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Prejuicios raciales

Opiniones o actitudes mantenidas por los miembros de un grupo respecto a los de otros
implican sostener puntos de vista preconcebidos sobre un individuo o un grupo, basados
con frecuencia en habladurías más que sobre pruebas directas, perspectivas que son
reacias al cambio incluso frente a nuevas informaciones. Opera mediante el denominado
“pensamiento estereotípico”, un sistema de categorías con las cuales las personas
clasifican sus experiencias [las que se ordenan] mediante la estructuración de un conjunto
de valoraciones y atribuciones que son transferidas socialmente a partir de ciertas
características como inferioridad, negatividad o pasividad, en oposición a la superioridad
(racial), positividad y actividad [creando] un sistema de opciones binarias. Los prejuicios y
los estereotipos son históricos, dinámicos, manipulables y sociales1.

Es la discriminación más sutil, personalizada y subjetiva, es decir, la que tiene que ver
con estereotipos, prejuicios, actitudes y preferencias de tipo individual o colectivo. Así, por
ejemplo, hay quienes rechazan en lo subjetivo a personas de raza, cultura, religión o
condición social diferente, manteniendo prejuicios de supuesta superioridad e inferioridad
social. Las actitudes de rechazo de las clases dominantes o “altas” en América Latina
hacia los “morenos”, los “indios”, los “negros”, y también contra los chinos y los judíos,
entre otros, están ampliamente extendidas. Una sociedad en que se generalizan actitudes
y patrones discriminatorios por motivos culturales, sociales o raciales, no puede ser
considerada como una sociedad democrática. (Los prejuicios raciales se manifiestan en
ocasiones en los programas de televisión, en donde la “norma de belleza” generalizada es
la del fenotipo femenino blanco, europeo, mientras que lo indígena es presentado como
exótico y distante, y en todo caso asociado a estatus sociales de inferioridad)2.

Los conceptos blanco, indio, indígena, negro, mulato, moreno, pardo, preto, mestizo,
ladino, cholo y tantos otros que tienen connotaciones raciales en nuestro continente, son
constructos mentales y sociales que reflejan las ideas, los estereotipos y los prejuicios de
su época y de su contexto histórico. Podemos citar como ejemplo el término mulato, que
en algunos países se refiere a una categoría sociobiológica específica en el espacio
social, pero que en otros ni siquiera existe.

Tal es la diferencia entre Brasil y Estados Unidos, en donde no se usa el término mulato.
En algunos países latinoamericanos se optó alguna vez por sustituir el vocablo indio (que
era considerado denigrante) por el de campesinos (que tiene un contenido de clase y no
étnico), por lo que las estadísticas nacionales reportaban una ausencia de indígenas (fue
el caso en El Salvador después de la gran matanza del año 1930). El velasquismo en
Perú, durante los setentas, propuso la categoría genérica de “campesino” en vez de
indígenas para referirse a las poblaciones serranas. Los antropólogos siguen discutiendo
si en los países andinos el término “cholo” tiene un referente biológico, o es
esencialmente una categoría social y/o cultural (Stavenhagen).

LOS PREJUICIOS RACIALES Y LA TOMA DE DECISIONES COMPARTEN CIRCUITOS


NEURONALES

La amígdala y otras estructuras cerebrales que influyen en la toma de decisiones también


determinan la expresión inconsciente del prejuicio racial y su control social. Investigadores
de la Universidad de Nueva York (EE UU) han revisado 18 trabajos basados en técnicas
de neuroimagen.

La amígdala es el área del cerebro más analizada en los estudios sobre actitudes
raciales. Imagen: Anthony Mattox. SINC | 27 junio 2012 15:47

El cerebro humano utiliza los mismos circuitos neuronales para juzgar a una persona por
motivos étnicos que para procesar emociones y tomar decisiones, según el artículo de
revisión publicado en la revista Nature Neuroscience. La síntesis de 18 investigaciones
basadas en técnicas de neuroimagen destaca el importante papel de la amígdala, junto
con otras regiones del cerebro, en la expresión inconsciente del prejuicio racial así como
en su posterior control social.

“La amígdala es el área del cerebro más analizada en los estudios sobre actitudes
raciales, creencias y toma de decisiones”, dice a SINC Jennifer Kubota, investigadora de
la Universidad de Nueva York (NYU) en Estados Unidos y primera autora de la
compilación. Este grupo neuronal es una de las estructuras cerebrales del sistema límbico
más primitivas de los vertebrados complejos, que se relaciona directamente con el
aprendizaje y las reacciones emocionales. La corteza dorsolateral prefrontal modula su
actividad.

Además, el córtex del cíngulo anterior incide en la regulación de funciones cognitivas


racionales como la empatía y las emociones, a la vez que en funciones autónomas como
la presión sanguínea y el ritmo cardíaco. Por último, parte de la circunvolución fusiforme
influye en el reconocimiento de caras.

Este trabajo recoge la creciente literatura científica sobre prejuicios raciales, basadas en
resonancias magnéticas funcionales (fMRI). Las investigaciones examinaron la
representación mental de ciudadanos estadounidenses de etnias caucásica y
afroamericana.

Elizabeth Pelphs, investigadora de la NYU y coordinadora del estudio, recuerda que “la
historia de las relaciones entre las diferentes etnias en EE UU está teñida de emociones
complejas que incluyen el miedo, la hostilidad y la falta de confianza”. Los científicos
explican que esta revisión refleja cómo hacer frente a los prejuicios raciales no deseados
para incentivar el cambio social hacia comportamientos libres de sesgos.

“A medida que la neurociencia avanza es importante entender las estructuras cerebrales


relacionadas con la detección y el control de las actitudes raciales”, concluye Kubota.
PREJUICIOS RACIALES Y CAUSAS PSIQUICAS DEL PREJUICIO SOCIAL

El país andino, pese a ser un territorio con gran diversidad de etnias, continua teniendo
muchos problemas raciales en su sociedad. Aunque la gran mayoría de peruanos tienen
sangre indígena o africana, determinados estereotipos de la sociedad siguen siendo
“atacados”.

Los problemas raciales han comenzado desde hace mucho tiempo, su origen
básicamente se basó con la dominación y explotación de un pueblo por otro de diferentes
características. Esto llevo al inicio de ideas racistas, como cierta superioridad de un grupo
de personas hacia otros.

Un ejemplo es lo consistente en la convicción de la superioridad de la raza blanca sobre


los indígenas y mestizos, ha sido constitutivo de la cultura peruana a lo largo de 500 años
y lo sigue siendo; atraviesa, de múltiples maneras, la vida social cotidiana; se advierte en
los juicios, aspiraciones y valores, en el lenguaje y los insultos, en los ideales de belleza
que presentan los medios masivos y en los imaginarios colectivos.

La incomprensión entre los distintos grupos humanos, que lleva implícita casi siempre la
discriminación, es un fenómeno que se basa en el llamado "prejuicio racial" que es una
forma desfavorable del prejuicio en general.

