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Guia para el rezo del Santo Rosario

INTRODUCCIÓN

T.- Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

T.- Abre Señor mis labios, para alabar tu nombre y el de Tu Santa Madre.

T.- Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y redentor mío, por ser tú
quien eres y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte
ofendido. Quiero y propongo firmemente confesarme a su tiempo. Ofrezco mi vida, obras y
trabajos en satisfacción de mis pecados. Y confío en que en tu bondad y misericordia
infinita, me los perdonarás y me darás la gracia para no volverte a ofender. Amén.

G.- Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles

R.- Y enciende en ellos el fuego de tu amor.

G.- Envía tu Espíritu Creador

R.- Y renueva la faz de la tierra.

G.- Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo;
haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre del bien y gozar de su consuelo. Por
Cristo nuestro Señor. Amén

PETICIONES

Ofrecemos este rosario por...

LAS ORACIONES DEL DECENARIO

(Cada Misterio, incluye un Padre Nuestro, diez Avemarías, un Gloria, una jaculatoria a
María y la Oración de Fátima )

G.- Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.

R.- Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, así como nosotros
perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.

G.- Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita eres tú entre todas
las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre: Jesús
R.- Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores; ahora y en la hora de
nuestra muerte.

G.- Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,

R.- Como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos.

G.- María, Madre de Gracia y Madre de Misericordia,

R.- En la vida y en la muerte ampáranos Gran Señora.

T.- Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados y líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo
a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de tu misericordia. Amén.

La Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

El Credo
Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del Cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo su
único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo; nació de
Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y
sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los
cielos y está a la diestra de Dios Padre; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los
muertos. Creo en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos,
el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos y la vida eterna. Amén.

El Padre Nuestro
Padre Nuestro, que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la
tentación y líbranos del mal. Amén.

Ave María
Dios te salve, María. Llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tu eres entre todas las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros
los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Gloria
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos
de los siglos. Amén.
Madre de Gracia
V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte ampáranos Gran Señora.

Letania Lauretana
Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros
Cristo óyenos, Cristo óyenos
Cristo escúchanos, Cristo escúchanos

Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros


Dios Hijo redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios

Santa María, Ruega por nosotros


Santa Madre de Dios,
Santa Virgen de las vírgenes,

Madre de Cristo,
Madre de la Iglesia,
Madre de la divina gracia,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre virginal,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre del buen consejo,
Madre del Creador,
Madre del Salvador,

Virgen prudentísima,
Virgen digna de veneración,
Virgen digna de alabanza,
Virgen poderosa,
Virgen clemente,
Virgen fiel,
Espejo de justicia,
Trono de la sabiduría,
Causa de nuestra alegría,
Vaso espiritual,
Vaso digno de honor,
Vaso insigne de devoción,
Rosa mística,
Torre de David,
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la alianza,
Puerta del cielo,
Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consuelo de los afligidos,
Auxilio de los cristianos,

Reina de los ángeles,


Reina de los patriarcas,
Reina de los profetas,
Reina de los apóstoles,
Reina de los mártires,
Reina de los confesores,
Reina de las vírgenes,
Reina de todos los santos,
Reina concebida sin pecado original,
Reina elevada al cielo,
Reina del santísimo rosario,
Reina de las familias,
Reina de la paz,

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,


perdónanos, Señor.

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,


escúchanos, Señor.

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,


ten piedad de nosotros.
Oremos:
Te rogamos, Señor, que nos concedas a nosotros tus siervos, gozar de perpetua salud de alma y
cuerpo y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada Virgen María, seamos librados de la
tristeza presente y disfrutemos de la eterna alegría. Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

El Rosario Norberto Rivera C.


Mientras que la Iglesia en la Beatísima Virgen ya llegó a la perfección, por la que se
presenta sin mancha ni arruga (Cf Efesios 5,27), los fieles, en cambio, aún se esfuerzan en
crecer en la santidad venciendo el pecado; y por eso levantan sus ojos hacia María, que
brilla ante toda la comunidad de los elegidos, como modelo de virtudes.

La Iglesia, reflexionando piadosamente sobre ella y contemplándola en la luz del Verbo


hecho hombre, llena de veneración entra más profundamente en el sumo misterio de la
Encarnación y se asemeja más y más a su Esposo. Porque María, que habiendo entrado
íntimamente en la historia de la Salvación, en cierta manera en sí une y refleja las más
grandes exigencias de la fe, mientras es predicada y honrada atrae a los creyentes hacia su
Hijo y su sacrificio hacia el amor del Padre (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 65).

