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Antigüedad – II.

Filosofía ática

nuevo su aparición el eçdoj. El universal se declara más importante que el


singular; pues ahora el individuo ha de ser entendido a partir del universal.
Esta prioridad ontológica del universal en Aristóteles se revela de un modo
especialmente claro en un pasaje de los Tópicos, Z, 4, donde aun la especie
quiere que se entienda a partir de algo más general que ella, a saber, del
género; y en éste a su vez algo anterior y más conocido; «quitado el género
y la diferencia, se quita también la especie» (141b 28). Sería cosa de estu-
diar sí, para Aristóteles, no solo el eçdoj, sino también el género tiene un
ser más pleno que lo menos general. Hasta el tiempo de los comentadores
griegos se sostiene en todo caso el principio de que quitado el género, se
quita también el eçdoj. En los neoplatónicos se deducirá de ahí el axioma de
que cuanto más general es el ser, más plenamente es ser. El Liber de causis
alargará hasta el Medievo escolástico esa teoría como unida a Aristóteles. Es
una de las ideas centrales de Eckhart. Género no es jamás, en esta tradición,
un simple concepto, sino un universal óntico; pues un concepto universal
nunca quita sus subconceptos quitado o suprimido él, sino, al revés, él tiene
sentido y existencia por ellos.
Solo el eçdoj platónico suprime lo que está debajo de él, pues todo lo que
en plano inferior a él participa de él, tiene sentido y ser solo por el eçdoj; y
solo así, mirando el concepto universal con ojos platónicos, puede decirse
que, quitado lo universal, se quita también lo particular. Aristóteles, no
obstante toda su polémica contra Platón, no se ha desprendido del platonis-
mo. Lo mismo que ocurría en su lógica y teoría del conocimiento (cf. supra,
págs. 197s), también ahora en la metafísica, tras un inicial distanciamiento
doctrinal de Platón, vuelve finalmente a parar de nuevo en él; Aristóteles,
en efecto, introduce la sustancia primera contra Platón, como el ser en su
originario sentido, pero luego pone el fundamento de ella en la sustancia
segunda, y con ello vuelve una vez más a ser platónico.
Forma. Con el concepto de sustancia segunda, que constituye la esencia
de la primera, llegamos a uno de los más fundamentales conceptos de la
filosofía aristotélica, al concepto de forma (morfª).
Sentido de la forma. En el sentido en que un determinado ser está espe-
cificado en su peculiaridad ontológica en virtud de la sustancia segunda,
puede concebirse este eçdoj como forma; naturalmente no en un sentido
visual (eçdoj de Ñdeãn = ver), sino en un sentido lógico y ontológico, como
algo determinante, configurador, dador de ser. Como en la lógica, también
en la metafísica Aristóteles admite sustratos últimos (ÿpokeÖmena). Allí servían
de soporte a las predicaciones, como sujetos de los juicios; aquí sirven de
soporte a la forma; precisando más, la forma determina a este tal sustrato a
ser tal determinado ser. Todo ser es un ser formado; todo devenir es un recibir
la forma; todo perecer es un perder la forma. La forma tiene naturalmente
como concepto relativo el de la materia. Ambas son principios del ser.

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