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ESCUELA DE EDUCACIÓN SECUNDARIA “COLEGIO ESTUDIANTES DE LA PLATA”

CICLO LECTIVO 2017

Materia: Filosofía

Curso: 6º año División B

Alumno: Valentino Díaz

1- La Ética como disciplina de la filosofía, no solo describe las conductas del


hombre, sino además nos explica e interpreta la razón por la cual actuamos de
determinada manera. Dentro de cada individuo se presenta una forma particular
de actuar, de comportarse, de decidir que es bueno o malo, y trata de
argumentarse con base en su manera de crianza, el por qué toma decisiones de
esa forma o de aquella otra forma, es bajo este hecho que cada individuo ejerce
total control y voluntad sobre las decisiones que hace, siendo responsable por las
consecuencias que conlleve. Esa conciencia interna que nos hace ser
responsables y honestos sobre los acciones que se desarrollan a diario, es la
parte en la cual la ética entra o forma parte del juego en las tomas decisión con
total libertad.

La libertad es el principio fundamental del orden ético. Si por hipótesis


consideramos que el hombre no es libre, destruiríamos de golpe toda la estructura
del orden moral, porque si el hombre no es libre, no es responsable, y si el hombre
no es responsable no puede ser objeto de imputabilidad. La libertad es el
fundamento del deber, el deber se nos presenta como un mandato, precisamente
un mandato nacido en el fondo de nuestra conciencia y voluntariamente aceptado.
Si no existiera esa voluntaria aceptación (libertad) no existiría el deber. La libertad
es, ella misma, un valor que condiciona el cumplimiento de los otros valores
libremente realizados. La libertad y la ética están muy relacionadas en el ser
humano más de lo que uno piensa. La libertad es ser libre: poder tener la opción
de pensar, comparar, juzgar, y finalmente elegir. Es poder elegir libremente. Y la
ética viene de la mano, es decir que: ética es tener suficiente educación,
instrucciones, enseñanzas respecto de la vida y de las cosas. Por lo tanto digamos
que para poder ejercer completa y acabadamente nuestra libertad, es muy
necesario tener ética también para complementarla. Entonces, libertad y ética
hacen a un excelente ser humano para vivir en sociedad.

En la primera frase se utiliza el concepto de libertad en un sentido negativo es


decir como ausencia de impedimento para concretar lo que ya hemos decidido. En
la segunda frase se utiliza el concepto de libertad en un sentido positivo, referido a
la autodeterminación, es decir la capacidad de determinar por nosotros mismos lo
que hacemos o como una posibilidad de elegir entre diferentes alternativas. En
esta frase la persona no pudo elegir libremente ya que estaba condicionado por el
trabajo por lo que la libertad está negada.

2- -Tengo una gran fortuna. Puedo donarla en su mayor parte a mis hijos (que
viven bastante bien sin ella) o a una institución que la distribuya entre gente más
pobre que mis hijos. Un ultraísta donaría el dinero a la fundación ya que así podría
beneficiar a más personas. Por el contrario un kantiano seguramente se dejaría
llevar por la inclinación (en este caso el amor por sus hijos) y le daría la fortuna a
los hijos. Yo en lo personal le daría la fortuna a la institución ya que mis hijos
igualmente tendrían una calidad de vida digna.

-Dos pacientes de la misma edad están a punto de morir, necesitan un trasplante,


pero sólo hay un órgano disponible. Uno es un científico muy prestigioso que está
a punto de descubrir un remedio contra el cáncer, el otro es un hombre anónimo
que no se dedica a nada en especial (por lo demás son lo más iguales posibles: la
misma edad, una familia similar...). Un ultraísta salvaría al científico prestigioso ya
que este podría llegar a salvar muchas vidas y así hacer feliz a varias personas.
Por otro lado un kantiano no podría salvar a alguno en especial ya que va en
contra de sus valores morales, ya que en definitiva ambos son personas con los
mismos derechos. En lo particular pienso igual que Kant en esta ocasión.

- La vida de un tirano extranjero está en mis manos (soy su médico). Sé que en


cuanto lo cure, va a volver a su país con la intención de masacrar a parte de la
población. ¿Debería hacer todo lo posible por salvar su vida, o más bien todo lo
posible para no salvarla? Un médico utilitarista, haría todo lo posible para no
salvar la vida del tirano, ya que su muerte implicaría, el desahogo por parte del
pueblo oprimido que sería feliz, lo que implicaría la felicidad para el mayor número
de gente. Por el contrario Kant no mataría al tirano ya que sería una acción
contraria al deber. En mi caso, lo salvaría ya que es mi deber como médico, pero
me aseguraría de que vaya preso.

