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Asesor para la sección griega: C a r l o s G a r c ía G u a l .

PLATÓN
Según las normas de la B. C. G~* la traducción deesLe volumen ha sido
revisada por Al b e r t o d e l P o z o O r t iz .

DIÁLOGOS
ιν © EDITORIAL GREDOS, S, A,
Sánchez Paeheoo, 8Í, Madrid. España. 1988.
REPÚBLICA
P r ime r a e d íc t ó n * mayo de 1986.
J.a reimpresión, enero de 1988.

INTRODUCCIÓN, TRADUCCIÓN Y NOTAS


POR
CONRADO tGGERS LAN /
i

BIBLIOTECA OE LA UMVERSITAT DE Β Α ΙΚ Ο Μ αΊ >

0700002197

Depósito Legal: M. 525-1988.

ISBN 84-249-1027-3.
Impreso en España. Prinied io Spain.
&
EDITORIAL GREDOS Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81. Madrid, 1988. — 6162.
—De acuerdo.
—Escucha, pues; o, más bien, responde.
—Pregúntam e.
—¿Podrías decirme en líneas generales qué es la imi-
tación? Porque yo mismo no comprendo bien a qué apun-
ta esta palabra.
—¿Y acaso crees que yo lo com prenderé?
—No sería insólito, porque m uchas veces los que (ie-
5%<i nen la vista menos clara perciben antes que los de
m irada más aguda»
—Así será —replicó Glaucón—; pero, estando tú pre-
—Y es por m uchas oirás razones por lo que conside* 59Su seole, no me anijnoo a decir ni siquiera lo que resulta
manifiesto; m ira entonces tú mismo.
ro que hemos fundado el Estado de un modo entera-
m ente correcto, y puedo decir que esto ocurre sobre —En ese caso, ¿quieres que comencemos examinan-
todo con lo discurrido acerca de la poesía “ do esto por medio de) método acostum brado? Pues creo
—¿A qué te refieres? que acostum brábam os a postular una Idea única para
—Al no aceptar de ningún modo la poesía imitativa; cada m ultiplicidad de cosas a las que damos e) mismo
en efecto, según me parece, ahora resulta absolutam en- nom bre \ ¿O d o me entiendes?
te claro que no debe ser adm itida, visto que hemos dis- —Si, te entiendo.
cernido las partes del alma \ k —Tomemos ahora la multiplicidad que prefieras. Por
—¿Qué quieres significar con eso? b ejemplo, si te parece bien, hay muchas camas y mesas.
—A vosotros os lo puedo decir, pues no iréis a acu- —Claro que sí.
sarm e ante los poeias trágicos y todos los que hacen —Pero Ideas de estos muebles hay dos: una de la
imitaciones: da la im presión de que todas las obras de cama y otra de la mesa.
esa índole son la perdiciórudeL-espiritu de quienes las —Sí.
escuchan, cuando^ no goseen, cojmo. antídoto, el saber —¿Y no acostum bram os tam bién a decir que el a rte -
acerca de,cpm o„son. sano dirige la m irada hacia la Idea cuando hace las ca-
—¿Qué tienes en m ente al h ablar así? m as o las mesas de las cuales nos servimos, y todas
—Te lo dire, aunque un cierto am or y respeto que las demás cosas de la m ism a m anera? Pues ningún
tengo desde niño por Homero se opone a que hable. Pa- artesano podría fabricar la Idea en sí. O ¿de qué modo
rece, en efecto, que éste se ha convertido en el prim er v podría?
m aestro y guía de todos estos nobles poetas trágicos. 1 Cf. VI 507b y nota 20 al libro VI.
Pero como no se debe h onrar m ás a un hom bre que a 4 Cf. Crálilo 3£9a ss.: aunque allí el modelo del carpintero que
la verdad, entonces pienso que debo decírtelo. hace la lanzadera no ea una Idea trascendente; aquí sí lo es, y por
vez prim eia, ya que anteriorm ente no han sido m encionadas Ideas de
1 Cf. I1T 394d. objetos fabricados por el hombre.
2 Cf. IV 435b ss.
—De ningún moclo podría. 597a —¿Y el fabricante de cam as? Pues hace un momento
—Mira ahora qué nom bre darás a este artesano. decías que no hace la Idea —aquello por lo cual deci-
—¿A qué artesano? mos que la cam a es cam a— sino una cam a particular.
—Al que produce todas aquellas cosas que hace ca- —Lo decía, en efecto.
da uno de los trabajadores m anuales. —Por lo tanto, si no fabrica lo que realm ente es, no
—Hablas de un hom bre hábil y sorprendente. Fabrica lo real sino algo que es sem ejante a lo real mas
—Espera, y pronto dirás más que eso. Pues este m is- no es real. De modo que, si alguien dijera que la obra
mo artesano es capaz, no sólo de hacer todos los m ue- del fabricante de cam as o de cualquier otro traba jado r
bles, sino tam bién de producir todas las plantas* todos m anual es com pletam ente real, correría el riesgo de no
los anim ales y a él mismo; y adem ás de éstos, fabrica decir la verdad.
la tierra y el cielo, los dioses y cuanto hay en el cielo —AJ menos así les parecería a aquellos que m anejan
y en el Hades bajo tierra. estos argum entos.
