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La Edad de los Metales es una de las dos grandes etapas tecnológicas en las que tradicionalmente se ha subdividido la Prehistoria euroasiática.
Por definición, es el período que siguió a la Edad de Piedra y durante el cual el hombre empezó a fabricar objetos de metal 1 fundido. La existencia
de procesos metalúrgicos es indispensable para establecer la adscripción de una cultura arqueológica a esta etapa, ya que los metales nativos eran
trabajados por martilleado desde las fases iniciales del Neolítico.2 Siguiendo este criterio, la Edad de los Metales comenzaría con las primeras
evidencias de fundición del cobre, que son del VI milenio a. C. (en Anatolia y los montes Zagros) y acabaría con la progresiva entrada en
la Historia de cada región (en Europa esto se produjo durante el I milenio a. C.). En Mesopotamia y Egipto coincide ya con el desarrollo de la
escritura y por tanto la metalurgia allí es plenamente histórica.34
Los primeros indicios de metalurgia en Europa proceden del área de los Balcanes, a mediados del V milenio a. C. y son de origen autóctono. Para
el resto del continente las evidencias aparecen durante la segunda mitad del IV milenio a. C., aunque su generalización y el consecuente abandono
de la piedra como elemento básico para la fabricación de artefactos solo se materializó con la llegada del hierro. Debido a la escasez de materia
prima, en el Egipto faraónico esta sustitución nunca se llegó a producir.2
Dado que no existen rupturas en el desarrollo de las tecnologías metalúrgicas entre la prehistoria, la protohistoria y la historia, en este artículo se
incluyen procesos que se dieron en periodos claramente históricos.
El empleo del bronce se inició en Mesopotamia.12 Coincidiendo con la transición del III milenio a.C. al II en el Próximo Oriente se implantó la aleación
de bronce y se establecieron las bases de las primeras sociedades estatales complejas, que comenzaron a generar una gran demanda de estaño. 4
Los metalúrgicos de estas áreas, para satisfacer esta y la de otros metales preciosos, debieron de convertirse también en exploradores (a la búsqueda
de minas) y comerciantes (que ofrecían sus productos a cambio de las preciadas materias primas). 12 Los sumerios (y sus sucesores), por ejemplo,
carecían por completo de minerales metálicos y se sospecha que los importaban de los montes Zagros (donde se había desarrollado el imperio
Elamita, con capital en Susa) y del Cáucaso (donde abundan la malaquita y la casiterita).
Estatuilla de orante en bronce y oro procedente de Larsa
II milenio a. C..
Los antiguos egipcios obtenían la mayor parte del cobre de las minas de Timna, en Aravá, junto al desierto del Néguev, aunque sus relaciones
comerciales se extendieron por algunas regiones africanas y por todo el Egeo, penetrando en Europa (piezas de procedencia egipcia aparecen por
todo este continente evidenciando algún tipo de intercambio).
Los habitantes de Siria, Palestina, Anatolia y el Egeo dirigieron sus expediciones hacia Europa, remontando el Danubio en busca del estaño
de Bohemia y Hungría; o bordeando el Mediterráneo hasta el sur de la península Ibérica, donde obtuvieron el cobre argárico. Es posible que siguieran
por el Atlántico hasta alcanzar las islas Británicas, en busca del cobre y el estaño de Cornualles y el oro de Irlanda. Así, en el segundo milenio antes
de nuestra era, casi toda Europa entró en la Edad del Bronce. El bronce europeo se caracteriza, en un principio, por una gran varidad de culturas,
algunas de las cuales comparten denominadores comunes, como la construcción de túmulos funerarios. Sería muy tedioso citarlas todas, pero cabría
destacar, en Europa central, los complejos tecnológicos de Unetice, de los Túmulos y de los Campos de Urnas, que, a pesar de sus evidentes
diferencias, parecen compartir cierta continuidad cultural. También habría que mencionar la ibérica de El Argar y todas aquéllas que se desarrollaron
en la cornisa atlántica, cuya idiosincrasia pervivió hasta épocas históricas.