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Voces: CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACIÓN - OBLIGACIÓN DE SEGURIDAD - RESPONSABILIDAD

CIVIL - RESPONSABILIDAD OBJETIVA - EXIMENTES DE RESPONSABILIDAD - CONTRATOS - CONTRATO


DE ADHESIÓN - DEPORTES - FÚTBOL - ESPECTÁCULOS PÚBLICOS - ACCIDENTE EN ESPECTÁCULO
DEPORTIVO, PÚBLICO O DE ESPARCIMIENTO - RESPONSABILIDAD DEL ORGANIZADOR

Título: El contrato de espectáculo deportivo

Autor: Barbieri, Pablo C. - Ver más Artículos del autor

Fecha: 11-nov-2016

Cita: MJ-DOC-10373-AR | MJD10373

Sumario:

I. Preliminares. II. Concepto. III. Caracteres contractuales. El Código Civil y Comercial. IV. Partes o
sujetos del contrato. Breve esbozo de sus derechos y obligaciones. V. La cuestión sobre la
responsabilidad por daños a los espectadores. VI. Conclusiones.

Doctrina:

Por Pablo C. Barbieri (*)

I. PRELIMINARES
El deporte ha trascendido -desde hace largo tiempo- las fronteras de las disputas en los distintos
escenarios, para convertirse en un espectáculo que genera un sinnúmero de relaciones civiles,
comerciales y laborales, entre otras. Ello provoca, sin lugar a dudas, variadas consecuencias jurídicas,
de las cuales el derecho deportivo -como disciplina autónoma- toma nota.

El espectáculo deportivo, como tal, es una manifestación palpable de ello. Como bien se ha dicho,
«constituye un entramado complejo que se integra por el evento en sí mismo, el cual es atravesado
en forma transversal por diversos elementos que lo implican y le son inherentes» (1).

En ese contexto, el análisis del llamado «contrato de espectáculo deportivo» suele presentar, como
nota distintiva, el tratamiento de los eventuales daños y perjuicios que pudiera sufrir el espectador,
la responsabilidad del organizador, la delimitación de esa figura y, por último, la extensión de la
reparación debida a la víctima.

Empero, si bien esa temática aparece como la más importante -y la que mayor cantidad de
precedentes jurisprudenciales permite visualizar-, no pueden pasarse por alto otros aspectos que
surgen de la entraña misma de dicho contrato.

De allí que, en las líneas siguientes, se intenta desentrañar algunos aspectos interesantes de esta
figura, con los límites que impone el presente comentario.

II. CONCEPTO

La existencia jurídica del contrato de espectáculo deportivo no es nueva.

Ya en el año 1941, un pronunciamiento judicial sentenciaba que «la responsabilidad por la rotura de
un tablón de una tribuna destinada al público surge del "contrato innominado que vincula al
empresario con el espectador"» (2) (el entrecomillado interno me pertenece), identificándose luego
a dicha figura con la denominación que se analiza.La propia Corte Suprema de Justicia de la Nación
siguió similar criterio, apuntando a un club de fútbol y el espectador que concurre al evento (3).

Los diferentes desarrollos doctrinarios fueron completando estos conceptos.


Así, por ejemplo, Mosset Iturraspe sostuvo que «es aquel celebrado entre el espectador que paga un
precio para poder gozar de un resultado, y el promotor o empresario de espectáculo que se
compromete a brindarlo de conformidad con los anuncios, carteleras, avisos, etc.» (4). En línea
similar, Ghersi lo definió del siguiente modo: «... aquel que se celebra entre el organizador del
espectáculo y el público asistente por medio del cual, el primero se compromete a exhibir un
espectáculo, proveyendo a los espectadores (público) un lugar y comodidades necesarias para poder
presenciarlo a cambio de un precio en dinero» (5).

Téngase en cuenta que todas estas enseñanzas apuntan al «espectáculo público» y al vínculo que se
genera entre el espectador y el organizador. El «espectáculo deportivo» aparece como una especie
dentro de dicho género.

Oportunamente, me expedí al respecto. A mi modo de ver, el contrato de espectáculo deportivo es el


«celebrado entre una entidad organizadora y un espectador, mediante el cual este adquiere el
derecho de presenciar el evento deportivo en las condiciones ofrecidas por aquel, asumiendo el
organizador un deber de seguridad» (6).