—¡Hablas de un m aestro maravilloso! —Por consiguiente, no hemos de asom bram os sí tal
—¿Dudas de lo que digo? Dime: ¿te parece que no obra resulta algo oscuro en relación con la verdad.
existe un artesano de esa índole, o bien que se puede b —No nos asom braremos.
llegar a ser creador de estas cosas de un cieno modo, —¿Quieres ahora que, en base a estos ejemplos, in-
y de otro modo no? ¿No te percatas de que tú también vestiguem os qué cosa es la imitación?
eres capaz de hacer todas estas cosas de un cierto modo? —Si te parece.
—¿Y cuál es este modo? / / —¿Ho son tres las cam as que se nos aparecen, de
—No es difícil, sino que es hecho por artesanos rápi- una de las cuales decimos que existe en la naturaleza
dam ente y eo Lodas parles; inclusive con el máximo de y que, según pienso, ha sido fabricada por Dios? ¿O por
rapidez, si quieres tom ar un espejo y hacerlo girar quién más podría haberlo sido?
hacia todos lados: pronto harás el sol y lo que hay en —Por nadie más, creo.
el cielo, pronto la tierra, pronto a ti mismo y a todos —Otra, la que hace el carpintero.
los anim ales, plantas y artefactos., y todas las cosas de -S í.
que acabo de hablar. —Y la tercera, la que hace el pintor. ¿No es así?
—Sí, en su apariencia, pero no en lo que son verda- —Sea.
deram ente. —Entonces el pintor, el carpintero, Dios, estos tres
—Bien; y vienes en ayuda de) argum ento en el mo- presiden tres tipos de camas.
m ento requerido. XJno de estos artesanos es el pintor, —Tres, efectivamente.
creo. ¿ 0 no? —En lo que toca a Dios, ya sea porque no quiso, ya
—Claro que sí. sea porque alguna necesidad pendió sobre él para que
—Pienso que dirás que lo que hace no es real, aun- no hiciera más que una única cama en la naturaleza,
que de algún modo el pintor hace la cama. ¿No es el caso es que hizo sólo una, la Cama que es en sí m is-
verdad? ma. Dos o más camas de tal índole, en cambio, no han
—Sí, pero tam bién esto en apariencia. sido ni serán producidas por Dios.
—¿Y esto cómo? dad por naturaleza, y lo mismo con todos los demás
—Porque si hiciera sólo dos, nuevam ente aparecería imitadores.
una, de la cual aquellas dos com partirían la Idea; y ésta —Así parece.
sería la Cama que es, no las otras dos. //—Estam os de acuerdo en cuanto al im itador. Dime
—Correcto. 59fci ahora lo siguiente con respecto a) pím or: ¿qué es lo que
—Pienso que esto era sabido por Dios, quien, que- crees que intentará imitar, lo que en cada caso está en
riendo se r realm ente creador de una cama realm ente la naturaleza o las obras de los artesanos?
existente y no un fabricante particular de una cama par- —Las obras de los artesanos,
ticular, produjo una sola por naturaleza. —¿Tal como son o tal como aparecen? Delimita más
—Así parece. aún esto.
—¿Quieres entonces que demos a éste el nom bre de —¿Qué quieres decir?
'producto r de naturalezas1 respecto de la cama, o algún —Esto: si contem plas una cama de costado o de fren-
otro sem ejante? te o de cualquier otro modo, ¿difiere en algo de sí m is-
—Es justo, ya que ha producido en la naturaleza tanto ma, o no difiere en nada, aunque parece diversa? Y lo
este objeto como lodos los demás. mismo con lo demás.
—¿Y en cuanto al carpintero? ¿No direm os que es —Parece diferir, pero no difiere en nada.
artesano de una cam a? b —Examina ahora esto: ¿qué es lo que persigue la pin-
- S í. tura con respecto a cada objeio, im itar a lo que es tal
// —¿Acaso direm os que tam bién el pintor es artesano como es o a lo que aparece tal como aparece? 0 sea,
y productor de una cama? ¿es imitación de la realidad o de la apariencia?
—De ninguna m anera. —De la apariencia.
—Pero, ¿qué dirás de éste en relación con la cam a? —En tal caso el arte m im ético está sin duda lejos
—A mí me parece que la m anera más razonable de de la verd a d, según parece; y p o ro so produce rodas las
designarlo es 'im itador' de aquello de lo cual los otros cosas pero toca apenas un poco de cada una, y este po-
son artesanos.^ co es una imagen. Por ejemplo» el pintor, digam os, re-
—Sea; ¿llam as consiguientem ente 'im itador' al autor tra tará a un zapatero, a un carpintero y a Lodos los de-
del tercer producto contando a p a rtir de la naturaleza? más artesanos, aunque no tenga ninguna experiencia en
—De acuerdo. c esias artes. No obstante, si es buen pintor, al retrata r
—Entonces tam bién el poeta trágico, si es imitador, a un carpintero y m o strar su cuadro de lejos, engañará
será el tercero contando a p artir del rey 4 y de la ver· a niños y a hombres insensatos, haciéndoles creer que
es un carp intero de verdad.
