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PALABRAS DE VIDA DEL GRAN MAESTRO

La parábola del sembrador

En la enseñanza de Cristo mediante parábolas, se nota el


mismo principio que el que lo impulsó en su misión al
mundo. A fin de que llegáramos a conocer su divino
carácter y su vida, Cristo tomó nuestra naturaleza y vivió
entre nosotros. Tal ocurría en las enseñanzas de Cristo: lo
desconocido era ilustrado por lo conocido; las verdades
divinas, por las cosas terrenas con las cuales la gente se
hallaba más familiarizada. Las parábolas de Cristo son eslabones en la cadena de la verdad que une al
hombre con Dios, la tierra con el cielo.
Jesús buscaba un camino hacia cada corazón. Usando una variedad de ilustraciones, no solamente
presentaba la verdad en sus diferentes fases, sino que hablaba al corazón de los distintos oidores. Suscitaba
su atención mediante figuras sacadas de las cosas que los rodeaban en la vida diaria. Nadie que escuchara al
Salvador podía sentirse descuidado u olvidado. El más humilde, el más pecador, oía en sus enseñanzas una
voz que le hablaba con simpatía y ternura.
“He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y aconteció sembrando, que una parte cayó junto al camino; y
vinieron las aves del cielo, y la tragaron. Y otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y
luego salió, porque no tenía la tierra profunda: mas, salido el sol, se quemó, y por cuanto no tenía raíz, se
secó. Y otra parte cayó en espinas; y subieron las espinas, y la ahogaron, y no dio fruto. Y otra parte cayó en
buena tierra, y dio fruto, que subió y creció: y llevó uno a treinta, y otro a sesenta, y otro a ciento”.
“El sembrador siembra la palabra”. Cristo vino a sembrar el mundo de verdad. Desde la caída del hombre,
Satanás ha estado sembrando las semillas del error. Fue por medio de un engaño como obtuvo el dominio
sobre el hombre al principio, y así trabaja todavía para derrocar el reino de Dios en la tierra y colocar a los
hombres bajo su poder.
Aquello a lo cual se refiere principalmente la parábola del sembrador es el efecto producido en el
crecimiento de la semilla por el suelo en el cual se echa.
Explicando lo referente a la semilla que cayó a la vera del camino, dijo: “Oyendo cualquiera la palabra del
reino, y no entendiéndola, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón: éste es el que fue
sembrado junto al camino”. La semilla sembrada a la vera del camino representa la palabra de Dios cuando
cae en el corazón de un oyente desatento. Semejante al camino muy trillado, pisoteado por los pies de los
hombres y las bestias, es el corazón que llega a transformarse en un camino para el tránsito del mundo, sus
placeres y pecados.
Como los pájaros están listos para sacar la semilla de junto al camino, Satanás está listo para quitar del alma
las semillas de verdad divina. El teme que la Palabra de Dios despierte al descuidado y produzca efecto en el
corazón endurecido. Satanás y sus ángeles se encuentran en las reuniones donde se predica el Evangelio.
Mientras los ángeles del cielo tratan de impresionar los corazones con la Palabra de Dios, el enemigo está
alerta para hacer que no surta efecto.
La semilla sembrada en lugares pedregosos encuentra poca profundidad de tierra. La planta brota
rápidamente, pero la raíz no puede penetrar en la roca para encontrar el alimento que sostenga su
crecimiento, y pronto muere. Muchos que profesan ser religiosos son oidores pedregosos. Así como la roca
yace bajo la capa de tierra, el egoísmo del corazón natural yace debajo del terreno de sus buenos deseos y
aspiraciones. No subyugan el amor propio. No han visto la excesiva pecaminosidad del pecado, y su corazón
no se ha humillado por el sentimiento de su culpa. Esta clase puede ser fácilmente convencida, y parecen ser
conversos inteligentes, pero tienen sólo una religión superficial.
Muchos reciben el Evangelio como una manera de escapar del sufrimiento, más bien que como una
liberación del pecado. Se regocijan por un tiempo, porque piensan que la religión los libertará de las
dificultades y las pruebas. Mientras todo marcha suavemente y viento en popa, parecen ser cristianos
consecuentes. Pero desmayan en medio de la prueba fiera de la tentación.
La semilla del Evangelio a menudo cae entre las espinas y las malas hierbas; y si no hay una transformación
moral en el corazón humano, si los viejos hábitos y prácticas y la vida pecaminosa anterior no se dejan atrás,
si los atributos de Satanás no son extirpados del alma, la cosecha de trigo se ahoga. Las espinas llegarán a
ser la cosecha, y exterminarán el trigo. La gracia puede prosperar únicamente en el corazón que
constantemente está preparándose para recibir las preciosas semillas de verdad. Las espinas del pecado
crecen en cualquier terreno; no necesitan cultivo; pero la gracia debe ser cuidadosamente cultivada. Las
espinas y las zarzas siempre están listas para surgir, y de continuo debe avanzar la obra de purificación. Si el
corazón no está bajo el dominio de Dios, si el Espíritu Santo no obra incesantemente para refinar y
ennoblecer el carácter, los viejos hábitos se revelarán en la vida.
El mayor tesoro
Este capítulo está basado en Mateo 13:44.

