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Dr.

Kléver Silva Zaldumbide


MEDICO ACUPUNTURISTA
Doctor en Medicina y Cirugía en la Universidad Central del Ecuador
Especialización de dos años de postgrado en la República de China en
ACUPUNTURA Y MOXIBUSTIÓN

El “hotel” de la vida
La muerte es uno de los acontecimientos más importantes de nuestra vida.
Todos afrontaremos la muerte, no importa quienes seamos, qué raza ni
nuestro credo. Esto lo sabemos, sin embargo, de alguna manera lo olvidamos.
Quizá se deba a nuestro miedo a lo desconocido el que a menudo pretendamos
que la muerte no existe. Pero según las enseñanzas orientales, la muerte es
una continuación, una oportunidad, es cuando podemos estar,
sustancialmente, en nuestra verdadera naturaleza.
La muerte es un cuestionamiento muy complejo, no se trata de mi
pensamiento ni el de ellos ni el de aquel. Las opiniones tienen un lugar muy
pequeño cuando afrontamos la muerte, a veces nos guiamos por cosas muy
insignificantes como inclinaciones personales, religiosas, nuestra
idiosincrasia o forzados por las circunstancias. Este tema lleno de ideas,
creencias y dogmas ha afectado al hombre siglo tras siglo, sea en China, en
India o aquí. Para los egipcios, por ejemplo, la muerte era mucho más
importante que la vida.
Aquí en occidente, en este siglo 21 de libre educación, pensamiento,
aprendizaje y en dónde queremos organizar hasta nuestra muerte, vemos a
muchos sufrir cómo morirán y eso es algo totalmente inaceptable. Por esta
razón es importante hablar de la muerte sin miedo. Las 24 horas nosotros
experimentamos el ciclo entero de la vida. Por ejemplo, como dormimos será
exactamente como moriremos, como soñamos será exactamente lo mismo
después de la muerte, como despertamos será exactamente igual a como nos
reconectamos. Como dicen: “Cada noche morimos, cada mañana nacemos de
nuevo y cada día es una nueva vida.”
Como dice el venerable Tulku Lobsang todos estamos garantizados que
moriremos un día, ¿Qué haremos al morir? ¿Cuándo moriremos?, tenemos
grandes inversiones y expectativas en esta vida, pero recordemos que esta
vida no es más que un “hotel” y cuando vamos a un hotel solo llevamos lo que
es necesario, no hacemos muchas inversiones. Nuestro planeta y nosotros
mismos somos un “hotel” que solo nos quedaremos unas veintenas de miles
de días o quizás mucho menos y, después de esos años, todos, excepto los
jóvenes, todos deberemos hacer el check out (pagar la cuenta e irse), se
acabará el tiempo y todo lo que llamamos vida. Sin embargo, gastamos
nuestro tiempo y energía en conseguir una belleza inexistente, sacrificando
nuestro tiempo por una fortuna que nunca es suficiente y sin tiempo para
comer, ni para tomar una ducha reparadora, ni para dormir, nuestro sueño es
perturbado y nada reparador. Seamos inteligentes, calculemos qué significa
la vida, hay quienes piensas que es muy larga, pero solo un poco más de
25.000 días, de ellos la mitad dormimos, unos 10.000 días trabajamos en un
esclavismo voluntario, quizás 1.000 días no nos sentimos bien y entonces han
quedado solo 1.000 días que necesitamos prepararnos para el check out en
este “hotel”, sin embargo tenemos muchas razones para temer a la muerte,
primera razón es que todo se termina y perderemos todo lo que tenemos en
esta vida, segunda es que no sabemos qué sucederá después de la muerte,
nadie lo sabe realmente, pero recordemos que la muerte es parte de la vida,
es sólo un cambio, con la muerte realmente no perdemos nada sino es una
substancial continuación que nunca desaparecerá, por tanto no existe
tampoco un inicio sino una continuación.