5 Dice A d a m : «Cuando nos dice que Dios construye la Idea de Ca- —Sin duda./y
ma, quiere decir que la Idea del Bien es la fuente de esa Idca.<. y que —Pienso entonces, amigo mío, que respecto de todas
la idea del Bien es rey del mundo de las Ideas... pero es bastante posi-
ble que la expresión misma fuera proverbial en tiempos de Platón, estas cosas hemos de pensar lo siguiente: si alguien vie-
y se refiriera originariam ente á la persona que era subsiguiente en ne a avisarnos que ha hallado a un hom bre entendido
el orden de sucesión al trono persa.» en todos los oficios y en todas aquellas cosas que cada
uno conoce, y que no hay nada en que él no sea enten- d recuerdo suyo y anhelaría más ser celebrado que ser
di do con m ayor precisión que cualquier otro, es necesa- el que celebra a otros.
rio replicar a tal persona que es muy cándida y que, —Creo que síf pues serían bien distintos el honor
al parecer, ha dado con algún hechicero o im itador que y el provecho.
lo ha engañado; de modo que, si le ha parecido que era —De otras cosas no pediremos cuentas a Homero
alguien om nisapiente, ha sido por no ser capaz, de dis- ni a ningún otro de los poetas, preguntándoles si algu-
cernir la ciencia de la ignorancia ν de la imitación. no de ellos era médico o sólo im itador de los discursos
—Gran verdad. de los médicos, ni preguntarem os a quiénes se dice que
—Después de esto debemos exam inar la tragedia y cualquiera de los poetas antiguos o recientes ha sana-
a su adalid, Homero, puesto que hem os oído a algunos e do, como Asclepio, o qué discípulos en m edicina ha de-
decir que éstos conocen todas las an e s, todos los asun- jado tras de sí. como éste dejó a sus descendientes, ni
tos hum anos en relación con la excelencia y el malogro los interrogarem os en lo tocante a tas otras artes; dejé-
e incluso los asuntos divinos. Porque dicen que es nece- moslo pasar. Pero en cuanto a los asuntos m ás bellos
sario que un buen poeta, si va a com poner debidam ente e im portantes de los que Hom ero se propone hablar,
lo que compone, componga con conocimiento; de otro lo relativo a la guerra y al oficio del general, al gobier-
modo no será capaz de com poner. Hay que examinar, no de los Estados y a la educación del hom bre, tal vez
pues, si estos com entaristas, al encontrarse con seme- d sea justo preguntarle inquisitivam ente: «Querido Ho-
jantes imitadores, no han sido engañados, y al ver sus mero, si no es cierto que respecto a la excelencia seas
obras no se percatan de que están alejadas en tres ve- 599a el tercero contando a p artir de la verdad, ni que seas
ces de lo real, y de que es fácil com poner cuando no un artesano de imágenes como el que hemos definido
se conoce la verdad; pues estos poetas componen cosas como im itador, sino que eres segundo y capaz de cono-
aparentes e irreales. O bien, si tiene algo de peso lo que cer cuáles ocupaciones tom an m ejores a los hombres
afirm an tales com entaristas, los buenos poetas conocen y cuáles peores en privado y en público, dinos: ¿cuál
realm ente las cosas que a la m ayoría le parece que di- Estado fue m ejor gobernado gracias a ti, como Lacede-
cen bien. monia gracias a Licurgo, y, gracias a muchos otros, nu-
—En efecto, debe indagarse eso. t merosos Estados grandes y pequeños? ¿Qué Estado te
—¿Piensas entonces que, si alguien fuera capaz de atribuye ser buen legislador en su beneficio, como
crear tanto el objeto que es imitado como su imagen, lo atribuyen Italia y Sicilia a Carondas y nosotros
pondría su celo en entregarse a la artesanía de las imá- a Solón? ¿Y a ti cuál Estado? ¿Puedes m encionar
genes, y que en su vida antepondría esto a lo demás, h uno?»
como siendo lo mejor? —No creo —dijo Glaucón—, pues ni siquiera lo men-
—No, por cierto. cionan los devotos de Homero.
—Pienso, antes bien, que, si fuera entendido verda- —¿Y qué gu erra se recuerda del tiempo de Homero
deram ente en aquellas cosas que imita, se esforzaría por que haya sido bien conducida bajo su m ando o siguien-
las cosas efectivas mucho m ás que por sus imitaciones, do su consejo?
e intentaría dejar tras de sí m uchas obras bellas como —Ninguna.