Un prejuicio social es una predisposición negativa que una persona desarrolla hacia un
grupo de individuos, producto de la aceptación sin evidencias de un estereotipo sobre ese
grupo. Por ejemplo, el prejuicio de que "todos los judíos son avaros", que influirá en la
conducta futura de su portador ante cada encuentro con un judío, del cual esperará
avaricia.

Como todos sabemos el Perú al ser un país multiétnico, es escenario de una serie de
prejuicios raciales, siendo el predominante la creencia en la supremacía blanca, según la
cual los individuos de raza blanca son superiores a las demás razas, que son
consideradas inferiores tanto solo por su color de piel

Como se mencionó arriba, la creencia en la supremacía de la raza blanca está muy


extendida en nuestro país, siendo sus víctimas los individuos de raza negra , los
indígenas de la sierra ( mejor conocidos como "serranos" o "cholos" ) y de la selva ,
después están los individuos de raza asiática , mientras que los casos de antisemitismo
son escasos comparado con otros países

Bien, la creencia en la raza blanca como la "raza maestra " ha existido desde que el
hombre blanco salió de Europa buscando nuevas tierras de colonizar, sometiendo a los
autóctonos e imponiéndoles su cultura y creencias forzándolos a olvidar las suyas ,
muchas veces sin respetar el ambiente del lugar ( como paso en Estados Unidos)
tomando su forma más horripilante con la toma del poder del Partido Nazi en Alemania y
el posterior Holocausto y la refundación del Ku Klux Klan en USA por William Joseph
Simmons el Día de Acción de Gracias de 1915
Concentrándonos en el ámbito nacional, la discriminación de índole racial desde la época
colonial, donde, sin embargo, existía un grupo de indígenas que conservan sus privilegios,
el de los curacas, mas estos desaparecieron después de la revolución de Túpac Amaru II,
en este periodo los indígenas como los negros fueron considerados como ciudadanos de
segunda categoría hasta que finalmente se reconocieron sus derechos como ciudadanos
y más importante, como personas

No Obstante la discriminación racial no ha sido del todo abolida, encontrándose aún


vigente en nuestra sociedad, no en la forma de violencia racial ni de apartheid , sino de
formas más sutiles que solo algunos logran captar, por ejemplo el uso de expresiones
racistas como "negro de m.." , "serrano" y la popular "cholo" (que últimamente ha ido
perdiendo su carácter despectivo ), los estereotipos racistas y el acceso denegado para
personas que posean un color de piel más oscura en lugares "exclusivos" (clubs, playas,
etc. )

Además existen casos de racismo inverso, en los cuales las personas de raza blanca son
agredidas por su color de piel, continuando con el círculo vicioso del racismo

La discriminación racial en el Perú se mama con la leche materna

«...Es un grave error, cuando se habla de prejuicio racial y de prejuicio social, creer que
éstos se ejercen sólo de arriba hacia abajo; paralelo al desprecio que manifiesta el blanco
al cholo, al indio y al negro, y de cada uno de estos tres últimos a todos los otros,
sentimientos, pulsiones o pasiones, que se emboscan detrás de las rivalidades políticas,
ideológicas, profesionales, culturales y personales, según un proceso al que ni siquiera se
puede llamar hipócrita, ya que rara vez es lúcido y desembozado. La mayoría de veces es
inconsciente, nace de un yo recóndito y ciego a la razón, se mama con la leche materna y
empieza a formalizarse desde los primeros vagidos y balbuceos del peruano...»

(Mario Vargas Llosa)

Medidas antimigratorias por prejuicios raciales

Las medidas antimigratorias adoptadas por diversos países obedecen más a prejuicios
culturales, raciales y sociales, que a problemas económicos. Como consecuencia de esto,
en muchas ocasiones los estados implementan mecanismos arbitrarios para evitar la
migración, lo que constituye una violación a los derechos humanos, afirmó Alejandro
Canales, profesor investigador del Centro Universitario de Ciencias Económico
Administrativas (CUCEA), al difundir los pormenores de la mesa de “Migración
internacional”, que tendrá lugar en el

Coloquio internacional de ciencias sociales.

En palabras de este académico, el libre tránsito es un derecho que no debe prohibir el


Estado, “como tampoco deberíamos perder nuestro derecho al trabajo, garantía universal
que una persona deja de gozar cuando emigra, ya que al estar en otra nación pedir
permiso para laborar”.

Ante estas disposiciones antimigratorias, las organizaciones humanitarias no han hecho


nada, ya que todas reconocen la capacidad del Estado para implementar distintos
mecanismos de control.
En países como Chile la migración peruana ha generado problemas. “En un principio las
señoras de clase media alta estaban contentas, pues llegaban muchachas de zonas
rurales con niveles educativos de secundaria y preparatoria, a quienes empleaban como
niñeras. Sin embargo, empezó a llegar mucha gente de Perú, algo que asustó a varios
sectores de la sociedad chilena, fenómeno que podríamos traducir como intolerancia
étnica y cultural”.

Chile no sabe cómo actuar ante el tema migratorio. Hace 130 años implementó una
política consistente en atraer alemanes, eslavos e italianos, a fin de colonizar la zona
donde habitaban los indios mapuches. “No hubo problemas en recibir a los europeos,
porque atrás de esta medida había un motivo racista: la de preferir más al blanco que al
indígena”. Esta nación sudamericana, que era abierta a la migración, “hoy realiza lo
contrario. Ha advertido que esa política de puertas abiertas alienta la migración indígena,
proveniente de Perú y Bolivia”.

Otro caso similar lo constituye la Unión Americana. “¿Por qué el vecino del norte aceptó
a todos los europeos y no quiere a los latinoamericanos?”
También resulta interesante analizar al Estado español, pues ante la migración marroquí
y ecuatoriana ha tomado medidas para limitar la entrada a esos extranjeros.

“El Estado puede argumentar que quiere defender a sus ciudadanos, pero, ¿quién
protege a Latinoamérica de los ibéricos? Telefónica y Endesa son empresas españolas
posicionadas en América Latina, las cuales llegan a estas tierras para hacer lo que
quieren”.

Mientras que los estados nacionales continúen atribuyéndose de manera arbitraria el


derecho de ingreso y egreso, existirán los problemas migratorios.

Antes del siglo XX no era necesario portar papeles para cruzar de una nación a otra. “Los
mexicanos, por ejemplo, salían y entraban a Estados Unidos cuando querían”.

Señaló que el libre movimiento es un derecho humano. “Yo soy habitante del universo,
¿por qué me van a limitar? Si quiero, puedo irme a vivir a la Luna, ¿por qué alguien me lo
tiene que prohibir?” Calificó como falsa la idea de que el Estado asegura el empleo y un
nivel de vida digno para todos los ciudadanos. “Tan solo en Estados Unidos han
aumentado los niveles de pobreza, y no por la migración”.

