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Monopolizar y desmonopolizar la distribución de mercancías.

La situación
de los ferias novohispanas a fines del siglo XVIII

1. Introducción

Las puertas de entrada del comercio de importación del comercio novohispano


estaban ubicadas en Acapulco y Veracruz, fue por ello que a lo largo de casi todo
el siglo XVIII la distribución de mercancías se llevó a cabo a través de las ferias
celebradas en, o en las cercanías, de dichos puertos. Quien lograba imponer sus
intereses en tales eventos lograba controlar la oferta de productos extranjeros en
un mercado en donde su demanda era sumamente alta.

A finales del siglo XVIII la Corona decidió transformar la forma tradicional


de comercio en la monarquía, ello implicó una intervención directa o indirecta en los
campos de acción de los poderes monopólicos más antiguos, y por ende
consolidados, tanto en Nueva España como en otros puntos del dominio hispánico.

Es pues mi propósito en el presente ensayo, estudiar las ferias más


importantes del siglo XVIII novohispano, en su organización, sus formas de
negociación, y principalmente, en su destino tras la materialización del proyecto de
libre comercio borbónico.

A las ferias de Jalapa y de Acapulco añado la de San Juan de los Lagos


a mi análisis, ello por considerarla un proyecto alternativo surgido en la última
década del siglo y que revelo de inmediato una posible revitalización de la noción
borbónica de feria.

2. La feria de la flota de Jalapa

El importante intercambio de mercancías que se llevó a cabo en la ciudad de Jalapa,


durante la feria, desde 1718 estuvo controlado principalmente por los virreyes
novohispanos, por el Consulado de Comerciantes de la Ciudad de México y por el
Consulado de Comerciantes de Sevilla, que en 1765 fue trasladado a la ciudad de
Cádiz.

1
La celebración de la feria de Jalapa dependía completamente de la
llegada de la flota de naves proveniente de la Península. Los barcos venían
cargados con mercancías de alta demanda, productos y manufacturas europeas y
de regiones aledañas. Los permisos de cargamento sólo podía otorgarlos el Tribunal
de Indias, por lo regular estos eran concedidos a los grandes comerciantes
peninsulares, miembros del Consulado e Comerciantes, interesados en hacerse con
los productos agrícolas y metalúrgicos novohispanos.

La llegada de la flota era anunciada por navíos de aviso y una vez


recibida la noticia, el virrey se encargaba de emitir bandos para la capital y demás
ciudades y villas. La feria era vigilada por el conjunto de tres diputados
pertenecientes al Consulado de México, 3 diputados representantes de la flota, un
grupo de autoridades de la Real Haciendo al que se añadían algunas autoridades
de las localidades de Veracruz y Jalapa. Cuando las mercancías eran descargadas
y transportadas a Jalapa, debían tener ya dueño, las guías y los boletos de
“marchamos” las amparaban hasta ser consignados a sus compradores.

La de Jalapa era una feria franca, esto es, toda mercancía estaba libre
de los derechos de alcabala, avería, unión de armas y Armada de Barlovento
durante los 2 o 3 meses que duraba la feria1. El establecimiento de precios se hacía
a través de la discusión entre los diputados del Consulado de México y los diputados
de la flota (todos con el cargo de autoridades mientras durara la feria). El estire y
afloje entre ambos grupos se daba de la siguiente manera: los flotistas imponían
precios elevados y ante ello, a los miembros del Consulado retrasaban el cierre de
acuerdos lo más posible, forzando a los flotistas a reducir sus precios ante el peligro
de ver sus mercancías echadas a perder. El internamiento de las mercancías sólo
era permitido una vez finalizada la feria.

Los grandes beneficiados por la realización de la feria eran los mismos


sujetos que la controlaban y organizaban: el Consulado de México, el virrey y los

1
Manuel Carrera Stampa, “Las ferias novohispanas” en Historia Mexicana, vol. 2, no. 3, ene- mar,
1953, p. 325.
,

2
Consulados peninsulares (Sevilla o Cádiz). La alta demanda de sus mercancías
permitía a los flotistas realizar negocios sumamente ventajosos, por otro lado los
miembros del Consulado, al ser compradores al mayoristas y en acuerdo con las
autoridades novohispanas, lograban acapara las mercancías e imponer sus precios,
aprovechándose también de la situación de alta demanda. La dinámica de la feria
quedaba reducida a los acuerdos y a la competencia entre los grandes comerciantes
novohispanos y los grandes comerciantes peninsulares.

Sin embargo, al depender la feria directamente del irregular sistema de


flotas y de la protección de los grandes monopolios, al ser instaurado el Libre
Comercio en 1778, su celebración fue interrumpida. El debilitamiento de los grandes
consulados de México y de Cádiz permitió que las casas comerciales de Veracruz,
cuya competencia directa con el consulado capitalino era marcada, se organizaran
y solicitaran al rey la autorización de un consulado propio, petición que fue aceptada
en 1795.

