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Área temática:
HISTORIA Y POLÍTICA
Ideas, prácticas y cultura política
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I. Introducción
En los últimos años han vuelto a circular en el debate político argentino una
serie de concepciones y representaciones que expresan el clivaje peronismo-
antiperonismo incluyendo las imágenes que ambos polos construyeron de sí mismos y
del otro. Puede considerarse un ejemplo de ello el que, mientras escribía esta ponencia,
la periodista Silvia Mercado publicó en una editorial de gran tirada su libro El relato
peronista.
La intención de este trabajo es revisar el stock de imágenes y representaciones
sobre los peronistas producidas y puestas en circulación por la Unión Democrática en el
periodo 1945-1946, no solo como expresión temprana del mencionado clivaje
peronismo-antiperonismo (que atraviesa la historia política argentina de la segunda
mitad del siglo XX) sino como parte de una estrategia de movilización simbólica en una
disputa por interpelar y representar al pueblo en el marco del proceso electoral que llevó
a la victoria de la coalición peronista el 24 de febrero de 1946. Estas caracterizaciones
sobre las masas peronistas formaban parte de un intento por construir un campo
identitario popular antiperonista por parte de las distintas fuerzas que integraban la
Unión Democrática.
Fue entre las jornadas del 17 y 18 de octubre de 1945 y la campaña electoral que
comenzó a cristalizarse un imaginario antiperonista basado en un repertorio de
representaciones negativas sobre los peronistas como identidad colectiva. Estas
representaciones suelen atribuirse a la expresión de reacciones y prejuicios de tipo
sociocultural que afloraban debido al impacto que la emergencia del peronismo
generaba en los sectores medios y altos. Sin negar completamente ese carácter a muchas
de esas representaciones, este trabajo intenta una indagación sobre sus usos y efectos
específicamente políticos. El trabajo también pretende comenzar a compensar la escasa
atención que han recibido estas representaciones sobre los peronistas elaboradas por las
fuerzas que componían la Unión Democrática.
Siendo estas representaciones, imágenes y figuras el objeto de estudio de este
trabajo no interesa aquí evaluar, y menos polemizar, sobre su veracidad en tanto
descripción de acontecimientos históricos o de las masas que apoyaban a Perón.
Pretendo indagar sobre sus posibles efectos políticos en vista a la para nada obvia ni
previsible derrota electoral de la Unión Democrática.
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Si como sostiene Nicolás Azzolini (2015) los contenidos de los discursos políticos y
sociales eran similares en ambas coaliciones enfrentadas y si como sostiene Julián Melo
en La frontera invisible (2013) los antiperonistas habrían constituido o intentado
constituir un campo identitario popular que compitiera con el peronista, entonces es
posible pensar que parte de lo que inclinó la victoria hacia las fuerzas peronistas podría
deberse en gran medida al peso de las representaciones negativas sobre las masas
peronistas presentes en el discurso de la Unión Democrática y a su exitosa inversión de
sentido en la estrategia discursiva peronista, simbolizada en la figura del descamisado.
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:la Marcha de la Constitución y la Libertad fue convocada por todos los sectores opositores a la gestión
de Perón dentro del gobierno militar surgido del golpe del 4 de junio de 1943. La multitudinaria
movilización opositora se realizó en las calles céntricas de la ciudad de Buenos Aires el 19 de septiembre
de 1945 y contó con el apoyo público del embajador norteamericano Spruille Braden.
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:El destacado es mío, no es de los textos originales.
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protestas”. En esta cita podemos ver no sólo la aparición de la figura negativa del malón
peronista sino también la presencia de un supuesto repudio popular que ejemplifica la
pretensión de constituir un campo identitario popular antiperonista. El dirigente radical
Cisneros (Luna 1973) recalcaba en un comunicado que la manifestación no fue
espontánea, que hubo coacción de la policial y de la Secretaría de Trabajo y Previsión,
que la mitad de los manifestantes “lo constituían mujeres y menores, teniendo
informaciones fehacientes de que muchos de éstos recibieron dinero para concurrir”,
que el acto fue planificado con anticipación, que los manifestantes vejaron a personas,
asaltaron comercios, injuriaron a la población vivando a su candidato y llevando como
lema o estribillo: “Viva la alpargata y mueran los libros”. El 23 de octubre el Partido
Socialista, desde La Vanguardia, acusa:
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contra los estudiantes, cuando en todo momento obreros y estudiantes
lucharon de consuno?”