Aseveró que causas económicas hacen que una apersona emigre a otro país. Los
mexicanos van a Estados Unidos porque aquí hay crisis y desempleo, porque ven a la
Unión Americana como la tierra donde están los dólares y pueden conseguir algo para
comer.

En cuanto a los empleos que consiguen los mexicanos, en muchos casos son trabajos
que no quieren realizar los norteamericanos.

Esta mesa iniciará sus trabajos dentro de la Feria Internacional del Libro. Tratará de crear
un ambiente de reflexión en torno al fenómeno de la migración en el ámbito internacional,
así como presentar nuevos ejes de análisis o comprensión de este hecho.
Prejuicio racial y étnico en el mundo

El prejuicio en relación a la raza y la discriminación dirigida a un grupo racial, ha sido una


de las más grandes problemáticas sociales en el mundo. La discriminación racial ha
generado grandes brechas sociales en países muy diversos, tanto en Europa o África,
como en Estados Unidos y América Latina. Los prejuicios raciales están muy vinculados
con el prejuicio étnico, como una actitud negativa hacia grupos humanos con
características étnicas similares. El etnocentrismo es la consideración de superioridad de
la cultura y la raza propias respecto de las demás. De hecho en la cosmovisión mítica de
muchas culturas tradicionales se consideró que el lugar donde se ubicaba el grupo eran el
centro el mundo, desde donde se habría originado la humanidad. De esta manera, en
Puno por ejemplo, Mama Ocllo y Manco Cápac, supuestamente nacieron en el centro del
mundo (Lago Titicaca). Lo mismo se sabe de la sociedad de Isla de Pascua (Chile), cuyo
nombre nativo significa centro del mundo. Estos ejemplos sirven para reflexionar sobre la
manera como la posibilidad de considerar lo propio como el eje de referencia está
fuertemente arraigado en el ser humano. Los niños dan también contundentes muestras
de esta tendencia a considerar lo familiar y lo propio como la norma. La Alemania Nazi es
uno de los ejemplos emblemáticos del prejuicio étnico–racial. Si bien muchas personas
estuvieron de acuerdo con la discriminación a judíos por su supuesta condición de
inferioridad frente a los arios, muchas Se dice que los prejuicios son los procesos
mediante los cuales se prejuzga a una persona o situación y, en general, implican la
elaboración de un juicio u opinión acerca de una persona o situación antes de determinar
la preponderancia de la evidencia, o la elaboración de un juicio sin antes tener ninguna
experiencia directa o real.
Es entonces a simple vista y en cierta forma ilógica, como podemos los seres humanos
llegar a juzgar a algo o alguien sin siquiera saber el motivo.

¿Porque ocurre esto?


El prejuicio se crea por conveniencia, para discriminar, descartar o dominar a otras
personas o aceptarlas preferentemente, sin tener remordimientos y sin reflexionar si es
bueno o malo, o si es una opinión objetiva o subjetiva. En otras palabras, los prejuicios
son creaciones propias del cerebro humano las cuales se encuentran ligadas con las
experiencias pasadas, los ideales, la influencia de otras personas, el conocimiento -o
ignorancia- en ciertos campos… y en definitiva, los prejuicios no son más, que
especulaciones llenas de incertidumbre mediante las cuales suponemos hechos sin
siquiera tener fe de ello.
¿Los prejuicios son buenos, o malos?
Así como los prejuicios pueden ser negativos, también pueden ser positivos, por cuanto la
crítica que tengamos acerca de algo o alguien, puede ser beneficiosa o perjudicial para
dicho ente, no obstante (y como muchos podrán suponer) la gran mayoría de nuestros
prejuicios son negativos, es decir, que gran parte de lo que pensamos acerca de lo que no
conocemos, se relaciona con un estado negativista.
Los prejuicios negativos pueden atraer un impacto negativo para nuestras vidas, en el
sentido en que podríamos llegar a perder buenas oportunidades por el simple hecho de
prejuzgarlas, o lanzarnos a un mundo de incertidumbre por el hecho de prejuzgar
positivamente.

Los prejuicios raciales y nuestras decisiones


Psicólogos de la Universidad de Nueva York dirigidos por Elizabeth Phelps han detectado
que muchas personas toman decisiones basándose en prejuicios raciales inconscientes.
Las decisiones en el mundo de los negocios, la ley, la educación, la medicina e incluso las
interacciones cotidianas diarias dependen en gran medida de la confianza. En sus
experimentos, Phelps y sus colegas pidieron a 50 participantes de diversas razas que
valoraran de forma "intuitiva" la fiabilidad de los individuos representados en más de 300
fotografías de hombres de raza negra, blanca, asiática, hispana y mestiza, en una escala
del uno al nueve. Los investigadores descubrieron que las actitudes raciales implícitas de
los participantes predecían desigualdades en la fiabilidad percibida de las caras negras y
blancas. Los individuos cuyas pruebas demostraron un sesgo más fuerte hacia las
personas de raza blanca eran más propensos a juzgar a los rostros de raza blanca como
más fiables que el resto, con independencia de la raza del participante, las creencias
explícitas o la tendencia política.
La amígdala:
“la amígdala es el área del cerebro más analizada en los estudios sobre actitudes
raciales” dice a SINC Jennifer Kubota, investigadora de la Universidad de Nueva York
(NYU) en Estados Unidos y primera autora de la compilación. La amígdala y otras
estructuras cerebrales que influyen en la toma de decisiones también determinan la
expresión inconsciente del prejuicio racial y su control social.

Los prejuicios raciales en niños:


A pesar de que nos encontramos en el siglo XXI y se realizan esfuerzos para lograr la
igualdad, la tolerancia y la sociabilidad indistintamente de la raza, es evidente que en el
mundo el color oscuro está devaluado y el blanco es el más valorado (hablamos de los
niños blancos, ya que han sido el grupo cuyo prejuicio racial ha sido más evidente).
Cambiar la actitud que muestran los niños debe ser un trabajo profundo de educación
realizado por la sociedad, padres, educadores, instituciones…es evidente que se ha de
trabajar con mucha más profundidad para poder eliminar los prejuicios raciales de los
niños.
Un estudio estadounidense acaba de mostrar los datos de un estudio en el que se
constatan los prejuicios raciales de los niños, indistintamente de la raza que sean. Desde
una pronta edad, los niños desarrollan los prejuicios raciales, algo que resulta absurdo en
la época en la que nos encontramos. Niños blancos y negros sienten prejuicios profundos
por igual, Se realizaron diferentes pruebas para determinar los prejuicios raciales de los
niños y cómo les había afectado la segregación. Los pequeños se les realizaron
diferentes preguntas en base a un grupo de cinco dibujos que encarnaban a niños con
diferentes tonalidades de piel, desde el blanco hasta el negro. A los dos grupos de niños
se les hicieron las mismas preguntas, una de ellas era ¿cuáles de los niños dibujados
eran los más malos?’. En el caso de los niños de raza blanca, mostraron tener un prejuicio
racial identificando el color de la piel con atributos positivos o negativos, en este caso
negativos para los niños de piel más oscura, o niños de raza negra. En el caso contrario y
realizando la misma prueba a los niños negros, la respuesta era similar, pero
evidentemente favoreciendo el color oscuro de la piel. Los especialistas indican que los
prejuicios raciales eran mucho más elevados y evidentes en los niños de raza blanca, lo
que desprende que los niños de raza negra serían más tolerantes y aceptarían de mejor
grado a los de raza blanca. Los niños blancos aprenden y mantienen estos estereotipos o
prejuicios de forma más significativa.
PREJUICIOS DE GENERO

