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¿Cómo Vemos las Cosas?

El otro día sucedió algo en mi trabajo que me llamo mucho la atención. Resulta ser que
ocurrió un incidente y cuando se comenzó una investigación, varios de los supuestos
testigos dieron versiones diferentes de lo que habían visto.

El problema esta en que cuando el mensaje finalmente llega a la última persona ha sido
distorsionado de tal manera que casi ni se parece al mensaje original; esto es debido a que
nosotros escuchamos e interpretamos las cosas a nuestra manera.

Números 13:25-33 – Y volvieron de reconocer la tierra al fin de cuarenta días. 26 Y


anduvieron y vinieron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación de los hijos de Israel,
en el desierto de Parán, en Cades, y dieron la información a ellos y a toda la
congregación, y les mostraron el fruto de la tierra. 27 Y les contaron, diciendo: Nosotros
llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es
el fruto de ella. 28 Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy
grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac. 29 Amalec habita el
Neguev, y el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte, y el cananeo habita junto
al mar, y a la ribera del Jordán. 30 Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de
Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos
nosotros que ellos. 31 Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir
contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. 32 Y hablaron mal entre los hijos
de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para
reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de
ella son hombres de grande estatura. 33 También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza
de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les
parecíamos a ellos.

Para tener un mejor entendimiento del mensaje en el día de hoy, será necesario que
conozcamos un poco de lo que esta aconteciendo. En otras palabras tendremos que repasar
un poco de historia.

Aquí tenemos al pueblo de Israel cual fue liberado de las manos del faraón después de
aproximadamente 430 años de esclavitud. Dios utilizo a Moisés para liberarles, y ellos
todos vieron grandes señales de un Dios vivo.

Ellos presenciaron todas las plagas y cruzaron el mar rojo sin tener que mojarse o usar una
nave. Ellos habían escuchado Palabra de Dios a través de Moisés y sabían que él les estaba
guiando hacia la tierra prometida.

Ellos sabían que Dios les había liberado y que les había prometido una tierra que fluía con
leche y miel. ¿Por qué les hago este recuento?

Les hago este recuento porque es necesario que nos demos cuenta de que ellos sabían
exactamente hacia donde se dirigían, es necesario que sepamos que ellos conocían las
promesas de Dios. Con esto en mente entonces llegamos a este punto en la historia.
Moisés les guió por el desierto hasta la frontera de la tierra que Dios les había prometido y
aquí vemos que el entonces envió a estos hombres a que fueran y reconocieran el territorio.
Aquí es donde comienza el problema.

Como les dije al inicio, todos nosotros vemos las cosas de diferentes maneras. Estos
hombres que fueron a reconocer el territorio le dieron un buen reporte a Moisés, ellos
confirmaron que la tierra en verdad era buena, que era fértil, (Vers. 27), pero el problema
comienza porque ellos se fijaron mas en los habitantes que en la promesa de Dios, (Verss.
28-29).

Dios les había liberado de la esclavitud para hacer de ellos una gran nación que sirviera de
ejemplo en el mundo. Dios quería bendecir a este pueblo, pero por su poca fe y confianza
en Dios ellos no recibieron la bendición de inmediato.

Ellos no se concentraron en las promesas de Dios, ellos prefirieron no confiar en Su poder,


ellos se concentraron en lo que vieron y en sus debilidades, (Vers. 31). A consecuencia este
pueblo anduvo en el desierto por un total de cuarenta años. Quiero que nosotros pensemos
en esto por unos momentos.

Quiero que analicemos lo que les sucedió a ellos y lo comparemos con lo que nos sucede a
nosotros hoy en día. Lo que le sucedió a este pueblo no es muy diferente a lo que nos
sucede a nosotros hoy en día. En muchas ocasiones nosotros nos comportamos tal como
este pueblo.

Dios quería que este pueblo le sirviera de bendición al mundo, Dios quería que ellos fueran
el ejemplo a seguir, pero ellos no confiaron en Dios.

Ellos solamente se fijaron en que la tierra contenía un gran número de habitantes, ciudades
con murallas fortificadas y gigantes que habitan en ella. Les pregunto, ¿existe esto en
nuestras vidas hoy? Les puedo decir con toda confianza que sí.

Existen muchas personas que hacen tal como hizo el pueblo de Israel en este instante.
Existen muchas personas que en vez de concentrarse en las promesas de Dios, que en vez
de concentrarse en Su poder, se concentran en las situaciones y quitan su mirada de Dios;
una vez que hacemos esto entonces nuestra fe flaquea y comenzamos a sucumbir en la
tentación y la rebeldía.

