de Estados Unidos hacia la región ha sido posible por el fracaso de la unidad de
nuestras naciones. La consolidación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (Celac) puede representar un punto de inflexión para la región frente al
hegemonismo norteamericano. Esta contraposición entre “americanismo” y
“panamericanismo” data desde la formación misma de los Estados nacionales en la región.
Analizar las raíces históricas de ese contrapunto resulta un dato importante para
comprender la importancia de fortalecer el proyecto de la “Patria Grande” en la actualidad.
En el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826, el venezolano Simón Bolívar intentó
plasmar los objetivos fijados en la tenida de la Gran Reunión Americana impulsada por
Francisco de Miranda, que buscaban la unidad del continente. Sin embargo, se encontró con
reparos de otros “Caballeros Racionales”, como se conocía a los miembros de las Logias

3
Miradas al Sur. Año 7. Edición número 326. Domingo 17 de agosto de 2014
independentistas, que no acompañaron la patriada. Es que paralelamente, unos años antes,
en 1823, el presidente James Monroe expuso ante el Congreso norteamericano las ideas de
John Quincy Adams acerca del interés de ese país sobre las ex colonias españolas.
El panamericanismo norteamericano se vio favorecido por el fracaso de la unidad
latinoamericana, que quedó convertida en una veintena de centros portuarios vinculados al
comercio internacional, parafraseando a Abelardo Ramos, ofreciendo el producto que le
había asignado producir la división internacional del trabajo y que beneficiaba a un puñado
de terratenientes devenidos en clases dominantes de esos países ahora dependientes. A lo
largo de casi dos siglos, Estados Unidos intentó sostener su hegemonía en la región en la
Conferencia Panamericana de Washington en 1889/1890. Allí, impulsaba la formación de
un organismo supranacional y una unión aduanera, que frente a la expansión industrial
norteamericana, subsumía a la región bajo su dependencia económica.
Paradójicamente, en esa oportunidad, la más férrea oposición la encontró de la delegación
argentina, compuesta por Manuel Quintana y Roque Saénz Peña. Este último sostuvo que
“América se inclina a mantener y desarrollar las relaciones con todos los Estados y la
doctrina debe ser: América para la Humanidad”, en un locuaz mensaje contra la idea de
“American for Americans”. Casi en la misma sintonía que contrapuso Néstor Kirchner
contra el “Consenso de Washington” en la IV Cumbre de las Américas de 2005,
responsabilizando a los países centrales del endeudamiento de la región.
En ese encuentro, Estados Unidos no logró la totalidad de sus objetivos, pero se constituyó
una “Oficina Internacional de Repúblicas Americanas” que sería la base de la “Unión
Panamericana” creada en Buenos Aires en 1910. Sin embargo, el intervencionismo
norteamericano mostró su cara más cruda hacia 1902, cuando el presidente Theodore
Roosevelt dio la aprobación y se sumó al bloqueo de los puertos venezolanos realizado por
Inglaterra y Alemania, a las que se les sumaría también Italia, en reclamo de deudas
contraídas por ese país y su declaración de insolvencia, hoy entendido como “default”.
Quizás en la actualidad el juez Griesa se apoya en esa visión prepotente, haciendo bloqueos
a los fondos de pago de Argentina, sin tener en cuenta una doctrina que data de esa época,
expresada por el argentino Luis María Drago, que sostenía que el uso de la fuerza militar,
ahora institucional, era inaplicable a las relaciones entre deudores y acreedores.
De hecho, en ese período, el mismo Theodore Roosevelt impulsa el “Bick Stick” como
política sobre los países caribeños y de Centroamérica. En ese contrapunto, serían
Argentina, Brasil y Chile los que articularían la visión del ABC, como una acción
multilateral de contrapunto sobre el intervencionismo norteamericano. Hoy las tres rosas
que gobiernan esos países, Dilma, Cristina y Michelle, reeditan este contrapunto en la
región.
Si bien la crisis del ’30 propició un buen momento para articular lazos en la región, esta
posibilidad se demoraría tanto por los intentos de Argentina, que se arrodillaría ante Gran
Bretaña para que la reconozca como su colonia en el tratado Roca-Runciman, como por la
capacidad de Estados Unidos de propiciar una nueva relación con la región, ahora Franklin
Roosevelt impulsaría la política de “buena vecindad” como antesala a la formación de la
Organización Americana de Estados, que tuvo su constitución precipitada con el ingreso
del país norteamericano a la Segunda Guerra Mundial, quien presionó a la región para que
se sumen al conflicto, encontrando eco especialmente en México, Colombia y Brasil, donde
incluso los aviadores brasileños fueron decisivos en la conquista de Italia. Sin embargo,
Estados Unidos incumplió los compromisos de la OEA durante el conflicto de Malvinas, no
solo al no intervenir frente a una agresión externa de un país miembro, sino que además
apoyó al agresor.
Durante la posguerra, América latina encontró ciertos espacios para propiciar articulaciones
multilaterales. Cabe destacar la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALAC);
la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) o el Sistema Económico
Latinoamericano y del Caribe (SELA); junto a otros espacios subregionales como el
Mercado Común del Sur (Mercosur); la Comunidad Andina de Naciones (CAN) o el
Mercado Común Centroamericano (MCCA). Sin embargo, Estados Unidos tras intentar
reordenar socialmente la región desde la Escuela de las Américas, durante la ofensiva
neoliberal de los noventa, impulsó la Alianza de Libre Comercio de las Américas (ALCA)
que buscaba subsumir la región al accionar transnacional de sus empresas.
Además de contraponer la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América
(ALBA), Hugo Chávez acompañó la posición de Néstor Kirchner con su famoso ¡ALCA al
carajo!, que echó por tierra las pretensiones panamericanistas y propició un nuevo marco
durante el siglo XXI, sumado al dominó de gobiernos populares en la región. Así, la Unión
de Naciones Suramericanas (Unasur) constituida en Brasilia el 23 de mayo de 2008, que
cobró plena vigencia con la ratificación de los Estados el 4 de mayo de 2010, centrado en
acuerdos que van más allá de lo económico, con objetivos en educación, cultura,
democracia y desarrollo.
Este derrotero de la Unidad Latinoamericana reencuentra una oportunidad en la
conformación de la Celac, impulsada el 23 de febrero de 2010, en la Cumbre de la unidad
de América Latina y el Caribe, en México, y constituida el 3 de diciembre de 2011, en
Caracas. Es que es la primera vez que en el continente de América latina y el Caribe se
conforma un espacio donde toda la región se reúne sin la tutela de Estados Unidos. No sólo
eso, porque si bien en la I Cumbre, realizada en Chile, el anfitrión de entonces, Sebastián
Piñera, intentó presentar esta reunión como un mero foro de debate, desde la II Cumbre en
La Habana, el organismo declaró sus intenciones y objetivos en base a una acción de
cooperación para el desarrollo.
Sin duda, un espacio integrado por 590 millones de habitantes en una extensión territorial
de más de 20 millones de kilómetros cuadrados da una oportunidad de desarrollo sin
precedentes en la historia de la región. Pero además, esta nueva configuración marca la
posibilidad de establecer un nuevo funcionamiento institucional en el continente, que
preserve los intereses sustentables y los derechos sociales de su población.
Además, permite una nueva relación con otros bloques, rompiendo el esquema de
negociaciones bilaterales tanto con Estados Unidos como con la Unión Europea. El
resultado de esto puede citarse la Cumbre UE-CELAC, realizada en Santiago de Chile, y el
Foro China-Celac celebrado hace un mes en Brasilia, que tuvo de antesala la reunión de la
VI Cumbre del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) donde varios países del
continente estuvieron invitados.
Por lo expuesto, el continente se encuentra con su mejor oportunidad histórica para
concretar un proyecto de integración, que además no se reduce a una lógica económica, tal
como lo mostró el accionar de la Unasur en defensa del orden institucional democrático en
la región. Quizás, ese sueño bolivariano pueda vivirse en la América de hoy.

