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Al término del entrenamiento en la Academia de Correcciones de Nuevo México los cadetes de

la clase internacional ya no son los mismos. Ahora, cuentan con las herramientas éticas, tácticas
y prácticas necesarias para reconstruir, desde sus cimientos, nuevas instituciones penitenciarias
en sus países de origen.

Visten su uniforme de gala. Enfundados en azul y caqui, alineados, 58 estudiantes irrumpen al


gimnasio marchando con paso decidido, en perfecta sincronía. Sus rostros denotan alegría y sus
cuerpos, perfectamente erguidos, proyectan el orgullo de pertenecer a una nueva generación, la
generación del cambio.

Estudiantes de la séptima generación internacional de la


Academia de Correcciones de Nuevo México visitan las antiguas instalaciones de la prisión estatal.
[Redacción Ágora]

Cadetes con máscaras anti-gas durante un entrenamiento de formación antimotines. [Redacción


Ágora]
Es la graduación de 39 instructores penitenciarios mexicanos, 10 hondureños, cinco beliceños y
cuatro guatemaltecos quienes integraron la séptima generación internacional que recibe Nuevo
México para compartir técnicas, procesos y procedimientos de un sistema penitenciario probado
que, en su momento, adoleció de los mismos problemas por los que atraviesan las cárceles en
América Latina.

La experiencia es de siete semanas de trabajo extenuante y cada día está lleno de nuevos retos.

Sus jornadas son largas y fatigantes. Empiezan a las 8 de la mañana y con frecuencia concluyen a
las 9 de la noche. Pero en la mente de los futuros instructores del sistema penitenciario mexicano
no hay lugar para vacilaciones. Se entregan por completo. Saben que las enseñanzas que recojan
durante su estancia en Nuevo México serán las semillas para la construcción de nuevas
instituciones, sanas y libres de corrupción.

El cansancio no es opción para los estudiantes que, de manera consistente, demuestran su interés
por captar las enseñanzas al pie de la letra. Para los mexicanos el reto es formar parte de un
grupo de profesionales con sólidas bases morales, que no se inmute ante las acciones corruptibles
de narcotraficantes; un grupo que sepa controlar motines de reos, que pueda responder
adecuadamente ante situaciones de emergencia y que en lugar de usar la fuerza para someter a
los internos, utilice técnicas alternativas con pleno respeto a los derechos humanos.

La tarea no es fácil. Pero los 39 cadetes mexicanos están dispuestos a ser parte del cambio
impulsado por su presidente Felipe Calderón. Saben que de ellos depende la transformación de
las cárceles de México que, hasta ahora, arrastran el estigma de ser “escuelas del crimen” en las
que los internos perfeccionan sus prácticas y afinan conexiones para convertirse en mejores
criminales y cuando los liberan, continúan siendo el terror de las calles.

Pero como Óscar, uno de los instructores más apasionados en su tarea, los cadetes están
convencidos de que las nuevas generaciones de guardias y custodios cambiarán la imagen y la
función de las cárceles de México. “Los cuerpos de seguridad en México son vistos como
represores, que sólo responden con violencia ante situaciones difíciles; que somos hechos para
golpear, pero en realidad nuestra función va más allá. Somos rehabilitadores sociales”, comenta
el instructor mexicano.

Óscar se graduó como instructor en la tercera generación internacional en Nuevo México y ahora
trabaja en la Academia Nacional de Correcciones en México en el estado de veracruz. Cinco
instructores más de México, Guatemala y Belice también son egresados de la misma institución
en Nuevo México y regresaron como instructores a compartir sus experiencias con los nuevos
estudiantes.

Convencidos del papel que juegan en la ecuación del cambio, los estudiantes no dan espacio al
cansancio o la desesperación. Diariamente, con paso firme y decisivo, empiezan su jornada con
marchas vigorosas. Luego, se entregan a las rutinas de ejercicios físicos y mentales que
demandan las siete semanas de entrenamiento.

