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TEMA 1. LENGUAJE Y COMUNICACIÓN.

COMPETENCIA
LINGÜÍSTICA Y COMPETENCIA COMUNICATIVA.

ÍNDICE.

1. INTRODUCCIÓN.
2. EL LENGUAJE.
3. LA COMUNICACIÓN.
4. LENGUAJE Y COMUNICACIÓN.
5. COMPETENCIA LINGÜÍSTICA.
6. COMPETENCIA COMUNICATIVA.
6. CONCLUSIÓN.
7. BIBLIOGRAFÍA Y APLICACIÓN DIDÁCTICA.

1. INTRODUCCIÓN.

Para entender las características propias del lenguaje humano se ha recurrido con
frecuencia a los estudios comparados con los sistemas de comunicación animal, sin
embargo aún no se ha delimitado qué es innato y qué es social en el lenguaje, entre otras
cosas porque no se ha establecido una relación comunicativa entre el estudioso y la especie
animal estudiada.

El estudio clásico de Hockett, Curso de Lingüística moderna, 1971, adelantó los rasgos
comunes a todas las lenguas (lenguaje verbal humano), algunos de ellos comunes con
sistemas de comunicación no humanos como el de las abejas o los gibones.

2. EL LENGUAJE.

El lenguaje es la facultad que tienen los seres humanos para comunicar sus
pensamientos, sentimientos y experiencias. También puede entenderse como un sistema de
signos que hace posible la comunicación. Es también una institución social configurada
previamente y que el hablante aprende mediante códigos o sistemas de comunicación
instituidos por el hombre.

Desde la perspectiva del lenguaje como hecho social, podemos diferenciar lenguaje,
limitado para la caracterización del hecho social e, incluso, como hecho natural, en el
sentido de “facultad de lenguaje”, de lengua, limitada al hecho sistemático, científico en el
sentido de que puede admitir, al menos teóricamente, la axiomatización. El lenguaje es el
medio principal de comunicación interhumana, que en torno a él se ha estructurado la
sociedad, y que gracias al mismo se ha configurado la historia.

Humboldt dio como definición de lenguaje “una emanación específica del espíritu
de una nación concreta”, la expresión de una “forma interior” que comporta una
concepción peculiar del mundo, una cosmovisión específica, de ahí el nombre de su teoría
como teoría de la cosmovisión. Una de las varias definiciones de “forma interior” que

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Humboldt nos va a ofrecer (pues no siempre la define del mismo modo) es la que la
caracteriza como “aquel constante e invariable sistema de procesos que subyace al acto
mental de llevar señales articuladas estructuralmente, organizadas al nivel de la
expresión del pensamiento”.

Este concepto de lenguaje, interpretado a través de la forma interior, se unió con la


concepción de lengua, más científica, o menos rústica, lo que ha permitido la
reinterpretación de Chomsky en la definición de lengua como “un sistema generado
recursivamente, donde las leyes de la generación son fijas e invariables, pero cuyo
alcance y el modo específico como se aplican permanecen enteramente sin especificar”.
Desde que Saussure explicara su Curso de lingüística general, las definiciones del
lenguaje parten de la concepción de la lengua como sistema de signos utilizados para
establecer la comunicación en el seno de las sociedades humanas.

Para Martinet, el lenguaje humano forma parte del amplio género de los fenómenos
sociales que se definen por su intención de comunicación probable por medio de criterios
de comportamiento. En el uso del lenguaje, 1) proporcionamos información
paralingüística, sobre nuestro sexo, edad, estado de ánimo,.. 2) El carácter sistemático de
las lenguas naturales humanas las distingue de otros medios de comunicación más
aleatorios. Además, 3) el uso del lenguaje tiene un carácter lineal y discreto de los signos
lingüísticos y una doble articulación, en monemas y fonemas, que facilita la economía
lingüística.

Por su parte, Simone en Fundamentos de lingüística, se refiere a la noción intuitiva


de “lenguaje” como la facultad de asociar dos órdenes distintos de entidades: el orden de
los contenidos mentales, que por sí solos no tienen ningún medio de manifestarse a los
demás, y el orden de las realidades sensoriales, que permiten a los contenidos mentales
manifestarse al exterior por medio de signos que denotan y connotan realidades
diferenciadas por el hombre.