“Además, el reino de los cielos es semejante al


tesoro escondido en el campo; el cual hallado, el
hombre lo encubre, y de gozo de ello va, y vende
todo lo que tiene, y compra aquel campo”. En los
tiempos antiguos, los hombres acostumbraban
esconder sus tesoros en la tierra. Los robos eran
frecuentes, y cuando quiera que hubiese un cambio
en el poder gobernante, los que tenían grandes posesiones estaban expuestos a que se les aplicasen pesados
tributos. Por otra parte, el país estaba en constante peligro de ser invadido por ejércitos merodeadores. Por
consiguiente, los ricos trataban de preservar sus riquezas ocultándolas, y la tierra era considerada como un
seguro escondite. Pero a menudo se olvidaba el lugar en que se había escondido el tesoro; la muerte podía
arrebatar al dueño; el encarcelamiento o el destierro podían alejarlo de su tesoro, y la riqueza cuya
preservación le había costado tanto trabajo, era dejada para la persona afortunada que la encontrase. En los
días de Cristo no era raro descubrir en un terreno descuidado viejas monedas y ornamentos de oro y plata.
Un hombre alquila un terreno para cultivarlo, y mientras ara la tierra con sus bueyes, desentierra un tesoro.
En seguida ve que una fortuna se halla a su alcance. Restituyendo el oro a su escondite, regresa a casa y
vende todo lo que tiene para comprar el terreno que contiene el tesoro. Su familia y sus vecinos piensan que
procede como un loco. No ven valor alguno en ese terreno descuidado. Pero el hombre sabe lo que hace, y
cuando tiene el título del campo, revuelve cada parte de él para encontrar el tesoro que ha conseguido.
Esta parábola ilustra el valor del tesoro celestial y el esfuerzo que deberíamos hacer para obtenerlo. El que
encontró el tesoro en el campo estaba listo para abandonar todo lo que tenía y realizar una labor incansable,
a fin de obtener las riquezas ocultas. Así el que halla el tesoro celestial no debe considerar ningún trabajo
demasiado grande y ningún sacrificio demasiado caro para ganar los tesoros de la verdad.
En la parábola, el campo que contiene el tesoro representa las Sagradas Escrituras. Y el Evangelio es el
tesoro. La tierra misma no se halla tan entretejida de vetas de oro ni está tan llena de cosas preciosas como
sucede con la Palabra de Dios. Dios no esconde su verdad de los hombres. Por su propia conducta, ellos la
oscurecen para sí mismos.
Nuestra salvación depende de nuestro conocimiento de la verdad contenida en las Escrituras. Es la voluntad
de Dios que nosotros poseamos dicho conocimiento. Investigad, oh, investigad la preciosa Biblia con
corazones hambrientos. Explorad la Palabra de Dios como el minero explora la tierra para encontrar las
vetas de oro.
Las diez vírgenes
Este capítulo está basado en
Mateo 25:1-13