Disciplina es una de las claves del curso intensivo en la academia. Las inspecciones de
dormitorios por orden y limpieza; los entrenamientos tipo pelotón, las sentadillas y lagartijas no
quebrantan la voluntad de los cadetes. Saben que no hay alternativa: La renuncia no está entre
sus opciones; ellos son los elegidos para iniciar el proceso de revolucionar el sistema
penitenciario en sus países.

La Academia de Correcciones de Nuevo México es la primera institución acreditada por la


Asociación Americana de Correcciones por sus altos estándares educativos. La importancia del
cambio en el trato a los internos y el particular énfasis en dejar el uso de fuerza como recurso
extremo en el control de reclusorios son parte medular de la enseñanza.

“Además de técnicas y procedimientos para la operación eficiente de un penal, aprendemos


formas efectivas para tratar a los internos”, señala Óscar. “Estamos inmersos en una nueva
visión, la transformación del sistema penitenciario mexicano”.

Los mexicanos participan en las clases sobre defensas tácticas; saben la magnitud de la
importancia de aprender y aplicar los nuevos conocimientos para ser capaces de sofocar brotes
de violencia como los vividos en las cárceles de Juárez y Sinaloa en donde los saldos de decenas
de muertes han sido el común denominador. La tarea de mantener un penal seguro, sin inci-
dencias, es parte esencial del enfoque de la instrucción.

Por eso, las enseñanzas de los instructores de Nuevo México, Randy vallejos, Amanda valencia,
Ernie Corriz,Brenda Chávez, Gilberto Lozano y Mark Montoya son atendidas con especial
atención. Los cadetes entienden a la perfección la utilidad de aprender como extraer, de manera
segura y sin exceso de fuerza, a un interno de su celda.

Las clases, sin excepción, buscan fortalecer el temple de quienes en el futuro instruirán a futuras
generaciones en sus propias naciones; buscan la formación de custodios que sepan manejar a
internos manipuladores, buscan formar profesionales con una fuerte coraza capaz de resistir
sobornos. Buscan formar custodios incorruptibles.

Las sesiones hacen énfasis en manejo de estrés, la importancia de las relaciones familiares sanas
y de mantenerse en buena condición física.

En adición a la instrucción académica en el aula, cada día de la estancia de los cadetes en Nuevo
México promete una emoción. Ernie Corriz, responsable de la clase teórica y práctica sobre
agentes químicos, prepara la siguiente aventura.
Los cadetes están concientes de lo que se aproxima y pacientemente esperan a que Corriz lance
la granada de C.S., un tipo de gas que se dispersa en forma de humo y que se utiliza para
controlar motines. Y a la voz de “¡vamos!” los alumnos, hombres y mujeres, sin excepción,
pasan a través de un pasillo, uno tras de otro, sin prisa y sin perder el control. Aspiran el gas y
experimentan la sensación quemante, ardiente en sus rostros y axilas; cuando salen del pasillo
inundado de humo, algunos corren a la barda alambrada a tomar aire fresco, otros vomitan y
otros más con la nariz y ojos rojos solo alcanzan a exclamar: “Ah, por quince segundos sentí que
me asfixiaba, que me moría; esto no lo había sentido nunca”. Y es que justamente esa es la idea,
responde Corriz, tienen que experimentar el gas por si en algún momento lo tienen que usar,
estén familiarizados con los efectos inmediatos.

El instructor Lozano también aporta dosis de adrenalina a la instrucción. Con máscaras anti-gas,
los alumnos realizan su práctica de acondicionamiento físico, corren en los alrededores de la
academia y luego se preparan para la instrucción específica de formaciones para disuadir
motines. Algo totalmente nuevo para los cadetes porque en México, hasta ahora, la función de
antimotines corresponde a las policías.

Control y custodia de llaves y equipo, procedimientos de pase de lista, métodos de revisión para
prevenir entrada de armas y tráfico de drogas en los penales; traslado de reos, derechos humanos,
preservación de evidencias, comunicaciones, operación de la central de control, reconocimiento
de narcóticos, enfermedades infecciosas y demostraciones de unidades caninas, son parte del
currículum.