—¿Pero se cuentan de él obras propias de un sabio, ¿le habrían perm itido a éste y a Hesíodo ir recitando
tales como invenciones ingeniosas m últiples para las sus poemas de un lado a otro? Más bien ¿no se habrían
artes o para algún otro tipo de actividad, del mismo ¿ aferrado a ellos más que al oro y los habrían obligado
modo que se cuentan respecto de Tales de Mileto y a vivir consigo en sus casas y, en caso de no p ersu ad ir-
Anacarsis el escita? los, no los habrían seguido por cualquier lado por donde
—Nada de esa índole. Fueran, hasta sacar suficiente partido de su enseñanza?
—Pero si no se puede decir nada de él en lo público, —Creo, Sócrates, que dices absolutam ente la verdad.
¿sí en lo privado? ¿Se cuenta que Homero mismo, mien- # —Dejamos establecido, por lo tanto, que iodos los
tras vivía, ha dirigido la educación de algunos que lo poetas, comenzando por Homero, son imitadores de imá-
han amado por su trato y que han legado a sus suce- genes de la excelencia y de las o tras cosas que crean,
sores alguna vía hom érica de vida, tal como Pitógoras sin tener nunca acceso a la verdad; antes bien, como
fue amado excepcionalm ente por esto, al punto que sus 60ia acabamos de decir, el pintor, al no esta r versado en
sucesores aún hoy denom inan 'pitagórico' un modo de el arte de la 7.apatería, hará lo que parezca un zapatero
vida por el cual resultan distintos de los demás hombres? a los profanos en dicho arte, que juzgan sólo en base
—No, nada de eso se cuenta. Pues en cuanto a Creó- a colores y a figuras.
filo, el discípulo de Homero, Sócrates, tal vez parezca — De a c u e rd o .
roás ridículo por su educación que por su n o m b re 6, si —Así también, se me ocurre, podemos decir que el
es cierto lo que se cuenta acerca de Hornero; pues se poeta colorea cada una de las artes con palabras y fra-
cuenta que éste padeció en vida un gran descuido por ses. aunque él mismo sólo está versado en el imitar,
parte de aquél. de modo que a los que juzgan sólo en base a palabras
—En efecto, se cuenta eso. Pero ¿piensas, Glaucón, [es parezca que se expresa muy bien, cuando, con el
que, si Homero hubiese sido realm ente capaz de educar debido m etro, ritmo y arm onía, habla acerca del arte
a los hom bres y hacerlos m ejorar, no habría hecho nu- de la zapatería o acerca del arte del m ilitar o respecto
merosos discípulos que lo honraran y am aran? Sin em - b de cualquier otro; tan poderoso es el hechizo que pro-
bargo, el caso es que Protágoras de Abdera, Pródico de ducen estas cosas. Porque si se desnudan las obras de
Ceos y m uchos otros, en sus lecciones privadas, podían los poetas del colorido musical y se las reduce a lo que
inculcar en sus contem poráneos la idea de que no se- dicen en sí mismas, creo que sabes el papel que hacen,
rían capaces de ad m inistrar ni su casa ni su Estado si pues ya lo habrás observado.
ellos no supervisaban su educación, y por esta sabidu- —Sí, por c ie r to .^
ría eran amados hasta ta l punto que por poco sus discí- —Se parecen a esos rostros que son jóvenes pero no
pulos no los paseaban sobre sus hom bros; los contem - bellos, tal como se los ve cuando han dejado atrás )a
poráneos de Homero, por el contrario, si éste hubiera Ror de la juventud.
podido ayudar a los hom bres respecto a la excelencia, —Absolutamente de acuerdo.
—Ven ahora y observa esto. Decimos que e) creador
6 P o r su com posición e t im o ló g ic a , « C r e ó filo » signific arla algo asi de imágenes, el im itador, no está versado para nada en
c o m o «de la trib u de la c a rn e» . c lo que es sino en lo que parece. ¿No es así?
— Sí, - S í.
—Pero no dejemos a medias lo dicho, sino m irémos- —Respecto del mismo instrum ento, por consiguien-
lo debidam ente. te. el fabricante poseerá una recta opinión en lo tocante
—Habla. a su bondad y maldad, debido a su relación con el en-
—El pintor, decimos, pinta las riendas y el freno. * tendido, y al verse obligado a atender aJ entendido, en
- S í. tanto que éste, que es quien usa el objeto, es e) que
—Pero son el talabartero y el h errero quienes las posee el conocimiento.
hacen. —De acuerdo.
—De acuerdo. —En cuam o al im itador, ¿a p a rtir del uso será que
—Ahora bien, ¿es el pintor quien sabe cómo deben posee conocimiento acerca de si lo que pinta es bello
ser las riendas y el freno? ¿O no es tampoco el que las y recto o no? ¿O acaso tendrá una opinión correcta de-
hace, el herrero y el talabartero, sino que quien sabe bido a la relación forzosa con el entendido y por haber
es sólo aquel que sabe servirse de tales cosas, el jinete? sido instruido por él sobre cómo pintar?
—Muy cierto, —Ni una cosa ni la otra.
—¿Y no direm os que eso es así acerca de todas las —El im itador, por ende, no tendrá conocim iento ni
cosas? opinión recta de las cosas que imita, en cuanto a su
—¿De qué modo? bondad o maldad.
