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VII.

LA VALIDEZ DE LOS POSTULADOS MARGINALISTAS Y LA TEORIA


DEL INTERES
Si el principio marginalista sobre el modo en que las proporciones de los factores
varían con sus remuneraciones relativas es erróneo, queda por preguntarse qué
fundamento teórico permanece para la noción de funciones de demanda de
factores. Una respuesta satisfactoria a esta pregunta no puede darse antes de
que se hayan desarrollado mejor las implicaciones de la crítica a la teoría
marginalista. Sin embargo, no parece imposible extraer de cuanto se ha dicho
algunas conclusiones relacionadas con la finalidad de estas notas. En la sección
tercera, para mostrar cómo de las variaciones en las proporciones de dos
factores se llega a funciones de demanda de cada uno de ellos, se consideró
primero la relación entre el precio del servicio de un factor y la cantidad empleada
del factor, suponiendo que la cantidad empleada del otro factor era constante.
De la forma de la relación así obtenida, a la que correspondía una relación
análoga para el otro factor, se había deducido la posibilidad de considerar estas
relaciones como funciones de demanda, capaces de determinar, junto con la
oferta de los factores, los precios de sus servicios. Supongamos ahora, para
simplificar, que la producción requiere únicamente trabajo y capital y sigamos el
mismo procedimiento.
En primer lugar, tendremos en el valor del capital físico empleado variaciones a
las que no corresponde ningún cambio en el capital físico mismo: variaciones
debidas exclusivamente a la modificación de los valores de los bienes de capital
en términos de la mercancía escogida para medir el capital. Así, si suponemos,
por un momento, que el capital físico de equilibrio no cambia cuando varía el
interés, es decir, que no cambian las técnicas productivas ni las cantidades de
bienes producidos, el valor de los bienes de capital podrá aumentar o disminuir,
o tener aumentos y disminuciones alternativos, a medida que la tasa de interés
aumente (o disminuya) en forma continua. Y estas variaciones tendrán diversa
intensidad y diverso signo, según las diferentes mercancías que se tomen como
unidad de valor.
En segundo lugar, al variar la tasa de interés, tendremos las variaciones del valor
del capital físico que corresponden a modificaciones en el capital físico mismo,
debidas a cambios en las técnicas más ventajosas para la producción de los
bienes de consumo, o a cambios en las proporciones en que se producen dichos
bienes. De acuerdo con las teorías marginalistas, estas modificaciones del
capital físico asegurarían el aumento del valor de los bienes de capital
empleados cuando disminuyeran la tasa de interés, y viceversa. Pero, como
hemos visto, el análisis que sostiene esta conclusión no es válido, y no es de
ninguna manera necesario que este segundo tipo de variaciones se dé en una
dirección más bien que en otra.
Juntando los dos efectos que hemos considerado separadamente, es poco lo
que parece posible afirmar en general sobre la forma de la relación entre el valor
del capital físico y la tasa de interés: si imaginamos que dicha relación está
representada en una curva en un sistema de ejes rectangulares, donde la tasa
de interés esté sobre las ordenadas, la curva podrá, al subir, moverse hacia la
derecha o hacia la izquierda e invertir ese movimiento con una frecuencia
cualquiera. Y, naturalmente, la forma de esa curva será distinta, según la
mercancía o conjunto de mercancías que se utilicen para definir la unidad de
valor.

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