Prejuicios de género

Idea u opción, generalmente de rechazo, que se tiene sobre los hombres o las mujeres, a partir de
opiniones y percepciones subjetivas, que aun cuando han sido cultural y socialmente construidas,
no reflejan los datos de la realidad. Por ejemplo:

Una mujer que cuida su arreglo personal es juzgada como débil de carácter, insegura y con baja
autoestima. En cambio, si su actitud es contraria se le tacha como agresiva o desagradable.

La decisión de ser madre es tomada como una falta de compromiso con la ciencia. Esto influye en
el aumento de científicas solteras.

Rol o papel de género

Es un elemento muy importante para el mantenimiento y el cambio del sistema de sexo-género,


ya que toda sociedad conocida atribuye tareas específicas a cada sexo.

Las tareas asignadas pueden ser distintas de acuerdo con el contexto cultural, sin embargo,
aquéllas relacionadas con el ámbito doméstico, como el mantenimiento de la vida, el cuidado de
las hijas e hijos, la limpieza del hogar, la preparación de los alimentos, etc., suelen señalarse como
propias de las mujeres.

En contraste, el espacio público, donde se ejerce la actividad política, cultural, científica, etc., se
percibe un salario y se goza de mayor prestigio y reconocimiento que en el doméstico, ha
constituido un espacio de privilegio masculino.

Es importante señalar que las relaciones entre ambos espacios se caracterizan por una desigual
distribución del poder. El trabajo realizado en el ámbito doméstico es considerado de menor
importancia, al grado de que ni siquiera se percibe un salario, en cambio, las decisiones tomadas
en el ámbito público, tomadas la mayor parte de las veces sin considerar a las mujeres, afectan al
espacio privado.

Roles de género

Conjunto de tareas y funciones que se asignan a mujeres y hombres en una sociedad dada y en un
momento histórico concreto.
Por ejemplo, a pesar de que en la matrícula universitaria el número de mujeres y hombres ha
llegado a ser igual, en los máximos grados académicos, así como en los puestos de investigación y
dirección de las instituciones, los hombres son mayoría. El espacio doméstico engulle a muchas
mujeres profesionistas al imponerles tareas que limitan sus posibilidades de desarrollo en el
ámbito público. Estas mujeres llegan a realizar auténticos malabares para cumplir con sus
expectativas profesionales: presentarse a congresos, dictar conferencias, acudir a juntas y
reuniones, publicar trabajos de investigación, etc. En cambio, los varones pueden dedicarse por
entero a sus actividades mientras sus esposas, madres y hermanas se encargan del trabajo
doméstico.

Prejuicios y estereotipos de género contribuyen a perpetuar sistema sexista

Los prejuicios y estereotipos de género contribuyen a perpetuar un sistema sexista, lo cual da


lugar a un mercado económico y político también segregado por sexo, así como a un desfase en
los niveles de las remuneraciones laborales, económicas y políticas entre hombres y mujeres,
sostuvo el especialista del Instituto de Estudios sobre la Universidad (IESU), Martín Rodríguez
Peñaloza. Al respecto, el investigador de la Universidad Autónoma del Estado de México
reconoció que el sistema educativo en su conjunto, tendrá que transformar el lenguaje sexista en
uno para la igualdad, el conocimiento androcéntrico en un saber que comprenda la obra humana
de mujeres y hombres, que la ocupación masculina de los espacios físicos y simbólicos sea
compartida y torne los aprendizajes de estereotipos, roles e identidades de género femenino y
masculino en aprendizajes de una identidad humana elegida sin prejuicios. Los
estereotipos, dijo, son una preconcepción generalizada surgida a partir de adscribir a las personas
ciertos atributos, características o roles; sin embargo, esto afecta tanto a hombres como a
mujeres, aunque tienen un mayor efecto negativo en las mujeres, a quienes históricamente la
sociedad les asignó roles secundarios, menos valorados y jerárquicamente inferiores. Esta
subordinación social, afirmó, se vuelve particularmente grave cuando se institucionaliza, es decir,
cuando leyes, políticas y prácticas gubernamentales incorporan, refuerzan y perpetúan un
estereotipo de género, dando fuerza y autoridad. A pesar de ello, apuntó Martín Rodríguez
Peñaloza, el efecto negativo se da cuando la sociedad lo acepta de manera acrítica como
verdadero e inevitable, cuando las personas terminan por conformar y adecuar su
comportamiento a imagen de los mandatos jurídicos, políticos y sociales. Por lo tanto,
concluyó, los estereotipos son formas de situar a la gente bajo un listado de características, en
función de su raza, sexo, orientación sexual, religión, procedencia y edad, entre otros. Los
enfoques sexistas determinan los estereotipos, es decir, declaran lo masculino como superior ante
lo femenino y crean relaciones de discriminación.

PREJUICIOS DE GENERO

Para empezar, hemos de aclarar lo que se entiende por “prejuicios” (del lat. praejudicium,
‘juzgado de antemano’) y conceptos relacionados. Se consideran prejuicios las actitudes y
opiniones, por lo regular negativas, respecto de los miembros de un grupo (Worchel y
Cooper, 2002).
En otras palabras, es un proceso a través del cual se forma un concepto o un juicio hacia
personas o grupos de manera anticipada, es decir, antes de tiempo. Esta crítica puede ser
positiva o negativa. La primera, generalmente, hace referencia a una evaluación favorable
del propio grupo. Mientras que los prejuicios negativos indican un rechazo a algo o
alguien antes de tener el conocimiento suficiente para juzgarlo con motivos; de manera
que fomentan la división entre las personas.
En psicología se considera a los prejuicios cognitivos como distorsiones que alteran el
modo en que las personas perciben la realidad.
Los prejuicios dan lugar a la discriminación, conducta dirigida a alguien únicamente por
pertenecer a determinado grupo. Puede ser positiva o negativa, al igual que los prejuicios.
Es observable pues se manifiesta en actos cotidianos de las personas. La discriminación,
si se basa en los prejuicios hacia un grupo racial es conocida como racismo, y quien la
realiza es racista. Por otro lado, cuando su eje principal es el sexo del individuo, se
considera sexismo. Y quien la evidencia es llamado sexista (Worchel y Cooper, 2002).
En relación al sexismo se pueden distinguir distintos tipos, entre los que se destacan:
sexismo contra las mujeres y sexismo contra los hombres. El sexismo contra mujeres es
el conjunto de discriminaciones y estereotipos de género que las perjudica. Fue la primera
forma de sexismo comúnmente identificada, es la forma más habitual ya que se lo asocia
como el “sexo débil”. En distintas sociedades se identifica a la mujer por su rol de madre y
ama de casa, adquiriendo así un estatus inferior al del varón. Por otro lado, el sexismo
contra hombres no es comúnmente reflejado por las sociedades, pues tanto en Oriente
como en Occidente predomina el poder de los hombres sobre la mujer, sociedades
“machistas”.