Como se aprecia a simple vista, las opiniones varían en ciertos matices, pero siguen una línea
directriz común. En los puntos siguientes, veremos que la jurisprudencia y el derecho comparado se
encaminan en dirección similar.

III. CARACTERES CONTRACTUALES. EL CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL

En relación con este punto, vale la pena puntualizar las distintas cuestiones a la luz de la entrada en
vigencia del Código Civil y Comercial (CCivCom), a partir del mes de agosto de 2015.

- Es un contrato «innominado», por no estar regulado especialmente por la ley (cfr. art. 970 del
CCivCom). No existe el tratamiento ni la tipificación específicos de la figura.Es llamativo que dicha
normativa -habiendo incorporado variadas figuras contractuales hasta ese entonces innominadas-
haya omitido la regulación del contrato de espectáculo público y, por ende, de su variante
«deportiva». Francamente, me parece un criterio para revisar hacia el futuro, no solo en relación con
los eventos masivos que se llevan a cabo tan frecuentemente en el país, sino tomando en cuenta la
gran cantidad de espectáculos de menor trascendencia que producen las mismas consecuencias
jurídicas.
- Se trata de un contrato «bilateral», ya que «las partes se obligan recíprocamente la una hacia la
otra» (cfr., art. 966 del CCivCom). El entrecruzamiento de derechos y obligaciones entre organizador
y espectador es notorio y visible.

- En principio, es un contrato «a título oneroso», ya que el espectador debe abonar un precio para
ingresar al evento, incluyéndose así en las previsiones del art. 967 del CCivCom. Sin embargo, el
hecho de que el acceso sea gratuito -o lo obtenga el espectador por abonar una cuota de asociados
al club organizador- no modifica en nada el encuadre y, sobre todo, la atribución de responsabilidad
(7).

- Es «conmutativo», dado que «la ventaja para todos los contratantes son ciertas» y no dependen de
un «acontecimiento incierto» (cfr. art. 968). La propia organización de los distintos eventos y torneos
deportivos, así lo demuestra.

- A pesar de que, en la práctica, es casi imposible encontrar la firma de un instrumento escrito, sino
que se accede al evento o espectáculo mediante un «ticket» obtenido previamente por el
espectador, no cabe duda de que estamos ante un «contrato de adhesión», de acuerdo con la
tipificación de este por el art. 984 del CCivCom. Es el organizador quien fija las condiciones de acceso
(v.gr., horario del evento, lugar, ubicación, modos de ingresar, etcétera) y el espectador en nada
participa de ello, limitándose solamente esa oferta indeterminada al público.

- Finalmente, es importante destacar que, en la especie, nos encontramos ante una «relación o
contrato de consumo». La figura del espectáculo deportivo ingresa con claridad en las previsiones de
los arts. 1092 y 1093 , respectivamente. El espectador ocupa el lugar del usuario o consumidor, sin
que pueda debatirse demasiado sobre el particular. El organizador del evento es el «proveedor»,
dentro de ese contexto. La aplicación de la normativa consumeril específica es, entonces, posible.

IV. PARTES O SUJETOS DEL CONTRATO. BREVE ESBOZO DE SUS DERECHOS Y OBLIGACIONES

Este punto debe ser tratado con cierto detenimiento, dado que de su determinación surgen
derivaciones que influyen sobre la eventual atribución de responsabilidad por daños y perjuicios.

Claramente, hay delimitadas dos partes: «el espectador y el organizador». Sus derechos y
obligaciones, como es lógico suponer, se entrecruzan.
1. Espectador

Es aquella persona humana (8) que concurre al evento o espectáculo deportivo, mediante alguno de
los medios de ingreso dispuestos por el organizador (v. gr., «adquisición de ticket», compra de abono
para una serie de eventos, exhibición de su «carnet» de asociado al club, invitación, etcétera).

Adquiere el derecho de presenciar el espectáculo en las condiciones «convenidas», como por


ejemplo, lugar (estadio o escenario), horario, sector, ubicación, etcétera. Y, asimismo, como
correlación del llamado «deber de seguridad» del organizador del evento, tiene el derecho de
permanecer indemne, es decir, no sufrir ningún daño a su persona y / o a sus bienes.