- Dado que los animales también parecen capaces de sentir placer y dolor, y que ir
a los toros supone placer para el espectador pero dolor para el animal, ¿qué
deberíamos hacer con la fiesta nacional? El utilitarista debería decir que no se
censurasen ya que esas fiestas suponen la felicidad y el beneficio de la mayoría,
aunque parezca haber un gran número de personas que se niegan a estas fiestas
e incluso con la suma del número de toros muertos siguen sin superar a las
personas que se benefician. Por el contrario desde una perspectiva kantiana se
plantearía que se debería censurar (utilizando el imperativo categórico). Yo opino,
que por más que este evento suponga la felicidad de mucha gente es incorrecto
maltratar animales por lo que se debería censurar.

-Un tranvía corre fuera de control por una vía. En su camino se hallan cinco
personas atadas a la vía por una persona malvada. Afortunadamente, es posible
accionar un botón que encaminará al tranvía por una vía diferente, por desgracia,
hay otra persona atada a ésta. ¿Debería pulsarse el botón? Un ultraísta
consideraría que se debería accionar el botón ya que beneficiaría a 5 personas
que en este caso son la mayoría, por el contrario un kantiano no oprimiría el botón
ya que esto implicaría cambiar el destino mediante una acción propia innecesaria
ya que todos tienen el mismo derecho de vivir. Yo pienso que si se debería oprimir
el botón ya que la vida de 5 personas valen más que la vida de una sola.

3- Aristóteles: El fin propio de nuestros actos sería aquel que es querido por sí
mismo y los demás por él; bajo esta perspectiva es de suponer que ese fin último
será no sólo el bien, sino el bien soberano. Por lo que en nuestra vida debemos
tenerlo presente para poder hacer lo que mejor conviene, que será ordenar los
actos hacia el máximo bien. Por ello, el fin propio de cada cosa será aquello que le
convenga por su propia naturaleza. Eso que le compete al hombre por naturaleza
es el bien, y de entre todos los bienes, la felicidad. Todo lo que hacemos lo
hacemos teniendo como objetivo último el ser felices. La felicidad nos satisface
plenamente.

Según Aristóteles, nuestra vida se va conformando como una cadena de fines.


Actuamos para conseguir un fin que nos proponemos, pero ese fin es a la vez un
medio para otro fin. Si el acto no tuviera ningún fin, aunque sólo fuera el de sentir
placer realizándolo, carecería de sentido. Pero, entonces, tiene que existir un fin
último, un fin que no sea, a su vez, medio para llegar a otra cosa. Es necesario,
afirma este filósofo, que exista un fin que se quiera por sí mismo, que tenga un
valor intrínseco. Ese fin último, ese fin que no se desea por ninguna otra cosa sino
que se desea en sí mismo, es, según Aristóteles, la felicidad. Todos los seres
humanos desean ser felices. Y nadie desea ser feliz para llegar a otra cosa, de
este modo, los medios que son fines intermedios o parciales, se organizan y se
orientan hacia el fin último en el que todos los demás culminan. Es por esto que
su planteo se denomina teológico porque todas nuestras acciones se integran en
la arquitectura piramidal, que concluye en una cumbre buscada, unificadora de
todos los fines parciales: la felicidad, entendida como vida buena.
Kant: Lo que importa no es el fin de los actos ni los resultados concretos; lo único
que importa es el querer, es decir, la intención del acto. Las acciones humanas
dependen del interés y se determinan de acuerdo con la experiencia o con los
detalles particulares y contingentes. Y la única intención que hace que un acto sea
bueno es la intención de cumplir el deber, entendido como la buena voluntad. Sólo
es buena la conducta que se realiza por deber: no importa la utilidad de esa
conducta, sólo importa que el acto haya sido realizado con buenas intenciones. La
razón no nos manda realizar ciertos actos para ser felices. La felicidad no es el fin
de los actos morales. La razón nos manda ser buenos, más allá de que esa
bondad produzca placer o felicidad.

Stuart Mill: Como Aristóteles, consideró que todas las personas buscan ser felices
y relacionó la felicidad con el placer. Las acciones son buenas si tienden a
promover la felicidad y son malas si producen lo contrario de la felicidad, es decir,
el dolor. Sin embargo, el principio utilitarista propone que toda persona se ocupe al
mismo tiempo, tanto de la promoción de su felicidad particular como del
incremento del bienestar general de todos los seres humanos, contribuyendo así a
la producción de la mayor felicidad total. Según la teoría utilitarista, debemos
actuar procurando lograr la mayor felicidad posible para la mayor cantidad de
gente posible. En otras palabras, que se subordine la felicidad individual a la
felicidad general, pues la felicidad general garantiza la individual.

Por eso, el utilitarista no descarta el sacrificio de la felicidad personal en pos de


una felicidad más amplia. El sacrificio es noble si tiene como fin promover la
felicidad de los demás, pero no tiene sentido el sacrificio que no tenga en cuenta
este fin.