—Con respecto a cada cosa hay tres artes: el del que —Parece que no.
la usa, el del que la hace y el del que la imita. —¡Pues encantador es el im itador poético en cuanto
-S í. a sabiduría de las cosas que hace!
—Y la excelencia, belleza y rectitud de cada in stru- —No precisam ente encantador.
mento, ser vivienie o acción, ¿están referidas a otra co- b —No obstante, aunque no sepa si cada cosa es bue-
sa que al uso que les corresponde por naturaleza o que na o mala, im itará de todos modos; sólo que, a lo que
fue tenido en cuenta al fabricarlas? parece, ha de im itar lo que pasa por bello para la m ulti-
—A ninguna otra cosa. tud ignorante.
—Es de toda necesidad, por consiguiente, que el que —No podría ser de otro modo.
usa una cosa sea el más experim entado en ella, y que —Entonces parece que estam os razonablem ente de
pueda inform ar a] fabricante Jos efectos buenos o m a- acuerdo en que el im itador no conoce nada digno de
los que se producen en su uso. Por ejemplo, el flautista , mención en lo tocante a aquello que imita, sino que la
informa al fabricante de flautas sobre las flautas que imitación es como un juego que no debe se r tom ado
sirven para locar, le ordenará cómo debe hacerlas, y en serio; y los que se abocan a la poesía trágica, sea
aquél cum plirá sus órdenes. en yambos o en m etro épico, son todos im itadores
—CJaro que sí. como los que más.
—De este modo, e) entendido informa sobre cuáles —Muy de acuerdo.
son las flautas buenas y majas, y el otro, confiando en c —¡Por Zeus! ¿No es esta imitación algo situado en
él, las fabrica. el tercer lugar a p artir de la verdad?
—S l —No, en efecto.
—¿Y respecto de qué parte del hom bre posee el po- —Ahora bien, Ja parte que confía en la medición y
der que posee? en el cálculo ha de ser la m ejor del aJma.
—¿A cuál parte te refieres? —Sin duda.
—A ésta: una m ism a m agnitud, según la veamos de —Por lo tanto, lo que se le opone es algo correspon-
cerca o de lejos, no nos parece igual. diente a nu estras partes inferiores.
—No» en efecto. sr- Necesariam ente.
—Y las mism as cosas parecen curvas o rectas según —Pues fue queriendo llegar a un acuerdo sobre esto
se las contem ple dentro del agua o fuera de ésta, o cón- que dijé que la p intura y en general todo a rte m im ético
cavas y convexas por el e rror de la vista en lo relativo realiza su obra lejos de’ la verdad, y c¡uc se a s o c iaro n
a los colores* y es patente que se produce todo este d "aquella p arte de nosotros que está lejos de la sabiduría
tipo de perturbación en n uestra alma. Y es a esta dolen- b y que es su querida y amiga sin ap u n tar a nada sano
cia de la naturaleza que se dirige la pintura som breada ni verdadero.
—a la que no le falta nada para el em brujam iento— —Absolutam ente de acuerdo.
la prestidigitación y todos los demás artificios de esa —Por consiguiente, el·arre m im ético es a lg o jn ferio r
índole, f j que, conviviendo con algo inferior, engendra algo infe-
—Es cierto. rior.
—Y el m edir, el contar y el pesar se han acreditado —Así parece. / /
como los m ás agraciados auxiliares para evitar esto, de —¿Y esto lo decimos sólo de la imitación que con-
modo que no im pere en nosotros lo que parece m ayor cierne a la vista, o tam bién de la que concierne al oído,
y menor, más num eroso o m ás pesado, sino lo que cal- a' la que llamamos 'poesía'?
cula, mide ν pesa. —Probablem ente también de ésta.
—Claro. —Pero no nos confiemos tan sólo en la analogía con
—Pero ¿no es esto función del alma razonada? la pintura, sino m archem os hasta la parte del espíritu
—De ésta, en efecio. r con )a que trata la poesía im itativa y veamos si es infe-
—Y a ésta, tras haber medido y declarado que cier- rior o valiosa.
tas cosas son mayores o m enores que otras o iguales —Hay que hacerlo.
a éstas, con frecuencia las m ism as cosas aparecen co- —Propongamos la cuestión así: la poesía imitativa
mo contrarias al mismo tiempo. imita, digamos, a hom bres que llevan a cabo acciones
-S i. voluntarias o forzadas, y que, a consecuencia de este
—Pero ¿no hemos diebo que es imposible para la mis- actuar, se creen felices o desdichados; y que en todos
m a parte del alm a em itir a la vez opiniones contrarias estos casos se lamentan o se regocijan. ¿Queda algo apar-
sobre lo mismo? te de esto?
