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carácter de don Pedro—, abrió una brecha en la por ese entonces se exploran los conjuntos de Te-
arqueología americana de mediados del siglo xx, titla y Atetelco (Cabrera, 1982: 7 y ss.). Es decir,
brecha abierta a filo del machete teórico y meto- comparando los edificios y espacios de la metró-
dológico del que adolecía la disciplina en aquel polis explorados hacia 1945 con los que hoy se
entonces, brecha que recorrimos todavía muchos encuentran liberados, la diferencia es más que
de nosotros, los de las generaciones posteriores evidente.
a 1973 (año en que tuvo lugar el memorable Esto significa que los datos con los que se con-
“Primer Taller del Programa de Adiestramiento taba en 1945 para intentar siquiera una identifica-
Avanzado en Arqueología”, coordinado por don ción de las deidades eran más que escasos, escue-
Pedro), y no porque gozáramos de la fortuna de tos y parciales. Había que echar mano de otros
haber sido alumnos de Armillas, sino porque sí lo recursos que las meras “interpretaciones” de tales
fuimos de varios de sus discípulos, maestros nues- datos; había que recurrir a otras disciplinas, a
tros como Carlos Navarrete, Tita Braniff, Loren- otros métodos; había que ser antropólogos. Y don
zo Ochoa, Manuel Gándara, Teresa Rojas… Ellos Pedro, discípulo selecto de Kirchhoff, Caso, Mar-
siguieron abriendo la brecha crítica de Armillas quina, vaya que lo era. (Cierto, eran los tiempos
y nos llevaron por ella. Si al ingresar a la enah y de los “años generales” en la naciente enah,
en nuestros primeros semestres no nos hubiéra- donde alumnos de todas las disciplinas se cono-
mos dado cuenta de ese hecho, una mirada retros- cían, discutían, trabajaban juntos, o lo intenta-
pectiva y evocadora de nuestras clases con ellos, ban… ¡tiempos aquellos!)
de nuestra actividad profesional ya una vez que Pero ya la escuela mexicana de arqueología
nos “soltaron la correa”, nos lleva a un lugar eva- había desarrollado técnicas y métodos de explo-
nescente, donde sin embargo brilla la presencia ración que permitían, por vía de la comparación
de Pedro Armillas. Conocimos al, y sabemos del, de los contextos, establecer secuencias estratigrá-
maestro por sus alumnos (¡quién tuviera esa di- ficas y cerámicas que denotaban diversas fases
cha!) y por su obra. No podemos negarlo; aunque del desarrollo de la sociedad teotihuacana. Armi-
no nos demos cuenta, nuestra formación en la llas tuvo siempre especial preocupación por la
enah, de las generaciones desde al menos la se- identificación de tal proceso mediante la deposi-
gunda mitad del siglo xx, también es obra de Pe- ción estratigráfica (que resulta así en una “puesta
dro Armillas. Gran responsabilidad la nuestra. a punto” de la innovación de Gamio a principios
del siglo xx). Y no sólo eso, sino sabía encontrar
el sentido “cultural” de tal deposición. De ahí que
La arqueología de Teotihuacan al inicio del artículo que aquí se comenta, se re-
hacia 1945 fiera a una “estratigrafía religiosa”, pues Armillas
elabora una comparación de los materiales cerá-
Consideremos que en 1945, cuando Armillas es- micos y pictóricos que aparecen en las distintas
cribe “Los dioses de Teotihuacan”, de la metró- capas estratigráficas, estableciendo así una distin-
polis teotihuacana sólo se habían explorado, prin- ción en cuanto a las formas de representar a las
cipalmente: de 1905 a 1910 la Pirámide del Sol, deidades, de la manera como se modifican algu-
por Leopoldo Batres; en 1924 se libera la fachada nos atributos, aparecen y/o desaparecen otros
principal de la Pirámide de la Luna y parcialmen- mientras se avanza en el tiempo, es decir, de unos
te los “Edificios Superpuestos”, al costado oeste materiales de una capa respecto a otra. Es de apre-
de la Calle de los Muertos, por Gamio y otros; los ciar el método aplicado para concretar la interpre-
túneles en la Pirámide del Sol por los Vaillant, tación “evolutiva” de las representaciones, así
también por esa época; Teopancazco, en el pobla- como para identificarlas.