Para reforzar la idea de la ausencia obrera en las filas peronistas del 17 de octubre
La Vanguardia describe la composición de los manifestantes:
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ellos organizo sus sanguinarias tropas de asalto. El dictador italiano se valió
de elementos análogos”.
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“Buenos Aires (...) se estremeció de pronto ante la invasión de
hordas desatadas que, al grito de ¡Viva Perón!, restauraron su influencia en
la Casa Rosada, lo proclamaron su candidato a presidente y después de
consumar toda clase de atropellos, acabaron defecando en la Catedral (...)
El carnaval trágico duro una noche y un día. Por primera vez Buenos Aires
conoció su ‘lumpenproletariat’: el mismo del que hablé, inutilmente, en
1936, en la Cámara de Diputados”.
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“Yo a la masa sudorosa/ la incito con muchas huelgas,/ haciendo aumentar
los pagos/ para sentirla dichosa,/ Es mi estrategia una cosa/ matemática y
medida,/ pues la chusma enloquecida,/ torpe y ciega de verdad,/ me
entrega su libertad/ por un plato de comida”.
En las dos estrofas finales condensa toda su carga peyorativa sobre los
seguidores de Perón, mezclada con los ataques al propio Perón:
III. En campaña
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A fines de diciembre de 1945 se producía la incorporación de la UCR a la
Unión Democrática y la designación de dos radicales (José Tamborini y Enrique
Mosca) en su binomio presidencial. El Partido Socialista saludaba el hecho desde las
páginas de La Vanguardia el primero de enero de 1946: “Frente al enemigo común,
todos nos unimos”. El frente electoral constituido por radicales, socialistas, comunistas
y demócratas progresistas (con el apoyo informal de amplios sectores conservadores)
reunía en el rechazo a la candidatura de Perón a un conglomerado de fuerzas
heterogéneas que tenían una historia previa de competencia, divergencia y
enfrentamientos. Como se desprende de la sección anterior, es posible pensar que la
común caracterización patologizante de las masas peronistas y constituidas en una
otredad absoluta aportaba sentido de unidad y condiciones de posibilidad para la
articulación de un campo identitario popular antiperonista en la medida en que a dichas
masas se les negaba todo carácter popular.
“No pueden ser legión los que venden su dignidad para complacer el goce
efímero y subalterno de su hambre física y de su vanidad engañosa por una
postura de figurón o por cuatro dineros(...). No pueden ser legión los
mercenarios de la idea(...). No pueden ser legión los huérfanos de
razonamiento, y los afectados de miopía mental que -sin noción de la altivez
y del decoro-, se entregan a las comparsas de la desvergüenza y el ridículo,
bajo el comando de los profesionales del servilismo que así solazan el ánimo
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deforme de sus histriónicos patrones. Unos y otros, ya tienen suficiente
desventura con ser células negativas en el organismo social”.
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“Con la complicidad policial, de la reparticiones que habían sido
baluarte político-electoral del funcionario alejado, se produjo la invasión de
la ciudad por grupos reclutados en la periferia y pueblos vecinos, y
Buenos Aires y otras capitales como La Plata y Córdoba, asistieron a
desmanes sólo comparables con la mazorca rosista. En Plaza San Martín
la multitud fue baleada y dos muertos y decenas de heridos fueron el saldo
de esa resurrección del salvajismo amparado oficialmente, a la par que
en el interior del país la horda cometió tropelías y asaltos sin ser
molestada”.
“En nuestra ciudad no pasa día sin que ocurran hechos demostrativos
de ese apoyo, y los mismos que se presentan como „descamisados‟ y
preconizan la alpargata como símbolo de sus preocupaciones intelectuales –
en un remedo anacrónico del cantonismo y lencinismo de otras épocas-
lo documentan al vitorear al candidato imposible y a la policía que los
secunda. El embadurnamiento de paredes y calles con leyendas definitorias
de su educación primitiva –„padre de los pobres‟, „sol de los humildes‟-
que desemboca fatalmente en el mesianismo totalitario y en la mesnada de
comité a tanto por día para ensalzar al prócer máximo, epíloga en
concentraciones de escasa importancia (...) ante las cuales se exhibe la
bandera nacional adornada por una prenda sudorosa cual signo de los
tiempos que sufrimos. Tiempo de desenfreno demagógico, de perturbación
profunda en lo social, político y moral de la vida argentina, de desenfado y
mendacidad como normas”.