Cristo está sentado con sus discípulos


sobre el Monte de las Olivas. El sol se ha
puesto detrás de las montañas, y las
sombras de la noche, a guisa de cortina,
cubren los cielos. A plena vista se halla
una casa profusamente iluminada, cual si
lo fuera para alguna fiesta. La luz irradia
en raudales de sus aberturas, y un grupo expectante aguarda en torno de ella, indicando que está a punto de
aparecer una procesión nupcial. En muchos lugares del Oriente, las fiestas de bodas se realizan por la noche.
El novio va al encuentro de su prometida y la trae a su casa. A la luz de las antorchas la procesión nupcial va
de la casa del padre de la esposa a la del esposo, donde se ofrece una fiesta a los huéspedes invitados. En la
escena que Cristo contempla, un grupo de personas está esperando la aparición de los novios y su séquito
con la intención de unirse a la procesión.
Las dos clases de personas que esperaban representan dos clases que profesan estar esperando a su Señor. Se
las llama vírgenes porque profesan una fe pura. Las lámparas representan la Palabra de Dios. El salmista
dice: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”. El aceite es un símbolo del Espíritu
Santo.
En la parábola todas las vírgenes salieron a recibir al esposo. Todas tenían lámparas y vasijas para aceite.
Por un tiempo parecía no haber diferencia entre ellas. Tal ocurre con la iglesia que vive precisamente antes
de la segunda venida de Cristo. Todos tienen el conocimiento de las Escrituras. Todos han oído el mensaje
de la pronta venida de Cristo, y esperan confiadamente su aparición. Pero así como ocurrió en la parábola,
ocurre hoy en día. Interviene un tiempo de espera, la fe es probada; y cuando se oye el clamor: “He aquí, el
esposo viene; salid a recibirle”, muchos no están listos. No tienen aceite en sus vasijas para las lámparas.
Están destituidos del Espíritu Santo.
La clase representada por las vírgenes fatuas no está formada de hipócritas. Sus componentes manifiestan
respeto por la verdad, la han defendido, y son atraídos hacia aquellos que la creen; pero no se han rendido a
sí mismos a la obra del Espíritu Santo…Esta clase se halla simbolizada también por los oyentes
representados por el terreno rocoso. Reciben la palabra con prontitud, pero no asimilan sus principios. La
influencia de la palabra no es permanente. El Espíritu obra en el corazón del hombre de acuerdo con su
deseo y consentimiento, implantando en él una nueva naturaleza. Pero las personas representadas por las
vírgenes fatuas se han contentado con una obra superficial. No conocen a Dios. No han estudiado su
carácter; no han mantenido comunión con él; por lo tanto no saben cómo confiar en él, cómo mirarlo y cómo
vivir. Su servicio a Dios degenera en formulismo.
En la parábola, las vírgenes prudentes tenían aceite en las vasijas de sus lámparas. Su luz ardió con llama
viva a través de la noche de vela. Cooperaron en la iluminación efectuada en honor del esposo. Brillando en
las tinieblas, contribuyeron a iluminar el camino que debía recorrer el esposo hasta el hogar de la esposa,
para celebrar la fiesta de bodas. Así los seguidores de Cristo han de verter luz sobre las tinieblas del mundo.
Por medio del Espíritu Santo, la Palabra de Dios es una luz cuando llega a ser un poder transformador en la
vida del que la recibe. Implantando en el corazón los principios de su Palabra, el Espíritu Santo desarrolla en
los hombres los atributos de Dios.
La venida del esposo ocurrió a medianoche, es decir en la hora más oscura. De la misma manera la venida
de Cristo ha de acontecer en el período más oscuro de la historia de esta tierra…Para el pueblo de Dios será
una noche de prueba, una noche de lloro, una noche de persecución por causa de la verdad. Pero en medio
de esa noche de tinieblas, brillará la luz de Dios.
Es el amor de Dios continuamente transferido al hombre lo que lo capacita para impartir luz. En el corazón
de todos los que están unidos a Dios por la fe, el áureo aceite del amor fluye libremente, para brillar en
buenas obras, en un servicio real y sincero por Dios. Todo el cielo está esperando que haya canales por
medio de los cuales pueda derramarse el aceite santo para que sea un gozo y una bendición para los
corazones humanos.

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