Fue el Consulado de México, del lado novohipano, el verdadero


beneficiado con las celebraciones de las ferias de Jalapa2, por otro lado, su caída
con la apertura comercial, significó el auge del Consulado de Veracruz, cuyo
principal opositor serían en el tráfico angloamericanas en el Atlántico. El
desconocimiento de las concesiones reales para la realización de este tipo de
comercio revela que en la alianza de la Corona con el nuevo consulado reinaba aún
la desconfianza3.

3. La feria del galeón filipino de Acapulco

2 Abel Juárez Martínez señala que el único competidor que el Consulado tuvo durante las ferias de Jalapa fue
la Iglesia novohispana. Abel Juárez Martínez, “Las ferias de Xalapa 1720-1778” en Anuario I, Xalapa, Centro de
Estudios Históricos, Universidad Veracruzana, 1977, p. 17-42.
3
Matilde Souto Mantecón no ahonda en esta desconfianza de la Corona hacia los nuevos monopolios
comerciales que ha respaldado, sin embargo, gracias a la lectura de su estudio es posible inferir este hecho.
Matilde Souto Mantecón, “La presencia inglesa en el comerco en el puerto de Veracruz: ¿Comercio librem
protegido, privilegiado o contraband?” en Ramos Santana, Alberto y Alberto Romero Ferrer (coord..) Liberty,
liberté, libertad. El mundo hispánico en la era de las revoluciones, Cádiz, Universidad de Cádiz, 2010, p. 321-
343.

3
La feria de Acapulco no era como tal una feria de flota como la de Veracruz, sino de
una feria de galeón. Pese a la participación de comerciantes provenientes de las
principales ciudades novohispanas, el Consulado de México fue sin duda el mayor
acaparador de las mercancías provenientes de filipinas que se ofrecían en la feria.

Entre 1769 y 1770 fue constituido el Consulado de Manila, quien en


conjunto con el Consulado de México y el virrey, controlaba la realización de la feria
de Acapulco. A diferencia de la feria de Jalapa, se pretendió que su realización fuese
de la manera más regulada posible, se intentó que el galeón filipino trajera
mercancías asiáticas una vez al año durante sus primeros meses. Ante la noticia de
la salida del galeón, el virrey publicaba bandos para que los comerciantes asistieran
a la feria que habría de celebrarse próximamente en Acapulco.

Las autoridades de Acapulco se encargaban de llevar a cabo actividades


adminsitrativas de la feria: cotejar registros de embarque con piezas descargadas
para autorizar su traslado a los lugares en donde se llevarían a cabo las
transacciones4. Delegados de los comerciantes de Manila y de los comerciantes de
la ciudad de México se encargaban de establecer las normas más básicas para la
realización de las transacciones.

Al igual que a los comerciantes peninsulares, a los filipinos les


interesaban los productos agrícolas y metalúrgicos novohispanos, por su parte, los
americanos buscaban la adquisición de manufacturas (como seda y porcelana) y de
especias, producto con una alta demanda en Nueva España. Las transacciones se
efectuaban como en la feria de Jalapa, los filipinos establecían un precio ventajoso
que era negociado por los intermediarios de los comerciantes mayoristas de la
Ciudad de México y por comerciantes menudistas. Sin embargo, también existía
una intercambio privado en el que las sociedades comerciales y los lazos de
parentesco jugaban un papel importante5.

4
Carmen Yuste López, Emporios transpacíficos. Comerciantes mexicanos en Manila (1710-1815), México,
UNAM, 2007, p. 261.
5
Es este una versión sumamente compacta del estudio realizado por Carmen Yuste López. Ibíd., p. 282-316.

4
Paulatinamente el interés de la Corona por el comercio transpacífico
entre sus colonias significó la desarticulación de la manera en que éste se venía
realizando. En 1765 se instauró una ruta comercial directa entre Cádiz y Manila,
mientras que en 1785 fue constituida la Real Compañía de Filipinas que vino a
significar un durísimo golpe al monopolio ejercido por la alianza entre el Consulado
de Manila y el Consulado de México. En 1789 el Consulado de México, con la
extensión del libre comercio a toda Nueva España, perdió el control que había
ejercido durante tantas décadas sobre el comercio de importación. El puerto de San
Blas comenzó a competir con Acapulco a partir de 1796.

Si bien no se interrumpió la realización de la feria de Acapulco, pues a


diferencia de la de Jalapa, ésta nunca dependió del trafico flotista, lo que si ocurrió
fue un debilitamiento llevado a cabo por la Corona, de los dos grandes organismos
involucrados en el comercio transpacífico: el Consulado de Manila y el Consulado
de México. La Real Compañía de Filipinas devendría en el principal aliado de la
Corona en este eje comercial.