Ya se ha dicho -punto III- que el espectador puede ser considerado «usuario o consumidor» del
espectáculo deportivo (9) y, como tal, puede aplicársele la normativa protectoria en esa dirección; la
Ley 24.240 y sus modificatorias, el Código Civil y Comercial, etcétera.Lo expuesto no implica que el
espectador no asuma «obligaciones». Y las principales discurren sobre el orden que debe guardar al
presenciar el evento, sin incurrir en conductas delictuales o contravencionales (muchas de ellas
tipificadas en la Ley 23.184 y sus modificatorias) y de evitar causar daños a personas o bienes, so
pena de incurrir en distintos grados de responsabilidad (civil, penal, etcétera).

2. Organizador

Su determinación puede traer mayor complejidad. En principio, calificada doctrina, oportunamente,


lo definió como «la persona física o jurídica que tiene a su cargo la realización de un espectáculo»
(10).

La dinámica de la actividad deportiva, la organización de torneos oficiales nacionales e


internacionales, la intervención de «organizadores» diferentes a una entidad deportiva (v. gr.
empresas comerciales que organizan eventos deportivos con fines de promoción) y hasta la
participación del propio Estado, permiten que ese rol sea asumido por diferentes sujetos.

Se ha sostenido, desde antaño, que «la entidad propietaria del estadio en que se realiza un partido
de fútbol tiene el deber de garantizar la seguridad de los espectadores» (11). La conclusión es
contundente: la entidad deportiva «local» en un evento es, claramente, «organizadora» de dicho
evento.
Algunos autores entienden que también forma parte del «aparato organizador» quien cede sus
instalaciones para que allí se desarrolle un espectáculo, locando, por ejemplo, el estadio (12). A pesar
de ello, el tema es controvertido, dado que se decidió judicialmente que «la responsabilidad civil de
quien obtiene provecho, pero no interviene en la organización se rige por el régimen ordinario
previsto en el Código Civil -hoy Código Civil y Comercial- y no por el régimen previsto en la Ley
23.184» (13). En principio, adhiero a esta opinión. Sin embargo, acaso no pueda sentarse una regla
definitiva y deba resolverse cada caso con las particularidades que se presenten.

El organizador puede no tratarse de una entidad deportiva, sino ser una persona humana o jurídica
con distinto objeto. Ocurre ello muchas veces con deportistas que brindan exhib iciones -v.gr., es
bastante usual en el tenis- o eventos deportivos con fines benéficos que involucran, incluso, a figuras
artísticas, conductores de televisión, etcétera. Ninguna duda cabe de que ellos también ocupan el
carácter de «organizador».

En relación con las entidades deportivas de segundo o tercer grado (v. gr., ligas, asociaciones
nacionales, federaciones o confederaciones deportivas), luego de varios antecedentes
contradictorios, la Corte Suprema de Justicia de la Nación les otorgó el carácter de «organizador» a
los fines de la atribución de su responsabilidad civil por daños causados a los espectadores. El ya
célebre fallo «Mosca» (14) parece haber impuesto una tendencia en ese sentido. Empero, este
criterio apunta al grado de responsabilidad imputable y, sobre todo, bajo las reglas especiales que, al
respecto, contiene el texto de la Ley 23.184 (t. o.), sobre todo luego de su modificación por la Ley
24.192 .

Sobre estos tópicos, debo formular una aclaración general.

Si bien la determinación de la figura del «organizador» apunta, normalmente, a la atribución de la


responsabilidad por daños a los espectadores, la cuestión tiene fundamental importancia en otros
aspectos. Así, por ejemplo, las cargas fiscales que deben abonarse, el pago de las retribuciones de las
personas que participan en el espectáculo cumpliendo distintos roles -v. gr., empleados, seguridad,
asistencia médica, etc.- y la eventual distribución de los beneficios obtenidos.

La complejidad, pues, puede aumentar, a medida que nos adentremos en la organización de cada
evento o espectáculo. Y, si bien ello está resuelto a los fines de la mentada responsabilidad civil, las
peculiaridades deben ser tomadas en cuenta para el resto de los rubros mencionados. Caso
contrario, podemos arribar a conclusiones erróneas.

V. LA CUESTIÓN SOBRE LA RESPONSABILIDAD POR DAÑOS A LOS ESPECTADORES


1.Normativa

Sabido es que la Argentina, desde agosto de 2015, es regida por el Código Civil y Comercial, que
estableció un sistema de responsabilidad civil algo disímil del vigente hasta ese entonces.

Sin embargo, la violencia en los espectáculos deportivos posee, en la Argentina, una normativa
específica, como es la Ley 23.184/85, modificada por dos leyes: la Ley 24.192/93 y la Ley 26.359/06.