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“Como una afrenta al civismo, hordas inconscientes y ebrias de
matonismo han invadido las calles de la metrópoli, sembrando el espanto,
infundiendo el terror, ultrajando la tranquilidad y ejecutando atropellos y
desmanes que ofenden la moral y enardecen la condenación y el repudio
colectivo (...) Bandas desaforadas e irresponsables aparecen en el
escenario de la lucha para revivir las funestas hazañas de épocas
mazorqueras (...) Cuesta trabajo creer que a esta altura de la evolución ética
del mundo (...) aparezcan estos brotes del salvajismo y de la barbarie (...)
Y lo más execrable es que hombres y funcionarios que se titulan salvadores
del destino de la patria, fomenten y amparen con indecorosa malevolencia,
esos desbordes de la medianía y esas explosiones trágicas de la perversidad
(...) No pueden hablar de orden los que fomentan el odio y los que alientan
la inquina y los asaltos del malón... Los que desencadenaron la furia de las
turbas manejables y terroríficas”.
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: Durante la campaña electoral hubo numerosas agresiones (piedras y disparos) contra los trenes que
transportaban a los candidatos de la Unión Democrática así como agresiones de grupos de choque
nacionalistas en las inmediaciones de algunos de los actos proselitistas opositores. También se registraron
intentos de grupos opositores de poner bombas en las vías del tren que transportaba a Perón. Todo ello
generó una gran tensión en las actividades proselitistas.
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“reniega de su altivez, señores, y de la riqueza que importa el valor humano
limpio de todo vasallaje y refractario a toda idolatría, es una pobre expresión
zoológica que integra la columna viviente sin fortuna y sin gloria, porque el alto
sentido de la existencia presupone la posesión de ideas propias, de solvencia moral
y de emancipación en el espíritu, para no comulgar con los dogmas tiránicos y con
la impúdica obsecuencia que denigra al individuo y que inferioriza a la especie”.
Pero además, en este discurso, Mosca imagina para su auditorio los trazos de una
especie de geografía de la luz de la civilización que avanza sobre “la alpargata” de las
fuerzas peronistas:
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contra la ley de la horda empeñada en quebrar la ley de la civilidad”. Tamborini en su
discurso declara que “lo primero que deseamos es respeto por la dignidad del trabajador
y que no se conviertan sus sindicatos en rebaños electorales”. Mosca, que además
posee una larga trayectoria en radicalismo local se lamenta en su discurso: “Triste y
mezquino homenaje para nuestra evolución y para la labor constructiva y formativa del
aula argentina, fuera creer que en nuestro suelo fecundo y promisorio haya seres
desviados e inconscientes que pretendan arrastrar la Nación hacia el abismo nefasto de
su descrédito y de su descomposición social”.
Frente a la visita de los candidatos El Litoral abandona toda pretensión de
neutralidad y editorializa:
“Los dos frentes de esta lucha que hoy nos toca librar son los mismos
que en 1852 se encontraron en Caseros, son las dos líneas divergentes que
ya se insinúan desde 1810 y que a lo largo de nuestra historia fueron
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señalando dos tendencias, la primera democrática, progresista, orientadora,
revolucionaria. La otra es el resabio del oscurantismo colonial, la fuerza de
resistencia al progreso que demora la organización nacional y que es
reaccionaria, demagógica y oligárquica. Pero las fuerzas adversas a la
democracia vencidas en Caseros, volvieron a asomar a nuestra historia”. (La
Prensa, 04/02/1946)
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“Invadir la ciudad en masa, insultar, golpear y obligar a dar vivas a
su caudillo es barbarie, asaltar periódicos a mano armada y pretender
incendiarlos, es barbarie; exigir, robar, destruir los comercios, asaltarlos en
banda, es barbarie; acampar en las calles y plazas y bañarse en sus
fuentes, rayar y pintar vehículos y las paredes y los monumentos
públicos, en fin todo aquello que sucedió el 18 de octubre en Buenos Aires
y otras ciudades, es barbarie”.
Ese mismo día en Capital Federal, durante el gran acto de la Unión Democrática
en la Avenida 9 de julio, el candidato vicepresidencial informa sobre los resultados de
la gira electoral y se refiere a la utilización por los peronistas de una camisa y una
bandera argentina atadas a un palo como símbolo durante un acto público, hecho sobre
el cual los militantes antiperonistas difundieron en un panfleto llamando “la sudorosa”
al símbolo improvisado por los descamisados: “La única enseña que totaliza el juego de
las aspiraciones nacionales: la bandera de la patria que fuera agraviada por la
inconciencia de las turbas asalariadas y que fuera ultrajada por los proscriptos de la
cordura, del decoro y del honor.”