Es al igual que cuando oímos que las personas dicen que Dios no les habla. Esto es algo
que he escuchado en más de una ocasión por numerosas personas. Pero la realidad del caso
es que Dios si nos habla, quizás no con voz de trompeta, no con gran estruendo, pero Dios
nos habla a través de su Palabra. Dios nos habla a través de hermanos y hermanas, Dios nos
habla en todo momento, pero muchos de nosotros no le llegamos a oír.
La razón principal es porque tal como este pueblo, dejamos de confiar en Él. Confiamos
más en nuestras habilidades que en la fortaleza de Dios. Este fue el caso de este pueblo,
ellos al reconocer la tierra no vieron la bendición, solo vieron lo negativo.

Al reconocer esta tierra ellos no confiaron que el mismo Dios que les había liberado de las
manos del faraón, (Éxodo 3:17), que el mismo Dios que les había prometido esta tierra se
las entregaría, ellos solamente vieron sus debilidades. El resultado de sus acciones fue que
se rebelaron contra Dios.

Preguntémonos, ¿estamos atravesando por un desierto ahora? Existen muchas personas que
tal como este pueblo, en estos mismos momentos están atravesando por un gran desierto,
existen muchas personas que en estos mismos momentos están atravesando por situaciones
muy difíciles porque han confiado más en sus habilidades que en Dios.

El problema es que nosotros hemos creado paredes fortificadas a través de los años
alrededor de nuestros corazones y no son nada fáciles de derrumbar. Hemos permitido que
nuestro enemigo fortalezca estas murallas con pensamientos negativos, y hemos dejado a
Dios afuera.

La realidad del caso es que algunos Cristianos no han aprendido que el poder de Dios es
infinito. Esto es particularmente verdad para los nuevos creyentes, pero no se limita a ellos
solamente.

Tenemos que aprender a escuchar la voz de Dios, tenemos que aprender a confiar en Dios.
Cuando nosotros escuchamos la voz de Dios y confiamos en Él, cuando nosotros estamos
atentos a las cosas de nuestro Padre celestial, cuando guardamos Su Palabra y Sus
mandamientos, Él derrama bendiciones sobre nosotros (Deuteronomio 28:1-6).

Cuando guardamos la Palabra de Dios, cuando somos fieles, cuando somos obedientes,
seremos bendecidos en toda circunstancia o situación.

Las apariencias no son de importancia, no importa que pueda ser algo que nos luzca
desagradable o nos cause una pequeña incomodidad, estemos donde estemos, pase lo que
pase, Dios enviara una bendición. Dios no se olvida de Su pueblo, Dios no dejara de
derramar bendiciones sobre nosotros mientras nos mantengamos firmes.

Dios no dejara de derramar bendiciones sobre nosotros mientras nos mantengamos fiel a Su
Palabra. La triste realidad es que muchos de nosotros regresamos y permanecemos vagando
perdidos en el desierto, pero nosotros no estamos llamados a caminar perdidos en el
desierto, nosotros estamos llamados a caminar hacia la cruz, (Marcos 8:34).

La razón principal es que no nos mantenemos fiel; no hemos aprendido a escuchar Su voz,
o simplemente no queremos hacer caso a lo que se nos dice. En otras palabras, somos
desobedientes. La desobediencia yo diría que es uno de los problemas más grande que sufre
la iglesia hoy en día.

La desobediencia causa que caigamos nuevamente en la esclavitud de este mundo, la


desobediencia causa que no veamos las bendiciones que Dios nos envía.

La desobediencia causa que solo veamos lo negativo. Este pueblo no recibió las
bendiciones de Dios de inmediato porque solo vieron la oposición, vieron los gigantes que
habitaban en la tierra y se atemorizaron, (Vers. 33).

Sé que muchos están pensando que en nuestras vidas no existen gigantes, sé que muchos
están pensando que hoy en día no habitan gigantes en esta tierra, pero la realidad del caso
es que si existen números gigantes que como iglesia tenemos que enfrentar. Primero que
todo preguntémonos, ¿qué es un gigante?

Un gigante es todo aquello que nos separa de la voluntad de Dios. Un gigante es todo
aquello que trata de apartarnos del camino que Él nos ha enseñado. Un gigante es todo
aquello que se para entre nosotros y los planes de Dios para nosotros. Un gigante es todo
aquello que aparenta ser mucho más grande y poderoso que nosotros, más grande que
nuestro deseo de servir a Dios.

Un gigante es todo aquello que es mucho más fuerte que nuestras habilidades y que no
podemos enfrentar a solas. Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor, solo tenemos que
analizar nuestras vidas y encontraremos que si existen muchos gigantes habitando donde no
deberían habitar. La pregunta que nos debemos hacer es ¿qué gigante enfrentamos nosotros
hoy en día?