En mi opinión, pienso igual a Aristóteles ya que considero que todas nuestras


acciones son guiadas en la búsqueda de la felicidad individual, aun cuando
estemos ayudando a otros para que sean felices, lo hacemos para sentir
satisfacción y así sentirnos felices nosotros mismos. También pienso, al igual que
él, que la felicidad es el último fin ya que no existe otro fin por el que queremos ser
felices, sino que la felicidad es la mayor meta a alcanzar.

4- “El hombre está condenado a ser libre” es una afirmación filosófica que se
construye a partir de una aparente contradicción retórica. Hay que pensar en la
manera en que se relacionan e interactúan los conceptos de la libertad, que se
asocia a la facultad para obrar y actuar de manera libre, y el de condena, que
convoca la idea de prisión, de no-libertad, dentro de la cual, sin embargo, Sartre
sitúa, en toda su dimensión, la voluntad del hombre.

Pero, ¿por qué Sartre expresa la idea de la libertad humana como una condena?
En primer lugar, es importante destacar que Sartre retoma la idea de Nietzsche de
la muerte de Dios ya que rechazaba la idea de que hubiera un ser superior que
determinara el curso de la existencia, si el hombre es libertad absoluta, Dios no
puede existir, pues sería una limitación a esa libertad. No sólo eso, sino que la
idea de Dios como creador del ser humano no tiene sentido, pues el hombre no
es, es decir, no tiene de antemano una esencia propia y determinada, lo cual
implicaba que el ser humano era responsable de su existencia, de sus acciones y
decisiones, y que, puesto que nada había que prefigurara o definiera su conducta,
no estaba atado sino a sus elecciones. Así, para Sartre el hombre era el
responsable absoluto de sí mismo, y, en consecuencia, era el que se inventaba a
sí mismo, definiendo, mediante su conducta, sus obras y sus actos, quién era y
cuál era el sentido de su existencia. De este modo, la libertad del hombre, que es
parte de la esencia humana, tendría expresión en dos dimensiones: una objetiva,
que significa que la libertad es igualmente vivida por todos, y otra subjetiva, según
la cual cada quien vivirá de acuerdo a sus peculiaridades.

En síntesis, la existencia del hombre, que ocurre de manera espontánea (no se


creó a sí mismo), está atada a la suma de las acciones y decisiones que a lo largo
de su vida irán determinando su existencia, por lo cual se dice que el hombre es
responsable del sentido de su vida. Así, el hombre, pues, es libre de actuar y
definirse constantemente, pues esto es inherente a su condición humana, pero
está obligado a elegir permanentemente dentro de esta libertad. Esta idea hace al
hombre radicalmente responsable: no tenemos excusas, lo que somos es una
consecuencia de nuestra propia libertad de elección; somos responsables de
nosotros mismos, pero también del resto de la humanidad; lo que trae consigo el
sentimiento de angustia y, en los casos de huida de la responsabilidad, la
conducta de mala fe. Sartre nos dice que “eligiéndome, elijo al hombre”, es decir
que todas las decisiones particulares y subjetivas implican que prefiguro una
imagen de hombre que nos trasciende a cada uno en lo individual, por esta
cuestión, cada uno siente angustia ante toda decisión.

5- La concepción neo-contractualista de John Rawls tiene un alto nivel de


abstracción. Su objetivo es construir un modelo que justifica, desde la filosofía
moral, la “desigualdad justa”, sin sacrificar nunca los principios liberales. La justicia
es imparcialidad y se basa en dos principios básicos que son la garantía de las
libertades básicas compatibles con un esquema similar a los derechos de los
demás. Y sobre todo en la justificación de las inevitables desigualdades sociales.
Estas deberán satisfacer dos condiciones: Deben estar asociadas a posiciones
abiertas a todos en igualdad de oportunidades; y deben maximizar el beneficio
para los miembros menos aventajados de la sociedad. Este último principio, es sin
duda muy importante, puesto que revela el principio de minimización de riesgo
social, o el principio maxi-min social. Es decir, maximizar la utilidad de los menos
aventajados o de los perdedores del juego social.

Para él una sociedad desigual puede ser justa ya que se reconoce y permite que
existan ricos y pobres, pues esto es propio de sistema de mercado o de cualquier
arreglo social basado en la libertad; pero donde los pobres estén en la mejor
situación posible (principio de máxima utilidad). Se aceptan que existan ricos con
la condición de que mejoren el bienestar de toda la sociedad. Se ve en este
razonamiento un deseo de equilibrar la eficiencia con el bienestar social. Por el
contrario Wilkinson plantea que el problema no es la pobreza sino la desigualdad y
dice que en las sociedades competitivas está presente la infelicidad. Comenta que
el camino para alcanzar la felicidad y la justicia es la igualdad, es decir que en una
sociedad todos tengan lo mismo.

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