Latinoamérica opta por el Taoismo4

China ocupa el espacio inversionista que se reservaba occidente. Las apuestas de Pekín se
orientan al desarrollo de proyectos de infraestructura, puertos y rutas, destinados a la
extracción y comercialización de materias primas, pero no a las industrias. Desde sus
raíces, el continente se vio asediado por potencias mundiales. Partiendo de su conquista,
pasando por su independencia y la formación de los estados nacionales, hasta la actualidad,
América Latina tuvo que lidiar con las pretensiones de los imperios del momento. Lo fue
Gran Bretaña en el siglo XIX, Estados Unidos en el siglo XX y pareciera ser China en el
siglo XXI.
Repasando la historia, vemos que mientras los libertadores peleaban en los campos de
batalla, los terratenientes y comerciantes perfilaban sus negocios hacia el vínculo con Gran
Bretaña, configurando repúblicas conservadoras hacia el final del siglo XIX. Recién hacia
la crisis del treinta, donde los británicos serían desplazados del liderazgo internacional, el
continente intentó construir proyectos económicos autónomos en la región, a partir de
experiencias populares. Sin embargo, a fuerza de una profunda reestructuración social, con
las dictaduras militares en los setenta y las políticas neoliberales en los noventa, la gran
potencia del siglo XX, Estados Unidos, parecía marcar su influencia en la región, algo que
buscó consolidar con el proyecto de la Alianza de Libre Comercio de las Américas
(ALCA), abortado en Mar del Plata en 2005.

