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UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

Luis Enrique García Sandoval.

Reporte 4.- La guerra civil.

Womak, Katz, Werner. Todos autores extranjeros, que desde distintas perspectivas van
superponiendo los tejidos de la realidad del Volkgeist hegeliano de la guerra civil mexicana. Con sus
textos es posible distinguir muchas revoluciones dentro de la misma, también notamos cómo se
acentúan las coincidencias e inconsistencias de los ideales originales. Y de cómo se ha desgastado el
grueso social por el hartazgo de guerra. Womak denota una tendencia a expresarse sobre las pasiones
de los protagonistas y los sentimientos del pueblo a través de varias rimas y cantos y la descripción
de las reacciones de ciertos personajes en momentos representativos. Por su parte Werner perfila y
aborda el conflicto armado desde varias directrices, en un primer momento, geográficamente. como
desde Sonora, Coahuila, Chihuahua y hasta el centro, ciudad de México. Esboza también una historia
atómica y concatenada, abordada de lo particular a lo general. Manifiesta continuamente que los
hechos no son aislados, mucho menos las decisiones de los jefes de la revolución, subraya la
importancia de las relaciones de política regional (de los estados) con la del país y la relevancia de
los tratados internacionales, que logran filtrarse a las disposiciones gubernamentales. De forma
distinta, Katz resalta la necesidad de un plan de nación que justificara los levantamientos y dirigiera
por un camino pacífico a México, resalta la toma de decisiones de los héroes de bronce, sus reacciones
quehaceres políticos y diplomáticas dentro y fuera del territorio nacional mexicano. Con sencillez
habla sobre las diferencias entre la realidad de las mayorías que poco sabían de pactos y la de los
actores principales de la revolución.
Respecto al plan de Guadalupe, podemos afirmar que no busca una legitimación de sí mismo, como
los dirigentes de los bastiones revolucionarios. El documento está lejos de ser un consenso y más
cercano a un ultimátum.
La figura de Villa irá acercándose a la de un hombre explosivo, harto también de batalla ¿por qué no?
Zapata se muestra cada vez más huraño, sus decisiones van a tientas y Carranza planifica con
formalidad en los márgenes de lo legal. Victoriano Huerta entendió bien el lío de estar en medio de
todo, la retirada sería la forma en la que quedaría menos derrotado. ¿Quién diría que el Ypiranga
volvería a hacer de las suyas?
No es de sorprender que cada uno de los Revolucionarios solicitaran más allá de la legitimación
nacional, la aprobación del gobierno estadounidense, pareciera que la furia del río de los dólares es
igual de fuerte que las médulas romanas, carcomen con su cauce la estabilidad monetaria y atraen con
rastros de oro. Es de esperarse que los del norte negociara a conveniencia y no para la libertad y paz
del pueblo mexicano. ¿Será acaso que los caudillos, luego de la revolución, desconocerían los
Bussines con su aliado durante la batalla? ¿Por qué se negociaba con todos simultáneamente? ¿Qué
tan profundo se instalaron en México? Quizá Huerta era más que un peligro para la nación, un peligro
para los negocios del extranjero. Estados Unidos juega un doble, triple y hasta cuádruple juego
durante el proceso revolucionario, el son de la negra le viene bien, a todos que sí, pero no cuándo.
Incluso Zapata veía en el gobierno norteamericano un aliado económico con liquidez para financiar
su causa.
Es de esperarse el hartazgo, el miedo, en un tiempo de guerra puedes esperar que todo suceda, quizá
los ánimos de los revolucionarios se carcomieron por el cansancio de guerra o vislumbraron un
problema mayor en las disposiciones estadounidenses y la vulnerabilidad de la clase política
emergente que pactaba con W. Wilson como recurso “necesario” para sostener sus causas, aunque
ni siquiera las tuvieran del todo claras. Más necesario, era pues, ponerse de acuerdo más allá de
mantener los privilegios regionales por transformar la cosa pública. Cuando el altercado
revolucionario tuvo una dimensión nacional, implosiona en múltiples zonas, se emancipa, se
especializa y se proyecta al futuro con respuestas a esos mismos problemas regionales, se amplía
entonces la brecha de los acuerdos y resoluciones de talla nacional, para volver a la diáspora que no
se equivoca, pero solo entre los suyos y si está en casa.
Hay más sentido de pertenencia a las regiones, las ciudades y los lugares comunes que al nombre que
evoca ser mexicano. Un acto verdaderamente revolucionario sería planificar en dimensiones
nacionales, con política incluyente y que permita la evolución de la democracia a un aparto
gubernamental óptimo, no sólo de las garantías, sino también que atienda de igual manera el
cumplimiento de deber ciudadano y la participación.

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