Sobre el culto a la Santísima Virgen, el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que "La
piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano"
(Pablo VI, Marialis Cultus 56). La Santísima Virgen "es honrada con razón por la Iglesia
con un culto especial. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos se venera a la Santísima
Virgen con el título de Madre de Dios, bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes
en todos sus peligros y necesidades... Este culto... aunque del todo singular, es
esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que
al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente" (Concilio Vaticano II,
Lumen Gentium 66); encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre
de Dios (Cf Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium 103) y en la oración mariana
como el Santo Rosario, "síntesis de todo el Evangelio" (Cf Pablo VI, Marialis Cultus 42)
(Catecismo de la Iglesia Católica 971).

Efectivamente, el Rosario es una síntesis del Evangelio, es una de las oraciones más bellas
del cristiano. Es un diálogo continuo con nuestra Madre en el que se suceden los
padrenuestros, los avemarías y los glorias, al mismo tiempo que se contemplan los
misterios principales de la vida de Jesucristo y de María Santísima y se renueva el amor a
Dios. Es seguramente la forma de oración más importante dedicada a la Santísima Virgen,
una escuela de vida espiritual centrada en el Evangelio (Cf Pio XII, Carta Philippinas
Insulas de 1946 y Pablo VI, Exhortación apostólica Marialis Cultus, 2 de febrero de 1974,
44).
El Rosario enriquece nuestra vida cristiana con cinco frutos fundamentales:
a. Nos lleva a conocer en profundidad el Misterio de Cristo a través de la persona humana
que lo vivió más de cerca, la Santísima Virgen María. Cristo nace de ella y la asocia a su
obra redentora. Por ello, la Iglesia tiene en María un modelo continuo del cual extraer
enseñanzas para su vida y misión.

b. El Rosario nos enseña a amar a la Santísima Virgen compartiendo con Ella sus alegrías y
sus dolores y a expresar nuestro amor en una entrega más generosa a Dios y a los demás
siguiendo su ejemplo. El Rosario nos va guiando suavemente, a través de la contemplación
y el diálogo amoroso con María, a una relación personal más profunda con Ella. De aquí
nace la alegría y la gratitud que compartimos con nuestra Madre del Cielo por los dones de
salvación recibidos; comenzamos a apreciar el sacrificio de Cristo y su obra redentora con
la misma sensibilidad espiritual de la "ena de gracia".

c. El Rosario es una invitación constante a imitar a María en todas sus virtudes y,


especialmente, en la raíz de todas ellas: su fidelidad a la Palabra, a la voluntad de Dios, a la
acción del Espíritu Santo (Cf Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 64-67).

d. El Rosario se convierte en una invocación constante. Ella, como Madre nuestra, es ante
todo intercesora llena de afecto. Por eso, a través de su intercesión, vivimos la comunión de
los santos pidiendo unos por otros y encomendándole nuestras peticiones más queridas. e.
El Rosario es una celebración gozosa del Misterio de Cristo y de su obra redentora en
María. El rezo del Rosario celebra el triunfo de Jesucristo muerto y resucitado, vencedor
sobre el pecado y la muerte. El Rosario conjuga la contemplación, la alabanza y la súplica,
siguiendo una línea de continuidad en la sucesión de los eventos fundamentales del misterio
de la redención realizado por el Verbo y sus efectos en la Iglesia (Pentecostés, la
Asunción). La contemplación es muy importante porque, tal y como dice el Papa Pablo VI
en el número 49 de la Exhortación apostólica Marialis Cultus, es el alma del Rosario; sin
ella, el Rosario se convierte en mecánica repetición de oraciones que contradicen el consejo
de Jesucristo: "al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su
palabrería van a ser escuchados" (Mateo 6, 7), y fácilmente se cae en la rutina. La
contemplación del Rosario une amor, serenidad y reflexión en un recorrido por todos los
hechos salvíficos de la vida de Cristo, desde su Concepción Virginal hasta los momentos
culminantes de su pasión, muerte y resurrección, viéndolos a través del corazón de Aquella
que estuvo más cerca de Él. El Rosario combina esta contemplación de los misterios con la
alabanza en el paso de las Avemarías, la adoración en los Glorias, la admiración y la
petición humilde en las letanías; todo dentro de un marco de amor y confianza filial hacia
nuestra Madre, poniendo en sus manos las intenciones que tenemos en el corazón.