Hjelmslev llamó a cada uno de estos dos órdenes contenido (res) y expresión
(verba), señalando la existencia de una sustancia y una forma en cada uno de estos niveles.
La lingüística interna estudiaría la forma del contenido y de la expresión, mientras que la
lingüística externa se ocupa de la sustancia de ambos planos.

3. LA COMUNICACIÓN.

Junto a la noción de lenguaje y de lengua, aparece de forma inmediata y en función


de ella, el concepto de comunicación, en el sentido de “el lenguaje como diálogo”. En
efecto, un innegable punto de partida radica en el hecho de que la comunicación
establecida por medio del lenguaje arranca de un yo para pasar a un tú. Ya Hegel había
precisado esta especial característica del lenguaje, la de un ser-ahí cuya existencia sólo
puede realizarse en un ser para otro.

No obstante, esta relación entre el yo y el tú es un esquema comunicativo mínimo.


Hay todo un mundo externo, un mundo de las cosas y las experiencias que es necesario
considerar. Sin embargo, no vayamos a creer que el lenguaje se limita a inventariar y que
un estudio del lenguaje se convertiría en un albarán de la experiencia.

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Singh en Teoría de la información, del lenguaje y de la cibernética, nos habla del
sentido restringido de comunicación como intercambio de información entre un Emisor y
un Receptor. Siguiendo este modelo, se puede decir que la comunicación es un proceso de
intercambio de información entre un emisor y un receptor. La comunicación se produce en
ese intercambio pero no requiere necesariamente la aportación de nuevas informaciones,
sino que puede ser redundante o consabida, como ocurre en la comunicación fática.

Esto nos lleva a diferenciar entre información, como aporte de una novedad, y
comunicación, como proceso de intercambio mediado por un código, lingüístico o no
lingüístico. La comunicación, entendida en sentido humano y social, supone una respuesta,
la aceptación de un contrato enunciativo y procesos de inferencia y de interpretación. En la
comunicación humana, el mensaje no es meramente decodificado, sino también
interpretado y se le asigna una intención y un sentido que van más allá de su significado
literal.

Los procesos de comunicación son estudiados por las ciencias del lenguaje y de la
comunicación en general: la semiótica, la pragmática, el análisis de la conversación y del
discurso, así como el interaccionismo simbólico y la etnometodología del habla. Estos
paradigmas científicos han superado el esquema limitado de la comunicación entre emisor,
receptor, canal, mensaje y contacto. Hay además otras funciones y elementos del proceso,
que son de naturaleza social y psicológica, a los que hay que atender, como la situación, el
contexto, los lenguajes no verbales que intervienen en el proceso, y la cultura como mundo
de referencias de naturaleza social.

Hal y Goffman, autores de la Escuela de Palo Alto, afirman en su obra La nueva


comunicación, que la comunicación está presente siempre en las relaciones sociales, hasta
el punto de que no es posible dejar de comunicarse. Ven la comunicación como un sistema
(un proceso) en el que los interlocutores participan. Un individuo no se comunica, no es el
autor de la comunicación, sino que participa en ella. En tanto que sistema en uso hay que
entenderla como un intercambio social.

También entendemos la comunicación como proceso verbal, para lo que es necesario


entender ciertos rasgos característicos del lenguaje. Una de las primeras obras sobre el
lenguaje, el Crátilo de Platón (un diálogo sobre el origen del lenguaje), describe al habla
como una forma de acción y a las palabras como instrumentos con los cuales pueden
realizarse acciones. Karl Bühler se refería a esta obra cuando describió el lenguaje como
una herramienta, un “órgano” que las personas utilizan a fin de comunicarse entre sí. El
modelo de “órganon” de Bühler (1934) ha tenido una importante influencia en la manera
como se aborda el lenguaje en los estudios del discurso. Estableció que un sonido puede
considerarse un signo lingüístico únicamente si existe una relación tripartita que conecte al
sonido con el emisor, el receptor y el objeto al que se hace referencia. Los supuestos
básicos de este modelo son que el lenguaje es un instrumento con el cual pueden lograrse
objetivos, y que este instrumento no puede ser considerado separadamente de los hablantes
y oyentes, o autores y lectores.