El Capítulo VI de la Ley 23.184 se titula «Responsabilidad Civil» y establece reglas propias para su
atribución, que mantienen su vigencia a pesar de la reforma antedicha. El art. 1709, inc. a , del
CCivCom, así lo determina.

Ello lleva a que pueda calificársela como una «responsabilidad especial», la que, lógicamente, se
encuentra teñida de las particularidades propias de la actividad deportiva y la organización de este
tipo de eventos. A mi entender, empero, ello no es suficiente para poder predicar una suerte de
«responsabilidad civil deportiva», a pesar de que se sugiera una futura implementación de ello (15).

2.El deber de seguridad del organizador

«Desde el momento que el organizador ofrece a un público indeterminado la celebración de un


contrato de espectáculo, cuando el mismo se perfecciona, aquel no solo asume la obligación de su
"simple ejecución", sino que se compromete también a adoptar todas las precauciones necesarias
para que el desarrollo del espectáculo se efectúe sin peligro para el público asistente, porque no es
imprevisible la imprudencia o temeridad de este, cuyo entusiasmo le puede hacer incurrir, a veces,
en riesgos que una adecuada instalación preventiva podría evitar o disminuir; o sea "que la
obligación asumida por el organizador de realizar el espectáculo, conlleva el deber de seguridad"; y
que no podría concebirse el espectáculo mismo sin tal garantía, con la que los asistentes saben que
cuentan al concurrir a él» (16). (El entrecomillado interno me pertenece).

La transcripción efectuada corresponde a un importante pronunciamiento de un tribunal


bonaerense, en el marco de un pleito sobre daños y perjuicios producidos en una carrera de
automovilismo. Puede convertirse en suerte de resumen de los criterios dominantes en la materia.
En línea concordante, tuve la oportunidad de afirmar que «queda claro, entonces, que el organizador
del espectáculo deportivo asume un deber de indemnidad hacia el espectador que, en líneas
generales, consiste en evitar que, a lo largo del evento, se produzcan daños en la persona (o los
bienes) de este» (17).

Este deber de seguridad, obligación de indemnidad o, como también se lo denomina, «deber de


protección» importa, pues, «garantizar la seguridad en la persona y los bienes de los asistentes al
espectáculo» (18).

Y ello tiene una contracara: la responsabilidad civil resarcitoria del organizador ante la vulneración de
dicha obligación, esto es, ante daños sufridos por el espectador en el evento deportivo.

Si lo quisiéramos llevar al ámbito del «derecho del consumo», el usuario-espectador goza de un


sistema protectorio impuesto desde el propio art.42 de la Constitución Nacional (CN) (19) y la
legislación dictada en su consecuencia, incluyéndose ahora, el Código Civil y Comercial.

De allí que, de forma unánime, doctrina y jurisprudencia -no solo argentina, sino también en el
derecho comparado- reconozcan este deber de seguridad en cabeza del organizador del espectáculo
deportivo. Así, pues, se resolvió, por ejemplo, que «este contrato conlleva implícita una cláusula de
incolumidad, por la cual el organizador asume un deber de seguridad. En consecuencia, responde por
los daños ocasionados a los espectadores por el incumplimiento de ese deber» (20).

3. El agravamiento de la responsabilidad en la legislación sobre prevención de la violencia en


espectáculos deportivos

La normativa argentina en materia de violencia en los espectáculos deportivos (Ley 23.184 y sus
modificatorias), contiene disposiciones específicas relacionadas con la responsabilidad civil. Y ello
establece una suerte de agravamiento, en relación con las normas comunes en la temática.

En efecto, el art. 51 , luego de su reforma por la Ley 24.192 establece textualmente: «... las entidades
o asociaciones participantes de un espectáculo deportivo son solidariamente responsables de los
daños y perjuicios que se generen en los estadios».

La sola lectura del precepto permite arrojar una conclusión primaria: la responsabilidad no solo
abarcará el deber resarcitorio a cargo del organizador, sino que se extenderá a todas las entidades
participantes en el espectáculo deportivo; léase clubes, federaciones o asociaciones nacionales (si se
las considerara «participantes») e, incluso el Estado, si forma parte de esta suerte de «aparato
organizador», al que parece referirse la norma.

