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En una plática, se decía que una persona había sido sobornada, cuando lo que se quería decir era que fue extorsionada,
cuestión totalmente diferente. El interlocutor, con una expresión y un par de preguntas, de inmediato hizo evidente el
error, el cual fue corregido y la plática continuó. Esa es la gran ventaja de la comunicación oral: los ademanes y
gestos, la repetición, la corrección y el diálogo permiten que un mensaje se transmita adecuadamente. Con el
lenguaje escrito no sucede lo mismo. Las palabras escritas no admiten repeticiones, mayores explicaciones, formas
diferentes de expresar la idea o el mensaje. Si se hubiera escrito que una persona fue sobornada en lugar de
extorsionada, no habría sido tan sencillo aclarar el error.
Es insoslayable la importancia de utilizar adecuadamente el lenguaje en los reactivos, pues en ocasiones nos
hemos encontrado con exceso de palabras, rebuscamiento o términos mal empleados que dificultan la resolución de
las preguntas que cotidianamente revisamos.
Imagine el lector que párrafo anterior hubiera sido escrito de la siguiente manera:
El propósito principal de este texto es soslayar la importancia que tiene la revisión de los reactivos en
la dimensión relativa a la redacción y factores sintácticos involucrados en el uso de cada uno de los
sintagmas –tanto en la base del reactivo como en las opciones de respuesta– para garantizar, desde
luego, la claridad y comprensibilidad de estas, respetando en todo momento el lenguaje técnico y las
características propias de cada profesión evaluada, sobre todo si se toma en cuenta la diáspora de
exámenes que cotidianamente se aplican.
Un ejemplo más:
El peso del cuerpo humano es directamente proporcional a la fuerza que opone el resorte a la
deformación por la longitud que se estira el resorte.
Otra situación, no tan frecuente, pero sí grave, es la sustitución de términos que dificultan la comprensión de la
instrucción y, en consecuencia, la dificultad del reactivo. En la sección de matemáticas de un examen se preguntaba
cuántos cubos de cierto tamaño cabían en un cubo de mayores dimensiones, cuando lo que se quería preguntar era
sobre el volumen y no sobre la cantidad de cubos.
Hay términos que, a fuerza de uso, se han convertido en muletillas que no hacen más que dificultar la lectura de
los reactivos. Cientos de reactivos inician con “a partir”; todo se encuentra “a nivel” (internacional, del hígado,
estandarizado…); todo está “posicionado”, es “significativo” o ha sido “desarrollado”.
A modo de conclusión, si usted participa en alguna fase de la elaboración o revisión de reactivos tome en cuenta
los siguientes aspectos:
• Si al leer un reactivo tiene dudas sobre el contenido o sobre el significado de algún término, piense que al
sustentante puede sucederle lo mismo y él no podrá consultar un diccionario o preguntar al especialista.
Ayúdelo a aclarar la duda.
• Si la redacción le parece poco clara o confusa, significa eso: es poco clara o confusa. (Si camina como pato
y parece pato, es pato). Trate de resolver el problema.
• Si el autor quería hablar de las medidas de un objeto y escribió “dimensionamiento”, corríjalo, no importa
que él sea el experto.
• Si proliferan términos en otros idiomas sin justificación, pondere la conveniencia de escribirlos en español.
hojaderuta@ceneval.edu.mx
Hoja de ruta, publicación electrónica de la DGAD, presenta breves artículos orientados a aclarar las dudas más
frecuentes relacionadas con la política editorial del Ceneval. Aparece los lunes, cada tres semanas.