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Alguna vez leí en las memorias de Gabriel García Márquez que para recuperar
el Río Magdalena era necesario sembrar sesenta millones de árboles en su
ladera, que en general son tierras de particulares que deberían renunciar a su
concentración de tierras y riquezas, por esta noble causa. Quizá su apreciación
era para descartar de tajo esta posibilidad. Quizá por esto, desde que muchos
tenemos uso de razón, en planes de desarrollo sucesivos, se ha hablado de la
aparente ilusión de la navegabilidad del río Magdalena.
Cualquier país del mundo desarrollado anhelaría contar con una arteria pluvial
de las características del Río Magdalena para el comercio, la logística, el
transporte de mercancías y pasajeros, el turismo, los servicios, en fin, para la
gobernanza del agua; sin embargo, para intervenir el río se habría concretado
un megaproyecto que ahora está en ascuas, al parecer porque acá en Colombia
los “ñoños” se creen los más astutos, si se tiene en cuenta que sumando los casi
85 mil millones reportados en coimas por la Fiscalía colombiana en el caso
Odebrecht, (llámese ruta del sol II y la navegabilidad del Río Magdalena) estas
obras estarían financiadas; sin desmeritar que esta transnacional de la
corrupción, también habría repartido, óigase bien, cerca de 790 millones de
dólares, en 11 países de Latinoamérica.
En esta coyuntura juega y son cruciales los efectos de los acuerdos de paz. Se
han hecho más visibles los males endémicos y estructurales de nuestras
instituciones entre la ciudadanía, y por tanto, también exigibles sus soluciones.
Asimismo se refleja que el modelo del capitalismo del desastre de entregarle el
manejo de los bienes y servicios públicos a los privados, no ha funcionado y
genera mayor desigualdad. No se puede mirar para otro lado. Hay que quebrar
esquemas e imaginarios, como esta tesis falsable que se ha acuñado y ha hecho
mella, de que para vencer a las guerrillas, se hizo un pacto con el clientelismo y
las mafias de la corrupción. Es necesario estar a la altura de esta coyuntura
crítica e histórica de nuestra nación, en la que son pertinentes sembrar nuevos
códigos morales para la construcción de la Paz y la reconciliación y para avanzar,
con libertad política, en nuestro desarrollo social y económico.