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Anacaona fue una cacica taína de la isla Bohío que gobernó el cacicazgo de Jaragua tras la muerte de su hermano. Se distinguió por su belleza, inteligencia y talento para la poesía. Al principio admiró a los españoles pero luego los vio como una amenaza debido a sus abusos contra las mujeres taínas. Convenció a su esposo de atacar el fuerte español de Navidad. Años más tarde, el gobernador Nicolás de Ovando la engañó con una visita pací
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Anacaona y Sus AportesAnacaona y Sus AportesAnacaona y Sus AportesAnacaona y Sus AportesAnacaona y Sus Aportes
Anacaona fue una cacica taína de la isla Bohío que gobernó el cacicazgo de Jaragua tras la muerte de su hermano. Se distinguió por su belleza, inteligencia y talento para la poesía. Al principio admiró a los españoles pero luego los vio como una amenaza debido a sus abusos contra las mujeres taínas. Convenció a su esposo de atacar el fuerte español de Navidad. Años más tarde, el gobernador Nicolás de Ovando la engañó con una visita pací
Anacaona fue una cacica taína de la isla Bohío que gobernó el cacicazgo de Jaragua tras la muerte de su hermano. Se distinguió por su belleza, inteligencia y talento para la poesía. Al principio admiró a los españoles pero luego los vio como una amenaza debido a sus abusos contra las mujeres taínas. Convenció a su esposo de atacar el fuerte español de Navidad. Años más tarde, el gobernador Nicolás de Ovando la engañó con una visita pací
aborigen taína de la isla Bohío. Gobernó el Cacicazgo de Jaragua tras la muerte de su hermano Bohechío. Fue condenada a la horca por el gobernador Nicolás de Ovando. Nació en la Isla Bohío. En la lengua de los taínos su nombre significaba Flor de Oro. Era hermana del cacique Bohechío y fue la esposa del cacique Caonabo, con quien tuvo a Higüemota. Se distinguió por su belleza, inteligencia y talento para las poesías, memorizándolas para recitarlas en los areíto ante los otros aborígenes. Cuando su hermano Bohechío murió, Anacaona gobernó el Cacicazgo de Jaragua en su lugar. A la llegada a la isla de la expedición de Cristóbal Colón, en diciembre de 1492, Anacaona se distinguió por su curiosidad y gran admiración por los españoles, porque veía en aquellos hombres conocimientos diferentes a los de su comunidad. Pero los abusos que cometieron algunos de quienes quedaron en el Fuerte Navidad contra las mujeres hicieron que dejara de admirarles y les viera como una amenaza a combatir. Convenció entonces a Caonabo para que les exterminase. A su regreso, el 28 de noviembre de 1493, Colón encontró el fuerte destruido y sus 43 moradores asesinados. Años después, el gobernador de la isla Nicolás de Ovando recibió la noticia de que Anacaona estaba tramando un plan contra los españoles. Entonces Ovando mandó decir a Anacaona que iba hacia Jaragua para una visita amistosa. El gobernador llegó con más de trescientos cincuenta hombres y fue recibido con fiestas y bailes en un caney. Cuando todos estaban reunidos en la fiesta, los españoles prendieron fuego al caney. En el momento del ataque algunos aborígenes lograron sacar a Anacaona del lugar. Entre los sobrevivientes que escaparon estaban su hija Higüemota; su sobrino Guarocuya, quien fue entregado a Fray Bartolomé de las Casas, quien lo cristianizó con el nombre de Enriquillo; Mencía, nieta de Anacaona y el líder tribal Hatuey, quien posteriormente escapó a Cuba y allí organizó la resistencia, pero fue capturado en batalla y muerto por orden de Diego Velázquez de Cuéllar. Con buena receptividad acepto Anacaona la llegada de los extranjeros a sus tierras y hasta llego a sentir cierta admiración por los conocimientos que se hacían evidentes en estos al resolver sus dificultades cotidianas. Sin embargo, esa primera impresión se fue al suelo tan pronto como empezaron los abusos de estos contra los nativos, especialmente contra las mujeres a quienes maltrataban y violaban sin reparos. Fue entonces cuando convenció a su esposo Caonabo para exterminar a los invasores e inicio la lucha para defender los derechos de su gente. Más esto de poco sirvió, pues cuando los españoles se dieron cuenta de sus peligrosas intenciones le tendieron una emboscada encabezada por el gobernador Nicolás de Ovando, quien anunció una visita pacífica a la mandataria taína. Los españoles aprovecharon la ocasión para prenderle fuego a toda la aldea. Muy pocos aborígenes lograron sobrevivir la mencionada tragedia.
Por el año 1503 reinaba ya Anacaona en Jaragua, por el
fallecimiento de su hermano Bohechio. La princesa india no conservaba ya hacia los españoles las simpatías de otros tiempos, pues comprobó que los extranjeros habían causado la miseria del país y que se entregaban, sobre todo los compañeros de Roldán, a una culpable licencia. Los tristes amores de su hija Higuamota con Hernando de Guevara la habían afligido no poco, y el bárbaro gobierno de Bobadilla y Ovando, que habían tiranizado a los súbditos de Anacaona, convirtieron el afecto de los primeros tiempos en profundo odio hacia los invasores. Por otra parte, los europeos que habitaban en las inmediaciones y que eran antiguos partidarios de Roldán que en esta parte de la isla habían obtenido tierras, continuaban en la torpe conducta y relajadas costumbres de los días de los que Roldán les acaudillaba, y oprimían continuamente a los caciques inferiores. Como los indios de Jaragua eran los más cultos, inteligentes y pacíficos de la isla, sentían más que los otros las exigencia a que estaban sometidos, sin que obtuvieran nunca justicia en sus reclamaciones, por que sus mas ligeras disputas con los nuestros eran calificadas de peligrosos motines, y la negativa a cualquier injusta pretensión de los europeos interpretada como resistencia la autoridad del gobierno.
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