Se dice que para poder entender el dolor de lo que una persona puede percibir
es necesaria nuestra identificación mental y afectiva con el estado de ánimo
de ésta. ¡Pero qué difícil resulta intentar tener la capacidad cognitiva de sentir,
en un contexto real, lo que será perder a un hijo! ¿Cómo tener la capacidad
intelectiva de vivenciar la manera cómo y qué se siente? ¿Cómo reconocer la
pérdida y empezar a aceptar el dolor de ese sufrimiento si han sido sacudidas
las bases más profundas de la familia? No nos atrevemos a decir que
entendemos ese dolor. En estas ocasiones, nunca se sabe qué decir…
Frente a la muerte, el enigma de la condición humana alcanza su cumbre. No
habrá extensión más grande que la herida de la muerte de un hijo. Cualquier
palabra parece vacía de sentido frente a un dolor tan grande. Es tan antinatural,
por lo menos para nosotros los occidentales, que ni siquiera le hemos puesto
nombre, porque si perdiéramos a nuestra esposa estaríamos viudos, si
perdemos a nuestros padres somos huérfanos y tendríamos una categoría, un
nombre, pero los seres humanos hemos sido incapaces de poner un calificativo
cuando perdemos a un hijo, porque se supone que es algo que no tiene que
ocurrir, como algo fuera de lugar, fuera de orden, equivocado. Eso debe hacer
que el dolor se haga mucho más grande y que también se cree la necesidad de
compartir ese dolor y ser ayudado, aunque cada fibra del ser llore diciendo “¡no
es justo!” “nadie me podrá ayudar ya que no me devolverán a mi hijo!”.
Pienso que a medida que las ondas del golpe atraviesan el cuerpo, la mente y el
espíritu, nos daremos cuenta que este es uno de los momentos más difíciles y
dolorosos de la vida. Nuestros peores temores se han hecho realidad. Parecerá
que hemos fallado en el sagrado deber de proteger a nuestro hijo y sentir como
si la vida ya no tendría sentido. Pero ese dolor será el precio que tendremos
que pagar por amar, por sentirnos dueños. El shock, la rabia contra la vida,
decir: ¡¿por qué yo?! es muy legítimo y una parte del proceso, y después de esa
pena tendremos que acelerar el paso a la reconciliación ya que no debemos ni
podemos “darnos el lujo” de morir con el muerto, si el círculo familiar fue roto
por la muerte, puede ser enmendado por el amor que todavía debemos
compartir con cada uno de los que quedamos para volver a reconstruir el
santuario familiar. Creo que la vida nunca más será igual, pero habrá que luchar
por restaurar y brindar el apoyo y ayuda que necesita los demás hijos y la
familia en sí. Pensar que las esperanzas y los sueños para el futuro sólo han
sido puestos en lista de espera, pues nadie nos pertenece y el tiempo, con su
característica cíclica, permitirá volver a sonreír y a redescubrir las alegrías de
la vida.
A quien corresponda, sólo escucha tu corazón y verás que tu hijo estará
diciéndote: “Ustedes no se imaginan, no podrán adivinar cuanta felicidad me
dieron y lo feliz que fui con ustedes. Les doy las gracias por todo el amor que
cada uno de ustedes me dio. Pero ahora, con fiel resignación, hágase,
cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima
voluntad de Dios al rezar el Padre Nuestro. Así es que, si se sienten tristes por
mí, háganlo por un rato nada más, y después, que su tristeza se convierta en
confianza y fe al convencerse de que la muerte es parte de vida. Despréndanse
y déjenme ir, no deben atarme a sus lágrimas, sean felices, tuvimos muchos
años juntos y yo les di mi amor, al igual que ustedes a mí. Alcen la mirada al
cielo y sintiendo una paz inmensa, sepan que estoy con la gracia de Dios, me
sentirán cuando se muevan levemente las copas de los árboles o cuando el
suave viento roce sus mejillas”. El amor no morirá jamás. La memoria de las
personas que fueron queridas vivirán siempre en nuestros corazones, y eso
es más fuerte que cualquier abrazo y más importante, que cualquier palabra.
Tenemos miedo a la muerte porque creemos que va a poner punto final a todo.
Tener una creencia cristiana o creer en la reencarnación depende de nuestro
condicionamiento. Pero si se pudiésemos “soltar” nuestra creencia o
cualquier forma de esperanza o amargura, entonces si se podría investigar el
significado de la muerte. Mientras haya miedo a lo desconocido, como la
muerte, se convierte en un asunto trágico. Pero ¿Es posible, clara y
sistemáticamente, sin ningún pensamiento oculto, sin esconderse, eliminar
todo el miedo psicológico? O quedaremos atrapados en racionalizarlo con
nuestros dogmas.