do de San Sebastián, y el palacio de Tepantitla, Los contextos explorados por Armillas corres-
con su célebre mural del Tlalocan, por Armillas pondían, casi todos, a los de las últimas fases del
y Sáenz, entre otros arqueólogos, en 1942, y el desarrollo teotihuacano, debido a que, obviamen-
“Grupo Viking”, por el mismo Armillas en 1944; te, se están explorando los últimos niveles de
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parte de muchísimos investigadores, entre ellos pues son realmente escasas las representaciones
el propio Armillas. Pero las interpretaciones en de tortuga y Tláloc juntos, lo cual indicaría que,
cuanto a la temporalidad en que aparecen los dio- como ocurre en muchísimos murales y escenas
ses que menciona Armillas es un asunto irrelevan- plasmadas en vasijas, se encontrara a Tláloc en
te, pues lo que pretende don Pedro se centra en situaciones por demás variadas, con personajes
determinar la existencia de ciertas deidades en el humanos y animales, así como plantas igualmen-
panteón teotihuacano. te diversos, de modo que es difícil aceptar un dato
aislado para derivar de él una interpretación ge-
neralizada. Por otra parte, en cuanto a la estrella
El contenido de mar la relación con Tláloc es innegable, hasta
cierto punto. Armillas recurre no sólo a los mura-
Los dioses les de Teopancazco, donde se encuentran repre-
sentados sacerdotes, no el dios, que ostentan en
Armillas asume que pueden distinguirse en la “es- sus vestimentas las estrellas de cinco puntas; asi-
tratigrafía religiosa” teotihuacana al menos cinco mismo en la fachada del Templo de Quetzalcóatl,
deidades, siendo éstas el dios de la lluvia (Tláloc), en la Ciudadela, en cuyos taludes se encuentra la
el dios del fuego (Huehuetéotl), un probable dios representación de una serpiente ondulante, entre
de la vegetación (Xipe), el “dios gordo” y dubi- elementos marinos como conchas y caracoles.
tativamente, Quetzalcóatl: luego enuncia los ele- Aquí Armillas discutirá si el templo corresponde
mentos distintivos que permiten la identificación a Quetzalcóatl o a Tláloc, cosa que trataremos
de cada uno de ellos. más adelante.
Pero nótese esa diferencia, que en los murales
referidos por Armillas, es el sacerdote y no el dios
El dios de la lluvia quien se relaciona con estrellas marinas, y así re-
sulta difícil aceptar que esta especie resulte un
Es la deidad más representada a lo largo de la vida rasgo distintivo de Tláloc. Pero ciertamente, hay
teotihuacana, y tal vez el más antiguo, asume don una figura en forma de estrella de cinco puntas
Pedro. Sin embargo, piensa que el culto a este dios asociada directamente a Tláloc, pero se ha identi-
debió ser introducido a Teotihuacan probable- ficado y aceptado ya plenamente como la represen
mente de la costa del Golfo (p. 6), debido a que tación del planeta Venus, hecho aún no aclarado
entre sus elementos distintivos se encontrarán por los investigadores de aquel momento.
algunos identificados como pertenecientes al cul- En resumidas cuentas, sabemos hoy que el
to del jaguar entre los olmecas, así como especies complejo gráfico distintivo de Tláloc es cierta-
marinas como la estrella y la tortuga. Si bien esto mente variado, pero fundamentalmente radicado
es muy probable, también debe considerarse que en las anteojeras (circulares o cuadrangulares), la
hoy sabemos que en capas estratigráficas y relle- bigotera o nariguera, de la que a veces surgen sen-
nos de edificios tempranos en Teotihuacan los dos colmillos, pero no siempre. Lo demás, es decir,
tiestos y vasijas completas traslucen la presencia la vestimenta, los elementos que porta a veces en
de un complejo gráfico incipiente que presenta ya las manos, los que constituyen sus elaborados to-
los más característicos elementos de Tláloc, ob- cados, son extremadamente variados. Así, unos ele-
servables en las denominadas “ollas Tláloc”, que mentos caracterizan al dios, permiten identificar
ostentan la bigotera o nariguera, ese elemento al a Tláloc; otros son indicadores de sus igualmente
que don Pedro llama “banda enrollada hacia arri- variadas y múltiples advocaciones y regímenes:
ba sobre el labio superior” (p. 5), así como los la lluvia, el agua terrena, el rayo, la agricultura,
colmillos largos. Si se observan algunos animales los mantenimientos en general, y a veces también
marinos (estrella de mar y tortuga), como com- el inframundo. Algunos otros son característicos
ponentes del complejo gráfico que acompaña a de la vestimenta de los sacerdotes, no sólo del
Tláloc, es una afirmación que debe discutirse, culto a Tláloc, sino también a otras deidades; o
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vale decir, más bien, de sacerdotes actuando en a los ancianos; pero me parece difícil aceptar que
ámbitos donde incidiría la influencia de Tláloc. es Huehuetéotl, a menos que lleve su brasero en
Vale entonces considerar los argumentos de la cabeza, claro. Aquí otra línea de investigación
Armillas, pues plantean líneas de investigación que no hemos atendido como se requiere.