4. LENGUAJE Y COMUNICACIÓN.

Básicamente, para que exista una verdadera comunicación han de darse

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necesariamente los siguientes factores: un emisor ha de emitir un mensaje, a través de un
canal, en forma de una señal, o signo, que un receptor pueda percibir, descifrar e
interpretar. Para ello es necesario que ambos compartan el mismo código en que se cifra el
mensaje y que éste remita a un determinado referente. Para que se dé un bucle de
retroalimentación, o feedback, el receptor ha de ser capaz de asumir las funciones de
emisor y, al mismo tiempo, el anterior emisor puede pasar a receptor. De este modo la
comunicación no presupone un sujeto activo frente a otro pasivo, pues mientras que el
emisor emite, el receptor decodifica y es, a su vez, emisor potencial.

Para Jakobson, a cada factor del proceso de comunicación le corresponde una función
del lenguaje, dependiendo de las intenciones comunicativas del emisor:
- Expresiva o emotiva: Es la orientada al emisor. Esta función permite inferir
elementos de la subjetividad del hablante. A esta función se vinculan la entonación
expresiva y un sinnúmero de elementos paralingüísticos como intensidad, ritmo, pausas del
discurso... La modalidad exclamativa es asimismo propia de la función expresiva, así
como toda una serie de recursos lingüísticos tales como los diminutivos, aumentativos y
despectivos. Entraría también la adjetivación valorativa e incluso la propia selección del
léxico: Estoy alegre.
- Conativa o apelativa: la comunicación se centra en el receptor, esperando un
cambio de actitud en éste. Son propios de esta función todos los recursos destinados a
influir en el oyente. Su expresión gramatical propia es el vocativo, el imperativo y la
modalidad interrogativa: ¡Ven!
- Referencial o representativa o denotativa o simbólica: está orientada al contexto,
es decir, a la realidad extralingüística, al referente: Son las dos en punto. La función
referencial es la función por la que se comunican contenidos objetivos o, lo que es lo
mismo, independientes de la subjetividad del emisor, aunque no por ello han de estar en el
mundo real. Es la función característica de la exposición del conocimiento y además es
específica del lenguaje humano.
- Fática: es la función orientada al canal y se da en mensajes cuya única finalidad
es establecer, prolongar o interrumpir la comunicación, o, simplemente, comprobar que el
canal funciona. Las conversaciones sobre el tiempo, las fórmulas ritualizadas son propias
de esta función que predominará en un mensaje cuando la información emitida por éste sea
muy baja o nula.
- Poética: se da esta función cuando la expresión lingüística atrae la atención sobre
su propia forma. Cualquier desviación o extrañamiento con respecto al uso normal
pertenece a esta función, sea en el uso cotidiano o escrito. el lenguaje trata de llamar la
atención sobre sí mismo. Sus recursos son numerosísimos, desde el puro juego verbal hasta
las convenciones poéticas y no se limita a la literatura sino que encontramos ejemplos en
muchas expresiones coloquiales. Es asimismo un recurso muy utilizado por la publicidad.
- Metalingüística: se centra en el código y se da cuando empleamos el lenguaje
para referirnos al lenguaje. Esta función es exclusiva de las lenguas naturales. Ningún otro
sistema de comunicación tiene la capacidad de referirse a sí mismo.

5. COMPETENCIA LINGÜÍSTICA.

Desde unos presupuestos lingüísticos, la comunicación humana está basada en la


capacidad de aprender cualquier lenguaje, en lugar de los modelos transmitidos
genéticamente, propios de los animales inferiores. Éste es el significado que le da

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Chomsky a la competencia lingüística en Aspecto de la teoría de la sintaxis. La
competencia lingüística hay que entenderla como la capacidad que posee un hablante
oyente ideal para aprender, generar e interpretar una gama infinita de textos a partir de una
gama limitada de reglas. Esta facultad sería innata y universal en los seres humanos.

