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La historia, las distintas versiones de la historia, siempre se construyen a partir de la

visión subjetiva de vencedores o vencidos, de protagonistas u observadores, de


narradores objetivos o militantes críticos. El caso del doctor Eduardo Robledo
Rincón es peculiar, porque en su libro La democratización en México: ¿Cambio o
evolución del régimen?, narra la historia desde todos los ángulos mencionados.

El doctor Robledo fue parte del sistema antes de la llegada de la alternancia, y desde
entonces a la fecha se ha convertido en un observador crítico de los acontecimientos
políticos en nuestro país. Además, desde su consultora, Gerencia del Poder, ha
trabajado en la formación y capacitación de cuadros de dirección para la
administración pública y la política.

Más allá de los sesgos inevitables de la subjetividad humana, el doctor nos presenta
una visión sui generis de la democracia en México, tanto por la amplia cantidad de
décadas que comprende su análisis (en las que él fue testigo y actor presencial de los
acontecimientos que narra) y por los diferentes espacios desde donde observó el
devenir de la historia.

En su libro plantea siete tesis principales para entender la evolución de nuestra


democracia:

1. En México se ha vivido un proceso de democratización que se aceleró a partir


de 1970, década en la que comenzaron a sucederse cambios jurídicos e
institucionales que provocaron impactos tendientes a democratizar nuestro
sistema y nuestra sociedad.

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2. Sostiene que este proceso de transición democrática no es fallido, sino que
está inacabado.

3. El cambio democrático se ha dado a través de una transformación del régimen,


no sustitución, derivada, además, de acuerdos cupulares.

4. La democratización es un proceso que ha ocurrido exclusivamente en la


dimensión electoral. No se ha reflejado en la dimensión de ejercicio del poder.
El poder sigue ejerciéndose de manera autoritaria.

5. Las modificaciones institucionales y jurídicas, así como la presencia de


nuevas tecnologías, han tenido un impacto en la sociedad mexicana. En este
nuevo contexto, el autoritarismo resulta menos eficaz.

6. Las nuevas circunstancias sociales exigen una manera distinta de ejercer el


poder. El Dr. Robledo encuentra en el semipresidencialismo una respuesta.

7. Su propuesta consiste en reformar las reglas de acceso y ejercicio del poder,


entre las que destacan la segunda vuelta electoral y el gobierno de coalición.

El doctor Robledo sostiene que a pesar de que la transición a la democracia aún no


está completa, las reformas que se han realizado sí tuvieron un impacto en la
sociedad mexicana. La nueva sociedad constituye un ambiente propicio para
continuar con la transformación del régimen. En este sentido, propone reformas
encaminadas a la consolidación de la democracia en México, tanto en la dimensión
electoral como en el ejercicio del poder. En concreto, sugiere mecanismos de acceso

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al poder que garanticen mayor legitimidad a los representantes populares electos e
insiste en un ejercicio de gobierno en el que distintas fuerzas políticas participen en
su control. A dicha propuesta la denomina “semipresidencialismo”.

En este sentido, propone un cambio de régimen de gobierno. Sostiene que no basta


con cambiar leyes e instituciones que definan una nueva división de poderes. Se
requiere de una nueva cultura política que incluya un recambio de actores políticos.
Advierte que el sistema semipresidencial desarrollará una cultura política distinta.

Hasta aquí los planteamientos del libro. Aunque coincido en términos generales con
la sucesión de hechos que plantea el doctor, quiero poner a discusión tres de sus
planteamientos:

1. La transformación democrática, más que ser proceso inacabado, ha sido


parte de una adaptación indispensable para la subsistencia del régimen.

La prueba clara de esto es que, a pesar de todos los avances en términos de


transparencia, rendición de cuentas y de todos los organismos autónomos
creados para hacer contrapeso al poder, hoy tenemos a la generación de
gobernantes más corruptos de la historia, políticos que llegan al poder no para
ver qué aportan, hacen o transforman, sino para ver qué se llevan;
protagonismos excesivos de políticos que creen que su trabajo es dar
declaraciones, en lugar de rendir cuentas y dar resultados; poderes fácticos y
actores políticos alineándose de acuerdo a sus propios intereses, y sin el mínimo
sentido de responsabilidad histórica; autoridades que claudicaron en su
responsabilidad institucional, que entregaron a la delincuencia organizada áreas
sustantivas del gobierno y dejaron de garantizarle a la gente el derecho a la vida,

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a la libertad y al patrimonio. Todo esto sucede con abuso de poder y en un
ambiente de total impunidad.

2. Los acuerdos cupulares no han permitido avances democráticos, sino


simulaciones, concesiones que el propio régimen se ha visto obligado a
generar ante la presión de la sociedad civil.

El INE no existiría sin la enorme presión social derivada del surgimiento del
movimiento democrático encabezado por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas
y el posterior fraude electoral de 1988.

Los mecanismos de transparencia y rendición de cuentas existentes se deben


en gran medida a la presión de la sociedad civil organizada.

Los grandes avances democráticos tienen su origen en movimientos


ciudadanos de presión; nunca por un genuino interés del régimen por
evolucionar.

3. El proceso de democratización no es inacabado, está trunco.

México es un país en el que los avances democráticos siguen la lógica de dar


un paso adelante y dos atrás. Son avances simulados provocados por el propio
régimen para mantener sus excesos y privilegios. Por ejemplo, la creación de
un órgano electoral ciudadano y autónomo (después de uno de los más grandes
y evidentes fraudes electorales) pareció un avance significativo, sin embargo,
a casi 30 años el Instituto Nacional Electoral se ha convertido en un aparato

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burocrático, lento, pesado, costoso y cada vez más al servicio del propio
régimen.