En una sociedad o comunidad que no se interese por comprender y entender
la muerte, no puede afianzarse en la vida, será terriblemente superficial,
mundana, como sucede en occidente. Entonces para empezar eliminando el
miedo a la muerte deberíamos, sin apegos, ni futuro, ni pasado, morir día a
día, estar muriendo mientras vivimos, sin aferrarnos a las cosas placenteras
o dolorosas. Nosotros somos un cúmulo de recuerdos, de experiencias, de
conocimiento y de información que arrastramos todos los días, todos los años
y eso hace que la mente sea perturbada, casi estúpida, no vital, pero si
eliminaríamos todos nuestros recuerdos cada día, seguro que nuestra mente
estaría sumamente atenta, renovada y libre. A lo largo de la vida no estar
apegados a lo que creemos de nuestra propiedad, esposa, madre, padre,
abuela, etc. Que vivir signifique abandonar todo aquello a lo que se apega y
que cada día sea realmente un nuevo día. El amor y la muerte marchan
siempre juntos, la muerte dice nada es tuyo ya que no hay nada que puedas
llevarte, el amor dice que sólo puede existir cuando hay libertad. Pero para
nuestra vida moderna, todo esto suena demasiado bello, inmenso,
extraordinario, a la vez imposible y hasta utópico, ya que nuestros cerebros
han sido fuertemente condicionados, domesticados y amaestrados a todo lo
que nos genere dolor, inquietud, insatisfacción, preocupación, soledad e
infelicidad. Nos creemos expertos en el amor, los poetas escriben sobre ello,
es el tema de la mayoría de canciones, películas, óperas y teatros, parece
fundamental en nuestra vida, pero lo que respiramos por todos los rincones
es tensión, celos, decepciones amorosas, revanchas, deseos y sentido de
posesión entre unos y otros.
La muerte es una de las más importantes preguntas que tenemos en este
mundo. Recordemos que la muerte no es; la muerte es sólo un cambio, muerte
no es perder y la muerte es la forma de liberarnos, por lo tanto, allí tenemos
una gran razón por la que tenemos miedo a la muerte, porque es algo que no
sabemos. Por nuestra naturaleza humana no nos gusta algo que no sabemos,
que no conocemos, no importa qué tipo de las cosas sea, no sabemos y eso
siempre nos creará miedo. Nuestro miedo a la muerte no es por la muerte en
sí, sino porque no sabemos. Pero la única forma de saber que es, es
preguntándonos sin temores, solo así encontraremos la respuesta: la muerte
no es algo malo como pensamos.
En nuestro mundo occidental hay quienes dicen que no temen a la muerte,
otros que tienen un miedo extremo a ésta, algunas que no quieren saber de
qué se trata y otras que nunca quieren hablar del tema. El temer o no temer
a la muerte sólo es cuestión de desconocimiento y esa no es una buena
justificación. Nosotros tenemos que aprender y estudiar para entenderla,
entonces no tendremos miedo, esa es una verdad, sin embargo, que somos
personas de mente abierta, estamos listos para hablar o pensar cualquier
cosa, excepto de la muerte. La muerte, como todos concebimos, es sinónimo
de desesperanza, que no hay nada que aprender, que solo es una pérdida, que
nos han quitado a nuestro ser querido, que es el final y, con la mente cerrada,
creemos que no tenemos miedo, pero en verdad no estamos listos para no
tener miedo.
La BBC mundo ha sacado como noticia este pasado 08 de abril de 2018 como:
“El secreto mejor guardado de la medicina: morir no es tan malo como se
cree", algo que los países orientales ya han establecido hace más de 3.000
años. Kathryn Mannix, una médica británica pionera en cuidados paliativos,
que ha dedicado toda su carrera a tratar pacientes con enfermedades
incurables o en los últimos estadios de su vida, cree que hemos perdido la
inmensa sabiduría humana para tomar la muerte de una forma normal e
insiste que es hora de volver a hablar de la muerte y de recuperar esa
sabiduría. Que en vez de decir que alguien se está muriendo, decimos que está
'seriamente enfermo'. Refiere que morir, así como nacer, es sencillamente un
proceso, y un proceso normal y realmente tranquilo, algo que podemos
reconocer, para lo que podemos prepararnos, algo en lo que deberíamos
consultarnos mutuamente y algo con lo que podemos lidiar. Y esto debería
ser algo para celebrar y con lo que podemos consolarnos los unos a los otros,
pero como hablar de la muerte se ha tornado en algo incómodo, es, de hecho,
el secreto mejor guardado de la medicina.

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