La forma del rezo del Rosario quedó establecida de forma definitiva por San Pio V en la
Carta Apostólica Consueverunt Romani Pontifices, del 7 de octubre de 1569. Son 15
misterios divididos en tres grupos que siguen el esquema fundamental de Filipenses 2, 6-
11: los misterios del rebajamiento de Cristo (gozosos), los de la muerte (dolorosos) y los de
la exaltación (gloriosos). Cada misterio se compone de un Padrenuestro, diez Avemarías y
un Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, que cierra cada misterio.
Los misterios gozosos se rezan los lunes y jueves y también se pueden rezar durante el
Adviento y la octava de Navidad. Son los misterios de la infancia de Jesús: la Encarnación
del Hijo de Dios, la Visitación de María a Santa Isabel, el Nacimiento de Jesús, la
Presentación del Niño Jesús en el templo y el Niño Jesús perdido y hallado entre los
doctores en el templo. En estos misterios, María es la Virgen oyente que escucha la palabra
de Dios con corazón limpio, es la Virgen orante que hace del hogar de Nazaret una casa de
oración, es la Virgen oferente que presenta a su Hijo en el templo como víctima de
salvación. Es la Virgen que guarda todo y lo medita en su corazón (Cf Lucas 2, 51). En
estos misterios, María nos enseña a escuchar con fe la palabra de Dios, a meditarla y a
hacerla nuestra en la vida y en la oración que transforma nuestro corazón.

Los misterios dolorosos se rezan los martes y los viernes y se pueden rezar también durante
toda la Cuaresma y la Semana Santa. Son los misterios de la Pasión de Cristo y del dolor de
su Madre Santísima: la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní, La Flagelación del
Señor, la Coronación de espinas, Jesús carga con la cruz y Jesús muere en la cruz. Se
desarrollan en menos de 24 horas y, sin embargo, cambian la historia de cada hombre que
nace. Son misterios para acompañar a Jesús en su dolor como lo acompañó María. Son
misterios para dar gracias a Dios por su entrega y pedirle perdón por nuestros pecados que
son la causa de su sufrimiento. Son misterios para pensar en lo que costó la salvación de
nuestra alma y para ofrecer a Jesús todo el amor de nuestros corazones. La unión con María
es muy intensa en estos momentos en que Ella ofrece a su Hijo al Padre. Son misterios de
ofrecimiento total. Compartimos con María la cruz de Jesucristo aceptando las cruces
personales que Dios permita sobre nosotros.

Los misterios gloriosos se rezan los miércoles, sábados y domingos y se pueden rezar
también durante toda la Pascua, desde el Domingo de Resurrección hasta el de Pentecostés
y el día de la Asunción de la Santísima Virgen. Son los misterios del júbilo desbordante,
del "aleluya" pascual: la Resurrección de Cristo, la Ascensión del Señor, la Venida del
Espíritu Santo sobre los Apóstoles, la Asunción de la Santísima Virgen María y la
Coronación de María, Madre de la Iglesia, como Reina y Señora de toda la Creación. En
estos misterios dejamos en el Sepulcro al hombre viejo que vive según la carne, y
resucitamos con Cristo como hombres nuevos que viven según el Espíritu, en una vida de
gracia y santidad. Son una invitación constante a orientar nuestra vida hacia el Cielo a
donde sube Jesucristo para prepararnos un lugar, a llevar una vida regida por el Espíritu que
Cristo envía a la tierra para continuar su obra. Todos estos sucesos maravillosos los
vivimos con y desde María que nos guía en el camino hacia la vida eterna junto a Cristo
Glorioso.

Después de los cinco misterios se suele rezar las "letanías lauretanas" o "loretanas". Estas
letanías provenientes del Santuario mariano de Loreto (de ahí el nombre de lauretanas), en
Italia, son invocaciones que honran a la Santísima Virgen, Madre de Dios, con símbolos y
figuras tomados sobre todo de la Sagrada Escritura.
Entre las diferentes formas que encontramos para rezar el Rosario, una de las más
enriquecedoras es el Rosario en familia.