Aunque en los últimos años, los ciudadanos y la sociedad civil organizada,


han impulsado y sacado adelante —muchas veces a pesar de los partidos
políticos y los gobiernos— importantes leyes y mecanismos para garantizar
la transparencia, la rendición de cuentas, el combate a la corrupción y la
impunidad; aún estamos lejos de resolver el problema, pues aún existe
reticencia en obedecer la nueva normatividad y un régimen que tiene todo un
sistema a modo para evadirla.

Las comisiones de derechos humanos tienen altas y bajas de acuerdo a qué


personajes sean sus titulares, pero siguen sin contar con mecanismos para
sancionar e incidir de manera directa en la transformación de las instituciones
de gobierno.

Sin ir más lejos, hoy tenemos un Sistema Nacional Anticorrupción acéfalo,


que no ha podido comenzar a trabajar debido a la voracidad del PRI, que
insiste en imponer fiscales a modo, que garanticen la impunidad de la
generación de gobernantes más corrupta de la historia.

Además, los “avances” democráticos no son batallas ganadas en las que no hay
vuelta atrás. Lamentablemente, las prácticas autoritarias pueden permanecer o
regresar en cualquier momento. Hoy en día hay señales claras de ello:

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1. Existe un intento del gobierno por cooptar a los órganos constitucionales
autónomos y a las autoridades de justicia con nombramientos a modo. El
objetivo es apoderarse de ellos y dirigirlos desde dentro.

2. Hay un uso faccioso de las instituciones, que recientemente se hizo evidente


con el uso de la PGR, el SAT y la Unidad de Inteligencia Financiera de la
SHCP para desacreditar a Ricardo Anaya como candidato de la oposición en
la contienda presidencial. Tal como está sucediendo en Brasil con el
expresidente Lula Da Silva, no se trata de un acto de justicia ni de combate a
la corrupción, sino de un uso faccioso y político de las instituciones para
perseguir a quien les es incómodo. Las instituciones están siendo utilizadas
por el poder para encarcelar a quien debe ser el próximo presidente de Brasil.

3. El riesgo del hiperpresidencialismo está más latente que nunca con Andrés
Manuel López Obrador, quien ha hecho declaraciones que denotan una
concepción autoritaria en el ejercicio del poder. En sus aseveraciones pasa por
alto la existencia de un diseño institucional de división de poderes al afirmar
que hará y deshará reformas legales desde el ejecutivo y sin considerar al
legislativo. Ha sugerido el perdón al gobierno saliente por los delitos que
hayan cometido durante su encargo, lo cual evidencia una falta de respeto a la
legalidad y a las instituciones de impartición de justicia. Más aún: su decisión
de someter a consulta los derechos de las minorías, el voto en comisiones de
su partido sobre el dictamen de ley de publicidad oficial y su renuncia a una
fiscalía autónoma demuestran que no posee una intención de ejercer el poder
de una manera democrática. Estamos frente a un personaje que confía más en
el alcance de sí mismo, que en el desarrollo de instituciones.

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En lo que sí coincidimos plenamente con el doctor Robledo es en su visión de lo que
necesita México: un cambio de régimen político en cuanto al acceso y ejercicio del
poder. Para lograrlo elabora una propuesta con dos vertientes: 1) Modificar las reglas
de acceso al poder político y 2) Reformar las reglas sobre el ejercicio del mismo.

La primera parte de la propuesta consiste en cambios en las reglas de acceso al


poder, con el objetivo de dotar de mayor legitimidad al gobierno y a los legisladores
electos. Al respecto, menciona:
a) Establecer el requisito de mayoría absoluta para ganar una elección para
Poderes Legislativo y Ejecutivo en los tres niveles de gobierno.
b) Incorporar la segunda vuelta electoral para el caso de que no se logre la
mayoría absoluta.
c) Hacer el voto obligatorio para todos los ciudadanos en el territorio nacional.
d) Aligerar los requisitos para constituir candidaturas independientes.
e) Establecer elecciones primarias obligatorias en los partidos políticos.
f) Aumentar el porcentaje mínimo requerido para mantener el registro como
partido político al 5%.

La segunda parte de la propuesta consiste en dotar de herramientas que favorezcan


un ejercicio compartido y democrático del poder. Al respecto, señala:
a) Construir gobiernos plurales. Es decir, que el poder se ejerza conforme a las
tareas que definan distintas fuerzas políticas.
b) Exigir que el jefe de gobierno y el gabinete se integren con la aprobación del
Senado.
c) Establecer la revocación de mandato.
d) Definir un nuevo régimen de partidos políticos.

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e) Constituir un nuevo diseño institucional en las atribuciones y relaciones entre
poderes.
f) Eliminar el fuero en los tres poderes y en los tres niveles de gobierno.

Gran parte de los planteamientos del doctor Robledo son causas que abandera el
Frente Ciudadano por México y que Movimiento Ciudadano ha impulsado desde
hace años. El reto que tenemos todos es empujar un cambio real, consolidar los
avances logrados, lograr la verdadera autonomía de los órganos ciudadanos,
garantizar el equilibrio de poderes, establecer gobiernos de coalición, en síntesis:
cambiar de régimen.

Para avanzar por este camino es importante escuchar, discutir, aprender, establecer
puntos de partidas y metas comunes. Para hacerlo, este libro de Eduardo Robledo
Rincón es, sin duda, una lectura obligatoria.

Enhorabuena y muchas gracias.

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