Factores de los prejuicios


Existen distintos tipos de factores que se identifican y asocian con los prejuicios. Pueden
ser:

• Motivacionales
• Socioculturales
• De personalidad
• Cognoscitivos
• Competencia y Conflicto

Si bien en la actualidad es un tema de público conocimiento y constante presencia en la


agenda de los medios, desde hace siglos el sexismo irrumpe en las diferentes
sociedades. Un claro ejemplo es la Roma clásica donde el “paterfamilias” tenía sobre sus
hijos el derecho a vida y muerte; podía venderlos como esclavos en territorio extranjero,
abandonarlos al nacer o entregarlos a manos de los familiares de sus víctimas si habían
cometido algún delito; desposarlos y pactar o disolver sus matrimonios. Pero así como los
varones pasaban a ser paterfamilias cuando moría el padre, y adquirían todas sus
atribuciones jurídicas dentro de su familia, las mujeres, por el contrario, iban a
permanecer de por vida subordinadas al poder masculino, basculando entre el padre, el
suegro y el esposo (Antonio Gil Ambrona, 2008).
El género femenino es el más perjudicado y afectado en cuestiones de discriminación y
prejuicios. A pesar de que los resultados obtenidos en el censo de Argentina, realizado en
2010, indica que la población femenina supera ampliamente a la masculina; no impide la
existencia de prejuicios contra ellas. Por este motivo las mujeres representan al grupo
minoritario, el que se encuentra en desventaja ante determinadas situaciones de la vida,
especialmente en el ámbito laboral. Sin embargo, se debería tener en cuenta que todos
los hombres se rodean constantemente de mujeres y entablan relaciones personales con
ellas. Todos los hombres, a su vez, aman a varias mujeres esposas o novias, madres o
hijas. Aun así, esto no determina que ellos tengan actitudes positivas hacia las mujeres
como grupo, incluso es posible que lleguen a odiarlas.

La mayoría de las mujeres, a lo largo de su vida, ha experimentado algún hecho de


discriminación. Esta discriminación puede ser: violenta y sutil, sexual y asexuada.

“Al menos una de cada tres mujeres en el mundo ha padecido a lo largo de su vida un
acto de violencia de género (maltrato, violación, abuso, acoso,…) Desde diversos
organismos internacionales se ha resaltado que este tipo de violencia es la primera causa
de muerte o invalidez para las mujeres entre 15 y 44 años”, afirmó la profesora en
Sociología de Género Raquel Osborne.

El maltrato, los casos de violación, el abuso y los ataques contra las mujeres son
generalmente provocados por cónyuges, parejas, compañeros y conocidos. En menor
medida son producidos por extraños.

Otro tipo de discriminación habitual, en la vida de las mujeres, es la no violenta. Que se


presenta con frecuencia en el ámbito laboral. Desde hace varios años la mujer lucha por
introducirse y formar parte de la fuerza productiva dentro de la sociedad, esto se refleja
claramente en los porcentajes de mujeres que ocupan algún puesto de trabajo,
alcanzando en la actualidad alrededor del 45 % del total de mujeres en el mundo. De
todas maneras, los porcentajes no eliminan los prejuicios contra ella y la dificultad que
enfrentan para acceder a cargos superiores.

A pesar del constante crecimiento de la participación laboral y el aumento en sus niveles


de formación académica, la mujer continúa con grandes dificultades para acceder y
permanecer en un puesto de trabajo con iguales oportunidades que el hombre; aun
superándolo en los conocimientos profesionales las barreras sociales son inaccesibles
para ellas.

Las mujeres tienen menor representación en los cargos de mayor jerarquía: comisiones
directivas, presidencias, jefaturas, etc.; y se ven limitadas para acceder a la toma de
decisiones de las empresas u otras organizaciones. Las largas jornadas laborales propias
de cualquier puesto directivo, el carácter marcadamente competitivo en ese nivel y la
escasa sensibilidad de las empresas por la conciliación entre la vida familiar y laboral, son
las principales causas de que las mujeres dirigentes sigan siendo minoría frente a la
inmensa mayoría masculina en esos cargos.
Durante la carrera laboral, la mujer tiene la posibilidad de ascender hasta un determinado
puesto, donde se presenta un obstáculo. Concepto conocido como “Techo de Cristal” o
“Glass Ceiling”. Se denomina así a una superficie superior invisible en la carrera laboral
de las mujeres, difícil de traspasar, que impide seguir avanzando. Su carácter de
invisibilidad viene dado por el hecho de que no existen leyes ni dispositivos sociales
establecidos ni códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limitación, sino
que está construido sobre la base de otros rasgos que por su invisibilidad son difíciles de
detectar (Burín, 1987, 2000). A pesar de que pareciera no existir, este hecho se
demuestra en la realidad cotidiana. El techo invisible es un término enigmático, secreto,
indetectable, pero su resultado es cuantificable y real. La escasa existencia de mujeres en
las jerarquías de las organizaciones es un claro ejemplo.

Este fenómeno se genera en los primeros años de la infancia y va tomando forma


haciéndose más relevante a partir de la pubertad. Burín aseguró que depende de los
educadores brindar a sus estudiantes las herramientas e instrumentos necesarios para
que se produzcan las transformaciones correspondientes en el techo de cristal y que
modifiquen la posición de las mujeres en el mercado laboral.

Según Chinchilla, Poelmans y León, la principal causa no es el techo de cristal, o lo que


es lo mismo ese conjunto de normas no escritas o cultura de empresa que dificultan su
acceso a cargos directivos; sino que existe un "techo de cemento" que es autoimpuesto
por elecciones personales de las mujeres, como por ejemplo rechazar la promoción a
puestos directivos más rígidos y exigentes que requieren mayor esfuerzo y entrega por
parte de las mismas.

A su vez, para ellas, lo que más influye a la hora de tomar decisiones en la aceptación o
rechazo de un nuevo cargo laboral es mantener el equilibrio entre vida personal/familiar y
profesional. También consideran importante el interés del nuevo trabajo. Y en menor
medida, intervienen en la toma de decisiones a la propia carrera: las posibilidades de
promoción y la opinión y carrera del cónyuge. Sin embargo, las cifras señalan que en la
práctica la prioridad es la relación con sus compañeros y jefes, el trabajo y la dedicación
horaria; relegando así a sus relaciones familiares (hijos, cónyuges y padres).