El contrapunto de este proceso estuvo centrado en la formación de la Comunidad de


Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el año pasado, que a partir de su encuentro
en Cuba hace unas semanas, configuró un bloque que representa aproximadamente 7
billones de dólares, constituyéndose como tercera potencia económica a nivel mundial,
siendo el mayor productor de alimentos y el tercero en la generación de energía eléctrica
del mundo y contando con la mayor cantidad de materias primas estratégicas (bosques
tropicales, biodiversidad, minerales e hidrocarburos). Además de contar con las cuencas
hídricas más importantes del planeta (Orinoco, Amazonas y la del Plata), que representan
un tercio del agua dulce del planeta. Este espacio se propone generar una política de
integración de 33 naciones, que por primera vez salen de la tutela de Estados Unidos y
4
Miradas al Sur, Año 7. Edición número 301. Domingo 23 de Febrero de 2014
Europa.
Además, el espacio cuenta con Brasil, que hoy ocupa el sexto puesto a nivel mundial. Un
país que pasó a ser acreedor de los organismos internacionales y marca políticas en el
ámbito del G20, en especial en lo que refiere a la Unión Europea. De hecho, este lunes, la
presidenta Dilma Rousseff participará de la VII Cumbre Brasil-UE, un espacio que
sostienen como alianza estratégica desde 2007 para impulsar las relaciones bilaterales y
profundizar el diálogo sobre temas de interés común, donde este país discute de igual a
igual con el viejo continente. Por ejemplo, este encuentro tendrá un punto de controversia,
la UE reclama a Brasil que las medidas de incentivos fiscales en la zona franca de Manaos
perjudica el comercio de productos extranjeros. La mandataria criticó este reclamo al
sostener: “Es contradictoria en su discurso sobre medio ambiente, al cuestionar el sistema
tributario de Manaos que permite dar sustentabilidad a la economía amazónica”. La
expectativa es que la UE desista de presentarlo en el panel de controversias de la OMC.
Sin embargo, no todo es color de rosa en la Celac, las contradicciones se mostraron
justamente al encarar un texto conjunto referido a la situación de Venezuela. La tensión
entre el bloque pro-chavista de la Alianza Bolivariana para las Américas-ALBA (Ecuador,
Cuba, Bolivia Nicaragua y Venezuela), con el apoyo de Argentina y Uruguay resistieron
incluir críticas al gobierno de Maduro, que partieron de Colombia, Panamá Perú, Chile y
México, entre otros. De hecho, la Celac emitió un documento donde manifestó su
preocupación por los hechos violentos que acontecen en Venezuela y, casi como una luz
amarilla a Maduro, expresa que “en todo momento debe garantizarse la institucionalidad
democrática, el respeto a la ley, la información fidedigna y veraz; así como el pleno respeto
de todos los derechos humanos”. A su vez, la CELAC instó al presidente venezolano a
“propiciar un diálogo entre todas las fuerzas políticas del país”, dejando implícito la
convocatoria a la oposición.

