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anacaona y sus aportes

Anacaona o Anakaona. (1474-1503)1 fue una cacica


aborigen taína de la isla Bohío. Gobernó el Cacicazgo de
Jaragua tras la muerte de su hermano Bohechío. Fue condenada a
la horca por el gobernador Nicolás de Ovando.
Nació en la Isla Bohío. En la lengua de los taínos su nombre
significaba Flor de Oro. Era hermana del cacique Bohechío y fue la
esposa del cacique Caonabo, con quien tuvo a Higüemota.
Se distinguió por su belleza, inteligencia y talento para las poesías,
memorizándolas para recitarlas en los areíto ante los otros
aborígenes.
Cuando su hermano Bohechío murió, Anacaona gobernó
el Cacicazgo de Jaragua en su lugar.
A la llegada a la isla de la expedición de Cristóbal Colón, en
diciembre de 1492, Anacaona se distinguió por su curiosidad y gran
admiración por los españoles, porque veía en aquellos hombres
conocimientos diferentes a los de su comunidad. Pero los abusos
que cometieron algunos de quienes quedaron en el Fuerte
Navidad contra las mujeres hicieron que dejara de admirarles y les
viera como una amenaza a combatir. Convenció entonces
a Caonabo para que les exterminase. A su regreso, el 28 de
noviembre de 1493, Colón encontró el fuerte destruido y sus 43
moradores asesinados.
Años después, el gobernador de la isla Nicolás de Ovando recibió la
noticia de que Anacaona estaba tramando un plan contra los
españoles. Entonces Ovando mandó decir a Anacaona que iba
hacia Jaragua para una visita amistosa.
El gobernador llegó con más de trescientos cincuenta hombres y
fue recibido con fiestas y bailes en un caney. Cuando todos estaban
reunidos en la fiesta, los españoles prendieron fuego al caney.
En el momento del ataque algunos aborígenes lograron sacar a
Anacaona del lugar. Entre los sobrevivientes que escaparon
estaban su hija Higüemota; su sobrino Guarocuya, quien fue
entregado a Fray Bartolomé de las Casas, quien lo cristianizó con el
nombre de Enriquillo; Mencía, nieta de Anacaona y el líder
tribal Hatuey, quien posteriormente escapó a Cuba y allí organizó la
resistencia, pero fue capturado en batalla y muerto por orden
de Diego Velázquez de Cuéllar.
Con buena receptividad acepto Anacaona la llegada de los
extranjeros a sus tierras y hasta llego a sentir cierta admiración por
los conocimientos que se hacían evidentes en estos al resolver sus
dificultades cotidianas.
Sin embargo, esa primera impresión se fue al suelo tan pronto como
empezaron los abusos de estos contra los nativos, especialmente
contra las mujeres a quienes maltrataban y violaban sin reparos.
Fue entonces cuando convenció a su esposo Caonabo para
exterminar a los invasores e inicio la lucha para defender los
derechos de su gente.
Más esto de poco sirvió, pues cuando los españoles se dieron
cuenta de sus peligrosas intenciones le tendieron una emboscada
encabezada por el gobernador Nicolás de Ovando, quien anunció
una visita pacífica a la mandataria taína. Los españoles
aprovecharon la ocasión para prenderle fuego a toda la aldea. Muy
pocos aborígenes lograron sobrevivir la mencionada tragedia.

Por el año 1503 reinaba ya Anacaona en Jaragua, por el


fallecimiento de su hermano Bohechio. La princesa india no
conservaba ya hacia los españoles las simpatías de otros tiempos,
pues comprobó que los extranjeros habían causado la miseria del
país y que se entregaban, sobre todo los compañeros de Roldán, a
una culpable licencia. Los tristes amores de su hija Higuamota con
Hernando de Guevara la habían afligido no poco, y el bárbaro
gobierno de Bobadilla y Ovando, que habían tiranizado a los
súbditos de Anacaona, convirtieron el afecto de los primeros
tiempos en profundo odio hacia los invasores. Por otra parte, los
europeos que habitaban en las inmediaciones y que eran antiguos
partidarios de Roldán que en esta parte de la isla habían obtenido
tierras, continuaban en la torpe conducta y relajadas costumbres de
los días de los que Roldán les acaudillaba, y oprimían
continuamente a los caciques inferiores. Como los indios de
Jaragua eran los más cultos, inteligentes y pacíficos de la isla,
sentían más que los otros las exigencia a que estaban sometidos,
sin que obtuvieran nunca justicia en sus reclamaciones, por que sus
mas ligeras disputas con los nuestros eran calificadas de peligrosos
motines, y la negativa a cualquier injusta pretensión de los europeos
interpretada como resistencia la autoridad del gobierno.

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