no agotadas del todo para determinar, si no la obvia Pero un hecho por demás sobresaliente es que
existencia del culto a Tláloc, sí de la compleji- Huehuetéotl sólo se representara en Teotihuacan
dad de sus ámbitos de influencia en el pensamien- mediante esculturas de piedra, pues no lo encon-
to teotihuacano. traremos en pintura mural, ni en escenas plasma-
Muchas cosas sabemos hoy en cuanto a los das en vasijas. Magnífica observación de Armillas
rasgos distintivos de Tláloc en sus manifestacio- (p. 21, nota 68) que, de nuevo, habría que inves-
nes gráficas, y no es el espacio propio para discu- tigar más concienzudamente.
tirlas; sigamos centrados en el análisis elaborado
por Armillas, y en ese sentido bien interesante
resulta el dato de que en el Templo Nuevo de El dios de la vegetación
Quetzalcóatl (o de la Serpiente Emplumada, como
prefieren denominarla hoy los investigadores es- Por la abundante presencia de figurillas cerámicas
pecializados en Teotihuacan), en La Ciudadela, que representan un personaje masculino con “el
en el tablero oeste al norte de la escalinata, primer rostro cubierto por una máscara sujeta por dos
cuerpo, Armillas pudiera observar la presencia bandas, una frontal y otra a modo de barboquejo”
de la “flor colgante”. El hecho no deja dudas de (p. 21), don Pedro discute la existencia del culto
que este segundo edificio estuvo completamente a Xipe y del propio dios en Teotihuacan. Lo pone
dedicado a Tláloc (p. 26). en duda porque no encuentra en ninguna de las
Sin embargo, no puedo pasar por alto la des- figurillas de barro, los elementos parafernálicos
cripción de Armillas del elemento que emerge de que distinguen a Xipe en los códices del Posclá-
la boca del dios y denomina “flor colgante “(figs. sico. No argumenta (extrañamente) la posibilidad
9 y 10). González y Sánchez (1991) identificaron de que, en efecto, Xipe tuviera culto en Teotihua-
a esa planta como el Hydrocotyle, lirio acuático can con rasgos distintivos incipientes, que aumen-
detectado en abundancia en el río de los Manan- tarían y se tornarían complejos al paso del tiempo,
tiales, en el barrio de Puxtla, en la parte sur de al paso de una sociedad a otra; hasta que al llegar
San Juan Teotihuacan. a los mexica, el culto se llenará de elementos y
significados ilustrados en los códices (pp. 2223).
Es interesante su indicación de que en algunas
El dios del fuego figuritas con esa máscara, que permite suponer se
trata de Xipe, se conservaran restos de pintura
No hay duda sobre la existencia del dios del fue- amarilla, y asociando este dato con el mismo co-
go en Teotihuacan, conocido con el nombre ná- lor que ostenta la “piel muerta” en códices mexi-
huatl de Huehuetéotl, y su representación como canos, sirve de sustento a la hipótesis de que en
un anciano encorvado, sentado con las piernas efecto se trata de la representación de un perso-
cruzadas y sosteniendo sobre sí un amplio reci- naje con una piel desollada.
piente que hace el papel de brasero. Armillas asu- Por otra parte, la traducción de Xipe como
me que la gran cantidad de cabecitas de viejitos “nuestro señor el desollado” (concebida por Seler,
manufacturadas en barro encontradas hasta en- como señala Armillas en la p. 21) es un tanto in-
tonces (como sigue ocurriendo hoy día) también correcta, porque no es el dios quien está desolla-
son representaciones del dios (p. 20). Pero me do, sino que porta la piel de un desollado, cosa
parece que esas cabecitas de viejitos no siempre bien distinta.