Las investigaciones posteriores a Chomsky han puesto de manifiesto que esta


competencia abstracta hay que completarla con otras competencias comunicativas de tipo
social y cultural, de naturaleza verbal y no verbal que están presentes en los procesos
efectivos de comunicación, como las habilidades sociales, la competencia enciclopédica, la
competencia situacional y circunstancial, la competencia cultural,.

El saber que implica la competencia lingüística ha sido explicado de diversos modos.


Para Saussure, el saber hablar es un saber inconsciente. Para Chomsky se trata de un
saber intuitivo. Saussure considera el saber lingüístico como inconsciente a partir de que
los hablantes utilizan al hablar como un mecanismo muy complejo, pero no reflexionan
sobre ese mecanismo y no son capaces de formular explícitamente sus hechos y sus reglas.

Coseriu pone de manifiesto en su obra La competencia lingüística el conjunto de


elementos que entraña la competencia comunicativa de tipo lingüístico, y que se resumen
en el siguiente esquema:
! Capacidad general de expresión = capacidad para las actividades que
acompañan a la lengua (mímica, gestos…).
! Competencia lingüística en su totalidad = competencia lingüística
psicofísica.
! Competencia lingüística cultural = compuesta por 3 sub-competencias:
a) Competencia lingüística general " saber elocutivo
b) Competencia lingüística particular " saber idiomático
c) Competencia textual o discursiva " saber expresivo

Para Coseriu, el saber elocutivo es una competencia que trasciende las lenguas
particulares y que se refiere al hablar como tal. Es un saber que presuponen todas las
lenguas y que puede ser anulado en las lenguas e, intencionadamente, en los textos. A este
saber pertenece el conocimiento de los principios del pensamiento, que nos permiten
aceptar algo como coherente o incoherente, e interpretar lo dicho. El saber idiomático,
por su parte, comprende las diversas variedades de la lengua: diatópica (dialectos),
diastrática (niveles de lengua) y diafásica (estilos de lengua).

Por último, el saber expresivo se refiere a las determinaciones generales del hablar:
hablante, destinatario, objeto y situación. Hay normas que afectan a estas determinaciones
y son extraordinariamente numerosas. Podría aludirse con ellas a los principios de
cooperación de Grice:
! máxima de cantidad = no seas más informativo de lo necesario.
! máxima de cualidad = no digas lo que creas que es falso.
! máxima de relación = atente al tema que se está tratando.
! máxima de modo = sé claro, breve y ordenado.

Cada género textual tiene sus normas específicas. La noticia, el soneto… tienen su
estructura propia. La lingüística del texto distingue entre microestructuras y

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macroestructuras, para designar a la estructura lingüística particular y a la estructura de los
textos como tales.

6. COMPETENCIA COMUNICATIVA.

Para Badura, la competencia comunicativa se infiere a través de la competencia


lingüística. La competencia comunicativa se refiere a las capacidades de comunicación en
un determinado contexto sintópico, sinfásico y sinstrático. Tal competencia se divide en
dos componentes:
- Componente hermenéutico-analítico: la capacidad de comprender adecuadamente
emisiones realizadas en una determinada situación comunicativa. Es este componente el
que garantiza la transformación y elaboración de informaciones necesarias para desarrollar
una comunicación satisfactoria con los interlocutores de una determinada situación
comunicativa.
- Componente táctico-retórico: por el que se procura que los actos de habla estén
dotados de una cierta efectividad comunicativa.

En una línea similar, Hymes define la competencia comunicativa como la capacidad de


dominar situaciones de habla, de emplear adecuadamente subcódigos sociolingüísticos
diferentes del código estándar de la norma particular. Para este autor, la competencia
comunicativa supone una serie de saberes que él resume en su modelo SPEAKING, en el
que define cuáles son los elementos que el hablante ha de tener en cuenta en su situación
comunicativa:
1. S Situación
2. P Participantes
3. E Finalidades u objetivos, (Ends)
4. A Datos, secuencias de actos, (Acts)
5. K Tonalidades, (Keys)
6. I Códigos y canales, (Instrumentalities)
7. N Normas
8. G Géneros, (conversación, discurso...)