Dwayne Santistevan, administrador de la Unidad de Inteligencia de Amenazas de Seguridad,


también comparte sus conocimientos sobre el tratamiento de pandillas en los penales y la
importancia de identificar a los miembros de cada uno de esos grupos criminales para mantener
control sobre sus acciones al interior de los penales.

El entranamiento de identificación de pandillas provee a los cadetes con conocimientos sobre


técnicas de clasificación de pandillas y entrevistas a pandilleros. Asimismo, concientiza sobre la
importancia de contar con una unidad de inteligencia al interior de los penales para atacar los
problemas generados por pandillas en las cárceles y sus conexiones con narcotraficantes.

Trece del total de los 58 estudiantes son mujeres. Y las trece entienden el nuevo papel que
jugarán en la reestructuración de los penales de sus países. Hasta ahora, como comenta la
instructora mexicana Liliana, “el trabajo de las mujeres en el sistema penitenciario mexicano se
constriñe a un papel administrativo y como extremo, a vigilar la periferia del penal, nunca
adentro”.

Sin embargo, con el nuevo perfil del personal carcelario, el papel de las mujeres será más
interactivo en los procesos de rehabilitación de internos, estarán en contacto directo con los reos
y tendrán atribuciones similares a las de oficiales masculinos. “Ya era hora de que se hiciera algo
así. Las mujeres tenemos potencial para desarrollar este tipo de trabajo con calidad y
profesionalismo. Ahora habrá más seguridad para realizar nuestro trabajo y más concientización
sobre los peligros de la corrupción”, apunta Liliana.
Óscar y Liliana escogieron esta profesión. No fueron obligados por circunstancias económicas o
por la presión del desempleo para buscar una opción de trabajo dentro del sistema penitenciario
mexicano. Óscar es profesor de carrera; Liliana también cuenta con un título universitario. Pero
llegaron a las prisiones mexicanas porque vieron una oportunidad de servicio social, una arista
para dar un poco de sí mismos en aras del cambio que en estos momentos exige México.

Dentro de la apretada agenda de la academia, también se incluye una visita guiada a la antigua
Prisión del Estado de Nuevo México, las instalaciones que en Febrero de 1980 fueron mudo
testigo del motín más cruento en la historia de los Estados Unidos con un saldo oficial de 33
internos muertos y más de 200 heridos. Los hechos que reportaron quemados vivos, decapitados
y desmembrados.

Adam vigil, coordinador de la Unidad de Inteligencia de Amenazas a la Seguridad de la


Penitenciaría de Nuevo México, guía la visita y con pleno conocimiento de causa explica a los
estudiantes los pormenores de aquel suceso que dio pie a la reforma del sistema penitenciario del
estado.

Antes de la rebelión, la prisión estaba sobrepoblada: con una capacidad para 800 internos,
mantenía una población de 1,200; la comida era pobre y las condiciones higiénicas deplo- rables;
el penal tenía su propio hospital, pero la atención a los reos era de calidad cuestionable; no había
clasificación de internos, convivían criminales de alta peligrosidad con internos no peligrosos.

Entrenar para controlar motines es una destreza esencial cuando los cadetes tengan que
confrontar la violencia en las cárceles. [Ágora Staff]

La narración de vigil y las abandonadas instalaciones de la prisión que cesó operaciones en 1996,
estremece a los cadetes y no falta quien exclame “estas condiciones penitenciarias son
exactamente las que se viven en nuestro país”.

La experiencia de Nuevo México en 1980 no amedrenta a los cadetes, por el contrario, los
impulsa a seguir adelante.
La voz de Óscar de nuevo se hace escuchar: Este grupo de estudiantes quiere hacer la diferencia.
Está dispuesto a cambiar estructuras, de raíz; está dispuesto a dar la lucha, abierta y sin reparos,
contra la más temibles de las dictaduras: el miedo y la ignorancia. Quieren ser parte de la
historia. Su voz es secundada por otras voces de cadetes mexicanos que quieren ser los pioneros
del cambio de un sistema que fue diseñado hace más de cuatro décadas y que adolece del
antiquísimo pecado de la corrupción.