—Sí, y lo dijimos correctam ente. —No, nada,
—Por consiguiente, la parte que opina al margen 60 —Pues bien, en todas estas situaciones, ¿se mantie-
de la medición no puede ser la misma que la que opina á ne el hom bre de acuerdo consigo mismo? ¿O bien,
según la medición.
como sucedía con la vista, en tra en discordia interior —A$í es.
y sostiene opiniones contrarias al mismo tiempo respecto —¿Y no es la razón y la Jey Jas que lo inducen a
de los mismos objetos y se halla así, tam bién en sus b resistir, m ientras que es su afección la que lo arras tra
actos, en disensión y en lucha contra sí mismo? Pero hacia el sufrim iento?
recuerdo algo que hace que no sea necesario que con- —Es verdad.
vengamos en este punto; pues en nuestra argum enta- —Pero cuando se suscitan en el hom bre al mismo
ción p reced en te7 hemos estado suficientem ente de tiempo dos movimientos opuestos respecto de lo mis-
acuerdo en que nuestra alma está colm ada de miles de mo, decimos que necesariam ente hay en él dos partes.
contradicciones de esta índole, que se suscitan al m is- —Sin duda.
mo tiempo. —Y que una de ellas está dispuesta a obedecer la
—Y hemos estado de acuerdo correctam ente. ley en lo que ésta le dicta.
—Correctam ente, en efecto; pero entonces pasam os —¿Cómo?
por alto algo que ahora me parece indispensable ex- ¿· —De algún modo la ley dice que lo más positivo es
poner. g uardar al máximo la calma en los infortunios y no irri-
—¿Qué cosa? tarse, dado que no está claro qué hay de bueno y de
—Decíamos e n to n ces8 que un hom bre razonable malo en tales sucesos, que no se adelanta nada en
que sufra una desgracia tal como la pérdida de un hijo c afrontarlos coléricam ente y que además ninguno de
o de cualquier otra cosa que estim e en m ucho ia sobre- los asuntos hum anos es digno de gran inquietud; y que
llevará con mayor facilidad que los demás. la aflicción se to rna un obstáculo p ara lo que debe-
—De acuerdo. ría sobrevenir rápidam ente en nu estra ayuda en tales
—Examinemos ahora si no siente ningún agobio, o casos.
bien, si, siendo esto imposible, de algún modo m odera —¿A qué te refieres?
su dolor. —A la reflexión sobre lo que ha acontecido. Como
—Más bien es esto lo cierto. cuando se echan los dados, Frente a la suerte echada
—Dime todavía esto: ¿cuándo piensas que comba- 604a hay que disponer los propios asuntos del modo que la
tirá más el sufrim iento y lo resistirá, cuando es visío razón escoja como el mejor; y no hacer como niños, que,
por sus sem ejantes o cuando se queda en la soledad so- tras haberse golpeado, se agarran la parte afectada y
lo consigo mismo? pasan el tiem po dando gritos, sino acostum brar al alm a
—Cuando es visto por otros; y la diferencia es grande. d a darse a la curación rápidam ente y a levantar la parte
—Al estar solo, en cambio, creo que se atreverá a caída y lastim ada, suprim iendo la lam entación con el
proferir m uchos gritos que le daría vergüenza que al- remedio.
guien los escuchara, y hará m uchas cosas que no con- —Sin duda es éste el modo m ás correcto de com por-
sentiría que alguien le viera hacerlas. tarse ante Jos infortunios.
—Por lo tanto, dccirnos que la m ejor parte de noso-
7 En IV 439b. tros es la que está dispuesta a obedecer este razona-
* En UI 387d. miento.
—Es evidente, sas tanto grandes como pequeñas, que fabrica imáge-
—En cambio, la parte que conduce al recuerdo de nes y se m antiene a gran distancia de la verdad.
Lo acontecido y a las quejas, siendo inconsolable, ¿no —De acuerdo.
direm os que es la parte irracional, perezosa y amiga —Pero aún no hemos form ulado la m ayor acusación
de la cobardía? contra la poesía; pues lo más terrible es su capacidad
—Lo diremos, por cierto. de dañ ar incluso a los hombres de bien, con excepción
—Y es la parte irritable la que cuenta con imitacio- ¿ de unos pocos.
nes abundantes y variadas» en tanto que el carácter sa- —¿Cómo no va a ser lo más terrible, si hace eso?
bio y calmo, siem pre sem ejante a si mismo, no es fácil —Escucha y examina. Cuando los mejores de noso-
de im itar, ni de aprehender cuando es imitado, sobre tros oímos a Homero o a alguno de los poetas trágicos
todo por los hom bres de toda índole congregados en el que im itan a algún héroe en medio de una aflicción, ex-
teatro p ara un festival; porque la im itación estaría pre- tendiéndose durante largas frases en lam entos, can tan -
sentando un carácter que les es ajeno. do y golpeándose el pecho, bien sabes que nos regocija-
—Absolutam ente de acuerdo. 605a mos y, abandonándonos nosotros mismos, los seguimos
—Por lo demás, es patente que el poeta imitativo no con simpatía y elogiamos calurosam ente como buen poe-
está relacionado p or naturaleza con la mejor parte del ta al que hasta tal punto nos pone en esa disposición,
alma, ni su habilidad está inclinada a agradarla, sí quiere — ¡Claro que lo sé bien!