Diferentes teóricos concuerdan en que la vida familiar, a pesar que dificulta el horario y la
disponibilidad para temas laborales, es una fuente insustituible en la satisfacción general
del individuo, lo que les permitiría entregarse plenamente al trabajo. Aun así, Chinchilla,
León y Poelmans afirman que las bajas en los cargos directivos de las mujeres son,
mayoritariamente, por estrés y no por maternidad. Es decir, la salud es un factor
determinante mientras que las cuestiones familiares se desplazan a un segundo plano.

Por otra parte, se tiene en cuenta la inteligencia y la buena preparación, aunque ellas
necesitan atractivo personal y buena imagen, mientras que ellos tienen que dar,
fundamentalmente, muestras de autoridad y liderazgo y, por supuesto, conocer gente
importante. Al poder en la empresa se accede por méritos y contactos, en un valor
estimado cercano al 50 %, mientras en otros campos los contactos son mucho menos
decisivos.

Estos mismos autores antes mencionados, concluyen que la mujer puede ayudar a
instaurar una visión de la empresa verdaderamente humanista, basada en sus
capacidades emocionales, y mucho más acorde con lo que exigen los tiempos que corren.

Otro fenómeno relacionado con el sexismo en el ámbito laboral, es el “Suelo Pegajoso”


concepto que refiere a la fuerza que mantiene a tantas mujeres atrapadas en la base de la
pirámide económica, en puestos de menor categoría.

Según un estudio realizado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT): Las
mujeres sólo desempeñan del 1 al 3 % de los máximos puestos ejecutivos en las mayores
empresas del mundo; sólo 8 países tienen como jefa de estado o presidente a una mujer;
las mujeres constituyen el 13 % de los parlamentarios del mundo; y 21 países cuentan
con una mujer desempeñando la vicepresidencia o segunda magistratura del Estado;
aunque las mujeres representan casi el 40 por ciento de los miembros de las
organizaciones sindicales, sólo 1 % de los dirigentes de los sindicatos son mujeres; la
diferencia salarial llega a ser de un 10 a un 30 % en detrimento de las mujeres, incluso en
los países que están más avanzados en términos de igualdad de género; las mujeres
trabajan más horas que los hombres en casi todos los países y son ellas quienes siguen
realizando la mayor parte del trabajo no retribuido.

A partir de estos resultados, se puede afirmar que lo que se conoce como “techo de
cristal” verdaderamente existe y es una realidad que las mujeres deben enfrentar en el día
a día.

Con respecto a la reducida participación de mujeres en puestos ejecutivos en empresas,


Sara Vidal, quien comenzó como vendedora de productos Natura y actualmente dirige y
supervisa la región del Noroeste argentino, expresó: “Creo que si uno tiene la convicción
de que va a llegar lejos y se lo propone como meta, es posible”.

Por otra parte, teniendo en cuenta que son pocos los países dirigidos por mujeres no es
un dato menor el hecho de que su círculo más cercano en el poder sea la mayoría
hombres. Un claro ejemplo es el de la Presidente de Argentina Cristina Fernández de
Kirchner, a la que también se la asocia con haber llegado al gobierno gracias a su marido.
Además, en la campaña de las elecciones presidenciales 2011 se le dio un papel principal
a la imagen de Néstor Kirchner posible motivo de su reelección.

“Durante años el ámbito político fue considerado como “cosa de hombres” motivo por el
cual a las mujeres les ha resultado difícil ingresar al mismo y son pocas las que han
logrado triunfar”, manifestó la presidente Cristina Fernández.

A pesar de la cantidad de bancas que dispone el Congreso, pocas son ocupadas por
mujeres. En los últimos años se produjo un fenómeno de participación política femenina
en diferentes países del mundo por lo que la cifra se ha incrementado, logrando una
mayor cantidad de mujeres desempeñar estos cargos. Tal es el caso de la diputada
española por el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), Trinidad Jiménez, quien
afirmó: “A las mujeres con responsabilidad política, en general, se nos exige más, se nos
mira más. De un ministro no se dice normalmente. Con las mujeres hay un escrutinio más
escrupuloso en el campo profesional y personal. No voy a decir que es difícil ser
ministra… En general, ser mujer es más difícil”.

Otro de los temas relevantes es la diferencia salarial entre hombres y mujeres. En la


mayoría de los países el salario promedio de las trabajadoras es de apenas el 60 % de la
paga de los hombres, marcando una gran brecha entre ambos.

Además, la mujer debe (por añadidura social) realizar el trabajo doméstico y cuidar a sus
hijos por lo que se supone que trabaja más que el hombre, sin recibir una retribución
proporcional.

Sin embargo, los esposos de trabajadoras se ocupan de un mayor porcentaje de las


labores domésticas que los esposos de amas de casa, pero esta cifra más elevada no
obedece a que dediquen más tiempo al aseo del hogar, sino que las mujeres tienen
menos tiempo para ello (Antill y Cotton, 1988; Robinson, 1988).

En cuanto al desempleo, sigue siendo el género femenino el más afectado. La tasa de


desempleo femenino en 1998 era 47% superior a la de los hombres (11,2% vs. 7,6%). A
pesar del continuo crecimiento de la tasa de ocupación de las mujeres (4,9% al año), se
incrementa la brecha de desempleo observada al inicio de la década (20%). En los
sectores de bajos ingresos, la tasa de desempleo femenino era de 19%, por lo tanto una
de cada cinco mujeres de bajos recursos que deseaban y necesitaban trabajar no podían
hacerlo.

A su vez, la desigualdad y el desempleo guardan relación con el concepto conocido como


Efecto Cohorte, que indica que la causa de la desigualdad actual es la histórica
incorporación tardía de las mujeres al espacio público y profesional, por lo que el equilibrio
se producirá espontánea y progresivamente. Es una cuestión de tiempo y paciencia.

Otro de los interrogantes en cuanto a los prejuicios hacia el género femenino es si existe
algún tipo de limitación física o intelectual para realizar determinados trabajos. Esta
suposición sería la causante de la desigualdad entre los géneros. El origen de las
diferencias entre los sexos se presenta en la teoría de los roles sociales (Eagly y Wood,
1991) donde las diferencias surgen de las expectativas sociales respecto de la conducta
“apropiada” de hombres y mujeres. De los hombres se espera que sean más “combativos”
o sea que sean independientes y estén orientados a los logros utilitarios, mientras que de
las mujeres se espera que sean más “comunitarias” es decir, altruistas e interesadas en
los demás. Estas expectativas proceden de los roles sociales que se asignan en forma
tradicional a los sexos.