Los cadetes están listos para regresar a sus países. van armados con conocimientos para ser
instructores, han preparado clases, han hablado frente al público, han preparado las lecciones,
pero sobre todo se han convencido de que no hay otro camino que lleve al saneamiento de sus
cárceles si no es la modernización de mentalidad e infraestructura.

Clarence Olivas, enlace entre la academia y el Departamento de Estado de los Estados Unidos es
el mejor testigo de la preparación de los cadetes. “Ellos están preparados para trabajar desde
instalaciones de nivel 2 diseñadas para internos no violentos hasta presidiarios de nivel 6 o
máxima seguridad.

“Ahora, los nuevos instructores entienden la importancia de tratar a los internos como la gente.
Saben que no es necesario el uso extremo de fuerza y valoran la interrelación entre custodios e
internos”, señala Olivas.

“Ahora entienden por qué en Nuevo México podemos dirigirnos a un interno y pedirle
cortésmente: ‘Señor, por favor puede voltear?’. Los estudiantes tienen la oportunidad de observar
por un día la operación de las prisiones estatales, se sientan en diferentes puestos, participan en
las rondas de vigilancia, se sientan en las torres y en los centros de control; participan en
revisiones y escoltan prisioneros; y para cuando concluyen la academia, entienden perfectamente
el valor de la clasificación de los prisioneros”, afirma Olivas.

“No podemos seguir caminando con un palo para golpear a los internos, no aprenderían nada; el
respeto a los derechos humanos es primordial”, agrega el funcionario penitenciario.

El sistema penitenciario de Nuevo México será emulado primero en las prisiones federales de
México, y más tarde en las prisiones estatales con la idea central de mantener la seguridad en las
instalaciones, “esa es nuestra meta principal”, dice Patrick Apodaca, subdirector de la academia.

Los cadetes de México, Honduras, Guatemala y Belice saben que el ejemplo y modelo
penitenciario de Nuevo México no es la panacea para los problemas de sus respectivos sistemas
carcelarios. “Esto no es una varita mágica, pero representa la base para los cambios de estructura
que cada país debe buscar. Esto es sólo el principio”, comenta un dinámico cadete.

El comentario tiene sentido. Cuando en la academia les enseñan técnicas de extracción de


internos de sus celdas, es con base a la ocupación de un interno por celda, pero en cárceles de
Honduras y Guatemala la realidad es muy diferente y pueden encontrarse celdas con más de 20
internos. Muchos de los conocimientos brindados en la academia deben ser adaptados a las
realidades de las cárceles de México y Centroamérica.
Los funcionarios del sistema penitenciario charlan sobre los resultados del programa y la
ceremonia de graduación sigue su curso. El punto central de la conversación es sobre la
Iniciativa Mérida y su impactado en el proceso de modernización de los sistemas penitenciarios,
del éxito del programa de instrucción de la Academia de Correcciones en Nuevo México y de los
planes de expansión a Sudamérica que incluyen países como Brasil.

Y mientras las autoridades discuten los pasos siguientes para continuar con el programas
auspiciados por la Iniciativa Mérida, hacia el mediodía del 27 de agosto del 2010, los cadetes de
la séptima generación internacional de la Academia de Correcciones de Nuevo México marchan
fuera del gimnasio, graduados como instructores penitenciarios y convencidos de que son
agentes del cambio en el que está envuelto su país.

En el auditorio, los presentes se quedaron repitiendo mentalmente los estribillos aun resonando
en sus oídos con ritmos de dignidad y orgullo: “Nos gusta ser cadetes; el camino no es fácil;
todos juntos no hay dolor; somos una misma sangre; que viva nuestra patria! Sin mirar la vista
atrás, estudiando y trabajando tu destino encontrarás. Formador de formadores, los valores a
inculcar”.

“Formamos parte del cambio, cambio de fondo, es una nueva mística, una nueva visión para el
sistema penitenciario mexicano”, comenta Óscar antes de retirarse a preparar su equipaje para
marcharse de regreso a México y continuar con su tarea transformadora.

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