ser popular entre el gentío, sino que por naturaleza se —Pero cuando se suscita un pesar ξη nosotros m is-
relaciona con el carácter irritable y variado, debido a mos, date cuenta de que nos enorgullecemos de lo con-
que éste es fácil de imitar. trario, a saber, de poder g uard ar calma y aguantam os,
—Es evidente. en el pensam iento de que esto es lo que corresponde
—Por lo tanto, es justo que lo ataquemos y que lo a un varón, y que lo que antes alabábam os corresponde
pongamos como correlato del pintor; pues se le asem e- a una mujer.
ja en que produce cosas inferiores en relación con la —Me doy cuenta.
verdad, y tam bién se le parece en cuanto trata con la b —¿Pero es correcto este elogio, cuando al ver un hom-
parte inferior del alm a y no con la mejor. Y así también bre de tal índole que nosotros m ismos no aceptaríam os
es en justicia que no lo adm itirem os en un Estado que ser, sino que nos avergonzaríam os, no sentim os abom i-
vaya a ser bien legislado, porque despierta a dicha p ar- nación sino que nos regocijam os y lo alabam os?
te del alma, la alim enta y fortalece, m ientras echa a per- —No, por Zeus, eso no parece razonable.
der a la parte racional, tal como el que hace prevalecer —Claro está, al menos si lo examinas de este modo.
políticam ente a los malvados y les entrega el Estado, —¿De qué modo?
haciendo sucum bir a los m ás distinguidos. Del mismo —Ten en cuenta que la p arte del alma que entonces
modo direm os que el poeta im itativo im planta en el al- reprim íam os por la fuerza en las desgracias personales,
ma particular de cada uno un m al gobierno, congracián- la que estaba ham brienta de lágrimas y de quejidos y
dose con la parte insensata de ella, que no diferencia c buscaba satisfacerse adecuadam ente —pues está en su
lo mayor de lo m enor y que considera a las mismas co- naturaleza el desear tales cosas—, ésa es la parte a la
que los poetas satisfacen y deleitan; en tanto que lo que vamos mejores y más dichosos en lugar de peores y más
es por naturaleza lo mejor de nosotros, dado que no desdichados.
ha sido suficientem ente educado ni por la razón ni por —No puedo decir que sea de otro modo.
la costum bre, afloja la vigilancia de la parte quejum- h —Por lo tanto, Glaucón, cuando encuentres a quie-
brosa, en cuanto* que lo que contem pla son aflicciones nes alaban a Hom ero diciendo que este poeta ha educa-
ajenas, y no ve nada vergonzoso en elogiar y compade- do a la Hélader y que con respecto a la adm inistración
cer a otro que, diciéndose hom bre de bien, se lam enta y educación de los asuntos hum anos es digno de que
de modo inoportuno, sino que estim a que extrae de allí se le tome p ara estudiar, y que hay que disponer toda
un beneficio, el placer, y no aceptaría verse privado de nuestra vida de acuerdo con lo que prescribe dicho poe-
él por haber desdeñado el poema en su conjunto. Pien- ta, debemos am arlos y saludarlos como a las mejores
so, en efecto, que pocos pueden com partir la reflexión personas que sea posible encontrar, y convenir con ellos
de que lo que experim entam os de las aflicciones ajenas en que Homero es el más grande poeta y el prim ero
revierte sobre nosotros mism os, pues después de haber de los trágicos, pero hay que saber también que# en cuan-
nutrido y fortalecido la conmiseración respecto de otros, to a poesía, sólo deben adm itirse en nuestro Estado los
no es fácil reprim irla en nuestros propios padecimientos. himnos a los dioses y las alabanzas a los hom bres bue-
—Es m uy cierto. nos. Si en cambio recibes a la Musa dulzona, sea en
—¿Y no rige el mismo argum ento respecto de lo ri- versos líricos o épicos, el placer y el dolor reinarán en
dículo? Porque cuando escuchas en la comedia o en la tu Estado en lugar de la ley y de la razón que la com u-
conversación privada payasadas que a ti m ismo te aver- nidad juzgue siem pre ta mejor.
gonzaría decir, y lo gozas intensam ente en lugar de de- —Es una gran verdad.