En cierto modo, se trata de una «responsabilidad civil agravada» que apunta, claramente, a la
protección de la víctima del evento dañoso, más allá de la posterior distribución de responsabilidad
entre los condenados al resarcimiento. Es una línea clara fijada legislativamente, respondiendo ello a
una política sancionatoria que, indubitadamente, se desprende de la norma transcripta.

4. Responsabilidad objetiva.El Código Civil y Comercial

Desde la doctrina y jurisprudencia, se estableció un criterio prácticamente unánime: «... la


responsabilidad civil de los organizadores de espectáculos deportivos ante los daños y perjuicios
causados a los espectadores tiene carácter "objetivo"» (21). Y ello era así en la vigencia del derogado
art. 1113 del CCiv, como, actualmente, con la operatividad de los arts. 1722 y 1723 del CCivCom.

El ya recordado fallo «Mosca» permitió que la Corte reforzara esa posición, al sostener que «ante
estas nuevas realidades que se erigen en complejas fuentes generadoras de daños cabe señalar que
un sector de la doctrina autoral y jurisprudencial, por vía de una interpretación dinámica de la
norma, predica -para los supuestos de responsabilidad del espectáculo deportivo (...) donde el daño
fue causado directamente por la actividad desarrollada en el estadio de fútbol-, la extensión de la
responsabilidad por riesgo de la cosa, prevista en el art. 1113, párr. 2.º, apart. 2.º del Cód. Civil, al
riesgo de la actividad desarrollada, intervenga o no una cosa...» (22).

Pareciera ello reforzarse en el Código Civil y Comercial, al preceptuarse que «cuando de las
circunstancias de la obligación, o de lo convenido por las partes, surge que el deudor debe obtener
un resultado determinado, su responsabilidad es objetiva» (art. 1723), esto es, «la culpa del agente
es irrelevante a los efectos de atribuir responsabilidad» (art. 1722).

La obligación de seguridad del organizador del espectáculo deportivo y su extensión -véase el punto
3, dentro de este título V-, permiten enderezar esta interpretación casi sin fisuras.

Nótese, pues, la severidad del sistema establecido. Se prescinde, en cierto modo, de la culpa del
organizador como factor de atribución de la responsabilidad.Y, por ende, se exime a la víctima del
daño -reclamante- de probar dicha culpa, cuestión que a veces trae aparejadas dificultades en la
práctica tribunalicia.
Este criterio ha sido justificado doctrinariamente, sosteniéndose como razonable «establecer una
responsabilidad objetiva y más rigurosa del organizador del espectáculo deportivo, ya que se tuvo
especialmente como fin poner límite al comportamiento de los simpatizantes en los estadios de
fútbol, que ha sido muchas veces estimulado por las propias asociaciones de fútbol, desinteresadas
en acudir a las medidas de seguridad imprescindibles para prevenir esta clase de hechos» (23).

Esta línea argumental -cuya generalización, algunas veces, resulta injusta-, marca el escenario
jurídico y, si se quiere, político de la cuestión. Y se ve reflejado, aun más, en la vigencia de los
eximentes de responsabilidad que se enuncian en el punto que sigue.

5. Eximentes de responsabilidad. Otra cuestión digna de análisis

En pr incipio, el art. 51 de la Ley 23.184 (t. o.) no prevé las eximentes de responsabilidad,
disponiendo solamente la solidaridad de las entidades deportivas participantes en el espectáculo
deportivo donde se generó el daño resarcible.

Ello no significa que no puedan aplicarse, dado que, si se siguiera tal criterio, podríamos incurrir en
una verdadera sinrazón jurídica.

Pero el hecho de que en la especie se predique una responsabilidad de carácter objetivo, tiene una
gran influencia en la determinación de la procedencia.

La «culpa de la víctima» o «el hecho del damnificado» -tal como se lo denomina en la normativa
vigente- se prevé en el art.1729 del CCivCom, donde se establece que «la responsabilidad puede ser
excluida o limitada por la incidencia del hecho del damnificado en la producción del daño, excepto
que la ley o el contrato dispongan que debe tratarse de su culpa, de su dolo, o de cualquier otra
circunstancia especial».