corresponderían a la representación de Huehue- Asimismo, es interesante la proposición de
téotl, a menos que el rostro sea el mismo, lo cual Beyer, a quien parece avalar aquí Armillas, en
implica algo más: el estereotipo para representar cuanto a que en Teotihuacan no se desarrolla aún
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Informes del ArchIvo TécnIco
la técnica apropiada para desollar el rostro, de- tiende como en los tiempos mexicas. No está de
biendo recurrir, como argumentaría Caso, a la piel acuerdo con la idea de que las esculturas de la
del muslo para conformar la máscara, y sólo has- serpiente emplumada del templo en la Ciudadela
ta que aparecen instrumentos metálicos es posible sean representaciones de una deidad de la crea-
este desollamiento del rostro (pp. 22-23).1 ción, regidora del viento. Y entre sus argumentos
Pero mediante la reflexión en torno a si en el resaltan jerárquicamente las comparaciones con
Posclásico Xipe tiene el “carácter de dios de la representaciones posclásicas de los códices. De
renovación de la vegetación y de la fecundación nuevo vale la idea de la evolución en la concep-
de la tierra, al que se le pide lluvia […]” (p. 23), ción y representación de las deidades; pero más
el concepto podría aceptarse como ya presente en aún que Armillas no toma en cuenta que esas fi-
Teotihuacan. guras en los códices son antropomorfas, y ahí sí
También señala (p. 21, nota 69) que hasta en- cabe que porten gorros cónicos, chicahuaztli y
tonces no se habían encontrado figurillas femeni- todo lo demás. Muy probablemente, lo que vemos
nas, lo cual es de asombrarse. La observación le en el templo de la Ciudadela quizá sea una repre-
permite descartar la presencia de deidades feme- sentación primigenia, cuando el concepto, o las
ninas, en alusión a la supuesta de Teteoinnan, que fuerzas de la naturaleza que rige el dios, se vene-
Seler cree identificar como opción a Xipe. ran como tales y bajo la égida de la deidad; no se
llega a la antropomorfización, que es más carac-
terística del periodo Posclásico; acaso ni siquiera
El dios gordo en Tula (p. 25).
Otra cosa es que, en efecto, en el Posclásico la
Hoy poco se habla de esta posible deidad teoti- serpiente se asociara al rayo de Tláloc, aunque no
huacana. Todavía a principios de la década de nada más, como sabemos, pues también tiene ad-
1980 había la reminiscencia de considerar que, en vocaciones solares. Pero la cosa es que se duda,
efecto, la sociedad teotihuacana había concebido con cierta razón, de Quetzalcóatl como deidad
una deidad representada como personaje mascu- teotihuacana.
lino obeso. Y, como señala Armillas, la posibili- Tan seguro estaba don Pedro de sus ideas, que
dad de que esta representación antropomorfa todavía años después de la elaboración de ese
fuera una deidad, se explica por su presencia en artículo afirmaba: “[…] se ha hecho notar que el
gran cantidad de vasijas: no pintada, sino la efigie culto de Quetzalcoatl ha sido malentendido,
del rostro adherida por pastillaje a ciertas par- que se le ha dado una extensión indebida: hay que
tes de las vasijas, o plasmada en los relieves de arrancarle a esa figura algunas plumas y reducir-
medallones y también adheridas a la superficie la a sus justas proporciones” (citado en Navarre-
de la vasija. Poco se habla hoy del dios gordo, te, 1991: 40).
pero debiera reconsiderarse la propuesta de Ar- Los argumentos de don Pedro ciertamente
millas y sus contemporáneos y profundizar en la requieren ser retomados y revalorados, pues son
investigación al respecto. en verdad difíciles de pasar por alto al tratar el
tema de la presencia del concepto, del dios y la
manera como se habría representado Quetzal-
Quetzalcóatl cóatl en Teotihuacan. Es indispensable la lectura
del texto referido en la cita de Navarrete, para
Armillas pone en duda que en Teotihuacan exis- profundizar en el problema y eventualmente in-
tiera el culto a la deidad Quetzalcóatl, si se en- tentar su solución. Asimismo vale la pena con-
frontar las aseveraciones de Armillas con las de
los autores participantes en la Segunda Mesa Re-
donda de Teotihuacan (Ruiz y Soto, 2004), pues
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Debe mencionarse que si bien Armillas concede cierta