LA VALIDEZ DE LOS POSTULADOS MARGINALISTAS Y LA TEORIA
DEL INTERES Si el principio marginalista sobre el modo en que las proporciones de los factores varían con sus remuneraciones relativas es erróneo, queda por preguntarse qué fundamento teórico permanece para la noción de funciones de demanda de factores. Una respuesta satisfactoria a esta pregunta no puede darse antes de que se hayan desarrollado mejor las implicaciones de la crítica a la teoría marginalista. Sin embargo, no parece imposible extraer de cuanto se ha dicho algunas conclusiones relacionadas con la finalidad de estas notas. En la sección tercera, para mostrar cómo de las variaciones en las proporciones de dos factores se llega a funciones de demanda de cada uno de ellos, se consideró primero la relación entre el precio del servicio de un factor y la cantidad empleada del factor, suponiendo que la cantidad empleada del otro factor era constante. De la forma de la relación así obtenida, a la que correspondía una relación análoga para el otro factor, se había deducido la posibilidad de considerar estas relaciones como funciones de demanda, capaces de determinar, junto con la oferta de los factores, los precios de sus servicios. Supongamos ahora, para simplificar, que la producción requiere únicamente trabajo y capital y sigamos el mismo procedimiento. En primer lugar, tendremos en el valor del capital físico empleado variaciones a las que no corresponde ningún cambio en el capital físico mismo: variaciones debidas exclusivamente a la modificación de los valores de los bienes de capital en términos de la mercancía escogida para medir el capital. Así, si suponemos, por un momento, que el capital físico de equilibrio no cambia cuando varía el interés, es decir, que no cambian las técnicas productivas ni las cantidades de bienes producidos, el valor de los bienes de capital podrá aumentar o disminuir, o tener aumentos y disminuciones alternativos, a medida que la tasa de interés aumente (o disminuya) en forma continua. Y estas variaciones tendrán diversa intensidad y diverso signo, según las diferentes mercancías que se tomen como unidad de valor. En segundo lugar, al variar la tasa de interés, tendremos las variaciones del valor del capital físico que corresponden a modificaciones en el capital físico mismo, debidas a cambios en las técnicas más ventajosas para la producción de los bienes de consumo, o a cambios en las proporciones en que se producen dichos bienes. De acuerdo con las teorías marginalistas, estas modificaciones del capital físico asegurarían el aumento del valor de los bienes de capital empleados cuando disminuyeran la tasa de interés, y viceversa. Pero, como hemos visto, el análisis que sostiene esta conclusión no es válido, y no es de ninguna manera necesario que este segundo tipo de variaciones se dé en una dirección más bien que en otra. Juntando los dos efectos que hemos considerado separadamente, es poco lo que parece posible afirmar en general sobre la forma de la relación entre el valor del capital físico y la tasa de interés: si imaginamos que dicha relación está representada en una curva en un sistema de ejes rectangulares, donde la tasa de interés esté sobre las ordenadas, la curva podrá, al subir, moverse hacia la derecha o hacia la izquierda e invertir ese movimiento con una frecuencia cualquiera. Y, naturalmente, la forma de esa curva será distinta, según la mercancía o conjunto de mercancías que se utilicen para definir la unidad de valor.