testarlo como perversidad, ¿no haces lo mismo que en b —Esto es lo que quería decir como disculpa, al re-
el caso de lo patético? En efecto, esta disposición a ha- to m ar a la poesía, por haberla desterrado del EsLado,
cer reír que reprim ías, en ti mismo, por medio de la por ser ella de la índole que es: la razón nos lo ha exigi-
razón, por temor a la reputación de payaso, ahora la do. Y digámosle, además, para que no nos acuse de d u -
liberas; y tras haber fortalecido este impulso juvenil, ros y torpes, que la desavenencia entre la filosofía y
con frecuencia te dejas a rra stra r inadvertidam ente has- la poesía viene de antiguo. Leernos, por ejemplo, *Ja
ta el punto de convertirte en un comediante en la char- perra gruñona que ladra a su amo»·*, «im portante en
la habitual. c la charla vacía de los tontos», <«la m ultitud de las ca-
—Por cierto que sí. bezas excesivamente sabias» ,0, «los pensadores sutiles
—Y en cuanto a las pasiones sexuales y a la cólera <i
y a cuantos apetitos hay en el alma, dolorosos o agrada- ** A d a m , a d loe., y W l l a m o w i t ¿ (Platón, Π . B erlín. 1919. pág. 385)

bles, de los cuales podemos decir que acompañan a to- c o m p a ran e sta c ita con la d e Leyes XII 967b. d on de se dice qu e los
das nuestras acciones, ¿no produce la imitación poélirn p o eta s « c om p a ran a los filósofos con p erro s qu e a co s tu m b ra n a la d r a r
de bald e». Se entien de en to n c es que la p e rra es la filosofía. T odas e s -
los mismos efectos? Pues alim enta y riega estas cosas, t a s frases alu siv as a la filosofía co rre sp o n d e n a p oe tas q u e no h a sido
cuando deberían secarse, y las instituye en gobenum les po sible id entificar.
de nosotros, cuando deberían obedecer para que nos vol 10 R ecordam o s al lecto r qu e segu im o s e) (exlo de Adam.
porque son pobres», y mil otras señales de este antago- y de que e) oyente debe estar eo guardia contra ella,
nismo* No obstar.te, quede dicho que, si la poesía im ita- temiendo por su gobierno interior, y de que ha de creer
tiva y dirigida al placer puede alegar alguna razón por lo que hemos dicho sobre la poesía.
la que es necesario que exista en un Estado bien gober- —Convengo por com pleto contigo.
nado, la adm itirem os complacidos, conscientes como es- —Grande, en efecto, es la contienda, mi querido Glau-
tamos de ser hechizados por ella. Pero sería sacrilego cón, runcho más grande de lo que parece, en tre llegar
renunciar a lo que creemos verdadero. Dime, amigo mío, a ser bueno o malo; de modo que ni atraidos por el ho-
¿no te dejas em brujar tú también por la poesía, spbre d nor o por las riquezas o por ningún cargo, ni siquiera
todo cuando la contem plas a través de Homero? por la poesía* vale la pena descuidar la justicia o el res-
—Sí, mucho- to de la excelencia.
—¿Será justo, entonces, perm itirle regresar a nues- —Convengo contigo en vista de lo expuesto, y pienso
tro Estado, una vez hecha su defensa en verso lírico que cualquiera tam bién convendrá.
o en cualquier otro tipo de m etro? —Con todo, no hemos expuesto las mayores retrib u -
—De acuerdo. ciones de la excelencia y los prem ios propuestos.
—Concederemos también a sus protectores —aquellos ^ Í í a b l a s de algo extraordinariam ente grande, si es
que no son poetas sino am antes de la poesía— que, en que existe otra cosa más grande que tas ya mencionadas.
prosa, aleguen a su favor que d o sólo es agradable sino —Pero ¿qué podría llegar a ser grande en un tiempo
tam bién beneficiosa tanto respecto de la organización tan pequeño? Pues iodo el tiempo que tran scu rre desde
política como de la vida hum ana, y los escucharem os la niñez hasta la vejez es poco en com paración con la
gustosam ente; pues seguram ente ganaríam os si se reve- ¿ totalidad del tiempo.
la ser no sólo agradable sino tam bién beneficiosa. —Desde luego no es nada.
—¿Y cómo no hemos de ganar? —Ahora bien, ¿piensas que una cosa inm ortal ha de
—Pero si no pueden alegar nada, mi querido amigo, esforzarse en lo tocante a este breve tiempo, pero no
harem os como los que han estado enamorados y luego en lo tocante a la totalidad?
consideran que ese am or no es provechoso y, aunque —No lo pienso, pero ¿qué quieres decir con eso?
les duela, lo dejan; así también nosotros, llevados por —¿No te percatas de que nuestra alma es inm ortal
el am or que hacia esta poesía ha engendrado la educa- y jam ás perece? — -
ción de nuestras bellas instituciones políticas, estare- 60&a Y Glaucón, m irándome sorprendido, exclamó:
raos complacidos en que se acredice con el máximo de —No, jpor Zeus! Pero ¿puedes decir eso?
bondad y verdad; pero, hasta tanto no sea capaz de de- —Debo estarlo, y pienso que tú también, pues no es
fenderse, la oirem os repitiéndonos el mismo argum ento nada difícil.
que hemos enunciado, como un encantamiento, para pre- —Para mí sí, pero con gusto oiría de ti eso que no
cavernos de volver a caer en el amor infantil, que es es difícil.
el de la m ultitud; la oiremos, por consiguiente, con el -^Escucha.
pensam iento de que no cabe tom ar en serio a la poesía —Habla.
de tal índole, como si fuera seria y adherida a la verdad, —¿Llamas a algo ‘bueno' y a algo 'm alo'?

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