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“La tarea parece paradójica: discutir los problemas controvertidos sin prejuicio
logicista, pero también sin dogmatismo”.
“El positivismo que anatemiza toda contradicción, tiene la suya más profunda y no
consciente de sí misma en esa reducción a la particularidad de una razón
meramente subjetiva e instrumental a la que se ve forzado cuanto más pretende
ceñirse a su criterio de objetividad extrema, cuanto más pretende ceñirse a una
objetividad purificada de cualesquiera proyecciones subjetivas.”
Adorno, partiendo de una genealogía de autores que preconizan las pretensiones
de validez en las ciencias formales, incita a partir de la lógica formal y su
necesaria inclinación hacia la dialéctica para discernir la supuesta polaridad
irreconciliable entre lo formal y lo empírico. Propiamente en la sociología,
siguiendo a Habermas, dicha polaridad encuentra sus mediaciones cuando se
presenta a la sociología formal como el “complemento externo de la experiencia
restringida”. Sin embargo, hay señalamientos donde se pone de relieve la
diferencia entre una concepción positivista de la sociedad y una dialéctica:
Para el caso de la sociología, habría que proponer entender este enunciado en los
linderos entre la sociología empírica y la sociología fenomenológica, cuando se
trata de enfrentarse “a la disparidad de supuestos equivalentes” en el intento de
fundar “una ciencia unificada del hombre” cuando sus objetos están llenos de
contradicciones y no pueden reducirse a la neutralidad sociológica. Por ello, para
Adorno los métodos cuantitativos que son preferidos por una actitud analítica:
Por desgracia, los métodos cuantitativos se han aunado a los criterios empiristas
de significado para perseguir todo equívoco en el lenguaje sociológico, pero
limitándolo hasta el exceso. Por ello, la referencia a Kraus por parte de Adorno es
muy afortunada cuando se trata de demostrar que el lenguaje “por muy
constituyente que sea de la experiencia, no elabora por sí mismo la realidad”. La
cuestión, es que esta idea nos indica que los conceptos centrales de la sociología,
ya sea colectividad, individuo o sociedad no pueden ser fijados de inmediato ni
considerados como ser en sí. Sin embargo, hay que confrontar la tentación de
menospreciar lo fáctico. ¿Qué soluciones propone el texto entonces a estas
polaridades? Al menos el diagnóstico que corresponde a la sociología:
“Desde luego que las ciencias sociales de observancia analítica también conocen
un concepto de totalidad; sus teorías son teorías de sistemas y una teoría general
habría de referirse al sistema social en su conjunto.”
Advirtiendo esto, Habermas propone un recorrido para transitar por la totalidad sin
quedarnos en la idea de acontecer social como una trama funcional de
regularidades empíricas, es decir, cómo hacer las distinciones pertinentes entre
totalidad como concepto dialéctico y sistema como concepto funcionalista para
abordar la controversia que da origen al texto, ante la concepción formal de
disciplinas como la sociología de los estudios cuantitativos y su “aparato
científico”:
“El aparato científico tan sólo arroja luz sobre un determinado objeto, de cuya
estructura debe haber entendido algo previamente, por otra parte, en el supuesto
de que las categorías escogidas no queden fuera del mismo. Este círculo no
puede ser salvado mediante inmediatez apriorística o empírica alguna de la vía de
acceso; solo cabe revisarlo y remeditarlo dialécticamente a partir de una
hermenéutica natural del mundo social de la vida”.