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”
Cerca de la Iglesia de San Francisco en Morelia, Michoacán, había una
casa en donde espantaban, situada en un callejón. Un comerciante en
paños, sedas y mantones, después de mucho viajar por las ciudades de
la Nueva España, decidió asentarse y vivir en Valladolid, con el fin de
contraer matrimonio con una bella y rica joven, para luego regresar a
natal Santander, España. En su tienda conoció a doña Inés de la
Cuenca y Fragua, una hermosa y caritativa huérfana y heredera de una
de las haciendas más ricas de Tierra Caliente. Cautivado por sus
perfecciones, don Diego Pérez de Estrada la enamoró. Inés lo amaba
sinceramente, pero Diego no, a él lo movía el interés más mezquino.
Don Diego era parrandero y muy mujeriego, vestía con elegancia y lucía
costosas joyas. En confianza era muy mal hablado, pero solía mostrar
una imagen muy diferente ante las personas que no eran sus amigotes.
Al día siguiente el hecho era conocido por toda Valladolid… y desde ese
momento la callejuela recibió el nombre de El Callejón del Muerto.