El primer gigante que enfrenta la iglesia hoy en día es el gigante de la duda e incredulidad.
Si nos ponemos a pensar en lo que aconteció en este caso veremos que esto fue
exactamente lo que sucedió con el pueblo de Israel y sucede con nosotros.

Cuando estos hombres fueron enviados a reconocer la tierra, ellos no fueron enviados para
ver si esta era la tierra o no, Dios sabia que esta era la tierra que Él tenía para este pueblo.
Dios sabía que Él les daría la victoria sobre toda oposición, pero ellos dudaron, ellos no
creyeron en la Palabra de Dios. Solamente hubo uno de ellos que dijo “Subamos luego, y
tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos“.

Solamente Caleb creyó sin dudar que Dios les entregaría la victoria.

Muchos de nosotros hacemos tal como ese pueblo, muchos de nosotros al vernos
confrontados con problemas o situaciones, al vernos cara a cara con esos gigantes que
vienen a robarnos la paz que Dios nos ha dado, simplemente dudamos de Su poder.

Pero hermanos la realidad del caso es que estos gigantes no existen para robarnos la paz,
Dios permite que estos gigantes existan para glorificarse a través de ellos (Santiago 1:2-4).
Podemos dudar las promesas de Dios para nuestras vidas, podemos dudar que seremos
bendecidos, pero cuando hagamos esto recordemos lo que le sucedió a este pueblo.

Por causa de su duda estuvieron perdidos en el desierto por cuarenta años.

Recordemos siempre que el dudar o no creer no nos permitirá ver la grandeza de nuestro
Dios y aumentara nuestras propias debilidades. El dudar o no creer nos conducirá
nuevamente al desierto.

El segundo gigante que enfrentamos como iglesia es el temor. En el caso de este pueblo, el
temor de las ciudades fortificadas, el temor de los habitantes, el temor de los gigantes fue
mucho mayor que la promesa de Dios. Este pueblo se vio como “langostas”, se vio mucho
inferior a ellos, se vieron insignificantes.

Nosotros en muchas ocasiones hacemos igual, en vez de ver los problemas o situaciones
como insignificantes en los ojos de Dios, vemos los problemas y situaciones como gigantes
que nos causan temor. Lo que sucede es que nosotros medimos los obstáculos contra
nuestra propia fuerza y habilidad, en vez de concentrarnos en el poder de nuestro Dios.

Estos hombres llegaron a ver la tierra prometida, la tierra que fluía con leche y miel como
la “tierra que traga a sus moradores“. Esto es una gran diferencia ¿verdad? Pero el temor
causa esto mismo, el temor causa que veamos las cosas completamente opuestas a lo que
son.

El temor causa que no veamos las bendiciones. Hermanos, el temor no es de Dios (2


Timoteo 1:7).

Tenemos que reconocerle por lo que es, un gigante que quiere alejarnos de Dios. Un
gigante que quiere robarse las bendiciones que Él tiene para nosotros. Un gigante que
quiere desterrarnos y enviarnos a andar nuevamente en el desierto. Pero Dios nos libero y
no podemos permitir ser desterrados (Éxodo 13:14).

Para concluir. Les pregunto, ¿cómo vemos las cosas? Cuándo miramos y examinamos
nuestras vidas, ¿vemos a los gigantes o vemos el poder de Dios? Cuándo miramos hacia
nuestros futuros, ¿estamos en camino hacia la tierra prometida o estamos en camino al
desierto?

No podemos permitir que seamos guiados en dirección contraria a Dios. Fuimos liberados
de la esclavitud, (Éxodo 14:13-14), recibimos el regalo más grande que podíamos recibir,
recibimos la vida eterna en Cristo Jesús.
Fuimos escogidos por Dios para servirle, y debemos tener siempre en mente todos esos
años que pasamos perdidos en el desierto del mundo, el sufrimiento, los dolores, esa carga
tan pesada que una ves teníamos.

Tenemos que acordarnos que Dios y solo Dios nos dio descanso, alivio nuestras penas.
Hermanos, no podemos permitirle al demonio que nos desvié de nuestro caminar.

En este mundo tendremos que enfrentarnos a gigantes, tendremos que confrontar


situaciones difíciles, pero siempre debemos recordar que Dios así lo permite para refinarnos
y probar cuan fuerte es nuestra fe.

El pueblo de Dios en ese entonces tuvo a Moisés, quien fue un gran hombre de Dios, pero
nosotros tenemos a Cristo, le tenemos a Él que nunca nos abandona, que siempre esta
dispuesto a estrechar Sus manos y guiarnos en toda situación.

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