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La situación
de los ferias novohispanas a fines del siglo XVIII
1. Introducción
1
La celebración de la feria de Jalapa dependía completamente de la
llegada de la flota de naves proveniente de la Península. Los barcos venían
cargados con mercancías de alta demanda, productos y manufacturas europeas y
de regiones aledañas. Los permisos de cargamento sólo podía otorgarlos el Tribunal
de Indias, por lo regular estos eran concedidos a los grandes comerciantes
peninsulares, miembros del Consulado e Comerciantes, interesados en hacerse con
los productos agrícolas y metalúrgicos novohispanos.
La de Jalapa era una feria franca, esto es, toda mercancía estaba libre
de los derechos de alcabala, avería, unión de armas y Armada de Barlovento
durante los 2 o 3 meses que duraba la feria1. El establecimiento de precios se hacía
a través de la discusión entre los diputados del Consulado de México y los diputados
de la flota (todos con el cargo de autoridades mientras durara la feria). El estire y
afloje entre ambos grupos se daba de la siguiente manera: los flotistas imponían
precios elevados y ante ello, a los miembros del Consulado retrasaban el cierre de
acuerdos lo más posible, forzando a los flotistas a reducir sus precios ante el peligro
de ver sus mercancías echadas a perder. El internamiento de las mercancías sólo
era permitido una vez finalizada la feria.
1
Manuel Carrera Stampa, “Las ferias novohispanas” en Historia Mexicana, vol. 2, no. 3, ene- mar,
1953, p. 325.
,
2
Consulados peninsulares (Sevilla o Cádiz). La alta demanda de sus mercancías
permitía a los flotistas realizar negocios sumamente ventajosos, por otro lado los
miembros del Consulado, al ser compradores al mayoristas y en acuerdo con las
autoridades novohispanas, lograban acapara las mercancías e imponer sus precios,
aprovechándose también de la situación de alta demanda. La dinámica de la feria
quedaba reducida a los acuerdos y a la competencia entre los grandes comerciantes
novohispanos y los grandes comerciantes peninsulares.
2 Abel Juárez Martínez señala que el único competidor que el Consulado tuvo durante las ferias de Jalapa fue
la Iglesia novohispana. Abel Juárez Martínez, “Las ferias de Xalapa 1720-1778” en Anuario I, Xalapa, Centro de
Estudios Históricos, Universidad Veracruzana, 1977, p. 17-42.
3
Matilde Souto Mantecón no ahonda en esta desconfianza de la Corona hacia los nuevos monopolios
comerciales que ha respaldado, sin embargo, gracias a la lectura de su estudio es posible inferir este hecho.
Matilde Souto Mantecón, “La presencia inglesa en el comerco en el puerto de Veracruz: ¿Comercio librem
protegido, privilegiado o contraband?” en Ramos Santana, Alberto y Alberto Romero Ferrer (coord..) Liberty,
liberté, libertad. El mundo hispánico en la era de las revoluciones, Cádiz, Universidad de Cádiz, 2010, p. 321-
343.
3
La feria de Acapulco no era como tal una feria de flota como la de Veracruz, sino de
una feria de galeón. Pese a la participación de comerciantes provenientes de las
principales ciudades novohispanas, el Consulado de México fue sin duda el mayor
acaparador de las mercancías provenientes de filipinas que se ofrecían en la feria.
4
Carmen Yuste López, Emporios transpacíficos. Comerciantes mexicanos en Manila (1710-1815), México,
UNAM, 2007, p. 261.
5
Es este una versión sumamente compacta del estudio realizado por Carmen Yuste López. Ibíd., p. 282-316.
4
Paulatinamente el interés de la Corona por el comercio transpacífico
entre sus colonias significó la desarticulación de la manera en que éste se venía
realizando. En 1765 se instauró una ruta comercial directa entre Cádiz y Manila,
mientras que en 1785 fue constituida la Real Compañía de Filipinas que vino a
significar un durísimo golpe al monopolio ejercido por la alianza entre el Consulado
de Manila y el Consulado de México. En 1789 el Consulado de México, con la
extensión del libre comercio a toda Nueva España, perdió el control que había
ejercido durante tantas décadas sobre el comercio de importación. El puerto de San
Blas comenzó a competir con Acapulco a partir de 1796.
