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NÚMERO DE SESIÓN
6/12
APRENDIZAJES ESPERADOS
Interactúa con Se vincula con tradiciones literarias Justifica su elección de textos literarios a partir de las
textos literarios mediante el diálogo intercultural. características de los personajes que presentan y el
lenguaje empleado.
SECUENCIA DIDÁCTICA
(Actividades de diverso tipo que lleven a desarrollar los desempeños esperados; debe especificar lo que
deben hacer los docentes y los estudiantes )
El docente entrega a cada estudiante una copia de las páginas 72 y 73 tomadas del libro Lima y sus
pregones, publicación de EDELNOR. También pueden acceder al texto en PDF en la siguiente dirección:
http://www.edelnor.com.pe/Edelnor/ContenidoFileServer/Libro_Pregones_2010011206075754.pdf
Se realiza una lectura dirigida del texto, con la participación de los estudiantes. Se les recuerda que el
fragmento incluido de los pregones corresponde a la tradición peruana Con días y ollas venceremos de
Ricardo Palma revisada en la primera sesión de esta unidad. Los estudiantes toman apuntes de las ideas que
consideran más importantes.
Luego se procede a leer el texto titulado Pregones de Lima, al rescate de una ciudad que ya no existe
(Ver anexo 4). De igual forma, los estudiantes participan en la lectura oral párrafo por párrafo y el docente,
mediante la técnica de exposición diálogo amplía la información y enfatiza la importancia de este bien
inmaterial, que forma parte de nuestro patrimonio cultural. Los estudiantes emiten sus opiniones.
Con la toma de apuntes de las ideas planteadas, los estudiantes elaboran un esquema creativo sobre Lima y
sus pregones.
Registran su esquema en el cuaderno de trabajo.
CIERRE (15 minutos)
- Los estudiantes investigan sobre el significado de patrimonio cultural y la función que cumple el Ministerio de
Cultura del Perú. Redactan un comentario sobre la importancia de valorar nuestro patrimonio cultural para
entregar en la siguiente sesión.
- Seleccionan dos pregones (coplas) los que más le agraden para considerarlo como parte de la antología
poética.
Una variante podría ser la presentación del pregón en la sesión final con la respectiva recreación de Lima de
antaño y el vestuario típico de la época.
ANEXO 1
Audio del pregón LA PICANTERA
Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=oS-7Fy4LJGM&list=PL07777A38F2B6842D
ANEXO 2
Texto del pregón LA PICANTERA
Como la Leonor
Charqui, mote
(ya se va)
que cumpliré)
(y mani y aceitunas,
a medio y a un real,
Y a dos pesos
ANEXO 4
EDELNOR (2006). Lima y sus pregones. Lima.
Recuperado de:
http://www.edelnor.com.pe/Edelnor/ContenidoFileServer/Libro_Pregones_2010011206075754.pdf
LOS PREGONES DE LIMA
Nadie mejor que don Ricardo Palma para introducirnos en el significado de los pregones capitalinos
y el orden que estos seguían en Lima. Ya lo dijo en su tradición “Con días y ollas venceremos”:
“...hasta pocos años, los vendedores de Lima podían dar tema para un libro por la especialidad de sus
pregones. Algo más. Casas había en que para saber la hora no se consultaba reloj, sino el pregón de
los vendedores ambulantes. Lima ha ganado en civilización, pero se ha despoetizado, y día por día
pierde todo lo que de original y típico tuvo en sus costumbres...”. Y continúa: “Yo he alcanzado esos
tiempos en los que parece que, en Lima, la ocupación de los vecinos hubiera sido tener en continuo
ejercicio los molinos de masticación, llamados dientes y muelas. Juzgue el lector por el siguiente
cuadrito de cómo distribuían las horas en mi barrio, allá cuando yo andaba haciendo novillos por
huertas y murallas, y muy distante de escribir tradiciones y dragonear de poeta, que es otra forma de
matar el tiempo o hacer novillos.
La lechera indicaba las seis de la mañana.
La tisanera y la chichera de Terranova daban su pregón a las siete en punto.
El bizcochero y la vendedora de leche-vinagre, que gritaba “¡a la cuajadita!”, designaban las ocho, ni
minuto más ni minuto menos.
La vendedora de sanguito de ñajú y choncholíes marcaba las nueve, hora de canónigos.