Días después el tema será retomado por La Vanguardia que incorpora la figura
del sudoroso en la caracterización de la agitación electoral peronista: “Cada comité Juan
Domingo Perón es un garito; cada sujeto que actúa es funcionario público; o cobra por
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actuar, directa o indirectamente, un estipendio; cada sudoroso que brama o berrea su
nombre ha recibido una paga para hacerlo” (La Vanguardia, 12/02/46). El mismo día el
comunista Rodolfo Ghioldi proclamaba que “la candidatura fascista está
irremisiblemente terminada (...) Hoy y aquí estamos escribiendo el epitafio electoral del
fascismo aborigen” (La Prensa, 10/02/1946).
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subalterno en comparsas bullangueras e indecentes que mueven a
lástima, que niegan nuestra cultura y que nos muestran ante las naciones del
mundo como un pueblo primitivo, reacio a las corrientes civilizadoras y
propicio a las explosiones de la bajeza moral. (...)No es ese el trabajador
auténtico de nuestra tierra”.
IV. Conclusión
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El segundo efecto, que en parte se derivó del éxito del primero, consistió en
generar un sentido de unidad antiperonista entre las diferentes fuerzas y grupos
opositores para enfrentar a un enemigo cuya absoluta negatividad superaba las historias
de diferencias y enfrentamientos entre los componentes de la Unión Democrática. Si
estas fuerzas con anterioridad a las jornadas de octubre de 1945 adherían a los tópicos
democráticos, constitucionalistas, antifascistas, legalistas y liberales y compartían el
rechazo a la figura de Perón (todas cuestiones visibles durante de la Marcha de la
Constitución y la Libertad), la criminalización, bestialización, inferiorización y
patologización de las masas peronistas se convirtieron en un sentido común entre los
antiperonistas, destinado a persistir y ser reelaborado continuamente hasta la actualidad.
El tercer efecto fue menos exitoso, por lo menos en términos de lograr la victoria
electoral de la Unión Democrática en febrero de 1946. Este consistía en la apuesta por
lograr una dicotomización favorable del campo político. Era razonablemente esperable
que las representaciones negativas sobre los peronistas generaran desconfianza, rechazo
y temor generando una posible disminución en el caudal electoral a los peronistas
reforzando el efecto de polarización de un campo político que era presentado como
escindido en dos opciones absolutamente antagónicas. Se buscaba marcar una tajante
división entre el “Nosotros” antiperonista y el “Otro” peronista, al mismo tiempo que
agrandar el campo propio reduciendo el del enemigo. Los fragmentos arriba trabajados
muestran un conjunto de argumentaciones polarizantes cuyo sentido podría resumirse
en que el apoyo al peronismo significaba ubicarse en un polo de absoluta negatividad.
Por el contrario, apoyar a las fuerzas de la Unión Democrática era presentado como la
recuperación o la afirmación de muchos de los atributos considerados no solo positivos
sino trascendentes a la política en el imaginario de la época: personalidad, carácter,
distinción, decencia, moral, honestidad, dignidad, civilidad, civilización, educación,
cordura, racionalidad, mesura, conciencia, libertad, democracia, etc. Es decir, todos
aquellos atributos de los que en el discurso antiperonista resultaba obvio que carecían
los peronistas. La argumentación antiperonista entonces apostaba a que la mayoría de
los electores buscara, por medio de su adhesión y su voto a los candidatos de la Unión
Democrática, salir de toda posible sospecha y reafirmara esos atributos centrales para
las aspiraciones de quienes compartían el imaginario antiperonista. Eran esos valores
compartidos los que permitían pensar en el éxito de un campo identitario popular
antiperonista.
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Sin embargo trazaron mal la línea y del otro lado de esa frontera quedó una
mayoría a la que ya no pudieron interpelar. Por eso el 24 de febrero de 1946 Perón
obtuvo el 55% de los votos mientras que el 45% fue para la Unión Democrática (Luna
1973). El frente antiperonista no sobrevivió a la derrota electoral pero sus
representaciones sobre las masas peronistas junto con sus efectos tienen una larga vida
en la política argentina.
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Fuentes periodísticas consultadas
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Orientación
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