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LA PERSONA DEL TERAPEUTA

LA SALUD MENTAL DEL


PSICOTERAPEUTA Y SU PRÁCTICA
PROFESIONAL

marzo de 2018
LA PERSONA DEL TERAPEUTA

LA SALUD MENTAL DEL PSICOTERAPEUTA Y SU PRÁCTICA PROFESIONAL

La vorágine en que se ha convertido la vida de las personas, dentro de una sociedad


incansable, que debe producir hasta su último aliento a un ritmo alarmante, y en donde
no es posible abandonar ni detenerse; ha generado un clima nocivo para gran parte
de la sociedad actual. Si bien, algunas personas han logrado desarrollar estrategias
para funcionar de manera más o menos efectiva; ya sea porque cuentan con las
características personales o entornos protectores, que favorecen una perspectiva más
positiva y la solución de sus problemas; otras en cambio, solo han conseguido
desarrollar enfermedades e incluso la muerte.

El estrés laboral y la depresión, son diagnósticos ampliamente difundidos que afectan


a una parte importante de la sociedad en la actualidad. El ritmo acelerado de vida que
se lleva en las ciudades, los malos hábitos alimenticios y de sueño, el sedentarismo, el
hacinamiento, las malas condiciones laborales, entre otros; son algunos de los
factores de riesgo que afectan a gran parte de la población. Según la Organización
Mundial de la salud, estas enfermedades y patologías suponen el 12 % del total de
enfermedades, por lo que se las conoce como las enfermedades y trastornos del siglo
XXI, y pueden llegar a ser muy limitantes para quién las padece.

Diversos estudios han determinado que la labor de psicólogos clínicos, médicos y


enfermeras, presentan un mayor riesgo de provocar desgaste laboral en el profesional
(Betta et al., 2007), especialmente cuando las temáticas que tratan están vinculadas al
sufrimiento humano y se debe prestar servicios a personas. Seria utópico pensar que
lo anterior, no afecta a quienes tratan estos trastornos y patologías, entendiendo que
la labor del psicoterapeuta va dirigida, justamente, a la promoción de la salud física,
mental y emocional de sus pacientes. No obstante, el terapeuta es también un ser
humano, y es fundamental que tome conciencia de ello, entendiendo que no es posible
combatir con el establecimiento de vínculos y la afectación psíquica con sus pacientes,
por lo que el autoanálisis resulta crucial a la hora de estructurar una sana identidad
profesional.

Ante ésto sería importante determinar cuáles son aquellos factores de riesgo que
predisponen al terapeuta a manifestar algún trastorno asociado al desgaste laboral o
burnaut. Este último, hace alusión al hecho de quemarse o desgastarse en el trabajo,
donde el sujeto experimenta una pérdida de energía, baja motivación, irritabilidad,
enojo, agresividad y desmoralización debido a su trabajo (Aguirre, 2009).
LA PERSONA DEL TERAPEUTA

No es menor, tratar de entender lo catastrófico que resultaría para un paciente


encontrarse ante un terapeuta totalmente agotado, despersonalizado, irritable e
insatisfecho con su labor profesional. Debido a ésto, diversos autores señalan que “el
primer paso que debe dar un profesional para ayudar a otros debe ser el ayudarse
primero a sí mismo” (Radey & Figley, 2007 en Guerra et al., 2008). No podemos
olvidar, que la psicoterapia es un encuentro entre dos personas y que si se ve
obstaculizada por la rigidez emocional del terapeuta, sesgos, palabas inductivas y
personales, falta de empatía, ausencia de escucha activa, entre otros; no se logrará el
desarrollo del DC (“Darse Cuenta”) complejo o reflexivo, entonces no se producirán los
insights necesarios para que el paciente avance (Alcaraz, S/F).

Una mala praxis podría generar un daño irreparable en la salud del paciente, ya sea
por una acción u omisión en el actuar del terapeuta, un diagnóstico erróneo, la
transgresión del secreto profesional, u otra acción que genere una mala terapia.
Encontrarse entre los profesionales de la salud implica para el psicoterapeuta, una
intensa responsabilidad con una disponibilidad y entrega abierta a las necesidades de
sus pacientes, quienes llegan en clara desventaja y vulnerabilidad, esperando ser
contenidos y escuchados. De ahí, radica la importancia del desarrollo y el
establecimiento de un perfil profesional, que implique no solo cualidades y aptitudes,
que enfaticen en un alto nivel de conocimientos, manejo de técnicas y procedimientos
válidos y confiables; sino además, que posea características personales compatibles
con su labor profesional, relacionadas con una alta capacidad de empatía, estabilidad
emocional, habilidades interpersonales, entre otros. Ante ésto, existe una
responsabilidad compartida entre las instituciones académicas que imparten la carrera
de psicología, las empresas que cuentan con estos profesionales, y de los
profesionales mismos; de hacerse cargo de su salud física y mental, desarrollando
conciencia de la importancia del autocuidado, seleccionando perfiles adecuados para
el trabajo con pacientes, y generando ambientes saludables que favorezcan no solo a
éstos últimos, sino a todos quienes forman parte de dichas instituciones.
LA PERSONA DEL TERAPEUTA

BIBLIOGRAFÍA

Aguirre, M (2009). Síndrome de Burnout en Profesionales que realizan evaluaciones


psicológicas especializadas en niños y/o adolescentes. En Capella & Navarro (2009).
Delitos sexuales: Reflexiones acerca de las intervenciones psicológicas. Santiago:
LOM – Universidad de Chile

Alcaraz, R.: Darse cuenta y Atención: Una reflexión conceptual. Revista Figura-Fondo,
Nº9 Yontef, G. (1995). Proceso y dialogo en Psicoterapia Gestáltica. Santiago de
Chile. Edit. Cuatro Vientos. Pp. 119-241

Betta, R., Morales G., Rodríguez K. & Guerra V. (20017). La frecuencia de emisión de
conductas de autocuidado y su relación con los niveles de estrés traumático
secundario y de depresión en psicólogos clínicos. Pensamiento psicológico. 3. 9-19.
Extraído el 14 de junio de 2010 de http://redalyc.uaemex.mx/pdf/801/80103902.pdf

Boetsch, J. (1992) Cap. 17. La persona del terapeuta y la práctica de la psicoterapia:


Una aproximación experiencial. En Integración en Psicoterapia. Santiago: Cecidep.

Corbella, S., Fernández, H., Saúl, L., García, F. & Botella, L. (2008). Estilo personal del
terapeuta y dirección de intereses. Apuntes de Psicología Colegio Oficial de Psicología
de Andalucía Occidental y Universidad de Sevilla. 26 (2), 281-289.

Guerra, C., Fuenzalida, A. & Hernández, C., (2008). Efectos de una intervención
Cognitivo Conductual en el aumento de conductas de autocuidado y disminución del
estrés traumático secundario en psicólogos clínicos. Revista terapia psicológica, 27,
73-81. Extraído el 14 de mayo de 2010 de:
http;//www.scielo.cl/scielo.php?script=S0718-48082009000100007

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