Dentro del respeto debido a la libertad de los hijos de Dios, la Iglesia ha propuesto y
continúa proponiendo a los fieles algunas prácticas de piedad en las que pone una particular
solicitud e insistencia. Entre éstas es de recordar el rezo del Rosario: "Y ahora, en
continuidad de intención con nuestros predecesores, queremos recomendar vivamente el
rezo del Santo Rosario en familia... no cabe duda de que el Rosario a la Santísima Virgen
debe ser considerado como una de las más excelentes y eficaces oraciones comunes que la
familia cristiana está invitada a rezar. Nos queremos pensar y deseamos vivamente que
cuando un encuentro familiar se convierta en tiempo de oración, el Rosario sea su
expresión frecuente y preferida". Así, la auténtica devoción mariana, que se expresa en la
unión sincera y en el generoso seguimiento de las actitudes espirituales de la Virgen
Santísima, constituye un medio privilegiado para alimentar la comunión de amor de la
familia y para desarrollar la espiri-tualidad conyugal y familiar. Ella, la Madre de Cristo y
de la Iglesia es, en efecto y de manera especial, la Madre de las familias cristianas, de las
iglesias domésticas (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica post-sinodal Familiaris
Consortio del 22 de noviembre de 1981, 61).

En nuestro Papa actual, S. S. Juan Pablo II, tenemos a un fiel hijo de María y a un gran
promotor del rezo del Rosario. En sus momentos de descanso caminando por la montaña o
en el traslado de un lugar a otro, como vimos, por ejemplo, en su trayecto desde la
Nunciatura hasta el Estadio Azteca durante su última estancia en nuestro país, va
concentrado rezando con su Rosario en la mano. El Papa reza cada día las tres partes del
Rosario, los quince misterios, y en el Ángelus del 29 de octubre de 1978, poco después de
ser elegido Papa, dijo que el Rosario era su oración predilecta.

Las promesas, bendiciones y beneficios del Rosario


Las promesas del Rosario

1. Aquellos que recen con enorme fe el Rosario recibirán gracias especiales.


2. Prometo mi protección y las gracias más grandes a aquellos que recen el Rosario.
3. El Rosario es una arma poderosa para no ir al infierno, destruirá los vicios, disminuirá
los pecados, y defendernos de las herejías.
4. Se otorgará la virtud y las buenas obras abundarán, se otorgará la piedad de Dios para las
almas, rescatará a los corazones de la gente de su amor terrenal y vanidades, y los elevará
en su deseo por las cosas eternas. Las mismas almas se santificarán por este medio.
5. El alma que se encomiende a mí en el Rosario no perecerá.
6. Quien rece el Rosario devotamente, y lleve los misterios como testimonio de vida no
conocerá la desdicha. Dios no lo castigará en su justicia, no tendrá una muerte violenta, y si
es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y tendrá la recompensa de la vida eterna.
7. Aquel que sea verdadero devoto del Rosario no perecerá sin los Sagrados Sacramentos.
8. Aquellos que recen con mucha fe el Santo Rosario en vida y en la hora de su muerte
encontrarán la luz de Dios y la plenitud de su gracia, en la hora de la muerte participarán en
el paraíso por los méritos de los Santos.
9. Libraré del purgatorio a quienes recen el Rosario devotamente.
10. Los niños devotos al Rosario merecerán un alto grado de Gloria en el cielo.
11. Obtendrán todo lo que me pidan mediante el Rosario.
12. Aquellos que propaguen mi Rosario serán asistidos por mí en sus necesidades.
13. Mi hijo me ha concedido que todo aquel que se encomiende a mí al rezar el Rosario
tendrá como intercesores a toda la corte celestial en vida y a la hora de la muerte.
14. Son mis niños aquellos que recitan el Rosario, y hermanos y hermanas de mi único hijo,
Jesucristo.
15. La devoción a mi Rosario es una gran señal de profecía.

Bendiciones del Rosario


1. Los pecadores son perdonados.
2. Las almas sedientas son refrescadas.
3. Aquellos que son soberbios encuentran la sencillez.
4. Aquellos que sufren encontrarán consuelo.
5. Aquellos que están intranquilos encontrarán paz.
6. Los pobres encontrarán paz.
7. Los religiosos son reformados.
8. Los vivos aprenderán a sobrepasar el orgullo.
9. Los muertos (las almas santas) aliviarán sus dolores por privilegios.

Los beneficios del Rosario


1. Nos otorga gradualmente un conocimiento completo de Jesucristo.
2. Purifica nuestras almas, lavando nuestras culpas.
3. Nos da la victoria sobre nuestros enemigos.
4. Nos facilita practicar la virtud.
5. Nos enciende el amor a Nuestro Señor.
6. Nos enriquece con gracias y méritos.
7. Nos provee con lo necesario para pagar nuestras deudas a Dios y a nuestros familiares
cercanos, y finalmente, se obtiene toda clase de gracia de nuestro Dios todopoderoso.

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