4. La feria de San Juan de los Lagos

El gran número de peregrinos que año con año visitaban el santuario de la Virgen
de San Juan de los Lagos6 creó una afluencia permanente de visitantes sobre el
poblado que pronto fue aprovechada por los comerciantes de la región. Para 1776
fue instituida de manera oficial la fiesta titular de la virgen el día 8 de diciembre de
cada año, acontecimiento que fijó un día para el peregrinaje en masa a la
localidad.

Además de haber sido sede de una aparición mariana, en San Juan de


los Lagos confluían diversos caminos que conectaban el norte con el Bajío, además,
estaba localizado en medio de regiones ricas en producción agrícola y minera. En
las cercanías, en la ciudad de Guadalajara, la coordinación de los comerciantes del
occidente y noroeste novohispano había conseguido el permiso de formar un

6
Construido entre 1732 y 1769 según Manuel Carrera Stampa. Manuel Carrera Stampa, op. cit., p. 334.

5
consulado propio hacia 1795. Dos años más tarde habría de emitirse la Cédula Real
que avalara a la fiesta titular de San Juan como feria franca.

A diferencia de la feria del galeón filipino de Acapulco y de la feria de flota


de Jalapa, la feria de San Juan de los Lagos no tuvo su origen en el comercio
internacional, sino en el local. En ella circulaban productos agrícolas, ganaderos,
textiles y artesanales de las zonas circunvecinas, este comercio regional abastecía
de manera rápida a las ciudades y centros mineros del occidente y del norte, que
se ahorraban el traslado centros comerciales más lejanos como Puebla, Oaxaca o
la Ciudad de México. El Consulado de la Ciudad de México brillaba por la poca
influencia que ejercía sobre este importante evento de intercambio, esto, si bien no
significó que no hubiese habido acaparición, sí permitió que gran parte de las ventas
se hicieran al menudeo, situación que benefició enormemente a los pequeños y
medianos comerciantes, tanto a los regionales como a los que venían de otras
partes de Nueva España.

La Cédula Real había dejado en manos del Consulado de Guadalajara el


control de la feria de San Juan. La Corona le encargó a este organismo la
construcción de 100 cajones que habrían de utilizarse para la realización de los
transacciones, y cuyo alquiler le sería cedido. También le fue impuesta la
responsabilidad de construir una aduana. Como beneficio, los delegados de este
consulado se encargarían del cuidado de la feria. Fueron en realidad estos altos
comerciantes del Bajío los que controlaron el mercado interregional de
importaciones llevando a la feria una gran cantidad de mercancías extranjeras para
su venta7.

El libre comercio que había significado el fin de la feria de Jalapa fue para
la feria de San Juan tan sólo el inicio de su etapa internacional8: se realizaron

7
Los estudios regionales elaborados por María Ángeles Gálvez y Antonio Ibarra son fundamentales para
comprender la importancia que tuvo la feria de San Juan en la Nueva España de finales del siglo XVIII, una
condensación del trabajo de gran parte de sus vidas se encuentra en: María Ángles Gálvez y Antonio Ibarra,
“Comercio local y circulación regional de importaciones: la feria de San Juan de los Lagos en la Nueva España”
en Historia Mexican, vol. 46, no. 3, ene-mar, 1997, p. 585.
8
Saúl Jerónimo Romero, “La feria de San Juan de los Lagos” en IV Anuario Conmemorativo del V Centenario
de la Llegada Española a América, UAM/A, p. 177.

6
intercambios de productos locales por productos traídos de distintas regiones del
dominio hispánico y otros tantos introducidos al territorio novohispano a través del
contrabando. Esta revitalización y ascenso de la feria sólo fueron interrumpidos por
el estallido de la revolución de independencia en 1810.

La alianza de los intereses de la Corona de debilitar a los viejos


monopolios e incentivar formas de comercio con tintes más liberales, encontraron
en los comerciantes emergentes del Bajío, un ventajoso aliado. Por su parte el
Consulado de Guadalajara encontró una vía de empoderamiento que no alteró el
equilibrio regional instaurado por la feria de San Juan. La dinámica comercial de
esta feria era algo novedoso para Nueva España, y de no haber sido interrumpido
el gobierno borbónico en 1808, bien pudo haber representado una nueva vía para
la realización de ferias en la América hispánica.

5. Conclusiones

Como hemos visto, el fin de la feria de Jalapa sobrevino con la liberalización de los
mercados en 1778, mientras que la caída de la feria de Acapulco se dio con el golpe
que significó la intervención de la Corona en el comercio transpacífico a través9 de
la Real Compañía de Filipinas instaurada en 1785. La desarticulación de las dos
ferias novohispanas más importantes frenó de manera abrupta el control que el
Consulado de México poseía sobre el comercio de importaciones en Nueva España,
con él cayeron también el control total sobre las exportaciones comerciales que el
Consulado de Cádiz había mantenido en la región a través del Atlántico, y que el
Consulado de Manila había tenido a través del Pacífico.