En la antigüedad las actividades consideradas como propias de las mujeres eran: costura,
cuidado de los niños y del cuerpo, responsabilidades domésticas, enfermeras,
comadronas, institutrices, nodrizas y hasta prostitutas. Los diversos trabajos de “agujas”
tales como costura, confección de ropa y corsetería; determinan la cercanía de las
actividades domésticas con las de producción. Es decir los trabajos realizados por las
damas no estaban tan lejos de los realizados por los hombres: ambos orientados a la
producción (Maruani, Rogerat,Torns, 1998).

En conclusión, las diferencias sexuales se deben a que hombres y mujeres son tratados
de distinta manera y que casi todos nos conformamos a las expectativas sociales; los
hombres son combativos y las mujeres comunitarias (Worchel).

La teoría de los roles sociales atribuye las diferencias sexuales a las expectativas distintas
de la sociedad: a un factor cultural. Por eso, para comprender los roles sociales que se
asignan a hombres y mujeres se atribuyen rasgos de personalidad que concuerdan con
los mismos (Hoffman y Hurst, 1990).

Por su parte, Lonzi (1978) define a la diferencia sexual como: “Un principio existencial que
se refiere a los modos del ser humano, a la peculiaridad de sus experiencias, de sus
finalidades y aperturas, de su sentido de la existencia”. Pero, para Cigarini (1996), definir
la diferencia sexual de esta manera corresponde a la desigualdad en el orden de las
cosas. En este tipo de análisis se tiende a concluir que las mujeres se diferencian de los
hombres en sus contenidos, los cuales quedan por necesidad como punto de referencia
para explicar cualquier contenido femenino y se obvia la posibilidad de considerar a las
mujeres como autoras originales de estos contenidos. Finalmente, la diferencia sexual
femenina se inscribe dentro del orden simbólico, que no es más que el sentido y el
significado que se le da al propio ser mujer desde el ser mujer.

Las mujeres están subordinadas a los hombres por la diferencia sexual, y este
sometimiento debe ser superado a partir de la propia diferencia. En otras palabras, la
subordinación y discriminación social de las mujeres no se acaban con la negación de la
diferencia sexual femenina. (Irigaray, 1977)

La diferencia femenina no se puede medir con la masculina. A pesar de que las funciones
que ejercen mujeres y hombres en el mundo sean idénticas, la experiencia de vivir en un
cuerpo sexuado en femenino es distinta de la experiencia de vivir en un cuerpo sexuado
en masculino (Rivera, 1997: 79).

Otra forma de discriminación a mujeres tiene que ver con los estereotipos de género.
Estos son ideas acerca de las características y conductas habituales de hombres y
mujeres. En general se percibe a los hombres como independientes, dominantes,
agresivos, asertivos, confiados e intelectuales y a las mujeres como emocionales,
compasivas, hogareñas, sumisas y gentiles (Bergen y Williams, 1991. Eagly y Kite, 1987).
El tratamiento de las personas en sus trabajos dependerá de los estereotipos de género
correspondientes.

En la actualidad también existen ciertas profesiones “exclusivas” de hombres o mujeres.


No acostumbramos a ver hombres desarrollando actividades que impliquen relacionarse
con otras personas es decir que impliquen carisma y predisposición a servir a los demás.
Por ejemplo: Secretarios, recepcionistas, cuidadores de niños o maestros jardineros. En
cuanto a las mujeres difícilmente las asociaremos con trabajos que impliquen actividad
física en intensidad y que presenten situaciones riesgosas. Ejemplo: Repositores de
supermercado, recolectores de basura, bomberos, policías; actividades realizadas,
generalmente, por hombres.

Otro motivo de las diferencias entre ambos sexos está relacionado con las destrezas. A
temprana edad, los niños se destacan en las matemáticas y espaciales mientras que las
niñas van en dirección contraria destacándose en lo verbal (Hyde, Fennema y Lamon,
1990; Maccoby y Jacklin, 1974).

En cuanto a la agresión, tanto varones como mujeres suelen diferenciarse ya que los
hombres se destacan por su agresividad en especial aquella que causa dolor o daño
físico. Sin embargo, esta disminuye con el correr del tiempo. En la agresión siempre la
víctima es la mujer y el hombre es el agresor (Strauss y Gelles, 1986; Hyde, 1984; Eagly y
Steffen, 1986)

Una desigualdad más se observa en cuanto a los estilos de liderazgo. Las mujeres líderes
adoptan en su liderazgo un estilo democrático o participativo y evitan el liderazgo
autocrático o directivo de los hombres. Los varones tienden más que las mujeres a
erigirse como líderes en los grupos sin cabeza, en especial en aquellos que realizan
tareas que no requieren relaciones sociales complejas (Eagly y Karau, 1991).

Otras conductas sociales que mantienen una relación débil con el género son la
asistencia, la conformidad y el carácter influenciable. Los hombres tienden a prestar su
ayuda a los desconocidos en las relaciones transitorias. Las mujeres, por su parte, se
someten más que los hombres en las situaciones de presión de grupos; también muestran
un mayor acuerdo con las opiniones de los demás en los entornos públicos porque
valoran la armonía. En cambio los hombres prefieren mostrarse como independientes
(Eagly, Wood y Fishbaugh, 1981).

Aunque existen algunas diferencias reales entre hombres y mujeres, los estereotipos de
género son más elaborados y exagerados de lo que justifican las diferencias
documentadas. Estas diferencias sexuales se atribuyen, por un lado, a factores biológicos
como los genes o divergencias innatas que provienen de una evolución biológica. Por otro
lado, las diferencias provienen de los factores sociales y culturales.

De todas maneras, las generalidades, cuando hablamos de rasgos personales de cada


individuo no son válidas ya que todas las personas poseemos características que nos
hacen únicas diferenciándonos de los demás.

Sin embargo, reiterando los expuesto anteriormente, no existen limitaciones físicas que lo
impidan. Si bien, podríamos decir que las mujeres tienden a asumir un estilo orientado a
las relaciones personales y que los hombres por su parte son proclives a adoptar un estilo
orientado a las tareas. Las diferencias reales entre hombres y mujeres no justifican los
estereotipos intensos y variados que se tienen en cuanto a los sexos. Ambos no difieren
tanto ni tan consistentemente como se cree.

Los estereotipos de género restringen a hombres y mujeres por igual, aunque


obstaculizan más las realizaciones laborales de las mujeres que de los hombres; estos
influyen también en nuestras propias expectativas.

Más allá de que la mujer haya conseguido en los últimos años cubrir cargos profesionales
mejor posicionados dentro de una empresa, aun el 97% de dichos puestos están
ocupados por hombres. Además, la mujer ha conseguido abarcar diferentes áreas de
trabajo entre las que se distinguen: la política, la científica (en las que aun siguen
predominando los hombres), la deportiva y la comunicación.