La tamalera era anuncio de las diez.
A las once pasaban la melonera y la mulata del convento vendiendo ranfañote, cocada, bocado de
rey, chancaquitas de cancha y de maní, y frejoles colados.
A las doce aparecían el frutero de canasta llena y el proveedor de empanaditas de picadillo.
La una era indefectiblemente señalada por el vendedor de ante con ante, la arrocera y el alfajorero.
A las dos de la tarde la picaronera, el humitero y el de la rica causa de Trujillo atronaban con sus
pregones.
A las tres el melcochero, la turronera y el anticuchero o vendedor de bisteque en palito, clamoreaban
con más puntualidad que la Marí-Angola de la Catedral.
A las cuatro gritaban la picantera y el de la piñita de nuez.
A las cinco chillaban el jazminero, el de las caramanducas y el vendedor de flores de trapo, que
gritaba:
“¡Jardín, jardín! Muchacha, ¿no hueles?”.
A las seis canturreaban el raicero y el galletero.
A las siete de la noche pregonaban el caramelero, la mazamorrera y la champucera.
A las ocho el heladero y el barquillero.
Aun a las nueve de la noche, junto con el toque de cubrefuego, el animero o sacristán de la parroquia
salía con capa colorada y farolito en mano pidiendo para las ánimas benditas del purgatorio o para la
cera de Nuestro Amo. Este prójimo era el terror de los niños rebeldes para acostarse.
Después de esa hora, era el sereno del barrio quien reemplazaba a los relojes ambulantes, cantando
entre pitea y pitea: “¡Ave María Purísima! ¡Las diez han dado! ¡Viva el Perú, y sereno!”. Que eso sí,
para los serenos de Lima, por mucho que el tiempo estuviese nublado o lluvioso, la consigna era
declararlo ¡sereno! Y de sesenta en sesenta minutos se repetía el canto hasta el amanecer.
Y hago caso omiso de innumerables pregones que se daban a una hora fija. ¡Ah, tiempos dichosos!
Podía en ellos ostentarse por pura chamberinada un cronómetro; pero para saber con fijeza la hora
en que uno vivía, ningún reloj más puntual que el pregón de los vendedores. Ese sí que no discrepaba
pelo de segundo ni había para qué limpiarlo o enviarlo a la enfermería cada seis meses...”.
La Lima virreinal y la republicana, hasta la llegada del automóvil, era en efecto un permanente
mercado público, y las ordenanzas municipales nada o muy poco pudieron hacer para poner algún
orden en ese general desconcierto de voces. Ya desde el siglo XVI el ayuntamiento había emitido
disposiciones que intentaban controlar el comercio ambulatorio, que por momentos impedía la
cómoda circulación de los peatones, particularmente en los soportales de la Plaza Mayor.
Los dibujos y acuarelas del artista de origen alemán Juan Mauricio Rugendas, así como del cónsul
francés en Lima, Leonce Angrand, y del mulato limeño Pancho Fierro, dan cuenta de esta situación en
el segundo tercio del siglo XIX, a escasos lustros de la emancipación. En esos retratos de la ciudad se
aprecia la gran variedad de tipos humanos que recorrían las calles o se sentaban en los lugares más
concurridos a ofrecer su variopinta mercadería. Algo de la atmósfera de los mercados andinos y del
hábito indígena de organizar ferias en las plazas públicas, debió animar desde el principio esta
costumbre que alcanzó ribetes particulares en Lima, la gran urbe que creó sus propios relojes en la
puntualidad y las voces estridentes de aquellos pregoneros.
Muchos de aquellos pregoneros que conoció Rosa Mercedes, además, fueron los mismos que
escuchó y plasmó en sus crónicas Ricardo Palma, cuya gloriosa ancianidad se extinguió un 6 de
octubre de 1919. La capital fue señalada así con el privilegio de tener un escritor y una compositora
que recibieron, al mismo tiempo, el perfume de una Lima graciosa, delicada y bullanguera que
ambos, genialmente, supieron recrear.
ANEXO 5
Pregones de Lima, al rescate de una ciudad que ya no existe
Recuperado de:
http://www.terra.com.pe/turismo/noticias/tur7794/pregones-lima-al-rescate-ciudad-que-no-
existe.html