Cabe destacar que si bien América latina, y en menor medida el Caribe, se liberan del peso
económico de los Estados Unidos, asoma otra potencia, China. Mientras que en 2005,
cuando aún estaba latente el proyecto ALCA, la relación comercial con América latina
rondaba en recibir un 45% de las exportaciones del continente y representar el 40% de las
importaciones; una década después, las ventas hacia el país del norte cayeron al 33% y las
compras al 30% en el 2010. En tanto que China incremento su relación con la región, que
pasó de exportarle a AL 9% al 15% y de comprarle el 7,6% al 18%; incluso desplazando a
la UE, a pesar que mantiene un nivel del 14% de exportaciones e importaciones hacia
Latinoamérica.
La relación con China también está condicionando el desarrollo de la región, con una
tendencia de primarización de las economías, donde América latina que había logrado
reducir el peso de los bienes primarios en sus exportaciones, del 75% en 1981 hasta
alcanzar el 44,2% en 2001, parece repuntar hacia el 53% en 2013, según indica la Cepal.
Esta tendencia es un dato de alerta, ante el crecimiento del gigante asiático, que debido a su
crecimiento se proyecta a ser la principal economía del mundo, concentrando en la
actualidad al mayor número de habitantes, unos mil trescientos millones, casi un 20% del
planeta. De hecho, la necesidad de China por alimentos provoca el incremento de demandas
de las materias primas del continente, absorbiendo el desplazamiento de la Unión Europea
que en su recesión reduce las compras a la región. Por eso, todas las proyecciones indican
que China desplazaría a la UE del segundo lugar en la relación comercial con América
latina hacia 2020, año en que también la ponen como primera potencia mundial. De hecho,
en la actualidad, China ya es el principal socio comercial de Brasil, Chile y Perú.
Este nuevo vínculo explica en parte cómo América latina y el Caribe está surfeando la
crisis europea y soporta las políticas monetarias norteamericanas, sencillamente
desplazando su relación económica hacia el pacífico. Por eso, además de una relación
comercial, China está orientando inversiones de capital a la región, donde en 2012, de los
174 mil M U$S en IED (Inversiones Extranjeras Directas) que recibió ALC, el país asiático
aportó 9,2 mil M U$S, el 5,3% del total. A su vez, los países están recibiendo un
financiamiento para cubrir sus deudas externas, como Venezuela, que ocupa el primer lugar
con 44,5 mil M de U$S, lo siguen Brasil con 12,1 mil M de U$S, Argentina con 11,8 mil M
U$S y Ecuador con 9,3 mil M U$S. Cabe señalar que las inversiones y los créditos se
orientan al desarrollo de proyectos de extracción y producción, en forma de infraestructura
(puertos, rutas, etc) o en materias primas. Todo lo que condiciona un desarrollo autónomo
de largo plazo de la región y deberían ser un dato de alerta para discutir esta encrucijada
para el futuro de Latinoamérica.

Perspectivas.

América Latina y el Caribe, que había comenzado con tasas promedio del 5% en 2010 está
alcanzando tasas promedio negativos de 0,15% en 2015 y 0,66% en 2016, con una
perspectiva de 1% para 2017, según el Banco Mundial.

Como cambio de tendencia se muestra, casi como paradoja, que se está consolidando a lo
largo de América latina y el Caribe la irrupción de clases medias que comienzan a realizar
nuevas demandas, y desafíos a su vez, a los gobiernos populares. Puede verse a los
estudiantes en Chile, a los caceroleros en Argentina, a los jóvenes en Brasil o a los
profesionales en Perú, que se destacan por reclamar puntos que cuestionan la agenda de los
gobiernos desde otro ángulo, porque sus protestas se dan en un momento de crecimiento
económico, no de recesión, con demandas heterogéneas, en marcos de insatisfacción con el
funcionamiento del Estado, generalmente cuestionando las políticas sociales del mismo, y
con fuerte refracción a los partidos políticos.

Así, los escenarios políticos latinoamericanos, que parecían estar consolidando a las
expresiones políticas que sostienen a los gobiernos populares, que rompieron con los
esquemas bipartidistas tradicionales, que se contraponían con fuerzas conservadoras-
liberales o socialcristiana y socialdemócratas, con la inclusión de sectores postergados a lo
largo de la historia del continente, se ven asediados por generar un esquema de inclusión de
estos nuevos emergentes, que a la vez son seducidos por propuestas antisistema,
funcionales al regreso de los lineamientos de la década del noventa.

Mientras las clases medias reclaman en las calles, propiciando salidas del esquema
institucional, la derecha prepara sus cuadros recomendando las recetas tradicionales: ajuste
de gasto, reducción de salarios y endeudamiento externo. Por eso, el desenlace de las
movilizaciones de Venezuela que se presentan en los últimos días, pone en cuestión algo
más que el gobierno de Maduro, sino la base política, social y económica de toda la región.
Como los proyectos populares se consolidan en las urnas, los grupos reaccionarios y
conservadores, con apoyo de la embajada norteamericana, impulsan salidas de dudosa
institucionalidad, como el caso brasileño, contrapuestas a la voluntad de las grandes
mayorías, y que pretenden avanzar sobre los logros de inclusión social y política que tuvo
América latina durante la década. En esa disyuntiva se encuentra el continente.

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