A mi entender, sobre la base de ello, no es necesario que el hecho de la víctima requiera de su culpa
para eximir de responsabilidad; entiendo, empero, que por tratarse de una responsabilidad objetiva
agravada, en la mayor parte de los casos, deberá probarse dicha circunstancia.
Así, por ejemplo, se resolvió que «frente a las constancias del acta policial labrada en momentos
próximos a la ocurrencia del hecho, en la que el oficial de policía interviniente dijo que el lesionado le
había manifestado que el accidente lo sufrió momentos antes en que intentaba pasar de la platea
media-baja (Belgrano) al campo de juego, lo cual bastaría para atribuir al hecho de la víctima -o a su
culpa- la causa de la caída generadora a su vez de los daños cuya indemnización se pretende» (24).

La ocurrencia del «hecho del damnificado» no implica necesariamente la eximición de


responsabilidad, dado que es facultad del juez evaluar su incidencia; así parece desprenderse del
precepto transcripto y de las facultades judiciales otorgadas por el art. 1735 .

Por otra parte, el «caso fortuito» y la «fuerza mayor» resultan sinónimos, si aludimos a ellos como
eximentes. Así se deduce del texto del art. 1730 del CCivCom, donde se preceptúa que «se considera
caso fortuito o fuerza mayor al hecho que no ha podido ser previsto o que, habiendo sido previsto,
no ha podido ser evitado». Conforme dicha norma, su ocurrencia «exime de responsabilidad, excepto
disposición en contrario».

Así ocurriría, por ejemplo, con un subrepticio temblor de la tierra que provoca el derrumbe de una
grada, una tormenta inusitada e imprevisible, etcétera.

La invocación del «hecho de un tercero» puede traer mucha mayor complejidad.En primer término,
porque -como se establece en el art. 1731 del CCiv- «para eximir de responsabilidad, total o
parcialmente, el hecho de un tercero por quien no se debe responder debe reunir los caracteres del
caso fortuito», lo que dificulta algo su configuración.

En segundo lugar, porque dicha causal tiene aún menor predicamento dentro de una responsabilidad
objetiva, como es la que está vigente en el caso del espectáculo deportivo y la obligación de
seguridad del organizador allí vigente, sobre la que hemos discurrido en varias oportunidades.

Lo expuesto no hace más que reforzar la «especialidad» de la responsabilidad en la figura que nos
ocupa. Y, a su vez, el agravamiento de la ella en relación con evaluaciones algo más «comunes».

VI. CONCLUSIONES

Los trazos centrales que hemos expuesto nos permiten emitir algunas conclusiones.
A pesar de su llamativa -reitero- falta de regulación específica, no puede dudarse de la existencia de
un contrato de espectáculo deportivo, figura que podría derivarse del contrato de espectáculo
público, la que puede considerarse como género aglutinante.

Seguidamente, esta atípica figura presenta rasgos distintivos propios, entre los cuales, como dato
saliente, figura la atribución de la responsabilidad del organizador del evento, llevada a un grado
mayor para las «entidades participantes», conforme al art. 51 de la Ley 23.184 (t. o., por Ley 24.192).

Este sistema apunta, primordialmente, a la protección de la víctima de los supuestos dañosos,


tendencia perseguida, en general, por los modernos sistemas de responsabilidad civil.

La jurisprudencia ha dado acabadas pruebas al respecto. Si bien se presentan circunstancias


particulares -derivadas, sobre todo, de las peculiaridades de cada caso-, la línea directriz parece clara,
a pesar de ciertas cuestiones conflictivas que, someramente, hemos señalado.

El escenario puede completarse, finalmente, con las sanciones disciplinarias deportivas que
presentan los distintos reglamentos federativos, en los órganos de aplicación respectivos.

El contrato de espectáculo deportivo se ha convertido, pues, en una temática rica que requiere
análisis constantes y, acaso, interdisciplinarios.El diseño del deporte y sus distintas manifestaciones
negociales, así lo requiere.

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(1) COSTOYA, Daniel R.: «El contrato de espectáculo público deportivo», en


http://iusport.es/images2/stories//danielcostoya-contratopublico.pdf.

(2) Cám. Civ. 2.a, Cap. Fed., 13/9/41; LL 24-465.

(3) CSJN, 24/8/1998, «Zacarías, Claudio c/ Provincia de Córdoba y otros», EDJ12537 , LL, 1998-C-322,
con nota de Jorge Bustamante Alsina.
(4) MOSSET ITURRASPE, Jorge: Contratos. Buenos Aires, Ediar, 1981, p. 62.

(5) GHERSI, Carlos: Contratos Civiles y Comerciales, 4.a ed. actualizada. Buenos Aires, Astrea, 1998, t.
2, p. 188.

