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A veces cuando nos jubilamos, quedamos sin metas claras en la vida, dejamos una actividad que nos hace pararnos, bloquearnos y desconcertarnos. Por ello es muy importante buscar objetivos, actividades que nos hagan volver a ilusionarnos y pensar que jubilarnos es un premio por los años trabajados y por tanto vamos a gozar de seguir viviendo la vida pero disfrutando de ella y del tiempo extra que tenemos.
A veces cuando nos jubilamos, quedamos sin metas claras en la vida, dejamos una actividad que nos hace pararnos, bloquearnos y desconcertarnos. Por ello es muy importante buscar objetivos, actividades que nos hagan volver a ilusionarnos y pensar que jubilarnos es un premio por los años trabajados y por tanto vamos a gozar de seguir viviendo la vida pero disfrutando de ella y del tiempo extra que tenemos.
A veces cuando nos jubilamos, quedamos sin metas claras en la vida, dejamos una actividad que nos hace pararnos, bloquearnos y desconcertarnos. Por ello es muy importante buscar objetivos, actividades que nos hagan volver a ilusionarnos y pensar que jubilarnos es un premio por los años trabajados y por tanto vamos a gozar de seguir viviendo la vida pero disfrutando de ella y del tiempo extra que tenemos.
Cuando una persona llega a la edad de jubilación, puede reaccionar de
diferentes formas, siempre en función de la valoración que haga de su nueva situación. Las actitudes que adopte la persona ante la jubilación dependerán en buena parte de varios factores como:
- Las características profesionales:
esfuerzo físico, mental, desgaste personal, clima de trabajo, vinculación, el trabajo como forma de vida, etc. - Satisfacción con el trabajo y valoración personal del mismo: Integración, prestigio, posibilidad de relacionarse socialmente, descontento con su trabajo, compañeros o superiores, o circunstancias de trabajo (incomodidad, peligrosidad, muchas horas, etc) - Forma de vivir el trabajo: Implicación personal, vivir solo para el trabajo..., solo implicación profesional
Así la jubilación puede vivirse como un premio, un descanso merecido,
después de muchos años de trabajo. La posibilidad de tener más tiempo para uno y para los demás, ilusionarse con nuevas metas o expectativas, realizar ese jobby que nos gustaba y que no realizábamos por falta de tiempo, gozar de relaciones externas: viajar, relacionarse, disfrutar de nietos si se tienen, y otros muchos aspectos positivos que se abren ante el mundo de la jubilación.
Por desgracia esto no siempre es así, ya que generalmente la persona jubilada
tiende a vivir la situación como una pérdida personal.
Muchas personas ante la jubilación se sienten perdidas, no saben que hacer
con su tiempo, no se ponen metas que puedan cumplir, a demás existe una devaluación social y familiar por el mismo hecho de estar jubilado. Todo ello asociado a la falta de motivación sobre todo en las personas que su vida estaba entorno al mundo del trabajo, acaba de desencadenar, pasividad, desesperanza y en muchos casos estados de disforia y depresión. Además muchas veces las expectativas de una vida nueva y con más tiempo para disfrutar, no pasa a ser real, ya que surgen otros problemas: económicos, familiares, enfermedades que hacen frustrar las fantasías que tenia la persona delante de la jubilación. En muchos casos falta iniciativa o no sabe como emplearse el tiempo, la persona se acomoda a su monotonía diaria y no sabe como salir de él, las pérdidas de visión o auditivas pueden hacerle reducir sus actividades diarias. Surgen pensamientos distorsionados de pérdida de una vida mejor, (¡Cuando yo trabajaba!), del paso lento de los días, del esperar no se sabe qué, o no esperar ya nada. En nuestra sociedad actual, donde se valora la productividad, lo nuevo, donde se valora la juventud como valor intrínseco choca de frente con el hecho de ser mayor y encima jubilado. Este pasa a ser una persona pasiva, no productiva, que trae problemas a los demás (problemas de salud, cuidados extras familiares), además en muchas ocasiones existe una pérdida económica importante o al menos muchos jubilados tienen esa percepción negativa (son una carga para sus hijos/as) Además tenemos que añadir que la convivencia familiar con las personas mayores cada vez es más escasa; trabajamos no estamos en casa, queremos nuestro tiempo de ocio para nosotros, etc. Es una realidad que ante este clima familiar cada vez más alejado de nuestros mayores estos se encuentren frecuentemente solos, asilados. A veces esos sentimientos de soledad pueden verse aún más afectados por la muerte de uno de los cónyuges, hermanos, vecinos o parientes cercanos Delante de esas pérdidas significativas el anciano se planteará el inevitable tema de la ‘muerte’. La persona analizará su vida, la sensación que se le acaba el tiempo y se le acerca la muerte, complicado frecuentemente por temas de salud y dolencias crónicas, controles periódicos a médicos, algún que otro achaque, otras enfermedades propias de la edad: hipertensión, osteoporosis, colesterol, diabetes, cardiopatías, medicaciones y cambios biológicos en el cerebro.
Es por todos estos factores que la incidencia de la depresión en la edad de
jubilación y posteriormente se va incrementando de forma alarmante; se considera que a los 70 años un 20% de los ancianos padece disforia sustancial y cerca de un 4% puede padecer depresión.
Por desgracia, la sociedad y los propios afectados consideran con frecuencia a
la depresión como un acompañante inevitable del envejecimiento
Los síntomas depresivos que pueden acompañar a la posjubilación son:
- Desesperanza, bajo estado de ánimo, sensación de cansancio, torpeza o lentitud no tener ganas de hacer nada, sentirse inútil, problemas de insomnio, obsesionarse con los problemas económicos que puedan existir, dificultades de concentración, pérdida de peso, aumento de las sensaciones ansiedad: dolores de espalda, problemas gastrointestinales, problemas hipocondríacos sin una causa física aparente (dolores físicos, tristeza general (más de 2 semanas)
Generalmente la persona deprimida restringirá su vida social y personal,
descuidará su apariencia personal o realizará menos actividades cotidianas de las que hacia normalmente
Por suerte la depresión en todos estos casos es tratable, quizás sea el
problema más tratable de los desordenes funcionales de la vejez
Desde un abordaje psicológico adecuado, analizando la situación personal, las
actitudes, ideas y pensamientos negativos y poco realistas, abordando metas nuevas posibles y motivando hacia la actividad y goce del día a día estas personas pueden llegar a valorar su mundo de forma más positiva y aumentar su calidad de vida de forma notable, La solución; “acudir al psicólogo”. Generalmente tienen que ser los hijos, o familiares cercanos que den ese paso. Es importante que estas personas sean tratadas y superen un estado que les va a traer más complicaciones que beneficios. La incidencia de muertes prematuras y aumento de enfermedades en personas depresivas a esas edades, es significativamente muy elevado, Así que la sociedad y todos tenemos que poner cartas en el asunto y empezar a actuar: Los estados depresivos en la jubilación y ancianidad serán importantes, comunes, pero tratables.