La última fase del reformismo borbón atendió a una lógica de


modernización conservadora en la que el monopolio fue combatido por la Corona a
través de la multiplicación del privilegio corporativo a lo largo y ancho de la
monarquía. Predominó en todo momento la política del absolutismo ilustrado 10, por

9
Como bien señaló Ernest Sánchez Santiró. Ernest Sánchez Santiró, “Una modernización conservadora. El
reformismo borbónico y su impacto sobre la economía, la fiscalidad y las instituciones” en García Ayluardo,
Clara (coord.), Las reformas borbónicas, 1750-1808, México, CIDE/FCE, 2010, p. 336.
10
Marina Alfonso Mola, “El tráfico marítimo y el comercio de Indias en el siglo XVIII”, en Cuadernos
Monográficos del Instituto de Historia y Cultura Naval, v. 41, 2002, p. 128.

7
ello, los funcionarios reales nunca se atrevieron a liberar de manera completa el
comercio, sino que optaron por un incipiente liberalización en el margen del Antiguo
Régimen. De ahí que Saúl Jerónimo Romero considere ambiguos los propósitos de
la Corona, siendo que por un lado buscaban la transformación del comercio
existente, mientras que por el otro buscaron siempre apoyarse en instituciones
tradicionales11.

Estas instituciones tradicionales a las que la Corona busco aliarse a


finales del siglo XVIII fueron el Consulado de Comerciantes de Veracruz, la Real
Compañía de Filipinas y el Consulado de Comerciantes de Guadalajara. La primera
pudo surgir con la caída de la estrecha relación entre el Cosulado de Cádiz y el
Consulado de México y el dominio que ejercían sobre las importaciones y su
circulación a través de la feria de Guadalajara. La segunda vino a representar de
manera fuerte e impositiva los deseos de la Corona de desarticular el monopolio de
la introducción de las mercancías asiáticas en Nueva España, ejercido por la alianza
entre el Consulado de Manila y el Consulado de México. La última representa un
caso particular puesto que aprovecha una fiesta religiosa para consolidar sus
intereses, además de que experimenta con una forma de comercio que se ajusta de
manera perfecta a la apertura de los mercados de la monarquía. Su cierre se debió
más al riesgo que podía devenir si caía en manos de la insurgencia novohispana,
que a su fracaso como evento comercial.

11
Saúl Jerónimo Romero, op. cit., p. 175.

8
Bibliografía

 ALFONSO MOLA, Marina, “El tráfico marítimo y el comercio de Indias en el


siglo XVIII” en Cuadernos Monográficos del Instituto de Historia y Cultura
Naval, v. 41, 2002, p. 105-129.
 CARRERA STAMPA, Manuel, “Las ferias novohispanas” en Historia
Mexicana, vol. 2, no. 3, ene- mar, 1953, p. 319-342.
 GÁLVEZ, María Ángeles y Antonio Ibarra, “Comercio local y circulación
regional de importaciones: la feria de San Juan de los Lagos en la Nueva
España” en Historia Mexicana, vol. 46, no. 3, ene-mar, 1997, p. 581-616.
 JUÁREZ MARTÍNEZ, Abel, “Las ferias de Xalapa 1720-1778” en Anuario I,
Xalapa, Centro de Estudios Históricos, Universidad Veracruzana, 1977, p.
17-42.
 ROMERO, Saúl Jerónimo, “La feria de San Juan de los Lagos” en IV Anuario
Conmemorativo del V Centenario de la Llegada Española a América, México,
UAM/ A, p. 159-182.
 SÁNCHEZ SANTIRÓ, Ernest, “Una modernización conservadora. El
reformismo borbónico y su impacto sobre la economía, la fiscalidad y las
instituciones” en GARCÍA AYLUARDO (coord.), Las reformas borbónicas,
1750-1808, México, CIDE/FCE, 2010, p. 288-336.
 SOUTO MANTECÓN, Matilde, “La presencia inglesa en el comercio en el
puerto de Veracruz: ¿Comercio libre, protegido, privilegiado o contrabando?”
en RAMOS SANTANA, Alberto y Alberto ROMERO FERRER (coord.),
Liberty, liberté, libertad. El mundo hispánico en la era de las revoluciones,
Cádiz, Universidad de Cádiz, 2010, p. 321-343.
 YUSTE, Carmen, Emporios transpacíficos. Comerciantes mexicanos en
Manila, 1710-1815, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas,
2007 (Historia Novohispana, 78), 512 p.

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