(6) BARBIERI, Pablo C.: Daños y Perjuicios en el Deporte. Buenos Aires, Universidad, 2010, p. 35.

(7) CNCiv: Sala «A», 5/5/2004, «Izaguirre, Mariano S. c/ Schiavone, Marcelo y ot. s/ Daños y
Perjuicios», MJJ2340 .

(8) Es esta la denominación que brinda el actualmente vigente Código Civil y Comercial para referirse
a las «personas físicas» de la legislación por él derogada.

(9) Enfáticamente así lo afirma Pérez Bustamante, entre otros autores. PÉREZ BUSTAMANTE, Laura:
Derechos de los usuarios de espectáculos deportivos, en Cuadernos de Derecho Deportivo, N.° 4 y 5,
p. 143 y ss.

(10) HERRERA, Félix Guillermo: La caracterización de las relaciones jurídicas entre deportistas y la
institución. Espectadores, en GHERSI, Carlos y otros: Daños en y por espectáculos deportivos. Buenos
Aires, Gowa, 1996, p. 25.

(11) CNCiv, Sala E, 29/10/1959, «Díaz, Ramón c/ Club Atlético River Plate».

(12) Entre ellos, VÁZQUEZ FERREYRA, Roberto: «La violencia en el espectáculo deportivo.
Responsabilidad civil en la Ley 23.184», en LL, 1985-C-586.

(13) STJ Córdoba, 30/5/2003, «Mercevich, Jorge A. s/ homicidio calificado. Recurso de Casación»,
MJJ47904 .
(14) CSJN, 6/3/2007, «Mosca, Hugo c/ Provincia de Buenos Aires y otros s/ Daños y Perjuicios»,
MJJ9805.

(15) BARBIERI, Pablo C.: Daños en el Deporte, en TRIGO REPRESAS, Félix, y BENAVENTE, María
I.(dir.es): Reparación de daños a la persona. Buenos Aires, La Ley, 2014, t. 4, pp. 527 y 528.

(16) CCiv y Com Lomas de Zamora, Sala 1, 11/2/2004, «Angelakis, Nicolás G. c/ Tamagno, Sergio C. s/
Daños y Perjuicios»; RCyS, 2005-V, 37, con nota de BARBIERI, Pablo C.

(17) BARBIERI, Pablo C.: ídem nota 16, p. 536.

(18) ZÁRATE, Verónica A., y TOKER, Emiliano: Responsabilidad de los organizadores de los
espectáculos deportivos, en GHERSI, Carlos: op. cit., p. 85.

(19) Dicha norma establece expresamente: «Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen
derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a
una información adecuada y veraz; a la libertad de elección, y a condiciones de trato equitativo y
digno. Las autoridades proveerán a la protección de esos derechos, a la educación para el consumo, a
la defensa de la competencia contra toda forma de distorsión de los mercados, al control de los
monopolios naturales y legales, al de la calidad y eficiencia de los servicios públicos, y a la
constitución de asociaciones de consumidores y de usuarios. La legislación establecerá
procedimientos eficaces para la prevención y solución de conflictos, y los marcos regulatorios de los
servicios públicos de competencia nacional, previendo la necesaria participación de las asociaciones
de consumidores y usuarios y de las provincias interesadas, en los organismos de control».

(20) CCiv Com San Isidro, Sala I, 29/4/86, «Vacas, F. M. c/ Jockey Club (Hipódromo de San Isidro) s/
Daños y Perjuicios».

(21) BARBIERI, Pablo C.: Daños y Perjuicios..., op. cit., p. 94.

(22) Ídem, nota 13.


(23) BUSTAMANTE ALSINA, Jorge: «Los concurrentes a los partidos de fútbol están amparados por la
obligación de seguridad impuesta a los organizadores del espectáculo por el artículo 33 de la Ley
23.184», en LL, 1994-D-429.

(24) CNCiv, Sala F, 16/5/2006, «Cáceres, Daniel Edgardo c/ Club Atlético River Plate s/ Daños y
Perjuicios», MJJ7893 .

(*) Abogado. Profesor titular de Derecho Comercial III y Concursos, Quiebras y Títulos Circulatorios,
UNLZ. Profesor adjunto Derecho Comercial III, UMSA. Autor de numerosos artículos y obras en
materia de derecho comercial y derecho deportivo. Conferencista en dichas temáticas.

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