Steger completa en cierto modo a Hymes: para él la competencia lingüística se define


como competencia social, en cuanto no es más que el conjunto de normas de conducta
lingüística del que se derivan de los diferentes usos diastráticos y diafásicos. Este conjunto
de normas, como es una convención social, dirige las estrategias de planificación
lingüística en la producción y las expectativas en la comprensión. Hartig y Kurz añaden
que la competencia social es igualmente dinámica y generativa porque cambia con la
evolución de la sociedad al tiempo que adecua sus emisiones a las nuevas situaciones.

Habermas, por su parte, entiende que la distinción chomskiana de competencia y


actuación no tiene en cuenta que las mismas estructuras generales de las posibles
situaciones de actos de comunicación son producidas por actos de habla. Estas estructuras
sirven para situar pragmáticamente expresiones generadas por la competencia y son
clasificables como universales pragmáticos que responden al sistema de reglas que las
generan.

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Tales reglas transforman las frases, o unidades lingüísticas, en enunciaciones, o
unidades pragmáticas del discurso, que además de un componente lingüístico tiene otro
institucional y social que establece el verdadero sentido pragmático. Por tanto, una teoría
de la competencia comunicativa habrá de estudiar las enunciaciones elementales abstraídas
de las componentes variables de las situaciones concretas, cuyo estudio queda a cargo de la
pragmática empírica.

6.1. LOS ACTOS DE HABLA

Desde presupuestos distintos Austin y Searle inciden en la misma problemática hasta


llegar a la clasificación de los actos de habla. Los actos que materializan la posibilidad de
hablar han recibido la denominación de "actos de habla". Estos actos son específicos de los
signos, pues lógicamente sólo pueden realizarse con herramientas que constituyan algún
tipo de lenguaje.

Se entiende por acto de habla la unidad básica de la comunicación lingüística, propia


del ámbito de la pragmática, con la que se realiza una acción (orden, petición, aserción,
promesa...).

Esta forma de concebir el lenguaje parte del filósofo británico J. L. Austin, quien en la
década de los 40 expuso en sus clases sus investigaciones pragmáticas en torno a la lengua,
recogidas luego en su obra póstuma de 1962. El término fue acuñado posteriormente por
un discípulo suyo, el filósofo J. Searle, quien perfeccionó y consolidó dicha teoría.

Según Austin, al producir un acto de habla, se activan simultáneamente tres


dimensiones:
- Un acto locutivo (el acto físico de emitir el enunciado, como decir, pronunciar, etc.).
Este acto es, en sí mismo, una actividad compleja, que comprende, a su vez, tres tipos de
actos diferentes:
1) Acto fónico: el acto de emitir ciertos sonidos;
2) Acto fático: emitir palabras en una secuencia gramatical estructurada;
3) Acto rético: emitir secuencias gramaticales con un sentido determinado.
- Un acto ilocutivo o intención (la realización de una función comunicativa,
como afirmar, prometer, etc.).
- Un acto perlocutivo o efecto (la (re)acción que provoca dicha emisión en el
interlocutor, como convencer, interesar, calmar, etc.).

De este modo, al emitir un enunciado como “te prometo que lo haré” estamos, por un
lado, diciendo algo (acto locutivo); prometiendo una acción (acto ilocutivo) y provocando
un efecto (convencer de la promesa al interlocutor).

Según esta teoría, los enunciados sirven no sólo para expresar proposiciones con las que
describir, constatar, en suma, decir algo, sino también para realizar acciones lingüísticas
muy diversas en contexto, por ejemplo, dar una orden o hacer una promesa. La realización
de tales actos está sujeta a un conjunto de reglas convencionales, cuya infracción afectará
directamente a los efectos comunicativos del acto. Searle propuso una tipología de dichas
condiciones; éstas se refieren a las circunstancias y al papel de los participantes del acto de
habla, a sus intenciones, así como a los efectos que pretenden provocar. Son las llamadas

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condiciones de felicidad. Así, por ejemplo, para prometer algo a alguien, hay que ser
sincero, dirigirse a un destinatario interesado en la realización de esta promesa, no
prometer algo imposible de cumplir o cuyo cumplimiento, por el contrario, resulta
evidente, etc.