El gran número de peregrinos que año con año visitaban el santuario de la Virgen
de San Juan de los Lagos6 creó una afluencia permanente de visitantes sobre el
poblado que pronto fue aprovechada por los comerciantes de la región. Para 1776
fue instituida de manera oficial la fiesta titular de la virgen el día 8 de diciembre de
cada año, acontecimiento que fijó un día para el peregrinaje en masa a la
localidad.
6
Construido entre 1732 y 1769 según Manuel Carrera Stampa. Manuel Carrera Stampa, op. cit., p. 334.
5
consulado propio hacia 1795. Dos años más tarde habría de emitirse la Cédula Real
que avalara a la fiesta titular de San Juan como feria franca.
El libre comercio que había significado el fin de la feria de Jalapa fue para
la feria de San Juan tan sólo el inicio de su etapa internacional8: se realizaron
7
Los estudios regionales elaborados por María Ángeles Gálvez y Antonio Ibarra son fundamentales para
comprender la importancia que tuvo la feria de San Juan en la Nueva España de finales del siglo XVIII, una
condensación del trabajo de gran parte de sus vidas se encuentra en: María Ángles Gálvez y Antonio Ibarra,
“Comercio local y circulación regional de importaciones: la feria de San Juan de los Lagos en la Nueva España”
en Historia Mexican, vol. 46, no. 3, ene-mar, 1997, p. 585.
8
Saúl Jerónimo Romero, “La feria de San Juan de los Lagos” en IV Anuario Conmemorativo del V Centenario
de la Llegada Española a América, UAM/A, p. 177.
6
intercambios de productos locales por productos traídos de distintas regiones del
dominio hispánico y otros tantos introducidos al territorio novohispano a través del
contrabando. Esta revitalización y ascenso de la feria sólo fueron interrumpidos por
el estallido de la revolución de independencia en 1810.
5. Conclusiones
Como hemos visto, el fin de la feria de Jalapa sobrevino con la liberalización de los
mercados en 1778, mientras que la caída de la feria de Acapulco se dio con el golpe
que significó la intervención de la Corona en el comercio transpacífico a través9 de
la Real Compañía de Filipinas instaurada en 1785. La desarticulación de las dos
ferias novohispanas más importantes frenó de manera abrupta el control que el
Consulado de México poseía sobre el comercio de importaciones en Nueva España,
con él cayeron también el control total sobre las exportaciones comerciales que el
Consulado de Cádiz había mantenido en la región a través del Atlántico, y que el
Consulado de Manila había tenido a través del Pacífico.
9
Como bien señaló Ernest Sánchez Santiró. Ernest Sánchez Santiró, “Una modernización conservadora. El
reformismo borbónico y su impacto sobre la economía, la fiscalidad y las instituciones” en García Ayluardo,
Clara (coord.), Las reformas borbónicas, 1750-1808, México, CIDE/FCE, 2010, p. 336.
10
Marina Alfonso Mola, “El tráfico marítimo y el comercio de Indias en el siglo XVIII”, en Cuadernos
Monográficos del Instituto de Historia y Cultura Naval, v. 41, 2002, p. 128.
7
ello, los funcionarios reales nunca se atrevieron a liberar de manera completa el
comercio, sino que optaron por un incipiente liberalización en el margen del Antiguo
Régimen. De ahí que Saúl Jerónimo Romero considere ambiguos los propósitos de
la Corona, siendo que por un lado buscaban la transformación del comercio
existente, mientras que por el otro buscaron siempre apoyarse en instituciones
tradicionales11.
11
Saúl Jerónimo Romero, op. cit., p. 175.
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Bibliografía