Claro ejemplo es lo acontecido en la Universidad Complutense de Madrid donde las


mujeres predominan en alumnado, al igual que en otras facultades y escuelas de
periodismo de Argentina. A lo largo de la carrera son las que finalizan sus estudios
logrando recibirse con las mejores calificaciones, a pesar de esto la dirección de los
medios de comunicación así como también los cargos más relevantes se encuentran
cubiertos por hombres.

Puede señalarse también que haber obtenido las mejores calificaciones en la etapa de
formación profesional no es suficiente para asegurar una mayor presencia en el mercado
laboral: la tasa de ocupación de las mujeres universitarias es del 62%, mientras que la de
los universitarios es del 72%; la tasa de paro de las universitarias es el doble (12,16%)
que la de sus compañeros (6,42%).Estas cifras corresponden a las últimas generaciones
de licenciados y licenciadas en comunicación.

A pesar de todo, según estudios realizados por el Centro de Investigaciones Sociologías


de España (CIS), en la actividad periodística la proporción de mujeres con estudios
universitarios completos es mayor a la de los hombres.

“Me costó mucho llegar a la redacción, en esta profesión tenés que hacer carrera.
Depende de tu formación y tu amor por la profesión”, comentó una licenciada en
Comunicación Social.

“En televisión es más difícil ascender, la competencia es enorme y la realidad es que


depende mucho de tus contactos. A veces no importa tu formación académica”, aseguró
la periodista Florencia Etcheves, quien se desempeña en medios audiovisuales de la
Argentina.

En el ámbito deportivo, también encontramos prejuicios hacia las mujeres, limitándolas a


realizar determinados deportes, así como también desempeñar y cumplir un rol
determinado. Esto podría tener una relación con que los deportes se expresan a través de
la actividad física, la cual es asociada al género masculino. También, porque en la
antigüedad se lo utilizaba para demostrar la fuerza: quién era el más poderoso dentro de
una sociedad y podía dominar a los demás individuos.
Al deporte se lo relaciona, generalmente, con la competitividad, la superación, la
disciplina, el sacrificio y el éxito; características atribuidas a la masculinidad.

La práctica deportiva tiene dos significados sociales para el género femenino:

1) Es un lugar que se legitima como un espacio de “natural” dominación masculina,


porque el cuerpo del hombre está fisiológicamente mejor predispuesto que el de la mujer
para desarrollar actividades físicas (es más veloz, más fuerte, resistente).

2) Por otro lado, el éxito en el deporte está relacionado con el cumplimiento de las
exigencias físicas y mentales. Lo que permite romper con los estereotipos femeninos que
están marcados como pasivas, emocionales y tiernas. Además, de suponer que la mujer
no tiene interés ni deseo alguno para la superación y el éxito.

Sin embargo, las mujeres que practican deportes en los que predominan exclusivamente
los “valores masculinos”, de manera profesional o comprometida, confirman la tesis de
que el impedimento de acceso a la práctica de estos deportes, son causa del estereotipo
social del género femenino, y no a sus limitaciones físicas.

El deporte es un lugar en el cual la discriminación a la mujer es evidente y común.

Distintas investigaciones expresan que la diferencia del nivel de juego entre hombres y
mujeres por ejemplo, en el fútbol se deben a la diferencia de los recursos económicos
asignados y principalmente a la atención mediática que atrae. (Cox y Thompson, 2000;
Scraton, 1999; Menesson y Climent, 2003). El ámbito futbolístico sostiene que “El fútbol
es cosa de hombres”, dejando en claro que el fútbol femenino es considerado de segunda
clase sin adquirir el reconocimiento social que se merece.

Otra creencia predominante es la que establece que el fútbol femenino no alcanzará el


nivel del fútbol masculino, por lo que es inútil invertir recursos en esta práctica.

Uno de los motivos por el cual se produce la discriminación a las mujeres es por la falta
de reconocimiento por parte de la sociedad, dejando de lado el esfuerzo y el tiempo que le
dedican a la práctica deportiva, siendo capaces de sacrificar por su compromiso todo lo
que haga falta para llegar al máximo de su rendimiento.

Según Metheny, se consideran deportes menos adecuados para las mujeres aquellos que
utilizan la fuerza física para superar y someter a las adversarias y los que comportan un
contacto corporal físico (2000). Es decir, deportes que exigen un gran desarrollo de la
musculatura (fisicoculturismo) pero también deportes que tienen un alto nivel de contacto
físico permitido por el reglamento del mismo y que se juegan en equipo ej. Rugby o
Fútbol.

La mayoría de las mujeres que juegan al rugby no lo hacen con la intención de conseguir
la igualdad con los hombres, tampoco porque se sientan masculinas o excluidas del
sistema social. Lo que hace al rugby un deporte genuinamente femenino son las
relaciones tan profundas y especiales que se originan entre las jugadoras durante la
práctica en el terreno de juego, pero también esas relaciones crecen en intensidad fuera
del campo, en otros aspectos que no son necesariamente deportivos. (Montserrat Martín
Horcajo, 2006)

En las sociedades modernas, se ha aceptado en cierta medida la participación de la mujer


en los deportes, ya que forma parte activa de la cultura deportiva; considerando su
derecho a practicar cualquier deporte, aunque de todas maneras siguen existiendo
restricciones y prejuicios hacia la práctica de algunos.

Aun así permanecen las distintas imágenes que se tiene de las mujeres que practican
deportes que son propios del género masculino por lo tanto opuestos al género femenino,
generando una contradicción en el pensar del hombre.

Otra limitación que enfrentan las mujeres en el ambiente deportivo, se refleja en los
cuerpos técnicos de la mayoría de los equipos; quienes se componen únicamente por
hombres. En especial aquellos que exigen gran rendimiento. Claro ejemplo es el equipo
femenino de hockey Argentino conocido como “Las Leonas”, cuyo plantel técnico está
compuesto por hombres.

Para concluir, se podría afirmar que el prejuicio constituye una actitud profundamente
enraizada en la sociedad y que ocasiona múltiples consecuencias que se traducen en
dificultades para la inserción social de las personas a los que afecta.

Uno de los tipos de prejuicio es el referido a las cuestiones de género, que impactan
principalmente al desarrollo pleno y armonioso de la mujer como tal en la vida
comunitaria.

Múltiples factores inciden en profundizar las desigualdades de oportunidades laborales


entre hombres y mujeres. Esto se evidencia tanto en ámbitos políticos, empresariales,
deportivos como en el área de la comunicación.

Diversos autores estudian esta problemática actual que puede advertirse que es un
fenómeno mundial que todavía no ha podido ser revertido y sigue afectando a muchas
mujeres, impidiendo su plena realización en especial en el trabajo.

Los fenómenos del prejuicio hacia la mujer y su inmediata consecuencia en el sexismo


laboral constituyen una temática interesante para continuar profundizando en su
conocimiento a fin de lograr una equidad social y laboral entre los géneros. En gran
medida esto es una responsabilidad que recae sobre los comunicadores sociales a fin de
construir una sociedad libre de prejuicios.

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