Searle agrupa los actos de habla en cinco categorías:


• los actos de habla asertivos dicen algo acerca de la realidad: “el teatro estaba
lleno”;
• los directivos pretenden influir en la conducta del interlocutor: “no te olvides de
cerrar con llave”;
• los compromisivos condicionan la ulterior conducta del hablante: “si tengo
tiempo pasaré a saludarte”;
• en los expresivos el hablante manifiesta sus sentimientos o sus actitudes: “lo
siento mucho, no quería molestarle”;
• y los declarativos modifican la realidad “queda rescindido este contrato”.

Teniendo en cuenta esta clasificación el número de funciones comunicativas del


lenguaje sería muy pequeño. Sin embargo, en lenguas como el castellano se han
especializado palabras, expresiones y otros recursos para representar las variedades de
ilocución.

En una primera versión de su teoría, Searle establece una relación directa entre la forma
lingüística de una expresión y la fuerza ilocutiva del acto de habla que se realiza al emitirla
(siempre que ello se dé en las condiciones apropiadas); así, por ejemplo, con un imperativo
se estaría dando órdenes, y con una interrogativa, solicitando información. Posteriormente,
observa que en muchas ocasiones se da una discrepancia entre la forma lingüística y la
fuerza ilocutiva: con una pregunta puede estar haciéndose una sugerencia, o dando un
mandato. Ello le lleva a establecer el concepto de acto de habla indirecto, para referirse a
los casos en que el significado literal no coincide con la fuerza ilocutiva o intención, como
ocurre ante un enunciado del tipo “¿puedes cerrar la ventana?”, donde bajo la pregunta se
esconde una intención de petición. Si se respondiera literalmente a este enunciado, la
respuesta podría ser un “sí, puedo”. En cambio, al formularla, lo que esperamos es que el
interlocutor cierre la ventana.

En síntesis, cuando el lenguaje se toma como actividad se distinguen tres planos: el


perlocutivo que concierne a un ámbito más general que el de la comunicación
intencionada; el ilocutivo que exige la presencia de pautas comunicativas intencionales
aunque no necesariamente la utilización de lenguaje verbal; y el locutivo que exige no sólo
intencionalidad sino carácter verbal.

7. CONCLUSIÓN.

El conjunto de elementos y factores que intervienen en la comunicación humana nos


hacen reflexionar sobre la necesidad de enmarcar los fenómenos lingüísticos dentro de los
procesos comunicativos humanos, y nos sitúa en la perspectiva de ampliar las
competencias comunicativas de nuestros alumnos y alumnas, atendiendo tanto a lo
lingüístico como al conjunto de las competencias comunicativas.

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La metodología activa y creativa centrada en el enfoque comunicativo y funcional,
empleada tanto en la enseñanza de las segundas lenguas como en la ampliación del
dominio de la lengua materna, pone énfasis en la funcionalidad comunicativa de los
hechos lingüísticos y los coloca en su justa dimensión semiótica y pragmática.

8. BIBLIOGRAFÍA Y APLICACIÓN DIDÁCTICA.

El presente tema es aplicable a todos los cursos de Secundaria y Bachillerato, pues es


un contenido al que se recurre en todos los cursos para trabajar con los alumnos la
comunicación, aunque en diferentes grados de dificultad según los cursos implicados. La
bibliografía que hemos consultado para la realización del tema, es la siguiente:
- Bateson, La nueva comunicación, Barcelona, Ed. Cairos, 1990.
- Hjelmslev, Prolegómenos a una teoría del lenguaje, Madrid, Gredos, 1971.
- Simone, Fundamentos de lingüística, Barcelona, Arial, 1993.
- Malmberg, La lengua y el hombre. Introducción a los problemas generales de la
lingüística, Madrid, Ed. Istmo, 1973.
- Martinet, Lingüística. Guía alfabética, Barcelona, Anagrama, 1972.
- Chomsky, Lingüística cartesiana, Madrid, Gredos, 1969.
- Coseriu, Competencia lingüística. Elementos de la teoría del hablar, Madrid, Gredos,
1992.
- Habermas, Teoría de la acción comunicativa, Madrid, Taurus, 1987.
- Hjemslev, El lenguaje, Madrid, Gredos, 1968.

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